Odisea del mole
Por Filo de la Llata
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¡Te presentamos esta nueva versión de aniversario masterizada de Odisea del mole, una aventura culinaria espectral que no te puedes perder!
Ingrid Pimienta es una calavera de azúcar que vive en el Cacahuatal, uno de los cementerios que existen en el inframundo, y lugar de míticos cocineros que abastecen con sus complicados platillos a todos los seres sobrenaturales que los visitan; particularmente en la famosa Yoliliesta: la fiesta de los espíritus.
Ma' Tencha, la madre de Ingrid, una noche despierta con la idea de crear un nuevo platillo para la célebre ocasión, más sin embargo los ingredientes que necesita son tan extraños que solo pueden encontrarse en el merci del difunto.
A pesar de todos los peligros que existen en el merci del difunto, Ingrid decide armarse con su bolsa de mandado azul para aventurarse en la odisea para encontrar todos los ingredientes del platillo especial de Ma' Tencha.
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Odisea del mole - Filo de la Llata
CONTENIDO
I. A cada uno le toca escoger la cuchara con la que ha de comer
II. No tengo miedo del chile, aunque lo vea colorado
III. El más chipocludo
IV. Pasa las pasas
V. Bueno es el cilantro, pero no tanto
VI. A quien le den pan, que llore
VII. La canela hace la vida buena
VIII. Una calaca menos, una tortilla más
IX. Chocolate. Molinillo. Estirar, estirar, que la calaca va a pasar
X. El Ajonjolí de todos los moles
I. A cada uno le toca escoger la cuchara con la que ha de comer
El olor a copal y su humo anunciaban, como cada mañana, el comienzo de una nueva noche en aquel pueblo del Cacahuatal, uno de los más remotos del inframundo, lugar donde habitaban las calacas de Xantapol y donde convivían espíritus, fantasmas y otro tipo de extrañas especies.
En uno de los mausoleos del pueblo habitaba la familia Pimienta, una familia de calacas de azúcar que tenía la tradición de ofrecer alimentos únicos y con fama de ser muy sabrosos a toda la población que, cada mes de agosto, acudía desde otros pueblos para deleitarse con las recetas de Ma' Tencha. La cocinera era la más longeva de la familia Pimienta y, sin lugar a dudas, la que mandaba en aquel mausoleo.
Ma' Tencha vivía con su hija Ingrid, que llevaba más de setenta años aprendiendo a cocinar con su madre. Tal vez setenta años les parezcan muchos pero, para las calacas y seres del inframundo, setenta años no son casi nada, ya que los años en el inframundo pasan de forma más rápida y solamente bajo ciertas circunstancias, las cuales no merece la pena nombrar todavía, estas pueden dejar de existir. Los esqueletos y seres del inframundo tienen una longevidad muy diferente a la que se conoce en el mundo de los humanos.
Se sabe de algunos chaneques que llevan más de tres mil años habitando los bosques que rodean el pueblo del Cacahuatal, así que la vida por estos lares es más lenta y son otras las prioridades.
Sin embargo, en el mes de agosto, en el pueblo del Cacahuatal se pierde la tranquilidad que generalmente reina en el lugar, ya que se celebra durante el mes entero la fiesta de los espíritus. Toda la comunidad se reúne por un mes para deleitarse con los mejores platillos que los expertos de la cocina en el Cacahuatal ofrecen a todos los que los quieran probar y satisfacer sus paladares con aquellos alimentos.
Faltaban nueve días para que concluyera el mes de julio y en los mausoleos del Cacahuatal las calacas no paraban de hablar acerca de la fiesta de los espíritus -también conocida como Yoliliesta- y de cuántos platillos se prepararían. Ma´ Tencha llevaba los últimos años preparando varios pozoles, enchiladas, dulces de guayaba, molletes, enfrijoladas y sus ya famosos frijoles con chipilín.
El día anterior, Ma' Tencha tuvo un sueño (por si se lo preguntaban, los esqueletos también duermen en el inframundo, no porque lo necesiten, sino porque les gusta pasar el día soñando ya que no disfrutan de los rayos del sol y su energía es muy baja en esos momentos) en el cual pudo ver una lista de ingredientes místicos y singulares para las calacas del inframundo que, mezclados, lograrían crear el mejor platillo que jamás algún esqueleto había conseguido. Esta revelación causó una gran emoción en la calaca de más de mil años.
Al despertar, Ma' Tencha corrió hacia el ataúd de Ingrid, que estaba adornado con flores de Cempasúchil de varios colores y se situaba a un costado del ataúd de pino que ella misma utilizaba.
– Apúrese a despertar, mija -dijo Ma' Tencha-. Tuve un sueño bien espectacular en el cual se me apareció una receta con todos sus ingredientes.
– Ya ni la amuela, ama, ¿que no ve que andaba soñando con el conejo de la luna...? Siempre me interrumpe en la mejor parte -respondió semidespierta Ingrid.
– No me responda así de recio, mija, que me corta la inspiración culinaria que llevo en mi interior energético. Debe usted saber que la mejor de las recetas se me ocurrió para nuestra contribución en la Yoliliesta de este año -explicó Ma' Tencha.
– Bueno, ¿y pa' eso me tiene que gritar tan al comienzo de la noche? Apenas Don Hijilio está prendiendo el incienso y me despierta con esos chillidos de su mandíbula de azúcar morena. Ya ni la cose mi progenitora... -dijo Ingrid.
Ingrid abrió su ataúd y salió con poca energía para comenzar una nueva noche en aquel mes de Julio. Era una calaca de azúcar blanca de alrededor de un metro ochenta de estatura con una serie de anillos que brillaban con una luz verde, unas espirales de color azul en la parte superior de su cráneo y unas pestañas negras muy grandes. Tenía su nombre, Ingrid, escrito justo encima de los ojos. Contrastando a Ingrid, Ma' Tencha medía alrededor de un metro cincuenta y ocho, los anillos de sus ojos tenían un brillo azul y las espirales de su cráneo eran de color café. Tenía los huesos muy anchos y estaba hecha con azúcar morena.
– Ay, mija, siempre quejándote de algo... Pero bueno, antes de que se me olvide y después de que desayunes tus molletitos, necesito que me hagas un mandado en el mercado del difunto, ya que preciso que consigas unos ingredientes muy singulares -dijo Ma' Tencha-. Ahora mismo te los apunto en la lista de la compra, para que no se te olviden.
– Ay, mamita querida, ya sabes que no me gusta ir al merci; una nunca sabe qué cosas pueden pasar en ese lugar. ¿Ya no te acuerdas de lo que le pasó a Jacinta, la del trece? -preguntaba Ingrid.
– De eso ya no se habla en este mausoleo... Además, a la pobre de Jacinta no le fluía muy bien la energía en la cabeza y tú eres una Pimienta; nosotras estamos hechas de azúcar maciza y no de piedra pómez, como la familia de Jacinta -dijo Ma' Tencha.
Es bien sabido en el pueblo del Cacahuatal que existen diferentes tipos de calaveras. Las hay de azúcar, chocolate, mazapán y de piedra pómez. Ninguna de ellas es mejor que la otra, pero las calacas tienen mucho tiempo libre y les gusta, en general, discutir sobre cosas de las que saben que no se puede llegar a ninguna conclusión; dado que nadie tiene la razón, el debate puede alargarse sin fin y