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Los años del terror (1974-1976)
Los años del terror (1974-1976)
Los años del terror (1974-1976)
Libro electrónico288 páginas4 horas

Los años del terror (1974-1976)

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En este libro se aborda como tema fundamental el terrorismo de Estado ejercido por los Estados Unidos, a través de sus mercenarios contra Cuba. Entre 1974 y 1976 los planes para derrocar al gobierno revolucionario cubano se acrecentaron, mediante la utilización de todos los recursos disponibles con la ayuda de figuras connotadas del terrorismo internacional como: Orlando Bosch Ávila y Luis Posada Carriles. Entre los casos que aparecen está el sabotaje a la aeronave de Cubana de Aviación que, en pleno vuelo, fue dinamitada truncando la vida a 73 personas inocentes.
IdiomaEspañol
EditorialRUTH
Fecha de lanzamiento23 oct 2018
ISBN9789590619816
Los años del terror (1974-1976)

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    Los años del terror (1974-1976) - José Luis Méndez Méndez

    Edición base: Ricardo Barnet Freixas

    Edición para e-book: María de los Ángeles Navarro González

    Diseño de cubierta: Francisco Masvidal

    Diseño de interior: Dora Alfonso

    Corrección: Natacha Fajardo Álvarez

    Emplane para e-book: Madeline Martí del Sol y Ana Molina González

    © José Luis Méndez Méndez, 2006

    © Sobre la presente edición:

    Editorial de Ciencias Sociales, 2018

    Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.

    ISBN 978-959-06-1981-6

    EDHASA

    Avda. Diagonal, 519-52 08029 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España

    E-mail:info@edhasa.es 

    En nuestra página web: http://www.edhasa.es encontrará el catálogo completo de Edhasa comentado

    RUTH CASA EDITORIAL

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    Más libros digitales cubanos en: www.ruthtienda.com

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    Índice de contenido

    Prólogo

    Introducción

    1974: Preludio del terror

    Terrorismo como política oficial

    Omega-7

    1975: A todo riesgo

    Terrorismo en Miami

    1976: se desata el terror

    Bosch contra Venezuela

    Guerra en las calles de Miami

    Volar un avión en pleno vuelo

    La versión de Posada Carriles

    Epílogo

    Anexos

    Bibliografía utilizada y consultada

    Servicios cablegráficos internacionales consultados

    Testimonio gráfico

    Datos de autor

    A Gerardo, Antonio, René, Fernando y Ramón,

    luchadores contra el terrorismo.

    Al pueblo estadounidense, víctima del terrorismo anticubano.

    A la juventud cubana, por su futuro.

    El eterno agradecimiento a los héroes y

    mártires de la Revolución, protagonistas,

    conocidos unos y anónimos otros, todavía, de esta lucha.

    A Laura, por el rigor de su edición.

    A Humberto, por la excelencia y el mensaje del diseño.

    A todos los que aportaron su experiencia, dedicación y constancia.

    PRÓLOGO

    La lectura de este libro Los años del terror (1974-1976). Una historia no revelada, de José Luis Méndez Méndez, no solo impactará al lector, al conocer detalles asombrosos de la guerra terrorista que los Estados Unidos han sostenido durante casi medio siglo contra Cuba, sino que también permitirá reconstruir zonas oscuras en los laberintos de la muerte sin fronteras que significó la Operación Cóndor en las décadas de los años setenta y ochenta, en América Latina y el Caribe.

    Esta operación criminal de contrainsurgencia, que posibilitó la coordinación de las dictaduras del Cono Sur para asesinar, secuestrar, torturar, trasladar ilegalmente de un país a otro a todos los opositores, fue posible por la capacidad y experiencia que para estas acciones habían acumulado los grupos terroristas cubano-americanos de Miami, agentes predilectos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense.

    La lectura de este y de otros libros del mismo autor, y también de una grupo de investigadores cubanos, cuyos trabajos están estrictamente documentados, obliga a una revalorización en todos los análisis y las investigaciones sobre la Operación Cóndor.

    Al sistematizar cuidadosamente lo actuado por estos grupos, que contaban y cuentan con la impunidad protectora de sus jefes estadounidenses, el autor de este libro posibilita un seguimiento que nos lleva a descubrir nuevas redes y lazos; pero, esencialmente, estamos viendo con trazos precisos, uno de los antecedentes más definidos sobre lo que fue la Operación Cóndor.

    Utilizados los mercenarios por la CIA y otras instituciones para cubrir sus acciones de guerras sucias y de baja intensidad —en el esquema de la denominada Guerra Fría— como se hace con el común asesino a sueldo, los Estados Unidos fueron creando un monstruo sin control en muchos momentos. Al saberse impunes y protegidos, a veces accionaron más allá de las órdenes de sus jefes, poniendo en peligro algunas de aquellas operaciones; pero eso no determinó ningún cambio en la relación de empleador y empleado.

    Amparados en esa impunidad, que sigue protegiéndolos en estos momentos, como se advierte en el caso de Luis Posada Carriles y de otros terroristas connotados, responsables de crímenes de lesa humanidad, estos grupos siguen conspirando con la anuencia total del gobierno de George W. Bush y de su hermano Jeb Bush, gobernador del estado de La Florida, como antes lo hicieran con el padre de ambos, George H. W. Bush.

    Son numerosos los documentos que muestran estas relaciones y en los tiempos en que el futuro presidente George H. W. Bush estaba al frente de la CIA (1976-1977) se registra un salto cualitativo en las acciones terroristas, esencialmente en sus actividades en toda América Latina, y en sus conexiones directas con las dictaduras. Estas dictaduras —como ha sido revelado por una serie de documentos y los propios testimonios de los responsables intelectuales y directos— fueron mayoritariamente instaladas, apoyadas y sostenidas por los gobiernos de Washington.

    Es por eso que también este libro permite a los investigadores descubrir y documentar la relación íntima entre los grupos y sus acciones y las órdenes y necesidades de la CIA, cómo se discutían en la oficina oval, donde Bush padre cocinó junto a otros altos funcionarios una cantidad de operaciones de guerra sucia.

    Las administraciones estadounidenses sucesivas han estado preocupadas por el terrorismo de otros, mientras que dentro de su territorio estos grupos han actuado con total impunidad; excepcionalmente se ha reprimido a sus miembros con sanciones benévolas. Ha prevalecido la intimidación a jurados y a jueces, quienes en el momento de condenar han expresado simpatía por la causa política de los terroristas, faltando a toda ética profesional, temerosos de ser víctimas del castigo de estos o de sus compinches [...] En este libro se habla de terrorismo, del llevado a cabo por los terroristas del Imperio, de cómo ese flagelo mantuvo el pánico en las calles de Miami, de la historia que se quiere ignorar y borrar, de la que se debe conocer, porque quedan como cicatrices en la memoria de ambos pueblos. Enfrentar y vencer esta ola de terror causó pérdidas de vidas irreparables en el pueblo de Cuba, que ha pagado un alto tributo de sangre y dolor...

    Asimismo, demarca con precisión los cambios producidos en el accionar terrorista desde que en la década de los años sesenta las acciones estadounidenses contra Cuba —incluyendo por supuesto la invasión por Playa Girón en 1961— estuvieron caracterizadas por los ataques aéreos y marítimos al servicio de la CIA contra el territorio cubano.

    De allí nos lleva hacia las nuevas modalidades en los años setenta que significan los ataques terroristas contra los intereses de Cuba y de otros países relacionados con la Isla en el exterior, etapa que caracteriza como sórdida (1974-1976). Es en ese período cuando los extremistas anticubanos realizaron, por ejemplo, 202 actos terroristas, que afectaron a 23 países de varios continentes y que el autor refiere con detalles por momentos escalofriantes.

    Solo en los Estados Unidos documenta 113 actos terroristas contra entidades estadounidenses y de otras naciones relacionadas con Cuba. Cada cinco días, como promedio, se realizó un acto de terror, con su efecto de pavor, daños humanos y materiales.

    Después de esto el lector entra ya en el desarrollo del tema y en la sistematización de los actos de terror, tomando algunos años claves, aunque ya desde 1965 estos grupos estaban señalados por sus actuaciones en diversos países y especialmente en México, donde fueron acusados de una cantidad de atentados y asesinatos.

    En todos los casos se observó la protección de los Estados Unidos para los responsables de estos delitos, cuando algunos de ellos eran capturados en países sobre los que Washington ejercía su dominio.

    Caracteriza muy bien el autor este período en las relaciones de los Estados Unidos con América Latina y las incidencias que esto tuvo en las decisiones de sus gobernantes en relación con Cuba. A veces, inclusive, debió aflojarse la tensión levemente, pero al pasar a describir lo actuado por los terroristas queda establecido que los ataques, atentados y asesinatos estaban destinados tanto a golpear al interior de Cuba como a amedrentar a todos aquellos que se atrevían a desafiar ese aislamiento.

    También revela los juegos políticos de las administraciones estadounidenses y las contradicciones que siempre ha habido —y hay— en las sombras de ese poder, en relación con Cuba y su casi increíble capacidad de resistencia, de casi medio siglo: una isla donde su revolución socialista no logró ser derribada ni por el más prolongado sitio de guerra que se haya impuesto a un país en la historia del mundo.

    En el primer capítulo, en el cual el autor menciona al año 1974 como el preludio del terror, se nos revela los trasfondos de la doble moral de los gobiernos estadounidenses, tan nítidamente como se puede reconocer hoy, cuando el Imperio se ha desnudado ante el mundo, y ha establecido lo que muy bien puede caracterizarse como un terrorismo de Estado al nivel mundial.

    El centro clandestino de detención de Guantánamo, el genocidio contra los pueblos de Afganistán e Irak, las cárceles ilegales y los vuelos de la muerte, las torturas, las leyes abiertamente fascistas del Acta Patriótica, entre otras medidas de control absoluto aplicadas contra los ciudadanos de su propio país, son hechos visibles aun para las mayorías atrapadas en la manipulación informativa.

    En este caso el libro es un profundo y necesario ejercicio de la memoria para entender el presente.

    Eso se logra rápidamente por medio de la propia estructura de esta obra, sin ningún desborde ni desmesura, al describir los hechos, los tan bien investigados movimientos de esos ejércitos de las sombras, que no solo se dedicaron a aterrorizar al pueblo cubano, sino que llevaron su guerra contra todos nosotros. Es por eso que su lectura se hace imprescindible para reconstruir nuestra propia historia

    También es importante observar los movimientos pendulares de la política de los Estados Unidos contra Cuba, cuyas posiciones de principios profundos pusieron más de una vez en trances difíciles a la mayor potencia del mundo; así vemos cómo Washington debió realizar un extraño entretejido de movimientos y maniobras para enfrentar los desafíos que la Isla le planteaba en la región. Incluso aparecen los períodos de intentos de distensión en reuniones secretas, que son para Nuestra América de una riqueza insuperable como experiencias políticas que enriquecen las perspectivas regionales.

    La saga de atentados y crímenes contabilizados además en los años 1975 y 1976, cuando —como dice el autor se desata el terror— puede seguirse por las noticias aparecidas en algunos medios en los cuales se publicaban además incluso los compendios de las actividades violentas y se definía la llamada (por los extremistas anticubanos) Tercera Posición sinónimo de terrorismo y de lo que estos grupos definirían en algún momento como guerra por los caminos del mundo, tan identificada luego en la Operación Cóndor, o en lo que hoy están llevando adelante los Estados Unidos en todo el planeta.

    Al parecer, la administración estadounidense ha retomado al nivel global aquellas enseñanzas de la guerra terrorista por los caminos del mundo, pero incluso ya ni siquiera en el antiguo esquema de la guerra sucia y de la contrainsurgencia encubierta.

    En el año 1975, por ejemplo, las 65 muertes por atentados triplicaban las cifras de 1974 (21 muertos y 176 heridos); los daños a la propiedad, según el FBI, se valoraron por un monto aproximado de 24 millones 500 mil dólares. El año anterior solo habían ascendido a 8 millones de dólares, es decir, en 1975 ¡hubo un incremento de un 300 % en relación con el año precedente!

    La larga jornada terrorista de 1976, que disparó no solo las acciones criminales sino la cifra de víctimas comenzó —como señala el autor en el capítulo final— el 2 de enero, cuando estalló una bomba en el auto de un matrimonio de emigrados cubanos residentes en Cliffside, estado de Nueva Jersey. Ricardo Maldonado y su esposa salieron ilesos por escasos segundos. Al día siguiente, un cable de la agencia española EFE, fechado en los Estados Unidos, sentenciaba: Entra Estados Unidos en su bicentenario bajo el signo de las bombas y el terrorismo. El día 7 de ese mes Réplica, en su balance anual sobre el comportamiento del terrorismo durante el año anterior, publicó: La actividad que ha caracterizado al exilio cubano durante 1975 ha sido el terrorismo; es decir, estaban muy bien identificados los actos y los autores, pero eran los tiempos del esplendor de la impunidad.

    No obstante, al releer los capítulos del libro, que obliga a ver en su conjunto los hechos de terrorismo de aquellos tiempos y la perdurabilidad hasta hoy de sus responsables, nos preguntamos ¿Cómo ignorábamos esto?

    La reflexión surge de inmediato: Si quienes hacíamos un seguimiento de esta situación desconocíamos una cantidad de estas acciones protagonizadas por los mismos grupos que actuaron junto a las dictaduras centroamericanas y sureñas, ¿qué sentirán todos aquellos que acceden a esta información, tan precisa como estremecedora, por primera vez?

    Son los mismos terroristas los que actuaron contra Cuba, los que fueron torturadores en Viet Nam y en otros países, los que se jactaban de volar los automóviles de las víctimas del terrorismo de Estado que unificaba a las dictaduras en su accionar conjunto en la Operación Cóndor. Razones tenían los fascistas italianos en sus declaraciones como testigos protegidos en Italia, al referirse a las dictaduras del Cono Sur. Los cubanos de Miami, eran los más expertos en el arte de asesinar y volar enemigos.

    Esos expertos, formados para matar sin piedad ni miramientos, instrumentos de un poder perverso, figuras claves en la represión en Venezuela, en Centroamérica, trabajando codo a codo con la DINA de Chile, la policía política del entonces dictador Augusto Pinochet; con los escuadrones de la muerte en todo el continente, con la Triple A, sembrando el crimen en las calles argentinas en los años 1974-1975, y luego con los dictadores, deben ya ser llevados ante la justicia. La impunidad es también una forma de muerte para las víctimas y una tentación perversa para la continuidad de los crímenes.

    En estos capítulos escritos tan brillantemente con la austeridad necesaria, todos encontraremos nuevos caminos hacia la verdad, y aprenderemos a reconocer los signos de las amenazas, cuando el enemigo está regresando sobre Nuestra América, soñando un esquema de recolonización que terminará siendo el derrotero de su propio final. Este libro es también un homenaje, quizás uno de los más profundos, a cinco jóvenes cubanos cuyo delito, según los lineamientos de Washington, fue precisamente intentar detener la mano del crimen, por amor a su pueblo. Si en aquellos años del horror hubiera habido en el nido de los cóndores, en el sitio exacto donde se trazaba el esquema de la muerte y el genocidio que nos aconteció, cinco jóvenes verdaderamente antiterroristas, capaces de sacrificarlo todo por amor a la vida de los otros y la paz, no estaríamos buscando aún las tumbas sin nombre de miles y miles de desaparecidos en Nuestra América ni asistiendo a la exhibición aterrorizante de las torturas y los torturados, como lo estamos viendo por los grandes medios masivos del poder hegemónico, no para desterrarla, sino como un mensaje aterrorizador para los pueblos.

    Cada trabajo, como este que nos entrega José Luis Méndez, es un paso gigante en defensa de la humanidad toda y un llamado a la conciencia para evitar que en el marco de la guerra, infinita y sin fronteras, declarada por los Estados Unidos al mundo, se pueda reeditar al nivel global —como lo estamos viendo ya de alguna manera— y caso sin límite alguno, aquellos años del terror por los caminos del mundo.

    Stella Calloni

    26 de julio de 2006

    Introducción

    El pueblo de los Estados Unidos, como el de Cuba, ha sido víctima

    del terrorismo y no toleraría que en su territorio se proteja a notorios terroristas mientras se castiga injustamente a quienes los han combatido sacrificando sus propias vidas...

    Mensaje al pueblo de los Estados Unidos, Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba. 21 de diciembre de 2002.

    En Miami nunca debió celebrarse el juicio contra los cinco jóvenes cubanos, cuya única misión siempre fue la de luchar contra el terrorismo, en favor de la paz para Cuba y los Estados Unidos.

    Por más de cuatro décadas ha sido una plaza tomada por una minoría que, por medio de la violencia, trata de someter a la emigración cubana y a las otras comunidades que allí residen. La mafia anticubana ha arrastrado a Miami, durante años, a la más escandalosa corrupción. Muchos estadounidenses la asumen como una porción de los Estados Unidos secuestrada por una facción extremista de la comunidad cubana; una minirrepública con leyes y códigos propios, que ilusoriamente aspira a tapar el sol que ilumina, controlar el aire y cortar el agua en Cuba. Es también la ciudad que más ha sufrido los actos de terror de esos mismos grupos.

    La agresión sostenida le ha impuesto a Cuba el estado de permanente necesidad de conocer, prevenir y neutralizar los planes que se han engendrado, organizado y protegido en los Estados Unidos por organizaciones y elementos extremistas de la comunidad cubana radicada allí. Ha sido el deber legítimo y elemental de defender a los ciudadanos cubanos y sus intereses, la seguridad interna y el desarrollo normal de la sociedad.

    Si algunas de las diez administraciones que han desfilado por la Casa Blanca no han utilizado el terrorismo para alcanzar sus propósitos políticos en el intento por derrocar al Gobierno Revolucionario, por lo menos lo han tolerado, han dejado actuar a los grupos de terroristas anticubanos, los han protegido según sus intereses coyunturales. Ha habido momentos de mayor auge, cuando el terrorismo ha sido evidentemente el instrumento de la política exterior de los Estados Unidos contra la Revolución Cubana, cuando se utilizó con más violencia contra el territorio cubano y contra sus intereses y su personal en el exterior.

    El terrorismo procedente de los Estados Unidos también ha afectado su propia seguridad nacional. Desde sus inicios, se ha tratado como un caso de terrorismo doméstico. Paradójicamente, después de Cuba, ha sido el país más afectado por los actos de terror de los grupos extremistas anticubanos que tienen allí sus bases y han sido utilizados como instrumentos de la agresión. Han sido cuervos criados por el Imperio que, en ocasiones, se han vuelto en su contra.

    Si bien la década de los años sesenta se caracterizó por los ataques aéreos y marítimos al servicio de la CIA contra el territorio cubano, los años setenta expresaron un cambio de modalidad con predominio de los ataques con bombas a los intereses de Cuba y de otros países relacionados con la Isla en el exterior. La investigación que se presenta en esta obra nos aproxima a una etapa particularmente sórdida y brutal del terrorismo anticubano, el trienio 1974-1976, cuando se desató contra Cuba y los Estados Unidos una intensa campaña, que afectó a intereses y personal de ambos países, así como a objetivos europeos y latinoamericanos. En esos tres años los extremistas anticubanos llevaron a cabo 202 actos terroristas, que afectaron a 23 países de varios continentes. En los Estados Unidos se efectuaron 113 actos contra entidades estadounidenses y de otras naciones relacionadas con Cuba. Cada cinco días, como promedio, se realizó un acto de terror, con su efecto de pavor, daños humanos y materiales.

    En estas páginas el lector encontrará el proceso de acercamiento diplomático entre los Estados Unidos y Cuba, más la reinserción de esta última en el entorno regional como resultado del ejercicio soberano de países latinoamericanos y caribeños, que hicieron valer su derecho a la libre determinación y restablecieron relaciones con la Isla. Estos países, inmediatamente, fueron víctimas de decenas de actos de terror ejecutados por extremistas anticubanos como acción punitiva por haber reconocido a la Revolución.¹

    1 En 1972 Barbados, Guyana, Jamaica, y Trinidad y Tobago habían alcanzado su independencia y establecieron relaciones plenas con la República de Cuba. Guyana fue blanco de los terroristas por su cooperación en el tránsito por su territorio de los aviones civiles cubanos con destino a África. Como se verá, más adelante, Luis Posada Carriles, Orlando García Vázquez y Ricardo Morales Navarrete instaron, en septiembre de 1976, a Orlando Bosch para que realizara acciones contra Guyana. En el avión civil cubano que explotó en pleno vuelo el 6 de octubre de 1976 en Barbados iban estudiantes guyaneses que se superarían en la Isla. Para más información, consultar el documento desclasificado del FBI número 105-304390 de 16 de agosto de 1978.

    Otro factor que rompió el aislamiento fue la resolución adoptada en el marco de la OEA, que dejaba, a discreción

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