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México (moderno) a través de sus décadas / 6
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Libro electrónico619 páginas35 horas

México (moderno) a través de sus décadas / 6

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A finales del siglo XIX se publicó México a través de los siglos, obra dirigida por Vicente Riva Palacio que abarca la historia de México desde el pasado prehispánico hasta el triunfo del movimiento liberal. Javier Garciadiego retoma esta empresa con México (moderno) a través de sus décadas, serie para la que ha convocado a distinguidos especialist
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 may 2020
ISBN9786077243793
México (moderno) a través de sus décadas / 6

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    Vista previa del libro

    México (moderno) a través de sus décadas / 6 - Josefina Mac Gregor

    Primera edición: 2019

    Primera edición digital: 2020

    D. R. © 2020. El Colegio Nacional

    Luis González Obregón 23

    Centro Histórico

    06020, Ciudad de México

    Créditos de las imágenes de los forros: Vuelta de la solapa izquierda: Fermín Revueltas, Abstracto, grabado, madera de hilo. Colección Andrés Blaistein, Fondo Francisco Díaz de León. / Segunda de forros: Retrato de José Revueltas, ca. de los años sesenta. © Rogelio Cuéllar. / Tercera de forros: Archivo General de la Nación, Fondo Enrique Díaz, tema: 1936 milicianos españoles, caja: 59/2. / Vuelta de la solapa derecha: Julio Scherer sale de las instalaciones del periódico Excélsior, junio de 1976. Foto: revista Proceso. / Frente de la solapa derecha y cuarta de forros: Francisco Villa y sus tropas en su entrada triunfal a Torreón, Coahuila, el 10 de febrero de 1913. Cortesía de Prints & Photographs Division, Library of Gongress.

    isbn: 978-607-724-358-8 (Obra completa)

    isbn: 978-607-724-360-1 (Volumen 6)

    isbn digital: 978-607-724-378-6 (Obra completa)

    isbn digital: 978-607-724-379-3 (Volumen 6)

    Hecho en México / Made in Mexico

    publicaciones@colnal.mx

    editorial@colnal.mx

    contacto@colnal.mx

    www.colnal.mx

    Conversión gestionada por:

    Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2020.

    +52 (55) 52 54 38 52

    contacto@ink-it.ink

    www.ink-it.ink

    Índice

    Prólogo

    Javier Garciadiego

    De la crítica política al programa social; del Club Ponciano Arriaga a la Junta Organizadora del Partido Liberal

    Josefina Mac Gregor

    Dos nacionalismos: Villa y Columbus; Carranza y la Punitiva

    Javier Garciadiego

    ¿Cómo se tomó la decisión de suspender el culto en México en 1926?

    Jean Meyer

    1936, la encrucijada de la educación técnica en México. La fundación del Instituto Politécnico Nacional (

    ipn

    )

    Max Calvillo Velasco

    La fundación de la Confederación de Trabajadores de México (

    ctm

    ). El nuevo liderazgo obrero y el control del Estado

    Cuauhtémoc Domínguez Nava

    Defensa de la República española por el gobierno mexicano

    Fernando Serrano Migallón

    LaLa fundación del Partido Revolucionario Institucional (

    pri

    ) en 1946

    Rogelio Hernández Rodríguez

    La muerte de un filósofo

    Guillermo Hurtado

    Genaro Vázquez Rojas, el magisterio en armas

    Gilberto López y Rivas

    1976: el golpe a Excélsior y su relación con la historia de ese diario

    Arno Burkholder de la Rosa

    Daniel Cosío Villegas: constructor y crítico

    Javier Garciadiego

    Martín Luis Guzmán: 1887-1976

    Rafael Olea Franco

    Revueltas en su siglo

    Álvaro Ruiz Abreu

    Juan Rulfo y su México

    Alberto Vital

    La reforma política de 1996 y la transformación del sistema electoral en México

    Germán Pérez Fernández del Castillo

    2006 o el mal comportamiento

    Germán Pérez Fernández del Castillo

    Prólogo

    Javier Garciadiego

    Al ingresar a El Colegio Nacional, a principios de 2016, me comprometí a hacer una revisión del siglo xx a través de la reconstrucción y el análisis de sus principales conflictos y logros, de sus más importantes hechos y procesos, contemplando también a dicho siglo mediante sus mayores actores y protagonistas. Obviamente, el objetivo rebasaba cualquier esfuerzo individual, por lo que desde un principio quedó claro que sería un proyecto colectivo: sólo la labor de muchos expertos podría darnos una imagen verosímil del poliédrico siglo xx mexicano.

    Para darle cierto orden a tan ambicioso proyecto se decidió organizar anualmente un coloquio, en el que se revisaran algunos de los principales sucesos que hubieran tenido lugar en alguno de los años del siglo xx que tuvieran el mismo dígito final que el año en curso. Así, el coloquio ―y el libro que resultara de él― cubriría temas de principios, mediados y finales del siglo, lo que atraería a más lectores interesados.

    También nos dimos cuenta de que algunos años dieron lugar a varios fenómenos que debían de ser estudiados, mientras que hubo años carentes de acontecimientos relevantes. Se decidió responder al interés histórico y no a una simple regularidad calendárica. En este volumen inicial, por ejemplo, el año 1936 dio lugar a la fundación de la Confederación de Trabajadores de México (ctm), a la defensa mexicana del gobierno republicano español y a la creación del Instituto Politécnico Nacional (ipn). Los tres sucesos son de gran importancia histórica, por lo que cada uno fue objeto de un capítulo. En cambio, no encontramos un hecho histórico relevante del año 1956.

    El título del proyecto en su conjunto es México (moderno) a través de sus décadas. Obviamente es un homenaje a la gran obra publicada allá por los años 1880 y coordinada por don Vicente Riva Palacio: el célebre México a través de los siglos. No somos ni insensatos ni ilusos: cualquier comparación con aquella obra sería demencial. Es clásica en el sentido de que se sigue leyendo con provecho y placer a cerca de ciento cincuenta años de su publicación. Así, confiamos en que este proyecto sea del interés de los muchos mexicanos atentos a la historia reciente o inmediata del país. En 2017 tuvo lugar el segundo coloquio. Si disponemos de vida y salud por diez años más, en 2025 tendremos, como producto de los coloquios anuales, diez volúmenes colectivos con entre cien y ciento cincuenta capítulos sobre los temas más relevantes de nuestro siglo. Ojalá otros colegas hicieran algo parecido para el siglo xxi.

    Pero ya no cantemos vísperas, lector apreciado: inicia tu lectura y adéntrate en un grato viaje a nuestra historia reciente.*

    * La presente edición no hubiera sido posible sin la ayuda de Omar Urbina y Ulises Martínez. [N. del C.]

    De la crítica política al programa social; del Club Ponciano Arriaga a la Junta Organizadora del Partido Liberal

    *

    Josefina Mac Gregor

    El primero de julio de 1906 se publicó en San Luis, Misuri, en el periódico Regeneración, el Programa del Partido Liberal Mexicano (pplm); según Eduardo Blanquel, La primera gran síntesis de los problemas nacionales del siglo xx.¹

    No obstante que existen diversas interpretaciones sobre la relevancia de este documento, nadie cuestiona su importancia. De ahí que en esta oportunidad se reconozca como el hecho más destacado en nuestro país en el año de 1906.

    Aun cuando se publicó en Estados Unidos, el programa estaba dirigido a los mexicanos, pues su interés central es el mejoramiento económico y social y la organización política de México, y porque, de manera velada, proponía acabar con el régimen de Porfirio Díaz por medio de las armas.

    Este documento fue resultado de varios años de oposición. Como me interesa dar cuenta de cuál era su contenido y cómo y por qué apareció, me voy a referir a ese proceso para su mejor comprensión.

    Puedo adelantar que la relevancia del Programa radica en que agrega planteamientos sociales a la lucha liberal clásica que reconocía los derechos del hombre, el respeto a la ley, la democracia y la propiedad privada, pero sin invocar principios socialistas o anarquistas, lo que permitirá que su contenido tenga un impacto a corto y mediano plazo en los hombres que estaban en desacuerdo con el régimen porfiriano y que, posteriormente, lucharon en su contra.

    Hasta ahora los autores que se han ocupado del Programa no han hecho hincapié en que se hizo una consulta pública en torno al texto, situación que deseo destacar, pues expresa tanto el anhelo de cambio en un sector de la población como el nivel de cercanía, de identificación, que los integrantes de la Junta Organizadora del Partido Liberal (jopl) querían alcanzar con sus posibles seguidores. Llama la atención que se haya apelado a este recurso tan tempranamente.

    Quizá la precisión sobre ciertos cambios ideológicos y el cuadro comparativo que elaboro con los datos de esta encuesta sean los aportes más importantes de este trabajo.

    Todo empezó…

    El 30 de agosto de 1900, en San Luis Potosí, cuando el ingeniero Camilo Arriaga convocó a un congreso nacional de clubes liberales para crear una confederación de grupos de esta filiación. Arriaga era el promotor del Club Liberal Ponciano Arriaga, en el que participaban jóvenes profesionistas y estudiantes potosinos como Juan Sarabia, Antonio Díaz Soto y Gama, Librado Rivera y Antonio I. Villarreal;² gente inconforme con el camino que había tomado el gobierno de Porfirio Díaz, al que acusaban de autoritario, de no respetar la ley y de estar en connivencia con la Iglesia católica.

    La invitación de Arriaga promovió la fundación de clubes liberales, particularmente en los estados de San Luis Potosí e Hidalgo, aunque también se expandieron por el centro y el norte del país.³ Asimismo, impulsó el establecimiento de pequeños periódicos que se apoyaban unos a otros, tanto en la difusión de sus contenidos —reproduciéndolos—, así como colectando fondos para sostenerse y defenderse de las agresiones del poder.⁴

    La reunión del gran Congreso Liberal tuvo lugar del 5 al 10 de febrero de 1901 en el Teatro de la Paz, de la capital potosina.⁵ El propio Ricardo Flores Magón escribió en su momento que en la reunión se discutirían los medios prácticos para infiltrar el liberalismo en el espíritu de las masas.⁶ Su apreciación era que el gobierno había abandonado el camino liberal y debía retomarlo.

    Al Congreso asistieron liberales de diferentes partes del país,⁷ entre ellos los hermanos Flores Magón,⁸ quienes ya publicaban Regeneración, uno de los periódicos de oposición al gobierno de Díaz más recordados en nuestros tiempos.⁹ Fue Ricardo quien abandonó el tono crítico (pero mesurado) al afirmar, primero entre ligeros siseos y luego entre aplausos: La administración de Porfirio Díaz es una madriguera de bandidos.¹⁰ Así, con este ataque directo, empezó a destacar entre sus camaradas, y a partir de ahí empezaría también la persecución en su contra y contra los clubes liberales a lo largo y ancho del país (a través de San Luis Potosí, Hidalgo, Durango, Coahuila, Oaxaca y Chiapas).¹¹ El régimen porfiriano no estaba dispuesto a dar signos de debilidad.

    Entre otras muchas, las resoluciones del Congreso fueron fundamentalmente de carácter político: el respeto y la exacta observancia de las leyes; la educación liberal y cívica de la nación; el restablecimiento de la honradez política de los funcionarios públicos; la abolición de toda tendencia personalista en los gobiernos que postergara la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma, haciendo particular hincapié en la separación de la Iglesia y el Estado. El único punto que se acercaba a la problemática social era el que planteaba el fomento de sociedades mutualistas para la defensa de sus miembros, aunque de manera imprecisa. El proselitismo era fundamental para sus planes, así que invitaban a los clubes a iniciar una campaña vigorosa contra la arbitrariedad y el despotismo.¹²

    La organización de clubes continuó, lo mismo que las represalias. La situación sobre el surgimiento de estas agrupaciones es bastante compleja, pues no hay un patrón. Guerra encuentra indicios de que muchos de ellos se erigieron sobre la estructura de las logias masónicas, y Aurora Gómez-Galvarriato destaca los vínculos con las asociaciones obreras y religiosas.¹³ Así las cosas, el primero del mes de abril se fundó en la Ciudad de México la Asociación Liberal Reformista; entre sus miembros se contó con Diódoro Batalla,¹⁴ y Jesús y Ricardo Flores Magón, entre otros.¹⁵ Su objetivo era difundir los ideales liberales dentro de las leyes y fomentar el sufragio libre.¹⁶ Poco después, los hermanos Flores Magón fueron encarcelados. La represión hizo posible que algunos militantes se separaran, pero no evitó que otros perseveraran y pasaran de los temas políticos y legales a los sociales. En un manifiesto de noviembre de ese mismo año, firmado por Arriaga, se habló del problema agrario y la necesidad de reforma social.¹⁷

    No obstante que los liberales se sabían perseguidos, en el año 1902 se convocó a un nuevo congreso también en San Luis. Para ello se envió a los clubes invitados un temario para ser discutido en las sesiones. Los asuntos eran:

    1.º Manera de complementar las Leyes de Reforma y de hacer más exacta y eficaz su observancia. 2.º Medidas encaminadas a hacer más eficaz la libertad de imprenta. 3.º Manera de implantar prácticamente y de garantizar la libertad de sufragio. 4.º Organización y libertad municipales y supresión de los jefes políticos. 5.º Medios prácticos y legales para favorecer y mejorar la condición de los trabajadores en las fincas del campo y para resolver el problema agrario y del agio. 6.º Medios de afirmar la solidaridad, defensa y progreso de los clubes liberales.¹⁸

    Nótese que entre los asuntos propuestos todavía no se incluía el de los obreros, pero sí a los trabajadores del campo y el tema agrario.

    Esta reunión fue suspendida días antes de que se celebrara debido a la violencia contra los integrantes del Club Ponciano Arriaga durante una de sus sesiones; al parecer ordenada por Bernardo Reyes, dada la intervención de uno de sus más encendidos partidarios, Heriberto Barrón.¹⁹ En esta oportunidad fueron encarcelados Arriaga, Juan Sarabia y Librado Rivera.²⁰ Para el año siguiente, después de salir de la cárcel, nuevamente en la simbólica fecha del 5 de febrero, Camilo Arriaga reorganizó el Club Ponciano Arriaga y lo estableció en la Ciudad de México; lo presidían el propio Arriaga y Antonio Díaz Soto y Gama, y eran secretarios Juan Sarabia, Ricardo y Enrique Flores Magón, y Santiago de la Hoz;²¹ los vocales fueron Juana B. Gutiérrez de Mendoza, Elisa Acuña y Rosete,²² María del Refugio Vélez, Alfonso Cravioto y Rosalío Bustamante, entre otros.²³ La famosa fotografía de estos hombres en el balcón de edificio de El Hijo del Ahuizote con un cartel que decía La Constitución ha muerto... recuerda la refundación del Club. Al parecer fue a Juan Sarabia a quien se le ocurrió la frase, para contrarrestar la oficial que decía: Vigencia de la Constitución.²⁴

    El 27 de febrero se emitió un manifiesto que se publicó el 31 de marzo, en el que podía apreciarse que estaban decididos a no dejarse intimidar por la represión. Al salir de prisión, muchos militantes irrumpían con más fuerzas para seguir combatiendo; en cambio, otros preferían retirarse. En este nuevo documento apareció con mayor nitidez la protesta por las injusticias sociales y económicas, destacándose la necesidad de detener la debacle porfiriana: no llamaban a la revolución, sino a salvar a la patria por medio de la organización de clubes liberales; invitaban a luchar por [su] regeneración. El documento ya objetaba la leva, la tiendade raya, el monopolio de tierras, y denunciaba la muerte de la Constitución, de la libertad y del sufragio. Sobre las vejaciones de la tiranía, sobre la intriga del clero, sobre la absorción del capitalismo y del militarismo, surja el edificio grandioso de la fraternidad, de la democracia y del engrandecimiento nacionales.²⁵ Su lema era Reforma, unión y libertad.

    De acuerdo con Cosío Villegas, esta nueva etapa del Club —que incorporó elementos capitalinos a los potosinos— produjo un lenguaje más combativo, agregó propósitos económicos y sociales y el deseo de participar políticamente, definiéndose como antirreleccionista, lo que causó tensiones en el grupo.²⁶

    La represión no se hizo esperar frente a este endurecimiento de la agrupación; muchos de los líderes más entusiastas fueron encarcelados por sus escritos, se iba consolidando un grupo de oposición integrado por personas de diferentes clases sociales y de diferente formación, si bien predominaba la gente con cierta ilustración.²⁷ La radicalización, que amenazaba con grandes confrontaciones durante la elección presidencial de 1904,²⁸ llevó a un mayor castigo en Monterrey y en la Ciudad de México: se confiscaron imprentas y se encarceló a muchos periodistas, entre ellos a Sarabia, los hermanos Flores Magón, Librado Rivera, Alfonso Cravioto y Santiago de la Hoz, por señalar algunos nombres. Arriaga y Díaz Soto y Gama abandonaron el país y, conforme fueron saliendo de prisión, muchos de los otros compañeros optaron por el destierro.

    A fines de 1903, Ricardo y Enrique con Santiago de la Hoz partieron hacia Estados Unidos, convencidos de que en México no podrían seguir con sus tareas periodísticas y proselitistas debido al acecho porfiriano, con la firme decisión de continuar la oposición de forma más radical y con la esperanza de ser acogidos por la ensalzada libertad estadounidense. El grupo se disgregó; los camaradas se refugiaron en diferentes lugares: unos en el extranjero, algunos quedaron en México y otros siguieron confinados en la cárcel.

    Ricardo y algunos más viajaron a Laredo y luego a San Antonio, Texas,²⁹ y allí permanecieron hasta febrero de 1905, cuando tuvieron que dejar la población debido a la vigilancia ejercida por los agentes secretos de Díaz y la presión que ejercía contra ellos el gobierno de Estados Unidos.³⁰ La persecución a la que fueron sometidos estos hombres los llevó a buscar la clandestinidad, pero ésta siempre fue rota por el acoso de las autoridades mexicanas que pagaban a agencias de detectives para realizar esas tareas apoyados por oficinas postales estadounidenses, quienes descubrieron claves, seudónimos, destinos, planes y domicilios. El gobierno tuvo un control absoluto de sus enemigos y cuando éstos intentaron algunas acciones armadas éstas fueron superadas con prontitud y eficacia.³¹

    Arriaga, Sarabia, Soto y Gama y los Flores Magón marcharon hacia San Luis, Misuri, una de las tres ciudades más importantes de Estados Unidos en ese momento, después de Nueva York y Chicago. En diferentes tiempos llegaron Antonio I. Villarreal, Rosalío Bustamante y Librado Rivera. Ahí se pusieron en contacto con líderes del movimiento obrero estadounidense y se dio la ruptura definitiva con Arriaga, quien volvió a San Antonio.³² No obstante las buenas intenciones de algunos camaradas,³³ la radicalización fue separando al grupo; unos quedaron al lado de Camilo Arriaga y otros se aglutinaron alrededor de Ricardo Flores Magón. Algunos autores consideran que Arriaga se sentía amenazado por el liderazgo de Flores Magón y que, ya en marzo de 1904, discutían en torno a la dirección del movimiento.³⁴ En mi opinión, la radicalización de las posiciones los enfrentaba. Arriaga no consideraba la revolución como una alternativa, mientras que Ricardo sí. De tal manera, esta escisión definió el mando del movimiento. La primera etapa de este movimiento liberal, de 1901 a 1905, fue conducida por Camilo Arriaga; a partir de entonces, la cabeza incuestionable sería Ricardo Flores Magón y el movimiento tomaría un cariz más radical.

    Primero, la Junta…, el ser

    El 28 de septiembre de 1905 se dio a conocer la integración de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano (joplm). Un largo manifiesto informó sobre esta decisión, que tenía como objetivo enfrentar al más infame y odioso de los déspotas³⁵ y evitar que la dictadura ocasionara mayores y quizá irremediables males a la Patria. La propuesta era simple: aglutinar a los mexicanos alrededor del Partido Liberal; sin embargo —y en este punto radicaba su novedad—, sus organizadores integrados en una Junta sugerían que se observara la situación del país y se meditara en los medios de lucha que la organización proponía para tomar una decisión inspirada en el patriotismo puro y desinteresado. Resulta pertinente presentar este documento con cierto detalle, no sólo porque en él se justifica la organización de la Junta, sino porque explica sus actividades inmediatas y también la distancia con algunos personajes como Arriaga y Madero, mucho más moderados.

    En el documento se hacían algunas consideraciones de orden histórico para analizar al gobierno de Díaz, el cual resultaba inculpado bajo fuertes calificativos; el menor, ser un gobierno militar. A diferencia de los tiempos de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, considerados el remate de los esfuerzos populares, se sostenía que con Díaz los mexicanos no supimos vivir en la democracia, en la República, bajo la ley, y retrocedimos á los tiempos de los cuartelazos y de las dictaduras. Se señalaba que en México existía un absolutismo peor que el ruso, que no atendía los lineamientos legales. Así, todas las facultades, todos los poderes, todos los derechos, están reunidos en manos del Dictador. Fuera de él, nadie tiene en México, ni funcionarios ni ciudadanos, derechos, autoridad ó facultades propias. Seguía lastimando el desapego a la ley, cuyo respeto era tan caro al liberalismo, así como la falta de respeto a las libertades, y la carencia de vida democrática: ¡Parecemos satisfechos con que una tiranía efectiva ultraje á la democracia, y la tome como disfraz, para mayor ludibrio de la libertad!.

    Si bien el responsable de tal situación era Díaz, de acuerdo con esta mirada, no era el único responsable: lo coreaba un grupo de funcionarios que lo sostenían, lacayos del gobernante, cuyas características eran la incondicionalidad y la carencia de escrúpulos. No se salvaba nadie. Por ello, todos fueron descalificados: secretarios de Estado, gobernadores, legisladores y jueces eran igualmente ciegos para obedecer y brutales para oprimir, pues, como lacayos, son obedientes como un perro para con el dictador y feroces como un tigre para con el pueblo.³⁶

    La conclusión no podía ser más oprobiosa:

    en México los individuos investidos de alguna autoridad, abusan de ella hasta lo inaudito, roban, matan, violan, sin la menor responsabilidad, y por eso el pueblo gime miserable y azotado, mientras la tiranía se yergue floreciente. Los opresores, ligados del primero al último por el lazo de complicidades, de servicios mutuos y mutuas complacencias, reinan fácilmente por su solidaridad inquebrantable, sobre el pueblo desunido y disperso.³⁷

    Los firmantes del documento consideraban que las Leyes de Reforma que limitaban al clero habían sido abandonadas, al aliarse el gobierno con la Iglesia. Sin embargo, en mi opinión, el ataque de los liberales no sólo estaba dirigido a exigir la separación de ésta y el Estado y censurar los excesos de la Iglesia, sino que además era toda una acometida contra la propia religión, a la que presentan como una sinrazón que favorecía a unos cuantos y perjudicaba a los más:

    El fanatismo, las supersticiones, el terror á los castigos eternos ó la esperanza imbécil de la gloria celestial; hacen á los hombres y á los pueblos impotentes para buscar la felicidad en la tierra y para sacudirse los yugos que los audaces quieran imponerles. Se es cobarde ante la opresión, con el pretexto de acatar la voluntad de Dios. Se tiene abyecta resignación ante el crimen, porque se considera inútil —así lo dice el fraile— oponerse á lo que Dios ha dispuesto. Y es la religión, religión de cobardías y abyecciones, religión de eunucos, la que arroja á los pueblos, después de robarlos, á morir bajo el látigo y el grillete de los opresores.³⁸

    También se detallaron las consecuencias sociales de esta forma degobierno. La visión que se ofreció era contundente; el lenguaje de estos hombres, reflejo de su ideología y actitud, ya se dijo, era incisivo y contrastante: miseria pública, ignorancia popular, abatimiento general, lo suficiente para que el más optimista confiese que estamos en el colmo de la ruina.³⁹ Pero tan grave situación, hacían notar, lejos de abatir, debía empujar a la acción antes de que fuera demasiado tarde. Por ello, siempre describían los temas tratados bajo un color compacto, sin tonalidades y sin matices.

    Se acusaba a Díaz y a sus hombres de haber regalado enormes cantidades de tierras a sus favoritos y se señalaba que muchos indígenas, que poseían pequeños terrenos desde tiempos inmemoriales, fueron robados […]. La pequeña propiedad, tan benéfica a los pueblos, ha ido desapareciendo en México, devorada por los acaparadores. Es decir, todavía veían a la pequeña propiedad privada como panacea, si bien sin mucho conocimiento de las peculiaridades que había adoptado legalmente, pues no diferenciaban la propiedad comunal, aún existente, de la división ya realizada en algunas partes en cumplimiento de las Leyes de Reforma.

    Respecto al trabajo se señalaba la condición espantosamente miserable de los trabajadores, que, privados de derechos, trabajaban jornadas de hasta 12 horas por apenas 75 centavos o menos, teniendo que sufrir además innumerables descuentos. En el campo la situación era más aflictiva todavía, pues su jornal era de 15 a 37 centavos, y se mantenían atados a sus amos por deudas inmensas, un sistema feudal, al que se oponía otro esclavista, localizado en algunos lugares de Yucatán y Valle Nacional.

    Esos desgraciados siervos están condenados a trabajar como bestias, á sufrir tormentos inquisitoriales y vivir hambrientos y desnudos. La finca en que trabajan es para ellos una prisión. Cuando los esclavos no pueden ya trabajar, ó enferman á consecuencia de las fatigas y los tormentos sufridos, se les abandona, se les niegan alimentos y medicinas y se les deja morir miserablemente.⁴⁰

    Para estos hombres la sociedad mexicana estaba irremisiblemente dividida en dos clases: la de arriba, integrada por el gobierno, el clero, los capitalistas y los extranjeros, que vivían de manera inmerecida en la opulencia, y la de abajo: la falange inmensa de los oprimidos, de los parias sin derecho á la libertad ni á la dicha, haraposos y hambrientos, extenuados por las fatigas, sombríos por los dolores, con relampagueos de odio y llamaradas repentinas de indignación en la pupila reveladora y taciturna. No había medias tintas en la descripción, y lo más dramático en ella es que, a la vez que insistían en la pobreza de estos grupos, destacaban su resentimiento —y de esa manera lo fomentaban—, ya que no había justificación posible para semejante desigualdad. Estas representaciones, me parece, hacían evidente su percepción de un escenario que justificaba, para ser modificado, el enfrentamiento de las dos únicas clases que ellos distinguían.

    La parte final del manifiesto es muy interesante porque marca el viraje de la organización y explica la ruptura definitiva del grupo inicial. Después de narrar con rudeza el entorno mexicano, se destaca que movimientos revolucionarios mal organizados habían intentado terminar con tal estado de cosas, pero habían sido aplastados con rigor. También señala que en la elección de gobernador de Coahuila, que acababa de celebrarse, se había realizado sin éxito una campaña irreprochable,⁴¹ pues a los ciudadanos se les impidió votar, y ellos decidieron no utilizar la fuerza contra la violencia que usaba el enemigo. La crítica de la joplm a esta respuesta era demoledora: no fue un pueblo vencido: fue un pueblo que se dejó vencer. Esta interpretación impuso una distancia entre los modos de apreciar las cosas:

    Un hecho queda evidente y doloroso: que el civismo, aun llevado á su mayor perfección como en Coahuila, es impotente como medio de que el pueblo se haga respetar por la tiranía. Los fracasos anteriores pudieron dejar incólume el prestigio del civismo, porque se podía argumentar que otras oposiciones carecían de tal ó cual elemento, que no fueron completas, que su falta de organización ó de independencia las hacía débiles y las exponía á irremisible derrota. Pero en Coahuila nada faltaba, no tenía la oposición una sola insuficiencia ni un solo defecto, y sin embargo, fracasó en absoluto. Es que el civismo, a legalidad, la razón, se estrellan sin remedio ante la fuerza bruta del despotismo.⁴²

    El caso para ellos era contundente, y así, el camino de la revolución quedó justificado:

    Tenemos fanatismo por la paz. Pero si tan inviolable la consideramos, ¿cómo es que nos [arrogamos] para nosotros solos el deber de respetarla y no exigimos á la Dictadura que la respete también? ¿Por qué no somos justos? Deberíamos nivelar nuestros derechos con nuestras obligaciones. Aceptemos el deber de conservar la paz; pero exijamos que la Dictadura lo acepte también. Esto no es proclamar un derecho revolucionario, sino sencillamente igualitario.

    Se justificaba públicamente la revolución, y quedaban en un lado los hombres que querían los cambios por procedimientos electorales y aceptaban cualquier vejación que los hacía más indignos, y en otro, los que estaban convencidos de que sólo empuñando las armas habría una transformación social, los buenos liberales, los patriotas. Una visión maniquea.

    Pero el enfrentamiento bélico no era posible por el momento; primero, era preciso que los liberales se unieran y organizaran bajo una misma bandera para fortalecerse. Así, se plantearon las bases para establecer el partido:

    Se integraba una Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano para trabajar por la formación de la organización partidaria y luchar contra la dictadura de Díaz, formada por Ricardo Flores Magón en calidad de presidente; Juan Sarabia como vicepresidente; secretario, Antonio I. Villarreal; Enrique Flores Magón, tesorero, y Librado Rivera, Manuel Sarabia⁴³ y Rosalío Bustamante como vocales. Esta Junta residiría en el extranjero para mantenerse a salvo. Regeneración sería el periódico oficial del grupo.

    Los ciudadanos que estuvieran de acuerdo constituirían en sus poblados agrupaciones secretas, sin acudir a formalismos, las cuales estarían en contacto con la Junta.

    Los grupos enviarían mensualmente su contribución a la Junta según los recursos y voluntad de cada uno.

    Los envíos servirían para apoyar los trabajos de la Junta, para fomentar publicaciones de oposición en México, para repartirlo entre los luchadores liberales en la pobreza, a los que maltratara la dictadura, y aun para ayudar a los funcionarios que cumpliendo con su deber perdieran su trabajo. Su propósito era hacer efectiva la solidaridad entre los liberales.

    Se guardaría total secrecía sobre los nombres de los miembros y no se darían a conocer entre ellos hasta no estar convencidos de que fueran leales a la causa; este punto en clara contradicción con los procedimientos de una organización partidaria convencional.

    El manifiesto terminaba haciendo una invitación a los mexicanos patriotas, honrados y nobles para redimir a la patria y hacerla libre, para acabar con el despotismo y erigir la democracia en su lugar. El lema propuesto era: Reforma, libertad y justicia, principios plenamente liberales.

    Al final del documento aparecía una nota: Encarecemos la mayor circulación y reproducción o reimpresión de este Manifiesto. Su mejor propaganda: la reiteración en la prensa independiente y la propagación de boca en boca.

    Precisamente, al decidir la reorganización del grupo, el periódico Regeneración incrementó su tiraje. A pesar de publicarse en ese momento en San Luis, Misuri, se distribuía en México a través de una red de tenderos, comerciantes y artesanos, hasta llegar también a manos de los obreros y campesinos.⁴⁴ Las necesidades económicas del periódico y de los líderes cuando eran aprehendidos se cubrían, como ya se dijo, con suscripciones, cuotas de los correligionarios y ayuda de periódicos afines como El Colmillo Público,⁴⁵ el mejor semanario independiente de caricaturas, según Regeneración.⁴⁶

    Hablar de manera disimulada, pero incontrovertible, de una revolución implicaba un reto al gobierno porfiriano, que no se hizo esperar. Apenas dos semanas después, a través de la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton, se incautaron las prensas y archivos del periódico y fueron aprehendidos los hermanos Flores Magón y Juan Sarabia por libelo y difamación hacia Manuel Esperón de la Flor. La fianza para liberarlos se obtuvo por las colectas hechas por periódicos mexicanos y estadounidenses simpatizantes con la causa liberal, y salieron de la cárcel en enero de 1906.⁴⁷

    Como ya se dijo, el gobierno mexicano sostuvo una persecución constante para conocer las acciones de estos hombres en Estados Unidos y tratar de detenerlos; la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton estuvo a su servicio, en tanto que la Secretaría de Relaciones Exteriores (sre) se mantenía atenta a los resultados de las pesquisas, y movilizaba en el mismo sentido a la Embajada de México y los consulados en aquel país, para tramitar la más leve acusación que pudiera llevarlos a la cárcel y paralizar su actividad, contando para este propósito con el respaldo de las oficinas gubernamentales de Estados Unidos.⁴⁸

    El manifiesto público fue reforzado con la correspondencia privada a los correligionarios, en donde sí se planteaba de manera abierta la revolución. Flores Magón no quería un cuartelazo sino un movimiento bien organizado bajo un programa al cual se adhiriera un grupo numeroso de hombres decididos y dispuestos a sostenerlo. Convencido de la necesidad de las reformas sociales para mejorar las condiciones de los trabajadores, y de las reformas agrarias, había que abandonar los programas que se referían sólo a lo político.⁴⁹

    Flores Magón planteaba, de esta manera, organizar una gran conmoción popular, realizando, para tal efecto, dos tareas paralelas: la difusión de su programa y la organización de la lucha armada; mientras que en ésta no tuvo éxito, en la otra sí. Muchos lo leyeron y simpatizaron, si no con todas, sí con algunas de las propuestas. Todos los días recibimos adhesiones a la Junta, y de ese modo, vamos conociendo nuevos elementos de combate, y vamos comprometiéndoles para que se apresten a la lucha, a la vez que aumentando el número de miembros, la Junta tendrá más dinero que emplear en armar al pueblo. Sin embargo, reconocían sus limitaciones:

    Ustedes nos dicen que tienen con nuestro amigo [Marcial Garza] Rivas más de cincuenta hombres listos que pueden ser caudillos: pero no es solamente caudillos lo que se necesita; se necesita dinero. El gobierno cuenta con elementos poderosos de fuerza, y es necesario que el pueblo también cuente con esos elementos, y para dárselos, se necesita dinero.⁵⁰

    Asimismo, se discutía la fecha para el levantamiento; el 21 de marzo de 1906, el centenario del natalicio de Benito Juárez, parecía una fecha demasiado cercana para que los preparativos estuvieran listos. Buscaban fechas cívicas, simbólicas, que les enviaran un mensaje a los liberales. El líder consideraba que se requerían otros seis meses para una mejor organización.

    Ricardo demandaba mesura, planeación, hermetismo; quería proteger a sus seguidores, sabedor de que los vigilaban:

    En público no excitamos al pueblo a las armas, porque vemos que sería peligroso hacerlo, no para nosotros, sino para nuestros correligionarios, porque al saber el gobierno que descubiertamente hacemos trabajos revolucionarios, sería interceptada la correspondencia que viene para nosotros, y nuestros amigos serían asesinados en México. Ven ustedes, que es preciso obrar con cautela. Nos remordería eternamente la conciencia si por nuestra imprudencia fueran asesinados nuestros amigos. Preferimos perecer nosotros a que otros sufran por nuestra causa… Sigan hablando de la organización del Partido Liberal. Exciten a los ciudadanos a unirse para crear un partido fuerte que sea capaz de hacer respetar los principios liberales. Pero no hagan llamamientos revolucionarios. Esos llamamientos deben hacerse en lo privado. No quiere esto decir que en su periódico ataquen la idea de la revolución. Eso no es bueno, pero no la mencionen. Hay que despistar a los tiranos.⁵¹

    De esta manera, al mismo tiempo que se realizaban los preparativos militares, se debía proceder a dar forma a un partido a través de una plataforma.

    Después, el Programa…, el hacer

    La nueva detención en San Luis, que les hizo ver que sus esperanzas habían sido vanas con respecto a las autoridades estadounidenses, provocó que se decidieran a trasladarse a Toronto y luego a Montreal. Salieron el 16 de marzo, pero continuaron con los planes esbozados en septiembre anterior.⁵² Lo que seguía era elaborar un programa para su partido. El grupo discutía el contenido —lo que se facilitaba, pues durante su estancia en Misuri habían decidido vivir juntos, en la misma casa—, pero en vez de definirlo completamente, unos días antes de dejar San Luis, el 26 de febrero, decidieron convocar a los correligionarios que así lo desearan para que enviaran sus sugerencias con respecto a los aspectos específicos que debía contener.

    Los integrantes de la Junta consideraban que debían elaborar un programa que contemplara sus aspiraciones y las medidas gubernamentales que se comprometían a cumplir. Desde su perspectiva, perfectamente justificada, este tipo de programas era necesario en todo partido. Aunque consideraban que ellos podían elaborarlo, prefirieron que se confeccionara con el contingente de todos los liberales. Así, propusieron unos puntos indispensables, cuyo desarrollo quedaría en manos de los correligionarios en caso de que los aceptaran. Los puntos eran seis:

    Definir las reformas constitucionales y la reforma, creación o supresión de leyes secundarias para restaurar las instituciones democráticas.

    Hacer efectivas las Leyes de Reforma, reforzándolas con nuevas disposiciones como podría ser la de quitar la instrucción de las manos del clero.

    Proponer leyes para beneficio de las clases trabajadoras (jornaleros, mineros y obreros).

    Plantear una división territorial más justa y provechosa.

    Limitar los privilegios a los extranjeros y su acceso a la propiedad para corregir los excesos de la dictadura y evitarlos en lo futuro.

    Disminuir los gastos administrativos del gobierno, las cargas impositivas y los empréstitos.⁵³

    Así, como medida salvadora para corregir un mal, reparar una injusticia, procurar un progreso, invitaban a todos los mexicanos liberales a que colaboraran en la elaboración del Programa sin distinción alguna: tanto el intelectual como el trabajador, el profesor como el obrero; todos son llamados a dar su opinión. De esta manera, el Programa sería un reflejo de los anhelos de todos.

    Villarreal, Rivera y Manuel Sarabia quedaron a cargo de Regeneración. Las propuestas se recibirían en las oficinas del periódico en San Luis hasta el 5 de abril y se publicarían el día 15. Los plazos eran cortos, tenían prisa, querían que el Programa estuviera listo antes de iniciar la revolución. Ese día, el 15, se daría a conocer el proyecto, después de que los miembros de la Junta incorporaran las sugerencias recibidas y se atendieran los comentarios de la prensa independiente. El propósito era que los lectores lo aprobaran o lo desaprobaran y, si éste era el caso, indicaran qué reformas debían hacérsele. Si eran más las propuestas de reforma, se modificaría y volvería a someterse al escrutinio público hasta alcanzar la mayoría de aprobaciones. Si esta mayoría se obtenía con la primera integración, se proclamaría solemnemente como el Programa definitivo del Partido Liberal. ⁵⁴

    Es probable, como sugiere Cockcroft, que, aun viviendo en diferentes ciudades, los dirigentes de la Junta se ocuparan de redactar el Programa asignándose los temas,⁵⁵ y que el Programa fuera también resultado de un largo intercambio epistolar a través del tiempo. Sin embargo, para este trabajo resulta significativo constatar que hubo una convocatoria en el periódico para discutir el contenido, y si bien seguramente no se sometió a votación, ni tampoco a una real aprobación de los correligionarios como se había señalado —pues cómo podría llevarse a cabo tal cosa con los recursos de la época y la estrechez de tiempo que se habían impuesto—, sí se atendieron sugerencias a favor y en contra delproyecto. Además, debe tenerse en cuenta que quienes leían el periódico y estaban en contacto con él a través de la correspondencia eran personas que compartían muchas de sus posiciones.

    Así las cosas, en otra sección del periódico se hacía ver que la convocatoria que estaban lanzando respondía a las circunstancias que ya hacían viable la elaboración del Programa, pues primero había sido necesario despertar en el pueblo el anhelo de un gobierno mejor, que imponía la necesidad de estudiar y mostrar el mal, para enseguida deducir el remedio.⁵⁶ Querían quitar a Díaz del poder, pero apegándose a un programa: los programas de gobierno los lanzan las colectividades que tienen la resolución y la fuerza suficiente para cumplirlos, y no personas aisladas que, por muy enérgicas y talentosas que se las suponga, nunca podrán realizar, ellas solas, la liberación de un pueblo y la radical transformación de un país.

    En este artículo se destacaba que el espíritu democrático exigía la consulta, pues serían todos los liberales quienes lo llevarían a la práctica y no sólo la Junta. Por ello, se hacía un llamado a los buenos liberales para que enviaran sus propuestas y se pedía a la prensa que se atendiera este asunto que era de gran trascendencia nacional. Hay que considerar que el Dictador tiene forzosamente que desaparecer y que todos los patriotas estamos en el deber de preocuparnos por el porvenir de nuestro país y debemos coadyuvar á prepararlo, según nuestras honradas aspiraciones.⁵⁷

    El contenido del Programa haría saber a los liberales por qué luchaban y sería la norma del gobierno resultante, por ello era el acto más serio trascendental hasta hoy en el curso de la lucha contra la tiranía.⁵⁸

    El 1 de abril anunciaron que habían recibido multitud de notas de México y del sur de Estados Unidos —donde residen muchos centenares de miles de mexicanos que están ansiosos de ver libre a la Patria que no han podido olvidar— con propuestas. Hacían notar que veían a los conciudadanos preocupados por un alto ideal de justicia y de libertad. Por ello estaban seguros de que el triunfo estaba próximo: el Programa encauzaría los anhelos de redención.⁵⁹

    El 15 de abril llegó y se publicó el proyecto, además de incluir una larga introducción explicativa del porqué de cada uno de los puntos en función de su carácter liberal y democrático y su posibilidad de resolver los problemas nacionales; los 51 artículos concretos que se habían incorporado estaban agrupados en 9 apartados: Reformas constitucionales, 10 artículos; Mejoramiento y fomento de la instrucción, 5; Extranjeros, 2 enunciados; Restricciones a los abusos del clero, 4; 13 artículos hacían referencia al Capital y trabajo; 4 a Tierras y 5 a Impuestos; 7 más se referían a Puntos Generales y había una Cláusula especial, que imponía la obligación (una vez aprobado el Programa) de dirigirse a los gobiernos extranjeros para hacerles saber que el pueblo no quería más deudas y no reconocería las que arrojara la dictadura sobre la nación.⁶⁰

    La organización no era muy rigurosa, pues muchos artículos implicaban reformas a la Carta Magna, aunque se incluyeran en otras secciones, pero así se remarcaban los temas sociales, económicos y políticos que interesaban a sectores amplios de la población, lo que llevó a que los rubros generales se incrementaran pasando de seis a nueve. Sin embargo, cabe destacar que no se abordaron algunos asuntos sobre los que se abrió la convocatoria, como las leyes secundarias, los gastos administrativos del gobierno y los empréstitos. La referencia a las Leyes de Reforma se limitó a la separación de la Iglesia y el Estado; sobre la suspensión de privilegios a los extranjeros se redujo al cambio de nacionalidad para los propietarios y la igualdad con los mexicanos en el trabajo; y apenas se desarrolló el rubro de Tierras, sólo cuatro artículos.

    En el mismo número del periódico se señalaba la importancia de dar a conocer el Programa con toda amplitud, de que llegara a todos los hogares. Para lograrlo, era necesario hacer un gran tiraje, por lo que solicitaban, apelando al patriotismo de sus correligionarios, una cooperación monetaria a la mayor brevedad. A mayor suma reunida, mayor circulación del Programa, y más se adelantará en el triunfo de nuestros ideales.⁶¹ Por ello insistían en la colaboración para que el tiraje resultara más económico en vez de que los correligionarios lo reimprimieran. Señalaban los beneficios de hacerlo así. Indicaban que pretendían imprimir medio millón de ejemplares para que el documento se distribuyera profusamente.⁶²

    Los liberales no se dejaban abatir por los obstáculos y daban muestras de gran entusiasmo al comentar los sucesos. Estaban satisfechos por lo realizado, pero se hacía ver que era apenas la mitad del camino, faltaba la otra, la más ardua: Necesitábamos ser antes de que pudiéramos pensar en hacer. El Programa, que incluiría las opiniones de los ciudadanos que habían querido colaborar, respondería a preguntas sustanciales: ¿por qué se luchaba?, y ¿qué se ofrecía al pueblo en lugar de la tiranía? Asimismo, sabían que tendrían detractores, pero también apreciaban, de manera optimista —no podía ser de otro modo tratándose de un texto político—, que el proyecto sería bien acogido por la mayoría de los mexicanos.⁶³ Sin embargo, admitirlo no era suficiente: era preciso llevarlo a la práctica, acabar con la apatía reinante —eran ambiciosos en sus pretensiones.

    También se señalaron las erratas más notables en la publicación del proyecto para evitar equívocos y se informó que la versión definitiva se daría a conocer el 1 de julio.⁶⁴ En los siguientes números del periódico, que aparecía cada quince días, se insistía en la importancia organizativa de la Junta y el papel del Programa, a la vez que se desestimaba el efecto de la represión. El destino era el triunfo y tenían que apresurar el paso. Cada miembro del partido debía ganar adeptos y hacer que el Programa llegara a las manos del paria, del obrero y del soldado para que éstos supieran el futuro que les aguardaba, ya que el Programa anunciará el advenimiento de una era de efectivo progreso y de innegable bienestar general, que serán el estímulo para más y mejores conquistas.⁶⁵

    Regeneración reprodujo un artículo de El Obrero, publicación de León, Guanajuato, que con entusiasmo elogiaba el extenso y muy razonado proyecto y les manifestaba su simpatía.⁶⁶ Consideraba que la tarea que se habían echado a cuestas los liberales toca á lo irrealizable, pero es nobilísima; raya en lo temerario, pero es meritoria bajo mil conceptos. Es nada menos que una nueva redención en el orden político y social, operada por medio de los altruistas principios de la Justicia y la Libertad.⁶⁷

    El 1 de junio Regeneración dio a conocer las sugerencias y los cuestionamientos, las adiciones y las reformas hechas por el público. Hacía saber que las opiniones incluían adiciones, reformas a lo que ya estaba incluido y supresión de algunos artículos, y así las presentaron; sin embargo —anotaban enfáticos—, el documento se aprobaba en lo general. Es decir, había coincidencia en la necesidad de elaborar un programa de esta naturaleza con los apartados que incluía.⁶⁸ Hacían notar que no se tomaron en cuenta las proposiciones que se referían a cuestiones secundarias o bien eran declaraciones de principios que no dan lugar a ninguna medida efectiva y que, por tanto, sobra proclamar.

    Todas las opiniones propuestas constan aquí. Hay opiniones diversas sobre un mismo punto; hay proposiciones que revelan un criterio radical; otras que se ven inspiradas por la moderación; pero todas han sido presentadas

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