Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El fraude: Crónica sobre el plebiscito de la Constitución de 1980
El fraude: Crónica sobre el plebiscito de la Constitución de 1980
El fraude: Crónica sobre el plebiscito de la Constitución de 1980
Libro electrónico182 páginas2 horas

El fraude: Crónica sobre el plebiscito de la Constitución de 1980

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Si hoy se discuten las reformas que deben hacerse a la Constitución y cuál es la manera más democrática de efectuarlas, conviene recordar cómo se aprobó originalmente: con un plebiscito, el 11 de septiembre 1980, carente de toda legitimidad, sin registros electorales y con vocales de mesa designados, y sin libertades de prensa, reunión y movimiento. En estas páginas, Claudio Fuentes despliega todo su talento narrativo y pericia como investigador para documentar un acontecimiento crucial en la historia de Chile.
"Pese a las correcciones introducidas, la Constitución sigue siendo la principal atadura que nos liga como país a la sociedad de la dictadura. Esta crónica, rigurosa, ágil y abierta a las nuevas generaciones, desentraña la estructura del gran engaño que fue el plebiscito del 80". Manuel Antonio Garretón
"Recuperación apasionante, con detalles divertidos y hasta desvergonzados del contexto en que se aprobó la Constitución del 80. Mi gran duda es si la ilegitimidad de origen la invalida para siempre. Porque bajo esta Constitución Pinochet fue derrotado y Chile se abrió a uno de los mejores períodos de su historia". Héctor Soto
"Una contribución fundamental a la actual discusión constitucional. Queda claro que vivimos, como sostuvo Frei Montalva en una intervención registrada aquí, bajo reglas que dejan al pueblo en interdicción. Al igual que El pacto, el libro anterior de Claudio Fuentes, El fraude es insoslayable para entender la realidad política chilena". Fernando Atria.
IdiomaEspañol
EditorialHueders
Fecha de lanzamiento11 abr 2023
ISBN9789563652826
El fraude: Crónica sobre el plebiscito de la Constitución de 1980

Relacionado con El fraude

Libros electrónicos relacionados

Política para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para El fraude

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El fraude - Claudio Fuentes Saavedra

    1.png

    El fraude

    Crónica sobre el Plebiscito de la Constitución de 1980

    Claudio Fuentes S.

    El fraude. Crónica sobre el plebiscito de la Constitución de 1980

    Claudio Fuentes S.

    © Claudio Fuentes, 2013

    © Editorial Hueders

    Primera edición: septiembre 2013

    ISBN 978-956-365-282-6

    Registro de Propiedad Intelectual nº 231.729

    Todos los derechos reservados.

    Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida

    sin la autorización de los editores.

    hueders

    www.hueders.cl | contacto@hueders.cl

    Santiago de Chile

    A quienes resistieron la Constitución

    A mi madre

    Nota preliminar

    El fraude electoral más grande de la historia de Chile se ejecutó en un mes. Entre el 10 de agosto y 11 de septiembre de 1980 la dictadura militar del general Augusto Pinochet materializó un acto en el cual no se cumplió ninguna de las condiciones básicas para el ejercicio de un proceso libre e informado por parte de la ciudadanía. Al enterarse de la noticia, el ex presidente Eduardo Frei Montalva catalogó ese momento como el más oscuro de la vida republicana chilena. Sabía que con este fraude el general Pinochet terminaría por institucionalizar su régimen.

    Se trató de un engaño burdo. Un proceso controlado desde el Edificio Diego Portales —por ese entonces sede del gobierno—, sin padrón electoral, con vocales de mesa designados por el régimen, con la abierta intervención de organismos de seguridad, sin acceso al conteo de votos, sin libertad de prensa, con una papeleta semitransparente que dejaba ver la preferencia de los electores. Un proceso que se realizó en el marco de un estado de emergencia y con una fuerte represión a los opositores que intentaron llamar a votar que No. El régimen utilizó todos los medios del Estado a su alcance para socializar sus ideas. Movilizó a militares, intendencias y municipios. Incorporó a empresarios, sindicatos y a gremios. Realizó parodias de apoyo, congregó gente en las calles. Se dieron órdenes directivas para trasladar a la gente. Suspendió clases e hizo que cientos de personas salieran a la calle a saludar a Pinochet en una gira que se extendió por varias semanas.

    La premura de la Junta Militar para convocar este plebiscito con un mes de anticipación era un intento por evitar la discusión pública e informada sobre el nuevo texto constitucional. Cada autoridad municipal debía designar apoderados de mesa, eliminando cualquier posibilidad de que sectores contrarios al gobierno pudiesen estar representados en ellas. El día de la elección, ningún ente autónomo ni representantes de la oposición pudieron verificar que las urnas estuviesen vacías. Una vez realizado el conteo de votos, las discrepancias debían ser resueltas en forma privada por el presidente de mesa y el encargado de local. Los militares estaban tan decididos a ganar, que ordenaron a sus agentes de seguridad que fueran a votar varias veces.

    A esas irregularidades se sumaba el hecho de que, contra toda lógica, el plebiscito consultaba sobre tres materias distintas: la Constitución, el itinerario de transición y la permanencia del general Pinochet. Una sola marca (votar Sí o votar No) dirimía el conjunto de las materias.

    No se permitió que la oposición o la ciudadanía en general tuviesen acceso a los medios de comunicación para dar a conocer la postura contraria al plebiscito. Únicamente se autorizó un acto público masivo antes de la votación, pero se prohibió que fuera transmitido por las pantallas de televisión. El acto del plebiscito se realizó bajo declaración de estado de emergencia, con las libertades públicas de movimiento, prensa y reunión, entre otras, restringidas. Además, los partidos políticos se encontraban proscritos, sin posibilidad de organizarse para defender la opción No. Quienes se atrevieron a expresarse en las calles fueron fuertemente reprimidos por carabineros y la Central Nacional de Investigaciones (CNI).

    Para recrear el momento trascendental que vivió el país, este libro recoge información que en muchos casos se encontraba dispersa. Lo que constata toda la evidencia sintetizada aquí es que el plebiscito de 1980 no cumple con el más mínimo estándar procedimental para ser considerado un acto legítimo. La Constitución que nos rige fue producto de un fraude, preparado y ejecutado en un mes.

    Si hoy está en entredicho la Constitución, si hoy discutimos la necesidad de establecer una nueva Constitución, convendría recordar la forma en que se gestó la que actualmente nos rige, cómo se desencadenaron los hechos y qué reacción tuvieron los opositores a la imposición de esta nueva carta magna.

    La cuestión de la legitimidad de origen siempre ha acompañado el proceso político chileno. Nunca en la historia de la República la ciudadanía ha tenido la oportunidad de participar y debatir sobre las reglas básicas que darán el marco formal a la vida del país. Pero en este caso se trató de una acción de fuerza particular, pues no sólo se manipuló el proceso electoral y sus resultados. Debemos también dar cuenta de las condiciones de represión de las voces disidentes y que se opusieron a este plebiscito. Entre el 10 de agosto y 11 de septiembre de 1980, muchos chilenos y chilenas salieron a la calle para denunciar lo nefasto que sería la institucionalización de la dictadura. Cientos de voces anónimas se atrevieron a rayar una muralla o imprimir volantes con tal de expresar su rechazo a un plebiscito que desde el principio estaba definido. El tinglado lo anticipó el ex general Leigh pocos días antes que se llevara a cabo.

    La recuperación de la memoria es un asunto central para la comprensión del presente. En nuestra memoria colectiva suele situarse el plebiscito de 1980 como un punto crucial de institucionalización de la dictadura. Aquello es cierto, pero esa coyuntura fue mucho más que la imposición de una Constitución por parte de la dictadura. Al revisar los archivos de prensa, los documentos clandestinos de los partidos políticos, los informes de derechos humanos, los audios e imágenes de aquella época, y entrevistar también a los testigos, se comprenden varios otros elementos que se hicieron presentes en esa coyuntura.

    Mientras se desarrollaban estos acontecimientos, por ejemplo, los principales medios de comunicación controlados por la dictadura construían una realidad artificial de baile, canciones, humor y fama. El país vivía dos realidades, dos mundos que no se entrecruzaban. El primero transcurría en las pantallas de televisión y en muchas radioemisoras, y celebraba las canciones de Sandro, Rafaella Carrà y Grace Jones, entre muchos otros artistas que visitaron el país aquel año. En 1978 se había inaugurado el teatro Las Vegas en el centro de la ciudad, convirtiéndose en el punto de encuentro de este mundo de brillo y fama. Chile vivía un boom económico, se ampliaba el Metro y nuevos edificios modernos iban poblando la capital.

    En la otra realidad, miles de chilenos eran perseguidos por la dictadura. Cuando Pinochet anunció la convocatoria a plebiscito, en agosto de 1980, algunos opositores se atrevieron a salir a las calles a denunciar lo que se denominaría la gran farsa. A medida que se acercaba el 11 de septiembre, en las calles aparecieron panfletos lanzados por transeúntes anónimos llamando a votar No. Algunos se atrevieron a dirigirse al público en el paseo Ahumada denunciando el fraude. La policía rápidamente arrestaba a los manifestantes, mientras los curiosos que se habían detenido a observar retomaban sus caminatas.

    La idea de escribir este texto nació de dos conversaciones. En una actividad organizada por Revolución Democrática en la que expuse los dilemas constitucionales del Chile actual, Carlos Figueroa levantó la mano y me preguntó si no era posible presentar algún tipo de requerimiento a los tribunales de justicia por el fraude del plebiscito de 1980. Le respondí que no tenía la más mínima idea, pues no era abogado. Sin embargo, intuía que aquello era imposible, aunque constituiría un interesante hecho político. Unas semanas después, tras presentar mi libro El pacto, unos estudiantes me preguntaron si conocía algún material sobre el plebiscito de 1980. Les entregué referencias usuales, como la crónica de Cavallo, Sepúlveda y Salazar sobre la historia oculta del régimen militar. Pero por tratarse de una investigación de un período completo, la referencia al momento del plebiscito es breve. Me surgió entonces la inquietud sobre qué había sucedido en los días previos al plebiscito: ¿cómo se materializó esta imposición?, ¿quiénes se opusieron?, ¿cómo lo hicieron? Comencé a indagar en archivos para recuperar un hito fundacional de nuestro tiempo.

    Un día decidí preguntar en las redes sociales si alguien había participado del único encuentro público que la dictadura autorizó a la oposición, el cual se realizó el 27 de agosto de 1980 en el Teatro Caupolicán. Quería conocer la percepción de los testigos de ese evento, entender lo que vivieron, lo que sintieron al estar allí, comprender las motivaciones para concurrir a un lugar que era peligroso por la cantidad de fuerzas policiales que dispuso el régimen para la ocasión.

    De pronto me encontré rearmando un rompecabezas de acontecimientos, pero sobre todo de emociones. Originalmente esperaba describir todos los vicios de aquel fraude constitucional. Pero encontré mucho más que un acto que no cumplía con las mínimas normas de transparencia: encontré un proceso político intenso, marcado por el miedo, pero que estimuló una serie de acciones anónimas para evitar la institucionalización de la dictadura.

    Uno de estos testimonios fue el de Manuel Antonio Garretón, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales. Al momento de la entrevista, no recordaba los detalles de aquel plebiscito. Lo había rechazado, junto a otras personas de izquierda, a través de declaraciones públicas, pero no estaba seguro si el día del plebiscito ese rechazo se manifestó votando No o no votando. Juntos recordamos los principales hitos del año 1980: el discurso de Pinochet del 10 de agosto, la convocatoria al Caupolicán, el acto electoral del 11 de septiembre y sus consecuencias inmediatas. Manola Robles, periodista de Cooperativa, comenzó a trabajar en esa radio precisamente en 1980 y le tocó reportear el evento. Quería conversar con ella sobre lo que significaba trabajar en un medio de oposición. Me respondió que no se acordaba de nada: Mis recuerdos de aquel evento están borrados, me escribió por e-mail.

    Esta investigación busca refrescar la memoria del hito fundacional de la Constitución que nos rige. Si en nuestros escritos muchas veces indicamos que la Constitución actual tuvo un pecado de origen, resulta relevante rememorar ese pecado, examinarlo, explicarlo, entenderlo, internalizarlo. Lo que sugiero aquí es que el pecado de origen no sólo es una cuestión jurídica –haber aprobado una Constitución en dictadura–, ni tampoco sólo una cuestión procedimental –no haber cumplido con los mínimos estándares de transparencia y respeto porque todas las posturas se expresaran. El pecado de origen también alude al proceso en que se materializó su aplicación y a la forma en que socialmente olvidamos lo que ocurrió. No cabe duda de que la Constitución es ilegítima en su origen porque no existieron las garantías básicas para el ejercicio de la soberanía popular. Pero ella también es ilegítima porque en el proceso de aprobarla, el régimen militar reprimió con violencia a quienes se manifestaron contra ella.

    Manuel Antonio Garretón me planteó que luego de aquel plebiscito, en sus escritos se negó a hablar de la Constitución de 1980: Yo pensaba que si nosotros escribíamos que era de 1980 estábamos contribuyendo a legitimar el plebiscito, y yo no quería hacerlo. Entonces yo escribía 1981, porque ese año Pinochet promulgó su Constitución. Garretón enviaba sus textos a revistas y libros con esa precisión, pero los editores devolvían los manuscritos con la corrección 1980. Aunque siguió pensando que el plebiscito había sido un fraude, en los textos se fue plasmando la mención a la Constitución del 80, a la que siempre se le añadía su carácter ilegítimo y su origen en un plebiscito fraudulento. En muchos textos de ciencia política este plebiscito pasó a la historia como el hecho fundante del nuevo ciclo político que se instaló con la Constitución de 1980. No se reparó en que este hito constituyó un engaño.

    Todos los argumentos y evidencias que se presentan aquí se basan en testimonios y fuentes que cito al final de este volumen. Intenté reunir los diferentes fragmentos de la historia del mes anterior al plebiscito de 1980, los cuales se encuentran en distintos archivos y medios de comunicación escritos y radiales de la época. Esto fue complementado con entrevistas a personas que fueron testigos de aquel tiempo.

    Los testimonios de las personas que fueron arrestadas y torturadas por agentes de seguridad del régimen fueron extraídos de los archivos de la Vicaría de la Solidaridad. Algunos nombres fueron cambiados, por expresa petición de los afectados, como una forma de cautelar su privacidad. En estos momentos, sin embargo, se da la paradoja de que la propia Vicaría ha puesto toda la información de las víctimas en internet. Otros testimonios fueron recogidos a partir de entrevistas realizadas entre abril y julio de 2013. Agradezco en especial las conversaciones con Malú Sierra, Yerko Ljubetic, Genaro Arriagada, Berta Teitelboim, Marcela Palma, Claudio Soto, Augusto Varas, Cecilia Serrano, Cecilia Alzamora, Manuel Antonio Garretón, y a personas anónimas que contribuyeron con sus experiencias a recrear los intensos momentos que se vivieron en esos días. Agradezco también a Flacso Chile por permitirme utilizar el archivo de documentos clandestinos de los partidos políticos en Chile (Fondo Eugenio Ruiz-Tagle). También doy gracias a radio Cooperativa, que facilitó audios de la época, incluyendo programas políticos y los discursos del ex presidente Eduardo Frei Montalva. Un aporte fundamental para este trabajo fue el informe inédito que escribió Genaro Arriagada a propósito del plebiscito y que generosamente compartió conmigo.

    Debo mencionar a personas e instituciones que han hecho posible esta investigación. En primer lugar, a la Fundación Heinrich Böll Stiftung, que financió parte del trabajo de campo. Adicionalmente, Lucas Perelló realizó una espléndida recopilación de archivos

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1