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Posdata: Calor Humano, #6
Posdata: Calor Humano, #6
Posdata: Calor Humano, #6
Libro electrónico163 páginas2 horas

Posdata: Calor Humano, #6

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Información de este libro electrónico

Dos periodistas investigan un suceso extraordinario que los lleva a descubrir a una Organización secreta que lo encubre. Lo mismo se repite con el derrumbe de un edificio y una clínica misteriosa que se muda a otro país. Ejercen su profesión, indagan por cuenta propia en los hechos que no deberían. Se dan cuenta que un comando ejecutor los está siguiendo. Los mismos son capturados y llevados a un centro tecnológico, no como detenidos, sino como sujetos de experimentación, donde deberán sobrevivir a cualquier costo y destruir al maldito centro experimental, llamado La burbuja Azul.

Posdata: Rumbo al portal, es la entrega número 6, de la serie de libros para películas «Calor humano».

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 may 2022
ISBN9798201942373
Posdata: Calor Humano, #6
Autor

Daniel Carballo

Daniel Carballo es escritor, guionista, editor de obras introspectivas. Actualmente desarrolla y publica nuevas técnicas y temáticas de Ficción en su serie de libros para películas: «Calor Humano».   Serie completa Javi Verona Fuego a media mañana La caja vacía Una muerte injusta Reversa: Preparados para los días que vienen Ave Marina: Extensión Preppers Precuela: La reina en el tablero Secuela: La vidente Dana Hard: Inspirado en una historia real Posdata: Rumbo al portal Psicosis: Dentro de la cabina Canal de videos: @danielcarballoescritor Página Web: “Daniel Carballo Escritor”

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    Posdata - Daniel Carballo

    Sinopsis

    En «La alegoría de la caverna», de Platón, se describe a un grupo de prisioneros desde su nacimiento con cadenas que los sujetan del cuello y de las piernas de forma que solo puedan mirar hacia la pared. Detrás de ellos se encuentra una hoguera y la entrada a la cueva desde el exterior. Los encadenados consideran como verdades a las sombras que ven, porque no pueden girarse y ver la realidad.

    Una versión moderna podría ser la sala de un cine. Si nacés ahí, y solo mirás la pantalla sin poder girarte, creerás que estás viendo la verdad, ignorando, por supuesto, que hay un proyector detrás tuyo con alguien que lo manipula. Pero si un encadenado escapase, no solo saldría hacia el exterior, conocería lo que hay fuera tal cual es. Si el hombre volviera para tratar de liberar a los suyos y comentarles la maravilla de lo que ha descubierto fuera de aquel oscuro lugar, seguramente lo harían callar porque está molestándolos durante la reproducción de su película favorita, incluso si tuvieran la oportunidad de echarlo a las patadas lo harían.

    Posdata: Rumbo al portal, y Psicosis: Dentro de la cabina, son los detalles de la serie de libros «Calor humano».

    Sobre el autor

    Daniel Carballo es escritor, guionista, editor de obras introspectivas. Actualmente desarrolla y publica nuevas técnicas y temáticas de Ficción en su serie de libros para películas: «Calor Humano».

    Serie completa:

    Reversa: Preparados para los días que vienen

    Ave Marina: Extensión Preppers

    Precuela: La reina en el tablero

    Secuela: La vidente

    Dana Hard: Inspirado en una historia real

    Posdata: Rumbo al portal

    Psicosis: Dentro de la cabina (También disponible en audiolibro).

    Moraleja

    Todo es verdadero.

    Todo es falso.

    Todo es ahora.

    ––––––––

    JC

    Advertencia

    Lo expresado en estos documentos, irá en contra de tus creencias.

    La presente es una obra de ficción.

    Cualquier semejanza con los personajes, dichos, hechos y demás,

    será imaginación tuya.

    Dana

    Video

    Soy Dana. Mi padre me ha pedido que documente lo sucedido en esta última parte de nuestra historia oficial.

    Antes de comenzar con las entrevistas recopiladas, he de comentar como es el tiempo y espacio en su realidad absoluta.

    El tiempo, no es más que el ahora siempre. Es un solo ahora, con todas las posibilidades. El espacio es donde transcurren los infinitos, y es en expansión permanente.

    En lenguaje humano, el tiempo es una película inmodificable que sucede ahora, no importa si estás en la edad de piedra o donde sea que estés, todo transcurre simultáneamente. El pasado se está reproduciendo en algún lugar, el futuro, igual. Todo es ahora. El espacio es donde se realizan las historias en las dos horas que dura el film, los múltiples decorados.

    Mientras en nuestros mundos, los seres nacen y mueren, haciendo sus supuestas vidas, sin elección, por sobre sus cabezas estamos librando una justa encarnizada, entre los nosotros que custodian el portal donde se realiza la reproducción de la película, y los nosotros que queremos destruirla. Eso significaría volver a casa, darle fin al sin sentido, escapar de la rueda de renacimientos, donde toda vida nace de una anterior en un ciclo ininterrumpido.

    ¿Te preocupan tus hijos, tu trabajo, profesión o tal vez tu economía? Morirás dentro de muy poco. Nacerás de nuevo. Te preocuparán las mismas cosas. Vivirás con lo que se te ha dado, según lo escrito. A veces tomarás un personaje, a veces otro, hay ocho mil millones de ellos, solo aquí. Te podrás imaginar la cantidad que hay en el espacio entero. Ya sea en un lugar u otro, en ningún momento puedes elegir, ni tu género, profesión, situación económica, estado de salud, inteligencia. Nada. Tal vez creas que sí, que eres el creador de tu destino. Morirás igualmente. Nacerás de nuevo y creerás lo mismo, tomarás otro papel dentro de un nuevo paisaje y no recordarás nada, no te darás ni cuenta.

    En el futuro, que siempre es ahora, hay una guerra que causa la disolución y recreación de lo existente. Y se reiteró ahora y ahora, nacimiento, expansión y muerte, por siempre el mismo destino. Al menos hasta que mi padre despertó.

    Si está bien o mal lo que él hizo y cómo lo hizo, no es algo que puedas juzgar con el conocimiento que tienes. Después de todo, ¿qué sabes en realidad?

    Origen

    Los presentes documentos son transcripciones de videos, sin corrección editorial, se agradece la excepción.

    Había una vez

    Daniela y Liang

    Creímos que eran las iniciales de una persona, alguien con un secreto que revelar, una organización de liderazgo militar, hasta pensamos que podría ser una secta llamada CMD, realmente no sabíamos en qué nos metíamos. Con mi amigo, trabajábamos en un canal de noticias en el departamento de edición, éramos periodistas. Siempre fuimos buenos para compilar material extenso y difícil. Recibí muchos mensajes ese día por mi cumpleaños. Mi hermano Lucas, llamó por teléfono desde el hospital. Fue breve. Se lo escuchaba bien, de buen ánimo. Me preocupó su llamado. Él siempre fue tan impulsivo, arrojado al peligro, chiquilín, estúpido a veces, se metía en líos de los más impensables debido a su carácter inestable. El año pasado tuvo un problema cardíaco y le pusieron un marcapasos, desde allí estuvo bien de salud, dejó de fumar y de beber, cambió su alimentación, mejoró en su matrimonio, pero como hacemos la mayoría de nosotros en estos casos, tras su llamado inusual, pensé lo peor. Tal vez había tenido un paro cardíaco otra vez o le dieron una paliza debido a su trabajo y así se lo expresé por teléfono.

    —¡Muy por el contrario! —me dijo—, nada de eso me pasó, aunque algo me ocurrió. Estoy mucho mejor, hermana, ¡mucho mejor!

    —No te entiendo, Lucas, parecés confuso —le dije.

    —¡Estoy fuerte como un toro! Y te tengo una gran noticia, es urgente que nos veamos —concluyó finalizando la llamada.

    Salimos inmediatamente con JC, rumbo al hospital y...

    —Daniela, hagamos un corte aquí, no te ves bien.

    Perdón que lagrimee un poco, Liang. Abro un paréntesis para que se entienda. JC es mi amigo de toda la vida. Crecimos juntos como hermanos, aunque éramos vecinos. Nuestras familias se llevaron siempre bien, tuvimos una estrecha relación de amistad entre todos. Con él estudiamos, nos recibimos y trabajamos juntos. Él tenía una familia muy hermosa. Una excelente mujer que lo acompañó gran parte de su vida... ella era mi amiga... no cortes, por favor.

    —¿Segura?

    Sí, continuamos; cierro el paréntesis. Mi hermano Lucas, trabajaba en ese entonces en un depósito de camiones, detrás de un campus universitario, haciendo vigilancia nocturna. Cuando fuimos a verlo al hospital con JC, apenas nos vio entrar se abrió la camisola de internación de lado a lado y nos dijo...

    —¡Ni una marca! ¡Me siento como nuevo! —Y echó a reír.

    —Veo que estás bien —le dije, todavía reclamándole para mis adentros su saludo de cumpleaños.

    —¿Qué pasó Lucas, por qué estás en el hospital? —quiso saber JC.

    —Presencié algo extraordinario anoche en el trabajo y me asusté muchísimo, sentí que me faltaba el aire, que me moría, ¡tuve un paro cardíaco y me desmayé! ¡Algo me hizo esta gente! Pero ahora, ¡estoy fantástico, ni una marca; ni una marca!

    —¿De qué estás hablando, hermano?

    —Vi una luz, sentí una presencia, varias en realidad. Me asusté y caí desmayado. Mi compañero de guardia, al ver que no volvía ni contestaba la radio, salió a buscarme. Me encontró inconsciente, llamó a emergencias, y según dijo él, al volver la mirada hacia donde yo estaba, ¡vio la misma luz blanca que vi yo!, ¡y dice que en ese momento desaparecí! ¡Pero acá estoy!, ¡como nuevo!

    —Tranquilo amigo —le dijo JC—, te estás exaltando un poco.

    —Estás como enchufado a 220 —añadí en tono de broma, mayormente para calmarme a mí misma que me estaba impacientando.

    —Contanos bien, de nuevo, que fue lo que pasó —le sugirió JC.

    —¡Es que siento la energía de un adolescente! ¡Más energía todavía! ¡Nunca antes tuve tanta! ¡Soy como un toro! —recalcó, al tiempo que hacía gestos de mucha fuerza física.

    —Tratá de enfocarte, Lucas —le rogué—. Me ponés nerviosa. ¿Por qué decís que te hicieron algo, y quienes!

    —Salieron desde abajo de la tierra. Se encendió una luz blanca, de esas que te dejan ciego, aparecieron cuatro o cinco personas. Me asusté muchísimo. Al no poder respirar caí al suelo y se acercaron a mí. ¡Me desmayé, me desmayé!

    —Tranquilo, tranquilo... —lo apaciguó JC—. ¿Quiénes eran, alcanzaste a verlos o escuchar algo?

    —Salieron desde abajo con una luz blanca, con mucha suavidad. Como flotando hacia arriba. ¡Miren! —abre su camisola nuevamente—. Tenía un marcapasos, ¿no? ¡Acá estaba la marca de la operación!, ¿se acuerdan?

    —Perfectamente. ¡Y calmate de una vez o me va a dar un paro cardíaco a mí! —le gruñí.

    —¡Es que ya no está! ¡Ni siquiera la marca de la operación!... ¿entienden?

    —¡Ay, Lucas!, ¡me estás matando de los nervios! —le grité ya más exasperada.

    —Es que el marcapasos no está más y la cicatriz tampoco —añadió bajando un poco la marcha, inspirando y exhalando para calmarse a sí mismo—. Y fue obra de ellos, hermana. Fue obra de ellos.

    —Calmémonos un momento. Alguna explicación debe tener todo esto —dijo JC.

    —Estoy bien, estoy tranquilo, en serio —continuó él—. Tranquilos ustedes también. Ya me dan el alta y quiero irme a casa.

    En ese momento, JC insistió en que le viéramos detenidamente el torso a Lucas, y así lo hicimos. No había marca extraña en su cuerpo. Era verdad.

    —No estoy de broma. El marcapasos ya no está, ni rastros de la operación tampoco. Me lo sacaron ellos —volvió a insistir.

    —Pero, ¿cómo, ni una cicatriz, nada? —dije algo boquiabierta.

    Observamos detenidamente su cuerpo una tercera vez. La conclusión fue que mi hermano no estaba loco.

    —¿Cómo puede ser? —dijo JC, más extrañado por la falta del aparato que por la falta de la cicatriz.

    Razonamos entre todos, que una marca en el cuerpo se puede cubrir con algún estiramiento de piel o injerto, pero, ¿quitar un marcapasos?

    Al ingresar el médico, nos confirma que

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