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La Gran Colombia y los Estados Unidos de América Relaciones Diplomáticas 1810-1831
La Gran Colombia y los Estados Unidos de América Relaciones Diplomáticas 1810-1831
La Gran Colombia y los Estados Unidos de América Relaciones Diplomáticas 1810-1831
Libro electrónico459 páginas8 horas

La Gran Colombia y los Estados Unidos de América Relaciones Diplomáticas 1810-1831

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A comienzos de 2019 el presidente de Colombia Iván Duque Márquez, cometió un cuestionado error relacionado con la historia patria, al agradecer vía twitter a Mike Pompeo, Secretario de Estado de Estados Unidos de América, por el valioso aporte de “los padres fundadores” de la gran potencia norteamericana, en la independencia de Colombia.
El probado desconocimiento del mandatario colombiano acerca de este tema específico de la historia de su país, desencadenó una andanada de críticas de conocedores del tema y de oportunistas adversarios políticos que sin saber mucho al respecto, utilizaron diversas formas descalificadoras para cuestionar y agredir al presidente Duque.
Desde otra óptica, esta debilidad académica del presidente colombiano que es compartida por la mayoría de los funcionarios públicos y en general por los colombianos, debe convertirse en una fortaleza nacional compartida, para revivir en las aulas de primaria, secundaria y educación superior, la cátedra formal; y, el conocimiento informal de la historia, por medio de la lectura y análisis de textos atinentes a las cuatro etapas de la vida del país: Conquista, colonia, independencia y república.
En ese orden de ideas y como un aporte a la solución de esta problemática, hemos reimpreso la obra titulada “La Gran Colombia y los Estados Unidos de América, Relaciones Diplomáticas 1810-1831”, publicada por primera vez en 1990 con ocasión de los primeros 160 años de la muerte del Libertador Simón Bolívar, la cual estará a disposición de los lectores hispanoparlantes desde cualquier parte del mundo, en los formatos físico y electrónico.
Igualmente, es un texto de obligatoria consulta y necesario referente bibliográfico para historiadores, especialistas en ciencias políticas, geopolítica, sociología política e historiadores de temas iberoamericanos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 ene 2019
ISBN9780463900451
La Gran Colombia y los Estados Unidos de América Relaciones Diplomáticas 1810-1831
Autor

Documentos Históricos de Colombia

Archivo general de la nación que condensa los documentos más importantes de las cuatros etapas de la vida colombiana desde la época de la conquista hasta la época republicana actual

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    La Gran Colombia y los Estados Unidos de América Relaciones Diplomáticas 1810-1831 - Documentos Históricos de Colombia

    La Gran Colombia y los Estados Unidos de América

    Relaciones Diplomáticas 1810-1831

    La independencia y la república

    ©Documentos históricos de Colombia

    Primera edición 1990

    Reimpresión enero de 2019

    Ediciones LAVP

    © www.luisvillamarin.com

    Tel 9082624010

    New York City

    ISBN: 9780463900451

    Smashwords Inc.

    Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, foto-químico, electrónico, magnético, electro-óptico, por reprografía, fotocopia, video, audio, o por cualquier otro medio sin el permiso previo por escrito otorgado por la editorial.

    La Gran Colombia y los Estados Unidos de América Relaciones Diplomáticas 1810-1831

    A manera de exordio

    Nota metodológica

    Primera Parte

    Capítulos de la Historia Diplomática

    John Quincy Adams y la independencia de las naciones hispanoamericanas

    Misión de Manuel Torres en Washington

    Santander y los Estados Unidos 1819-1834

    Documentos de las relaciones Estados Unidos Gran Colombia 1819-1831

    Cronología

    Vida y obra de Santander

    Acontecimientos de la Nueva Granada

    Sucesos latinoamericanos

    Sucesos mundiales

    A MANERA DE EXORDIO

    El 20 de julio de 1810 se proclamó la independencia nacional. Sin embargo, largo tiempo transcurrió entre esa fecha memorable y la verdadera formación de la república.

    Los futuros Estados latinoamericanos no dejaron de temer una severa retaliación militar por razón de los pasos que estaban dando hacia su separación definitiva de España. Por ello, a poco tiempo de haberse constituido, la junta revolucionaria de Caracas envía a Santafé al canónigo Cortés de Madariga, con el objeto de concertar con el presidente de Cundinamarca, don Jorge Tadeo Lozano, las bases de un acuerdo para cooperación y apoyo mutuo entre ambas provincias.

    En ese memorable instrumento se refleja de modo preciso la preocupación que embargaba a las provincias recién liberadas:

    Habrá amistad, alianza y unión federativa entre los dos Estados, garantizándose mutuamente la integridad de los territorios de sus respectivos departamentos, auxiliándose mutuamente en los casos de paz y guerra, como miembros de un mismo cuerpo político y en cuanto pertenezca al interés común de los dos Estados federados.

    El 17 de diciembre de 1819, después de la victoria de Boyacá, se expidió en Santo Tomás de Angostura la Ley Fundamental de Colombia. Su artículo 1° sellaba la unión entre Colombia y Venezuela:

    Las repúblicas de Venezuela y la Nueva Granada quedan desde este día unidas en una sola bajo el título glorioso de República de Colombia.

    En la Ley Fundamental de la Unión de los Pueblos de Colombia de 12 de julio de 1821, el congreso de Cúcuta confirmaría lo decidido en 1819. Se inicia así la Gran Colombia.

    No obstante, la existencia de la nueva nación era precaria y sobre ella se cernía el fantasma de la reconquista. España no se resignaba fácilmente a ver desintegrado su imperio que con tanto esfuerzo había logrado conformar. Otras potencias europeas, por su parte, esperaban discretamente la ocasión para dar el zarpazo.

    Solamente un país en el continente americano tenía una posición suficientemente importante para desanimar los afanes de reconquista de los imperios europeos: los Estados Unidos de América. Por tanto la gestión diplomática de la naciente república debe orientarse en un principio a lograr que los Estados Unidos adoptaran una posición solidaria con los nuevos y frágiles Estados y que al mismo tiempo contribuyeran con su influencia a que las naciones europeas y, especialmente España, otorgaran su reconocimiento al país como nación independiente.

    Con ese propósito fue designado don Manuel Torres como agente ante el gobierno de Washington. Don Manuel cumple extraordinariamente con su misión, hasta el punto que no se limitó a lograr la simpatía norteamericana hacia la causa independentista, sino que su gestión tuvo una definitiva influencia en la formulación de la denominada Doctrina Monroe que comprendía tres elementos: la no colonización del continente, ya que no existían territorios para hacerlo; la no intervención de Europa en los asuntos americanos, y, finalmente, el compromiso de los Estados Unidos de no intervenir tampoco en los asuntos europeos.

    Fue resumida con el conocido lema de América para los americanos, que prevalecerá posteriormente en la pugna de intereses entre los Estados Unidos y la Gran Bretaña, respecto a la construcción de una vía interoceánica por el istmo centroamericano.

    Finalmente, en 1822, los Estados Unidos reconocerían la independencia de Colombia. Se designan entonces ministros plenipotenciarios en las respectivas capitales y se suscriben, el 3 de octubre de 1824, una convención sobre paz, amistad, navegación y comercio, y un tratado declarando "piratería" el comercio de esclavos.

    Sin embargo, fuera de la importante gestión de don Manuel Torres, hasta la expedición de la constitución de Cúcuta en 1821 sólo existían débiles manifestaciones de la política internacional colombiana. A Francisco Antonio Zea, que residía en Londres, se lo designó como ministro plenipotenciario ante el gobierno británico.

    Deberá iniciar el complejo proceso de negociación del pago de la deuda contraída por la nación durante la guerra de independencia. Sin embargo, Zea no será aceptado inicialmente en su condición de plenipotenciario, habida cuenta que el gobierno inglés no había reconocido a Colombia como nación independiente.

    El único instrumento que había sido concertado por la república en el ámbito internacional era el tratado sobre la regularización de la guerra, suscrito en Trujillo el 26 de noviembre de 1820 entre el Libertador Simón Bolívar y el general Pablo Morillo.

    Los logros de los Estados Unidos para conseguir de las potencias europeas el reconocimiento de Colombia fueron precarios. Aquellas naciones, cuando más, adoptaban una actitud de neutralidad formal que no siempre se reflejaba en sus acciones, orientadas más bien a la solidaridad natural con la corona española.

    Pero, al tiempo que se hacían estas gestiones con los Estados Unidos, surgía la necesidad de concertar acuerdos de unión y amistad para defendernos de una posible amenaza extranjera, y al mismo tiempo definir los límites con los países vecinos.

    Por ello la relación con las jóvenes naciones latinoamericanas adquiere especial importancia. Especialmente después que en el tratado de Verana del 22 de noviembre de 1822, la santa alianza (Austria, Francia, Persia y Rusia) declaró que el sistema representativo era incompatible con los principios monárquicos generados del derecho divino.

    Se envía entonces a don Joaquín Mosquera como plenipotenciario ame los gobiernos de Perú, Chile y Buenos Aires. Su misión era la de propiciar acuerdos de unión y amistad, obtener el envío de delegados a un congreso de plenipotenciarios que se reuniría en Panamá, y fijar con el Perú los límites territoriales.

    La convocatoria y celebración del congreso anfictiónico de Panamá constituye sin duda la más fundamental iniciativa de la época. No solamente es el antecedente más claro y definido del sistema interamericano, sino el preámbulo de la concertación entre Europa y la América Latina.

    El mismo Bolívar reconoce el papel fundamental desempeñado por Santander en la organización del certamen. Es más, el vicepresidente se constituyó en el eje central del mismo. Sus ideas se adelantan a la época y en noviembre de 1825 le contaba a Bolívar de su proyecto de presentar al congreso un borrador de acuerdo sobre la solución pacífica de las controversias, con base en la mediación.

    Pero sigamos. La misión de Mosquera no fue fructuosa en cuanto al tema de la determinación de los límites, pero sin duda sirvió para propiciar una cordial aproximación con los nuevos estados del cono sur, con los que suscribió diversos acuerdos.

    También la naciente Colombia inició contactos con el gobierno de las Provincias Unidas de Centroamérica. El secretario de relaciones de Colombia, don Pedro Gual, entabló las primeras negociaciones sobre límites con el enviado centroamericano, Pedro Antonio Molina, en el año de 1825.

    En ellas, Centroamérica aceptó los títulos colombianos sobre la costa de Mosquitos y las islas de San Andrés y Providencia, con base en la real orden del 30 de noviembre de 1803. Dicha disposición había sido ya alegada por Colombia el 2 de febrero de 1823, cuando el capitán Luis Aury, actuando supuestamente a nombre de los gobiernos de Chile y Argentina, había realizado en dichas islas una serie de acciones con un grupo de corsarios. Más tarde, el 5 de julio de 1824, se expidió igualmente un decreto declarando ilegal toda empresa orientada a colonizar cualquier punto de la costa Mosquitia entre el cabo Gracias a Dios y el río Chagres.

    A Santander se deben, pues, y en qué forma, las primeras reafirmaciones de soberanía del nuevo Estado sobre el archipiélago de San Andrés y la costa Mosquitia, luego de la aparición e independencia de la república de Colombia.

    Más adelante, Santander decide apoyar en forma entusiasta la independencia de Cuba y de Puerto Rico. Sabía bien que España organizaba desde aquellas islas la temida expedición de reconquista de Colombia. Sin embargo, los Estados Unidos y la Gran Bretaña acallaron las gestiones colombianas. El secretario de Estado advirtió a nuestro país y a Méjico, que se abstuvieran de cualquier acción militar de apoyo a la causa independentista de esas islas.

    Agregó que una actitud "discreta" tendría un buen efecto en el ánimo del gobierno español que podría sentirse dispuesto a reconocer nuestra independencia. No supusieron los colombianos que el recóndito propósito norteamericano era más bien el de controlar con su propia mano ambas islas. España demoraría más de 50 años en reconocer la independencia de Colombia. Sin embargo, la condición de demócrata americanista de Santander surge en este caso en su verdadera dimensión.

    En 1825 la Gran Bretaña reconoce finalmente la independencia de Colombia, procediéndose, entonces, a la firma de un tratado de amistad, comercio y navegación. Las gestiones para obtener el reconocimiento por las demás potencias europeas, prosiguieron activamente pero sin mayor éxito. Hasta tal punto se percibía la urgencia del reconocimiento europeo, que en un momento dado esa consideración surge como elemento determinante para pensar en el establecimiento de la monarquía.

    Creían los que la propiciaban que, en esa forma se aseguraba el reconocimiento de las naciones europeas. Incluso algunas de ellas, Francia específicamente, había expresado su disposición a aceptarla. También la angustia de la reconquista ocupó tal dimensión en las preocupaciones de los dirigentes nacionales, que el Libertador mismo llegó a pensar en poner a Colombia bajo la protección británica.

    Pero la nueva república enfrenta también otras dificultades. Las relaciones con el Perú habían estado enmarcadas por un ambiente de tensión y pugnacidad. A los problemas de límites y del pago de la deuda peruana contraída con Colombia por la ayuda militar suministrada durante la guerra de independencia, se agregaban otros factores.

    La incorporación decretada por el Perú de las provincias colombianas de Jaén y Mainas, la tentativa del gobierno de Lima de anexar a Guayaquil a su jurisdicción y la actitud de ese país ante la sublevación de la tercera división auxiliar de Colombia, conducen finalmente al conflicto armado que culminó en la batalla del Portete de Tarqui el 28 de febrero de 1829. Después del armisticio firmado en Piura, se celebró en Guayaquil el tratado Gual-Larrea Loredo, el cual, sin embargo, no dejó resuelto el asunto de límites ni el problema de la deuda, causas fundamentales de la guerra.

    Poco más tarde, con el deseo de alejarlo del país, el Libertador Bolívar designa a Santander como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante el gobierno de los Estados Unidos. De mala gana aceptó el Hombre de las Leyes el encargo. Se aprestaba a salir a desempeñar su misión cuando se vio involucrado en la conspiración septembrina. Su destinación a Washington se cambia entonces, por la condición de reo, siendo desterrado posteriormente a Europa.

    La proyección del general Santander durante los primeros años de la vigencia de la república, lo refleja de cuerpo entero. Es un liberal y un demócrata. Tiene un claro sentido de los objetivos fundamentales de la nueva nación. Es consciente de la urgencia del reconocimiento a Colombia como Estado. Considero que, de otra manera seguiríamos siendo ante el mundo, simplemente un grupo de insurgentes sin Dios ni ley que solo esperaba destruir el orden vigente.

    De otra parte tiene muy clara la importancia de la vinculación con la América Latina. Con el Libertador entendió que solamente una América unida y solidaria, podría enfrentar exitosamente los apetitos expansionistas de las potencias. Ya en los albores del siglo XXI parece repetirse la historia y los afanes son los mismos.

    Es consciente de la extraordinaria importancia de fijar con precisión los límites terrestres con los países vecinos. Las fronteras vagas e indefinidas solamente conducirán a confrontaciones y conflictos. Su visión fue extraordinaria en este aspecto.

    No duda finalmente en respaldar una eventual acción militar para ayudar a la independencia de otros Estados sometidos al régimen colonial. Se anticipó así, con Bolívar, a la proyección de la historia contemporánea.

    NOTA METODOLÓGICA

    Se ubica en la primera década de la independencia, 1819-1830, lo que fue el origen, por Estados Unidos y Europa, del reconocimiento internacional de nuestra independencia política de España y la negociación de los tratados de comercio, navegación y amistad con las demás naciones. La documentación diplomática con Estados Unidos, Inglaterra, Francia y los países suramericanos es cuantiosa. Por fortuna, se avanza en su recuperación y en su registro para su difusión editorial en esta serie internacional, de la cual ya se encuentra en circulación el volumen Santander en Europa, diario y cartas de viaje, en 4 tomos.

    Ahora, estos dos tomos de acopio de documentos diplomáticos Colombia-Estados Unidos están antecedidos por dos bocetos biográficos, uno de don Manuel Torres y otro sobre la dimensión diplomática en las administraciones de Santander, escritos por García Samudio con ocasión del centenario de la muerte del diplomático.

    La obra de García Samudio tiene carácter historiográfico tradicional y nos esclarece didácticamente el desenvolvimiento de la misión Torres ante la Casa Blanca. Personaje admirable por su maestría y tenacidad diplomáticas. Sin duda los volúmenes siguientes complementarán la visión más cercana a los acontecimientos cuando se editen en el volumen Santander y la opinión norteamericana las crónicas periodísticas desde Filadelfia, Boston y Nueva York. La dimensión internacional de las administraciones del general Santander ocupa la segunda parte del opúsculo, identificando los alcances de la concepción americana de Santander.

    El estudio introductorio ambienta adecuadamente la lectura de las piezas documentales que forman el núcleo central de la obra y que ahora enriquecen las primeras trece piezas que se publicaran en la primera edición.

    Los documentos fueron seleccionados del Archivo Santander y de la compilación de Manning, principalmente.

    El criterio adoptado aquí, de ordenamiento cronológico de las piezas, permite entonces recorrer en las memorias e informes y correspondencia diplomáticos el proceso de las negociaciones validando los acuerdos logrados en entrevistas de los agentes diplomáticos de los gobiernos respectivos.

    Las crónicas de los acontecimientos sucedidos y los pareceres de los agentes en relación con los otros acontecimientos internacionales y la injerencia de los diplomáticos del rey de España se sitúan con el origen del reconocimiento de la soberanía de Colombia y el inicio de intercambios internacionales, procesos poco conocidos en la intimidad política que aquí se registra.

    PRIMERA PARTE

    Capítulos de Historia Diplomática 1810-1831

    John Quincy Adams y la independencia de las naciones hispanoamericanas, 1810-1822

    1

    La fundación de naciones independientes y de gobiernos republicanos en Suramérica, fue caracterizada por John Quincy Adams como el más importante acontecimiento en la historia moderna.

    Algunos autores americanos consideran dicho concepto como una exageración, y piensan que sería más acertado decir que la independencia de las colonias de España y de Portugal constituye un acontecimiento apenas digno de mencionarse con la revolución de Norteamérica y con el establecimiento de los Estados Unidos (1).

    (1) W. S. Robertson, Hispanic American relations with The United States, p. 25.

    Las ideas de Adams eran fruto del profundo conocimiento que tenía no sólo de la vida civil y social y de las causas de la sublevación en ambas Américas, sino también del curso que venía siguiendo la política universal en relación con el nuevo continente y de las consecuencias que traería la terminación del dominio colonial europeo, porque, como decía Chateaubriand, "si el nuevo mundo se hace enteramente republicano, perecerán las monarquías del viejo mundo"(2).

    (2) W. P. Cresson, Diplomatic Portrails. p. 30.

    Los fundadores de la Unión Americana coincidieron en ideas con respecto a la independencia y al futuro de Suramérica; no dudaron jamás del triunfo sobre España y consideraron nuestra causa como idéntica a la de ellos, pero tenían la convicción de que los países del sur no habían sido instruidos ni formados para gobernarse a sí mismos y de que su formación y condiciones sociales no eran todavía apropiadas para la conservación del orden y de la libertad conquistada. Jefferson, para no citar sino al autor de la declaración de independencia del 4 de julio de 1776, manifestó claramente sus ideas y sentimientos en varias cartas al barón de Humboldt, a Lafayette, a John Adams y a otros (3), pero pensaba que el ejemplo de los Estados Unidos sería provechoso.

    (3) Writings of Thomas Jefferson. New York, 1894.

    En cambio John Quincy Adams era aún más pesimista, no obstante ser el más fervoroso partidario de nuestra causa, pues pensaba que dicho ejemplo no sería seguido en los países del sur, y no veía en nuestro porvenir sino un desorden continuo.

    Desde un principio consideró Adams nuestra revolución como uno de aquellos hechos naturales que se imponen en el curso de los sucesos humanos, y el reconocimiento a que las nuevas naciones tendrían derecho no vendría a ser sino una cuestión de tiempo oportuno.

    Esta profunda convicción que guio todos sus pasos y que fue la base de su política internacional, no se oponía en nada al concepto que tenía sobre la colonización española y sobre el futuro político de Suramérica. Eran dos órdenes de ideas independientes; su pesimismo sobre lo que fuera nuestra vida civil y comercial no mermaba en nada su fe en nuestro triunfo.

    Las bellas profecías que hizo de nuestra primera república estaban basadas en la conservación del territorio de la Gran Colombia, y de un gobierno que realmente protegiera los intereses nacionales, elementos que desaparecidos no dejarían sino la realidad de sus presentimientos dolorosos. Fue así como consideró que el implantamiento del régimen republicano en Hispanoamérica venía a ser el acontecimiento más importante de la época y de más trascendentales resultados para el mundo entero.

    Este concepto, que ha dado lugar a la duda de algunos autores de historia, lo dejó expuesto en los documentos que pueden considerarse como definitivos en la larga serie de aquellos en que se expuso y formuló la política americana con respecto a Suramérica, o sea en las instrucciones dadas en 1823 a los primeros ministros que los Estados Unidos enviaron a las nuevas repúblicas: Míster Roberto Anderson fue designado para Colombia y míster Rodney fue destinado a la Argentina. Las instrucciones dadas al primero el 27 de mayo de aquel año fueron encabezadas así:

    La revolución que ha arrancado las colonias de Hispanoamérica a la servidumbre europea y les ha permitido formar gobiernos propios y hacerse miembros de la sociedad de las naciones civilizadas, figura entre los acontecimientos más importantes de la historia moderna.

    Y las instrucciones para míster Rodney principian así:

    El establecimiento de naciones y de gobiernos independientes en Suramérica, forma como una era extraordinaria en la historia del mundo, y el formal intercambio de misiones diplomáticas con ellos es un suceso memorable en la de nuestro propio país.

    En tales instrucciones Adams estudió nuestra revolución y la halló como un desarrollo natural de los mismos principios que promovieron la de las colonias del norte, y como una ilustración práctica, dice, de la doctrina de que el acuerdo voluntario es la fuente de la autoridad entre los hombres, criticando por este aspecto el sistema colonial de España que, según su opinión, jamás habría podido perpetuarse en tierra adyacente a la de los Estados Unidos.

    No obstante estas ideas fundamentales, encontró que en cierto modo el principio de la revolución fue diferente en las dos Américas: En la del norte fue una cuestión de derecho, y la independencia se declaró para defender la libertad; en tanto que en el sur fue la invasión francesa a España la que forzó a las colonias a iniciar sus movimientos revolucionarios sin que se hubiera pretendido allí defender libertad ni derechos que no eran conocidos, sino que se continuó por mucho tiempo el mismo sistema de vida civil y política.

    Dividió también la revolución en dos períodos bastante definidos y claros: El primero fue más una defensa contra Francia que contra España, y el segundo una lucha contra Fernando VII.

    La política de las naciones europeas con respecto a Suramérica, dijo, ha sido fundada en principios egoístas e intolerantes combinados incongruentemente con erróneos principios de gobierno. Los aliados europeos han mirado la causa de Suramérica como una rebelión contra su legal soberanía; nosotros la hemos considerado como una afirmación de derecho natural. Ellos han mostrado invariablemente su desaprobación de la lucha y sus deseos por la restauración del poder español. Nosotros hemos favorecido siempre el standard de la libertad americana.

    Los triunfos de Bolívar y la creación de la Gran Colombia fueron considerados por Adams como el primero de los acontecimientos verdaderamente significativos de la época:

    De todas las naciones que han surgido de las ruinas del poder español en América, la República de Colombia es la que ha tenido la más ardua y desesperada lucha para mantenerse contra la metrópoli de su nacimiento; la que por su posición geográfica y su constitución física presenta la más brillante promesa de un grande y formidable poder; la que en medio de las convulsiones de la tempestad revolucionaria ha asumido la más halagadora apariencia de consistencia y de estabilidad, y en la que los principios de la libertad civil han hecho aparentemente el más afortunado progreso hacia un triunfo final sobre los prejuicios de inveterada ignorancia, despotismo y superstición.

    El ilustre diplomático don Manuel Torres, en su memoria del 30 de noviembre de 1821 presentada a la secretaría de Estado sobre la urgencia de reconocer a Colombia como nación independiente, hizo un elogio de las riquezas naturales y de las bellezas tropicales del país, digno de la pluma de Caldas, y para terminar uno de sus mejores párrafos dice que aquella tierra parecía haber sido destinada por el autor de la naturaleza para servir de centro y emporio de la familia humana.

    Esta frase del señor Torres sirvió a míster Adams para dejar en las instrucciones a míster Anderson un comentario interesante y curioso que se basó principalmente en la errónea traducción de imperio por emporio:

    "Si la República de Colombia puede conservar todo el territorio que hoy la corresponde, y si goza del beneficio de un gobierno que realmente proteja los intereses de un pueblo, está destinada a ser una de las naciones más poderosas del mundo (4).

    (4) Subrayado nuestro N.G.S.

    Su posición central en la superficie del globo, su situación entre el Atlántico y el Pacífico, su contacto con el mar Caribe y el golfo de Méjico, la colocan en comunicación directa con cualquier otra parte del mundo; el paso que al número y calidad de sus puertos en los mares que la rodean; la magnitud y extensión de sus ríos, tres de los cuales, el Amazonas, el Orinoco y el Magdalena, son de los más grandes de la tierra; las comunicaciones de aquellos ríos con otras corrientes tributarias que cruzan el continente sudamericano en todas direcciones y lo atraviesan por todas partes; la dulzura y bondad de su clima; la profusión de sus preciosos y útiles metales, etc., constituyen combinación de elementos sin paralelo entre las razas humanas y exime de la tacha de exageración lo dicho por el lamentado señor Torres cuando aseveró que la República de Colombia parecía destinada por el autor de la naturaleza a ser el centro e imperio de la familia humana.

    "Pero es al hombre puesto en un paraíso como éste a quien la naturaleza con su sonora voz exclama: CONTIGO HA HECHO DIOS SU PARTE, HAZ LA TUYA. Y la parte del hombre así regalado y dotado es gozar y participar las bondades que tan generosamente la Providencia le ha prodigado, y no creerse destinado a ser imperio de la familia humana. Si las riquezas naturales otorgadas al territorio colombiano fueran a ser desarrolladas por sus habitantes únicamente con fines imperialistas, lo que la naturaleza ha dado como una bendición sobre ellos, parecería en sus consecuencias como un castigo infligido sobre el resto de la humanidad" (5).

    (5) Writings of J. Q. Adams —Vol. VII.

    Y para terminar aquellas famosas instrucciones, se refirió de nuevo al significado de la emancipación del continente americano, emancipación, dijo, que invoca todo cuanto es precioso en la esperanza, y todo cuanto es deseable en la existencia para los incontables millones de seres hermanos que en las evoluciones progresivas del tiempo este hemisferio está destinado a mantener y a exaltar.

    Los amplios horizontes que adivinó en el porvenir de América el secretario Adams, en el momento en que acontecimientos políticos dividían dos épocas de la humanidad, afirman su concepto de que la terminación del dominio europeo y la fundación de la república en el continente suramericano, fueron el hecho más trascendental de la historia moderna.

    2

    Las bases fundamentales de la política americana, inspiradas en The Farewell Address de Washington, sirvieron de norma de conducta desde un principio al gobierno para regular su conducta en relación con España y con las colonias insurrectas. La revolución no sólo no podía ser indiferente a los Estados Unidos, sino que en todo caso el pueblo y el gobierno la apoyarían.

    Vivían en buenas relaciones con España y tenían con ella graves problemas por resolver; debían observar la más estricta imparcialidad y neutralidad en el conflicto, pero debían, también, buscar campos de actividad comercial para el futuro; debían seguir de cerca la política y las intenciones de los poderes europeos sin mezclarse en forma alguna a ellos, y debían contribuir a la formación de un sistema que asegurara la independencia y la libertad civil y comercial del nuevo mundo sobre bases esencialmente democráticas.

    Los gobiernos formados en las capitales de la Nueva Granada, de Venezuela y del extremo sur del continente se apresuraron una vez dados los primeros pasos de su nueva vida política a comunicar lo acontecido a los gobiernos europeos y al de los Estados Unidos en busca de apoyo moral y material para la lucha iniciada, y más tarde para obtener el reconocimiento como estados soberanos.

    Todas aquellas gestiones iniciadas desde 1810 con la primera nota de don José Miguel Pey al presidente Madison; continuadas con diversas misiones ante los varios gobiernos, favorables unas y desfavorables otras, hasta terminar en la trascendental labor de don Manuel Torres de 1819 a 1822, fueron la contribución más importante del sur en la labor que debía tener por resultado el triunfo definitivo del nuevo continente y el implantamiento de una política esencialmente americana.

    Ninguno de los fundadores de los Estados Unidos interpretó mejor las opiniones y los sentimientos de su país, ni previo mejor el futuro de los nuevos estados, que John Quincy Adams. Las condiciones personales que poseía como encarnación que fue del tipo puritano de la Nueva Inglaterra; la larga práctica que desde la edad de 11 años tuvo en la carrera diplomática en Europa, y el conocimiento que adquirió de la política y de la debilidad de las cortes que visitó, fueron las bases de la política de isolation de que fue fundador y que en concepto del profesor Cresson satisfizo y satisface aún a la mayoría de sus compatriotas (1).

    (1) Cresson. Obra citada.

    Sus Memoirs, en 12 volúmenes, son una obra monumental y se consideran como la más autorizada fuente de la historia diplomática de América.

    Todas las opiniones sobre hechos y sobre personas; los antecedentes de sucesos trascendentales; las conferencias y las transacciones; todas las debilidades humanas y todos los momentos felices, la parte humana, digamos, de todo cuanto luego quedaba consagrado oficialmente, quedó en aquel maravilloso Diario, que es al mismo tiempo un gran ejemplo de labor y de constancia.

    En aquellas páginas se encuentra la política de los Estados Unidos durante la independencia de Suramérica mejor quizá que en los documentos oficiales suficientemente conocidos; allí está la génesis de todo paso que iba dando el gobierno y los antecedentes y razones del mensaje de Monroe en 1823.

    Más nos enseñan sobre la opinión que en Europa se tenía de nuestra lucha, las conversaciones en las comidas diplomáticas que un mensaje al congreso; más simplemente se explican los hechos en aquellas pláticas a lo largo de Hyde Park con el embajador español, que una nota oficial, y mejor conocemos las intrigas que se desarrollaban en Washington ya para vender armas al gobierno de Colombia, o para obtener las legaciones que se habían de crear.

    Con aquella ironía y con aquel sarcasmo que le eran peculiares, juzgaba la oposición de Clay en el congreso y su campaña en favor de Suramérica; unas veces recibía a don Manuel Torres con gusto y lo oía con atención, otras, según dice, tenía que revestirse de paciencia para oírle los mismos argumentos.

    Desbarataba siempre con maestría las intrigas diplomáticas y pesaba y reducía a su verdadero valor las noticias que le llegaban de los triunfos de Bolívar y rechazaba las pretensiones del gobierno español. Todas las convulsiones de la época quedaron en aquellas páginas clásicas de Adams.

    Coincidió con los primeros movimientos de independencia el envío de Adams como ministro ante el gobierno imperial de Rusia, de suerte que durante las conferencias tenidas en San Petersburgo con el zar Alejandro y con el conde Romanzoff, alto canciller del imperio, se cambiaron las primeras impresiones del gobierno de América con un poder europeo sobre aquellos acontecimientos.

    Las declaraciones del gobierno ruso en favor de nuestra independencia no fueron sino una expresión de aquel liberalismo contradictorio que caracterizó la primera época del zar idealista a quien Metternich y los reaccionarios de su escuela llamaron el jacobino coronado.

    El entusiasmo que la revolución francesa inspiró a Catalina fue el origen de la educación republicana que se dio al Zarevitz, pero la desilusión que el desenfreno de aquella época le produjo decidió la reacción y el odio que más tarde inspiró una política contraria y que justificó el concepto de oportunista que a la anterior le había dado el mismo Metternich.

    El 27 de febrero de 1810 el conde Romanzoff hizo varias preguntas a Adams sobre si tenía algunas noticias de Suramérica, lo cual perecía ser objeto del más especial interés por el momento (2), pero hasta entonces nada se había comunicado por el gobierno de Washington.

    (2) Adams, op. cit. vol. 2, p. 182.

    En la conferencia del 9 de octubre siguiente se refirieron al comercio de los dos países y a los artículos rusos que podían ser importados a Caracas y se llevó la conversación a Suramérica:

    Le dije que me era muy grata la oportunidad de conversar con él sobre estos acontecimientos que me parecían de trascendental importancia no sólo para nosotros sino para la política general de Europa. Yo sabía que esto iba al nervio del conde y que a ello responderían sus sentimientos, y en efecto, así fue. Dijo que para él era imposible expresar más exactamente su opinión de como yo lo había hecho.

    El conde formuló cuatro preguntas a Adams sobre el comercio con La Habana antes de la revolución; si sabía qué clases de gobiernos se estaban formando; si habían mandado algunos agentes a los Estados Unidos y si consideraba que estos países estarían en situación de sostener la independencia.

    Las respuestas se refirieron al comercio que siempre había existido con Cuba y a la admisión allí de los barcos americanos a semejanza de lo que sucedía en las otras islas de las indias occidentales por la necesidad que había de los productos americanos, cuyo pedido aumentaría con la revolución.

    En cuanto a la forma de gobierno que se adoptase y a los agentes que hubieran enviado a Washington, carecía de noticias precisas que transmitirle. Hablaron luego sobre el punto más importante sugerido por el conde, y dio ocasión a Adams de manifestar la trascendencia del momento político:

    "En cuanto al mantenimiento de su independencia, esto dependería probablemente de sucesos y arreglos en Europa. Si la guerra terminare en el establecimiento de un soberano de la familia Bonaparte o su nombramiento en España, indudablemente las colonias de esta nación jamás aceptarían tal relación.

    El sentimiento del pueblo, tanto en el continente americano como en las islas españolas, fue tan unánime y fuertemente pronunciado en este particular, que jamás podrán volver a ser dependencias españolas bajo tal gobierno, a menos que sean reconquistadas, lo cual España no está en posibilidad de hacer y Francia no desea emprender.

    El emperador Napoleón, hace cerca de un año, se declaró listo a reconocer la independencia de las colonias españolas si el pueblo de ellas lo quería. Esto lo preferirán a depender de su monarca español sin duda alguna, y me parece algo verdaderamente conveniente para el interés de los poderes europeos.

    El único obstáculo serio que prevería para este resultado, vendría de Inglaterra. Ella no podría evitar que esto diera el golpe de muerte al viejo sistema colonial de Europa fundado en la despreciable base del monopolio entre la colonia y el amo europeo.

    De aquí proviene, me parece, la evidencia del disgusto con que Inglaterra ha mirado las últimas manifestaciones de independencia en las colonias españolas. Entonces, dije sin vacilación, doy la opinión de que las colonias de España serán independientes o por lo menos tendrán una existencia totalmente diferente de la que han tenido desde el descubrimiento de Colón hasta estos tiempos".

    Aquella interesante conversación fue interrumpida por el anuncio de la presencia del embajador español, y al despedirse el conde manifestó a Adams su más entera y perfecta igualdad de opinión sobre tales puntos.

    A principios de 1811 el gobierno americano transmitió a la legación en San Petersburgo las noticias llegadas sobre el curso de la revolución en el sur, noticias que fueron transmitidas al canciller del imperio el 4 de febrero, junto con las ideas que tenía el gobierno sobre ella y que eran las mismas contenidas en el mensaje del presidente Madison al congreso de escaño (3).

    (3) Este mensaje puede leerse en la obra de Urrutia, citada.

    El4 de febrero de 1812 tuvo Adams una importante conferencia con el conde Pablen, durante la cual insinuó la idea de que el ministro que Rusia tenía entonces en Washington fuera pasado al Brasil, donde quedaría en situación bastante ventajosa para observar el curso de la revolución en todo el continente. El conde Pablen era de las mismas opiniones de Romanzoff, y refirió cómo él había pensado y propuesto el reconocimiento de los nuevos gobiernos de América. Adams contestó a sus preguntas

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