GÖBEKLI TEPE EL NACIMIENTO DE LA CIVILIZACIÓN
Hacía mediados de los años treinta del siglo pasado, un arqueólogo australiano llamado Vere Gordon Childe (1892-1957), dedicado durante décadas a estudiar la prehistoria, introdujo un concepto que en poco tiempo fue asimilado por la ortodoxia académica: Revolución neolítica.
Childe interpretó el siempre escueto registro arqueológico desde perspectivas marxistas (materialismo histórico), planteó que el desarrollo económico y tecnológico de las sociedades humanas se producía de forma revolucionaria, y propuso que los aspectos materiales, relacionados obviamente con la subsistencia, creaban la base para la superestructura ideológica de las culturas, que a su vez servía para legitimar la economía y las diferentes, aunque parecidas, formas de gobierno. Es decir, planteaba que los bruscos cambios tecnológicos repercutían en la economía, algo que es de lo más lógico, y que todo esto a su vez alteraba la religión, las ideologías y la configuración del poder. Y la evidencia arqueológica parecía darle la razón.
Así, en 1941, Childe acuñó el término Revolución neolítica, una transformación tremenda que llevó a las sociedades de cazadores-recolectores, nómadas y con escasa población, a convertirse en muy poco tiempo en productoras, con la invención de la agricultura y la ganadería, y a pasar a controlar extensiones de terreno mucho más amplias.
LAS PRIMERAS COMUNIDADES
Las primeras sociedades humanas complejas se desarrollaron hacia el IV milenio a.C., en el llamado Creciente Fértil, en la antigua Mesopotamia, en las riberas de los ríos Tigris y Eufrates. Allí surgieron, unos miles de años antes, la agricultura y
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