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Los otomies su lengua y su historia
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Los otomies su lengua y su historia

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En 1981 hice el primer trabajo de campo en zona otomí. Esto fue en San Andrés Cuexcontitlán, municipio de Toluca, con el propósito de recoger materiales para el Archivo de Lenguas Indígenas de México que publica El Colegio de México. Después de algunos años tuve curiosidad de ver qué tan diferente sería el otomí de Ixtenco (Tlaxcala), que era muy poco conocido. Como resultó ser muy diferente, le dediqué varios años. Posteriormente me empecé a interesar en la variación dialectal de la lengua y así fue como me di cuenta de que los otomíes de una región no tenían idea de la existencia de los demás. La gran mayoría sabe que se habla otomí en el Mezquital, pero ahí no saben que se habla en Tlaxcala, por ejemplo. Después tuve curiosidad de saber si conocían algo de su historia antigua. ¿Habrán oído hablar del reino otomí de Xaltocan? ¿Sabrán algo de la importancia de la provincia de Xilotepec? Las respuestas fueron negativas y entonces decidí que era necesario que los otomíes de todas las regiones de la República conocieran la extensión actual de su territorio y del mismo modo la extensión del territorio en épocas antiguas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 ago 2023
ISBN9786073075466
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    Los otomies su lengua y su historia -  Yolanda Lastra

    LA LENGUA OTOMÍ

    DISTRIBUCIÓN ACTUAL DEL OTOMÍ

    El otomí se habla actualmente en ocho estados de la República: Guanajuato, Veracruz, Puebla, Michoacán, Tlaxcala, Querétaro, Hidalgo y México. Los estados donde hay más hablantes de la lengua son los tres últimos. En Guanajuato ya casi se extinguió el otomí. En Veracruz y Puebla la lengua se conserva vigorosa en algunos pueblos de la sierra. En Michoacán, sólo se habla en San Felipe los Alzati, municipio de Zitácuaro y algunas comunidades a su alrededor, pero ya sólo quedan unos cuantos hablantes mayores. En Tlaxcala, se habla solamente en Ixtenco, pueblo situado a oriente de la Malinche, también por personas mayores. En Querétaro encontramos otomíes en las zonas de Amealco y Tolimán. En Hidalgo es donde más hablantes hay, sobre todo en el Valle del Mezquital, pero también en la zona de la sierra colindando con Puebla y Veracruz. En el Estado de México hay hablantes en el valle de Toluca y en la zona del noroeste (lámina 1, mapa 1).

    A continuación presentamos una lista de estados y municipios ordenándolos por municipios con mayor porcentaje de población otomí de cinco años o más. Los datos están basados en los censos de 1990 (Lastra 2000a) y 2000.

    Porcentaje de población otomí

    Mapa 1. Distribución actual de hablantes de otomí 1990.

    En seguida se da una lista del número de hablantes de otomí por estado, según los censos de 1990 y 2000. El número total de hablantes incluyendo bilingües y monolingües fue de 280, 238 en 1990 y 291,722 en 2000.

    Hablantes de otomí de 5 años o más en 1990 y 2000 por estado

    Estos son los estados en donde ha habido hablantes tradicionalmente. Pero desde luego también hay gente que habla la lengua en otros lugares porque han emigrado en busca de trabajo.

    Desgraciadamente, el número de hablantes ha disminuido y está disminuyendo cada vez más. La lengua se va dejando de hablar en los lugares públicos, se enseña poco y va quedándose como lengua familiar. Pero lo más preocupante es que muchos padres ya no la están transmitiendo a sus hijos (Lastra 2000, 2001) (Fotografía 1).

    Fotografía 1. Herminia Aguilar Hernández, Ganzdá, Acambay, México, 2000.

    DISTRIBUCIÓN DEL OTOMÍ EN EL SIGLO XVI

    En el siglo XVI la distribución del otomí era mucho mayor (lámina 1). Tanto Soustelle (1937) como Carrasco (1950) han revisado las fuentes que les fueron accesibles. Ahora contamos con el libro de Gerhard, Geografía histórica de la Nueva España, cuya primera edición apareció en 1972 y otra en español en 1986. En esta última obra nos basamos para elaborar los mapas 2 y 3 que dan idea de la distribución de la lengua en el siglo XVI. También contamos ahora con el trabajo de Barlow, La extensión del imperio de los culhua mexica, escrito en 1943, pero que no salió a la luz sino hasta 1992. Nos basamos en la obra de Barlow para elaborar el mapa 4 en el que se puede observar la distribución del otomí en comparación con la de otros idiomas importantes que se hablaban antes de la llegada de los españoles.

    Según Carrasco (1950), había otomíes alrededor del Nevado de Toluca. Al noroeste se hablaban conjuntamente matlatzinca, otomí, mazahua y mexicano (náhuatl). Tal era el caso de Toluca, centro principal de los matlatzinca, y de Metepec y Calimaya. Al este del Nevado había una región donde vivían otomíes, mexicanos y matlatzincas predominando los dos primeros: Atlapulco, Capulhuac, Ocoyoacac, Tepexoyocan Quauhpanoayan, Jalatlaco y Coatepec. Más al sur en Teotenanco y otros pueblos predominaba, el matlatzinca. El ocuilteca se hablaba únicamente en Ocuilan. En el importante señorío de Malinalco se hablaba mexicano. Al suroeste del Nevado dominaba el matlatzinca y más al sur se hablaba matlatzinca, mexicano y mazateca. En Temazcaltepec se hablaba matlatzinca, mazahua y mexicano. Zinacantepec estaba poblado por mayoría de otomíes. Hacia el norte y noroeste de Toluca dominaba el mazahua aunque mezclado con otros idiomas. Se hablaba mazahua y otomí en Malacatepec, Atlacomulco, Ozolotepec, Temazcaltzinco y Xiquipilco.

    Mapa 2. Hablantes de otomí en el siglo XVI (Datos tomados de Gerhard 1986).

    Mapa 3. Las lenguas en la época azteca (tomado de Gerhard 1986)

    Al norte del valle de Toluca se hallaba lo que Carrasco, siguiendo a los autores del siglo XVI, llama el riñon de los otomíes la región de Xilotepec y Chiapan, y la provincia de Xilotepec era su centro principal. Xilotepec lindaba con los chichimecas. Algunos pueblos otomíes habían tenido guarnición azteca para defenderse de los chichimecas, por ejemplo, Tecozauhtla, Ueyxiapan (Huichapan), Atlan, Tleculutl Ycatzia, Acaueltzinco, Tlechatitla y Titlmepa (Timilpan). Otros pueblos de la provincia de Xilotepec eran Nopala y tal vez Chiapantongo. El pueblo de Zimapán, frontera de chichimecas, también pertenecía a la provincia de Xilotepec. En Tula había otomíes y mexicanos. No sabemos si Tula, Tepetitlán y Zayula quedaban dentro de la región llamada Teotlalpan. Cuauhtlalpan era la región boscosa de las sierras que separan los valles de México y Toluca; toda esa área era otomí. En Chiapan y Tepexi vivían otomíes y mexicanos. Más al sur vivían únicamente otomíes, por ejemplo en Huitzquilucan.

    Asimismo tenía numerosa población otomí, aunque también había población nahua, la zona al oeste del lago de Texcoco, Azcapotzalco, Tlacopan, Otoncalpulco (donde está ahora el Santuario de los Remedios), la región entre Tacubaya y Coyoacán, las montañas cercanas a Xochimilco y probablemente el Ajusco. Se hallaban también en un lugar cercano a Tlalnepantla y en tres barrios de la ciudad de México que se denominaban Chichimecapan, Copolco y Tezcantzonco.

    Mapa 4. Distribución del otomí en el imperio culhua mexica (tomado de Barlow 1992).

    Al norte de la Sierra de Guadalupe, predominaba el otomí en Cuauhtitlán, Tultitlán, Tepotzotlán, Teoloyucan, Coyotepec, Huehuetoca, Zumpango, Xaltocan y Citlaltepec. Predominaba, también, en la región al norte delvalle de México denominada Teotlalpan que incluye numerosos lugares del actual estado de Hidalgo. Otros lugares igualmente otomíes estaban en el Valle del Mezquital y se extendían a algunos poblados de la Huasteca.

    En la sierra de Puebla también había otomíes, aunque en algunas partes también había mexicanos y totonacas. Entre Texcoco y Tulancingo vivían algunos otomíes, pero predominaban los nahuas. En el valle de Teotihuacán había mexicanos, pero unos pocos otomíes en Tepechpan, Acolman y Teotihuacán. En este último sitio también había popolocas. Además había otomíes en algunas estancias de Totompan y Calpulalpan. En la sierra al este de Huexotla y Tetzcoco había lugares otomíes. Más al sur eran sitios otomíes Tepetlapa y Tetitlán. También eran otomíes, aunque había chichimecas: Epazoyucan, Cempoala, Tepepulco y Apan. Tetliztaca era todo de otomíes.

    Tlaxcala estaba dominada por nahuas, pero también había otomíes, muchos de los cuales eran inmigrantes recientes que habían huido de los aztecas, pero existían asimismo grupos otomíes que se habían asentado ahí desde épocas remotas. La zona donde predominaba más el otomí era la del oriente de la Malinche: Huamantla, Tecoac, Nopallocan, Ixtenco, Cuapiaxtla, Texcallan, Tiliuhquitepec, Hueyotlipan y Atlancatepec. En otros lugares de Tlaxcala había nahuas en las cabeceras y otomíes en las estancias fuera de ellas.

    Ya fuera del territorio tlaxcalteca, al sureste de Huamantla había otomíes en lo que hoy es San Salvador el Seco (Quauhyacualco) y en los alrededores de Tepeaca.

    Por último, según Carrasco (1950), había otomíes en Michoacán, en el Sureste de Jalisco y en Colima, pero en su libro no estudia a estos últimos (Carrasco 1950: 43).

    En la Relación de Taimeo por Juan Martínez Verduzco, corregidor, escrita en 1579, se lee lo siguiente:

    Los naturales de este pueblo de Taymeo y sus sujetos es toda una lengua que se dice otomíes: solían ser naturales de tierra de México, y en el tiempo de su infidelidad, siendo maltratados por los reyes mexicanos, se vino un prinçipal que se decia Timax y trató con un Señor que habia en esta provinçia que se decia Chichispandaquare, padre de Cazonci, cual quería apoblar en esta provincia y tributarle como los demás pueblos, que le diese donde hiciese asiento y poblase, y ansí el Chichispandaquare, como Señor que era de toda esta provinçia, le señaló y dio este sitio de Taymeo donde poblase. Y ansí hará como cien años según la cuenta de los indios, que poblaron; y así saben su lengua materna y la tarasca que es la general de esta provincia, y así usan la una y la otra (PNE Colección siglo XVI, 1958: 38).

    Basándose en esta relación, Carrasco concluye que en Taimeo y Tlalpuxaua había otomíes inmigrados y acogidos por los tarascos junto con mazahuas y matlatzincas (Carrasco 1950: 40).

    Es sabido que en el siglo XV los matlatzincas recibieron tierras en territorio tarasco. Posteriormente, Axayacatl (1469-1481), el sexto rey mexica, quiso conquistar Michoacán. Entre sus huestes se encontraban nahuas, tepanecas y otomíes vasallos. No lejos de Taximaroa (hoy Ciudad Hidalgo, Mich.), hubo una sangrienta batalla en la que los mexicas fueron derrotados. Es probable que de esa época date la llegada de los otomíes a Michoacán (Soustelle 1993: 526).

    Aunque la relación de Taimeo se refiere a otomíes, según Gerhard (1986) se trata de mazahuas. Taimeo perteneció a la jurisdicción de Tlalpuxagua. La mayor parte de esta área estaba dominada por tarascos, aunque la lengua predominante era el mazahua. Hacia el este había estados hostiles dominados por los mexicas y al norte había chichimecos hablantes de pame. La población mazahua con minorías hablantes de pame y náhuatl vivía en rancherías dispersas (Gerhard 1986: 328).

    La opinión de Gerhard no se puede desechar. Es posible que en el siglo XVI se designara otomí tanto al otomí como al mazahua.

    Respecto a Necotlán, la relación dice que la cabecera de este pueblo era como de 100 vecinos. Necotlantongo, y sus barrios, es de una gente que se llaman otomíes que eran de Toluca y

    dicen los antiguos viejos que hará como cien años que un principal otomí que se decía Ucelo […] vino huyendo […] y se recogio ante un señor que se decia Chichispandaquare, padre del Cazonci, rey que fue de esta provincia, y éste les dio estas tierras y los mando poblar en este sitio y en otros pueblos que se dicen Taymeo y Metalçinpo [sic.] y en otros pueblos de tierra caliente donde al presente viven (PNE Colección siglo XVI, 1958: 42).

    Carrasco interpreta que junto con los matlatzincas de Tollocan que emigraron a Charo, llegaron otomíes (Carrasco 1950: 41).

    Sin embargo, Gerhard, bajo la entrada de Charo, explica que Charo es el nombre tarasco y Matlatcinco [sic] el náhuatl para un pueblo que se encuentra en la sierra de Ozumatlanen el noreste de Michoacán.

    Había aquí un enclave de otomíes emigrados de la región de Toluca, rodeados por tarascos. Este grupo, los pirindas o matlatzincas, llegaron a Michoacán en el siglo XV y recibieron tierras del cazonci, a quien servían como mercenarios. Su territorio incluía al vecino Necotlan (Gerhard 1986: 108).

    En este pasaje Gerhard quiere señalar que en Charo y su sujeto Necotlan se hablaba matlatzinca, pero utiliza otomíes en el sentido de otomianos.

    En resumen, no cabe duda que hubo otomíes en Michoacán, pero los detalles de su historia quedan por aclararse.

    La presencia de otomíes en Jalisco y Colima está poco estudiada. No se tiene ningún dato sobre el tipo de otomí que se haya hablado en esas zonas, pero precisamente porque sabemos poco hay que hacer notar que tal vez haya habido otomíes hacia el oeste y no únicamente en los valles centrales. Gerhard (1986) concluye que en Amole se hablaban varios dialectos (amulteco, bapame, pino, zapoteco) de una lengua conocida como otomí (ignoramos su relación, si es que la hay, con el otomí del altiplano central) (Gerhard 1986: 46). Sobre Autlán indica que:

    Había una densa población indígena que hablaba una serie de lenguas. El documento más antiguo (1525)… agrupa a todos los habitantes como ‘otomíes’ (probablemente sin relación con la lengua del mismo nombre hablada en el altiplano central) con una minoría hablante de nahua en el valle de Milpa. Una fuente de mediados del siglo XVII afirma que al norte del río Cihuatlán se hablaba ‘otomite’, luego ‘bapame’ y en el valle de Milpa el ‘auteco’; los dos primeros se identifican como dialectos otomíes y el auteco como una lengua nahua. En la región de Tenamaxtlán la lengua predominante (en 1648) era el ‘cuyoteco’, pero un dialecto otomí llamado ‘otontlatolli’ se usaba en Exutla-Ixtlahuacan y se hablaba auteco en Ayutla (Gerhard 1986: 59).

    Hay tres autores principales que se han ocupado de los otomíes antiguos que vivieron en los actuales estados de Jalisco y Colima: Kelley (1945-1949), una arqueóloga destacada; Sauer (1948), famoso etnohistoriador; y Crecenciano Brambila (1964), en cuyo libro, de interés eclesiástico, El obispado de Colima. Apuntes históricos, geográficos y estadísticos, hace un buen resumen de las fuentes históricas.

    Los tres autores están de acuerdo en que una de las lenguas que se hablaba en el área era el otomí. Kelley dice que la región de Autlán (al suroeste del actual estado de Jalisco) era de alta cultura y de densa población. Enumera los dieciséis pueblos donde se habló el otomí. El principal era Autlán, que actualmente se llama Potrero del Pollo. En uno de los pueblos, Teutichanga, también se hablaba náhuatl. Se trata de pequeños señoríos hereditarios. Sus investigaciones sobre la cerámica de la región indican que podría haber habido otomíes desde 1250, pero que también es posible que hayan llegado al área en fecha posterior.

    Según Kelley, para el área de Tuxcacuexco y Amula hay menos datos. Los principales sitios fueron Amole, Tuxcacuexco y Cozolapa donde se hablaba otomí, pero también entendían el náhuatl.

    Brambila también indica que se hablaba otomí en varios de los mismos pueblos que menciona Kelley, por ejemplo Tuxcacuexco, al sur del cual hay un sitio arqueológico. Hubo ahí guerreros otomíes que les hacían la guerra a los de Autlán. También menciona un Tolimán, Jalisco, sujeto a Amula, donde se hablaba otomí.

    Sauer es más explícito en lo que se refiere a las lenguas de la región. Había ciento doce pueblos en el área que ocuparon los españoles. La tierra caliente era un área próspera, pero Amula estaba en tierras altas y pobres. Todas las fuentes indican que se hablaba otomí. Como es sorprendente encontrar esta lengua en el oeste, se ha interpretado que el término otomí se refiere a ‘gente serrana’. Sin embargo, según él, la evidencia indica que se trataba de la lengua otomí. Copala, Zapotitlán, Teutitlán se consideran pueblos pobres de habla otomí. Se asocia la lengua con la pobreza, pero no con la barbarie de la ‘gente serrana’.

    Según Sauer, las relaciones de 1579 no dejan duda sobre el habla otomí. Para recoger los datos se utilizaron intérpretes. La provincia de Amula se dividió en tres partes: Zapotitlán, al este, Tuxcacuesco, en medio y Cuzalapa, al oeste. Dos ancianos de Zapotitlán dijeron que la gente hablaba otomí, que era la lengua de los pueblos sujetos, pero que también hablaban el mexicano (náhuatl). Tanto en Tuxcacuesco como en Cuzalapa se declaró que la lengua era el otomí.

    Casi todos los pueblos visitados por Francisco Cortés, conquistador y encomendero, en el área templada de Tenamaxtlan y Tecolutla, las tierras de Milpa y Autlán y de ahí al valle tropical de Espuchimilco se identificaron como otomíes.

    La información que proporcionan Sauer y Kelley se confirma con una lista que me proporcionó Luis González Rodríguez, fallecido investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas. Los pueblos de Colima, Jalisco y Nayarit en donde se hablaba otomí en 1524 eran los siguientes: Tenyca, Tezontepeque, Aguacatlan (también náhuatl); en dos pueblos sujetos se hablaban las dos lenguas y en otros tres solamente otomí; en Miximiacapan, Xalisco, Xalpa, Tequezistlán y cuatro pueblos sujetos, la ciudad de Autlán, Ayaoquila, Epetlan y dos estancias, Tlaquespan, Cuezala, Tlacaltesca, Zacapala, Acapangal, Milpa, Tlacapatlán, Teutlichanga y Tomatlán se hablaba otomí y en Xiquitlan náhuatl y otomí (Luis González, comunicación personal).

    Evidentemente la palabra otomí puede tener diversos significados y no podemos tener certeza absoluta sobre la variedad de la lengua que se hablaba sin tener ningún testimonio de ella.

    BREVE HISTORIA DE LA LENGUA OTOMÍ

    El tronco otomangue

    Las lenguas del mundo se clasifican en familias, es decir, en grupos de lenguas semejantes que en tiempos anteriores constituían una sola lengua. Por ejemplo, el español junto con otras lenguas llamadas romances, como el francés y el italiano constituyen una familia y se sabe que vienen del latín. Esta lengua se subdividió a través de los siglos dando origen a unas diez lenguas que todavía se hablan. Algo semejante pasó con el inglés y el alemán que descienden de una lengua que podemos llamar proto-germano. Proto quiere decir algo así como anterior, antiguo, y a las lenguas de las que no se tienen textos, pero que se reconstruyen a partir de sus descendientes se les llama protolenguas. Por ejemplo el protomixteco sería el mixteco antiguo como los lingüistas suponen que fue basándose en el estudio de los mixtecos actuales. La reconstrucción de una lengua se hace comparando palabras que quieren decir lo mismo y proponiendo una forma que se supone fue la que se usaba en la protolengua. Por ejemplo ‘tierra’

    Francés terre /tεr/

    Español tierra

    Italiano terra

    Proto-romance *tε a. El asterisco significa que la forma es reconstruida.

    Cuando una familia de lenguas tiene semejanza con otra familia, se cree que las dos protolenguas que las antecedieron a la vez descienden de otra protolengua aún más antigua. Cuando esto sucede, a todo el conjunto se le llama ‘tronco’ como si se tratara de un árbol, y las familias del tronco se llaman ‘ramas’. De hecho, se dibujan especies de árboles con los nombres de las lenguas, las ramas y el tronco.

    Además del método comparativo que acabamos de describir someramente, existe una técnica, llamada glotocronología, que sirve para calcular en qué momento una lengua se separó de otra cuando éstas están emparentadas. Se obtiene una lista de cien palabras del llamado vocabulario básico que consta de palabras muy sencillas que deben existir en todas las lenguas y que no tienen que ver con la cultura de los hablantes. Palabras como ‘santo’,’municipio’, ‘enchilada’ no son básicas, porque tienen que ver con nuestra cultura, la primera se relaciona con la religión, la segunda con el gobierno y la tercera con la comida. En cambio ‘agua’, ‘piedra’, ‘morir’ pertenecen al vocabulario básico.

    Pues bien, si tenemos las cien palabras, digamos en dos dialectos, es decir variedades de alguna lengua, las comparamos y vemos que comparten un cierto número de palabras y que algunas son diferentes. Entonces sacamos el porcentaje de retención y haciendo unos cálculos matemáticos podemos saber cuantos siglos hace que se separaron. Esta técnica no da fechas exactas, pero sí aproximadas. Muchos lingüistas no confían en la glotocronología, pero otros sí y no existe otra manera de obtener fechamientos lingüísticos en los casos en que no se tienen textos antiguos, como es el caso de las lenguas indígenas americanas.

    El otomí es una lengua de la familia otopame, que es una de las ramas del tronco otomangue. Las otras ramas que pertenecen a este gran tronco son:

    Popoloca-ixcateco, compuesta por las lenguas popolocas habladas en el norte de Puebla, el chocho en el noroeste de Oaxaca, el ixcateco en Santa María Ixcatlán, Oaxaca y las lenguas mazatecas en el norte de Oaxaca.

    Subtiaba-tlapaneco. El subtiaba se hablaba en Nicaragua, pero ya se extinguió. El tlapaneco se habla en Guerrero.

    Amuzgo, compuesta por el de Guerrero (sureste del estado) y el de Oaxaca (suroeste del estado).

    Mixteco, compuesta por unas 30 lenguas mixtecas habladas en el oeste de Oaxaca, este de Guerrero y sur de Puebla; el cuicateco, hablado en Oaxaca y el trique (de Copala y Chicahuaxtla, Oaxaca).

    Chatino-zapoteco, compuesta de aproximadamente cinco lenguas chatinas habladas al sur de Oaxaca y más de 30 lenguas zapotecas incluyendo al papabuco. Éstas se hablan en el centro y el este de Oaxaca.

    Chinanteco, compuesta de 14 lenguas chinantecas habladas en Oaxaca.

    Chiapaneco-mangue, ya extinguida; el mangue se habló en Nicaragua.

    La familia otopame

    En cuanto a las lenguas otopames, es decir, aquellas que están más emparentadas con el otomí, podemos decir que se subdividen en tres ramas, el pame-chichimeca, el otomí-mazahua y el matlatzinca-ocuilteco (figura 1). Al pame-chichimeca se le denomina pameano y al otomí-mazahua y matlatzinca-ocuilteco, otomiano. Hay que tener presente que el empleo correcto de la palabra otomiano se refiere a esas cuatro lenguas. No es para nada sinónimo de otomí. Desgraciadamente muchos investigadores no hacen bien la distinción, lo que se presta a múltiples confusiones.

    Figura 1. Fechamiento aproximado de la separación de las familias lingüísticas por medio de la glotocronología (tomado de Hopkins 1984).

    El pame se subdividía a su vez en pame del norte, hablado en San Luis Potosí en los municipios de Santa Catarina, Tamasopo, Rayón y Alaquines y el pame del sur, que se habló principalmente en Jiliapan, pero que ya está extinguido. Sin embargo, algunos estudios recientes han encontrado que el pame del norte en realidad consta de dos lenguas.

    El chichimeco jonaz se habla únicamente en la Misión de Chichimecas, en las afueras de la ciudad de San Luis de la Paz en Guanajuato.

    El mazahua, que es muy parecido al otomí, se habla al oeste del Estado de México y hay algunas comunidades en el este de Michoacán.

    El matlatzinca se habla en un solo pueblo, San Francisco Oztotilpan, municipio de Temazcaltepec en el Estado de México. El ocuilteco es muy semejante al matlatzinca. Se habla en San Juan Atzingo y en algunas comunidades aledañas en el Estado de México.

    En la sección anterior ya nos hemos referido a la distribución actual del otomí.

    En la siguiente lista damos el número de hablantes de cinco años o más de cada lengua o grupo de lenguas otomangues según los censos de 1990 y 2000.

    Mesoamérica es una región en la que hubo una cultura relativamente uniforme en la época prehispánica. Aunque se hablaban diversas lenguas la gente compartía una manera de pensar semejante, la religión era parecida, casi todos eran agricultores y su modo de vida era también parecido. Según Braniff, Mesoamérica se desarrolló dentro de una región que yace bajo el trópico de Cáncer y bajo el desierto de Chihuahua. Recibe suficiente lluvia, por lo cual la base de subsistencia fue la agricultura de temporal: ahí vivieron pueblos arraigados a la tierra y a la ideología que resultó como consecuencia. La economía, la tecnología y la organización social fueron acordes con esta esencia de pueblo cultivador. La agricultura del maíz fue la base de la subsistencia y el sistema de explotación –de roza– mantenía a una población permanentemente asentada. La irrigación y otros efectivos sistemas agrícolas permitieron la existencia de poblaciones más densas y concentradas, las que constituyeron los centros de poder, comercio y tributo alcanzando el nivel de civilización urbana. Estos núcleos de poder incluían dentro de sus sistemas económicos y políticos, a zonas rurales; y es muy probable que se hayan extendido fuera del área cultural mesoamericana para incluir localidades y regiones de otras áreas culturales, como el Noroeste (Braniff 1990: 124).

    Según Carrasco, en Mesoamérica coexistían una serie de sociedades independientes que habían elaborado ciertas maneras de relacionarse unas con otras. Eran independientes, pero tenían relaciones económicas, intercambios de presentes, tipos de comercio a larga distancia, tianguis donde podía llegar gente que no eran súbditos del señor del lugar. También había ciertos tipos de alianzas políticas y militares, alianzas matrimoniales, participación en convites con motivos sociales y religiosos; peregrinaciones que trascendían los límites de las unidades políticas y los señores mandaban embajadas conforme a ciertas normas ya establecidas; es decir, había algo así como un derecho internacional que convertía a todas las unidades o casi todas en una especie de superunidad social. Incluso la guerra entre los pueblos de cierta manera servía de enlace porque no era un rompimiento total de relaciones, sino una manera de tener relaciones con el enemigo y en ella se tenía que pelear conforme a ciertas reglas conocidas por todos (Carrasco 1990) (Mapa 5).

    En Mesoamérica, el tronco otomangue ocupó una posición central dentro de las familias lingüísticas principales que existieron. Kaufman (1990) postula que la distribución de las lenguas, la reconstrucción del vocabulario y la glotocronología sugieren que la población hablante del proto-otomangue debe haber existido en el área montañosa al norte de Tehuantepec alrededor de 4400 aC. Dicha población debe haber utilizado las plantas cuyos nombres se pueden reconstruir como parte de su vocabulario. Hay evidencia arqueológica de que en esa época ya se empezaba a hacer uso de la producción agrícola. Hopkins (1984) propone que si los grupos yutoaztecas (entre los que se encuentran los nahuas) llegaron al centro y sur de Mesoamérica en épocas tardías, los otomangues deben haber ocupado los valles de Puebla y Tehuacán antes que los nahuas y es probable que hayan formado parte de la población de Teotihuacán. Los hablantes de otomangue desarrollaron las culturas prehistóricas del valle de Oaxaca y la Mixteca Alta así como las de la Cañada y el valle de Tehuacán. Amador y Casasa (1979) dan los nombres de plantas y animales que calzan con los que el arqueólogo MacNeish (1967) descubrió en la época Coxcatlán de Tehuacán (5000-3400 aC). Harvey (1964) también ve relación entre las especies de plantas domesticadas que encontró MacNeish y el tronco otomangue.

    Según Hopkins, hubo interacción continua entre los grupos otomangues aunque ya se hubieran diversificado. El otopame es la primera rama en mostrar diversificación interna alrededor de 3500 aC. En el Preclásico medio y tardío (época entre 1200 aC y 200 dC) ya se habían separado las familias, pero no las lenguas. En el Clásico (200-800 dC) existían como lenguas separadas el chichimeco, el pame, el otomí-mazahua y el matlatzinca-ocuilteco (figura 1). El matlatzinca y el ocuilteco se separaron hace muy poco, en épocas históricas (Valiñas 2000), en tanto que, hasta donde sabemos, el otomí se separó del mazahua durante el Clásico, alrededor del año 500 dC, pero hay evidencia lingüística que indica que la separación pudo haber sido posterior (Bartholomew y Lastra, en prensa).

    Mapa 5. Mesoamérica (tomado de Arqueología Mexicana).

    Si bien los métodos de la lingüística permiten la reconstrucción de las protolenguas, aquí referiremos al lector a la reconstrucción del proto-otomangue que hace Rensch (1976), a otras clasificaciones que propone Kaufman (1990) y a la reconstrucción del proto-otopame de Bartholomew (1965). Son obras especializadas cuya lectura requiere de entrenamiento especial. Simplificando un tanto la cuestión, podemos dar el cuadro fonológico del proto-otomí basándonos en Newman y Weitlaner (1950) y en Bartholomew (1960). Dicha lengua se hablaba ha-ce unos 900 años aproximadamente, es decir, alrededor del siglo XII de nuestra era.

    Para una explicación de los símbolos que se utilizan a continuación, véase Advertencia sobre ortografía.

    Bartholomew también reconstruye kw como fonema y además numerosos grupos consonánticos.

    El otomí clásico

    Para el siglo XVI, el sistema fonológico había cambiado un tanto. Los datos que se tienen ya no provienen de una reconstrucción lingüística sino de material recogido por los misioneros españoles. De manera que estamos en un terreno más seguro. El otomí de esa época se denomina otomí clásico. Sus fonemas eran:

    Grupos consonánticos

    Las consonantes mencionadas formaban grupos con h y que podían anteceder o seguir y podían estar precedidas por una nasal.

    m o m más una vocal oral generalmente dan b en otomí moderno, biphi ‘humo’ (Bartholomew 1960).

    n o n más una vocal oral generalmente dan d en otomí moderno, dete ‘escalera’ (Bartholomew 1960).

    Tonos

    Los tonos eran alto, bajo y ascendente como los que se dan en la mayor parte de los numerosos dialectos del otomí moderno. Hay algunos dialectos de la sierra, sin embargo, que tienen además un tono descendente, es decir, un total de cuatro tonos (Echegoyen, comunicación personal).

    Nuestros datos sobre la lengua otomí en el siglo XVI provienen principalmente de la gramática del franciscano fray Pedro de Cárceres, terminada en 1580 pero publicada muchos años después en 1907 por Nicolás León. Otra obra importante es el diccionario trilingüe de Fray Alonso Urbano, terminado en 1605 y publicado en edición facsimilar por René Acuña (1990). Esta obra incluye también una pequeña gramática, denominada Arte breve. Para dar una idea de cómo era el otomí del siglo XVI nos basaremos en Cárceres.

    Los sustantivos distinguían singular y plural y además podían ser neutrales o indicar menosprecio o reverencia. Es probable que también haya habido número dual, pero que Cárceres no lo haya recogido.

    Los nombres se podían conjugar, es decir, agregar prefijos de persona en forma semejante a la de los verbos. La conjugación era como sigue:

    Nótese que en la lista anterior todas las formas, menos la primera, llevaban e-, la marca neutral plural de los sustantivos.

    Había dos conjugaciones, la que Cárceres llama de tąną y la que llama de tątį. Aquí sólo ejemplificaremos los tiempos que parecen ser básicos dando únicamente los prefijos. La primera conjugación la ejemplifica con šohną-bąte que significa ‘enseñar a alguien’. -bąte es objeto directo.

    La segunda conjugación la ejemplifica con el verbo ‘amar’, ma + el objeto -te.

    Como se ve, hay mucha relación entre las dos conjugaciones: en la primera se usa ną- después de un prefijo de persona y tiempo, y en la segunda t . Hay algunas diferencias en el pretérito, el futuro y el imperativo que justifican que tanto Cárceres como Urbano consideren que hay dos conjugaciones.

    Además de las dos conjugaciones citadas hay otras según si la acción se ejecuta en un lugar más alto que aquél en donde se encuentra el hablante, abajo o en llano. A veces se trata de inserción de partículas y a veces de otras modificaciones.

    Cárceres explica los tipos de cambios morfofonémicos que sufren los verbos en la tercera persona del pretérito, perfecto y futuro. Da reglas para la formación de la pasiva impersonal y trata también algunos verbos irregulares. Después siguen muchos otros apartados, por ejemplo sobre preposiciones, adverbios, partículas y verbos reflexivos.

    En el siglo XVIII un jesuita anónimo escribió una gramática llamada Luces del otomí, poco después de 1767, la cual fue publicada en 1893 por Buelna. Otra obra muy importante es la de Neve y Molina (1767), Reglas de ortografía, diccionario y arte del idioma otomí. Posteriormente se publicó un catecismo junto con un vocabulario bastante extenso. Se trata de la obra de López Yepes (1826). En la última sección del capítulo 3 de este libro, Algunas contribuciones de los evangelizadores, hay información sobre algunos frailes conocedores del otomí.

    En el siglo XX encontramos trabajos escritos por lingüistas en los que se mejora mucho el análisis fonológico y por lo tanto la ortografía. No es el caso ahora hacer un repaso de todos estos trabajos. Hay dos descripciones de ellos: Bartholomew (1994) y Lastra (1992).

    Los cambios recientes

    Si examinamos las diversas variantes que la lengua tiene hoy en día, podemos comparar algunas palabras que tienen el mismo significado y examinar su forma. Si ésta es igual en todas partes, llegamos a la conclusión de que la palabra tenía la misma forma en una época anterior. En el otomí actual, por ejemplo ‘casa’ se dice ng y ‘blanco’ tɁaši por lo que podemos suponer que desde hace un tiempo, en toda la lengua se utilizan esas palabras. En cambio, la palabra para ‘piedra’ es do en casi todas partes, pero en algunas partes se dice to. Como sabemos que a comienzos del siglo XVII se decía to (Urbano 1605), podemos estar seguros de que la /t/ cambió a /d/, un cambio, que, por otra parte, es muy común en las lenguas del mundo. Este es un ejemplo muy sencillo para ilustrar una de las técnicas que se utilizan en lingüística para ir conociendo algo de la historia de una lengua. La dialectología es una de las técnicas de la lingüística histórica.

    En este libro daremos ejemplos de 39 dialectos para los que se cuenta con datos recogidos por la autora en 37 de los casos y dos para los que se consultaron diccionarios (Wallis y Lanier 1956; Hekking y Andrés de Jesús 1989). Los resultados preliminares de la investigación (sin tener en cuenta seis de los sitios en los que se recogieron posteriormente) aparecieron en Lastra (1996) y Lastra (2001). Los sitios en cuestión (yendo más o menos de oeste a este y de norte a sur) son:

    Guanajuato

    1. Cruz del Palmar, San Miguel de Allende

    2. El Picacho, Cieneguillas, Tierra Blanca

    3. San Miguel de Allende

    4. San Jerónimo, Comonfort

    5. Comonfort

    Querétaro

    6. Higueras, Tolimán

    7. San Miguel deTolimán

    8. Mintéhe, Cadereyta

    9. Santiago Mezquititlán, Amealco (Hekking)

    10. San Ildefonso, Amealco

    Hidalgo

    11. Gandhó, Tecozautla

    11a. Bomanxotá, Tecozautla

    12. Gundhó, Itzmiquilpan

    12a. Nicolás Flores

    13. Itzmiquilpan (Wallis)

    13a. Chilcuautla

    14. Pedregal, Huichapan

    14a. San Ildefonso Tepexi

    15. San José Casa Grande, San Salvador Actopan

    15a. Santiago Anaya

    16. San Antonio el Grande, Huehuetla

    17. San Bartolo Tutotepec

    18. Santa Ana Hueytlalpan

    Michoacán

    19. San Felipe los Alzati, Zitácuaro

    Estado de México

    20. San Martín Tuchicuitlapilco, Jilotepec

    21. San Lorenzo Nenamicoyan, Jilotepec

    21a. Concepción-Pueblo, Aculco

    22. Dongú, Chiapa de Mota

    23. Ganzdá, Acambay

    23a. Timilpan

    24. San Andrés Cuexcontitlán

    25. Santa Ana Jilotzingo

    26. San Jerónimo Acazulco, Ocoyoacac

    27. Tilapa, Santiago Tianguistenco

    Tlaxcala

    28. San Juan Ixtenco

    Puebla

    29. Máximo Serdán, Rafael Lara Grajales

    30. San Pablito, Pahuatlán

    Veracruz

    31. La Mirra y Pericón, Texcatepec

    32. Cruz Blanca, Ixhuatlán de Madero

    Fotografía 2. Señora Vázquez, San Idelfonso, Amealco, Querétaro, 2000.

    Para la mayor parte de ellos se cuenta con un cuestionario de 126 entradas. El cuestionario incluía, además, una serie de oraciones para obtener información gramatical, pero en algunos casos fue imposible llenar esa sección. En cambio, en 9 de los sitios se recogieron datos suplementarios y textos (Lastra 2001).

    Los mapas 6 al 23 nada más incluyen los 33 dialectos estudiados en un principio, pero en la descripción incluimos los otros 6 sitios (Bomanxotá, Nicolás Flores, Chilcuautla, Santiago Anaya, Concepción-Pueblo, Timilpan).

    Si en los dialectos actuales encontramos muchos sitios que tienen /d/ en palabras como ‘piedra’ y sólo unos cuantos con /t/, decimos que los de /t/ han conservado un elemento y que la mayoría ha innovado. Esto sucede no sólo en el caso de /t/ sino también en el de /k/ que se ha vuelto /g/ y /p/ que se ha vuelto /b/. Hay muy pocos ejemplos de este último cambio, sin embargo.

    A continuación damos ejemplos y mapas con los cambios más importantes que destacan al examinar los datos disponibles. Hay que recordar que los cambios son muy recientes ya que contamos con el diccionario de Urbano, que ya mencionamos, escrito en 1605, en donde aparecen formas semejantes a las de los dialectos conservadores actuales. También hay casos en los que algunos dialectos actuales conservan formas anteriores a las que recogió Urbano. Por ejemplo:

    En los dos primeros casos no hay cambio entre Urbano y la forma de algún dialecto actual. La palabra para ‘mazorca’ no ha cambiado mucho en la mayoría de los dialectos. Sin embargo, la palabra para ‘negro’ que se da en Texcatepec no es muy usual en los dialectos modernos. Santa Ana Hueytlalpan y San Antonio Huehuetla tienen formas para ‘plato’, ‘falda’ y ‘nuevo’ que reflejan un estadio anterior de la lengua en comparación con lo recogido por Urbano.

    En el Apéndice reproducimos los datos obtenidos con el Cuestionario para la dialectología del otomí para siete sitios que nos parecen representativos de la variación existente (fotografías 2 y 3).

    A continuación damos el inventario de fonemas (es decir de la unidad mínima para describir los sonidos de una lengua) de San Ildefonso, Amealco, dialecto conservador en algunos aspectos, para luego revisar a grandes rasgos lo que difiere de él.

    Fotografía 3. Anastasia Cruz, San Ildefonso, Amealco, Querétaro, 2000.

    Trataremos primero las consonantes.

    /p/ se da en posición inicial y media en todos los dialectos: p phí ‘trabajar’, bospí ‘ceniza’

    /t/ lo mismo sucede con /t/: to ó ‘quien’, ma-tá ‘mi papá’

    Mapa 6. Conservación de oclusivas sordas .

    /k/ /kɨt a/ ‘cinco’; ra-kąhą ‘su tuna’

    / /, saltillo, puede darse en posición inicial o media: / yo/ ‘perro’, / ba/ ‘leche’, / rani/ ‘puente’, /nu í/’tú’.

    Mapa 7. Conservación de /c/ en ‘ceniza’ .

    Las oclusivas sonoras de los dialectos modernos provienen de sordas que todavía se dan en algunos casos:

    Tilapa y Acazulco, así como algunos hablantes de Santa Ana tienen /t/ para lo que en la mayoría de los dialectos es /déhé/ ‘agua’.

    Santa Ana tiene /køté/ para ‘falda’ que en los demás dialectos es /ngøde/.

    ‘ojo’ tiene /t/ en San Pablito, San Antonio (pero no en los hablantes jóvenes), Santa Ana, Tilapa y Acazulco. En el resto del área hay /d/ y se dice /dɔ/ o /da/ según el caso. Algo semejante sucede con la palabra para ‘granizo’ /ntó/ o /ndó/ (mapa 6).

    La africada /c/ [ts] se conserva en la palabra para ‘ceniza’ en Tilapa /mbocíbí/ y San Felipe /mucibí/ que en los demás sitios es / bospí/, pero / buspí/ en Concepción-Pueblo (mapa 7).

    La africada palatal /č/ es muy poco frecuente y sólo parece darse en el diminutivo či- que aparece, por ejemplo, en la palabra para ‘chico’. En Cruz del Palmar: či-lɨlɨ, Tilapa: či-tεngu, Itzmiquilpan: loči ‘chico’.

    Por otra parte lεngu que es ‘chico’ en San Andrés y Jilocingo, lεhku en Acazulco, parecen venir de tεngu que se da en Tilapa. Todas estas formas parecerían estar relacionadas con el habla aniñada, es decir con la manera como los adultos se dirigen a los niños muy pequeños.

    La fricativa sorda /s/ es muy poco frecuente, sólo se da en posición inicial en préstamos del español y en las palabras donde la /s/ viene de /ch/[tsh], como /sęi/ ‘pulque’. En posición media ocurre rara vez.

    La fricativa palatal /š/ es frecuente y estable, por ejemplo /ši/ ‘hoja’.

    Tampoco la fricativa /h/ parece haber sufrido cambios en posición inicial, por ejemplo /hina/ ‘no’.

    La fricativa sonora /z/ parece muy estable, ‘palo’, por ejemplo es z en todos los dialectos.

    Mapa 8. /ch/ /c/ /s/ en ‘nixtamal’.

    Mapa 9. ‘México’ mp mb m .

    El grupo /ch/ [tsh], africada dental seguida de /h/ se conserva como /chuni/ ‘nixtamal’ en Ixtenco, Tolimán, San Andrés, Tilapa y Acazulco; ha perdido la aspiración en San Pablito, Tutotepec y San Felipe: /c /. En los demás lugares es /s/: /suni/ (mapa 8).

    El grupo /mp/ da /mb/ y éste a su vez puede dar /m/ o /b/; /mp/ se conserva en la palabra para ‘México’ en Acazulco y Tilapa; es /mb/ en Concepción-Pueblo, Santa Ana y Tutotepec; en los demás dialectos es /m/, generalmente con saltillo: Ixtenco: m ndo, Itzmiquilpan: mónda´ (mapa 9).

    La forma para ‘ceniza’ tiene /p/ en Santa Ana, /m/ en Gundhó, Texcatepec, Ixtenco, San Felipe, Tilapa y Ganzdá, pero /b/ en el resto de los sitios (mapa 10).

    La palabra para ‘escoba’ conserva /mb/ en Acazulco y Tilapa, es /p/ en Santa Ana, /m/ se da en algunos de los mismos sitios que tienen /m/ para ceniza, pero la distribución es diferente: Cruz del Palmar, San Jerónimo, Gundhó, Texcatepec, Ixhuatlán de Madero, Tutotepec, Ixtenco, Ganzda y San Felipe. En San Antonio es / baší/ (mapa 11).

    Mapa. 10 ‘ceniza’ p m b .

    ‘leche’ se dice /pa/ en Gandhó, / ma/ en Gundhó, Timilpan, Ixtenco, San Felipe, Acazulco y Ganzdá y / ba/ en el resto del área exceptuando San Ildefonso, Tepexi donde se usa i i ‘mamar’ (mapa 12).

    ‘camino’ era yu en el siglo XVII o probablemente yų porque Urbano no seña-la los cierres glotales. Las formas con la semiconsonante palatal seguida de vocal nasal dan /ñ/ más vocal nasal en casi todos los dialectos. Tenemos la conservación de la /y/ en siete de ellos: Tierra Blanca, San Antonio, Tutotepec, San Ildefonso (Tepexi), San Pablito, Ixtenco y Acazulco (mapa 13). Algo semejante sucede con la palabra para ‘cabeza’ y la palabra para ‘tres’, pero en Tilapa la /h/ ante /y/ da /s/. Tres es hyų o hñų en la mayoría de los dialectos, pero en Tilapa es /syu/.

    La /h/ intervocálica se pierde en algunos lugares de Guanajuato y Querétaro y en Tilapa. ‘plato’: mbohi>mohi>moi, pero mbo en Tilapa; ‘agua’ /de/, /te/; hwąhį ‘milpa’ puede dar /hǫy, nhǫy, hwąy, hwą/. Hay que señalar que en algunos casos hay fluctuación (mapa 14).

    La nasal /n/ en algunos casos pasó a /d/ y ésta a /r/. Tal es el caso del posesivo de segunda persona que todavía es ni- en San Antonio, San Pablito, Ixhuatlán, Texcatepec, Santa Ana, Tutotepec y San Felipe; es di- en Tilapa y ri- en los demás dialectos (mapa 15).

    Mapa 11. ‘escoba’ mb p m b .

    Los grupos consonánticos de oclusiva sorda + h en algunos lugares se están convirtiendo en fricativas, o sea que están apareciendo tres nuevos fonemas: /ph/ se convierte en /Φ/ fricativa bilabial sorda que en algunos casos se equipara con la /f/ del español; /th/ se vuelve /θ/, fricativa interdental sorda, que se pronuncia como la de la palabra inglesa thin ‘delgado’, semejante a la de los dialectos conservadores de España en la palabra caza y el grupo /kh / da /x/ fricativa velar sorda semejante a la española. Estos cambios, sin embargo, están en proceso, todavía hay fluctuación. Se encuentran estas nuevas fricativas en el Mezquital, en Guanajuato, Querétaro y en la sierra de Puebla. Algunos ejemplos son:

    Mapa 12. ‘leche’ p m b jiji .

    Mapa 13. ‘camino’ yų ñų .

    Otro cambio que involucra a grupos consonánticos es el que proviene de los prefijos verbales ta-na- de primera persona presente que se convirtieron en ta-ra> da-ra> dra-. El prefijo dra- se emplea ahora como continuativo en casi todos los dialectos, pero en Tilapa ahora tiene la forma ča- que se emplea como presente. ‘Quiero’ se dice ča-ndé y en la mayoría de los dialectos es di-né o dí-nde (como en San Antonio Huehuetla).

    Ahora pasemos a las vocales, recordando que las orales del proto-otomí eran seguramente las nueve que se conservan en muchos dialectos y que ya mencionamos. Es decir:

    De éstas, todas menos la /ɔ/ abierta parecen muy estables. Tenemos ejemplos de todas ellas en palabras que son iguales en todos los dialectos estudiados:

    Mapa 14. Pérdida de /h/ intervocálica .

    /i/ øni ‘pollo’

    /e/ diné ‘quiero’

    /ε/ dampεphí ‘trabajé’

    /ɨ/ -hɨ (sufijo de plural)

    /ø/ ødé ‘oir’

    /a/ zá ‘palo’

    /u/ muzá ‘zapote’

    /o/ xo, kho ‘hongo’, dó ‘piedra’

    La /ɔ/ abierta da /o/ en Ixtenco y /a/ en los dialectos del Valle del Mezquital, Mintehé en Cadereyta que queda cerca y los dos de Jilotepec que también son vecinos. Ejemplos ‘tierra’ /hɔy/, ‘lo compré’ /dátɔy/, ‘ojo’ /dɔ/ en la mayoría de los dialectos, pero /hay, datay, da/ en el Mezquital y regiones circunvecinas y /hoy, datongá, do/ en Ixtenco (mapa 16).

    Por lo que respecta a las vocales nasales, sólo San Andrés y algunos dialectos circunvecinos tienen /į/: /hmį/ ‘tortilla’. Todos los otros dialectos tienen /ę/en esa palabra. La /ų/ se da en todos los dialectos en la palabra para ‘sal’: / ų/.

    Mapa 15. ‘tu’ (2ª pos) ni di ri .

    La vocal nasal /ą/ se ha convertido en /ǫ/ por ejemplo en las palabras para ‘tuna’ /kǫhǫ/, ‘cabeza’ /ñǫ/, ‘ocho’ /ñǫhtó/. Esto sucede en pueblos que pertenecieron a la provincia de Jilotepec (San Ildefonso, Pedregal, San Lorenzo, San Martín, Concepción-Pueblo, Dongú) y además en Mintehé, Cadereyta, que también estuvo administrada desde Jilotepec, y en Cruz del Palmar y el resto de la región guanajuatense que fue poblada por otomíes de Jilotepec. Acazulco y Tilapa también tienen /ǫ/ (mapa 17).

    En cuanto a cuestiones gramaticales es importante señalar la ausencia del dual en el Valle del Mezquital. Es posible que tampoco se dé en Higueras y Tolimán. En Cruz del Palmar se está perdiendo, pero aparece en algunos textos. Tampoco se da en Ixtenco, con la peculiaridad de que ahí se usan las formas antiguas del dual para el plural.

    Por ejemplo en los posesivos, los dialectos que tienen dual y plural suelen tener el siguiente paradigma:

    Mapa 16. /ɔ/›/o/ /ɔ/›/a/ /ɔ/ se conserva .

    Los que no tienen dual, por ejemplo Gundhó, tienen el siguiente paradigma:

    Ixtenco, en cambio, tiene el siguiente paradigma:

    Mapa 17. /ą/›/ǫ/ /ą/ se conserva .

    Por último, presentamos unos mapas con algunas variantes léxicas. En algunos de ellos se señala el área que tiene la misma forma con una raya que la divide de otra en la que se utiliza otra forma. Esas rayas se llaman isoglosas. Se presentan mapas para ‘papel’, ‘mamá’, ‘metal’, ‘mucho’, ‘dinero’, ‘comer’ (mapas 18-23). En varios casos se encuentra una distribución norte vs. sur y este, lo que va de acuerdo con los datos históricos de que Guanajuato y Querétaro se poblaron desde Jilotepec. Tal vez haya habido en la época prehispánica una zona dialectal sureña cuyo núcleo sería el valle de Toluca y otra en la región de Tula.

    No cabe duda que la zona que refleja un estadio más antiguo es la oriental, seguida de la zona marginal representada por Acazulco y Tilapa. El valle de Toluca junto con Zitácuaro se asemejan más a dicha zona que a la del Mezquital que es la más innovadora.

    Mapa 18. ‘papel’ he mi cøhkwą cɨhkwÁ .

    El nombre de la lengua

    Nos hemos estado refiriendo a la lengua otomí a pesar de que algunas personas han propuesto que no se le llame así, sino que se emplee el nombre que los propios hablantes utilizan. Muchos sugieren llamarle ñahñú porque así se le llama en el Mezquital, que como hemos visto es una zona en la que se conserva bastante vigorosa la lengua y en donde ha habido diversas innovaciones lingüísticas. Sin embargo, sería injusto llamarle así a la lengua en su totalidad, porque en muchas poblaciones los propios hablantes la denominan de otra manera y no habían oído la palabra ñahñú sino hasta hace muy poco, cuando conocieron a unos maestros del Mezquital. Como ya hemos dicho, tenemos datos para 39 sitios. En algunos de ellos no sabían el nombre de la lengua en la lengua y en otros no se preguntó. Hay datos para 32 sitios y 15 maneras de llamar a la lengua. Damos los números de los sitios que son los que aparecen en los mapas:

    Mapa 19. ‘mamá’ mbe, me nąną, nono .

    ñųh (1, 26, 27, 18, 30, 31, 32)

    hñąñho (9)

    ñañh (7)

    ñpth (10, 22)

    ñathó (19, 21, 24, 25)

    ñható (23a)

    hñothó (23)

    ñąhñá (11)

    hñąhñ (12, 12a,13)

    ñąnh (13a)

    ñohño (15a, 20, 21a)

    ñąhñų (11a, 14a, 15a, 17)

    ñanhmu (15)

    yųhų (16)

    yųhmų (28)

    En este libro se utiliza el término otomí porque, aunque no es una palabra propia del idioma, tiene la ventaja de incluir todas las variantes dialectales.

    La palabra otomí, según Jiménez Moreno (1939), viene del náhuatl totomitl, porque Sahagún la emplea así en algunos casos. Tototl significa ‘pájaro’ y totomitl ‘flechador de pájaros’. Entonces todos los nombres de persona o de lugar que empiezan con toton/m se refieren a otomí.

    La propuesta de Jiménez Moreno se confirma al ver en el Códice de Huichapan y en la Historia Tolteca Chichimeca varios glifos de otomíes que tienen sobre la cabeza pájaros atravesados por flechas.

    Documentos en otomí

    Hay pocos documentos antiguos en otomí. El más importante es el Códice de Huichapan, escrito a principios del siglo XVII por Juan de San Franciso, un otomí, hijo de Lucas de San Francisco, quien fue fiscal y murió en 1604 (fotografía 4).

    Fotografía 4. Ymetzxayac, Señor de Jilotepec, Códice de Huichapan.

    El códice contiene los anales de Huichapan y Jilotepec (1539-1632); doce glifos toponímicos, el calendario otomí y datos sobre historia prehispánica y colonial desde 1403 hasta 1528. La última parte tiene dibujos muy bellos. Hay una edición facsimilar de Reyes Retana (1992) donde se pueden apreciar estos dibujos y una traducción de Lawrence Ecker (2001). Caso hizo el estudio del calendario y dio a conocer el códice en 1928.

    Existe también el Códice de Jilotepec. En 1990 se publicó un facsímil con versión paleográfica y comentarios de Óscar Reyes Retana. Para comprender el origen del Códice de Jilotepec, es indispensable cotejar este manuscrito con el de Huichapan. Buena parte de los signos pictóricos del manuscrito de Jilotepec parecen haber sido copiados directamente del Códice de Huichapan. Los signos calendáricos son meramente decorativos porque no tienen relación con las fechas. Probablemente fue redactado en español por un otomí. El contenido parece ser una recopilación de la tradición oral del de Jilotepec combinada con una interpretación muy libre de ciertas partes del de Huichapan. El personaje más sobresaliente es Juan Bautista Valerio de la Cruz. El texto termina con la muerte de este cacique (Wright 2002).

    Hay otro códice importante sobre los otomíes del territorio del actual Tlaxcala, el Códice de Huamantla. La reconstrucción de la historia que consigna el códice la hizo Carmen Aguilera (1984), con base en los personajes identificados por sus glifos onomásticos y con los dioses identificados por sus atavíos, todo ello en relación con otros personajes y poblados en donde se ubican y los objetos culturales que sostienen o se aprecian en el entorno. En una fase posterior del estudio se integraron las figuras humanas a las escenas de guerra, de sacrificio, de conquista, de tributo, a las rutas marcadas por las huellas del pie, que se encontró marchan de oeste a este y marcan la ruta de una migración, y a los caminos de guerra marcados por regueros de sangre. La cronología se determinó relacionando los hechos y estilos en el códice con los relatos y datos escritos de los siglos XVI y XVII (fotografía 5).

    Fotografía 5: Acpaxapo, Códice de Huamantla.

    El área de la que trata el códice (el norte y este del actual estado de Tlaxcala y un poco de la región contigua de Puebla) era la periferia del Señorío Tlaxcalteca y estaba habitada por otomíes, excelentes guerreros que se establecieron ahí con permiso de los tlaxcaltecas a cambio de que defendieran las fronteras.

    Mapa 20. ‘metal’ bøkh t εgí .

    En el códice se pintó una gran extensión geográfica con formas de brillantes colores, casi todas con una línea negra de contorno como era la costumbre prehispánica. Aparece una cordillera, montes, ríos, flora y fauna de la región, casas que representan pueblos, milpas y personajes. También hay campos de batalla y escenas de combate, sacrificios y rituales. Hay un combate entre indios y españoles, los inicios de la evangelización, el pago de tributos y algunos personajes españoles e iglesias. No hay paisaje sino que todo lo que se pinta tiene un fin comunicativo.

    El códice muestra que no sólo las mujeres sino también los hombres se pintaban el rostro con tecozahuitl, una tierra amarilla. A los muertos y prisioneros del códice se les deja la cara y el cuerpo en blanco.

    Hay tres figuras parcialmente antropomorfas: el disco del sol; Acpaxapo (parecida a la diosa nahua Cihuacoatl), diosa de los xaltocamecas, representada como gran serpiente con cara de mujer. La tercer figura es la de Ehécatl, un glifo onomástico, es decir que se usa para un nombre propio, en este caso el del dios del viento, Ehécatl.

    Mapa 21. ‘dinero’ domi mbεhti t ophó seño menyu bokh bokh .

    Las distintas flores indican clanes, linajes y rango social, pues sólo los caciques las portan. Hay muchos magueyes y un solo nopal. Las casas son de dos tipos: jacales con techos de paja y de terrado.

    Se trata de la historia de los otomíes y de sus migraciones a Tlaxcala.

    Por sus estilos el Códice de Huamantla se puede fechar: el primero es quizá de 1580, el segundo de dos o tres años después, el tercero hacia 1585 y el cuarto probablemente ya es de fines del siglo XVII. Es decir, se empezó a elaborar a fines del siglo XVI y se terminó aproximadamente un siglo después.

    Los otomíes tienen el cuerpo café rojizo, pero se pintaban la cara de amarillo y cuando iban a la guerra añadían rayas rojas. Los caciques no muestran atuendo especial, pero se reconoce su rango por estar sentados en banquillos y tener en la mano una flor. Los sacerdotes llevan una banda roja en la cabeza.

    No aparecen mujeres nobles o plebeyas en el códice, pero sí las diosas Xochiquétzal y Cihuacóatl, diosas guerreras.

    Mapa 22. ‘mucho’ ndąngú ndunthi ncεya x ngų zεtho pongi chu wacɨ .

    Aparece Ehécatl-Quetzalcóatl como glifo onomástico, Tonatiuh en Teotihuacán para indicar que ahí nació y Otontecutli, advocación del dios del fuego.

    Además de los tres códices mencionados, existen otros documentos otomíes, como uno hallado por Wright (1988) en el Archivo General de la Nación, donde se habla sobre las campañas militares de don Pedro Martín del Toro y otros conquistadores otomíes de la época de la Guerra Chichimeca.

    Se sabe que hay unos testamentos en otomí en el Archivo del Poder Judicial del estado de Hidalgo en Pachuca. Hay otros documentos inéditos, pero sí catalogados, en la Biblioteca Nacional de París, la de la Universidad de Princeton, la de Texas en Austin y la Newberry Library en Chicago. Es posible que existan otros documentos en los archivos de las órdenes religiosas y también en los archivos locales de los sitios en donde se habla o se habló el otomí.

    Mapa 23. ‘comer’ ñuni ca/ ci zε .

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