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El conde de Stone: Destinada a un pícaro, #4
El conde de Stone: Destinada a un pícaro, #4
El conde de Stone: Destinada a un pícaro, #4
Libro electrónico75 páginas57 minutos

El conde de Stone: Destinada a un pícaro, #4

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Cuando le llegó el momento de casarse, Stephen Mullins, el conde de Stone, hizo lo que cualquier otro buen conde haría: elegir una buena dama y proponerle matrimonio. Dada su disposición amable y su formación, sería tan buena esposa como cualquier otra debutante. Solo le quedaba una cosa por hacer antes de convertirla en su esposa.

Lady Louisa Breckenridge siempre fue una romántica que creía en el amor verdadero. Cuando lord Stone comenzó a cortejarla, se dejó llevar por su endiablada belleza y sus encantadoras palabras. Se enamoró de él antes de descubrir que la había engañado.

Cuando Louisa descubre la verdad, huye. Stephen, decidido a salvar su relación, la sigue, terminando la persecución con el secuestro de ambos. Mientras trabajan juntos para salvar sus vidas, Stephen se enamora de la dama que una vez consideró tan buena como cualquier otra. Lástima que ella esté decidida a romper su compromiso con él.

¿Podrán encontrar el camino a través de la red de engaños y sufrimiento, y abrazar el amor verdadero?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento31 ago 2023
ISBN9781667461403
El conde de Stone: Destinada a un pícaro, #4
Autor

Amanda Mariel

USA Today Bestselling, Amazon All Star author Amanda Mariel dreams of days gone by when life moved at a slower pace. She enjoys taking pen to paper and exploring historical time periods through her imagination and the written word. When she is not writing she can be found reading, crocheting, traveling, practicing her photography skills, or spending time with her family.

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    El conde de Stone - Amanda Mariel

    Capítulo 1

    Londres, Inglaterra

    Baile de lady Hadley

    No debería haberlos seguido. Debería darse la vuelta en ese instante y volver al baile. A pesar de que sabía lo que debía hacer, lady Louisa Breckenridge no pudo cumplirlo. Sobre todo al ver a su prometido acompañando a otra mujer de la fiesta. Tenía que descubrir lo que estaba haciendo, y por qué.

    Louisa vio cómo la pareja doblaba una esquina del pasillo y contuvo las ganas de acelerar el paso. Cuando llegó a la esquina, se apoyó en la pared y se asomó. No vio a la pareja por ningún lado. Estaba convencida de que habían desaparecido tras una de las puertas del pasillo, así que salió de su escondite y se deslizó por él con cuidado de no hacer ningún ruido.

    Cuando llegó a la quinta puerta, estaba a punto de rendirse. Después de todo, no debería espiar a su prometido. Si deseaba una unión amorosa, tenía que confiar en él. Y lo hacía, al menos antes de verlo de paseo con una mujer atractiva ataviada con un vestido provocador, los labios pintados y el cabello ondulado.

    Louisa se apoyó contra la pared y suspiró. Era una locura. Un sentimiento de vergüenza le encogió el corazón mientras cerraba los ojos, e inhaló profundamente. No quería ser una tonta celosa. Tampoco quería dañar su relación con lord Stone. Se propuso olvidar su error y regresar al salón de baile, se enderezó y regresó por el pasillo.

    Antes de que pudiera llegar al siguiente par de puertas, escuchó voces a su espalda.

    —No puedes hablar en serio, Stephen. Una señorita ingenua nunca conseguirá captar tu atención.

    —Quizá tengas razón —dijo lord Stone, su suave acento resonó por el pasillo.

    —Claro que la tengo —susurró la voz femenina—. No me eches a un lado, cariño.

    Los pies de Louisa se aproximaban a la conversación, a pesar de que su cabeza le decía que se marchara de allí. La pesada puerta de roble estaba ligeramente entreabierta, evitando que huyera de la escena. Se acercó conteniendo el aliento, y enseguida se llevó la mano enguantada a la boca. Tenía a la mujer entre sus brazos. El cuerpo ella estaba pegado al de él.

    —No te va a satisfacer como lo hago yo —dijo la mujer.

    Lord Stone la miró.

    —Dudo que alguien pueda.

    —¿Entonces por qué quieres terminar nuestra relación?

    A Louisa se le revolvió el estómago. ¿Cómo podía hacerle esto a ella? Sabía que era común que los hombres de la aristocracia tuviesen amantes, pero pensó que él era diferente.

    Su prometido soltó a la mujer y dio un paso atrás.

    —Tengo algo de honor, gatita. Voy a ser fiel a mi esposa.

    La piel de Louisa ardió al escuchar el apelativo cariñoso que le había dicho a la mujer. No parecía un hombre que no estuviera interesado en lo que la mujer ofrecía. De hecho, que se hubiera recluido con ella era una prueba de su interés.

    —Una vez dijiste que nunca te casarías.

    La mujer acarició con el dedo la corbata de él y fue bajando hasta el pecho.

    Él la agarró de la muñeca, pero no le quitó la mano.

    —Mi deber es casarme y tener un heredero con mi esposa —dijo con voz suave—. Ha llegado el momento de que asegure el futuro de mi título de conde.

    Louisa pensó que iba a vomitar. Hablaba de ella como si no fuera más que una vulgar yegua que ha comprado para la cría. Se le acumularon las lágrimas en los ojos.

    —No la amas —dijo la mujer, frotándose contra él.

    Lord Stone sacudió la cabeza.

    —Eso no importa.

    —Claro que importa —dijo la mujer alzando la voz—. Si no la amas, entonces nos estás privando a ambos de compartir placer.

    —No encuentro placer en ser infiel a mi esposa.

    La mujer le abrazó y acercó su boca a la de él. A Louisa se le puso un nudo en la garganta y una lágrima se deslizó por su mejilla. Cuando vio que lord Stone no se apartaba de su amante, y no declaraba su amor por Louisa, ya no pudo aguantar más.

    Louisa se alejó de la puerta. Se tropezó con su propia falda y se dio un golpe contra una mesa, provocando que una vasija de cerámica cayera al suelo y se rompiera. Su corazón latía con fuerza y se agarró la falda con una mano y echó a correr por el pasillo. Tenía que escapar.

    Tenía que romper su compromiso, y tenía que huir.

    —Espera —la llamó lord Stone por el pasillo.

    Louisa se sobresaltó al escuchar su voz, pero no se detuvo. Al contrario, aceleró el paso. Giró por otro pasillo y corrió como si le fuera la vida en ello buscando una puerta que diera al exterior, y luego

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