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Para Bien o Para Mal: Vegas Vows, #1
Para Bien o Para Mal: Vegas Vows, #1
Para Bien o Para Mal: Vegas Vows, #1
Libro electrónico95 páginas1 hora

Para Bien o Para Mal: Vegas Vows, #1

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Era sólo un viaje. ¿Cómo terminamos así?

Eden Camrie es la ayudante de Alexander Bronson desde hace casi dos años. Ella ha durado mucho más que los demás, y él se dice a sí mismo que ésa es la razón por la que no ha intentado nada con ella.

En lugar de eso, se ha estado controlando para no dar rienda suelta a sus sentimientos, ocultándose tras una actitud malhumorada y trabajando hasta altas horas de la noche.

Lástima para él que ninguna de esas cosas la asuste.

Cuando se dirigen a Las Vegas para cerrar un gran negocio, todo parece indicar que se trata de un simple viaje de negocios.

Pero el hotel pierde su reservación y se ven obligados a compartir la suite de luna de miel.

No hay problema. Él puede dormir en el sofá una o dos noches.

Cierran el trato y deciden salir a cenar para celebrarlo.

La cena da paso a unas copas, que desembocan en un espectáculo en Las Vegas, que da paso a más copas, que aparentemente llevan a una capilla de bodas de Las Vegas.

Ninguno de los dos recuerda haberse casado, así que deciden ir dando tumbos por Las Vegas intentando recomponer su velada.

¿Se darán cuenta de que están destinados a estar juntos para siempre?

Lo que pasa en Las Vegas no siempre se queda allí.

IdiomaEspañol
EditorialShaw Hart
Fecha de lanzamiento16 oct 2023
ISBN9798223925958
Para Bien o Para Mal: Vegas Vows, #1

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    Para Bien o Para Mal - Shaw Hart

    UNO

    Alexander

    Está jodidamente helado.

    Quién sabía que en Las Vegas hacía tanto frío. Pensé que se suponía que siempre se sentía como el infierno. Sofocante, caliente como un sauna y lleno de turistas. Sofocante.

    Miro por la ventanilla del auto mientras nos abrimos paso entre el tráfico vespertino de Las Vegas. Nos detenemos en un semáforo en rojo y pongo los ojos en blanco cuando veo la fila que sale por la puerta de la capilla de bodas que hay allí. Casi es San Valentín, me doy cuenta cuando veo los insufribles corazones rojos y rosas que cuelgan de todos los escaparates. Incluso hay algunos corazones colgados de los postes de la calle cada pocos metros. Los miro mal, deseando que el auto se ponga en marcha ya. Sólo necesito llegar a la habitación del hotel, donde todo parecerá desabrido y podré olvidarme por completo de esta terrible festividad. Miro con el ceño fruncido a las parejas felices mientras el auto vuelve a ponerse en marcha.

    –Estás asustando a la gente, - dice Eden, mi ayudante, a mi lado, y yo me giro ligeramente en mi asiento, mirándola de reojo.

    Está escribiendo en su teléfono móvil, enviando correos electrónicos y respondiendo a mensajes de texto. No había internet en el avión, así que sé que debe de tener un montón de mensajes y trabajo que hacer. Por suerte para mí, es muy trabajadora y estoy seguro de que estará al día cuando lleguemos al hotel.

    Tiene la cabeza inclinada, los mechones castaños reflejan los reflejos dorados del sol, mientras sus dedos vuelan sobre la pantalla del teléfono. No sé cómo puede saber lo que estoy haciendo si nunca parece mirarme.

    La fulmino con la mirada y ella me ignora sonriendo mientras termina de leer su correo electrónico.

    –Las ventanas están oscurecidas. Nadie puede verme, - le recuerdo.

    Pone los ojos en blanco, aparta el teléfono y apoya la cara contra la ventanilla. Estamos en Las Vegas Boulevard, la avenida principal de Las Vegas, y ella mira la Torre Eiffel del Hotel París y la luz que sale del Hotel Luxor. Pasamos por delante del Hotel Excalibur y ella sonríe, admirando la estructura en forma de castillo.

    Alarga el cuello y sonríe mientras sus ojos tratan de captarlo todo.

    Qué tontería. ¿Cómo puede alguien en su sano juicio sentirse impresionado por algo así?

    Me giro de nuevo hacia la ventana, ignorándola.

    Pasamos por delante del Hotel New York-New York y aprieto los dientes, odiando la vista. Es como si todo el hotel hubiera sido construido para burlarse de mí. Como si se burlara de mí.

    Acabamos de dejar Nueva York para venir a este infierno. No sé por qué al Sr. Grainer le importaba tanto dónde termináramos el trato, pero le parecía importante que fuera aquí. Intenté por todos los medios convencerle de que cerráramos el trato en Nueva York -la ciudad-, pero se empeñó en que teníamos que firmar los papeles en Las Vegas.

    Pasamos por delante del hotel Mandalay Bay y Eden hace un gesto de Ooh a mi lado. Por lo visto, no ve a toda la gente borracha que va tropezando por la acera de enfrente.

    –Deberíamos ver el acuario, - dice entusiasmada, señalando el cartel luminoso.

    –Qué te parece si no, - digo sarcásticamente, mirando por la ventana.

    Sin mirarla, sé que ha puesto los ojos en blanco.

    Quizá hemos pasado demasiado tiempo juntos, pienso. Parece que sabemos lo que hace el otro sin siquiera mirarnos.

    Eden es mi asistente personal desde hace dos años. Se ocupa de mi malhumorado trasero y de mis locos horarios de trabajo, y para ello le pago cantidades desorbitadas de dinero. Antes de ella, hubo una larga lista de asistentes que sólo duraron una semana o dos, como mucho. Me han llamado de todo y me había resignado a una puerta giratoria de asistentes cuando Eden vino para una entrevista.

    Era preciosa y me había parecido tan dulce que una parte de mi cerebro me dijo que la echara en ese mismo momento. Este ángel no tenía por qué soportar mis cambios de humor ni mis tendencias antisociales. Estaba a punto de decirle que se fuera cuando abrió la boca.

    ¿Sabes cómo las inmobiliarias preparan las casas para que se vendan mejor? - Preguntó, mirando a mi oficina con cara de confusión.

    Fruncí el ceño, sin saber a dónde quería llegar con esa pregunta.

    Sí. ¿Y eso qué tiene que ver? - Pregunté, con los ojos luchando por no volver a recorrer las líneas de su cuerpo.

    Sólo estoy pensando que quizá deberías contratar a uno de ellos para decorar tu oficina. No me extraña que nadie quiera trabajar aquí. Es tan aburrido. ¿Dónde están todas tus cosas?

    Me quedé mirándola. Claro, mi oficina estaba bastante vacía, pero yo estaba aquí para trabajar, no para mirar baratijas.

    La contraté allí mismo.

    Tardé unos dos segundos en darme cuenta de que Eden iba a ser un problema para mí, pero incluso sabiendo la posible distracción y responsabilidad que suponía, me vi diciéndole que fuera a Recursos Humanos a rellenar el papeleo de su nueva contratación.

    No tardé mucho en darme cuenta de que, aunque parecía un ángel con su piel de porcelana y sus grandes ojos verdes, en realidad tenía un sentido del humor malvado y era tan sarcástica como yo.

    Es capaz de sacarme de quicio, siempre está bromeando conmigo, sobre todo cuando tengo un mal día, pero me hace reír como nadie. Es tan mordaz como yo y su humor seco encaja perfectamente con el mío. Además, es muy leal.

    También es amable, aunque odia que yo o cualquier otra persona lo veamos. Me trajo sopa

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