ROMA, JERUSALÉN SANTIAGO
Omnipotente capital del Imperio romano y más tarde principal centro de poder y difusión del cristianismo, al poder terrenal de Roma pronto se sumaron el poder político y el espiritual. Y como todas las espiritualidades, se asentaba en la tradición. En su caso, la que aseguraba que en la urbe están enterrados los dos pilares de la primera Iglesia de Cristo: san Pedro y san Pablo, considerados los artífices de la implantación del cristianismo en el corazón del vasto imperio. Difícil encontrar un argumento de mayor peso.
VISITAR ROMA, LA ‘CAPUT MUNDI’
Los primeros peregrinos pisaron Roma en los inicios tempranos del cristianismo. Pero, aunque existen datos de la presencia de visitantes en la tumba de Pedro a finales del siglo II, la peregrinación como tal no empezó a regularizarse hasta mucho después. Dos acontecimientos de gran trascendencia jugaron un papel crucial.
En primer lugar, el emperador Constantino el Grande introdujo la libertad de culto para el cristianismo. Durante dos siglos y medio, desde Nerón hasta el año 311, los cristianos no pudieron rezar en público libremente. Si se cree en la leyenda, Constantino cambió de opinión tras un sueño en el que vio una cruz de luz y unas palabras: “En esta señal ganarás”. Si se prefiere la lógica, el emperador sabía que el Imperio solo podía salvarse si integraba a los cristianos. Eso le habría llevado a legalizar su fe y reunir
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