Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Waris. La flor de dos continentes
Waris. La flor de dos continentes
Waris. La flor de dos continentes
Libro electrónico181 páginas2 horas

Waris. La flor de dos continentes

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Waris es una chica huérfana de padre que se siente inadaptada en el mundo porque es mestiza y además sufre de esquizofrenia. Mientras que Fahad viene de una familia ideal árabe, quiere ser como su hermano mayor y ayudarla a superarse.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 feb 2024
ISBN9788410681200
Waris. La flor de dos continentes

Relacionado con Waris. La flor de dos continentes

Libros electrónicos relacionados

Ficción general para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para Waris. La flor de dos continentes

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Waris. La flor de dos continentes - Farah Mohamed

    1500.jpg

    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Farah Mohamed

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1068-120-0

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    «El amor, a veces, es como las drogas. No te quitas».

    Prólogo

    El amor verdadero es cuando todavía amas a una persona aunque no la veas. Es cuando la mencionas en tus súplicas y rezos. Es cuando lloras por esa persona mientras le hablas a Allah por ella. Es cuando aún después de todas las angustias le deseas lo bueno y felicidad. El verdadero amor es amar a distancia y esperar a que dios os junte en matrimonio. El verdadero amor no son las relaciones extramatrimoniales. El amor verdadero es amar a través de Allah.

    Capítulo 1. Orígenes

    Zulekha era la tercera hija de Mimunt y Ahmed, después de Abdellah y Abdeljebar. Nació en 1951, en primavera. Su madre no recordaba si fue en marzo o abril. Pero en su documento ponía que fue el 11 de abril. Mimunt y Ahmed eran campesinos. Dueños de diez hectáreas de tierras donde cosechaban un poco de todo y criaban vacas, ovejas, cabras y gallinas. Los dos solían ir al mercado cuatro días por semana a vender lo que cosechaban, además de huevos, leche y quesos frescos. Tras Zulekha, Mimunt y Ahmed tuvieron una hija más, que se la llamó Rahma. Cuando no iban a la escuela de la mezquita para aprender a leer y a escribir, tanto Zulekha como sus tres hermanos ayudaban a sus padres en las tareas del campo y las tareas domésticas. Ellos, según sus padres, debían de aprender para que, de mayores, pudieran ser útiles en el campo.

    En 1959, se casó Abdulah, quien tenía diecisiete años en aquel momento. Su esposa era hija de los vecinos. Ellos dos se fueron a la ciudad a vivir y se llevaron con ellos a Zulekha y Rahma, quien querían estudiar. Una vez Zulekha y Rahma terminaron su secundaria y el equivalente marroquí del Bachillerato se fueron las dos solas a Fez a estudiar una carrera universitaria. Eligieron las dos la carrera de Corte y confección. Tras terminar sus estudios, ambas se fueron a Tánger, donde había trabajo. Tras meses trabajando, Rahma conoció a un hombre que le pidió matrimonio. Así que las dos regresaron a casa de sus padres para la boda de Rahma. Tras la boda, regresaron a Tánger; Rahma fue a vivir a la casa de su esposo y Zulekha se quedó viviendo sola en la casa que antes solían alquilar las dos hermanas. Pasaron los años y Zulekha no obtuvo ninguna oferta de matrimonio decente. En 1984, Zulekha y Rahma cerraron su taller de costura porque ya no se entendían. La razón era que la única que trabajaba ahí era Zulekha y Rahma se tenía que llevar la mitad de los ingresos.

    Así que Zulekha fue a vivir a castillejos, Tetuán. Y se sacó el pasaporte. Su idea era pasar a Ceuta para buscar trabajo ahí. Y lo encontró. Trabajó cuidando una anciana durante seis años. En enero de 1990, esa anciana falleció y Zulekha perdió su trabajo. En abril de ese mismo año, una mujer llamada Rebeca llamó a Zulekha por teléfono y le preguntó si quería cuidar a su anciano tío, de sesenta y siete años. Zulekha aceptó.

    Tras un mes trabajando para Rebeca cuidando a su tío José, Rebeca le preguntó a Zulekha si quería casarse con su tío solo para que le dieran la nacionalidad española. Zulekha estuvo de acuerdo. ¿Quién no lo estaría?

    En 1994, dieron a Zulekha la nacionalidad española. Y Rebeca le ofreció acompañar a su tío a Málaga, donde se quería ir a vivir. José ya tenía en Málaga una finca, pero la verdadera razón por la que se quería mudar ahí era para estas más cerca de sus trece hermanos. La casa de la finca de José era enorme. Tenía ocho habitaciones en la segunda planta y en la primera varios salones y una biblioteca enorme con primeras ediciones. Todo estaba pintado de blanco con acabados dorados. Parecía un palacio. Bueno, lo era. José empezó a vigilar a Zulekha de una forma muy machista. Zulekha, al principio, creía que era porque no quería que Rebeca siguiera controlando su vida. Que el hombre quería un poco de libertad. Así que le ocultó a Rebeca que su tío se compró un apartamento en un edificio de nueva construcción en el centro de Málaga que daba a la playa.

    José no era de hablar mucho, pero le contó a Zulekha que, aunque tuvo amantes, nunca hijos. Tras varios meses, Zulekha quedó embarazada y decidió ocultárselo a todos. Incluso a José. Cuando ya se le notó la barriga José, sabiendo que era suyo, la llevó al piso de Málaga, la dejó ahí y le prohibió visitarle en la finca. Cuando Zulekha dio a luz en el Hospital de Málaga un trece de mayo de 1995, José fue a visitarla. Tras la salida de mi madre y mía del hospital, José se fue a una mezquita y se convirtió al islam. Y pasó a llamarse Salah. Fue el regalo más bonito que le hizo a mi madre.

    Tanto Rebeca como el resto de la familia de mi padre no sabían que mi madre seguía en la vida de mi padre o de que yo, Waris, existía. Pasados cuatro meses, mi madre se sintió enferma y fue al hospital conmigo porque no tenía con quién dejarme. Los médicos le hicieron varias pruebas para determinar que estaba otra vez embarazada. Mi madre volvió a casa y le dijo a José lo que le pasaba, así que este le propuso ir a Xerta, Tarragona, Cataluña, España. La razón era que no quería que su familia se enterase de nuestra existencia. La propiedad que compró en Xerta era un terreno de diecinueve hectáreas con cinco edificios, los cuales quería convertir en un hotel, un restaurante, un balneario árabe, una tienda y un garaje de tres plantas para los coches de los clientes. La otra propiedad que compró en Xerta era una casa de dos plantas con cinco dormitorios que tenía garaje y jardín enorme con piscina. La casa estaba cerca de un colegio y de un instituto.

    —José, si no me dices por qué huyes de tu familia, nos divorciaremos —le dijo mi madre a mi padre, dándole un ultimátum.

    —Digamos que es porque tengo mucho dinero y, si me caso y tengo descendencia, ellos no heredarán nada.

    Mis padres se quedaron en Xerta hasta que nació mi hermana. Tres meces después, mi padre fue a Ceuta para arreglar unos asuntos que tenía pendientes.

    —Si yo muero, no vayas nunca a donde está mi familia. No les digas dónde vives —le dijo mi padre a mi madre al regresar de su viaje.

    Luego, José le contó cómo lo trató Rebeca al reencontrarse con él.

    —Primero, me regañó como si yo fuera un niño. Luego, me trató de cambiar la medicación para mandarme al otro lado antes de tiempo —explicaba.

    En 1998, se terminó la obra en la finca de Xerta y se inauguró el hotel balneario de mi padre. Este también le compró una tienda a mi madre no muy lejos de casa y se la equipó con la maquinaria necesaria para un taller de costura. Mi madre inauguró su taller y nos llevaba a trabajar con ella. Nos ponía a cada una en una de esas cunas de viaje. Mi madre confeccionaba ropa europea y marroquí a la carta para sus clientas. Lo que más confeccionaba eran vestidos occidentales. En 1999, mi padre fue a Málaga y sus hermanos pelearon con él porque descubrieron de que tenía dos hijas secretas que heredarían todo su patrimonio. A mi padre, simplemente, le dio un infarto y falleció en Málaga. Su familia lo enterró. Mi madre no se enteró hasta unos meses después, cuando fue a matricularme en el colegio y encontró que el libro de familia no le valía. Cuando fue al registro para preguntar por qué le dijeron que era porque en él no constaba que mi padre había fallecido. A mi madre se le cayó el mundo encima al enterarse, pero se mantuvo fuerte porque ya sabía que pasaría. Mi padre era un anciano y tenía que ocurrir.

    Unos meses después, el abogado de mi padre vino a la tienda de mi madre y le dijo que era la única heredera. Mi madre recibió en aquel entonces la herencia, que eran propiedades y dinero. Mucho dinero. El mismo abogado le dijo a mi madre de que no fuera a visitar o encontrarse con la familia de mi padre. Y que mejor los evitara.

    Yo no tenía muchos recuerdos de mi padre. Y mi hermana menos. Pero teníamos muchas fotos de bebés con él. Mi hermana se parecía a mi padre, tenía sus mismos ojos azules y sus rasgos, pero había heredado de mamá el pelo castaño rizado. Yo también tenía el pelo castaño, pero no tan rizado. Y mis ojos eran negros, aunque mis rasgos también eran de mi padre.

    Capitulo 2. Infancia.

    Mis primeros recuerdos son de cuando tenía seis años. Mi madre nos recogía del colegio y nos llevaba a casa a comer. Luego íbamos con ella al taller. Nosotras nos quedábamos en la salita de descanso que había en la segunda planta del taller. Veíamos películas de niños mientras ella trabajaba. Sí, mi madre trabajaba porque, aunque tenía dinero, a ella le gustaba trabajar en el taller creando vestidos. Eso sí, la finca con el hotel la había alquilado, ya que no sabía cómo administrarla. Mi madre ganaba seis mil euros solo de ese alquiler. Y de su taller trescientos sesenta euros al día que, al mes, eran unos nueve mil euros.

    Recuerdo que, ese mismo verano, mi madre decidió cerrar su tienda de vestidos e ir a Marruecos a visitar, por primera vez, a su familia después de tantos años. Obviamente, nos llevó con ella. Primero fuimos a Tánger a visitar a tía Rahma y luego a Alhucemas, donde nos encontramos con nuestros ancianos abuelos. También conocimos a nuestros tíos Abdullah y Abduljebar. El tío Abdullah tenía dos hijos y una hija y todos eran ya mayores y casados. Y el tío Abduljebar tenía una hija bebé. Nos hospedamos en un hotel del centro de la ciudad.

    —Hermana, ¿cómo se llamaba tu marido? —le preguntó un día Abdullah.

    —Salah Mohamed —mintió mi madre.

    Ella nos había explicado que para los marroquíes era vergüenza casarse con españoles, por eso debíamos mentir a nuestros tíos.

    Durante nuestra estancia en Marruecos, mi madre nos compró todo lo que quisimos. Y también adquirió una casa rodeada de un terreno de tres hectáreas. Y le dejó dinero a su hermano Abdullah para que la reformara. De hecho, él le sugirió a mi madre derrumbarla y reconstruirla. Mi madre aceptó y nos dijo que el año siguiente nos quedaríamos en la casa nueva de Alhucemas. Pocos días después, regresamos a Xerta, Tarragona. De Marruecos habíamos traído todo lo que le habíamos pedido a nuestra madre que nos comprase. Además, se trajo para ella, un montón de cosas que no sabíamos por qué había comprado. Días después de llegar a España, regresamos al colegio.

    Recuerdo que en el colegio se reían de nosotras por ser hijas de una mora, como ellos decían a mamá. También se reían porque mi padre era anciano y por ser un poco lenta en los estudios. Y por mi físico, aunque yo para nada era gorda ni delgada. Me creó un buen problema el acoso escolar. Me odiaba a mí misma. Y terminé yendo al psicólogo, luego al psiquiatra, quien me diagnosticó ansiedad infantil. A mi hermana le daba todo igual o era realmente fuerte porque no le pasó lo mismo que a mí. Ella estaba bien, a pesar de todo.

    Al verano siguiente, fuimos también a Marruecos, Alhucemas. Esta vez nos quedamos en nuestra nueva casa, que era preciosa. Por dentro, al entrar, era un riad con un patio en el centro y una fuente, macetas con árboles alrededor de la fuente. Tenía en la planta baja dos salones, un comedor, una cocina y un baño. Y en la segunda cuatro habitaciones con su baño. Ese verano fuimos con mis tíos a Fez, Meknas, Marrakech y al Sáhara. La arena era increíble. Y mi madre, como el verano pasado, nos compró un montón de cosas.

    En septiembre, volvimos a Xerta para empezar el colegio. Los niños, al vernos morenas, empezaron a reírse de nosotras. Yo no lo soportaba más. Y, encima, los niños no eran los únicos que se reían de mí. Los profesores también lo hacían. Siempre bromeaban sobre mi falta de atención o sobre mi lentitud. Y eso me convertía en motivo de burlas. El grado de acoso por parte de los profesores era tal que no me dejaban ir a las excursiones con los demás niños. Yo, realmente, me sentía agobiada. Llegó un momento en el que yo ya

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1