Desde hace un poco más de una década que la democracia liberal ha sido interrogada en numerosas ocasiones. En Argentina, el intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, se inscribe en un ciclo de persecución política y judicial que se inició durante el gobierno de Mauricio Macri. Desde ese entonces, la vandalización de varios monumentos del expresidente Néstor Kirchner y de varios murales que homenajeaban a los desaparecidos durante la última dictadura militar argentina, son expresiones violentas por parte de grupos de derechas radicales que apunta a la destrucción del “otro” –el adversario político– en términos físicos, discursivos y simbólicos. A nivel regional se observa una escalada de violencia que en Estados Unidos se evidenció en el asalto al Capitolio por parte de grupos de derecha simpatizantes del presidente saliente Donald Trump. En Brasil, encontramos un modus operandi similar en los bolsonaristas que tomaron el congreso a pocos días de que Lula Da Silva asumiera su tercer mandato. En el Brasil de Bolsonaro se aumentó la presencia de militares en áreas de gobierno, se legitimó el uso de la violencia que condujo al incremento de las manifestaciones de violencia política y de asesinatos a simpatizantes del Lulismo. A nivel global, se evidencia un cambio de época que muestra signos de aceleración tras la pandemia por COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania. La crisis climática, la revolución tecnológica que tiende a expulsar a la mano de obra humana del sistema productivo, así como la falta de iniciativas políticas para generar empleo de calidad y salarios dignos, se traduce en graves conflictos sociales y en crisis de representación política que amenazan la estabilidad de las democracias. Por otra parte, los cuestionamientos al sistema patriarcal de la mano de la cuarta ola feminista y las luchas por las diversidades sexo-genéricas, pusieron en jaque los roles tradicionales de género y familiares. En ese repertorio de trasformaciones socioculturales se inscribe la proliferación de movimientos antiderechos. La disputa política y partidaria está atravesada por el peso de las redes sociales, los medios masivos y los influencers políticos. La virtualidad facilita la producción y la reproducción de los discursos de odio y de desprecio hacia los “adversarios” que legitiman la consolidación de nuevos liderazgos políticos que preconizan discursos disruptivos, conservadores y violentos. Esta coyuntura regional y mundial parece indicar que América latina está atravesando un nuevo umbral histórico, cuya naturaleza es en algunos aspectos novedosa. Pero: ¿qué es lo nuevo de las nuevas derechas que han conseguido derrotar, desplazar o arrinconar a los gobiernos de la marea rosa de inicios del siglo XXI?El Grupo de Trabajo CLACSO Derechas latinoamericanas: dictaduras y democracias reúne y apunta a poner en diálogo a investigadores e investigadoras de una decena de países con diversa formación disciplinaria y de distintas generaciones, interesados en el estudio de organizaciones de derecha desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. Se trata de un grupo que aspira a contribuir a dos campos de análisis:· el de historia de las dictaduras sudamericanas y caribeñas· el dedicado al estudio de las derechas en el período comprendido entre la Guerra Fría y la actualidad En el transcurso de esta fase del GT, apuntamos a continuar con el desarrollo eventos y actividades académicas destinadas a discutir y comprender el avance de las derechas en la región pero también a producir un conjunto de materiales de difusión en diversos soportes (libros, podcast, audiovisuales, etc.) para ser usados en diversos espacios e instituciones como en ámbitos de la enseñanza formal e informal.Coordinadora: Gabriela Gomes