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94 paradojas para pensar el siglo XXI
94 paradojas para pensar el siglo XXI
94 paradojas para pensar el siglo XXI
Libro electrónico465 páginas10 horas

94 paradojas para pensar el siglo XXI

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94 paradojas para pensar el siglo XXI es un libro que ilustra nuestro presente, para que nos aventuremos a pensar con independencia el futuro. Escrito con un lenguaje sencillo y transparente, revisa la complejidad de la vida contemporánea sin esquivar problemas trascendentales.

Una paradoja es una idea que se opone a la opinión general. Esa es la
IdiomaEspañol
EditorialDahbar
Fecha de lanzamiento26 ago 2021
ISBN9789804250408
94 paradojas para pensar el siglo XXI
Autor

Leopoldo Martínez Nucete

Abogado, estudioso de las tendencias globales y exdiputado a la Asamblea Nacional de Venezuela. Fundador del Centro para la Democracia y el de Desarrollo de las Américas, Editor ejecutivo de IQ Latino, miembro de la Dirección Nacional del Partido Demócrata (EEUU) y Presidente-Fundador del Latino Victory Project. Articulista en varios medios de comunicación en América Latina, Estados Unidos y España.

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    94 paradojas para pensar el siglo XXI - Leopoldo Martínez Nucete

    NUCETE

    LEOPOLDO MARTÍNEZ NUCETE (1964)

    Es venezolano-estadounidense. Abogado, estudioso de las tendencias globales y exdiputado a la Asamblea Nacional de Venezuela. Fundador del Centro para la Democracia y el Desarrollo de las Américas, editor ejecutivo del blog IOLatino, miembro de la Dirección Nacional del Partido Demócrata de Estados Unidos y presidente fundador del Latino Victory Projet. Articulista en varios medios de comunicación de América Latina, Estados Unidos y España.

    94 PARADOJAS para pensar el siglo XXI

    Leopoldo Martínez Nucete

    Prólogo

    Gustau Alegret

    94 PARADOJAS para pensar el siglo XXI

    Primera edición, 2019

    © Cyngular Asesoría 357, C.A.

    © De la presente edición, Editorial Dahbar

    Diseño de portada: 

    Jaime Cruz 

    Corrección de textos: 

    Carlos González Nieto

    Diagramación:

    Liliana Acosta & Gabriela Oquendo

    Depósito legal: DC2019001484

    ISBN: 978-980-425-040-8

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en sistema recuperable, o trasmitida en forma alguna o por ningún medio electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros, sin el previo permiso de Cyngular Asesoría 357, C.A.

    Por la memoria de mis abuelos, 

    Leopoldo Martínez Olavarría y José Nucete Sardi, 

    quienes inspiran siempre mis pasos por la vida pública.

    Y por las razones más íntimas de mi lucha 

    por una sociedad más justa: mi esposa Analuisa y mis hijos 

    Leopoldo Henrique, Analuisa, EduardoIgnacio y Alejandro Antonio.

    McLean, Virginia, septiembre 2019

    Índice

    Prólogo

    Introducción

    CAPÍTULO 1. TIEMPOS TURBULENTOS

    Lo que nos enseña la guerra de Siria

    La industria de las noticias falsas

    La xenofobia: jugar con fuego

    El español, lengua para el diálogo

    Ciberdelincuencia, ciberguerra y gasto militar

    Que las bombas no destruyan la sensatez

    Los millennials y la política planetaria

    El alarmante declive de la clase media

    ¿A quién le sirve la autoayuda?

    Tres sentencias a favor de los derechos humanos

    La cruel separación de familias inmigrantes en los EE. UU.

    Oenegés y activistas, beneficios y controversias

    CAPÍTULO 2. LA ECONOMÍA, SALTO CUALITATIVO Y CAMBIO DE RUMBO

    Big data, beneficios, riesgos y responsabilidad

    Amazon, en el centro de varios huracanes

    El inminente auge de la economía pospetrolera

    A favor y en contra de la renta básica universal

    El efecto Bilbao: turismo y museos

    Del turismo a la turismofobia

    El desafío de la seguridad cibernética

    Transgénicos sin consenso

    Los sauditas encaran la era pospetrolera

    Estados Unidos y China: interdependencia económica

    Los mercados emergentes de África

    Rumbo a la sociedad sin dinero

    CAPÍTULO 3. LOS NUEVOS PARÁMETROS DE LA VIDA COTIDIANA

    La obsesión por el tiempo

    Hacia dónde va la demografía del planeta

    Envejecimiento, nudo de varios debates

    La digitalización y sus consecuencias

    Las furias del linchamiento digital

    Vigilancia digital, control social y democracia

    La soledad, realidad en crecimiento

    Resistencia a los antibióticos: la próxima amenaza

    Suicidios: silenciosa epidemia

    Animales, sujetos de derecho

    CAPÍTULO 4. EL BOOM DE LAS CIUDADES

    Las ciudades como factor de cambio

    Transporte y viviendas turísticas: los nuevos paradigmas

    Las dos caras de la gentrificación de las ciudades

    La movilidad en el punto de inflexión

    Ciudades para peatones

    CAPÍTULO 5. LA SOCIEDAD A LA ESPERA DE SOLUCIONES

    De los Objetivos del Milenio 2015 a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible

    Derechos de los niños: avances y tareas urgentes

    Trabajo y esclavitud infantil

    La violencia de género en el mundo

    La alarma encendida del embarazo adolescente

    Lucha y auge de las mujeres

    El horror de la mutilación genital femenina

    Viejos y nuevos problemas de la salud global

    Educar para el emprendimiento y la innovación

    Precariedad laboral, plaga de mil cabezas

    Drogas, ciertos avances, graves retrocesos

    Perspectivas de la epidemia de obesidad

    Se dispara el hambre en África

    Trump: la regresión social

    La educación en el centro de las controversias

    10 desafíos para la educación

    Pederastia, el mal oculto

    Sida, batallas ganadas, batallas perdidas

    Justicia alimentaria, una opción ética

    España, modelo en la donación de órganos

    El mundo a la espera de más donantes de sangre

    ¿Vamos hacia una convención de los derechos de los emigrantes?

    CAPÍTULO 6. LAS REINVENCIONES DE LA VIOLENCIA

    Las malas noticias del crimen organizado

    Bebés y niños robados, atrocidad planetaria

    Los niños y las guerras

    Victorias contra la violencia sexual

    Las minas antipersonas: el horror continúa

    La falsificación y sus consecuencias

    Armas: crecen las ventas, crece la demanda

    CAPÍTULO 7. VENEZUELA Y AMÉRICA LATINA

    Los niños migrantes de Centroamérica

    Estados Unidos y Cuba: el capítulo Obama

    Cuba sin Fidel Castro

    Los pasos firmes de China en América Latina

    ¿Qué se propone Rusia en América Latina?

    El auge de los homicidios en América Latina

    Venezuela en el consenso de republicanos y demócratas

    Otra lectura del plebiscito de Colombia

    El potencial de la diáspora venezolana

    La paz en Nicaragua: hitos que conviene recordar

    Venezuela: el colapso de su infraestructura

    La nueva economía, asignatura para Latinoamérica

    La huida de los venezolanos

    CAPÍTULO 8. EL PLANETA EN ESTADO DE RIESGO

    Cambio climático, realidad que mata

    El Ártico se derrite

    La Amazonia bajo amenaza

    Trump: qué rompe cuando rompe con el Acuerdo de París

    El desbordamiento de las basuras

    Partículas en nuestros pulmones

    Especies desaparecidas o en peligro inminente

    El desmedido auge de la contaminación sónica

    Agua: o castiga por escasez o castiga por exceso

    Contaminación lumínica, silenciosa enemiga

    La inundación de los plásticos

    Arena, recurso en vías de colapso

    El eterno debate sobre los pesticidas

    Prólogo

    Estábamos ultimando los detalles del primer programa. Poder Latino salía al aire en enero y antes de irnos de receso navideño todavía teníamos cosas pendientes. El 2015 se acababa con aire preelectoral en Estados Unidos; en noviembre de 2016 había elecciones a la Presidencia y queríamos abrir un espacio de debate y reflexión en el canal, NTN24, para esa comunidad cada vez más influyente y decisiva en este país de migrantes, la comunidad latina. En ese proceso de definición estratégica del show consultamos a expertos para que nos dieran luz y así salir de nuestras ideas preconcebidas, para hacer un programa mejor. Y una de esas voces fue la de Leopoldo Martínez.

    Leo, como lo llamamos los que lo conocemos, es una de esas personas arrolladoras a quien siempre es interesante escuchar. No solo porque él ve la importancia de los pequeños detalles, sino porque sabe también analizar el conjunto con perspectiva.

    El primer día que apareció en la redacción nos saludó a todos como si nos conociera de años. Venía a una reunión de trabajo, pero llegó con tiempo suficiente para, sin prisas, interesarse por quién era quién y cómo podía ayudarnos. Y en ese instante se convirtió en ese consultor informal a quien siempre es bueno escuchar porque siempre te hace ver algo que tú no has sido capaz de ver. En el detalle o en el gran dibujo. Luego comprendí que esa predisposición de ayudar es la que ha inspirado su carrera política y es la que inspira también su afán de servicio público.

    El 24 de enero de 2016 salió al aire el primer Poder Latino y Leo se ganó sin buscarlo un lugar entre los analistas invitados. Fue el primero de muchos otros que luego vinieron, semana a semana, en los que siempre aprendí cuando él formaba parte del show. Y la audiencia lo valoraba como yo. Se nota que él es distinto.

    Son pocos los invitados que, cuando vienen, piden hablar de algún tema. La mayoría acepta nuestras invitaciones con temas sugeridos por el equipo, temas que escogemos de la actualidad. Con Leo no. Leo siempre propone antes. Leo siempre tiene algo que quiere contar, que quiere descubrirnos, que quiere que la audiencia escuche en medio de tantas noticias. Y cuando llega el momento de la entrevista, no solo demuestra estar preparado para argumentar sobre sus temas escogidos, sino que, además, acepta que lo abordemos con esas otras cuestiones del día a día. Y está preparado y tiene su propio criterio. Quiero decir, que no repite esos puntos escritos por las estrategias de los partidos para que el argumento estratégico se difunda y cale entre los votantes (Leo es demócrata y forma parte de la dirección del partido). No. Sus argumentos son propios porque los ha pensado, y se nota. Y eso hace que para los periodistas que lo entrevistamos nuestro nivel de preparación sea superior para estar a su altura, con preguntas de fondo y argumentos para llevarle la contraria que construyan una conversación inteligente de las que son escasas en televisión. Y el mérito lo tiene él porque nos exige. Por eso nos gusta invitarlo. 

    Hoy Leo ya no es simplemente un analista calificado, es un amigo. Y es igual que el primer día que llegó a esa redacción para su reunión de trabajo. Afable, arrollador, alegre y perspicaz. Con el paso de estos últimos años, el programa ha crecido en calidad y exigencia, y ese crecimiento ha venido impulsado por sus consejos y sus entrevistas (¡Queremos más Leos!, pienso cuando organizamos los programas). Recuerdo cuando le conté que alguna vez había pensado en si el nombre del programa era el adecuado. "Poder Latino tiene fuerza, pero lo latino puede estar demasiado asociado a inmigración y los latinos tiene otras prioridades antes; cambiémosle el nombre y abramos los temas, nos dijo. Y así fue. Leo sabía, por ejemplo, que en la última recesión de Estados Unidos los latinos perdieron más que la media porque su riqueza provenía mayoritariamente de sus hogares y muchos de ellos tendían a vivir en áreas que fueron más afectadas por esa crisis inmobiliaria. La economía es algo importante para todos y desde luego para los latinos, pero, ¿saben qué es lo que más les interesa junto a la economía? La educación. Los latinos son tan estadounidenses como todos los que vivimos en este país, y nos interesa lo mismo que a todos", decía con seguridad, la seguridad que le daba haber estudiado el tema, haberlo comprendido, y tener las cifras para defenderlo. Y así, sin darnos cuenta, nos ayudaba no solo a encontrarle nuevo nombre al programa, Cuestión de poder, sino también a llevar el debate a un nuevo terreno que no era el preconcebido. Así es Leo. 

    Ese afán por saber, comprender y luego comunicar lo ha llevado a escribir donde ha podido o lo han invitado, y lo ha hecho con éxito. Ayudando a nuevos proyectos digitales o en el suyo propio. Y no lo hace más que por el mismo afán de ayudar y servir a su comunidad, un servicio que ha inspirado su vida personal y su vida pública, primero en Venezuela y luego en Estados Unidos. 

    Ese descomunal ejercicio constante de análisis explicativo que marca su vida por su interés intelectual hoy se nos presenta en la forma de este libro para pensar, para tener criterio propio, documentado con datos y hechos que hacen de su lectura una ventana desde la que mirar este complicado siglo XXI que nos ha tocado vivir. Cada uno de estos capítulos es un pedacito de conocimiento explicado para los que sabemos poco y que, con su lectura pausada, Leo nos sonroja al hacernos descubrir que nos falta tanto por aprender. 

    94 paradojas para pensar el siglo XXI es un libro que ilustra, con la generosidad intelectual de su autor, sobre nuestro presente, para que nos aventuremos a pensar por nosotros mismos. Cada capítulo es como cada una de las entrevistas que le he podido hacer a lo largo de estos últimos años. Son momentos de invitación velada para aprender a pensar el futuro comprendiendo el presente.

    Gustau Alegret

    Periodista, director editorial 

    de NTN24 en EE. UU. 

    Introducción

    Los estímulos que me impulsaron a estudiar Derecho me llevaron también a la política. Por la formación que recibí en mi hogar, entendí que derecho y política podían ser herramientas para actuar a favor de la justicia, la igualdad de oportunidades y el progreso, anhelos que llevo conmigo desde que era un adolescente. Aquel impulso no ha cambiado. Se ha fortalecido y enriquecido con el paso del tiempo. Por más de tres décadas he estudiado las tendencias que afectan a personas y familias, las he debatido en privado y en público, he organizado encuentros con especialistas y escrito artículos –muchos de ellos reunidos en este libro– que testifican mi interés y vocación por el rumbo de los asuntos planetarios.

    A finales de 2016, di comienzo a una serie de artículos con el rótulo de Tendencias. Desde entonces, a lo largo de 2017 y hasta finales de marzo de 2018, publiqué las 94 piezas seleccionadas para este volumen. Salían los domingos, en el diario El Nacional, de Venezuela, y en el blog IQLatino, editado por el Centro para la Democracia y el Desarrollo de las Américas, de Estados Unidos, entidad de la que soy fundador y presidente.

    Cuando me propuse dar inicio a esta serie, tenía la idea de que una veintena de artículos serían suficientes para compartir preocupaciones sobre el estado de cosas en que vivimos. Esa primera estimación no tardaría en revelarse insuficiente; pronto advertí que sería inevitable una ampliación del conjunto. La reflexión sobre una tendencia conducía a la siguiente. Y esta, a otra. Y así, en cadena ininterrumpida, hasta la comprensión de la profunda interconexión que mantienen las problemáticas que amenazan o simplemente plantean inmensos desafíos a la civilización.

    He tenido la fortuna de que estos textos encontraron eco en diarios y portales, así como emisoras de radio y de televisión en España, México y otros países latinoamericanos. Me han entrevistado para profundizar en los contenidos y lectores de distintas partes del continente me escribieron o los comentaron en las redes sociales. Estos intercambios me estimularon a concebir este libro.

    Tiempo de conflictos

    94 paradojas para pensar el siglo XXI habla de las tendencias más prominentes en esta hora crucial de la civilización. Tiene su punto de partida en una percepción que muchos estudiosos comparten: vivimos un momento de confluencias decisivas. En las dos primeras décadas del siglo XXI han estallado conflictos étnicos y religiosos, el terrorismo se ha expandido, los populismos han mutado y adquirido un nuevo auge, las dictaduras se han reinventado, las problemáticas del medioambiente se han intensificado, la brecha entre ricos y pobres se ha acentuado, la delincuencia organizada ha adquirido un poderío nunca antes visto en la historia, el uso de la violencia está cada vez más en uso por grupos que se sienten legitimados. En medio de este alarmante estado de cosas, está ocurriendo la Cuarta Revolución Industrial, producto del creciente proceso de robotización en las fábricas y la digitalización o automatización en nuestras vidas y la realidad. Nada escapa ya a su expansión y consecuencias. Expertos de todas las disciplinas y de numerosos países coinciden en esto: atravesamos un tiempo en el que se está decidiendo el futuro de la humanidad y también del mundo tal como lo hemos conocido hasta ahora.

    La mayoría de los indicadores señalan que las problemáticas sociales, económicas, políticas y ambientales han cruzado ya la línea de alerta y comenzado a producir muerte y daños cuantiosos. Basta con evaluar las virulentas secuelas del cambio climático para entender de lo que hablo. Las sequías, las inundaciones, los deslaves y las disrupciones climáticas no solo matan a seres humanos y animales productivos, sino que destruyen infraestructura y carreteras, viviendas y escuelas, fábricas y cultivos, transportes y redes eléctricas. En otras palabras, el cambio climático cercena vidas y empobrece.

    En la política y la economía, en el conocimiento y los estilos de vida, en los modos de aprender y de trabajar, los cambios se acumulan con desigual acomodo. Todo ello impacta de forma directa a personas, familias, comunidades, instituciones y naciones. Corrientes de distinto signo, que tienen complejas interacciones entre sí, actúan sobre nosotros y determinan el curso de nuestras vidas.

    Dado que los impactos son sostenidos y ostensibles, en los cinco continentes han surgido ciudadanos y organismos que desarrollan iniciativas para actuar contra la destrucción y la pobreza. Fundaciones, asociaciones sin fines de lucro, comunidades organizadas, oenegés, iglesias, organizaciones políticas y entes gubernamentales trabajan para detener y revertir el deterioro. Esta es también una nítida tendencia en este comienzo de siglo. Pero, hay que reconocerlo, se trata de una lucha desproporcionada. Las fuerzas que pugnan con el imperativo de la violencia, de la riqueza a cualquier costo y del desconocimiento de los derechos humanos son poderosas de muchas maneras. En consecuencia, están avanzando, básicamente porque todavía la inmensa mayoría no advierte la gravedad del entramado funesto ni avizora las consecuencias si no ponemos un freno democrático a los desmanes.

    Este libro no es más que un acopio de anotaciones sobre los asuntos en juego. Frente a la magnitud de los hechos, alguien podría decir que estas 94 paradojas equivalen a un puñado de arena en el desierto. Y no le faltaría razón. Sin embargo, aunque su efecto sea limitado, la siento como una tarea indivisible de mi responsabilidad personal, profesional y ciudadana. El solo hecho de haber despertado interés entre lectores de varios países, que me han escrito o comentado cara a cara algunos artículos, me ratifica que cualquier aporte, en la escala que sea, tiene significación. Estoy convencido de que estamos en una fase donde informar, intercambiar, debatir y concientizar es urgente y vital.

    Crisis de la democracia

    Estas 94 paradojas para pensar el siglo XXI son, en su sedimento, una revisión de tendencias que exigen respuestas para que la sociedad sea más justa y equitativa. Para que los impactos de la nueva modernidad digital puedan capitalizarse a la luz de una concepción humanitaria. Para que podamos ascender en la defensa y respeto de los derechos humanos, en el fortalecimiento de las democracias y en el establecimiento de las mismas. Y, por supuesto, para asumir los desafíos socioeconómicos de esta época, asegurándonos de que el crecimiento de las economías sea sostenible en todos los sentidos. 

    De todas las tendencias sobre las que reflexiono en estas páginas, hay una particularmente inquietante: la crisis de la democracia. Los nuestros son tiempos marcados por el debilitamiento de la democracia, lo cual nos obliga a movilizarnos contra las corrientes que la socavan y ponen en riesgo su viabilidad.

    Cuando hablo de la crisis de la democracia no pienso solo en mi Venezuela natal. O en los países que no la tienen o son oprimidos por formas neoautoritarias y populistas desde cualquier extremo ideológico o telúrico. Me refiero también a la de mi país de adopción, del que también soy orgullosamente ciudadano, los Estados Unidos de América. Sí, la democracia estadounidense está en crisis. Y esa crisis tiene implicaciones gravísimas, porque el liderazgo de este país es muy influyente a nivel internacional. Del carácter edificante o, por el contrario, destructivo, de su inmenso poder, dependen muchas cosas. 

    De Venezuela a Estados Unidos

    No me sorprendió la llegada de Hugo Chávez al poder. Ciertamente la democracia en Venezuela había logrado grandes avances, particularmente en sus primeras dos décadas. Pero algo en aquella irrupción era previsible en su momento.  Las desigualdades eran profundas; el abuso de privilegios, constante; el crecimiento económico, regresivo. En mi primer libro, Democracia económica (1996), advertí que las prescripciones del Consenso de Washington tendrían impactos en América Latina: nos arrojarían a un movimiento pendular entre enfoques economicistas faltos de respuesta social, así como a populismos ajenos a las realidades productivas, que pondrían en riesgo las democracias.

    Para mí estuvo siempre claro que el escogido por Chávez era un camino de destrucción y avasallamiento. Tomé la decisión de actuar contra la tiranía con el tenaz apoyo de mi padre, a pesar de los riesgos que me fueron advertidos por mi madre, mi esposa y mis seres queridos. Incursioné en la política –historia que algún día relataré con los detalles que merece–, hasta que me vi obligado a asumir el exilio preventivo y salir de Venezuela.

    Luego de la exhaustiva evaluación que hicimos Analuisa y yo, bajo el impulso de proteger el futuro de nuestros hijos, tomamos la dolorosa decisión de viajar a Estados Unidos, sin saber, en principio, que se extendería por tanto tiempo. Ambos habíamos estudiado y trabajado en ese país, conocíamos la fortaleza de sus instituciones, habíamos sido testigos de una tradición que ofrecía oportunidades a los inmigrantes.

    Ya tenía 12 años residenciado en Estados Unidos cuando Donald Trump asumió la Presidencia, en enero del 2017. Durante ese período, como ciudadano estadounidense-venezolano, me involucré en la política norteamericana. Trabajé en la campaña para la reelección de Barack Obama en 2012. Junto a reputados líderes de la comunidad latinoamericana participé en la creación y desarrollo de dos proyectos: Latino Victory Project e IQLatino, con el propósito de empoderar un liderazgo hispano e impulsar políticas progresistas, alineadas con los intereses y prioridades de la comunidad latina en los EE. UU. A continuación, pasé a integrar los cuadros del liderazgo hispano de la campaña de Hillary Clinton. 

    Pero, así como no me sorprendió que Chávez llegase al poder en Venezuela, sí fue inesperado para mí que Donald Trump lograse alcanzar la Presidencia en los Estados Unidos de América. El sorpresivo surgimiento de Trump ha encendido mis alarmas, una vez que, como millones de demócratas, lo he visto avanzar a contrapelo de valores e instituciones, desplegar un discurso supremacista, racista y xenófobo, sin que ni siquiera la resistencia en su propio partido lo haya podido controlar en ambas cámaras del Congreso.

    Mi participación en la política estadounidense, desde 2012, me había llevado a comprender ciertos factores impulsados por el extremo más conservador y religioso del partido republicano, que contribuyeron a crear las condiciones para el auge de Trump. En concreto, me refiero a dos cuestiones. La primera, la creciente influencia de las mayores fortunas y las corporaciones –es decir, del dinero– en los asuntos públicos de Estados Unidos. La segunda, la instauración de prácticas electorales de exclusión o supresión de electores, a fin de debilitar la representación política de las minorías, los inmigrantes y los ciudadanos progresistas, grupos en franco crecimiento en los Estados Unidos. El gerrymandering y la manipulación de los registros electorales alineados con mayorías republicanas constituyen nada menos que la violación del derecho al sufragio.

    La confluencia de estas dos tendencias está teniendo un peligroso impacto en la integración del Poder Judicial de los EE. UU. y su Corte Suprema de Justicia, pretendiendo que estos sean un instrumento de la regresión social que imponen el conservatismo religioso y los intereses corporativos de una élite.

    Las elecciones de 2016 en Estados Unidos pusieron de relieve un tercer asunto, que abordo aquí, referido a los impactos polarizantes que sobre la opinión pública tienen las burbujas informativas resultantes del mundo del algoritmo, que definen nuestra navegación por las redes sociales. Es lo que conocemos como la era de la posverdad o mentira emotiva. Ese elemento, conectado a la capacidad desarrollada por Rusia para interferir e influir en el resultado de las elecciones en Estados Unidos –y probablemente antes, en el Reino Unido, con el referendo en el que ganó la opción del Brexit–, nos coloca ante un desafío inmenso: otro de los riesgos o vulnerabilidades que introduce, junto a sus inmensos beneficios, el avance de la revolución digital en la que estamos inmersos. 

    La caja negra

    Durante las campañas electorales de 2015 y 2016 –primarias del Partido Demócrata y elecciones generales– tuve el privilegio de conversar con líderes de gran calado, incluyendo a la propia Hillary Clinton. Nadie subestimaba el riesgo que representaba Trump. De aquellos días recuerdo vivamente un encuentro con Joe Biden, entonces vicepresidente en ejercicio. Hijo de inmigrantes católicos irlandeses, Biden no ha permanecido indiferente a los ataques de Trump. Durante un encuentro en la sede de Latino Victory Project contó una anécdota que merece ser reproducida.

    En una reunión con Lee Kuan Yew, líder fundador de Singapur, este y Biden comentaban sobre la búsqueda de aquel avión que había desaparecido en el mar del sur de China y que en aquellos días ocupaba el interés de la opinión pública internacional. Biden, interesado en conducir la conversación hacia asuntos geopolíticos, le preguntó a Lee Kuan Yew por China. El llamado padre fundador de Singapur le contestó que estaba bien, como todo el mundo, buscando la caja negra. Biden supuso que se refería a la búsqueda del avión perdido. Lee Kuan Yew le aclaró que no se refería a esa caja negra, sino a la que contenía el secreto del éxito de los Estados Unidos como nación. 

    Biden le dijo que, luego de 36 años en el Senado y casi ocho como vicepresidente, había tenido el privilegio de ver la fórmula secreta del éxito atesorada en esa caja negra. El singapurense le preguntó: ¿Y lo puede compartir?. A lo que Biden respondió: La fórmula del éxito está en la inmigración. Estados Unidos ha sido privilegiado en su devenir histórico porque cada 30 o 40 años se beneficia de olas de inmigración que traen consigo lo mejor del mundo: gente honrada dispuesta a trabajar sin descanso, innovar, emprender, construir familia adoptando a los Estados Unidos con tanto amor como a su patria de origen. Ahí está el secreto

    La perspectiva de Bill Clinton

    Otro intercambio que quiero consignar aquí tuvo lugar con Bill Clinton, en Arlington, Virginia, durante una mesa redonda con el liderazgo hispano del estado. El popular líder y expresidente demócrata nos advertía sobre la importancia global de derrotar a Trump. Su razonamiento se basaba en tres ideas centrales. La primera: una victoria de Trump estimularía a sus equivalentes en Europa y otras partes, donde afortunadamente se han forjado consensos importantes entre socialdemócratas, democristianos y sectores de la derecha sobre cuestiones vitales para la economía y seguridad global. Trump pondría en riesgo la relativa estabilidad mundial alcanzada en parte por esos acuerdos. La segunda: Trump no solo pondría a prueba las instituciones democráticas, sino que enviaría señales deprimentes en materia de derechos civiles y humanos, que restarían prestigio e influencia a los Estados Unidos para construir soluciones sustentables dentro del marco del derecho internacional y el multilateralismo. La tercera: Trump empujaría al partido republicano hacia un extremo que haría más difícil la gobernabilidad del propio país. 

    Cuando escribo estas líneas, en septiembre de 2019, todas estas acechanzas han devenido ominosas realidades. Se requeriría de mucho espacio para documentar los errores cometidos por Trump con Europa, la OTAN, México, Centroamérica, Canadá, Venezuela, Cuba y, cuestión fundamental en estos momentos, en la guerra comercial con China. Tal como el expresidente Clinton vaticinó, Trump ha llegado para desestabilizar tanto el tablero interno de Estados Unidos como el de la convivencia planetaria.

    Estados Unidos y la hispanidad

    Si me he atrevido a postular que Estados Unidos es, de alguna manera, parte de Iberoamérica, es porque son contundentes los datos que cimientan esta afirmación: una parte significativa del territorio continental e insular de Estados Unidos tiene un origen histórico hispano –Florida, Texas, Arizona, Colorado, Nuevo México, California, Oregón, Nevada y Puerto Rico–. En todo el país ya somos cerca de 60 millones de hispanos o latinos. Los aportes de este conjunto –que incluye a 11,5 millones de indocumentados–, considerables también en lo cultural, tienen enorme relevancia en lo económico. Según cifras del Departamento de Comercio, 29 % de los nuevos negocios y casi un tercio de la pequeña empresa estadounidense son propiedad de hispanos y se financian casi exclusivamente con ahorros propios, de familiares o amigos. El potencial de bancarización e inclusión financiera que esto ofrece se pierde de vista, porque los hispanos consumen 1,7 billones de dólares en Estados Unidos y su actividad empresarial aporta 1,4 billones al PIB estadounidense. 

    Este caudal humano reviste, como es previsible, relevancia política. Hay 30 distritos electorales en Estados Unidos donde los hispanos somos mayoría y nueve donde constituimos la primera minoría. A escala nacional votan unos 12 millones de hispanos y asciende a 17 millones la población electoral hispana debidamente inscrita para votar, pero ya son elegibles para inscribirse 29 millones de latinos (12 % de la población electoral total). Incluso, crece el número de estados o distritos electorales donde, aun siendo los hispanos minoría, son el factor capaz de decidir el resultado electoral. Sin embargo, todavía solo 3 % de los funcionarios electos a cargos de representación popular son latinos, para un total de 6.700 funcionarios, desde representantes comunitarios y concejales hasta 41 miembros del Congreso de los Estados Unidos, incluyendo dos senadores y una gobernadora de estado. Los dos principales partidos políticos han tenido un presidente hispano a nivel nacional, como es el caso del Partido Demócrata en este momento. De la misma manera, es creciente la presencia de hispanos –y la presión por incrementar su presencia– entre los cuadros de gobierno federal, regional y local. Y ya tenemos a una mujer hispana ocupando una de las nueve sillas de la poderosísima Corte Suprema de Justicia, la jurista puertorriqueña Sonia Sotomayor. 

    El trabajo sistemático para cerrar esa brecha, empoderando cada vez más a hispanos en lo político, es cada vez más amplio y consciente de lo que representa. En consecuencia, es irreversible la tendencia del florecimiento económico y político de los hispanos, quienes, según estudios del PEW Research Center y la Brookings Institution, alcanzarán 24 % de la población total del país en 2045, momento en el cual la población blanca sajona o caucásica será minoría frente a la población de color u otros orígenes étnicos, con los latinos conformando así la primera minoría del país, casi el doble de la población afroamericana. Así las cosas, es sencillo concluir que los hispanos tendrán, como bloque demográfico, económico y cultural, cada vez más influencia en la sociedad estadounidense. De hecho, luego de la elección de Barack Obama como presidente, todos los sectores progresistas del país trabajan para que, en el corto plazo, una mujer o una persona de origen hispano ocupe la presidencia de los EE. UU. 

    Frente a estas realidades, no es posible permanecer en silencio ante líderes que, desde el poder, alientan la xenofobia y la conflictividad social y confiscan la autonomía de las instituciones democráticas, negándonos a los hispanos el reconocimiento, poder y representación que nos hemos ganado en la sociedad estadounidense, a la cual tributamos tan positivos aportes. Estoy entre quienes sostienen que las acciones que se han venido ejecutando contra los dreamers y los inmigrantes que cruzan la frontera sur de Estados Unidos para salvar sus vidas, la separación de bebés de sus familias –hay bebés a quienes se ha puesto en jaulas y, en general, personas a quienes se ha negado el derecho a la higiene y al descanso–, el encarcelamiento de menores, las deportaciones violatorias de procesos y leyes, el desconocimiento de las normas internacionales de asilo, en suma, todos estos intolerables atropellos han degradado el Gobierno de los Estados Unidos a una situación de debilidad moral y política y puesto en grave riesgo su reputación como la nación decana en la protección de los derechos humanos. Como venezolano, latinoamericano y estadounidense, me siento obligado a actuar y pronunciarme ante estas realidades. 

    Frente al ataque contra la hispanidad, que encabeza Trump, es necesario tomar nota, inmediatamente, de la potente respuesta que los latinos damos y estamos dispuestos a dar. Sostengo que estamos en las puertas de una nueva etapa en la larga lucha por los derechos civiles que por décadas ha tenido lugar en los Estados Unidos de América. Por eso, aún tiene plena vigencia lo que Martin Luther King escribió a Cesar Chávez, líderes los dos de colectivos análogos en el movimiento de los derechos civiles de la década de los 60: Our separate struggles are really one (Nuestras luchas separadas realmente son una). Vibrantes palabras, reactualizadas en su inspiradora pertinencia. 

    Insisto: crisis de la democracia

    He destacado estos hechos no para provocar estériles diatribas, sino para enfatizar un hecho dramático. Cuando hablo de crisis de la democracia no estoy repitiendo un cliché de la retórica política. Me refiero a una sumatoria de hechos que afectan, de forma directa e implacable, las vidas de millones de personas en Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros países de América Latina, y también en Estados Unidos, no solo a las minorías que viven en el país, sino también a los inmigrantes que están siendo repelidos y atacados.

    Las páginas que siguen discurren por estos y otros asuntos que, como confesé al comienzo de estas líneas, me inquietan en grado sumo. Los artículos, que circularon en un período de 15 meses, no reproducen la secuencia en que fueron apareciendo. Para efectos de este volumen, los he reagrupado por afinidad temática en ocho capítulos: Tiempos turbulentos, "La economía, salto cualitativo y cambio

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