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Mi roce con el demonio
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Mi roce con el demonio
Libro electrónico80 páginas1 hora

Mi roce con el demonio

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Vendí mi alma por lujuria...
Hacerlo fue más fácil de lo que suponía, me bastó con invocar a Asmodeo, el demonio a cargo de incitar los más bajos instintos de la carne, el despreciable ser que medra inflamando sin piedad nuestros deseos insanos.
Las mujeres siempre fueron mi debilidad y eso le facilitó las cosas, y el poder para seducirlas y subyugarlas que me confirió no se parece a ninguna otra cosa; de pronto estuve convertido en un irresistible imán sexual.
Lo cierto es que nunca me ha preocupado el destino de mi alma inmortal, así que a primera vista el trato me pareció ventajoso. Pero, ¡ay de mí!, que jamás sospeché que al abrirle la puerta a aquel demonio todos los demás se aprovecharían.
Hay uno de esos seres poderosos y malignos por cada pecado capital, y pronto todos comenzaron a acecharme hasta convertirme en su siervo, y si al principio pensé que el único precio sería mi alma, no tardé en descubrir que debería pagar con algo aún más preciado, con algo cuya existencia desconocía, con algo cuya pérdida me desgarraría y que al final me obligaría a recurrir a la única solución que tenemos quienes hemos pactado con los poderes oscuros. Si quieres saber de qué hablo adéntrate en estas páginas, quizá éste también sea tu camino.

IdiomaEspañol
Editorial12 Editorial
Fecha de lanzamiento13 sept 2016
ISBN9781370529612
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    Excelente relato, desde que lo empecé no paré hasta terminarlo. Ligero pero entretenido.

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Mi roce con el demonio - Jorge F. Guillén

Mi roce con el demonio

Jorge F. Guillén

Pluma Mexicana

Publicado por 12 Editorial © para distribución vía www.smashwords.com

www.12editorial.com.mx

Copyright: 2016, Jorge F. Guillen.

Este ejemplar digital es para uso exclusivo del comprador original. Si usted lo está leyendo y no lo compró, por favor entre en amazon.com y adquiera su copia personal. Gracias por respetar el derecho de autor.

- o -

El comienzo

Cuando comencé a estudiar demonología jamás imaginé cuánto podría suceder. Te advierto, si te dispones a entrar al mundo de lo demoniaco ten a la mano tu fe y todo lo que es de Dios, ya que si no lo haces así en estas líneas lo perderás todo.

Mezcla de emociones sentía al comenzar a leer la clasificación de los demonios, ahora sólo añoro poder dormir una noche sin recibir la visita de alguno de ellos…

Recuerdo la primera vez que tuve contacto con Asmodeo; fue en el preciso momento en que me invadía la lujuria y deseaba el poder de controlar los más bajos instintos de cualquier mujer que se me presentara. No hablamos de sexo convencional; sexo salvaje era mi deseo, poseerlas en cuerpo y mente sin tener que hacer labor previa de citas, flores y detalles melodramáticos.

Había sido un día nublado y la noche era tormentosa. Coloqué las típicas velas negras en cada punta de un pentagrama trazado en el suelo, las encendí y oré a Asmodeo pidiendo su ayuda con toda la fuerza de mi conciencia. ¡Nada sucedía! Saqué mi navaja Victorinox del bolsillo y me abrí la muñeca derecha mientras suplicaba la presencia del demonio, la sangre que fluía hacia relumbrar el pentagrama.

De súbito se apagaron las velas y un oscuro halo surgió de mi sangre sobre el pentagrama. Fue entonces que me dijo: discípulo mío, he escuchado tus súplicas y estoy dispuesto a conceder tu petición. A cambio sólo quiero tu incondicional obediencia.

Yo accedí sin saber lo que esto implicaba. Únicamente dije acepto y en ese momento apareció en mi cuello un medallón con dos triángulos cruzados, uno con el vértice hacia arriba y el otro a la inversa, en medio de un pentagrama. Asmodeo explicó: mientras tengas en tu cuello el medallón de la fertilidad todas las mujeres de este mundo se entregarán a ti; sin embargo, me debes obediencia absoluta, y si me traicionas tomaré lo que es más querido para ti. Cuando se desvaneció percibí un fuerte aroma a almizcle, el mismo que se repite cada vez que se aproxima.

No podía creer lo sucedido. Quedé en shock por aproximadamente tres horas hasta que me venció el sueño. Al día siguiente no tenía el medallón. Pensé que había sido un sueño, hasta que sentí el dolor de la herida en mi muñeca.

Salí de casa con rumbo a la oficina como siempre, y como de costumbre me persigné al pasar frente a la iglesia. De súbito sentí un ardor intenso en el pecho, algo chamuscaba mi piel. No me detuve a pensar más en el asunto, seguí mi camino como normalmente lo hacía.

Al llegar a la oficina fui al baño y me desabroché la corbata y la camisa. En la piel tenía marcado el medallón, sin embargo no lo sentía con las manos ni lo veía en el reflejo del espejo. En ese instante noté tras de mi la figura de Asmodeo. Se presentaba como un joven caucásico de mirada fulminante. De sus ojos azules destellaba la lujuria misma, su boca perfectamente definida dejaba asomar un par de afilados colmillos, el resto de su cuerpo era una especie de mezcla de reptil con dragón mitológico, y completaba el cuadro un par de oscuras alas de murciélago. Simplemente susurró: has pedido y se te ha dado. Así como recibiste, debes dar.

Salí del baño atropelladamente. Al llegar a mi escritorio me abroché la camisa y la corbata y comencé a meditar en lo ocurrido. En estos pensamientos estaba cuando me regresó a la tierra una llamada telefónica, era una clienta en un asunto laboral. La había visto únicamente dos veces; una chica de cabello castaño claro y piel blanca pero bronceada; sus ojos eran verdes, sus piernas largas y su sonrisa perfecta.

Buenos días, licenciado; ya le mandé mi expediente y pude conseguir una copia del contrato de mi cliente, me dijo. Yo le respondí: me parece excelente. Perdone el atrevimiento, ¿tiene planes para esta noche? No, ninguno. Empezaba a creer en el poder del medallón. ¿Será mucho atrevimiento pedirle que me acompañe a cenar esta noche en casa? Claro que no, licenciado; paso por usted y de ahí nos vamos a su casa.

¡Guau!, una invitación poco sutil y sin mayor problema. Quizá simplemente se daba por la relación laboral que teníamos. Le concedería el beneficio de la duda.

Seguí pensando en estos eventos el resto del día, pero por la tarde, en una audiencia penal había una secretaria de acuerdos; una chica morena de cabello largo, piernas perfectamente esculpidas y unos senos hermosos que se dejaban ver a través de su escote. Al acabar la audiencia se acercó y me dijo:

Excelente desahogo, lic. A lo que le respondí: muchas gracias. Quiero decirte que me gustas mucho y quiero hacer el amor contigo. Sentí súbitamente el medallón colgado en mi cuello, lo podía palpar con mis manos. Ella sólo respondió: esperaba que me dijeras eso. El juzgado queda vacío después de las seis.

Aguardé la hora indicada y ella me tomó. Fue un instante mágico que fue marcado por la abrupta presencia de Asmodeo. Sentía su mirada torva. Con ademanes me alentaba a terminar de poseer a la chica. Tenía una sonrisa burlona y me veía con expresión de victoria. Al sentir el poderoso orgasmo el medallón se hizo más grueso y más pesado. Salí del juzgado sin decir nada. Comenzaba a sentir miedo de estarme convirtiendo en esclavo de mis pasiones.

Fumé un cigarrillo y antes de la hora de la cita pasé a beber un trago; mi cabeza era una

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