LOS ORÍGENES SECRETOS DE LA OUIJA
Se ha convertido en uno de los iconos culturales más célebres de los últimos ciento cuarenta años. Atrae tanto como estremece y, sin embargo, no puede ser un objeto más simple. En verdad, rudimentario y carente de accesorios mecánicos. Hablamos de la ouija. Un tablero grabado por una de sus caras con un alfabeto completo, los números del 0 al 9 y algunas palabras básicas. No obstante, para que esta descripción sea precisa, debemos citar su complemento imprescindible: un marcador móvil ideado para componer frases letra a letra que adopta diferentes formas, desde un triángulo de madera con pequeñas patas deslizantes hasta un vaso o copa de cristal invertida.
Ahora bien, lo fascinante del dispositivo reside en la supuesta capacidad que popularmente se le ha venido atribuyendo: contactar con inteligencias invisibles de lo más variopinto. Dentro de este planteamiento, hay quienes no descartan nada y afirman haber conversado telepáticamente con las mentes de otros seres humanos vivos, con los extraterrestres, los demonios o –la creencia más extendida–los difuntos que residen en el más allá.
LA INVENCIÓN DEL TABLERO PARLANTE
Una rápida consulta a la socorrida Wikipedia nos revela que la ouija fue patentada en Estados Unidos en 1891 por el «estadounidense Elijah Jefferson Bond como su inventor y a Theresa Maupin y Charles W. Kennard como titulares». Sin embargo, el tablero ya estaba siendo usado anteriormente en determinados círculos sin que nadie reivindicara su invención o autoría. La prensa norteamericana de 1886 se hizo eco de que «una misteriosa tabla parlante estaba revolucionando el norte de Ohio». El objeto en sí ya contaba con todas las características propias de la futura ouija (alfabeto, números y las palabras «sí», «no», «buenos días y «buenas noches») y, según informaban los diarios que cubrieron la noticia, ofrecía la insólita posibilidad de responder las más extrañas preguntas:
