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El Cucú de Andropov
El Cucú de Andropov
El Cucú de Andropov
Libro electrónico311 páginas4 horas

El Cucú de Andropov

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El Cucú de Andropov

Una Historia de Amor,  Intriga y la KGB

La historia comienza con William, viudo octogenario, quien extraña terriblemente a su esposa, en una casa de descanso al sur de España. Él no solo espera a morir, sino lo desea, con el fin de reunirse con su mujer, Youriko. No le queda mucho tiempo, pero decide que la vida de su valiente esposa debe ser contada, a pesar de que ella no lo permitía en vida.

Primero, conoceremos a una familia japonesa atrapada en medio de la onda expansiva de la bomba nuclear en Hiroshima. Más tarde, sabremos de su hija, Yui, quien habría sido educada de manera radical en contra de la ocupación estadounidense.

Luego, aparece una familia sovética de origen kazajo, la que también estuvo involucrada en la guerra. La esposa es una agente de gobierno que agita a los trabajadores de la región para producir más, y es entonces cuando conocemos a su hija.

A través de visitas del Partido Comunista Japonés hacia el área, los rusos y japoneses se conocen y continúan en contacto frecuente, en especial las hijas, quienes, de hecho, son muy parecidas físicamente.

Ellas crean un plan para intercambiar sus vidas, a pesar de que la chica de origen japonés no ve futuro en la URSS. Ella desea migrar a EUA.

Se realiza el intercambio, y la muchacha rusa, ahora conocida como  Youriko, acepta un trabajo en la Oficina del Exterior en Japón. Posteriormente, cambia de empleo en el Departamento de Cuerpo Diplomático, todo mientras espía para su jefe Andropov, líder de la KGB.

Desilusionada de su trabajo, intenta escapar para ver a su doble, quien para este momento se encuentra en Canadá. Debido a este intento, la capturan y encierran en la húmeda prisión de Lubyanka, previo juicio aparente, y la llevan a los campos correccionales.

Cuando sale, Andropov se apiada de ella y la prepara como espía, con categoría de 'trampa de miel'. Mientras realiza sus tareas, se enamora de un estudiante de intercambio británico, y pasa el resto de la historia huyendo del país, incluso a caballo, a través del Cáucaso y hasta Turquía, donde se entrega a la Embajada Británica.

Después de una declaratoria por demás detallada, autorizan su estancia en el Reino Unido, de manera que va a sorprender al amor de su vida durante una de sus clases.

Youriko y William tienen una larga vida juntos en  Andalucía, hasta que ella muere.

En el último capítulo del libro, William agoniza y nombra a su esposa, mientras ella lo recibe de vuelta en sus brazos.

Su médico es quien encuentra el manuscrito y lo publica.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 may 2022
ISBN9781071539880
El Cucú de Andropov

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    El Cucú de Andropov - Owen Jones

    EL CUCÚ DE ANDROPOV

    Una Historia de Amor, Intriga y la KGB

    por

    Owen Jones

    Copyright © abril 2020 Owen Jones

    Fuengirola, España.

    El derecho de Owen Jones a ser identificado como el autor de esta obra ha sido establecido de acuerdo con las secciones 77 y 78 de los Derechos de Autor y Patentes de 1988. El derecho moral del autor ha sido establecido.

    En esta obra de ficción, los personajes, lugares y eventos son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia. Algunos lugares podrían existir, sin embargo, los eventos son completamente ficticios.

    El Cucú de Andropov

    Una Historia de Amor, Intriga y la KGB

    Por Owen Jones

    Publicada por

    Megan Publishing Services

    Edición Kindle, Notas de Licencia

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    DEDICATORIA

    Esta edición está dedicada a mi esposa, Pranom Jones, por hacerme la vida tan fácil como es posible. Es grandiosa en eso.

    El Karma regresará a todos en su justa medida.

    CITAS INSPIRACIONALES

    No creas cualquier cosa simplemente porque lo oíste,

    No creas cualquier cosa simplemente porque fue dicho o se ha rumorado por muchos,

    No creas cualquier cosa simplemente porque lo encontraron escrito en textos religiosos,

    No creas cualquier cosa solo por la autoridad de maestros y ancianos,

    No creas en tradiciones porque han sido transmitidas de generación en generación,

    Solo después de observar y analizar, si cualquier cosa coincide con la razón y conduce al bien y beneficio de uno o de todos, acéptalo y vive a la altura de ello.

    Gautama Buddha

    ———

    Gran Espíritu, cuya voz se halla en el aire, escúchame.

    Permíteme crecer en fuerza y conocimiento.

    Hazme contemplar por siempre el rojo y violáceo atardecer.

    Que mis manos respeten las cosas que me has dado.

    Instrúyeme en los secretos escondidos bajo cada Hoja y Piedra, así como has instruido a los pueblos de eras pasadas.

    Déjame usar mi fuerza, no para ser más grande que mi hermano, sino para pelear contra mi mayor enemigo – yo mismo.

    Permíteme siempre llegar ante ti con las manos limpias y el corazón abierto, y que, así como mi lapso de vida Terrenal se desvanezca cual puesta del sol, mi Espíritu regrese a ti sin vergüenza alguna.

    (Basado en una oración tradicional Sioux)

    ––––––––

    CONTENIDO

    1 William Davies

    2 Yui Mizuki

    3 Natalya Petrovna

    4 Verano 1967

    5 Yuri Vladimirovitch Andropov

    6 Operación Youriko

    7 El Plan Sigue en Pie

    8 La KGB

    9 La Molienda Diaria

    10 Las Vacaciones

    11 Lubyanka

    12 Archipiélago Gulag

    13 Un Nuevo Empleo

    14 Leningrado, 1978

    15 El Cerebro Derretido y los Ojos Entornados

    16 Sochi, Krai de Krasnodarskaya

    17 Botella Llena

    18 La Caravana de Mulas

    19 La Última Etapa

    20 Cheltenham

    21 Epílogo

    22 Postfacio

    Centro de Muerte – Capítulo Uno

    Acerca del Autor

    1 WILLIAM DAVIES

    -¡Está reaccionando, Peter!-

    -¡Manténgalo ahí!- ordenó el cirujano cardiovascular, al tiempo que escaneaba las máquinas y monitores de arriba, al lado opuesto de la cama, con ojos bien entrenados. -No lo dejen quedar inconsciente otra vez, podría ser la última, si lo permitimos-.

    Todas las luces emitidas, parpadeantes y elevadas en todos los monitores, se fueron normalizando, así como los pitidos y sonidos vibrantes.

    -Vamos, William, no te nos duermas ahora-, urgió al paciente.

    -Lo intento-, escuché decir en mi cabeza, pero no pude controlar los labios para dar voz al pensamiento. De hecho, por algunos momentos creí haber muerto diez minutos antes de haber oído hablar a la primera voz. La única razón para dudar de mi deceso era que soy Espiritualista, y siempre he creído que amigos y familiares esperan del otro lado para dar la bienvenida a quien está muriendo. No había nadie aguardándome... tampoco es que tenga muchos amigos o familiares -muertos o vivos-, aunque había uno con quien sí podía contar.

    Tuve que ponerme en manos del médico y enfermeras, quienes obviamente rodeaban mi cama, intentando ayudarme.

    -Sus ojos tiemblan, creo que intenta abrirlos-, observó emocionalmente una voz femenina. Alentado por tal motivación, me esforcé aún más, y, tras más o menos un minuto, pude ver un amable rostro masculino sonriéndome a través de una rendija entre mis párpados.

    - Bienvenido de vuelta, William- dijo, aparentando sinceridad, - creímos que te perderíamos esta vez. Bienvenido de vuelta a la tierra de los vivos. En verdad lo siento muchísimo, viejo, pero tengo que correr ahora que vas a estar bien, aunque estas señoritas y caballeros son sumamente competentes y te cuidarán tan bien como yo. Te veré después-.

    Susurró instrucciones a los otros y se fue.

    Es extraño, pero cuando ya te queda poca fuerza, puedes sentir claramente cómo decae o regresa con facilidad. En mi caso, me fortalecía a cada segundo. No sé qué medicamento me hayan dado, pero ellos y la voluntad de vivir han hecho maravillas.

    - Te vamos a mantener aquí esta noche, William, pero si los signos están bien para mañana, podrás regresar a tu propia cama. Eso sería agradable, ¿no?-

    Intenté asentir y sonreír, pero en vez de ello, sentí una lágrima correr desde mi ojo izquierdo, sobre la sien y hasta adentro de la oreja. No he dormido en mi propia cama en casi tres años, pero sabía a lo que se refería, por supuesto. Ella sólo intentaba ser amable... animarme, y estaba agradecido. Es solo que resulta curioso lo que piensas cuando te das cuenta de que podrías estar exhalando tu último aliento.

    No me considero religioso, aunque supongo que otros sí. Creo simplemente en la vida después de la muerte, la reencarnación y el Karma. Por lo tanto, la muerte jamás me ha producido terror, y la vida es solo poco preferible porque permite un mayor rango de experiencias, o más de ellas.

    Mis últimos pensamientos no habían sido sobre la vida o la muerte, o siquiera sobre conocer a mi Creador; fueron acerca de la gente a quien he amado, especialmente mujeres, porque siempre preferí su compañía a la masculina. Podrías argumentar que esas fueron imágenes instantáneas de mi vida pasando ante mis ojos, pero fue más bien un espacio, una versión editada que en nada se parecía a las instantáneas. Permaneció en un modo lánguido, fastuoso, seductor.

    De hecho, no creo que esta película de mi vida hubiese terminado si hubiera muerto del ataque al corazón, incluso aunque así lo hubiera creído. Habría continuado y yo me hubiese quedado sin un cuerpo; es lo único que habría cambiado.

    He sido un hombre grande y fuerte durante toda mi vida adulta: más de seis pies y cien kilos, aunque fornido y saludable. He estado enfermo, y me he roto algunos huesos, pero nada me ha tirado por demasiado tiempo. Sin embargo, siento que esos días se están terminando, porque ese, era el segundo ataque al corazón del que me has visto recuperarme, y soy suficientemente realista para saber que probablemente no seré capaz de ignorar la tercera llamada para abandonar este cuerpo mortal.

    Para ser honesto, no estoy del todo seguro de que así lo querría, de cualquier forma. Ahora tengo setenta y uno, vivo en un hogar para ancianos en el Sur de España y mi esposa y mis amigos todos han partido antes que yo. No me malentiendas, el hospicio es un lugar bastante cómodo, operado especialmente para viejos angloparlantes como yo. En verdad es muy agradable, pero no es mi hogar, como seguramente habrás apreciado cuando mencionaron aquella cama mía, y no es la que compartí con mi esposa hasta que falleció hace dos años, tres meses y diecisiete días.

    En realidad, la apuraron a salir de nuestro lecho hacia el hospital y murió allá sin recuperar el conocimiento. No sobrevivió su primer ataque al corazón. Es una pena, creí que lo haría... llegado el momento. Dormí un tiempo en un hotel después de eso, y luego me mudé al hospicio – ¡La Sala de Espera de Dios, como la llamamos los residentes!

    Como sea, divago, pero me temo que tendrás que perdonarme, querido lector, pues es cierto que se dispersa la mente de un hombre viejo. De cualquier forma, si tienes la tenacidad de quedarte conmigo hasta el final, te contaré la historia de una mujer a quien quisiera que todo el mundo conozca.

    Tratar de contar la historia de otra persona es difícil, y en este caso, borroso, por las nieblas del tiempo y el poder de la memoria de un hombre viejo; pero iremos allá, te lo prometo sinceramente.

    - "Soy el hijo mayor de mi familia, de mi generación, debo decir: tres años más grande que mi siguiente hermano, así que, por largo tiempo, parecía hijo único. Sin embargo, fui afortunado porque había muchos niños en las siguientes cinco casas, y con tal suerte que ocho de ellos resultaban ser chicas. Las amaba a todas en mis días de preescolar, ya que no tenía hermanas... tengo afectuosos recuerdos de jugar al papá y a la mamá, y a las fiestas de té de mentiras.

    La mayor parte de ellas eran más grandes que yo, así que al entrar a la escuela encontraron nuevos amigos, y eventualmente, yo también. Fue justo ahí, a los seis años, que me enamoré de una niña llamada Debbie. Un día, después de la escuela, a la edad de siete, estábamos sentados en los columpios en medio de truenos, centellas y lluvia, y esperaba que la caída de un rayo nos enviara a una romántica muerte juntos. No sucedió, por supuesto, lo único que pasó fue un gran regaño de nuestros padres.

    Luego, estuvo Sally, cuando tenía nueve. Solía acosarla, y cuando me dijo que era el tercer chico más guapo que había conocido, me sentí en el Séptimo Cielo. A los quince llegó Lesley, a quien amaba desde lejos, pero nunca le hablé, y así siguió hasta cumplir diecisiete.

    Nunca olvidaré esas maravillosas chicas, nuestra inocencia y los grandes momentos que vivimos, o quisimos vivir, juntos.

    Hay cosas que no puedes decir, aún a los setenta y uno y recién levantado de tu posible lecho de muerte, y hay otras que no quieres contar, porque son recuerdos que saben mejor en privado. A menudo me pregunto si esos amores tempranos, que no de amantes, también me recuerdan afectuosamente, aunque nunca lo sabré, y quizá sea lo mejor. Puedo fingir que sí.

    Ya ves, no puedo preguntarles, porque siempre he ido de un lado a otro y nunca mantuvimos comunicación. Es una de las razones de la falta de amigos y familia cercana. Primero, fui a la universidad a ciento cincuenta millas de casa y luego me uní al Servicio Diplomático, el cual también implicaba viajar... pero me estoy adelantando.

    Entre la edad de dieciocho y veintitrés, las chicas con las que salía empezaban a convertirse en mujeres, y eso era aún más emocionante. Recuerdo a Janine, Glenys y Andrea... y muchas más amigas y amantes parecidas. Sueño con ellas con cierta frecuencia, y de una forma en la que no resulta irrespetuosa para mi esposa.

    La enfermera ha venido para ponerme a dormir... no como a un perro viejo, tú entiendes, más a la manera de un niño enfermo, en lo cual me atemoriza convertirme. Es una razón para desear contarte mi historia pronto. Haré lo posible para reanudarla mañana.

    Muesli y piña fresca coronaban con simple yogurt el desayuno, acompañado de la taza de un muy diluido té herbal. No puedo decir cuál sabía mejor, aunque parecía todo agradable, pudiera decir. No estaré en forma por trotar en algún tiempo, así que requiero de bastante fibra. Probablemente, el té también es un laxante suave.

    Como sea; me he dado cuenta en una noche de que, si mi historia va a ser publicada algún día, necesita ser escrita o grabada. Un dictáfono sería lo menos arduo para mí, así que pedí a la enfermera que me trajo el desayuno hacer los arreglos necesarios para que el personal del hospicio me consiguiera uno. Intentó librarse de ello al recordarme que me ‘iría a casa’ en las próximas ocho horas, de manera que podría pedírselos yo mismo.

    No obstante, no lo aceptaría. –¡No he olvidado que regreso al hospicio hoy si estoy lo bastante bien!-, le dije. - ¡Llámeles por teléfono para que me consigan un dictáfono, como lo pedí, por favor!- Se fue hecha una furia, pero a mi edad tenemos permitido ser un poco cascarrabias de vez en cuando; se espera de nosotros y también es una compensación debido a la edad. Puedes llamarlo un premio por sobrepasar los ‘70 reglamentarios’.

    Cuando otra enfermera se llevaba mis trastes, pregunté por mi dictáfono de nuevo. Diez minutos más tarde, me llamó al teléfono junto a la cama para avisarme que se estaban encargando de eso. Son muy serviciales aquí, en general, e igualmente donde vivo.

    Mientras esperamos a que me lleven ‘a casa’, donde mi dictáfono debe estar esperando para relatar la historia que te he prometido, voy a hacer tiempo platicándote un poco más sobre mí mismo, pero no te preocupes, seré breve. No quisiera aburrirte, y en realidad la historia no es sobre mí, de cualquier modo. Este no es un viaje del ego, como los queridos y viejos hippies solían decir.

    Amé los setentas, y estaba muy chico para disfrutar los sesentas.

    Fui el hijo mayor y nací en Cardiff, al sur de Gales en el Reino Unido, en una familia de clase trabajadora. Mi padre era carpintero cuando terminó el Servicio Militar, aunque pronto obtuvo su propio negocio de construcción, y él y mi madre rápidamente se convirtieron en una familia con cinco hijos. Todos crecimos fuertes, saludables, y felices. Nuestros padres eran Espiritualistas, y papá nos llevaba a la iglesia con él la noche de cada viernes, cuando hacía sanación, para dar a mi madre la misma y bien merecida ‘noche libre’.

    De cualquier manera, nunca forzaron la religión. De hecho, nuestras escuelas eran de la Iglesia de Gales, ‘cachorros’ y scouts eran metodistas y nuestra tía más cercana era católica. La religión nunca fue un problema en nuestra familia o en el vecindario. Las primeras dos cosas que según recuerdo haya dicho mi madre, era que moriría antes de cumplir los cuarenta y dos y que yo debería convertirme en diplomático. Ambas cosas se hicieron realidad.

    El inglés es mi lengua madre, pero aprendí galés desde los seis y después francés, alemán, latín, holandés y ruso con fluidez, además de un poco de chino y español. El Servicio Diplomático paga un extra por cada idioma, lo cual me resultaba enormemente atractivo. También lo era la promesa de viajar al extranjero; había estudiado y recorrido mundo para cuando cumplí quince. Ya era un viajante bastante confiado a los dieciocho.

    Particularmente, me gustaba viajar de aventón, pero luego toda la gente joven de la época comenzó a hacerlo - y era más seguro que ahora -por alguna razón.

    Como persona, tiendo a ser solitario y pensativo, aunque tampoco diría que llego a conclusiones más sabias que las de cualquier otro. No obstante, lo intento, y esa fue una de las causas por las que me emplearon en el Servicio Diplomático. Tuve una gran vida ahí, y mucha diversión... y ahí voy otra vez, ‘pirateando’ esta historia, sesgándola hacia mí y mi vida... Ah, sí, lo olvidaba... estamos esperando el dictáfono antes de ir al meollo, ¿cierto?

    Me disculpo por eso, pese a que soy tan impaciente como debes serlo tú, ¡en serio!

    El viaje del hospital al hospicio fue de unos cuantos kilómetros, de manera que no fue tan largo dentro de la amplia ambulancia que me proporcionaron. De hecho, dejamos el hospital sin aviso previo, a las once de la mañana, y luego estaba sentado en una grande y cómoda silla en los jardines del hospicio, con vista hacia la hermosa marina en Marbella, esperando mi comida de mediodía.

    Ahora, me doy cuenta de que has estado esperando por un rato a que llegue al punto de este libro. No lo he olvidado, aunque no recuerdo cuánto tiempo ha pasado, así que cuando la enfermera trajo mi comida, pregunté otra vez por el aparato. Usó su celular para llamar a la recepción, y me aseguró que sería entregado dentro de la siguiente hora. Sonreí, le di las gracias, y devoré mi pescado hervido y ensalada, seguidos por, otra vez, yogurt y té.

    Me gusta ese tipo de comida, aunque siempre he sido fácil de complacer en materia culinaria (a menos que se me pida consumir alimento chatarra). En días pasados, prefería la comida hindú y la tailandesa, pero eso ya lo tengo restringido, y también el queso, mi favorito entre los favoritos. Siempre he sentido pasión por el queso: fresco, acompañado de pan crujiente y vino tinto o cerveza, bocadillos que por cierto ya me parecen una rareza en estos días.

    La comida y la hora completa se han esfumado, y ahora el único cambio en mis circunstancias es que me encuentro somnoliento. Es el aire del mar, probablemente. Si no traen pronto mi juguetito nuevo, me dormiré otra vez... soñaré con los de mi juventud, personas fallecidas quizá desde hace mucho... Si acaso yo debería estarlo también, ¿para qué propósito útil serviría yo aquí? Comer, beber, gastar dinero, pero ¿con qué fin? ¿Solo para mantenerme vivo? A nadie le importa, excepto a los dueños del hospicio, y eso dejaría de ser si se me acabara el dinero, lo cual no pasará... El viejo y querido gobierno británico se encargará de eso hasta que cuelgue los tenis.

    De alguna forma, estoy siendo retenido de mi inevitable travesía hacia otra muerte y renacimiento. Simplemente no puedo dejar de creer que mi dinero sería mejor aprovechado en algún otro lado. Divago otra vez. Puedo sentirlo. Necesito mantenerme vivo para contarte mi historia, la que en realidad no es sobre mí. Sí, ya lo he dicho antes, pero me la sé de casi toda la vida. Es por eso que permanezco vivo, y no es solo por estar aquí.

    Si se dará a conocer la verdad, entonces estoy ansioso de continuar con el siguiente pilar de mi recorrido, el mismo de hace dos años, siete meses y catorce días. La extraño tanto, que podría llorar cada vez que pienso en ella (duro viejo cabrón que me creo... que finjo ser). Eventualmente, todos creen en la apariencia y te dejan jugar tu rol... sin notar que eso es lo último que deseas, realmente. Solo estoy demasiado temeroso de mostrar lo que siento, esa es la verdad... tal vez la mayoría de los hombres lo están.

    Y bueno, es demasiado tarde para cambiar ahora... Puede que en la siguiente vida, o después de esa. Buena labor aquello de que lo infinito sea tan largo, que te da tiempo de sobra para corregir tus fallas y debilidades, y Dios lo sabe, lo necesito.

    Me está llegando un repentino e inesperado recuerdo de Ricky, un muchacho de la universidad. Él era de Battersea y tenía acento londinense. Trataba de actuar como ‘todo un gallo’, pero eso sí, me pidió llevarlo a cenar curry hindú porque nunca lo había probado y quería impresionar a una chica, quien le comentó era su comida favorita. ¡Bebió tanto vino tinto y cerveza que cayó de cara sobre su pollo Madrás, resoplando y haciendo burbujas! Ja, ja, ja... Buenos viejos tiempos. Un mesero y yo lo limpiamos y lo llevamos a casa de su novia, quien la tenía llena de fotografías al desnudo de ella misma, tomadas por su compañera de departamento.

    No recuerdo el nombre de la compañera, pero era judía, y esa noche me llevó a la cama con más vino tinto. Me siento mal por no acordarme de su nombre, pero tenía -en mi cabeza - cara de María, o Marsha. Qué extraño, no había pensado en ellos tres en casi quince años. Perdón, debo haber divagado. Hay una nota sobresaliendo bajo el plato: ‘Su dictáfono está en la recepción. Por favor llame para traérselo’. Estoy tan feliz por ti como por mí mismo, querido lector, porque ahora podré cumplir mi promesa y tú podrás comprobar si lo que he estado diciendo es verdad o no. Dame un momento, por favor, mientras hago la llamada.

    - Ahí estás, William. Me tomé la libertad de ponerlo a cargar mientras dormías. Diviértete-, dijo la chica que me lo entregó.

    - Sí, gracias lo haré-, repliqué amablemente, aunque pensando ‘¡Sabrosa!’. Algunos de los más jóvenes nos tratan como si fuésemos seniles. Me enferma. Es cierto que algunos de nosotros somos completamente sosos, pero no todos... aún no.

    Jugueteé con el Nokia, dándole vueltas en mis manos buscando características conocidas. Era uno muy simple, justo lo que quería... y podía ser activado con la voz, también. No me era extraña la tecnología moderna, y de pronto, otro pensamiento saltó en mi cabeza. He escrito miles de reportes, pero nunca una biografía. Había leído muchas, sí, pero no las había escrito. No me imagino cómo iniciar. ¡En serio! ¡Esto es de lo más molesto, yo, nosotros, hemos esperado la grabadora por cuarenta y cuatro horas y ahora resulta que no puedo empezar todavía!

    Levanté el plato para terminar mi té, y, por una brisa tibia, voló la nota hasta el césped. Me doy cuenta de que la historia que deseo contar, su historia, no podía haber tenido lugar a menos que otros eventos hubiesen ocurrido primero... Bueno, en tal caso, ya que has sido indulgente conmigo hasta este punto, voy a abusar otro poco para llevarte exactamente al principio, hasta donde me sea humanamente posible. El inicio real de esta historia está incluso en otro país que se encontraba en circunstancias difíciles desde casi una década antes de que yo hubiera nacido, siquiera.

    La mujer de quien realmente quiero hablar ha tenido muchos nombres, aunque nació como Natalya en el Kazajstán soviético. Tendremos que comenzar en Japón, con la familia Mizuki. He unido las piezas de su historia durante décadas, gracias a varias notas de caso que pude descubrir durante mi vida profesional como diplomático, y otras cosas que me dijeron o escuché. Entonces, con mi perfectamente funcional y nuevo dictáfono, te contaré ahora acerca de los primeros protagonistas de nuestro drama: Yui Mizuki y su familia, y espero no recibir aquella tercera llamada antes de llegar al final.

    2 YUI MIZUKI

    El Sr. Hiroto Mizuki trabajaba en una profesión reservada en el Ministerio de Finanzas como oficial de mando medio en Tokio, durante el día, y como parte del Departamento de la Defensa Nacional por las noches. En 1944, cuando tenía veintisiete, estaba enamorado de una colega que trabajaba al final del corredor de su oficina y juró que la haría su esposa, si sobrevivían al ataque americano de ese momento. Hiroto y su novia, Suzume, eran de clases sociales similares; ambos Shinto[1], ambos reverenciaban al emperador Hirohito como un dios, y ambos estaban convencidos de que no era posible para Japón perder la guerra – la más grande guerra que Japón había librado jamás.

    Las primeras señales de

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