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Chile, 50 años después
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Libro electrónico175 páginas2 horas

Chile, 50 años después

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Información de este libro electrónico

Desde que en octubre de 2019 el estallido social removió los cimientos de la sociedad chilena, el país ha vivido varias citas históricas con las urnas en que la ciudadanía ha tenido que enfrentarse a una disyuntiva que no es nueva en la historia de Chile. El camino parece bifurcarse, en todas las ocasiones, entre la necesidad de avanzar hacia un horizonte de más justicia social o mantener un modelo económico que ha normalizado la desigualdad, pero que ha convertido también a Chile en el país más próspero de la región.
Este libro busca dar algunas claves para entender la crisis política y social que atraviesa el país, la más importante desde la recuperación de la democracia. Y lo hace desde la perspectiva de lo vivido estos 50 años.


En 2023 se cumplen 50 años del golpe de Estado, pero también 25 años del arresto de Augusto Pinochet en Londres. La fecha coincide con el 75º aniversario de la Declaración de Derechos Humanos y el país vuelve a preguntarse hacia dónde avanza. ¿Se abrirán por fin las grandes alamedas que vaticinó el presidente Salvador Allende en su último discurso? La respuesta sigue abierta, aunque las voces de este libro tienen algo en común: la esperanza de que se haga realidad.


Con textos de:
Miquel Iceta: Escribir sobre Chile
Carlos Castresana: La tercera transición (epílogo)
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 oct 2023
ISBN9788413528595
Chile, 50 años después
Autor

Michelle Bachelet Jeria

(1951) Ha sido presidenta de Chile (2006-2010 y 2014-2018) y la primera mujer en ocupar este cargo. Fue ministra de Salud y de Defensa en Chile y recientemente directora de ONU Mujeres y Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

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    Vista previa del libro

    Chile, 50 años después - Michelle Bachelet Jeria

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    Índice

    PRÓLOGO. CINCUENTA AÑOS DEL GOLPE, por Michelle Bachelet

    INTRODUCCIÓN. ¿SE ABRIRÁN LAS GRANDES ALAMEDAS?, Beatriz Silva

    CAPÍTULO 1. ESCRIBIR SOBRE CHILE, Miquel Iceta

    CAPÍTULO 2. LA PARADOJA DE CONSIDERAR EL MERCADO COMO UN SIGNO DE DEMOCRACIA, Entrevista a Diamela Eltit

    CAPÍTULO 3. UNA NUEVA CONSTITUCIÓN PARA CAMBIAR CHILE, Entrevista a Flavio Quezada

    CAPÍTULO 4. LA NORMALIZACIÓN DE LA DESIGUALDAD Y LOS PRIVILEGIOS, Entrevista a Clarisa Hardy

    CAPÍTULO 5. UNA REVOLUCIÓN FEMINISTA, Beatriz Silva

    CAPÍTULO 6. EL NEOLIBERALISMO Y LOS CHICAGOS BOYS, Francesc Trillas

    CAPÍTULO 7. EL PROTAGONISMO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES, Victor Tricot

    CAPÍTULO 8. EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL QUE ANUNCIÓ EL ESTALLIDO SOCIAL, Entrevista a Camilo Ballesteros

    CAPÍTULO 9. FEMINISMO POPULAR O EL HAMBRE COMO PROBLEMA POLÍTICO, Entrevista a Aída Moreno

    CAPÍTULO 10. LOS CERROJOS DE LA CONSTITUCIÓN DE 1980: UNA DEMOCRACIA PROTEGIDA, Entrevista a Fernando Atria

    CAPÍTULO 11. LOS MIL DÍAS DE LA UNIDAD POPULAR, Beatriz Silva

    CAPÍTULO 12. CON MOTIVO DEL 50º ANIVERSARIO DEL GOLPE MILITAR Y LA MUERTE DE SALVADOR ALLENDE, Carlos Jiménez Villarejo

    CAPÍTULO 13. EPÍLOGO. LA TERCERA TRANSICIÓN, Carlos Castresana Fernández

    AGRADECIMIENTOS

    SOBRE LAS AUTORAS Y LOS AUTORES

    NOTAS

    Beatriz Silva (ed.)

    Chile, 50 años después

    Prólogo de Michelle Bachelet

    Imagen de cubierta: Susana Hidalgo

    © Michelle Bachelet, Cristián Bustos, Carlos Castresana, Miquel Iceta, Carlos Jiménez Villarejo, Beatriz Silva, Víctor Tricot, Francesc Trillas, 2023

    © Los libros de la Catarata, 2023

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 20 77

    www.catarata.org

    CHILE, 50 AÑOS DESPUÉS

    isbne: 978-84-1352-859-5

    ISBN: 978-84-1352-832-8

    DEPÓSITO LEGAL: M-29.770-2023

    thema: 1KLSH/JPHX/JPHV

    impreso por artes gráficas coyve

    este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

    A mi hija Beatriz, con la esperanza de que ella pueda ver cómo se abren las grandes alamedas. No solo en Chile.

    Prólogo

    Cincuenta años del golpe¹

    El 11 de septiembre de 1973 fue un día trágico que marcó la historia de Chile. Aplastó nuestras esperanzas de vencer una tremenda desigualdad estructural, acabó con el Gobierno de Salvador Allende y con nuestra democracia, pero también nos dividió profundamente.

    A 50 años de una tragedia mundialmente conocida por su brutalidad, es necesario revisar ciertos mínimos comunes para poder proyectarnos como país, porque la historia hay que comprenderla para no repetirla. Debemos tener claridad sobre el momento que vivimos y debe ser una lección para el futuro que construiremos en los próximos años, para que en Chile nadie dude sobre la gravedad de lo ocurrido, para que todos y todas tengamos la sensatez de que no puede volver a ocurrir.

    A 50 años del golpe de Estado, necesitamos un Chile más unido, en el que luchemos por nuestro más profundo anhelo: terminar con la desigualdad que ha marcado históricamente a nuestro país, alcanzar el bienestar y la dignidad para todas y todos quienes habitan nuestro territorio.

    Necesitamos un acuerdo político que nos exija pensar la política de manera más flexible y más gradual. La aprobación de una nueva Constitución que, a diferencia de la actual, normalice las divergencias y facilite los cambios, podría ser una oportunidad en la línea de fundar las políticas públicas en acuerdos. Una Constitución en la que ninguna mirada quede fuera, que ayude al buen funcionamiento del país y responda al Chile de hoy.

    Para ello se precisa encontrar el punto de encuentro, el denominador común que permita entregar al país un marco de entendimiento que sea consistente en permitir el desarrollo de nuestros principios comunes y que sea fruto de un acuerdo amplio sobre el equilibrio entre lo esencial y lo aplicable, que establezca principios permanentes y capacidad de llevarlos a la práctica.

    Cuando hoy hablamos del golpe de Estado, debemos entender que el 70% de los chilenos y chilenas no había nacido hace 50 años. Es decir, quienes fuimos testigos de esos hechos brutales somos hoy una minoría en nuestro país. Y somos justamente quienes vivimos de cerca estos acontecimientos quienes tenemos una responsabilidad con la memoria, porque es lo que nos permite como sociedad reconocernos en el presente y conectar el ayer con el mañana.

    La política, en términos simples, consiste en procesar nuestras diferencias de manera pacífica, respetando las libertades y visiones de unos y otros; es clave entender las limitaciones y ponerse de acuerdo en cuestiones básicas.

    En 1973 la política fue derrotada y eso es algo que no puede volver a ocurrir.

    Un golpe de Estado no puede justificarse jamás. Nunca puede formar parte de las opciones que tienen los países para resolver sus diferencias, porque no es más que la forma de aplastar a un Gobierno y aterrorizar a un pueblo. Esta es una de las cuestiones básicas en las que debemos estar de acuerdo hoy. Imágenes como la del bombardeo a La Moneda y los tanques rodeando la casa de Gobierno no pueden dejar a nadie indiferente.

    No importa cuán complejo sea el contexto político, la democracia no debe ser nunca puesta en duda. La dictadura no hizo más que confirmar el enorme abismo que separa una democracia, con todas sus imperfecciones, y un régimen que recurre a la fuerza más brutal para eliminar las libertades civiles y políticas básicas.

    La democracia no es un sistema perfecto, pero es el mejor sistema que tenemos. Es un sistema que cuenta con las herramientas e instituciones para corregir sus falencias. La democracia se construye en un diálogo entre miradas plurales y diversas en donde la autocrítica y la crítica honesta son bienvenidas en cualquier proceso político. Son, de hecho, una de las armas de la democracia.

    Otra cuestión en la que todos debemos estar de acuerdo es que los crímenes de lesa humanidad no tienen cabida en Chile ni en ningún lugar del mundo. Aún estamos cargando dolores como sociedad, porque durante 17 años una política de Estado se basó en aniquilar a quienes pensaban distinto o a quienes se consideraban peligrosos. Nada nunca puede justificar que se atropelle la dignidad que nos define como humanidad.

    Es innegable que hay hechos incuestionables, documentados, y las heridas son más difíciles de sanar si hay quienes niegan o justifican lo que ya establecieron comisiones como Rettig o Valech, o las mismas investigaciones judiciales. Esto deteriora nuestra posibilidad de ser comunidad. Es por ello que nuestro deber moral es hacer todo lo posible para que no se repitan casos tan dolorosos como los que se vivieron durante la dictadura.

    En Chile, cuando hablamos del golpe de Estado, de la dictadura, de los crímenes de lesa humanidad, no hablamos de conceptos abstractos, sino que hablamos de hechos que quedaron marcados a fuego en nuestra memoria individual, institucional y nacional.

    Cuando observamos las encuestas sobre la democracia y cómo se ha perdido la credibilidad en esta, debemos alertarnos. Un ejemplo de ello es la última encuesta del Centro de Asuntos Públicos (CEP) que refleja la desconfianza de los chilenos y las chilenas hacia el sistema político institucional y en la que el 25% de los encuestados y las encuestadas apoya la sentencia de que es igual un régimen democrático que uno autoritario. Otras encuestas muestran que, para un porcentaje de chilenos y chilenas², el mejor gobernante de Chile ha sido Augusto Pinochet.

    Estas fechas llegan como un espejo en el que nos reconocemos como chilenas y chilenos y al cumplirse estos 50 años debemos mirarnos y reconocernos como hermanos de un mismo país que tenemos que defender y en el que tenemos que profundizar en la democracia y respetar siempre los derechos humanos. Esa es una responsabilidad compartida. Debemos asegurar que haya verdad y justicia plenas, y un compromiso de toda la ciudadanía de cuidar la democracia. De ahí la importancia del Plan de Búsqueda de Detenidos Desaparecidos anunciado por el actual Gobierno.

    Recientemente leí las memorias de Patricio Aylwin, La experiencia política de la Unidad Popular. Al inicio y al final, el expresidente se pregunta qué podríamos haber hecho mejor o distinto para haber logrado cambiar el curso de los acontecimientos. La desconfianza en ese entonces hizo imposible llegar a acuerdos, algo de lo que debemos aprender. Debemos también cuidar el lenguaje y la forma en la que nos relacionamos los unos con los otros, porque las formas también importan y debemos cuidarlas.

    La memoria es una herramienta poderosa. Recordar el golpe de Estado y sus consecuencias nos permite reflexionar sobre nuestro pasado, comprender nuestro presente y, lo que es más importante, construir un futuro mejor. No olvidemos el pasado, pero utilicémoslo como un faro para guiar nuestras acciones futuras y construir un Chile más justo y equitativo.

    Michelle Bachelet

    Introducción

    ¿Se abrirán las grandes alamedas?

    Beatriz Silva

    Este año se cumplen 50 años del golpe de Estado que acabó con la democracia en Chile y 25 años del arresto de Augusto Pinochet en Londres. Pocas personas habrían imaginado hace dos años, cuando el país se encontraba en plena efervescencia para redactar una nueva Constitución, que esta fecha fatídica llegaría no solo con el texto redactado en 1980, en plena dictadura, todavía en vigor, sino con un proceso en marcha para sustituirlo liderado por los mismos sectores que reivindican el golpe de Estado.

    Incluso a mí, siendo chilena, me resulta difícil entender la montaña rusa política y emocional que vive el país desde que en octubre de 2019 se desató el estallido social. Patricio Guzmán, que ha dedicado su vida a retratar e intentar entender nuestro país a través de sus documentales, dice que Chile es un país contradictorio, acostumbrado a sorprenderte. Un país de terremotos que te toman por sorpresa y que eso no se cambia de la noche a la mañana. O no se cambia nunca.

    Este libro busca dar algunas claves para entender el último terremoto que ha vivido y las secuelas telúricas que siguen y seguirán condicionando la vida política y social de Chile en un futuro inmediato. No pretende ser una mirada exhaustiva ni tampoco neutra. Recoge el punto de vista de personas que creen, con distintos matices, que el modelo económico y social chileno que ha privatizado todas aquellas cosas que son esenciales para el mantenimiento de la vida, como la salud, la educación y las pensiones, pero también bienes como el mar y el agua, debería ser reemplazado por uno más justo y democrático. Lo hace también desde la perspectiva de lo vivido en estos 50 años.

    Desde que el estallido social o la revolución del 18 de octubre removió los cimientos de la sociedad chilena, el país ha vivido varias citas históricas con las urnas en que la ciudadanía ha tenido que enfrentarse a una disyuntiva que no es nueva en la historia del país. El camino parece bifurcarse, en todas las ocasiones, entre la necesidad de avanzar hacia un horizonte de más democracia y justicia social o mantener un modelo político y económico que ha normalizado la desigualdad, pero que ha convertido también a Chile en el país más próspero de la región.

    Un modelo que Clarisa Hardy define en estas páginas como de progreso no inclusivo, porque, a pesar de que ha conseguido erradicar la extrema pobreza y mejorar las condiciones materiales de vida de casi toda la población, las brechas de desigualdad se han mantenido en el tiempo, así como la

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