Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El misterio de los hechizos
El misterio de los hechizos
El misterio de los hechizos
Libro electrónico65 páginas1 hora

El misterio de los hechizos

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Omiyori es atacada por sus compañeros de la escuela, no tiene el apoyo de sus padres y tampoco se lleva bien con sus hermanitos.

Se siente sola, excepto porque aún cuenta con su hada que le otorga poderes sobrenaturales y que será cómplice de la venganza de Omiyori contra el mundo hostil que la rodea.

Sin embargo, ella terminará acabándose a sí misma, a su familia y al chico que ama,pero con la esperanza de recuperar lo perdido en el más allá.

El misterio de los hechizos es también un libro sobre los misterios de la vida.

IdiomaEspañol
EditorialMagali Pool
Fecha de lanzamiento11 feb 2013
ISBN5508284824664
El misterio de los hechizos
Autor

Magali Pool

Soy psicóloga con un diplomado en RH. Siempre he querido tener un espacio para compartir mis ideas e intereses, pues me encanta escribir y sobre todo dar mi opinión.Actualmente estudio una maestría en el ámbito educativo, y he escrito los siguientes libros: : “El misterio de los hechizos”, “Historias antirrománticas”, “Cómo no tener novio”, “Acordándome de mí", entre otros.

Lee más de Magali Pool

Relacionado con El misterio de los hechizos

Libros electrónicos relacionados

Oculto y sobrenatural para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El misterio de los hechizos

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

1 clasificación0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El misterio de los hechizos - Magali Pool

    INTRODUCCIÓN

    Las aguas de su bautizo la dejaron rojiza y con fiebre, nadie podía explicarse por qué. Meses después todo volvió a la normalidad para los demás, pero no para la pequeña Omiyori.

    Ella recordaba lo caprichosa que solía ser, no se acostumbró a hacer muchos esfuerzos, si quería encender la luz decía en voz alta: ¡Enciende la luz!, y la luz se encendía; y cuando quería apagarla, lo mismo. Si su leche estaba fría, ordenaba:¡Caliéntate! y se calentaba. Si algunas cosas estaban lejos decía: ¡Ven aquí! Y las cosas venían como traídas por el viento. Cuando ella le contó eso a sus padres, ellos rieron.

    Entre otras cosas, Omiyori se dio cuenta a los siete años que podía hablar otro idioma que ni ella misma entendía. Incluso no recordaba haberlo aprendido, y comenzó a pensar que lo inventaba. A partir de ese momento se consideró creativa, que podía inventar y tener lo que quisiera.

    Pero a los diecisiete años, Omiyori se enamoró, quería tener a su hombre junto a ella. Ven a mí, ven a mí, decía en sus conjuros, pero él no iba hacia ella, las cosas no solían funcionar de igual manera con los humanos.

    Eso la llevó a investigar sobre todo tipo de hechizos, pues ya sospechaba que tenía poderes para hablar con los espíritus, pero desconocía sus intenciones. Los hechizos le eran revelados en sus sueños y al amanecer los anotaba en una libreta para no olvidarlos.

    Otro dato curioso es que no le gustaba ir a misa, le daba mucho dolor de cabeza escuchar los cánticos religiosos, y en varias ocasiones se mareaba y tenía que salir a vomitar.

    Siempre fue discreta. En sueños veía a personas que le platicaban historias y le decían lo que pasaría al día siguiente y lo que debía hacer. No le digas a nadie lo que sientes o lo que te pasa, dímelo sólo a mí, le decía una mujer que aparecía en sueños, con un vestido transparente, morena, alta, parecía fuerte, de cabello negro rizado y ojos cafés, y aunque no sabía su nombre, Omiyori pensaba en ella como símbolo de protección.

    Desde su infancia Omiyori había sido afortunada, a pesar de que era muy distraída y caminaba como ausente, estuvieron a punto de atropellarla 4 veces, pero los autos siempre la esquivaban; no mucha gente corría con la misma suerte. Cuando caminaba por calles desconocidas, escuchaba voces que le daban instrucciones como si tuviera un GPS desde el más allá. Para los exámenes, ni siquiera tenía que leer o entender las preguntas completas porque acertaba en las respuestas, generalmente no pasaba horas estudiando, sólo fingía.

    Todos creían que era una excelente alumna; pero siempre andaba sola, sus compañeros le decían lo que se les ocurriera para hacerla sentir mal: Nerdita cerdita era su favorito.

    A los siete años se enojó tanto que miró endemoniadamente al niño que la burlaba más y éste se desmayó. En otra ocasión, otro niño se burlaba de ella, y dos niñas se rieron, ella les dijo con todo el coraje y odio que ninguna niña de siete años pudieras tener:

    — ¡Cuídense al mediodía! ¡Cuídense!

    Ellos contestaron:

    Ay sí, ay sí, que miedo, que miedo.

    Al mediodía cuando salían de la escuela y fueron a jugar al parque, dejaron sus mochilas a un lado; al volver estaban las mochilas rotas, los libros y cuadernos deshojados por los perros. Al ver la situación los tres comenzaron a llorar, y sus padres al enterarse se enojaron tanto que los castigaron por no tener cuidado con sus cosas. Al día siguiente, Omiyori se paró frente a ellos a reírse. Fue en ese momento que sintió un placer inexplicable por la maldad y la venganza, se sentía poderosa con todo de su parte. Después de su dicha, les recalcó:

    —¡Se los dije!

    Los niños comenzaron a tenerle miedo, pero también a odiarla en el fondo de su ser. Omiyori pronto se dio cuenta que los niños la dejaban de hablar incluso de burlarse de ella, al menos en su presencia, pero sabía que murmuraban a sus espaldas.

    Omiyori tenía amigos verdaderamente poderosos.

    Sin embargo, también le molestaba no poder controlar las pesadillas que tenía por las noches. Se levantaba llorando y se iba a dormir a la habitación de sus padres, los cuales la volvían a dejar en su habitación, donde intentaba rezar, pero siempre se le olvidaban las oraciones. Llegó el momento en que se acostumbró a tener miedo, y a sentir la compañía de los espíritus que le brindaban protección, según

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1