El mantenimiento de la fidelidad en una relación de pareja es algo que va “contra natura”, en nuestro origen como especie: el 90% de los mamíferos es infiel a su pareja. Solamente en el caso de las aves ese porcentaje se invierte. En el caso de nuestros ancestros más cercanos, los primates, la monogamia sigue siendo minoritaria, no alcanzando el 30%. Así lo explicaba Félix Rodríguez de la Fuente (MÁS ALLÁ, 373) en la última entrevista que concediera a la revista Playboy (1980): “La monogamia es impropia de cualquier primate superior y, desde luego, absolutamente anormal en el hombre. Entre los humanos, posiblemente se trate de una actitud económica, social, cultural… pero, desde luego, no es básica”. El experto naturalista argumentaba que esa tendencia a la infidelidad habría sido clave en la supervivencia de nuestra especie: “La especie humana vive durante millones de años en una sociedad en la que el amor es masculino (léase heteropatriarcal). Si el hombre fuera monógamo como los gansos habría dado lugar a la desaparición de la especie”.
Más de siete millones de años de evolución, desde que nuestro ancestro más antiguo (MÁS ALLÁ, 387) todavía no hubiera descendido de las ramas, han terminado modificando nuestra conducta. Aunque genéticamente estemos programados para la poligamia (léase infidelidad), nuestra integración como seres sociales nos ha hecho evolucionar desprendiéndonos, hasta cierto punto, de nuestros ancestrales impulsos animales. Aunque solo sea para facilitar la crianza y educación de los hijos, los seres humanos somos (o deberíamos ser) monógamos. Sin embargo, ¿cuáles son los factores que intervienen en una relación de pareja? ¿Qué tipos de relaciones de pareja existen? ¿Es posible pronosticar si una pareja terminará en ruptura?
El puede ser concebido como un
