Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

¿Qué fue lo que pasó?: La derrota estratégica de la izquierda chilena en 1973
¿Qué fue lo que pasó?: La derrota estratégica de la izquierda chilena en 1973
¿Qué fue lo que pasó?: La derrota estratégica de la izquierda chilena en 1973
Libro electrónico243 páginas3 horas

¿Qué fue lo que pasó?: La derrota estratégica de la izquierda chilena en 1973

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

¿Era inevitable la derrota del proyecto socialista de la izquierda chilena en septiembre de 1973? No. Hubo tres momentos en que la historia pudo haberse escrito de otra manera. En marzo de 1971, hubo elecciones municipales y la Unidad Popular obtuvo poco más del 50 % de los votos. Era un momento propicio para avanzar convocando a una asamblea constituyente para cambiar la constitución del país. El segundo momento fue luego del paro patronal de octubre de 1972. Los golpistas fracasaron entonces en sus intentos de derrocar al gobierno. Los trabajadores pasaron a la ofensiva, pero el gobierno y la Unidad Popular no se decidieron a constituir órganos de poder popular territorial. El tercer momento fue luego de la fracasada intentona golpista en junio de 1973. Los nacientes comandos comunales, los cordones industriales, las coordinaciones territoriales llamaron a la movilización y se tomaron los territorios, pero sin un plan de defensa militar era imposible tomar la iniciativa estratégica. De junio a septiembre de 1973, el gobierno y la izquierda están a la defensiva. Es llamativo que la izquierda, con toda la experiencia histórica acumulada, no tuviera un plan alternativo de defensa de las conquistas alcanzadas por los trabajadores y no hubieran sido capaces de cambiar sus análisis iniciales. La izquierda institucional y la insurreccional quedaron encerradas en sus propios laberintos. Salvador Allende asume consecuentemente la derrota de su proyecto político y muere en la sede de gobierno.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 abr 2024
ISBN9789566107668
¿Qué fue lo que pasó?: La derrota estratégica de la izquierda chilena en 1973

Relacionado con ¿Qué fue lo que pasó?

Libros electrónicos relacionados

Ciencias sociales para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para ¿Qué fue lo que pasó?

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    ¿Qué fue lo que pasó? - Enrique Pérez Arias

    ©Copyright 2023, by Enrique Pérez Arias

    Colección Investigación & Estudios

    «¿Qué fue lo que pasó? La derrota estratégica

    de la izquierda chilena en 1973»

    No ficción, 192 páginas

    Primera edición: junio de 2023

    Edita y Distribuye Editorial Santa Inés

    Santa Inés 2430, La Campiña de Nos, San Bernardo, Chile

    (+56 9) 42745447

    Instagram: santaines editorial

    Facebook: Editorial Santa Inés

    librosdelaeditorial@gmail.com

    www.editorialsantaines.cl

    Registro de Propiedad Intelectual N° 2023-A-6273

    ISBN: 9789566107514

    eISBN: 9789566107668

    Edición Gráfica y Literaria: Patricia González

    Ilustración de Portada: Andrés Cotrina

    Edición de Estilo y Ortografía: Susana Carrasco

    Impreso en Chile / Printed in Chile

    Derechos Reservados

    «Trabajadores de mi patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor».

    Salvador Allende, 11 de septiembre de 1973

    «Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos; sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizás no merezcamos existir».

    José Saramago

    «La memoria de la izquierda es un continente enorme y prismático hecho de victorias y derrotas, mientras que la melancolía es un sentimiento, un estado de ánimo y un campo de emociones».

    Enzo Traverso

    Prólogo 1

    A comenzar de nuevo

    Las protestas masivas de octubre del 2019, sobre todo la del 25 de ese mes, remecieron a la sociedad chilena. Pequeños movimientos telúricos que auguraban un sismo de proporciones ocurrieron durante un largo periodo. Las grandes movilizaciones de los estudiantes secundarios (2001, 2006), universitarios (2011), en los levantamientos de los pueblos de la comuna de La Higuera (2010, 2017), Magallanes (2011), Freirina (2012), de Aysén (2014), Chiloé (2016), Quintero y Puchuncaví (2018); todas motivadas por problemas medioambientales, por la defensa y mejoramiento de su calidad de vida. También las movilizaciones de protesta contra las AFP (2018, 2019), las movilizaciones de las mujeres (2018, 2019). Asimismo, las constantes manifestaciones, protestas y defensa de sus derechos y de reivindicación ancestral de sus tierras de diferentes grupos u organizaciones mapuche. Algo se movía.

    Sin embargo, nadie vio venir la masividad, la radicalidad, la fuerza y la extensión en el tiempo de lo que ocurrió en ese octubre.

    Se crearon grupos de autodefensa en las protestas, la así llamada primera línea; redes de equipos de salud para atender a los heridos; grupos de apoyo en alimentos. Los manifestantes demostraban coraje, valentía, decisión, persistencia en sus manifestaciones. Hombres y mujeres. Ancianos y jóvenes. Surgieron pancartas, consignas, carteles hechos por los propios manifestantes, que demostraban la ira, la indignación, la rabia y la necesidad de cambiar el modelo de sociedad neoliberal. Todo se resumía, en una palabra: Dignidad.

    El sistema político se remeció. El gobierno de la coalición de derechas le declaró la guerra a un enemigo invisible que justificaba la violencia gubernamental. Hubo asesinatos que nunca se aclararon e identificaron a sus culpables. Hubo centenares de mutilados, de heridos por los perdigones de las fuerzas policiales. De violaciones y maltrato sexual. De detenciones arbitrarias. De encarcelamiento sin juicios o con pruebas falsas sobre todo contra los jóvenes. De nuevo un país sometido a la impunidad de las fuerzas policiales con la anuencia del gobierno.

    Hubo un momento de incertidumbre en el país a fines del 2019. Pero la masividad de las protestas mostraba también sus límites. No tenían sus propios representantes, organizaciones sociales capaces de transformarse en interlocutores válidos para negociar salidas políticas con el gobierno.

    Esas manifestaciones denominadas como «estallido», «revuelta» o «rebelión» social, se caracterizan por su carácter efímero. Obligaron una salida constitucional que fue acordada por los partidos políticos representados en el congreso nacional. En el primer plebiscito se aprobó que la nueva constitución fuera escrita por representantes elegidos democráticamente y sin participación de los partidos políticos. Llamativamente, en la elección de los constituyentes, la derecha quedó sin posibilidades de poder vetar artículos de la nueva constitución al no lograr un tercio de los votos. Mas sorprendente aún fue el surgimiento de una Lista del Pueblo que logró elegir sus propios representantes. Estos, junto con los escaños reservados para los pueblos originarios crearon la ilusión de poder elaborar un texto que fuera inclusivo y equitativo, en la promulgación de derechos. Se vivió un momento de efervescencia.

    El capital financiero, los empresarios, la derecha, los sectores conservadores, las iglesias evangélicas, iniciaron entonces una campaña de distintos matices para oponerse al nuevo texto constitucional. Nada nuevo en la historia política chilena. En el segundo plebiscito, paradojalmente, los ciudadanos chilenos rechazaron el borrador del texto de la nueva constitución por una mayoría aplastante. Por cierto, hubo muchas explicaciones sobre este resultado. La más simple y a la vez clarificadora es que en el primer plebiscito el voto fue voluntario. Votaron aquellos que realmente querían un cambio de rumbo para el país. En el segundo, el voto fue obligatorio, y allí votaron todos, inclusive aquellos que nunca estuvieron interesados en las elecciones, que rechazan todo, inclusive el nuevo texto, aunque los favoreciera. Este es el enigma democrático: ¿se pueden proclamar derechos constitucionales para personas que no los quieren tener o simplemente desconocen su significado, a través de un plebiscito?

    El efecto de las movilizaciones de octubre del 2019 fue multiplicador. En Suecia, nos volvimos a reactivar en el trabajo de solidaridad con los afectados por la represión policial en Chile. Los artistas suecos que ya habían solidarizado con nosotros en la época de la dictadura, nuevamente demostraron su apoyo. Logramos apuntalar económicamente a algunos presos de la revuelta y a algunos mutilados. Nos reencontramos con antiguos y nuevos amigos para afirmarnos mutuamente. Y en términos personales, volví a reencontrarme digitalmente con mis compañeros de 1973.

    Ellos ya estaban conectados en Chile. Habían formado un grupo en WhatsApp y cada cierto tiempo se reunían a conversar. A alguno de ellos no los veía desde septiembre de 1973, cuando estábamos en la sede de la Universidad de Chile en Osorno y la izquierda controlaba la federación de estudiantes y la vicerrectoría. Una época gloriosa. Con otros habíamos estado intentando organizar la resistencia a la dictadura, fuimos detenidos y nos encontramos en los campos de concentración.

    Algunos de ellos han estado muy comprometidos en la tarea de defender los derechos humanos y de luchar por el esclarecimiento del paradero de los detenidos desaparecidos durante la dictadura cívico-militar y de encontrar sus cuerpos. Ha sido una tarea ardua e interminable.

    Pude constatar que todos seguíamos preocupados por el desarrollo de las protestas y la situación política en el país. A pesar de que habían pasado 46 años, pudimos tener fructíferas conversaciones. Teníamos un buen fundamento, una base común, una confianza mutua, referentes que se habían mantenido en el tiempo, que hicieron posible esa comunicación llana. Era parte de nuestra herencia política, aunque ya no estuviéramos organizados.

    En esas conversaciones, alimentamos ilusiones. Por esto, el rechazo a la nueva constitución del 4 de septiembre del 2022, fue de nuevo un golpe brutal. Una nueva derrota para los que habíamos cifrado las esperanzas de que finalmente la sociedad tuviera una nueva carta magna que abriera las posibilidades de construir una sociedad para la mayoría de la población. A pesar de que el texto de la nueva Constitución era una propuesta que podía ser modificado, los poderes facticos de la sociedad chilena comprendieron que afectaba sus intereses estratégicos. Pusieron todos sus recursos económicos al servicio de la campaña y lograron confundir a una población de electores mal informados y desinteresados de la vida política.

    Las manifestaciones masivas de octubre fueron una ilusión para los que las interpretaron como la demanda de cambios radicales. La izquierda quiso apropiarse de las protestas. Pero, no hay salida a la crisis por la izquierda. La derecha se quiere apropiar de los votos del rechazo y quiere mantener el estatus quo. Al parecer, la nueva sociedad chilena plantea desafíos intelectuales y políticos que no tienen respuestas fáciles y acomodaticias.

    Las derrotas del 11 de septiembre de 1973 y la del 4 de septiembre de 2022 no se pueden comparar. La del 73 fue estratégica para las aspiraciones de cambiar la sociedad chilena y hacerla más humana, progresista y democrática, signada por el socialismo. Era un momento de ascenso en las luchas populares por conquistar espacios de poder político. La del plebiscito fue una derrota temporal para las fuerzas democráticas del país, que retrasará las aspiraciones de construir un nuevo marco constitucional. Sin embargo, es de nuevo una derrota trascendental para las antiguas y, ahora, nuevas izquierdas, puesto que se da en el terreno de las elecciones democráticas donde los ciudadanos deciden. La derrota desnuda de nuevo a la izquierda.

    En las conversaciones por WhatsApp con mis amigos y compañeros no solo tocamos temas contingentes. En uno de esos coloquios, comenzamos a preguntarnos dónde habíamos estado el mismo día 11 de septiembre de 1973. ¿Qué habíamos hecho ese día?

    Cada uno tenía sus propios recuerdos. Alguno había estado en la universidad en la asamblea de estudiantes tratando de calmar y de orientar a los estudiantes de izquierda que querían protestar y dirigirse en marcha al centro de la ciudad. Se les recomendó que no lo hicieran y se volvieran a sus casas lo antes posible. Uno había sido detenido en el pensionado estudiantil por carabineros; otro había, ese mismo día, cambiado su aspecto físico para comenzar su vida clandestina. Otros se mantuvieron alejados de la universidad, pero esperando órdenes de su organización política, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. De pronto, uno de ellos manifestó su frustración de que no hubiéramos sido capaces de organizar ninguna resistencia los días posteriores al golpe militar. ¿Qué fue lo que pasó? Pregunto desazonado, frustrado todavía.

    La pregunta tenía una carga histórica y simbólica tremenda. Tenía que ver con nuestras incapacidades políticas y militares. Hicimos un recorrido histórico de hechos y cartográfico de la ciudad para tratar de entender por qué el plan de resistencia quedó en nada. Se cayó en el vacío. Pronto nos dimos cuenta colectivamente que no tenía mucho sentido quedarnos en ese acontecimiento. Alguien planteó que era necesario verlo desde una perspectiva más amplia. Y en eso quedamos.

    Era un tema doloroso. Por la derrota política, por la consiguiente represión militar que secuestró al país y devastó a la izquierda. Que llenó de miedos a la población. Que puso en sospecha cualquier opinión disidente. Por las muertes. Por los desaparecidos. También por la cantidad de errores cometidos. Por las responsabilidades individuales cuando ningún dirigente, comité central ni comisión política asume los errores. Cuando ya no hay organización política. Porque la derrota permitió que la dictadura cívico-militar implementara su proyecto neoliberal de sociedad, transformando el comportamiento humano a un estado animal de sobrevivencia para algunos, de abundancia para otros.

    De esas experiencias hemos aprendido algo. Y de esas experiencias surgió la tarea de defensa de los derechos humanos. De hacer los esfuerzos para que el conjunto de la sociedad se hiciera cargo de su defensa. Para, finalmente, castigar a todos los culpables. No solo los que cometieron las atrocidades. Y, ahora, también castigar a los culpables de las atrocidades que se cometieron desde octubre del 2019. Y esclarecer, también, algunas desapariciones de jóvenes cometidas durante los gobiernos de la Concertación, dirigidos por militantes de izquierda.

    Todas las fuerzas políticas democráticas tienen la responsabilidad de someter a las fuerzas armadas y carabineros a la constitución y al derecho. En Chile, parece no entenderse así. Las fuerzas armadas son un estamento separado de la sociedad y disponen de un financiamiento propio. Las fuerzas policiales actúan con impunidad.

    Con el rechazo a la nueva Constitución, estos temas están aún más lejos de poder solucionarse democráticamente. Y tenemos el deber de retomarlos frente a un nuevo aniversario del golpe militar en 1973. Ahora, 50 años más tarde, tenemos que empezar analizando nuestro propio marco de referencias históricas. Una de las maneras de salir del marasmo y de los meandros en que estamos metidos.

    En octubre del 2019, en las grandes manifestaciones de protestas, una de las consignas esgrimidas en las numerosas pancartas hechas por los manifestantes se podía leer: «Aquí están los que no pudieron matar». Eran sus hijas o hijos, nietas o nietos que le recordaban a toda la sociedad los crímenes cometidos. Reivindicaban a los muertos, a los detenidos desaparecidos. No los pudieron matar y sobreviven en nuestros recuerdos. Mientras seamos capaces de proyectarnos a un horizonte de nuevas expectativas.

    Prólogo 2

    Están con nosotros

    El ataque brutal a la Moneda y la muerte del presidente Salvador Allende fue el anticipo de lo que se venía. En todo el país, los militares y carabineros asesinaron pobladores, campesinos, trabajadores, estudiantes, militantes de los partidos de izquierda los primeros días y las primeras semanas después del golpe cívico-militar. En algunos casos con la ayuda de civiles, sobre todo en las zonas rurales.

    Patricio Reinaldo Rosas Asenjo fue el primer asesinado en Osorno. Tenía 17 años. Era presidente del centro de alumnos del Liceo de Hombres de la ciudad y militante de la juventud del Partido Socialista. Las primeras semanas de septiembre de 1973, los conflictos entre los estudiantes de derecha y la izquierda habían escalado a contiendas callejeras. Un grupo de estudiantes ocupaba el liceo para resguardarlo de una amenaza de toma por parte de la derecha. La noche anterior al golpe, los carabineros allanaron el liceo y se llevaron a todos detenidos. El mismo 11 de septiembre en la mañana, Patricio Reinaldo se dirigió a la comisaría de carabineros para ir a buscarlos y llevarlos de vuelta. Este acto reflejaba bien su carácter, su compromiso y su decisión.

    El 12 de septiembre en la noche, estaba reunido con un grupo de jóvenes de su partido cuando fue allanada la casa donde se encontraban por una patrulla militar comandada por el teniente Gustavo Eduardo Santibáñez. Reinaldo, como lo conocían sus compañeros, intentó escapar. Fue baleado por la espalda con un fusil Mauser y una bala calibre 762 atravesó su cuerpo provocándole la muerte. Los militares abandonaron el lugar, dejándolo tirado en la calle.

    En Osorno, los militares allanaron la universidad y colegios secundarios, ocuparon fábricas, cubrieron los edificios administrativos, abrieron lugares públicos como cárceles. Mantuvieron vigilancia en el Liceo de Hombres y se llevaron detenidos a un grupo de estudiantes que hicieron un minuto de silencio por Patricio Reinaldo, denunciados por sus propios profesores.

    No hubo enfrentamientos en esos días. El 16 de septiembre, los militantes del MIR intentarían ocupar el regimiento de la ciudad. Una acción osada que no se llevó a cabo. Todas las circunstancias y las razones alrededor de ese hecho no están totalmente esclarecidas. Solo les importa a los directamete involucrados.

    También en Osorno se publicaron listas de personas que debían presentarse voluntariamente a las nuevas autoridades. Muchos militantes de los partidos de izquierda de la Unidad Popular no sabían qué hacer. Varios de ellos se presentaron voluntariamente como es el caso de Raúl Santana Alarcón y José Vidal Panguilef, importantes dirigentes y militantes del Partido Socialista, quienes luego fueron asesinados por carabineros de la Tercera Comisaria de Rahue. Una forma de actuar planificada que aplicaron en todo el país. Otros fueron confinados en la cárcel y condenados en juicios arbitrarios.

    Algunos detenidos fueron denunciados por civiles. Este fue el caso de la querida compañera Irma Ponce que fue detenida el 17 de septiembre por la denuncia de una militante de la Democracia Cristiana. Irma era directora de la escuela República de Cuba, en la población Eleuterio Ramírez. Con ella fueron detenidos el cuidador de la escuela y su señora embarazada. A Irma la conocí en mis primeros tiempos de compromiso político. Por motivos de seguridad, no la contacté el día del golpe y no supe en ese momento de los avatares que le tocaría sufrir.

    El 27 de septiembre 1973, en la cárcel, fue visitada por su esposo César Ávila. A la salida, fue detenido por carabineros. Había numerosos testigos, entre ellos, su hija Ximena. César era director provincial de Educación, militante del Partido Socialista. Es uno de los detenidos asesinados y desaparecidos de la provincia de Osorno, que fueron arrojados desde el puente Pilmaiquén al río. En una declaración de un carabinero involucrado que conducía el vehículo se confirmó que sacaron a un grupo de prisioneros de la Tercera Comisaría y los condujeron al puente donde los asesinaron. Todos estos antecedentes se pueden leer en los informes de las comisiones de derechos humanos.

    El calvario de Irma y sus hijas e hijo se prolongó por años buscando los restos de César. Luego, fueron humillados, maltratados, aterrorizados años después con la noticia falsa de que César vivía en Curicó. Se trasladaron entonces a Santiago. Irma trabajaba como profesora con otro nombre. A veces, no le pagaban el sueldo que le correspondía y no podía reclamar. Se vinculó con otros familiares de detenidos desaparecidos en la Vicaria de la Solidaridad para buscar a sus parientes, todos detenidos desaparecidos. Finalmente, Irma con sus hijas e hijo salieron al exilio a Francia. Allí, la recibió un comité de acogida de osorninos que ya vivían en ese país.

    El puente Pilmaiquén es el escenario donde ocurrieron matanzas de prisioneros. En la comuna de Entre Lagos, de la provincia de Osorno, fueron detenidas cinco personas por civiles y carabineros el 17 de septiembre de 1973: Luis Sergio Aros Huichacán, Joel Fierro Inostroza, José Ricardo Huenumán Huenumán, Martín Núñez Rozas y la alcaldesa Blanca Valderas del Partido Socialista. El caso de Blanca Valderas es uno de lo más emblemáticos de la provincia de Osorno, puesto que logró sobrevivir a un fusilamiento colectivo. Los llevaron como a otros también al puente Pilmaiquén, amarrados y les dispararon por la espalda. No obstante, el fusil con que

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1