Salvador Allende fue una personalidad política excepcional en el siglo xx. Nacido el 26 de junio de 1908 en Santiago de Chile en el seno de una familia acomodada, era nieto de un médico ilustre y progresista, Ramón Allende Padín, y descendiente de aquellos tres hermanos Allende Garcés que en los albores del siglo xix combatieron por la independencia nacional. Se aproximó a las ideas revolucionarias siendo un muchacho, guiado por la conciencia de clase de un carpintero anarquista de origen italiano, Juan Demarchi, en aquel Valparaíso de mediados de los años veinte.
Tras licenciarse en Medicina por la Universidad de Chile con la tesina Higiene mental y delincuencia, surgida de su práctica de varios años en el Manicomio Nacional, en 1933 participó en la fundación del Partido Socialista (PS), una fuerza política distanciada de la socialdemocracia y también de Moscú, marxista y profundamente latinoamericanista. Su carrera política fue meteórica. En 1937, a los veintinueve años, fue elegido diputado por Valparaíso, sería designado subsecretario general del PS en diciembre de 1938, y entre enero de 1943 y julio de 1944, tras su etapa como ministro de Salubridad, asumió la Secretaría General.
Desde aquel tiempo cultivó la amistad del diplomático Hernán Santa Cruz. “Una de las cualidades de Salvador era su lealtad no solo hacia sus amigos, sino hacia sus principios, sus ideas y sus compromisos”, aseguró en 1988 quien fuera uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y, como otras personas cercanas, también destacó su gran capacidad de