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Mascarada Mágica
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Libro electrónico253 páginas5 horas

Mascarada Mágica

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Otra versión mágica de la Bella y la Bestia.

La Bella es Minette de Saint Saze, una adorable inocente que debe salvar el honor de su hermana melliza al costo de su propia virtud. La Bestia es su Excelencia el Duque de Rochford, un hombre amargo con un corazón lleno de cicatrices como su propia cara, alguna vez hermosa.
 
Minette con poca voluntad toma el lugar de su hermana en el Castillo Camer, la guarida de la Bestia, donde ella aprende a conocer al hombre verdadero detrás de la máscara cínica que Rochford le presenta al mundo. Ella desea sanar su terrible herida, aunque sabe que, por la seguridad de su hermana, él no debe sospechar que la mujer que se enamoró de él no es  la Bella de la sociedad que aceptó su fortuna y despreció su pasión.

Mientras el amor arde en deseo, Minette entiende que la única felicidad verdadera que alguna vez conocerá está en los brazos de este hombre dañado que no le pertenece y nunca lo hará.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento27 ene 2021
ISBN9781071585870
Mascarada Mágica

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    Mascarada Mágica - Hilary Gilman

    Uno

    Había sido el día más frío y ventoso en el descolorido  mes de  noviembre que los habitantes mas antiguos de la pequeña villa podían recordar. Mientras la noche avanzaba, el viento azotaba, y un rocío congelado entraba desde el puerto. Aquellos pueblerinos en el exterior envolvían sus capas alrededor de ellos y muy rápido buscaban ampararse en sus propias chimeneas.

    En las afueras de la villa, había una vieja casa en ruinas, en el medio de una arboleda, con aleros en la parte superior, y chimeneas altas y torcidas.  Dentro de sus paredes inhóspitas, dos jóvenes damas se reunían delante de un fuego insuficiente, en la oscuridad de un salón cubierto con paneles de madera de roble. Las dos mujeres compartían una belleza vívida que mejoraba los alrededores lúgubres, pero el dorado manchado y el brocado descolorido de las sillas formaban un escenario empobrecido para las jóvenes quienes mantenían sus manos en el rescoldo en un intento vano de calentarlas.  El resplandor del fuego hacia que el gran rubí de su mano izquierda llameara, y ella lo giraba de un lado al otro consiguiendo que la luz se reflejara en el espejo moteado, y en la puerta en forma de diamante agrietada del gabinete de la vajilla.

    Eugénie, la recién casada Duquesa de Rochford, usaba una novedosa pelliza de terciopelo borgoña decorada con piel y cuello alto volcado atravesando el busto al estilo húsar.  Su manguito de marta estaba colocado con cuidado sobre el sofá, y su casquete permanecía sobre este, aplastando con tristeza tres plumas caras y teñidas de avestruz.  Su excelencia usaba su cabello en una pila de rulos negros relucientes, y desde sus orejas hermosas colgaban gotas pesadas de diamantes. Su melliza, Mignonette de Saint-Saze, en contraste, usaba un andrajoso vestido de lana merino; su única joya era un broche camafeo en su garganta. Su cabello estaba dividido en el centro y caía en dos partes suaves y negras sobre ella. Sus orejas no menos bonitas, sin embargo, estaban si ningún adorno.

    Las mellizas eran idénticas desde su nacimiento, pero nunca, aún de niñas, había habido ninguna duda de quién era quién.  Eugénie era una criatura inquieta, variable, encantadora, indefensa y totalmente seductora, mientras que su melliza era descripta por la familia, quien confiaba por entero en su devoción desinteresada, como práctica, de confianza y torpe. Por cierto, cuando un duque grosero y viejo del régimen antiguo había dicho con sus ojos colocados en su boca tierna y rellena, que envidiaba al hombre que obtuviera su virtud, fue tomado por senil y detestable.

    Mignotte, más acostumbrada que Eugénie a las condiciones espartanas imperantes en el hogar, tomó las manos frías de su hermana y las froto vigorosamente para calentarlas mientras decía, Oh Génie, ¡Qué noticias tan felices! ¡Un niño en camino y recién te has casado en septiembre! ¿Está complacido el Duque? Debe estarlo, pienso.

    Eugénie sacó sus manos con aspereza.

    No, déjalo así. Rochford no lo sabe. No se lo dije.

    ¿No se lo dijiste? Pero, mi amor, ¿porque no?

    Eugénie dejó caer su cabeza en sus manos, presionando las palmas contra sus párpados. Las yemas de sus dedos temblando contra su cabello.

    No puedo. No lo entiendes.

    Mignonette con amabilidad sacó las manos temblorosas de la cara de su melliza y la aprisionó entre las suyas.

    Pero quiero entenderlo. Algo está muy mal. Cuéntame.

    ¿Quieres saber que está mal?

    Eugénie rio un poco histérica.

    Sólo esto: ¡el Duque, mi esposo, aún no ha consumado nuestro matrimonio!

    El color se escapó de la cara de Mignonette.

    Pero, pero, Génie, ¿cómo puede ser esto?

    Vamos, ¡no eres tan inocente después de todo! Sabes como se hacen los bebés.

    Quiero decir como...Oh, ¡es de Charles D’Evremont!, supongo.

    La cara de Eugénie se arrugó.

    Descubrí que estaba embarazada días después que El Pelican fuera hundido. Estaba desesperada, ¿cómo podía decirle a la abuela que no me casaría con el Duque después de los sacrificios que había hecho para enviarme a Londres? No me atreví.

    ¿Te casaste con el Duque sabiendo que estabas...? Ah, ya veo, ¿querías hacer pasar que era su hijo?

    Por supuesto. ¿Que más podría hacer? Pero cuándo él vino a mí, en nuestra noche de bodas, no pude...no pude fingir, le mostré mi disgusto y...bueno, el resultado fue que me dijo que si sus abrazos eran tan repugnantes para mi, no me molestaría nuevamente. Y ha mantenido su palabra.

    Minette puso ambos brazos alrededor de su melliza, rodeándola con dulzura.

    Está bien mi amor, está bien.

    Eugénie sollozó con tranquilidad sobre el hombro de su hermana. En breve, levantó su cara cubierta de lágrimas y gritó, Minette, ¿que voy a hacer?

    Debes decirle al Duque la verdad de dejarlo a su merced, contestó su melliza con tono decidido. 

    ¡Preferiría morir! Él no tiene misericordia. No lo conoces.

    Pero en tus cartas a la abuela, estabas llena de alabanzas. ¡Dijiste que estabas enamorada!

    Por supuesto que lo hice. Estaba atemorizada que ella descubriera que aún estaba viendo a Charles.

    Entonces, ¿nunca amaste a Rochford?

    Su hermana se estremeció.

    ¡Mon Dieu, no! Aparte de todo esto, él es terriblemente feo. ¡Y viejo!

    Minette recordó a Charles D´Evremont cuando lo había visto la última vez a bordo de El Pelican, joven y fuerte, con su cabello blanqueado al sol desgreñado por la brisa del mar.

    Ya veo. Entonces debes dejarlo. Ve a la casa de Avignon a tener el bebé, y cuando regreses...

    ¿Y darle razones para divorciarse? No. He perdido todo; no puedo perder esto.

    Ella hizo señas hacia los diamantes en sus orejas y la piel doblada a un lado en el piso. Seré una duquesa pase lo que pase.

    ¿Pero que más puedes hacer? ¿Esperas que no lo note? Sólo tiene treinta y ocho años, creo que no está viejo aún.

    ¡Ya lo sé! ¡Ya lo sé! En realidad, debo ir a Avignon, como dices. ¿Recuerdas a los Bovarys? Ellos vivían en la hacienda. Madame es amable. Le daré el niño a ella. Lo criará cómo propio. Por supuesto, les pagaré bien. Pero el Duque no debe saber que he ido a Francia".

    Minette sacudió su cabeza. No tiene sentido.

    Si, lo tiene. ¿No lo ves todavía? Iré a Francia, y tú tomarás mi lugar como la esposa de Rochford.

    ¿Qué?

    ¿No ves lo perfecto que es? Nadie aparte de la familia sabe de tu existencia. ¿Quién lo sospecharía?

    ¡Génie! Esto no tiene sentido. Me parezco a ti, pero no puedo ser tú. Tienes una vida en Londres, nuevos amigos, parientes de los cuáles no sé nada".

    Tonta, no estoy sugiriendo que des fiestas para la Alta Sociedad ni hagas visitas matinales. Sé que no puedes. Pero puedes muy bien determinar que estás enferma y retirarte al Castillo Camer. Le dirás a los sirvientes que te sientes muy mal para recibir visitas, y todo lo que necesitas es pasar los siguientes meses holgazaneando en la casa y en las tierras, cómo haces aquí.

    ¿Y el Duque? ¿No notará nada? Supongo".

    Dijo Minette con una acidez desacostumbrada.

    Dudo que se acerque a ti. Si lo hace, es porque su enfermedad no encuentra las diferencias.

    ¿Y si cambia de idea acerca de la consumación del matrimonio?

    ¿Porque lo haría? Él tiene sus propios entretenimientos y, en cualquier caso, es tan sensible acerca de su deformación que preferiría morir a ser rechazado otra vez.

    ¿Deformación? ¿Que deformación? No dijiste nada acerca de eso en tus cartas.

    Pensé que lo sabias. Todo el mundo lo sabe. Hubo un incendio en el castillo hace unos años atrás, y él fue, sin duda, muy valiente y salvó muchas vidas; pero el resultado fue que quedó con  un ojo y del otro lado de la cara solo una cicatriz. Me hace estremecer de sólo pensarlo.

    Pobre caballero.

    No necesitas tenerle pena. Él tiene una amante perfectamente devota en la santa  Lady Ashbury, y Dios sabe cuántas jóvenes promesas ha tenido a su cuidado.

    Ella desechó a su esposo con un pequeño encogimiento de hombros, y clavando sus ojos oscuros en la cara de su hermana, dijo, Me ayudaras, ¿no es así, mi más querida Minette?  Estoy casi arruinada.

    Querida, ¿cómo puedo? Sabes que haría cualquier cosa en el mundo por ti, pero...

    Eugénie se deslizó de su silla y cayó de rodillas en frente de su hermana.

    Minette, por favor, ¡haz esto por mi! Me mataré si el Duque descubre la verdad, te lo juro.

    En ese momento, la puerta se abrió, y un personaje entró en la habitación. Era una anciana, y aunque caminaba con un bastón, aún se mantenía erguida a la perfección.  Su cabello blanco estaba peinado con prolijidad, al estilo de cincuenta años atrás, bajo una cofia de encaje. La forma exquisita de los huesos de sus pómulos y mandíbula estaban bajo una piel de porcelana frágil, la que alguna vez habría sido célebre.  Ella se quedó observando a sus nietas, una ceja levantada buscando información.

    Me parece extraño encontrar a la Duquesa de Rochford en esta posición humilde, remarcó con su voz hermosa y suave. Su acento era puro Versalles a pesar que hacía treinta años que vivía en Inglaterra.

    Eugénie se levantó con más prisa que gracia y acomodó los pliegues de su pollera arrugados con manos indecisas.

    Buenas noches, abuela.

    La Marquesa de Montauban inclinó su cabeza con suavidad, ofreciendo una mejilla, la cuál la duquesa la besó con respeto.

    Espero que...que... te encuentres bien, Eugénie tartamudeó.

    ¿Este tiempo húmedo ha sido malo para tu gota?

    No hablaremos de lo que he sufrido, pronunció la Marquesa.

    Me contarás ahora que tontería has cometido. No me mires con esa inocencia. Recuerda que te conozco de toda la vida.

    ¡Nada, no hay nada! Eugénie insistió con voz histérica.

    Su abuela la miró de arriba a abajo, y sentándose en un sillón con apoyabrazos cerca del fuego, dijo con calma, Estás embarazada, lo veo.

    ¿Cómo...?

    No importa como. Estás embarazada, y no es un tema para alegrarse. Entonces la criatura no es de tu esposo.

    Eugénie asintió, torciendo sus dedos y moviendo sus pies como ella acostumbraba a hacer cuando luchaba contra un delito menor en su niñez.

    Tienes derecho a saberlo.

    ¿Los tiene el Duque también?

    Otro asentimiento. Los ojos de la Marquesa brillaron con intensidad. 

    Hay que pensar en esto.

    Su mirada descansó considerando a Minette.

    Si, podría funcionar.

    Eugénie miró a su melliza con triunfo en sus ojos.

    Eso es lo que hemos estado discutiendo. ¿No es así, Minette?

    ¡No! Minette saltó en sus pies.

    ¡No puedo...no haremos...esto!

    Ella comenzó a caminar de un lado al otro por la alfombra andrajosa.

    ¡Piensa en la desgracia si... cuando...la verdad sea descubierta!

    La Marquesa consideró a la menos favorita de sus nietas con ojos fríos.

    Contrólate, Mignonette. La verdad no será descubierta. Si se supiera que Eugénie tiene una melliza, quizás. Pero como están las cosas, ¿alguien se cuestionará si Eugénie es Eugénie?

    Ella de pronto se dio vuelta hacia la Duquesa.

    ¿No le has dicho al Duque que tienes una hermana melliza?

    No, por supuesto que no, acordamos no hacerlo.

    Si. Aquello fue un buen pensamiento.

    Minette dejó de caminar y enfrentó a su abuela.

    ¿Y si Rochford desea hacerle el amor a su propia esposa? ¿Que hago entonces?

    La Marquesa miró bajó su nariz de alta alcurnia y dijo con una voz con desprecio helado.

    Cumplirás con tu deber, por supuesto.

    Dos

    La mañana siguiente, el carruaje regresó, vacío, a la casa ducal de la ciudad en la calle Curzon. El cochero llevaba una carta para el Duque informando que la Duquesa estaba enferma y permanecería en la casa de su abuela por lo menos una semana.

    Minette observó partir al carruaje con la calma de la desesperación.

    ¿Pienso si no tienes miedo que tu amado esposo venga de prisa a Sussex para asistirte en tu lecho de enferma?

    Eugénie se encogió de hombros.

    Dudo si vendría a asistirme en mi lecho de muerte.

    ¡Pero que ilustración encantadora de un matrimonio a la moda!

    Que tonta romántica que eres. ¿Crees que el mío es el único matrimonio sin amor en la Alta Sociedad? Puedo nombrarte una lista de parejas que no se soportan uno con otro como Rochford y yo.

    Rochford, al menos, alguna vez debe haberte soportado. Sino, ¿porque se casaría contigo si no era por amor?

    ¿Amor? No lo creo capaz de eso. Él es frio, Minette. Frío como el hielo.

    Ella tembló.

    Pero no con Lady, ¿cuál era su nombre?, ¿Ashbury?

    Oh, no con ella.

    Se detuvo, considerando.

    Fíjate, no creo que sea una asunto muy apasionado ahora, como lo fue alguna vez. Está durando mucho tiempo, y ella es más grande que él.

    ¿La conoces?

    Hemos intercambiado saludos al pasar, pero no he hablado nunca con ella. Al menos no tengo ninguna objeción con la conexión; por cierto, le estoy muy agradecida, pero parece que ella no ve el asunto de una manera razonable.

    ¿Ella estaba esperanzada en casarse con él?

    ¡No! Lord Ashbury se hubiera divorciado de ella, y en realidad,  ¿por qué lo haría cuando ha sido complaciente por tantos años?

    Minette sacudió su cabeza, riendo.

    Pienso porque la llamaste, La Santa Lady Ashbury, si así es el caso.

    Eugénie encogió sus hombros bonitos e hizo pucheros. 

    Supongo que es porque ella es muy devota de Rochford y demasiado respetable en otros asuntos. Siempre se ve como si hubiera terminado de rezar pidiendo absolución. ¡Y hace buenos trabajos!

    ¿Para redimirse?

    Así lo espero. Pero ya fue suficiente sobre aquella mujer tediosa. ¡Tú y yo debemos trabajar, trabajar, trabajar! Tienes mucho que aprender.

    Desde ese momento seguirían para Minette, horas interminables de instrucción. Para salir de mis aposentos hacia el salón de estar amarillo, debes...; para ir del jardín de rosas hacia la terraza, pasas por...; el nombre de la ama de llaves es Pritchard. Ella adora a Rochford...

    Su cabello estaba corto y ondulado, sus orejas agujereadas, y sus manos rojas, secas y agrietadas por lavar y planchar las gorras de encaje de su abuela, estaban untadas en grasa de ganso y cubiertas con guantes de algodón. Afortunadamente, su propia dignidad le aseguraba que cada pulgada de ella se viera y se comportara como una duquesa, y la falta de encanto en Eugénie podía fácilmente ser a causa de su enfermedad.

    Las hermanas, ahora en verdad idénticas, estaban caminando en el pequeño jardín, disfrutando unos pocos momentos de la luz del sol débil de invierno. Minette estaba, como siempre, pensativa mientras su hermana hablaba, deteniéndose para decir, No has estado escuchando una palabra de lo que he estado diciendo!

    Minette no se molestó en negarlo.

    Génie, ¿me dirías algo con honestidad?

    Eugénie se encogió de hombros.

    Por supuesto. ¿No he sido siempre honesta contigo?

    Pero no con otros. No quería contestar eso. Dime, ¿porque Rochford pidió tu mano?

    Su hermana rio.

    No eres muy halagadora. Había pensado que el porqué era obvio.

    Dices que él nunca estuvo enamorado de ti.

    Eugénie se dignó a tener este mismo pensamiento.

    Creo que me quería para su colección.

    ¿Su colección?

    El colecciona de cosas hermosas, Eugénie dijo con simplicidad.

    El castillo está lleno de sus compras.

    ¿Y fuiste otra compra?

    La más fina, su hermana sostuvo con una sonrisa plateada.

    ¿No era porque deseaba un heredero?

    Oh, no, lo dudo; ya que el asunto no es urgente. Su primo, William Clareville, es el heredero. Está en Eton, y creo que Rochford es muy afecto a él. Ahora, si algo le sucediera a William, el próximo heredero es Franklyn Clareville, y Rochford haría cualquier cosa para mantenerlo alejado de la sucesión.

    Ella tembló un poco.

    Tengo frio. ¿Entramos?

    No fue hasta que las muchachas estuvieron sentadas solas después de la cena que Minette volvió al tema.

    ¿Por qué Rochford desea mantener a...cómo es su nombre...fuera de la sucesión?

    ¿Franklyn? Lo odia. En parte porque fue el que comenzó el fuego.

    ¿El fuego en el cuál Rochford fue desfigurado?

    Si. Él demandó que fue un accidente, por supuesto, pero los rumores fueron acerca de que él y Rochford cruzaron palabras por una mujer y que fue su venganza. El fuego comenzó en los establos.

    ¡Por Dios! Debe ser un monstruo.

    Oh no, fue una mera travesura de muchacho en edad escolar que fue malinterpretada. Él es muy encantador y buen mozo, te lo aseguro.  Aun es recibido en todos lados, aunque, si las damas de Almacks conocieran las peores historias, no le permitirían mancillar sus sagradas asambleas.

    ¿Que es lo peor?

    Los ojos de Eugénie brillaron, y se inclinó hacia adelante con ansiedad.

    ¿Has escuchado sobre el Club Hellfire?

    Por supuesto, pero con seguridad fue hace muchos años atrás.

    Si, pero un grupo de jóvenes calaveras lo había abierto de nuevo, casi en secreto, y Franklyn era uno de los cabecillas.  Bueno, casi cinco años atrás, hubo una reunión en una capilla en desuso a unos pocos kilómetros del Castillo. Allí había una muchacha de la villa, y Dios sabe lo que sucedió...orgías, creo...pero el remate fue que Franklyn la estaba llevando de regreso a la villa en su carro cuando ellos volcaron en el camino mojado. Cuando Franklyn volvió en si, hizo su camino de regreso al Castillo, se bañó, cenó, y se fue a dormir. A la mañana siguiente, se dio cuenta que no había estado solo en el carruaje y despachó a su caballerizo para ver si la muchacha estaba herida.

    ¿Y lo estaba?

    Si. De hecho, estaba muerta. Pero el doctor fue de la opinión que ella hubiera vivido si Franklyn la hubiera llevado primero. Hubo mucho resentimiento en la villa, creo.

    No lo cuestiono. ¿Había sido violada?

    ¡No! Quiero decir, que ella había tenido relaciones, por supuesto, pero no hubo sugerencias de que no las hubiera deseado. Tenía la reputación. Pero, por supuesto, el accidente cambió todo.

    Él fue un monstruo por haberla dejado morir.

    Para entonces el declaró que no tuvo memoria del accidente hasta unas horas después. Sin duda, estaba muy ebrio. Creo que Rochford hubiera apoyado un procesamiento; pero la madre de Franklyn estaba viva por entonces, y Rochford le tenía cariño, entonces lo silenció.

    ¿Él te lo contó?

    ¡Por todos los cielos, no! Parece que no entendieras del todo. Mi esposo y yo no hablamos para nada, pero tenemos lugares comunes frívolos. Aun antes, antes de aquella noche, él fue siempre demasiado distante.

    Entonces, ¿cómo sabes todo esto?

    Por Arabella, por supuesto.

    ¿Arabella?

    "Oh,

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