LOS FANTASMAS MAYAS DE EL MIRADOR
Es un lugar inaccesible en mitad de la selva del Petén, en Guatemala. Únicamente se puede llegar en helicóptero o recorriendo a pie 45 km por intrincadas sendas sin señalizar desde la población habitada más cercana de Carmelita. Quizá semejante ubicación impenetrable, abrazada por kilómetros y kilómetros de espesa vegetación y árboles de 35 metros de altura, explique por qué nadie dio con el paradero de esta cuna de la civilización maya hasta bien entrado el siglo XX. Entonces, la explotación económica del chicle que crece entre esa masa forestal, sacó a la luz el enclave arqueológico. Durante los años veinte del siglo pasado, los contratistas chicleros Frank Vans Agnew y Enrique Shufeldt tropezaron con los restos de una gran ciudad abandonada y sus trabajadores autóctonos le pusieron nombre: El Mirador, porque desde la cima de sus montículos más altos podía observarse la selva petenera en toda su verde magnitud. Inmediatamente después, llegaron los mayólogos dispuestos a desenterrar aquel tesoro escondido.
Los primeros trabajos arqueológicos comenzaron en la década de los años treinta y, luego, se han sucedido los intentos por atrapar el fantasma de un pasado que a todos los expertos se les antoja deslumbrante, aunque repleto de incógnitas. Y es que uno de esos «montículos» desde donde oteaban el horizonte los chicleros guatemaltecos, en verdad, se trataba de una pirámide maya con 75 m de altura y cerca de 3 millones de metros cúbicos de espesor. Más volumen que la Gran Pirámide de Egipto y, por ese motivo, la mayor en todo el planeta. Esta gran pirámide maya ha recibido el nombre de la Danta, y junto con la pirámide El Tigre, de 55 metros de altura, constituyen las arquitecturas más llamativas de una metrópoli que, durante su etapa más floreciente, pudo albergar varios cientos de miles de ciudadanos y desplegar una tupida red de calzadas que vertebraba toda la región.
¿Quiénes fueron los artífices de tan descomunal urbe? ¿Quién acumuló el suficiente poder para movilizar y coordinar la enorme
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