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La reinvención de Obama: ¿Tras la decepción hay esperanza?
La reinvención de Obama: ¿Tras la decepción hay esperanza?
La reinvención de Obama: ¿Tras la decepción hay esperanza?
Libro electrónico527 páginas7 horas

La reinvención de Obama: ¿Tras la decepción hay esperanza?

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Tras la ola de entusiasmo que suscitó a su alrededor Barack Obama, el primer presidente afroamericano de la historia de Estados Unidos tuvo que coger las riendas de un país en la situación más complicada desde la Gran Depresión de 1929. Pese a sacar adelante grandes reformas en su primer año de mandato, como la sanitaria y la financiera, Obama vio cómo su aura perdía fuerza y la sociedad americana empezaba a darle la espalda. Denostado hasta el insulto por los sectores más conservadores e incluso criticado por miembros de su propio partido, el presidente ha tenido que iniciar un proceso de reinvención que busca llevarle a revalidar su victoria electoral en noviembre de 2012. Este libro no es solo una crónica de los dos últimos años de su mandato. También es una minuciosa investigación política, económica, sociológica y demoscópica de su gobierno que describe el camino iniciado por Obama, el presidente estadounidense más pragmático del último siglo. Escrito por un profundo conocedor de la realidad americana, La reinvención de Obama recorre todo lo hecho y lo que está por hacer tanto en el ámbito nacional como internacional, y explora sus posibilidades de cara a la reelección a partir de un exhaustivo estudio y de distintos viajes de norte a sur y de este a oeste para tomar el pulso a la todavía mayor potencia del planeta.
IdiomaEspañol
EditorialLid Editorial
Fecha de lanzamiento1 nov 2011
ISBN9788483566053
La reinvención de Obama: ¿Tras la decepción hay esperanza?

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    La reinvención de Obama - Jorge Díaz Cardiel

    La reinvención de Obama

    Jorge Díaz-Cardiel Torres

    La reinvención de Obama

    ¿Tras la decepción hay esperanza?

    MADRID   BARCELONA   MÉXICO D.F.   MONTERREY

    NUEVA YORK   LONDRES   MUNICH

    Comité Editorial de la colección de Acción Empresarial:

    Tomás Alfaro, José Luis Álvarez, Ángel Cabrera, Salvador Carmona,

    Guillermo Cisneros, Marcelino Elosua, Juan Fernández-Armesto, Ignacio

    Goirigolzarri, Luis Huete, María Josefa Peralta, Pedro Navarro, Pedro Nueno,

    Jaime Requeijo, Carlos Rodríguez Braun y Susana Rodríguez Vidarte.

    Biblioteca Jorge Díaz-Cardiel

    Editado por LID Editorial Empresarial, S.L.

    Sopelana 22, 28023 Madrid, España

    Tel. 913729003 - Fax 913728514

    info@lideditorial.com

    LIDEDITORIAL.COM

    businesspublishersroundtable.com

    No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Reservados todos los derechos, incluido el derecho de venta, alquiler, préstamo o cualquier otra forma de cesión del uso del ejemplar.

    Editorial y patrocinadores respetan íntegramente los textos de los autores, sin que ello suponga compartir lo expresado en ellos.

    © Jorge Díaz-Cardiel Torres 2011

    © LID Editorial Empresarial 2011, de esta edición

    EAN-ISBN13: 9788483566053

    Editor de la colección: César Piernavieja

    Edición y maquetación: Maite Rodríguez Jáñez

    Corrección: María Aldave

    Fotografía de portada: © Chris Kleponis/Pool/Corbis

    Diseño de portada: El Laboratorio

    Impresión: Cofás, S.A.

    Depósito legal: M-43.255-2011

    Impreso en España / Printed in Spain

    Primera edición: noviembre de 2011

    A mis queridísimas hija, María, y esposa, María José,

    que me hacen sonreír todos los días y

    son el gran motivo de mi esperanza.

    Prefacio

    Introducción. La reinvención de Obama: el presidente da un giro hacia el centro político

    PRIMERA PARTE. De la reforma sanitaria a las elecciones legislativas de noviembre de 2010: América se hace aún más conservadora

    Introducción. La población, decepcionada con los políticos

    1.   Activismo reformista de Obama antes de las elecciones legislativas de noviembre de 2010

    2.   Carácter de Obama

    3.   Obama y el voto hispano. El Partido Republicano y el Tea Party ante las elecciones legislativas de 2010

    4.   Los republicanos, favoritos para ganar las elecciones legislativas. La economía es el caballo de batalla

    5.   La aparición en escena del Tea Party: ¿duelo al sol entre las dos Américas?

    6.   Vísperas de las elecciones legislativas: la decepción de los demócratas con Obama, Clinton echa un cable y la animadversión del Tea Party

    7.   Agosto de 2010, pesadilla para Obama. La economía empeora. Wikileaks. Retirada de Iraq. ¿Reducir gastos o aumentar ingresos?

    8.   La cuestión religiosa en Estados Unidos

    9.   Estados Unidos y China: diálogo estratégico y económico. El G-2

    10. Lucha por la primacía mundial

    11. Un nuevo orden financiero internacional

    SEGUNDA PARTE. De la derrota en las elecciones legislativas al acuerdo sobre el techo de gasto. Nace el nuevo Obama

    Introducción. Las elecciones legislativas de 2010: lección de humildad para Obama

    1.   Las elecciones legislativas marcan el punto de inflexión del primer mandato de Obama

    2.   Si París bien vale una misa, la reelección a la presidencia bien vale un giro al centro

    3.   Un Obama cada vez más centrado comienza a despertar críticas desde la derecha y desde la izquierda

    4.   Primeros pasos del nuevo Obama: economía de libre mercado y una mano tendida a la oposición

    5.   La cuestión energética. La nueva política económica de Obama. El papel de los lobbies. La nueva guerra fría

    6.   Obama se va de viaje económico por Asia a vender el made in America

    7.   Ecuador del mandato: hacia la campaña presidencial

    8.   Proceso de paz en Oriente Medio. La primavera árabe

    TERCERA PARTE. Estados Unidos de costa a costa. El nuevo Obama, un político de centro capaz de generar de nuevo esperanza

    Introducción. Experimentar América con los cinco sentidos

    1.   Las Vegas, ciudad desierta. Estados Unidos, al borde de la suspensión de pagos

    2.   Obama salvado por la campana: acuerdo en la undécima hora para aumentar el techo de gasto del Gobierno

    3.   Sigo en Las Vegas: el acuerdo sobre el déficit y el odio a Obama del Tea Party

    4.   Reno. Estados Unidos se desliza de nuevo a la recesión. El ejemplo inspirador de Ronald Reagan

    5.   Lago Tahoe. La excepcionalidad de América. La sanidad en Estados Unidos

    6.   San Francisco. Diversidad en la ciudad del amor libre. Se acrecienta el miedo a la recesión. Debilidad de Obama

    7.   Los Ángeles. Hollywood. El consumo desciende. Baja la calificación crediticia. Temor al Tea Party

    8.   Los Ángeles, un microcosmos. Las desigualdades sociales. La clase media. El proceso evolutivo de la reinvención

    9.   El sueño americano. El Tea Party acosa al presidente. Obama trata de activar la economía y el empleo

    10. Washington, la capital del imperio. Sociología de la precampaña. El inmenso valor del voto hispano

    11. Nueva York. «Esta crisis es diferente» (Reinhart y Rogoff)

    Epílogo. De la república al imperio. Del orden unipolar al mundo multipolar. El mandato y el legado de Obama

    Bibliografía

    «Dios es nuestro Refugio y Fortaleza,

    Una Ayuda muy presente cuando llega el peligro».

    (Salmo 46, Antiguo Testamento)

    En la celebración del décimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Barack Husein Obama, presidente número 44 de Estados Unidos, rezó públicamente el Salmo 46, de la Biblia, del Antiguo Testamento, en plena Zona Cero de Manhattan.

    Obama estaba acompañado de su mujer y del anterior presidente, George Bush hijo, y su esposa, Laura. Un décimo aniversario de un acontecimiento tan relevante, que cambió el rumbo de la historia de Estados Unidos y del mundo para siempre, tiene una enorme resonancia en los corazones de las personas. Tantos recuerdos inolvidables, tanta sorpresa, tanto miedo, tanto dolor, al igual que tanta fe, esperanza y amor, despiertan en todos un inmenso tsunami de unidad.

    Estados Unidos no ha estado nunca tan unida como nación como en la celebración del décimo aniversario de los atentados del 11-S. Ninguno de los dos presidentes presentes en los actos conmemorativos, Obama y Bush, han vivido en estos diez años una unidad tan fuerte e indestructible del pueblo americano.

    «La unidad tan fuerte e indestructible del pueblo americano como nación…». Cuando uno piensa en los 310 millones de personas que han jurado respetar y cumplir la Constitución de Estados Unidos, se da cuenta de está tratando con una nación distinta, en la que existe una unidad de propósito.

    En el momento de la verdad, cuando se trata de demostrar, como decimos tantas veces los españoles, los estadounidenses aparcan sus diferencias para ponerse a trabajar juntos, codo con codo, hombro con hombro. Lo hicieron tras «el día de la infamia» (Franklin D. Roosevelt), el 7 de diciembre de 1941, cuando los japoneses atacaron por sorpresa Pearl Harbor; y volvieron a hacerlo el mismo 11 de septiembre de 2001, cuando Al Qaeda les declaró la guerra.

    En el tercer aniversario de la elección de Obama como presidente, en noviembre de 2011, se dan las condiciones para que Estados Unidos vuelva de nuevo a unirse, prietas las filas, con ese tipo de unidad que trasciende las ideologías, las diferencias políticas o los puntos de vista sobre los modelos económicos. Los retos a los que se enfrenta Estados Unidos hoy son tan graves que, para solucionarlos, se necesita la ayuda de todos. Hay una forma de expresarlo en inglés muy sencilla: I want to do my part, too [Yo también quiero contribuir].

    Hoy Estados Unidos no está en guerra, como lo estuvo contra las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera está inmersa en «la guerra contra el terror» de que hablaba George Bush, aunque el país tenga que estar todos los días, las 24 horas del día, alerta para evitar ataques terroristas de islamistas radicales.

    A lo largo del libro, el lector descubrirá muchos de esos retos a los que se enfrenta en la segunda década del siglo XXI Estados Unidos. Aquí y ahora, en este breve preludio o prefacio, quiero solamente destacar dos cuestiones. La primera de ellas es que Estados Unidos tiene que esforzarse, luchar con denuedo, poner todos los medios a su alcance para seguir siendo la primera y única superpotencia de la Tierra. Como descubrirá el lector a lo largo de las páginas de esta obra, Estados Unidos no lo tiene nada fácil: sus enemigos son nada más y nada menos que los llamados países emergentes (China, Rusia, Brasil, India), todos ellos convertidos en potencias regionales en sus áreas geográficas de influencia y con crecimientos económicos hasta diez veces superiores al suyo, como es el caso de China. Si Estados Unidos pierde lo que he denominado en este libro como una guerra fría comercial y económica, el planeta pasará de un orden unipolar a otro que bien podemos denominar multipolar.

    El segundo gran reto que Estados Unidos tiene que superar, y con buena nota, es el de la gran recesión económica, que comenzó en agosto de 2007 con el estallido de las hipotecas subprime y dura hasta el día de hoy. Según el consenso de los analistas y economistas consultados para elaborar la obra que el lector tiene en sus manos (ver bibliografía: muchos de ellos son algunos de los economistas más reputados y respetados del mundo), la actual gran recesión económica durará una década. Ya han pasado cuatro años desde que comenzó la crisis, luego aún nos queda por recorrer un desierto económico de otros seis años. Y no solo en Estados Unidos; es obvio para todos que esta crisis financiera y económica es global y que afecta y afectará mucho a la Unión Europea y a Japón.

    Los dos retos a los que hago referencia no son menores, más bien al contrario, tienen un gran calado. Por tanto, creo que la pregunta que me hago a mí mismo a continuación, y que también hago al lector, es pertinente: ¿tiene Occidente motivos para la esperanza? Antes de responder, quiero acudir al famoso adagio latino de que «para entender nuestro presente y construir nuestro futuro, primero hemos de conocer nuestro pasado». Dicho esto, me respondo a mí mismo y al lector: la respuesta es que sí. No solo tengo una firmísima esperanza de que saldremos de la actual situación de crisis tanto geopolítica como económica, sino de que saldremos aún más fuertes de ellas. Únicamente hace falta que miremos en el baúl de los recuerdos, desempolvemos nuestros valores e ideales y nos pongamos a trabajar con esfuerzo y con propósito.

    En este breve prefacio voy a llevar a cabo un mínimo ejercicio de lo que acabo de proponerle al lector, y voy a abrir el baúl para ver qué es lo que encuentro. Conforme abro el baúl, mi cara se ilumina, porque ya empiezo a ver tantos y tantos motivos de esperanza.

    Leo unas declaraciones de Javier Solana, ex secretario general de la OTAN y ex alto representante de la Política Exterior de la Unión Europea; en ellas dice que «en los ideales cristianos del emperador Carlos V de Alemania, Carlos I de España, estaban los primeros gérmenes de lo que hoy llamamos Unión Europea». Cinco siglos más tarde de los agotadores viajes que acabaron con la maltrecha salud del emperador, que dio con sus huesos en el monasterio de Yuste, la Unión Europea es una realidad.

    También veo, frente a mí, una copia idéntica de la Constitución de Estados Unidos, por la cual trece excolonias británicas se convertían en una nación. El texto legal no comienza con la declaración de un rey o un monarca que afirma que su autoridad procede de Dios, sino que se inicia con la siguiente expresión: We the People of the United States, in order to form a more perfect Union… [Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, para crear una unión más perfecta…]. Con Estados Unidos nace la primera verdadera república democrática de la historia. Es cierto que habrá que esperar hasta la guerra civil y la Declaración de Emancipación de Abraham Lincoln, de 1863, que abolió la esclavitud, para que todos los americanos fueran verdaderamente libres y la democracia total, pero, como suele decir el profesor de Derecho Constitucional Barack Obama:

    «El origen de la abolición de la esclavitud estaba ya en los textos de los padres fundadores. Era solo cuestión de tiempo llevarlo a la práctica».

    Sigo buscando en el baúl y me encuentro con un cuadro con una fotografía de Barack Obama, firmada por él. En la parte inferior de la foto está escrito: Barack Obama. 44th President of the United States. Estados Unidos, que algo más de un siglo antes tuvo que abolir la esclavitud, en noviembre de 2008 eligió como presidente a un afroamericano, cuyos orígenes, cultura y cosmopolitismo rompen con los moldes de la América tradicional.

    Las cosas que estoy descubriendo en este mueble, que, por cierto, no tiene ni una mota de polvo, me emocionan más y más. Veo imágenes del rey del rock and roll, Elvis Presley, de Frank Sinatra, de Beyoncé, de Gary Grant y de Elizabeth Taylor, entre otras muchas cientos de imágenes de grandes artistas. Durante un siglo, casi todos los aspectos de la cultura y el arte de todo el planeta, en el sentido más amplio posible, han estado, y siguen influenciados, por América: la forma de vestir, la pintura, la música, el cine, el teatro… ¡Son tantos los ejemplos!

    Veo una fotografía del Memorial que conmemora a los marines que el 23 de febrero de 1945 levantaron la bandera americana en la isla de Iwo Jima, tras una muy cruenta, dura y cruel batalla con los japoneses. Estados Unidos salvó a Europa y al mundo de la tiranía en dos ocasiones: en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial. Y, después, durante muchas décadas, impidió que el mundo libre fuera subyugado por el comunismo. Escribo estas líneas mientras contemplo un busto del presidente John Fitzgerald Kennedy, en bronce, quien evitó la hecatombe nuclear en la crisis de los Misiles de Cuba en octubre 1962.

    Otra de las fotografías que estoy viendo es verdaderamente histórica con todas sus sílabas: Ronald Reagan y Juan Pablo II están sentados, muy cerca el uno del otro, como charlando en confianza. Nadie pone en duda que ellos, y Margaret Thatcher, acabaron con el imperio soviético y liberaron a los países del Centro y del Este de Europa.

    Los primeros y únicos seres humanos que pisaron la Luna fueron norteamericanos. Jack Kennedy prometió: «antes de que acabe la década [de los sesenta] mandaremos un hombre a la Luna». Era la nueva frontera de que hablaba Kennedy. Estoy mirando una fotografía tomada por el astronauta Neil Armstrong, en que se ve a su colega, también astronauta, Edwin Aldrin Jr. posar junto a una bandera desplegada de Estados Unidos.

    Durante el siglo XX, empezando con la Gran Depresión de 1929, Estados Unidos ha sufrido once recesiones económicas. De todas ellas ha salido más fuerte y optimista que antes, aunque fuera a costa de grandes sacrificios. Esta crisis es diferente y más duradera que las anteriores, pero Estados Unidos y Occidente también la superarán. Queda por ver quién será el presidente norteamericano que liderará la salida de la gran recesión durante los próximos años. Ya sabemos que Sarah Palin no lo será, puesto que a principios de octubre de 2011 hizo público su deseo de no presentarse como candidata presidencial en 2012.

    Por la parte republicana, a lo largo de los últimos meses y hoy, hay dos candidatos conservadores muy distintos entre sí con posibilidades de convertirse en presidente: el mormón Mitt Romney y el evangélico Rick Perry. Hago referencia a su religión, puesto que la religión desempeñará un papel muy importante en la campaña electoral que arranca en noviembre de 2011 y culminará con las elecciones presidenciales de 2012.

    ¿Tendrá posibilidades Obama de ser reelegido presidente? Hoy, en noviembre de 2011, tiene motivos tanto para el pesimismo como para el optimismo. Con una tasa de paro aparentemente inamovible durante meses del 9,1% y un crecimiento económico anual del 1,6% en 2011, no puede decirse que la economía sea uno de los activos que Obama pueda presentar en su haber al pueblo americano. ¿Que las cosas hubieran sido mucho peores si Obama y su equipo económico no hubieran actuado como lo hicieron en el año 2009? Estoy absolutamente convencido de ello, aunque esta sea una realidad que no consuela a los 15 millones de desempleados que tiene hoy Estados Unidos.

    Las encuestas y los muchos sondeos preelectorales semanales, que llevan a cabo docenas de institutos de investigación de mercado, dan a Obama una de cal y otra de arena.

    Dos tercios de los estadounidenses piensan que el país se dirige en la mala dirección. Aunque un 53% de americanos, de ambos partidos e independientes, culpa a Bush de la gran recesión, suspenden a Obama en el manejo de la crisis. Aunque esto es poco indicativo: en noviembre de 1982, cuando Ronald Reagan era presidente y Estados Unidos vivía otra crisis económica, la tasa de paro era del 10,8%, frente a la del 9,1% actual, y Reagan consiguió la reelección.

    Los índices de aprobación de Obama como presidente oscilan ligeramente por debajo del 50%, que, aunque no es lo ideal, está en línea con los índices de casi todos los presidentes desde Truman, en 1948, hasta hoy, con la excepción de George Bush hijo, cuyos índices de aprobación de su gestión fueron los peores del siglo.

    No voy a dar más datos demoscópicos, de los cuales el lector encontrará muchos más en las páginas interiores del libro. Solo diré que, desde el punto de vista sociológico, Estados Unidos es hoy más conservador que hace tres años. Obama ha tomado buena nota de ello, y en el último año y medio –como hizo Bill Clinton y fue reelegido presidente–, ha dado un espectacular giro al centro político. Si este movimiento es suficiente para que los americanos vuelvan a votarle de forma mayoritaria en noviembre de 2012 es algo que ignoro por no disponer de una bola de cristal. Pero sí tengo la certeza de que es una receta segura para proveer de esperanza a una sociedad que últimamente había caído en la desilusión.

    Madrid, otoño de 2011

    «La genialidad de Obama fue precisamente extender la mano a la oposición y ponerse por encima de las divisiones políticas. Obama lo hizo de manera totalmente explícita. El deseo de algunos de sus actuales críticos de arrancarle del centro político es absurdo. El hecho de que Barack Obama lleve a cabo políticas de centro no es una traición. Es lo que él prometió».

    Tony Blair, Memorias (2010)

    Estas palabras del ex primer ministro británico Tony Blair, extraídas de su libro de memorias políticas, resumen muy bien la tesis del libro que el lector tiene en sus manos. En una ocasión, el 19 de julio de 2010, tuve la oportunidad de decirle al embajador de Estados Unidos en España, Alan Solomont, que, en mi opinión, Barack Obama es el presidente más pragmático que ha tenido Estados Unidos en un siglo. Solomont, gran amigo de la familia Obama, me dijo que estaba totalmente de acuerdo. El título de mi primer libro sobre el presidente estadounidense fue Obama y el liderazgo pragmático. Gracias a su pragmatismo, Obama consiguió grandes logros en sus primeros 18 meses de mandato, sacando adelante grandes reformas revolucionarias. Pero fue acusado incesantemente por republicanos, conservadores, extremistas del Tea Party e incluso por miembros de su propio partido de estar demasiado a la izquierda, Algunos, excediéndose, acusaron a Obama de ser socialista o, peor aún, comunista. Obama no es ninguna de esas cosas. Pero sí es liberal y progresista, lo cual contrasta enormemente con la sociedad norteamericana, que es en su mayoría conservadora.

    El libro que en estos momentos el lector tiene en sus manos es la narración de ese viaje (por seguir con el juego del libro de Tony Blair en inglés –A Journey, my political life–, que se simplificó mucho en su edición en castellano como Memorias), en el que Obama evoluciona desde el progresismo demócrata hacia el centro político.

    Entre el mes de noviembre de 2006 y el mes de noviembre de 2010, el Congreso (sus dos cámaras: la de Representantes y la del Senado) fue mayoritariamente demócrata, lo cual –como resulta evidente– ayudó mucho al presidente Obama a ser exitoso en sus políticas. Muchas de estas políticas han sido percibidas como demasiado progresistas por una mayoría de la sociedad americana, que se ha sentido engañada por un presidente que, como candidato, se presentó en sociedad como un hombre de centro: un político que tendía los brazos a conservadores y liberales por igual y sin distinciones. Esa disociación entre lo que entendieron los ciudadanos que habían votado a Obama en noviembre de 2008 y lo que aprehendieron los votantes de las elecciones legislativas de noviembre de 2010 dio como resultado una victoria conservadora aplastante que otorgó la inmensa mayoría de la Cámara de Representantes a los republicanos y a los senadores conservadores un buen número de asientos, aunque, por los pelos, los demócratas conservan, con una mayoría simple, la primacía en el Senado.

    Obama, inteligente y, una vez más, pragmático, tomó buena nota de los nuevos signos de los tiempos. Al igual que Bill Clinton en 1994 (quien en sus dos primeros años de mandato también intentó impulsar políticas que en Europa denominaríamos como socialdemócratas), Obama descubrió que o bien América es verdaderamente conservadora o que el vuelco electoral en dos años había sido tan grande –del bando demócrata al bando republicano– que la nueva realidad era algo que no podía ignorar. Obama no puede ni debe gobernar en contra de la inmensa mayoría de los americanos. Sabe que una gran parte de potenciales votantes desean en la Casa Blanca un presidente de centro. El hilo conductor de este libro es la transformación paulatina, y real, de Obama desde la visión progresista de la política al centrismo al que hacía referencia Tony Blair.

    El libro se organiza en tres partes, que combinan temáticas concretas –que van evolucionando con el tiempo, y así se refleja a lo largo de la obra– con los tempos en que suceden los acontecimientos. El protagonista principal del libro es Barack Obama, pero su posición de líder de la todavía nación más importante de la Tierra hace inevitable hablar de Estados Unidos desde muchos puntos de vista: político, económico, sociológico, geoestratégico y militar, entre otros. La economía, por ser la principal preocupación de la población estadounidense –y la piedra en el zapato de Obama–, ocupa un lugar destacado en las tres partes de este libro.

    En la primera parte, que abarca el período comprendido entre la aprobación de la reforma sanitaria, en marzo de 2010, hasta las elecciones legislativas que perdió el Partido Demócrata en noviembre de 2010, se muestra a un decidido, enardecido y energético Obama, que quiere sacar adelante muchísimas más iniciativas, actuando de manera similar a como se había comportado en el año 2009. Al fin y al cabo, durante gran parte de 2010 Obama todavía disfruta del apoyo de un Congreso demócrata. Uno de sus logros más importantes, y al que dedico mucho espacio en esta primera parte, es la creación en los dos últimos años de una nueva arquitectura financiera internacional. En el contexto de este nuevo orden económico, presto exquisita atención a la relación privilegiada entre China y Estados Unidos, el llamado G-2.

    La segunda parte narra e interpreta acontecimientos sucedidos entre las elecciones legislativas de noviembre de 2010 y el verano de 2011, culminando el 1 de agosto de 2011 cuando, in extremis, la Casa Blanca, la Cámara de Representantes, ya en manos enteramente conservadoras –pero con la oposición de 40 representantes del Tea Party– y el Senado llegaron a un acuerdo tras más de tres meses de durísimas negociaciones (lo que Obama, en su discurso ante las dos cámaras del 8 de septiembre de 2011, para anunciar su Ley de Creación de Empleo, denominó el «circo político») para aumentar el techo de gasto y endeudamiento del Gobierno, y poder así hacer frente a sus obligaciones financieras.

    En noviembre de 2010, cuando Obama tomó el pulso político (conservador) del país y su popularidad e índice de aprobación de su gestión estaban en mínimos históricos, se atisbaron los primeros cambios de actitud y comportamiento de Obama: primero, una mayor humildad; segundo, un movimiento lateral hacia el centro político, que pone de los nervios a su electorado más liberal, que se siente traicionado. Algunos economistas liberales tan famosos como Paul Krugman o Joseph Stiglitz no dudan en criticar agriamente al presidente en las páginas de los diarios en los que publican sus tribunas de opinión. En medios liberales como CNN, MSNBC, Newsweek, Time, The Washington Post, Los Angeles Times y The New York Times se adopta una actitud ambigua al apoyar algunas iniciativas de Obama y criticar otras. Pero todos esos medios han notado el giro al centro del presidente.

    Medios a favor del capitalismo como Financial Times y The Economist aplauden el cambio de orientación del presidente. Otros medios que representan también al mundo empresarial, al libre mercado y a la libre empresa, como Fortune y Bloomberg Businessweek, apoyan las medidas de Obama, de su secretario del Tesoro, Timothy Geithner, y las del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, si esos programas son ideológicamente acordes con su línea editorial, y critican las políticas de Obama si no les gustan: la vida misma.

    Evidentemente, medios como The Wall Street Journal y la cadena Fox (tanto el canal Fox News como el canal Fox Business) han sido y son extremadamente críticos con el presidente Obama y todas y cada una de sus actuaciones. Más aún, el giro al centro político de Obama ha sido visto por The Wall Street Journal como un síntoma de debilidad electoral, apoyándose en la publicación continua de encuestas, en las que se muestra de manera constante que dos tercios del país, desde noviembre de 2010 hasta el otoño de 2011, piensan que América se mueve en la dirección incorrecta. Al menos el diario conservador tiene la honestidad de reflejar lo que esas mismas encuestas dicen: que solo una minoría de potenciales votantes (un 18%) tiene buena opinión de los representantes republicanos en el Congreso.

    La cadena Fox tiene en nómina a buena parte de los candidatos republicanos a las elecciones presidenciales de 2012 (con la excepción de Mitt Romney, a quien por diversos motivos, entre ellos, su independencia económica y su ir por libre, critica continuamente sin piedad) y ataca a Obama como si del demonio se tratara. No exagero: uno de los superventas en América este verano entre los lectores conservadores lleva por título Demoníaco y está escrito y firmado por una conocidísima colaboradora de la cadena Fox, Ann Coulter. Según la analista política y escritora, demonía-cos son los liberales, los demócratas y, por supuesto, el presidente Obama.

    La tercera parte abarca un período tan breve como intenso en la política (nacional e internacional) de América, su economía, su relación con el mundo, su sociología y su estado de ánimo psicológico y electoral de cara a las elecciones presidenciales de noviembre de 2012: me refiero al verano y otoño de 2011, en que decidí viajar a Estados Unidos para ver y experimentar tanto como fuera posible y aportar una visión más personal al libro.

    Para preparar esta obra, en los últimos años he estudiado más de dos centenares de libros norteamericanos y algunos británicos, centrados en política, sociología, economía y relaciones internacionales estadounidenses. He seguido a diario una veintena de medios de comunicación (prensa, radio, televisión e Internet) norteamericanos y británicos para estar al día de la actualidad.

    He entrevistado a muchos expertos estadounidenses, especialistas en diversos ámbitos de la realidad norteamericana: no podemos olvidar que se trata de una nación de 310 millones de habitantes, según el último censo, de 2010. En la medida en que durante los últimos casi ocho años he trabajado como director general de Ipsos Public Affairs, una empresa especializada en la investigación de mercado basada en encuestas, especialmente sociológicas y políticas, he estudiado –para mejor encarar la tarea de escribir este libro– cada semana media docena de estudios de mercado de casas tan prestigiosas como Pew Research Center, Gallup o Ipsos Public Affairs, entre otras.

    En los casi dos años en que se centra este libro, he viajado a Estados Unidos en cuatro ocasiones con el único objeto de tomarle el pulso sociológico y económico al país, más allá de las estadísticas de la Reserva Federal o el Federal Bureau of Statistics, los libros y los medios de comunicación americanos. Dado que mi compromiso con mi querido editor era entregarle el manuscrito en el otoño de 2011, decidí pasar una última temporada en América, antes de entregar el manuscrito original, para visitar lugares concretos de Estados Unidos que, de primera mano y fruto de la observación, pudieran darle el toque final a este libro: por este motivo, dediqué el verano y parte del otoño de 2011 a visitar y pasar tiempo en Miami, Las Vegas, Lake Tahoe, Reno, San Francisco, Los Ángeles, Nueva York y Washington. En la tercera parte del libro, el lector descubrirá por qué decidí ir a estos lugares y cómo aportan información esencial al libro y a su tesis fundamental sobre la ya definitiva transformación de Obama en un líder político de centro.

    Madrid, 2 de octubre de 2011

    Cuando me dispongo a ir a un mitin político de Obama, ya en campaña electoral presidencial, en Miami, varias cosas pasan en América:

    Un nuevo Obama que busca compromisos con la oposición está en campaña electoral. La oposición le define como Campaigner in Chief (el campañeador electoral en jefe haciendo un juego de palabras con lo que realmente, según la Constitución, es el presidente: Commander in Chief o comandante en jefe). Obama quiere negociar con los republicanos el presupuesto para 2012, evitar un posible cierre del Gobierno en 2011 en el caso de que no pueda hacer frente a sus pagos y garantizar el lanzamiento de sus nuevas iniciativas.

    Obama viene a Florida, concretamente a Miami, donde hay profusa población latina: según el censo de 2010, los hispanos suponen ya un 16% de la población de Estados Unidos, y sigue creciendo. Son gente trabajadora y emprendedora que se hace un sitio en la sociedad americana.

    La oposición tiene un gran problema en América y no es precisamente Obama, sino ellos mismos, que están profundamente divididos entre el establishment tradicional, los advenedizos extremistas del Tea Party y la repentina aparición de Donald Trump, quien, contra todo pronóstico, dedica un equipo de investigadores privados a trabajar durante cinco semanas para averiguar si de verdad Obama es americano o si, por el contrario, nació… ¡Dios sabe dónde! (pero, según su teoría de la conspiración, no en América).

    Las encuestas, multitud de ellas (Associated Press/Ipsos Public Affairs, CNN, ABC/Washington Post, WSJ, etc.) dicen que una gran mayoría de americanos no está de acuerdo con el rumbo que toma el país ni con la forma en que Obama maneja la economía.

    Sin embargo, cuando esas mismas encuestas enfrentan a Obama con posibles candidatos republicanos, Obama los bate y gana a todos, por mucho que hayan publicado libros contra él o tengan los altavoces de la cadena Fox a su favor: Obama gana en las encuestas sobre las elecciones presidenciales de 2012 a todos sus posibles oponentes: Mitt Romney, Micke Huckebee, Donald Trump, Sarah Palin, etc.

    No hay librería en Estados Unidos en que uno no encuentre docenas de libros críticos, algunos de naturaleza insultante, hacia el presidente. Parece que, tras dos años al frente del Gobierno, periodistas, políticos y expertos han convertido su animadversión en odio profundo hacia Obama. Algo parecido a lo que le sucedió a Bill Clinton, quien, cuando se dio cuenta de lo mucho que le odiaban desde la derecha política, le dijo a su mujer: «ellos creen que no tenemos derecho a estar aquí, en la Casa Blanca, en primer lugar».

    Es como si la América profunda y unilateral en sus juicios, la que niega la existencia de 47 millones de hispanos legales y otros 11 millones ilegales, se opusiera a la posibilidad de que gobiernos de centro asuman el poder en Estados Unidos. Obama, en su peor momento político, se lanza entonces, con calculada intención, a sacar adelante la reforma de la inmigración, que le dará enormes quebraderos de cabeza, pero atraerá el voto hispano, que al igual que el afroamericano sigue viendo en Obama a su principal aliado.

    Según una encuesta de The New York Times/CBSNews, del 21 de abril de 2011, hay pocos candidatos republicanos con capacidad de batir a Obama en las presidenciales de 2012. Con poco menos de un año por delante hasta que se celebren los caucuses en Iowa, los votantes republicanos todavía tienen que formarse fuertes opiniones acerca de la mayoría de los candidatos potenciales para 2012. Solamente aquellos posibles candidatos que aparecen regularmente en televisión –o se han presentado como candidatos en ocasiones anteriores, sean Sarah Palin y Donald Trump en el primer caso, o Mike Huckabee y Mitt Romney en el segundo, aunque todos tienen programas propios en televisión (en la cadena Fox la mayor parte de ellos)– son lo suficientemente conocidos como para generar opiniones sobre ellos entre los potenciales votantes dentro del campo republicano. La encuesta refleja el intento de los candidatos republicanos por darse a conocer a la población general todavía desde la moderación. Con la excepción de Donald Trump, quien no tiene pelos en la lengua. Trump, junto con el Tea Party, tendría la capacidad y los recursos necesarios para romper por la mitad el campo republicano, alienando a los votantes independientes y a toda la base demócrata conservadora, que no se ve reflejada en un arrogante multimillonario que inicia su campaña electoral insultando al presidente Obama y se dedica a hurgar, de manera indecente, en su pasado.

    Candidatos como Newt Gingrich (el neocon artífice de la victoria electoral republicana en las midterms elections de 1994 con su Contrato con América y su repudio a la reforma sanitaria de los Clinton) publicó el libro en To save America para expresar sus ideas políticas, al igual que Mitt Romney (exgobernador de Massachusetts y excandidato presidencial en 2008) en su obra No apology expone su programa electoral, y Sarah Palin hace lo propio en America by heart, reflections on Family, Faith and Flag), aunque ella ya haya anunciado que no será candidata electoral en 2012. El resto de los potenciales candidatos republicanos también están impulsando su notoriedad: aparecen en televisión, levantan fondos para la campaña y publican libros, ayudados por periodistas afines en ideología, como Paul O’Reilly, Glenn Beck y tantos otros, cuyos libros en contra de Obama llenan las librerías y alcanzan ventas millonarias. En cambio, encontrar libros favorables al presidente, como The Promise: President Obama, Year One, de Jonathan Alter, The Bridge, de David Remnick, o Kabuki Democracy: The System vs. Barack Obama, de Eric Alterman, se ha convertido en poco menos que misión imposible. La llamada opinión publicada no está a favor de Obama.

    Parece, según la opinión pública manifestada en docenas de encuestas, que si Obama gana de nuevo las elecciones en 2012, se deberá más a que los republicanos las pierden y no tanto porque él las gane: no hay que olvidar las impresionantes y desorbitantes expectativas que Obama despertó en 2007 y 2008. Pero la herencia que le dejó George Bush, con dos guerras abiertas, el déficit público disparado y la peor recesión desde 1929 han gripado el proyecto Obama, justo cuando la gente esperaba que él arreglara todo rápidamente, especialmente la economía. De ahí que Obama, además de por convicciones también por puro realismo, haya decidido poner fin a las operaciones militares en Iraq y en Afganistán, buscar la colaboración de aliados como Pakistán y centrarse en reducir el déficit público, la deuda y el gasto público. La mayor reducción del gasto la ha hecho en defensa, y no tanto en lo que puede ayudar a que la economía se recupere o en lo que es fundamental para tantos millones de americanos que dependen de programas sociales, como Medicaid –el programa de beneficencia pública–, Medicare –el sistema de protección de los ancianos sin recursos– y la Seguridad Social.

    Mientras Obama es objeto de las críticas de la extrema derecha y del silencio de su electorado, la encuesta de The New York Times/CBS News muestra un gran pesimismo de la población sobre la situación económica del país. Los americanos son ahora más pesimistas sobre la evolución económica de América, más incluso de lo que estaban cuando Obama tomó posesión del cargo en enero de 2009. En esa fecha América estaba oficialmente en recesión, algo que dejó de suceder –al menos en el mundo de las estadísticas– en junio de ese mismo año gracias al programa de estímulo de 787.000 millones de dólares que Obama puso encima de la mesa para evitar el desastre, rescatar bancos, empresas aseguradoras y compañías automovilísticas que emplean a millones de americanos. Ahora, cuando los precios de la gasolina se están disparando, el desempleo apenas se reduce (seguía en un 9,1%, en abril de 2011, lo cual supone más de 15 millones de desempleados, cifra récord en Estados Unidos desde la Gran Depresión).

    En Washington, los políticos siguen discutiendo sobre si el Gobierno federal será capaz de asumir sus futuras obligaciones financieras (la sombra de las agencias de calificación o de rating es muy alargada y Standard & Poor’s ya ha lanzado el primer aviso: podría revisar a la baja la calificación crediticia americana). La encuesta también refleja que, a pesar de los leves repuntes en la confianza del consumidor que aparecieron a primeros de 2011, en Semana Santa de 2011, tras unas elecciones al Congreso y al Senado ya celebradas en noviembre de 2010, y con las presidenciales a la vuelta de la esquina, los americanos manifestaban su ansiedad por la economía del país, el desempleo y su situación económica personal.

    Es interesante –y muy triste– saber que uno de cada seis ejecutivos en Estados Unidos fallece hoy por problemas causados por la angustia y la ansiedad profesionales, que degenera en somatización física y psicológica, y la aparición de serios problemas de corazón y/o de estómago. Es sintomático que el 50% de los anuncios que pueden verse en cualquier canal de televisión norteamericano estén dedicados a medicamentos que tratan la depresión, que se está convirtiendo en el compañero habitual de una sociedad en constante presión por conseguir el sueño americano, pero sin la red social que solían tener los países de la Unión Europea.

    El mundo está cambiando y los equilibrios de poder también. Los americanos temen el ascenso de los países emergentes al tiempo que ven a su país en franca retirada, como si ya no fuera la gran superpotencia de la época de la Guerra Fría, cuando Reagan hizo saltar en pedazos el Telón de Acero. Esto es lo que da alas a halcones como Donald Trump, quien, habituado al mundo de los duros negocios, es partidario de dejar de ser el hazmerreír del mundo y adoptar una postura firme y dura con China (y el valor de su moneda), así como hacer pagar a Japón y a Corea del Sur por la protección militar que tienen/disfrutan de Estados Unidos frente a Corea del Norte.

    El país está ya (abril de 2011) en precampaña electoral, y las encuestas preelectorales están al orden del día:

    • Según WSJ/NBC News, Mitt Romney ganaría hoy las primarias republicanas con un 21% de los votos, mientras que Donald Trump y Mike Huckabee

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