Medio año antes del comienzo de la pandemia tuvo lugar una de esas matanzas que muy a menudo sacuden Estados Unidos. Ocurrió en un centro comercial de El Paso, la sexta ciudad más poblada de Texas, y el protagonista fue un supremacista blanco, trastornado quizá por los golpes de la modernidad.
Sin embargo, a diferencia de otros terroristas de su tierra, el responsable de lo sucedido en El Paso, Patrick Wood Crusius, no puso en el punto de mira a judíos o musulmanes. Tenía otra obsesión en mente: los mexicanos. Creía que su masacre –terminó con la vida de 23 personas-provocaría una guerra racial capaz de detener “la invasión hispana” que estaba comprometiendo, en su opinión, el futuro del país.
Evidentemente, Crusius fue detenido, repudiado por el grueso de la sociedad estadounidense, Donald Trump incluido, y encerrado en la cárcel a la espera de un juicio que todavía no se ha celebrado