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El amanecer de la luz eterna: Crónicas de Eldoria, #1
El amanecer de la luz eterna: Crónicas de Eldoria, #1
El amanecer de la luz eterna: Crónicas de Eldoria, #1
Libro electrónico102 páginas1 hora

El amanecer de la luz eterna: Crónicas de Eldoria, #1

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Saga épica que narra la historia de Aelar y sus compañeros en su lucha para mantener la luz y el equilibrio frente a las fuerzas de la oscuridad en el mundo de Eldoria. A lo largo de la historia, el grupo de héroes enfrenta numerosos desafíos, traiciones y batallas que prueban su valentía, su amistad y su compromiso con su causa. Cada capítulo revela una etapa de su viaje, desde la recolección de fragmentos de luz y enfrentamientos con seres malvados, hasta rituales místicos y sacrificios personales para proteger su mundo.

La narrativa está llena de elementos de fantasía clásica, incluyendo magos, elfos, dragones y artefactos mágicos, y se centra en temas universales como el bien contra el mal, el sacrificio, la unidad y la esperanza. La historia culmina con la transformación de Aelar en un Guardián eterno y la promesa de un futuro pacífico para Eldoria bajo su vigilancia y la de sus compañeros.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 abr 2024
ISBN9798224634682
El amanecer de la luz eterna: Crónicas de Eldoria, #1
Autor

Moris Polanco

Moris Polanco (Guatemala, 1962) es doctor en filosofía por la Universidad de Navarra. Ha sido profesor en diversas universidades de Guatemala y Colombia y es autor de más de 20 libros. Es miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española.

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    El amanecer de la luz eterna - Moris Polanco

    Capítulo 1: La forja del destino

    Era una mañana como cualquier otra en la aldea de Thalindor. El canto de los pájaros tejía melodías con el susurro del viento, y el pequeño poblado comenzaba a despertar. Aelar, un joven de cabellos como la noche más profunda y ojos verdes como el bosque eterno, trabajaba en la forja de su padre, golpeando el hierro con precisión y pasión. Su mente, sin embargo, volaba lejos de la fragua, perdida en los enigmas de los sueños que lo habían inquietado la noche anterior.

    —¿Otra vez en las nubes, Aelar? —preguntó su padre, un hombre de espaldas anchas y mirada firme—. Los sueños no forjarán espadas.

    Aelar se sobresaltó, volviendo al presente. —Perdón, padre. Solo... son esos sueños otra vez.

    —Ya te he dicho, los sueños son solo eso, sueños. Concentra tu energía en el acero —aconsejó su padre, entregándole una espada aún sin terminar.

    Aelar asintió, aunque en su interior sabía que había algo más en esos vislumbres nocturnos. Visualizaciones de lugares que jamás había visitado y criaturas que no se parecían a nada que hubiera visto en Eldoria. Sacudiendo su cabeza, dejó que el ritmo de la forja acallara sus pensamientos.

    El chisporroteo de la fragua fue interrumpido por un grito que venía desde el centro de la aldea. Aelar y su padre intercambiaron una mirada preocupada antes de salir precipitadamente de la forja. Los aldeanos se congregaban alrededor de un viejo roble, bajo cuya sombra se encontraba un hombre envuelto en ropajes azulados, su rostro parcialmente oculto por una capucha.

    —¡Viajero! —gritó uno de los aldeanos—. ¿Qué noticias traes a Thalindor?

    El forastero levantó la vista y, con una voz que sonaba como el murmullo de un arroyo distante, respondió:

    —Oscuridad se cierne sobre los reinos del norte. Criaturas olvidadas despiertan en la Tierra Oscura.

    Un murmullo preocupado recorrió la multitud. Aelar sintió un escalofrío que le recorrió la espina dorsal. Las palabras del extraño resonaban con los susurros de sus sueños.

    —¿Quién eres? —preguntó Aelar, dando un paso adelante.

    Los ojos del viajero se encontraron con los de Aelar, brillando con un fulgor mágico. —Soy Eolande, mago errante de las tierras de Eridan. Y tú, joven herrero, eres más de lo que tú mismo conoces.

    El padre de Aelar se interpuso ante ellos. —Agradezco la advertencia, mago, pero aquí nos protegemos con acero y brazos fuertes, no con presagios y conjuros.

    Eolande asintió respetuosamente. —El acero y la valentía son vitales, pero esta sombra que se levanta... requerirá de antiguas alianzas y poderes olvidados.

    La conversación fue interrumpida por un estremecimiento que sacudió el suelo. Los aldeanos gritaron mientras del bosque emergían criaturas de pesadilla: lobos deformados con ojos ardientes y cuervos de tamaño monstruoso que oscurecían el cielo con sus alas. Aelar corrió hacia la forja, agarró una espada recién forjada y enfrentó la amenaza con determinación.

    —¡Defended la aldea! —rugió su padre, empuñando un martillo de herrero.

    La batalla fue caótica, con Aelar moviéndose al compás de un baile mortal. A su lado, Eolande tejía hechizos, sus palabras eran un canto que daba forma a la luz y repelía la oscuridad.

    Cuando el último de los monstruos cayó, un silencio pesado se asentó sobre Thalindor. Aelar, con el aliento agitado y el corazón acelerado, comprendió que su vida ya no podría ser la misma.

    —Debes partir, Aelar —le dijo Eolande—. Tu destino no se encuentra entre estas forjas. Los fragmentos de luz te esperan, y solo tú puedes reunirlos.

    Aelar miró a su padre, buscando negación, pero en su lugar encontró una profunda tristeza y comprensión.

    —Tienes mi bendición, hijo —dijo su padre, colocando una mano sobre el hombro de Aelar—. Siempre supe que estabas destinado a grandes hazañas.

    Con un nudo en la garganta, Aelar asintió. Al alba, se dispuso a abandonar la única vida que había conocido, emprendiendo un viaje que lo llevaría a través de las sombras y la luz, hacia su destino y el de todo Eldoria.

    Capítulo 2: Sueños de sombra y luz

    El viento susurraba entre los árboles de Eldoria, portando un aroma a tierra mojada y promesas de aventuras desconocidas. Aelar caminaba a paso firme, con su espada colgando del cinturón y una pequeña mochila a la espalda. Eolande, el mago errante, marchaba a su lado, envuelto en su capa azul que parecía absorber la luz de la luna.

    —Nunca había salido de Thalindor —confesó Aelar, observando con cautela las sombras que danzaban entre los árboles—. No sé si estoy preparado para lo que nos espera.

    Eolande sonrió con sabiduría, una chispa brillante en sus ojos.

    —La preparación es un proceso, no un estado de ser. Avanzar es la primera prueba que debes superar.

    Aelar asintió, aún inseguro, pero decidido a enfrentar su destino.

    La primera noche fuera de la aldea fue tranquila, si se excluye el coro de criaturas nocturnas y el ocasional resplandor de los ojos curiosos entre la maleza. Mientras Eolande levantaba un campo de fuerza alrededor de su campamento, Aelar se encargó de encender una pequeña fogata.

    —Ahora, descansa —le indicó Eolande—. Mañana, el viaje se tornará más exigente.

    Aelar se acostó cerca del fuego,

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