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El Retorno de los Jinetes de Dragón: Dragones de Durn Saga, #2
El Retorno de los Jinetes de Dragón: Dragones de Durn Saga, #2
El Retorno de los Jinetes de Dragón: Dragones de Durn Saga, #2
Libro electrónico274 páginas3 horas

El Retorno de los Jinetes de Dragón: Dragones de Durn Saga, #2

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EL RETORNO DE LOS JINETES DE DRAGÓN es el segundo libro de la serie Los Dragones de Durn Saga de Kristian Alva.

En el Este, el tirano emperador Vosper reúne sus tropas, listo para conquistar todo el continente. Su objetivo es la ciudad rebelde de Parthos, el último santuario de los jinetes de dragón. Al sentirse acorralados, los jinetes se ven obligados a luchar por sus vidas, dejando la seguridad de Parthos y de las Arenas de la Muerte para viajar por Durn reuniendo información y reafirmando sus alianzas. Elías Dorgumir, un magonato no experimentado, es el objetivo principal de Vosper. Él es la clave de una antigua profecía, y Vosper hará cualquier cosa para atraparlo. ¿Estarán a tiempo los jinetes de dragón para salvar a Elías y evitar que Vosper destruya su último refugio?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 mar 2014
ISBN9798201993474
El Retorno de los Jinetes de Dragón: Dragones de Durn Saga, #2
Autor

Kristian Alva

Kristian Alva is a bestselling fantasy author. Her books have reached #1 in Juvenile Fantasy on Amazon UK and Amazon Australia. When she's not writing, she enjoys reading all genres, especially epic fantasy. She lives in Nevada with her family.

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    El Retorno de los Jinetes de Dragón - Kristian Alva

    1. Los Cazarrecompensas

    ELÍAS SALIÓ A CUBIERTA y respiró profundamente. El aire de la noche era frío y húmedo. Thorin se acercó y le dio una palmada en el hombro. Bonita noche, ¿eh, amigo?

    Sí, si te gusta la lluvia, respondió Elías.

    El tiempo era horriblemente frío, y aquella fina y constante lluvia aguaba su ya pésimo humor. Thorin y Elías llevaban dos días viajando por el Orvasse. El clima dificultaba su avance, y la presencia de Elías era ocultada mediante grandes precauciones. El joven se percató de que estaban acercándose a la costa. Thorin, ¿vamos a desembarcar?

    Sí, debemos atracar en breve. Nos hemos quedado sin comida, y tengo que alimentar a los caballos. Le he pedido al capitán que atraquemos en Esther Downs. Es un pequeño centro de comercio junto al río. Creo que será seguro parar.

    El Capitán Gremley guió su nave hasta el puerto. Una vez el barco estuvo paralelo al muelle, Thorin y el capitán se bajaron de un salto y lo amarraron con una fuerte soga. El sol ya se había ocultado, pero el fuerte aún bullía de actividad. Varios hombres se movían por el exterior, y había otra docena de barcos amarrados.

    Elías podía vislumbrar el interior del puesto de avanzada, iluminado por multitud de lámparas de aceite. Había un grupo de gente charlando en la puerta. Los comerciantes ofrecían distintos tipos de mercancías, un hombre vendía comida desde su carreta que era tirada por un burro. Las tripas de Elías rugieron y se llevó la mano al estómago, avergonzado por el ruido. Su última comida caliente había sido en Hwit Rock.

    Gremley se dirigió a Thorin. Voy a comprar algunas provisiones. ¿Alguno de vosotros quiere venir?

    Ná, Elías y yo vamos a llevar a los caballos a pastar un poco. Toma, aquí tienes unas monedas; cómpranos algo de comer, ¿vale?

    De acuerdo, respondió el capitán, tomando las monedas de Thorin y dirigiéndose al fuerte.

    Thorin esperó a que el capitán no pudiera oírles, se dio la vuelta y susurró: Elías, no podemos arriesgarnos a entrar, alguien podría reconocerte. Los soldados de Vosper seguramente ya han repartido sus carteles de búsqueda por aquí y por todas partes. Alejémonos un poco con los caballos, para que puedan pastar. Ya ha oscurecido, basta con que lleves la capucha puesta. Encontraremos algún sitio tranquilo donde puedas practicar hechizos.

    De acuerdo, asintió Elías, cubriéndose la cabeza con la capucha, que ocultaba su rostro casi por completo. Me llevaré el libro de hechizos de mi abuela.

    Ambos montaron sus caballos y se alejaron silenciosamente del puesto. Sus ojos fueron acostumbrándose a la oscuridad. La luna brillaba lo suficiente para permitirles seguir el camino hasta una zona apartada. Elías seguía de cerca a Thorin, cuya visión de enano era superior a la suya. Junto a los márgenes del camino había unas pocas cabañas, y vieron unas ovejas paciendo en las cercanías. Al llegar a una pradera desmontaron y los caballos se pusieron a pastar. La llovizna seguía, incesante.

    Elías estiró los brazos. Incluso con este tiempo tan horrible, es genial tomar algo de aire fresco. Estar encerrado en la bodega del barco es muy aburrido. Aunque no debería quejarme: el tiempo libre me ha permitido estudiar más fácilmente. He memorizado casi todos los hechizos del libro. Elías sacó el pequeño grimorio y acarició la gastada cubierta.

    Me alegra saberlo, amigo. Esos hechizos nos vendrán bien. Pero rezo para que no tengas que usarlos, me gustaría que nuestro viaje fuera lo más tranquilo posible.

    Y a mí también. Cuando los soldados del emperador llegaron a Pérsil, me quedé petrificado. Nunca había visto a un soldado imperial. Y luego, cuando nos atacaron...

    No era el encuentro que esperabas, ¿eh?, dijo Thorin.

    No, en absoluto. Cuando era pequeño, solía soñar con trabajar para el imperio... Creía que algún día viajaría a Morholt y me convertiría en soldado. El carnicero del pueblo era un ex soldado, y nos contaba historias fantásticas de sus viajes. Me imaginaba las calles de Morholt forradas de oro. Que tonto era pensando esas cosas.

    No, nada de tonto. Eras sólo un crío, no podías saberlo. Las historias de los viajeros siempre son exageradas. La gente describe la ciudad imperial como un lugar espléndido, pero lo cierto es que la mayoría no ha puesto el pie allí. La realidad es menos atractiva: Morholt está llena de bandidos, y los soldados de Vosper son unos matones. Es una ciudad horrible, sucia y opresiva, a imagen de Vosper, que es un tirano.

    Elías miró a su espalda. No me siento cómodo cuando hablas así del emperador, dijo cautelosamente. Nunca sabes quién estará escuchando.

    No te preocupes, chico. Estamos totalmente solos aquí, y nadie en Esther Downs siente ningún cariño hacia el imperio. Es lo que ocurre cuando gobiernas mediante el terror, y no con sentido común. Todos los puestos a lo largo del Orvasse han sido exprimidos hasta el límite por los recaudadores de Vosper, el pueblo está desesperado. El emperador ha convertido a la gente corriente en sus enemigos, y eso será su ruina.

    Elías asintió. Thorin tenía razón. Los soldados que fueron a Pérsil eran despiadados, habrían pisoteado a su abuela hasta la muerte si no hubiera sido una hechicera. Al final acabó muriendo igualmente, pero defendiéndose a sí misma y a su nieto.

    Caminemos un poco, sugirió el enano. ¡No más pensamientos tristes!

    Claro, respondió el muchacho. Ambos caminaron unos minutos y después se pararon tras un bosquecillo. Thorin se sentó en el tocón de un árbol y Elías sacó el grimorio de su abuela.

    Aquí estamos aislados, dijo Thorin. ¿Por qué no me enseñas alguno de los hechizos que has estado practicando?

    De acuerdo. La mayoría son de curación, pero algunos son defensivos. Elías pasó las páginas del libro y se detuvo en una cerca del final. Recorrió las runas con el dedo índice, articulando las palabras en silencio. Éste genera una ilusión. Está diseñado para distraer al atacante.

    ¡Bueno, veámoslo!, exclamó el enano, llenando su pipa con hoja de fumar.

    "¡Dreyma-lita!" El hechizo dejó a Elías sin aliento. Una imagen centelleó en el aire y se materializó. ¡Era un dragón! Blanco y enorme... con brillantes escamas color madreperla. Un gran diamante relucía en su garganta. El dragón fantasma rugió, y una intensa llamarada surgió de sus labios.

    Thorin estaba tan sorprendido que se cayó hacia atrás. ¡Uoah!

    La aparición sólo duró unos segundos.

    ¡Buf, lo siento!, se disculpó Elías. Ha hecho demasiado ruido... y ha sido más grande de lo que esperaba. Se desplomó en el suelo, exhausto. La piedra de dragón me traspasó energía... como si hubiera un poder fluyendo de ella. Se metió la mano bajo la túnica, sacó una bolsita de cuero y, aflojando la cuerda, la piedra de dragón verde rodó hasta su palma. Estaba brillando, latiendo con impulsos de energía. Podía sentirla. Elías se preguntó cómo era posible, puesto que la piedra no era suya.

    Thorin se reincorporó, con la pipa colgando precariamente de su labio inferior. Muy impresionante amigo mío, aunque creo que no deberíamos experimentar más. Estoy seguro de que la gente del fuerte ha escuchado eso.

    La ilusión cobró vida propia, no podía controlarla bien. Quizá no fue muy buena idea. Elías dejó de mirar la piedra de dragón y volvió a guardarla bajo su túnica.

    Ah, vivimos y aprendemos, amigo, dijo Thorin, que metió la mano en la bolsa para sacar más hoja de fumar y rellenó su pipa tranquilamente. Parecía sereno, como siempre. ¿Sabes? Eso tenía toda la pinta de un dragón auténtico. Sólo he visto un dragón blanco en toda mi vida, mucho antes de las Guerras Orcas. Su nombre era Nydeired. Era salvaje, pero luchó junto a los jinetes en las Guerras de los Dragones. Lo mataron en una de las batallas, pude verlo caer del cielo con mis propios ojos. Los dragones blancos son los más raros y los más poderosos. ¿Cómo sabías qué aspecto tenía, para crear la ilusión?

    N-no lo sé. Una imagen surgió en mi cabeza sin más, y eso es lo que apareció. No creo que signifique nada.

    Una visión, ¿eh? Eso sí que es interesante. Thorin señaló con el dedo índice a Elías. Escucha, chico. Voy a darte un consejo útil: presta atención a tus visiones. Son importantes.

    ¿Crees que es una señal?

    Estoy seguro de ello. Eres magonato. No has recibido el adiestramiento adecuado, pero eso no es tu culpa. Puede que incluso tengas el don de la profecía. Es una cualidad muy rara.

    La mente de Elías daba vueltas. Era demasiado en que pensar. Decidió cambiar de tema. Creo que mi falso dragón ha espantado a los caballos. Ya no los veo en el claro.

    Mi visión nocturna es mucho mejor que la tuya. Puedo verlos al otro extremo de la pradera, dijo Thorin, señalando hacia el Sur. Elías entornó los ojos, oteando en la distancia, pero no podía ver nada más allá de unos cuantos pasos.

    ¿Así que los enanos también tienen mejor vista que los humanos?

    Sí. Que la mayoría de los humanos, en todo caso.

    ¿Y que los elfos?

    Los elfos pueden ver y oír mejor que todas las demás razas de Durn. Su visión es perfecta. También tienen sus desventajas, pero la mala vista no es una de ellas.

    Thorin, ¿has conocido a algún elfo?

    Sí, a unos pocos. Durante las Guerras Orcas, un pequeño número se unió a la batalla. Los que acudieron en nuestra ayuda lo hicieron contra el consejo de su reina. Brighthollow no se inmiscuye en las guerras de los mortales, los elfos siempre escogen la neutralidad, al menos oficialmente. Otro puñado se nos unió durante las Guerras de los Dragones, incluso tuvieron hijos con algunas de nuestras mujeres. Pero al final todos volvieron a Brighthollow, siempre lo hacen. Las intrigas de las razas mortales se les vuelven tediosas, y regresan a su ciudad mágica. Están contentos viviendo aislados.

    ¿Los elfos son inmortales?

    Sí y no. La edad no los mata, pero incluso ellos pueden morir si se les hiere muy gravemente. Una decapitación los mata, pero pueden sobrevivir a daños muy serios si son atendidos inmediatamente por un sanador. Algunos cayeron en la batalla durante las Guerras de los Dragones. Son guerreros valerosos.

    ¿Eres amigo de alguno?

    No, no puedo decir que lo sea. He combatido a su lado, pero nunca he llamado amigo a un elfo. Son una raza distante, en una forma difícil de describir. Son impulsivos y se aburren fácilmente. Un minuto te adoran, y al siguiente te desdeñan. Los elfos no son buenos ni malos: simplemente existen, y se mueven por sus deseos. Sin embargo, sus recuerdos duran mucho: el motivo principal por el que se implicaron en las Guerras Orcas fue porque tienen un conflicto inmemorial con los orcos. Es un viejo rencor cuyo origen precede incluso a los registros de los enanos. Los elfos odian a los orcos, incluso más que los enanos, y eso es decir mucho.

    Repentinamente, llegaron gritos procedentes del fuerte. Diablos, ¿y ahora qué?, dijo Thorin.

    El rostro de Elías mostró inquietud. ¿Crees que habrán visto mi ilusión?

    No... no lo creo. Estamos bastante bien ocultos. Oigo a unos hombres discutir, pero no distingo los detalles. Tenemos que acercarnos más. Elías, ¿crees que podrías rodearnos a nosotros y a los caballos con un hechizo de camuflaje?

    Quizá sí. Pero no podré mantenerlo mucho tiempo.

    No importa, amigo. Unos minutos deberían bastarnos para descubrir qué está pasando.

    Thorin se llevó los dedos a la boca y silbó: dos silbidos cortos y una nota larga y aguda. Duster y Buttercup acudieron obedientemente.

    Que truco tan bueno, dijo Elías.

    No es magia, sólo se me dan bien los caballos, desde siempre. Los enanos también tenemos nuestros dones, amigo. Mientras decía esto, Thorin le guiñó un ojo.

    Los dos subieron a sus monturas y se dirigieron al puerto. En cuanto divisaron el fuerte, Thorin se giró y dijo: Ahora, Elías: envuélvenos con el hechizo de camuflaje.

    Elías alzó las manos con un movimiento circular y habló en la antigua lengua: ¡Hud-leyna! El aire brilló unos instantes a su alrededor y luego se estabilizó. Una vez establecido el hechizo, Elías volvió a sentirse como en el interior de un huevo. Los caballos se acercaron más entre sí, pero por lo demás el conjuro no parecía molestarlos.

    De acuerdo, está listo, dijo Elías. ¡Fiu! Me está absorbiendo un montón de energía.

    Resiste, amigo, ya casi estamos en el fuerte. Veo a un grupo de hombres gritando.

    Los gritos se hicieron aún más fuertes.

    Un minuto después llegaron al puesto. Había un círculo de hombres increpándose entre ellos. Gremley, el capitán de su nave, estaba en el centro de la riña, y dos guardias armados apuntaban frenéticamente al Chipperwick. No parecían soldados imperiales: llevaban armaduras de cuero con motivos en tinta azul. Ambos tenían tatuajes triangulares, también azules, en el cuello. Portaban espadas largas y algunas otras armas.

    ¡No llevo ningún pasajero, estoy solo aquí!, dijo Gremley. Transporto mercancías y nada más.

    Creo que deberíamos registrar este barco, dijo uno de los que discutían con él. Vi a dos hombres bajar de él en cuanto tocó el puerto.

    "Os equivocáis. Y no pienso dejarte registrar mi barco, forastero". Gremley cruzó los brazos y alzó la barbilla desafiante.

    ¡Tiene razón! ¡No tienes derecho a registrarnos a ninguno!, dijo uno de los del grupo, apoyando a Gremley. ¡No sois soldados del imperio, no podéis obligarnos a hacer nada! Era un hombre alto, y se interpuso entre Gremley y los extranjeros, plantándose firmemente frente a ellos.

    ¡Quítate de en medio, patán!, gritó uno de los hombres armados. ¡Este asunto no te concierne!

    ¿Quiénes son esos hombres?, susurró Elías. No reconozco esos uniformes.

    Cazarrecompensas. Se les distingue por su armadura decorada y los tatuajes azules. Trabajan para Vosper, pero informalmente. Él simplemente les asigna una presa, y si tienen éxito en su captura se llevan la recompensa. No se detienen ante nada. Esto ciertamente son malas noticias, la recompensa del emperador te ha convertido en un objetivo codiciado.

    El otro cazarrecompensas intervino, tratando de aplacar la multitud. ¡Mirad, amigos! ¡Amigos! Vamos a calmarnos. No queremos causar problemas, estamos buscando a un chico, eso es todo. Si no estáis albergando a nadie ilegalmente, no habrá ningún problema. El hombre sonreía, pero mientras hablaba deslizó la mano hacia el mango de su espada.

    Gremley, ¿por qué oponerse? Déjales que registren tu barco, dijo un hombrecillo sudoroso. No puedo permitirme ningún problema aquí, especialmente con el imperio.

    Ése es el jefe de la guardia del fuerte, dijo Thorin en voz baja. Se le distingue por la insignia de su chaleco. Es bastante cobarde. El jefe caminaba de un lado a otro, secándose la frente con un pañuelo roñoso.

    Thorin, deberíamos irnos. No quiero poner a Gremley en peligro, dijo Elías. Además, me está costando mantener el hechizo de camuflaje. Tenemos que marcharnos... y cuanto antes mejor. Gotas de sudor se deslizaban por su espalda.

    Tienes razón. Vámonos, dijo Thorin, espoleando a su pony.

    Ambos dieron la vuelta en sus monturas y volvieron al camino. Elías miró hacia atrás y pudo ver a los cazarrecompensas entrando en el barco de Gremley. Incluso desde la distancia se percibía la tensión en la atmósfera.

    En cuanto estuvieron lo bastante lejos, Elías deshizo el hechizo de camuflaje. ¡Buff! Que cansancio, ocultar a los caballos lo hacía mucho más difícil. Hasta ahora no había intentado camuflar algo tan grande.

    Hiciste un buen trabajo, amigo. Te irá costando menos con la práctica.

    Thorin, me alegro de no haber metido a Gremley en problemas, ¿pero cómo llegaremos al Monte Velik sin un barco?

    No te preocupes, amigo. Estamos junto al Bosque de Ravenwood, lo atravesaremos. Yo abriré camino, lo conozco como la palma de mi mano. Está justo al sur del Monte Velik, y lo he explorado un millar de veces. El viaje será mucho más largo a caballo, pero es la única opción que tenemos.

    ¿Los cazarrecompensas vendrán tras nosotros?

    Probablemente, pero seguiremos avanzando toda la noche. Si tenemos suerte, llegaremos a la linde de Ravenwood mañana.

    ¿Y a dónde iremos desde ahí?

    Hay un viejo camino que atraviesa el bosque. Es un sendero de los enanos, usado hace siglos, cuando mi pueblo vivía en la superficie, además de en la montaña. Está señalado por runas en nuestra lengua, pero son difíciles de encontrar. Cuando se llega al final, el Monte Velik no está lejos. Los cazarrecompensas nos buscarán, pero dudo que sean capaces de encontrar el sendero. Sólo tenemos que cubrir nuestro rastro a medida que avancemos. Con suerte, no empezarán a buscar en serio hasta mañana.

    El rumor procedente del fuerte se fue apagando a medida que se alejaban. Poco después Esther Downs quedó fuera de su vista, y ya sólo tenían colinas a sus espaldas. Duster y Buttercup avanzaban a buen ritmo, y Elías sólo oía los sonidos del bosque y de su propia respiración. No había tiempo para dormir: viajaron en silencio hasta el amanecer, y luego Thorin se detuvo.

    Aquí estamos, ésta es la linde de Ravenwood. Se distingue por esos árboles. ¿Ves las flores rosas? Es el árbol réxel. Ravenwood está lleno de ellos, y sólo crecen en esta parte de Durn. El perfume de sus flores es embriagador... literalmente.

    ¿A qué te refieres?, preguntó Elías.

    Oler la flor de un árbol réxel provoca un sopor etílico, y el polen puede causar sordera. Éste es un bosque muy antiguo y lleno de peligros. Pero mientras respetes al bosque, él te respetará a ti.

    ¿Todo un bosque de árboles venenosos?

    No todos ellos son venenosos, aunque la mayoría sí. Sólo procura no tocar ni comer nada sin antes preguntarme.

    Elías negó con la cabeza, resignado. Este viaje se hace más inquietante a cada minuto.

    Estaremos bien, amiguito, dijo Thorin con una sonrisa, y empezó a silbar, reemprendiendo la marcha. Estaba claro que lo tomaba todo tal como venía. La pareja comenzó a internarse en Ravenwood y avanzó sin parar, haciendo sólo breves pausas. Siguieron adelante hasta después del amanecer, bien avanzado el siguiente día.

    2. Chua y Starclaw

    TALLIN Y DUSKEYE HABÍAN viajado hasta el Sauce Venerable sin saber qué esperar. Al llegar se encontraron a Chua, el jinete caído, y a su dragona esmeralda, Starclaw. Tallin tuvo que salir un rato de la estancia, aturdido. Cuando se encontró más calmado regresó al interior.

    Starclaw y Chua estaban sentados en un lecho de paja limpia. Tenían cerca unas cestas con raíces frescas, nueces y bayas. Chua alargó el brazo con el propósito de iluminar la estancia, palpando la pared hasta alcanzar un cristal engastado en la piedra. Pronunciando un breve hechizo, el cristal empezó a brillar vivamente, creando reflejos en el polvo que flotaba en el aire.

    Seguro que así está mejor, dijo Chua. Os pido perdón por la oscuridad, raramente tenemos visitas. Como podéis ver, ninguno de nosotros necesita luz.

    Tallin tragó saliva con fuerza. Sus caras tenían un aspecto grotesco: las cuencas vacías donde habían estado sus ojos, las cicatrices, los miembros ausentes. Las manos y el rostro de Chua estaban cubiertos de pálidas cicatrices. Incluso para Tallin, que había soportado atroces torturas a manos del emperador, aquello era difícil de digerir. Miró hacia otro lado, decidiendo no volver a autocompadecerse nunca más tras comprender lo que esos dos habían sufrido.

    Starclaw habló, y su voz ronca resonó en toda la cámara.

    Por favor, amigos dragón... y jinete... acercaos. Sentaos con nosotros. No tengáis miedo. Tomad de nuestra sencilla comida. Tenemos mucho de qué hablar.

    Tallin se acercó

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