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Los Mayas y el Conocimiento Interior
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Libro electrónico174 páginas3 horas

Los Mayas y el Conocimiento Interior

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Los autores, Rubén González e Inés Martín nos acercan a las enseñanzas y a la sabiduría que la enigmática cultura maya dejó plasmadas en sus leyendas, códices, estelas y monumentos y que transmiten un mensaje dirigido al desarrollo psíquico y espiritual del ser humano de cualquier época.
Sus mitos, sus dioses, su ciencia, calendarios y su modo de ver y relacionarse con el mundo que les rodeaba y con el universo, forman una senda interior que nos conduce hacia las profundidades del Mayab, la tierra de los mayas, la tierra de los elegidos, nuestra tierra interior.
En este libro se analiza la simbología universal de los mitos mayas, el saber encerrado en sus códices, sus conocimientos matemáticos y astrológicos y su concepción trascendente del universo y del hombre.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 dic 2014
ISBN9781311499394
Los Mayas y el Conocimiento Interior
Autor

Rubén González

Rubén González es Licenciado en Derecho y Titulado Superior en Griego Moderno. Ha publicado varios libros y artículos sobre sus investigaciones y su experiencia en la divulgación de temas relacionados con el conocimiento interior y su relación con las antiguas civilizaciones, especialmente con las culturas griega, maya y egipcia. En sus cursos y seminarios, así como en sus libros, aborda los temas que desarrolla desde un punto de vista, no sólo histórico y antropológico, sino también, y especialmente, simbólico y espiritual. Otras obras publicadas de este autor son: "Los Mayas y el conocimiento interior" (en castellano y en inglés), "Pitágoras y la nueva conciencia", "Popol Vuh comentado, visión espiritual del mito maya", "Los Versos Áureos y la Escuela de Pitágoras".

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Los Mayas y el Conocimiento Interior - Rubén González

La cultura Maya se desarrolló desde tiempos remotos en Yucatán (México) y zonas limítrofes de Mesoamérica, alcanzó su plenitud entre los siglos tercero y noveno de nuestra era, y produjo multitud de ciudades y centros ceremoniales que constituían un reflejo del cosmos en la tierra y que contaban con pirámides, templos, palacios, juegos de pelota, esculturas, observatorios astronómicos, etc., así como un sistema aritmético muy avanzado, calendarios más exactos que los europeos de aquella época, y la escritura más desarrollada del Nuevo Mundo.

En el siglo IX d.C. se produce un fenómeno enigmático en el área maya: las principales ciudades son abandonadas, sus moradores desaparecen y muchos asentamientos quedan despoblados y a merced de la jungla hasta el siglo XVI, en el que colonizadores y exploradores van a ir descubriendo una serie de poblaciones y centros ceremoniales que, en su mayoría, ya eran sitios arqueológicos para los nativos. A partir de aquel momento, la cultura maya no sería comprendida ni valorada adecuadamente, por lo que quedaría relegada y casi olvidada durante varios siglos, hasta que en las últimas décadas, gracias al cambio general de mentalidad y a los múltiples descubrimientos arqueológicos, así como al desciframiento de su escritura, se ha reconocido que contenía un extraordinario nivel de civilización en todos los ámbitos.

Aunque en este tratado desarrollamos aspectos como el marco geográfico y cronológico de los mayas, sus ciencias, lengua y escritura, las semejanzas entre las culturas maya y egipcia, los diversos y admirables calendarios mayas, sus libros sagrados y las predicciones y profecías que contienen, los mitos de la creación del mundo y la humanidad, el simbólico Juego de Pelota, el significado de Xibalbá o inframundo maya, etc., el objetivo principal del mismo es el de acercarnos a las enseñanzas que esa misteriosa cultura dejó plasmadas en sus leyendas, códices, tradiciones, estelas y monumentos. Se trata de mensajes dirigidos a la psiquis del hombre de cualquier época y lugar, un conocimiento trascendental más allá del espacio que ocuparon y del tiempo en que vivieron, que resulta de gran actualidad para aquellos que buscan un desarrollo psíquico y anímico, ya que alude a realidades internas del ser humano.

Para los mayas el tiempo era un fenómeno cíclico; estudiándolo llegaron a descubrir la existencia de diversos períodos repetitivos de cambios y transformaciones, unos más cortos y de tenues consecuencias y otros más largos e intensos, destacando, entre estos últimos, el denominado de la cuenta larga, que culminó en el solsticio de invierno del año 2012.

Además de los conocimientos científicos y artísticos, los mayas nos transmitieron un legado espiritual que muestra una forma más profunda y consciente de comprender nuestro propio mundo, así como el camino del conocimiento de sí mismo, de la iniciación y del renacimiento interior. Es un sendero que nos conduce hacia las profundidades del Mayab, la tierra de los mayas, la tierra de los elegidos, nuestra tierra interior.

*****

EXTENSIÓN GEOGRÁFICA Y CRONOLOGÍA

La zona maya comprende un área de unos 325.000 kilómetros cuadrados, que incluye los estados mexicanos de Yucatán, Quintana Roo y Campeche; regiones de Tabasco y Chiapas. Igualmente la zona del Petén, con las repúblicas de Guatemala y Belice y diversas zonas de Honduras y El Salvador. Se extendió desde las zonas costeras del Pacífico, del Golfo de México y del Caribe hasta las altas montañas del interior, desde las frondosas selvas tropicales hasta el altiplano volcánico, con diversidad de climas y regiones. Aparte de ese marco geográfico, se sabe que los mayas viajaron por tierra y por mar por otras zonas de Mesoamérica y quizás de Sudamérica, y así se han hallado objetos de su cultura en otros pueblos de México, el propio Cristóbal Colón se encontró en el mar con una embarcación maya en la que iban veinticinco personas que comerciaban por las costas de Yucatán, y existen descripciones de navíos de hasta cincuenta remeros, por lo que la influencia maya pudo llegar hasta Panamá y regiones de la actual Colombia.

En la zona maya propiamente dicha, edificaron multitud de ciudades y centros ceremoniales con pirámides que se elevaban por encima de los más altos árboles de las selvas. Llama la atención que, aunque la conocían, no utilizaban la rueda, ni existían animales de carga, por lo que el sistema de transporte dependía de pequeñas embarcaciones en donde era posible, o del factor humano, con lo que podemos imaginar la enorme dificultad del transporte de productos y materiales, y de los bloques de piedra necesarios para construir las pirámides, templos, juegos de pelota, palacios, baños de vapor, esculturas, etc., en unos parajes dominados por selvas y bosques profundos o por montañas volcánicas.

A nivel paleontológico, existen en la zona hallazgos de actividades humanas desde el 40.000 a.C., como en Santa Marta de Chiapas y en la cueva de Loltún en Yucatán. En una época más reciente, en el llamado período preclásico, lo más antiguo que se ha encontrado son restos de edificios, utensilios, jade y cerámica de cuidada manufactura a partir del 2.500 a.C. (Cuello, Belice), estructuras piramidales en lugares como Tikal y Uaxactún desde el 1.500 a.C., y los templos-pirámides, acrópolis y extraordinarios palacios del sitio llamado El Mirador en la zona del Petén de la actual Guatemala. A partir del 200 d.C. comenzaría el llamado período clásico (aunque descubrimientos arqueológicos más recientes de verdaderas obras de arte como los murales de San Bartolo, o el friso de El Mirador, datado en el año 300 a.C., muestran la necesidad de reconsiderar esa fecha), definido por la utilización del sistema de escritura denominado de Cuenta Larga, que duraría hasta el siglo IX, a partir del cual esa compleja fórmula de anotación se va dejando de utilizar. En este período clásico el proceso cultural de los mayas alcanzó su máximo desarrollo, tanto en el campo social como en el tecnológico, político, económico, artístico, y también lograron grandes progresos en astronomía y aritmética, dando como resultado una de sus mayores aportaciones, el calendario maya. Por todo ello ha sido denominada la época de oro de los mayas. En su transcurso se desarrollaron multitud de ciudades como Uxmal, Copán, Kabah, Izamal, Cobá, Calakmul, Palenque, Piedras Negras, Chichén Itzá...

Durante ese período elaboraron extraordinarias esculturas, frisos, estelas y monolitos. En ellos plasmaban las figuras de sus seres superiores, con características especiales. Además de un sentido histórico y cronológico, las estelas y frisos tenían un carácter simbólico e interno. Observamos en los personajes representados diversos atributos, por ejemplo, una especie de mitras, símbolo del poder y sabiduría; rostros solares, como la pureza del alma y del espíritu; grandes orejas, el oído interno, el saber escuchar; manos en actitud mística o en cruz alquímica, símbolo de sublimación de energías interiores; cetro de poder interno; cinturones de fusión de lo humano y lo divino, mandil de trabajo del constructor interior; y otros símbolos alquimistas, como esferas, piedras cúbicas, triángulos, el árbol de la vida, la semilla, cruz en forma de aspa, estrellas de seis puntas, etc.

Igualmente, la pintura clásica es de gran elegancia, belleza y simbolismo, y de un colorido extraordinario, como en los murales de Bonampak, donde se reproducen diversos acontecimientos, instrumentos musicales, contiendas, vestimentas y rituales, o en las múltiples vasijas que se han hallado en las excavaciones arqueológicas. De nuevo encontramos en los frescos y pinturas mayas sus símbolos sagrados, como el dios del maíz, el ave del Espíritu, la serpiente de la iniciación, los dioses solares y los dioses de la oscuridad, el jaguar que supera con su fuerza todas los obstáculos, el árbol sagrado como plasmación del cosmos y como sendero a recorrer internamente, los espíritus del fuego, de las aguas, del viento…

Los mayas antiguos tenían órdenes de caballeros jaguar o tigre, águila, etc., que eran verdaderas escuelas del conocimiento trascendental y mágico. Los múltiples símbolos alquímicos que vemos en sus diferentes obras de arte nos muestran su interés en la transformación y sutilización psíquica (la alquimia interior ha sido definida como el arte de transmutar el plomo de la personalidad en el oro del espíritu).

Poseían además una ética y unos principios muy estrictos. Muy dedicados al estudio de los astros y la recepción y canalización de energías cósmicas, así como al de los ciclos temporales, de las fuerzas sobrenaturales de la naturaleza y del Universo, a la plasmación arquitectónica y artística de sus conocimientos y al desarrollo psíquico interior, rechazaban de plano toda expresión de vicios, defectos y delitos como la codicia, la lascivia, la ambición, la profanación, la degeneración sexual, el robo, etc., para los que tenían un fuerte castigo. Los profundos pozos de agua naturales (llamados cenotes), característicos del Yucatán, eran también centros de sacrifico para las infracciones más graves. Los cenotes más conocidos se encuentran en la ciudad de Chichén Itzá. En medio de una ceremonia ritual, arrojaban en el cenote sagrado a los sacrificados junto con ofrendas de jade, oro, cerámica y otros objetos para honrar a los dioses. Así pudieron mantener durante siglos una comunidad con un elevado nivel espiritual y un objetivo de desarrollo físico e interno.

En el siglo IX se produce un fenómeno inexplicable: cesa la construcción de arquitectura monumental y la inscripción de textos jeroglíficos, se dejan de utilizar los complejos sistemas calendáricos, desplazados por un sistema simplificado o de Cuenta Corta, y, lo más llamativo, importantes ciudades y centros ceremoniales son abandonados y quedan prácticamente desiertos. Por eso a partir de 1521 los colonizadores, descubridores e investigadores posteriores hallaron muchas ciudades abandonadas y prácticamente intactas, a merced de la jungla y de la naturaleza, y aún hoy en día hay cientos de edificios mayas necesitados de desbroce y recuperación.

En el libro del Chilam Balam de Chumayel se recogen acontecimientos de la historia del pueblo maya de los Itzaes:

"Quince veintenas de años antes de que llegaran los Dzules (extranjeros) fue la dispersión de los Itzaes. Fue abandonada la ciudad de Sac-lah-tun, y fue arruinada la ciudad de Kinchilcobá. Y fue arruinada Chichén Itzá. Y fue abandonada la ciudad de Uxmal, y la que está al sur de la ciudad de Uxmal nombrada Cib, y también Kabah. Y fue arruinada Seyé, y Pakam, y Homtún, y la ciudad de Tixcalom-kin, y Aké, la de las puertas de piedra. Y fue abandonada la ciudad a donde baja la lluvia del rocío, Etzemal…

Y entonces se fueron los grandes Itzaes… su éxodo, los ancianos jefes de los paganos Itzaes. He aquí que se fueron. También sus discípulos fueron tras ellos en gran número y les daban su sustento. Y muchos pequeños pueblos, con sus dioses familiares delante, fueron tras ellos también. No quisieron esperar a los Dzules, ni a su cristianismo. No quisieron pagar tributo.

Los espíritus señores de los pájaros, los espíritus señores de las piedras preciosas, los espíritus señores de las piedras labradas, los espíritus señores de los tigres, los guiaban y los protegían. ¡Mil seiscientos años y trescientos años más y habría de llegar el fin de su vida! Porque sabían en ellos mismos la medida de su tiempo. Toda luna, todo año, todo día, todo viento, camina y pasa también… Medido estaba el tiempo en que pudieran elevar sus plegarias. Medido estaba el tiempo en que pudieran recordar los días venturosos. Medido estaba el tiempo en que mirara sobre ellos la celosía de las estrellas, de donde, velando por ellos, los contemplaban los dioses, los dioses que están aprisionados en las estrellas.

Entonces todo era bueno. Había en ellos sabiduría. No ha-bía entonces pecado. Había santa devoción en ellos. Saludables vivían. No había entonces enfermedad; no había dolor de huesos; no había fiebre para ellos, no había viruela, no había ardor de pecho, no había dolor de vientre, no había consunción. Rectamente erguido iba su cuerpo, entonces".

Tras ese misterioso fenómeno del abandono de los principales centros llegaría el llamado período post-clásico, en el que, a partir del año 1.000, dominan el área maya ciudades de la zona de Yucatán como Chichén Itzá y Mayapán, pero ya influenciadas culturalmente por otras zonas de México. Este período terminaría en el año 1.697 con la entrega de la última región (Tayasal) a los conquistadores.

*****

CIENCIAS, LENGUA Y ESCRITURA

El desarrollo de la aritmética fue clave para la evolución del resto de conocimientos científicos. El conocimiento y la utilización del número cero, mucho antes de que los árabes (que lo habían aprendido en la India) lo trajeran a Europa, fueron fundamentales para las operaciones matemáticas. El cero lo representaban principalmente con un signo parecido a una concha. Los demás números los escribían con un sistema muy inteligente de puntos y barras, de manera que la escritura aritmética se simplificaba de modo eficaz, siendo por tanto muy superior al sistema de letras de los griegos, romanos y medievales, contemporáneos entonces de los mayas. No usaban un sistema decimal, sino vigesimal, considerando el número 20 como la unidad básica de su cuenta. Ese sistema vigesimal ofrece una gran potencia de cálculo y tiene la ventaja de que necesita menos cifras que otros sistemas, como por ejemplo el decimal, para expresar grandes cantidades.

Con los conocimientos aritméticos y matemáticos que poseían, y con la ayuda de observatorios astronómicos que les permitían computar los períodos solares y lunares, los solsticios y equinoccios, el paso de los cometas, los eclipses, el ciclo de Venus y de otros astros y constelaciones, elaboraron complejos y precisos calendarios, cuya finalidad iba más allá de la meramente práctica, llegando a sumergirse en

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