l 11 de febrero de 1873, tras la abdicación de Amadeo I, el Congreso y el Senado se reunieron en Asamblea Nacional y proclamaron la República. Era la primera vez que regía esta forma de gobierno en España, y el cambio se produjo en un momento de singular efervescencia política: el Sexenio Democrático. Un militar republicano de entonces, Nicolás Estévanez, lo definió como una época “de sana agitación”. Ese período se había abierto con la Revolución de Septiembre de 1868, que provocó el destronamiento de la reina Isabel II y amplió la participación ciudadana y el disfrute de las libertades individuales como nunca en todo el siglo. Pero la multiplicación de problemas hizo difícil la estabilización del régimen –al inicio de la guerra en Cuba se sumó luego la carlista, por no hablar de la conflictividad social–. De modo que, en poco más de seis años, se sucedieron las juntas revolucionarias, un gobierno provisional presidido por el general Serrano, la monarquía democrática prevista en la Constitución de 1869 y una república en la que, a su vez, cabría distinguir varias repúblicas. Eran tiempos, como evocaría Ramón y Cajal, en los que “la historia se fabricaba al minuto”. El advenimiento de la República fue algo inesperado, como reconoció Francisco Pi y Margall, acaso el más popular de sus presidentes de gobierno: “Vino por donde menos esperábamos”. Y desde el primer instante tuvo que afrontar desafíos peliagudos. Además, estando reciente la Comuna de
LOS MITOS DE LA PRIMERA REPÚBLICA
Jan 18, 2023
8 minutos
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