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Filosofía política de la pena: Una lectura acerca de los fundamentos filosóficos de la pena estatal
Filosofía política de la pena: Una lectura acerca de los fundamentos filosóficos de la pena estatal
Filosofía política de la pena: Una lectura acerca de los fundamentos filosóficos de la pena estatal
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Filosofía política de la pena: Una lectura acerca de los fundamentos filosóficos de la pena estatal

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Filosofía política de la pena. Una lectura acerca de los fundamentos filosóficos de la pena estatal
La legitimidad de la pena estatal pertenece a la categoría de las ideas filosóficas más controvertidas. No pocas veces esta idea es presentada como un acto repugnante, cruel e injustificado. A pesar de las críticas a la pena, en la historia de las i
IdiomaEspañol
EditorialINACIPE
Fecha de lanzamiento17 ago 2023
ISBN9786075601564
Filosofía política de la pena: Una lectura acerca de los fundamentos filosóficos de la pena estatal
Autor

Alejandro Nava Tovar

Alejandro Nava Tovar Doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana campus Iztapalapa. Exbecario del Departamento de Intercambio Académico de Alemania. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Es autor de diversos libros sobre filosofía del derecho y argumentación jurídica, así como de diversos artículos y ensayos sobre filosofía, derecho y criminología publicados en revistas y obras de notable prestigio internacional. Algunos de estos ensayos han sido publicados en alemán, inglés y portugués. También ha dado conferencias presenciales sobre estos temas en universidades de Alemania, Brasil, Cuba, Ecuador, Italia y Suiza. Actualmente es profesor investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma Metropolitana campus Azcapotzalco. Libros publicados por el autor en el Instituto Nacional de Ciencias Penales: Argumentación jurídica y Populismo punitivo. Crítica del discurso penal moderno.

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    Alejandro Nava Tovar

    Alejandro Nava Tovar

    Doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana campus Iztapalapa. Exbecario del Departamento de Intercambio Académico de Alemania. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Es autor de diversos libros sobre filosofía del derecho y argumentación jurídica, así como de diversos artículos y ensayos sobre filosofía, derecho y criminología publicados en revistas y obras de notable prestigio internacional. Algunos de estos ensayos han sido publicados en alemán, inglés y portugués. También ha dado conferencias presenciales sobre estos temas en universidades de Alemania, Brasil, Cuba, Ecuador, Italia y Suiza. Actualmente es profesor investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma Metropolitana campus Azcapotzalco. Libros publicados por el autor en el Instituto Nacional de Ciencias Penales: Argumentación jurídica y Populismo punitivo. Crítica del discurso penal moderno..

    COLECCIÓN INVESTIGACIÓN

    DIRECTORIO

    Alejandro Gertz Manero

    Fiscal General de la República

    y Presidente de la H. Junta de Gobierno del

    inacipe

    Gabriela Alejandra Rosales Hernández

    Secretaria General de Extensión

    Leticia Piña Ferman

    Subdirectora de Publicaciones

    Portadilla

    Filosofía política de la pena. Una lectura acerca de los fundamentos filosóficos de la pena estatal

    © Alejandro Nava Tovar

    © Instituto Nacional de Ciencias Penales (

    inacipe

    )

    Instituto Nacional de Ciencias Penales

    Magisterio Nacional núm. 113, Col. Tlalpan,

    Alcaldía Tlalpan, C.P. 14000, Ciudad de México

    Primera edición, 2023

    ISBN libro electrónico: 978-607-560-156-4

    Aviso legal

    inacipe

    Se prohíbe la reproducción parcial o total, sin importar el medio, de cualquier capítulo o información de esta obra, sin previa y expresa autorización del Instituto Nacional de Ciencias Penales, titular de todos los derechos.

    Esta obra es producto del esfuerzo de investigadores, profesores y especialistas en la materia, cuyos textos están dirigidos a estudiantes, expertos y público en general. Considere que fotocopiarla es una falta de respeto a los participantes en la misma y una violación a sus derechos.

    Las opiniones expresadas en esta obra son responsabilidad exclusiva del autor y no necesariamente reflejan la postura del Instituto Nacional de Ciencias Penales.

    Al Instituto Nacional de Ciencia Penales, por sacarme de las filas del desempleo al darme mis primeras clases de argumentación jurídica y filosofía del derecho penal, permitirme conocer excelentes alumnas y alumnos, colegas entrañables y, sobre todo, por ser mi casa académica durante todos estos años.

    A las profesoras y profesores del Posgrado en Humanidades, Línea Filosofía Moral y Política de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, por haber contribuido decisivamente con sus clases y obras a mi siempre incompleta formación filosófica.

    A Andrew Fletcher (1961-2022), porque cuando la vida me parece insoportable, me siento perdido, sin esperanza, la música de Depeche Mode siempre me escucha. Te extrañaremos, Andy.

    A Anselmo (2014-2023), por elegirme como compañero de viaje durante tu vida y enseñarme el amor en su forma más pura. Ahora serás nuestro angelito guardián. Mi agradecimiento y amor eternos.

    La tarea de la filosofía es concebir lo que es, pues lo que es es la razón. En lo que respecta al individuo, cada uno es, de todos modos, hijo de su tiempo; de la misma manera, la filosofía es su tiempo aprehendido en pensamientos.

    G. W. F. Hegel

    Agradecimientos

    Presento a la comunidad estudiantil y académica mi tercer libro publicado por el Instituto Nacional de Ciencias Penales, titulado Filosofía política de la pena. Una lectura acerca de los fundamentos filosóficos de la pena estatal. En este libro analizo el pensamiento penal de diversos filósofos que no han sido suficientemente explorados o correctamente interpretados en el ámbito del derecho penal. Esta tarea no ha sido fácil, pues he intentado conjuntar fuentes tanto del campo de la filosofía política como del derecho penal, las cuales no siempre dialogan como quisiera. Sin embargo, para mi buena suerte académica, en este camino no he estado solo. He tenido la fortuna de contar con traducciones muy valiosas de los filósofos analizados y con amigas y amigos que enriquecieron mis observaciones sobre el pensamiento filosófico-penal de estos filósofos. Por eso haré un agradecimiento doble.

    Por una parte, quiero agradecer a los traductores de estas obras, pues con su trabajo previo pude adentrarme con mayor facilidad en las ideas de estos filósofos. Interpretar a estos filósofos es difícil. Traducirlos lo es todavía más. Así, agradezco a Manuel Sánchez Sarto (Thomas Hobbes); Eugenio Raúl Zaffaroni, Irma Hagemeier y Leonardo G. Brond (Paul Johann Anselm Ritter von Feuerbach); Adela Cortina Orts y Jesús Conill Sancho (Immanuel Kant); José Luis Villacañas Berlanga, Manuel Ramos Valera y Faustino Oncina Coves (Johann Gottlieb Fichte), y Juan Luis Vermal (Georg Wilhelm Friedrich Hegel).

    Por otra parte, agradezco a quienes leyeron partes de este manuscrito y me hicieron ver algunas deficiencias tanto de fondo como de estilo: Alberto Nava Garcés, Alejandro González Monzón, Alejandro Payá Porres, Alejandro Sahuí Maldonado, Andrea Arabella Ramírez Montes de Oca, Alexandre Travessoni Gomes Trivisonno, Ángel Octavio Álvarez Solís, Arnulfo Daniel Mateos Durán, Benjamín Ortega Guerra, Carlos Hernández Mercado, Cláudia Toledo, Daniel Cunjama, Enrique Cáceres Nieto, Esteban Díaz Cabrera, Francisco Campos Zamora, Francisco Castillejos Rodríguez, Francisco Cortés Rodas, Francisco Rivas González, Francisco Mora-Sifuentes, Gabriela Lira Rosiles, Gerardo Allende Hernández, Gerardo Laveaga Rendón, Gonzalo Villa Rosas, Gustavo Leyva Martínez, Héctor Fabián García, Ilsse Carolina Torres Ortega, Imer B. Flores, Jesús Rodríguez Zepeda, Jorge Alexander Portocarrero Quispe, Jorge Carreón Perea, Jorge Rodríguez, Juan Antonio Cruz Parcero, Júlio Aguiar de Oliveira, Luis Armando González Placencia, Malte Wagner, Mario Rojas Hernández, Rafael Estrada Michel, Ricardo Gluyas Millán, Roberto García Santos, Rodolfo Gómez Alcalá y Sofía Cobo Téllez. También al personal del

    inacipe

    que trabaja en el área de edición y producción de los textos: Irene Bárcenas, Rafael Cruz, Víctor Gálvez, José Antonio Guzmán, Daniel Leyte, Violeta Méndez, Abril Mercado, Rosa Montes, Edgar Paz, Leticia Piña, Marcela Reyes, Misael Zúñiga.

    Estoy seguro de que probablemente omití a más personas a quienes debería agradecer por su apoyo, pero al menos intenté hacer un esfuerzo comprensivo. Espero que la comunidad lectora disfrute de este libro. Si este es el último libro que publico en la que fue mi casa académica en todos estos años, entonces que valga la pena mi despedida de este instituto que generosamente me abrió las puertas y al que siempre le estaré agradecido.

    Prólogo

    Hace unos años el filósofo alemán Jürgen Habermas, uno de los principales exponentes de la Escuela de Frankfurt y la teoría crítica, propuso que la filosofía en la actualidad se debería apreciar a partir de dos tareas: como vigilante e intérprete. Frente a la desconfianza hacia los maître-penseurs como Kant o Hegel, y ante la pregunta sobre lo que pueda justificar su intervención en el sistema de las ciencias, manifiesta que la filosofía guarda sitio para una racionalidad teórica de amplios vuelos y brinda un servicio de traducción entre las diversas esferas de la vida que la modernidad fragmentó. Habermas quiere recuperar la autoridad epistémica y práctica de las personas que cooperan en medio de una práctica comunicativa que hace posible entendernos bajo ciertas condiciones de validez como la única alternativa a la violencia.

    El nuevo libro de Alejandro Nava Tovar es una perfecta ilustración de tales tareas filosóficas. El recorrido a través de pensadores clásicos modernos, maître-penseurs como Thomas Hobbes, Paul Johann Anselm Ritter von Feuerbach, Immanuel Kant, Johann Gottlieb Fichte o Georg Wilhelm Friedrich Hegel, enseña la importancia del pensamiento reflexivo en relación con otros saberes: resguardar fronteras, traducir comunicaciones y regular intercambios, incluso en una rama del derecho técnica y poco glamurosa como el derecho penal. Sus prácticas, discursos y actores se desarrollan en lugares alejados de la luz pública porque involucran sufrimiento, indignación, resentimiento, culpa y vergüenza. Tratándose de asuntos humanos que a todos conciernen, la cuestión principal con la que el libro nos interpela es la legitimidad de las instituciones estatales para castigar conductas e infligir dolor ante las amenazas y afrentas al orden público.

    Con la pregunta por la legitimidad del derecho penal como telón de fondo, el texto abre una línea de exploración apremiante para la filosofía política latinoamericana. En un escenario de crisis de violencia que aúpa sentimientos de inseguridad y revela la falta de capacidad de nuestras democracias frágiles y desiguales, la reflexión sobre la pena y el castigo ayuda a enmarcar temas fundamentales de la política, el derecho, la economía o la cultura. Nava Tovar asesta una dura crítica a formas anodinas de estudiar la filosofía y el derecho que son comunes en la academia.

    Como mi formación originaria viene del mundo jurídico, y más tarde de la filosofía, la lectura me causó cierta incomodidad, un sentimiento de ofensa personal por partida doble. Por un lado, es verdad que los abogados sabemos la crueldad del derecho penal, pero nos comprendemos como herederos del pensamiento ilustrado que acabó de una vez para siempre la barbarie de la venganza privada infinita, del dolor infligido en los cuerpos y de los rituales mágicos para determinar culpa y merecimiento de castigo. Tenemos por legítimo el poder punitivo porque el derecho ha domesticado la violencia; la fuerza no impera más sin su concurso y autoridad. Del otro lado, en relación con la filosofía política, esta concentró justificadamente su atención en las instituciones capaces de realizar la autonomía y el autogobierno de las personas. Alrededor de temas distintos al derecho penal, la filosofía política, después de su giro normativo marcado por la publicación de Una teoría de la justicia, de John Rawls, con altura de miras se enfocó en la justicia redistributiva, el reconocimiento y la participación: liberalismo, utilitarismo, socialismo, republicanismo, comunitarismo y, por supuesto, en los desafíos del feminismo.

    Es conocida la influencia de estas discusiones en la academia latinoamericana. En nuestra región aquejada con las mayores brechas de desigualdad en el mundo, tanto en el plano económico como por motivos sexuales, raciales o étnicos, la importación de esta agenda se justificó por su urgencia. Si se mira que este cambio de paradigma corre paralelo a los procesos de transición democrática, no resulta difícil entender el entusiasmo y las cegueras más allá de los vicios coloniales que causan sospechas: verbigracia, el afán de novedades o el fervor sucursalero vistos por Carlos Pereda. Piénsese en el aterrizaje serio y original de esos debates globales en la región realizado por importantes filósofos del subcontinente: Paulette Dieterlen y Luis Villoro en México, por citar su extremo norte, o en Argentina, en el extremo meridional, Carlos Santiago Nino y Roberto Gargarella. Los filósofos políticos en América Latina pensaron la justicia y la democracia principalmente desde otros importantes problemas: pobreza, desigualdad, opresión, exclusión. En la puerta de salida de regímenes autoritarios y dictaduras, el uso sistemático del derecho penal para reprimir con violencia desmedida quizás orilló el alejamiento de la filosofía. Una maquinaria de dolor no puede justificarse nunca. Debido a que los perpetradores de daños inenarrables se ponen ellos mismos fuera de la comunidad humana, no hay nada que decir con respecto a su condena y castigo. En este contexto, las reflexiones sobre el derecho penal de Nino y Gargarella son dignas de la mayor atención porque muestran la dificultad de juzgar en situaciones de crisis, ruptura o extrema desigualdad, como las señaladas por Hannah Arendt. Será más tarde, en los estudios de la memoria histórica y la justicia transicional, como los de Pablo de Greiff, que se tratará este tema en la filosofía política regional. Las contribuciones colectivas coordinadas por Jesús Rodríguez Zepeda y Tatiana Rincón Covelli, en México, o Kai Ambos, Francisco Cortés Rodas y John Zuluaga, en Colombia, ofrecen una buena orientación sobre el tema.

    Por eso no se puede descartar, como indica Alejandro Nava Tovar en su afinidad con Hegel, que el ave de la sabiduría, el búho de Minerva, sólo alza su vuelo en el ocaso. La metáfora connota un retraso del tiempo del pensamiento respecto de la experiencia y sus múltiples manifestaciones. La filosofía como pensamiento sobre el pensamiento, o sea, pensamiento reflexivo, implica el recogimiento nocturno de los filósofos después del día del verdadero devenir de una nueva verdad. En virtud de que trabajo en las mañanas en el trópico tengo reparos a la caracterización de la actividad filosófica solitaria de noches oscuras y frías. De modo que esta mañana soleada y calurosa quiero pensar en torno al fundamento y la medida de la pena, parte de los núcleos básicos universales que tanto Nava Tovar como yo defendemos. Honrado con su confianza para escribir estas líneas, inicio un diálogo desde el sur del Sur.

    Un artista contemporáneo de la época de Hegel, Francisco de Goya, en un cuadro inquietante pero cautivador representó la idea según la cual el sueño de la razón produce monstruos. Al igual que la metáfora hegeliana, la pintura ha tenido distintas interpretaciones. La más conocida es consistente con la perspectiva ilustrada que captura Hegel: el pensamiento ocurre en un estado de vigilia y lucidez de los filósofos, solo detrás de los acontecimientos y a resguardo, en noches oscuras y frías. Cuando la razón se suspende aparecen los monstruos. Quienes realizamos trabajo académico sabemos que exige distancia y comodidad frente a urgencias de la vida que son malas consejeras. Sin embargo, hay otra interpretación que no es menos plausible: el sueño de la razón, su ambición profunda o su dimensión onírica es la causa principal de los monstruos terribles. Si la filosofía se aísla, el pensamiento absorto puede proyectar en los demás sus creencias comprehensivas; pura ideología e idiosincrasia. Por eso Arendt distinguía entre pensar y juzgar, y criticaba el trabajo de los filósofos confiados a sus fuerzas. El juicio reflexivo demanda pensar por nosotros mismos, pero también junto con otras personas, poniéndonos en su lugar. En esto consiste una mentalidad ampliada. Juzgar exige abrirse al diálogo, multiplicar puntos de vista.

    Estimo que una de las principales virtudes del libro es el desarrollo de la reflexión filosófica con sentido público. Nava Tovar no está solo en sus noches oscuras y frías porque conversa con enormes filósofos. La pertinencia de su trabajo está en la re-significación del derecho penal como asunto con una dimensión política insoslayable. Esta es una forma de posicionamiento, un ejemplo de la razón pública. Desde el Instituto Nacional de Ciencias Penales —del cual se despide— no es cosa menor. Porque lo que se pone de relieve es un entendimiento del derecho como la institucionalización de la razón práctica¹ en una de sus zonas más críticas, la justicia criminal. Si Nava Tovar no es un filósofo trastornado —como él mismo declara— es porque piensa desde su lugar en el mundo. En medio de la severa crisis de violencia, inseguridad e impunidad en México y América Latina, este es un libro que se debe leer porque discute las funciones del derecho penal en el Estado constitucional y regresa a la pregunta primigenia por su legitimidad. No creo equivocarme si atribuyo a su autor una auténtica preocupación por las tentaciones autoritarias y el retroceso democrático reflejado en los intersticios del sistema estatal en tantas formas de populismo punitivo.²

    Desde que tuve noticia de él, admiro el trabajo de Alejandro Nava Tovar. Es capaz de andar entre la filosofía, la política y el derecho con una solvencia académica impresionante. El libro que presenta revela no solo pleno dominio de sus fuentes, sino una capacidad analítica singular. El diálogo con Hobbes, Feuerbach, Fichte, Kant o Hegel trasciende la motivación explícita de leerlos como hijos de su tiempo. La potencia del texto radica en la lectura crítica de sus obras, aunque su rigor cuasi filológico sugiera al lector desprevenido un puro despliegue de erudición para adornar las colecciones de los juristas aficionados a citar filósofos sin reparos —ni formación—. En el libro, la propuesta de Armin Kauffman de analizar lo vivo y lo muerto del pensamiento de estos clásicos es el principio que conduce las pesquisas. Junto con mi tocayo, en efecto, no creo que deba condenarse moralmente ni exigir todas las respuestas a estos autores. No obstante, al evaluar su pensamiento, y separar lo que permanece y lo que debe dejarse de lado, sí se los enjuicia. Pero esto no es malo. No implica que nosotros seamos más lúcidos. También somos hijos de nuestro tiempo, y tal vez las ideas tengan fecha de caducidad, pero considero junto con Habermas que en este tipo de juicios radica el aprendizaje normativo: el ir y venir de la crítica desarrolla la racionalidad práctica. Nunca podremos estar seguros de haber dejado algo inexplorado. Si la razón se instituye en el derecho a través de sus fuentes legales, jurisprudenciales y doctrinales, la filosofía como razón pública, como vigilante e intérprete, auxilia a comunicar socialmente, a sacar de las aulas los saberes arcanos.

    La lectura crítica permite contextualizar las ideas haciéndonos contemporáneos de grandes autores con miras a comprender. Nava Tovar es riguroso y no

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