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Promesa de sangre
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Libro electrónico189 páginas2 horas

Promesa de sangre

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Promesa de Sangre es una novela breve repleta de seres mágicos, ángeles, criaturas, además de crímenes, misterios y heroicas batallas. Con personajes entrañables como Aradia, Snaedis y Alastair, que sacrifican lo más preciado por intentar salvar a la humanidad de los planes de Jaziel, el cual busca purificar la raza, sin importar que esto conlleve a la aniquilación completa de los humanos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 oct 2022
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    Promesa de sangre - M.l. Zerecero

    Contents

    Promesa de sangre

    © M.L. Zerecero

    © Grupo Rodrigo Porrúa S.A. de C.V.

    Lago Mayor No. 67, Col. Anáhuac,

    C.P. 11450, Alcaldía Miguel Hidalgo,

    Ciudad de México

    (55) 5293 0170

    produccion@editorialgrp.com.mx

    1a. Edición, 2022

    ISBN:

    Impreso en México - Printed in Mexico

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio

    sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales

    Características tipográficas y de edición:

    Todos los derechos conforme a la ley

    Responsable de la edición: Rodrigo Porrúa del Villar

    Corrección ortotipográfica y de estilo:

    Diseño editorial: Grupo Rodrigo Porrúa S.A. de C.V.

    Dedicatorias:

    Por el sueño que comenzó en un salón de clases.

    A mi hermano y a mi madre

    que me prestaron sus alas cuando las mías

    no funcionaban.

    A mis maestros,

    Josue, Neri y teacher Lucy

    que me ayudaron a encontrar mi voz

    y confiar en mis palabras.

    A mis amigas

    (Valeria, Alejandra, Lucero, y Natalia)

    que me han dado su apoyo y sus palabras de aliento cuando yo quería tirar la toalla.

    A mis amigos

    (Rafa y Marco)

    que me han ayudado a aceptar mis fallas

    y amar mis imperfecciones

    ya que estas me hacen ser quien soy.

    Al amor de mi vida

    quien fue mi amigo por más de 11 años

    brindándome su apoyo en todo momento,

    escuchándome, pero sobre todo entendiendome.

    A mi tía Norma

    que me ha querido y apoyado en todo momento.

    Hace doscientos años, las ciudades se dividieron. Los recuerdos de los humanos fueron alterados y las criaturas mágicas se ocultaron.

    Fue así que los reyes y reinas tomaron la

    decisión de formar un consejo de ancianos y se firmó el tratado de sangre, dejando así la guerra en el pasado. Los descendientes de los reyes se encargaron de mantener la paz, ocultándose de los humanos y cuidando cada uno su ciudad.

    Fragmento del libro de los recuerdos de

    Janus, pg. 200

    Aradia

    Doscientos años han pasado desde la guerra de sangre, el consejo de ancianos sigue dormido y las ciudades están en paz. Todos los reyes y reinas cumplimos las reglas del tratado tal como se acordó: Escondiéndonos de los humanos y dejando que los pocos recuerdos que no fueron alterados se conviertan en leyendas, en cuentos fantásticos que los padres les cuentan a sus hijos a la hora de dormir. Esa fue la única solución que se encontró para mantener un balance, para mantener la paz y evitar que nuestra magia y dones cayeran en malas manos.

    A pesar del paso del tiempo, aún tengo pesadillas sobre la guerra y sus estragos. Todavía sueño con los gritos de mi madre, el enojo de mi padre, y la impotencia de no haberla salvado. Aún me despierto con el nudo en la garganta y las náuseas en el estómago. El único error de mi madre fue ayudar a los humanos, darles conocimientos y enseñarles a ser libres, a pensar por ellos mismos… Lástima que eso le costó la vida. Traición, ese fue el motivo de su ejecución, ante los ojos del creador y de las legiones, ella había cometido el peor de los pecados, se había revelado y no iba a permitir que los humanos siguieran siendo simples títeres venerando a alguien que solo quería gloria. No permitiría que los humanos y los seres mágicos tuvieran el miedo constante de ser torturados solo por no querer ser porristas de alguien que buscaba mantener una tiranía.

    Pero la libertad no es algo que uno pueda tener sin un costo, igual que la alquimia y nuestros dones, todo viene con un precio que se paga tarde o temprano. Las manos de mi familia están manchadas de sangre y siempre será así, aunque mi padre forme parte del consejo de ancianos, los demás reyes y reinas nos verán como los malditos.

    No importa cuánto lo intente, esas pesadillas no se irán. Antes eran más frecuentes, pero gracias a la compañía de mi hermana Snaedis y sus tés calmantes, los sueños han ido disminuyendo. Ahora solo ocurren un par de veces al mes, Y hoy fue uno de esos días. No tengo ganas de levantarme, sé que será un día frio, lo puedo sentir a pesar de estar envuelta en mis cobijas de lana. El sol se filtra a través de mis cortinas y a lo lejos escucho pájaros cantando, Snaedis volverá en un par de horas, así que aún puedo quedarme en cama un poco más.

    El grito de Snaedis me despertó. Me quedé dormida más de lo que planeaba. Mi cuerpo protesta ante el frío, ni siquiera mi bata logra calentarme. Bajé las escaleras lo más rápido que pude hacia el vestíbulo principal, Snaedis tiene su vestido azul celeste manchado de sangre, y sus ojos rosas están abiertos con expresión de miedo. No parece estar herida, y las manchas de sangre del vestido no están en zonas de peligro. Si la sangre no es suya… ¿Entonces de quién es?

    —Lo tenía que ayudar, no podía dejarlo ahí, a su suerte —el frio de sus manos logra filtrarse por las mangas de mi bata de terciopelo negro, está temblando como una hoja.

    —¿Ayudar?, ¿ayudar a quién? ¿Qué le pasó a tu abrigo? ¿De quién es esta sangre? —Snaedis solo mueve la cabeza y me jala de las mangas, no entiendo nada de lo que está pasando, su vestido no está roto, ni ella parece tener heridas.

    No me dejó preguntarle nada más, me llevó al jardín corriendo como si alguien estuviera a punto de morir. No para de repetirme que tenía que ayudarlo, que lo vio muy herido y sintió compasión por él. Cruzamos el jardín principal atravesando el rosedal negro hasta los establos.

    No puedo creer lo que mis ojos están viendo, en la parte trasera de la carreta que jala Pendragon, hay un humano acostado, se ve bastante grave, la sangre en el vestido de Snaedis, seguramente es de él. No puedo creer que Snaedis lo trajera a Asterin, si alguien se entera, correremos peligro. Las ciudades tienen estrictamente prohibido resguardar humanos, ya que pone en peligro la paz que hemos estado protegiendo por tantos años.

    —¿Cómo te atreves a traer un humano al castillo? ¿Acaso perdiste la cabeza? —sé que mi reacción molestará a Snaedis, pero a diferencia de otras veces que trae criaturas para curarlas, esta sí nos pone en riesgo, sabe perfectamente las leyes y mi postura ante los humanos.

    —No es un humano normal, estaba en el pasaje que divide a Skadi de Zale, lo encontré justo en el río de los susurros que conecta ambas ciudades. No puede ser humano, si lo fuese, sabes que no hubiera sobrevivido. —su tono de voz es calmado, pero sus ojos tienen otra expresión. Mi reacción le ha molestado.

    Es mejor no seguir discutiendo con ella si es o no un humano, de todas formas querrá que lo ayudemos, es un ser vivo y eso basta para ella. Por cargarlo y llevarlo al taller de herbolaria de Snaedis, mi bata terminó toda manchada de sangre igual que su vestido. Viéndolo acostado en la cama que está en el taller, me parece un humano común, es más atractivo que el promedio, pero eso no es indicativo que sea un ser mágico, como tampoco lo es que Snaedis lo encontrara en el río de los susurros. Pudo haber corrido con suerte y nada más. Aunque no me guste admitirlo, la presencia del humano en el castillo me pone un poco nerviosa, si tuvo suerte o no, eso es lo de menos, me preocupa que Llyr esté consciente que Snaedis lo trajo al castillo. Él es el rey más violento de todos nosotros, le gusta torturar por diversión y armar peleas solo por ocio, así que no quiero darle un motivo para que venga de visita y arme un escándalo. Nada de esta situación me da buena espina, desde hace unos meses he sentido cambios en mi energía, pensé que era por el cambio de estaciones o porque algunos de mis dones están liberándose. Quizá algo más esté ocurriendo y la llegada de ese humano sea una señal aún más grave… Tendré que esperar a que despierte para interrogarlo y saber qué está buscando.

    Todo a mi alrededor es color negro y al fondo una puerta roja se comienza a abrir, siento el cuerpo demasiado liviano, como si estuviera flotando, camino hacia la puerta, pero unas cadenas me detienen, a lo lejos escucho que alguien grita mi nombre, pero no reconozco la voz. ¿Qué está pasando? Las cadenas cada vez se tensan más a mi cuerpo, estiro la mano, pero estas me jalan hacia el vacío.

    Me desperté agitada y empapada de sudor, de nuevo tuve pesadillas, pero estas no fueron las de siempre. Quizá me estoy volviendo loca o mis dones se están saliendo de control ocasionándome sueños sin sentido. No sé qué hora sea, pero a juzgar por la luz de la luna que se filtra por mis ventanas, todavía falta mucho para el amanecer. Dudo que el humano esté despierto a esta hora. Juzgo por las heridas que tiene, al ser bastante graves, tardarán en sanar, incluso con las hierbas medicinales de mi hermana. Sé que no podré volver a dormir, así que aprovecharé y tomaré un largo baño de burbujas antes de dirigirme al cuarto donde Snaedis está cuidando al humano.

    Todo el castillo está impregnado con el aroma de la sangre de él. Snaedis está profundamente dormida en el sillón de la pequeña antesala del cuarto. El humano parece estar respondiendo bien. Me senté en el sillón acomodando la cabeza de Snaedis en mi regazo, después de unos minutos se despertó y me volteó a ver, le hice una seña para que guardara silencio. Ahora solo teníamos que esperar que el humano despertara, al paso de una hora abrió los ojos y volteó a vernos.

    —Bienvenido a Asterin —su expresión de sorpresa me dijo todo lo que yo necesitaba saber.

    Snaedis

    Ya no siento el cuerpo, todo me duele y la cabeza me da vueltas; además me está comenzando a faltar la respiración, en cualquier momento me voy a desmayar. El entrenamiento al que me somete Siofra es brutal. Cómo es posible que Aradia y ella entrenen de esta manera. Si no fuera por la necedad de Aradia, no tendría que estar sufriendo y mi cuerpo no estaría cubierto de moretones, ¿qué tan difícil es entender que soy feliz en mi taller de herbolaria? Hay que ser masoquista para que te agrade sentir tanto dolor en todo el cuerpo, no entiendo por qué Siofra y ella piensan que el entrenamiento ayudará a descubrir quiénes son mis padres o a que no pierda el control sobre mis poderes, poderes que ni yo misma entiendo y que rara vez se han manifestado.

    —¡Concéntrate! —Siofra me lanzó una bola de nieve que me sacó de mis pensamientos, causando también un fuerte dolor de cabeza.

    Siofra tiene otra bola de nieve en su mano lista para lanzarla justo a mi cabeza. Es tan diferente a mi hermana Aradia, desde la apariencia hasta la manera de ser. Siofra es más dulce en carácter, Aradia es todo lo contrario, ella es más severa y reservada, ambas son altas y hermosas a su manera. Aradia es la noche en persona con su cabello castaño obscuro, largo como un manto nocturno, alas negras de ángel con destellos dorados, cuernos de gacela negros con las puntas doradas y ojos que asemejan el cielo de Asterin. Uno color violeta como las estrellas y el otro de un gris resplandeciente como la luna de nuestra

    ciudad, mientras que Siofra es una belleza pálida con el cabello rosa claro como las luces del norte, aunque lo tiene largo, siempre lo lleva trenzado igual que yo. Sus ojos son rojos, pero a pesar del color, su mirada siempre muestra amabilidad, sus alas parecen las de una mariposa de nieve, blancas con destellos azules y violetas, sus orejas son puntiagudas y siempre las adorna con cadenas y pequeños copos de oro.

    Sé que Siofra es muy poderosa gracias a los relatos que Dimitri me ha contado, él junto con su padre, son los únicos que la han visto pelear. A diferencia de Aradia ella si participó en la guerra de Sangre. La bola de nieve que Siofra tenía en la mano golpeó mi cabeza, a este paso me dejará el cerebro congelado si me sigue atacando de dicha manera.

    —Tienes que concentrarte, el más mínimo error puede costarte la vida, te lo he dicho muchas veces —su tono siempre es dulce, aunque su expresión corporal demuestre otras cosas. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho y su cabeza está inclinada un poco hacia la derecha.

    —No lo entiendo, ¿por qué tengo que entrenar? No soy una guerrera como tú o mi hermana, además la guerra terminó, el consejo de ancianos está dormido y las ciudades están en paz —ya estoy muy cansada y solo quiero terminar el entrenamiento para poder dormir, ya que mañana debo regresar a Asterin—. Además, ya saben que solo quiero practicar herbolaria, en eso sí soy buena. Solamente estamos perdiendo el tiempo... yo no tengo dones ni puedo practicar la alquimia,

    —Sé que la guerra terminó, pero como dice Aradia, más vale tenerlo y no necesitarlo a necesitarlo y no tenerlo. Si no practicamos, jamás conoceremos tus poderes. Es solo cuestión de tiempo, seguramente siguen dormidos y al no tener registros de tus antepasados, no sabemos quiénes son tus verdaderos padres. Si descubrimos tus dones, eso nos puede ayudar a resolver ese misterio —Siofra exhaló, y relajó sus brazos, anunciando así que mi entrenamiento había finalizado. Gracias al creador, ya no aguanto ni un segundo más, me retiré a mi habitación a dormir, ya que mañana me espera un largo viaje de regreso.

    Terminé de subir todo a la carreta y de colocarle la silla a Pendragon. Me despedí de Siofra y de los demás miembros de la corte, Siofra se despidió agitando la mano mientras yo cruzaba la entrada de Eira. Dos pilares de hielo enormes en tonos azules y verdes forman la entrada principal del castillo; una enredadera de tulipanes en tonos rosados se extiende alrededor de los pilares, la puerta de hielo con dos pavos reales en cada lado tallados, se está abriendo para permitirme salir. Al cruzar las puertas, volteé hacia atrás para ver el castillo de un color blanco puro, con detalles de hielo que dejan ver su interior. El jardín luce hermoso como siempre, árboles con hojas cristalinas y fornidos troncos blancos, el rosedal azul claro y tulipanes verde menta se extienden hasta la puerta de entrada. Las puertas se cerraron detrás de mí.

    El camino fue tranquilo como siempre. En el bosque

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