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Eleanial: Saga guardianes
Eleanial: Saga guardianes
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Libro electrónico273 páginas3 horas

Eleanial: Saga guardianes

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Información de este libro electrónico

Aventuras, romances y una guerra épica en un mundo fantástico.

Desde que tengo razón, he vivido en un viejo orfanato en Irlanda.

Pero, ahora, me han secuestrado en un mundo completamente desconocido. Con seres extraños que parecen estar interesados en enseñarme todo sobre ellos.

¿Magia? ¿Acaso están de broma?

Todo pasa demasiado rápido y debo asimilarlo, aun cuando me cuestiono todo. Este mundo es maravilloso. ¡Me encanta!

El anciano tenía razón, es aquí adonde pertenezco.

Todo esto es maravilloso, excepto por la parte en la que me cuentan que se avecina una guerra con poderosos enemigos en donde este mundo podría ser destruido.

Y lo peor: ella podría morir.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento25 oct 2019
ISBN9788417947972
Eleanial: Saga guardianes
Autor

Jeremi Fernández

Jeremi Fernández Mora, nacido el 14 de junio de 1987 en la ciudad de Talcahuano, reside en la ciudad de Chillán, Chile. Es una persona extrovertida y soñadora, con una gran imaginación. «Decidí convertirme en escritor para hacer sentir orgulloso a mi padre».

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    Eleanial - Jeremi Fernández

    Prólogo

    —¡Comenzó, ya vienen! —gritaban los chicos, atemorizados.

    —Silencio, chicos, que nos escucharán —susurré a mis amigos mientras intentaba silenciar mi propia respiración.

    Estaba aterrado, al igual que ellos, pero no podía demostrárselo.

    Debía mantenernos ocultos y a salvo o ellos nos encontrarían.

    Pepe y los demás se veían muy nerviosos. Y era de esperarse, pues la última vez que nos habían atrapado nos habían molido a golpes y habíamos pasado una semana en la enfermería tomando los asquerosos remedios caseros que nos daban las hermanas del orfanato.

    Era el mayor de ellos y debía protegerlos o simplemente tratar de hacerlo.

    Cómo odiaba vivir en este lugar. Y, aunque las hermanas hacían lo posible por distraer mis pensamientos negativos de soledad y rabia contra la vida, odiaba estar vivo.

    Pero no había tiempo de ponerme sentimental, pues los chicos más grandes se divertían golpeándonos por puro placer y cada noche debíamos escondernos lo mejor que podíamos.

    —¡Se acercan, nos han encontrado! —susurraba en mi oído Benji, el niño más pequeño y cobarde de mi grupo.

    —Tranquilo, Benji, no permitiré que les suceda nada esta vez —les dije tratando de tranquilizarlos.

    Pero era tarde, tres chicos se aproximaban hacia nosotros donde permanecíamos escondidos dentro de un armario gigante donde las hermanas guardaban los útiles de aseo.

    A solo diez pasos de nosotros me di cuenta de que debía tomar una decisión. Y sin pensarlo lo hice.

    —Quédense aquí, estarán a salvo —les dije un segundo antes de salir corriendo del armario llamando la atención de los brabucones.

    Debía correr, debía correr como nunca antes lo había hecho o sufriría la paliza de los tres gordos que me perseguían.

    —¡Aquí hay uno! —gritaba uno de ellos mientras llamaba a más gorilas.

    El orfanato era gigantesco, como un castillo. Pero, aun así, si no me adelantaba y buscaba un escondite, me alcanzarían.

    Corrí sin mirar atrás hasta llegar al baño inhabilitado que empezarían a reconstruir en unas semanas más.

    —¡Dios! —Se me había terminado el camino y me había visto obligado a adentrarme en el baño trabando la puerta y escondiéndome en uno de los cubículos.

    Y como siempre había sido bueno con los números, sabía que había una gran probabilidad de que atravesaran esa puerta y me hallaran.

    Mi fin, sin duda, había llegado. Y, por todo lo que los había hecho correr, no se conformarían hasta dejarme inconsciente de tantos golpes.

    Mis piernas comenzaban a temblar del temor a ser molido a palos. Esto no terminaría bien.

    De pronto, un ruido fuerte me hizo saltar cuando tiraron la puerta de una patada.

    Ya estaban aquí.

    Mis pensamientos de rabia y odio comenzaron a salir mientras se empuñaban mis manos. Sentía cómo se acercaban hacia donde me escondía y a la vez cómo mi cuerpo así lo quería para salir a molerlos a golpes.

    Pero algo sucedió, un escalofriante silencio me sacó de mis pensamientos obligándome a mirar por un agujero que tenía la puerta del cubículo.

    Sus rostros parecían haber visto a un fantasma, pues estaban petrificados, con las bocas abiertas, con los ojos desorbitados mirando hacia donde se encontraban las duchas.

    Pasaron unos segundos en completo silencio y luego se escuchó:

    —¡Corran!

    Saliendo disparados del baño supuse que algo los había asustado y se encontraba a solo metros de mí. Me había librado de ellos. Pero ahora me encontraba con otro problema, uno que desconocía por completo, pero que, de seguro, no era bueno.

    Y con un poco de temor, salí lentamente del cubículo mirando hacia las duchas.

    Entonces pude respirar aliviado. No había nada. No había completamente nada.

    Algo les había sucedido a los chicos, eso estaba claro. Pero no me iba a quedar para averiguarlo y me fui corriendo hacia la habitación donde los chicos me esperaban despiertos y preocupados por haberlos salvado arriesgando mi propio pellejo.

    Luego de ponerlos al día y contarles lo que había ocurrido, se durmieron de uno a uno.

    El reloj sonaba de forma ruidosa, mientras en mi cabeza solo estaban los rostros de terror de esos chicos. No podía dejar de pensar qué les había ocurrido, qué habían visto en esa dirección que los haya hecho correr de esa forma.

    Lo que haya sido me había salvado la vida. Y se lo agradecía.

    Sin darme cuenta, ya estaba amaneciendo y no había dormido nada. Así que me apresuré a cerrar los ojos y me dormí.

    Capítulo 1

    EL INICIO

    Está oscuro, no puedo ver nada. ¿Dónde diablos me encuentro? Acabo de abrir los ojos y es como si los tuviera cerrados. La oscuridad es tan espesa que se me pone la piel de gallina de no saber dónde me encuentro. No recuerdo cómo demonios es que llegué aquí. ¿Estaré dentro de una caja o será, acaso, un ataúd? Siento el frío al rozar mi cuerpo con las paredes de este lugar estrecho, lo que me indica que estoy completamente desnudo. Además, tengo mis manos y pies atados prohibiéndome el movimiento. Esto no está bien. Esto de seguro no es una broma, porque, de entretenido, no tiene nada.

    Ya ha pasado un tiempo y sigo aquí, en esta estructura fuerte y oscura. Mis pies están heridos de tanto golpearlos contra las paredes de esta cosa. Aunque me he esforzado, no he conseguido nada. Sin duda, debe de ser de un material muy resistente. Estoy dentro de una pequeña caja donde apenas quepo y puedo moverme. Pero puedo respirar. Eso quiere decir que quien quiera que me haya metido aquí aún me necesita con vida.

    ¿Acaso me habrán secuestrado para pedir dinero a cambio?, no, eso es imposible, no tengo a nadie a quien yo le importe realmente y menos que diera un peso por mí. Soy solo un chico de dieciséis años que creció en un orfanato, sin padres ni familia.

    De seguro se habrán equivocado de persona, pronto se darán cuenta y me devolverán al orfanato.

    Debo advertirles de quién soy. Y así me dejarán salir.

    No lo pensé más. Comencé a gritar:

    —¡Hola!, ¿hay alguien ahí? ¡Creo que se han equivocado de persona! Mi nombre es John. Están cometiendo un error. Yo no he hecho nada. ¡Diablos! —susurré luego de darme cuenta de que nadie parecía oírme.

    Debía mantener la calma y no perder la cabeza.

    Dios, me he quedado dormido, ¿cuánto tiempo ha pasado? No siento ningún ruido. ¿Estaré bajo tierra o me estarán trasladando a algún lugar? Sí, eso es lo más probable, ya que siento suaves movimientos.

    No sé cuánto tiempo ha pasado desde que estoy aquí, me he quedado dormido un par de veces y mi cuerpo ya se comienza a acalambrar. Tengo hambre y mucha sed. Cuanto más transpiro me doy cuenta de que comienzo a deshidratarme. Mi cabeza ya no piensa ni supone nada, ya perdí las esperanzas de que me saquen de aquí. Al parecer, solo me dejarán morir. Sí, eso es lo que harán.

    Toda esta semana, estuvimos entrenando con mis amigos del orfanato para el campeonato de futbol que organiza el barrio en el que vivo, y me estaba esforzando mucho junto a mi equipo, Ráfaga de Gatitos, para participar y ganar la copa. Bueno, eso recuerdo antes de despertar en esta caja extraña. Había entrenado todo el día hasta el anochecer. Luego me había bañado y acostado en la habitación número diecisiete que compartía con cinco chicos más del orfanato, llamado Esperanza de un Sueño.

    Han pasado horas, quizás días, cómo saberlo, pues he dormido un par de veces y siento que mi cuerpo esta tan débil que apenas puedo sentir los pies e incluso me cuesta respirar. Mi cuerpo agoniza, estoy muriendo y ya comienzo a oler mal. Y mis ojos vuelven a cerrarse.

    Capítulo 2

    —¡Ábranla ya! No podemos perder más tiempo.

    Abrí los ojos al escuchar la voz de una chica; por la voz, juvenil, debía de ser de mi misma edad.

    Escuché abrir cerraduras y cómo se aflojaban un par de cadenas, y comencé a desesperarme, aunque apenas podía mover mi cuerpo.

    De pronto, recordé que estaba completamente desnudo y apestaba a cerdo de campo ¿y afuera había una chica?, y a pesar de que moría por salir de aquí, que me vieran como bebe recién nacido no me hacía ninguna gracia. ¡Qué vergüenza!

    Quizás es la policía y me han encontrado, es posible que la hermana Matilde, la encargada del orfanato, haya movido el mundo para encontrarme al percatarse de mi ausencia. Sí, eso tenía que ser. Ya que siempre decía que era el más tranquilo y trabajador de todos los demás.

    Pero todas mis suposiciones se desvanecieron cuando se abrió la caja.

    Los rayos de sol inundaron el interior de donde me encontraba, cegándome instantáneamente y obligándome a cerrar los ojos. Claro. Había pasado días en ese lugar en completa oscuridad, mi vista necesitaba adaptarse lentamente.

    En ese mismo instante, sentí un aire fresco que me rodeó por completo y un calor que comenzaba a quemar mi piel; sin duda, estábamos a campo abierto y era un día soleado.

    Respiré hondo y ahí estaba, un aroma a yerbas y árboles viejos, como un lugar silvestre, y todo eso me demostraba que aún permanecía vivo.

    —¿Estás segura de que es él?, ¿esta vez hemos cogido al correcto? —Escuché la voz de un tipo, una voz madura de un hombre ya anciano.

    —Sí, sin duda es él, señor. —Nuevamente, oía la voz de la chica y me recordaba que estaba desnudo. Pero eso no era lo único malo, si ellos me habían cogido, no eran policías. Y si aseguraban que no se habían equivocado de chico, me encontraba en un gran problema.

    Sentí un par de manos levantarme lentamente y, cuando me decidía a hablar, perdí el conocimiento.

    Capítulo 3

    —Aún está dormido, pero ya se repondrá. —Nuevamente, escuchaba la voz del anciano hablar fuertemente e hizo que me despertara. Mis ojos estaban vendados con pequeñas telas que eran bastante suaves y muy cómodas. Y mis manos y pies ya no estaban atados. Al contrario, me encontraba recostado en un lugar acogedor. Además, parecía que me habían vestido y eso me tranquilizó.

    —Espero que despierte pronto, ya quiero conocerlo y comenzar su entrenamiento para ver lo fabuloso que es. —Se escuchaba la voz de la chica nuevamente. De seguro sí tenía mi misma edad. Pero ¿quería conocerme y comenzar mi entrenamiento?, ¿de qué rayos iba esto? Bueno o no, tenía que averiguarlo.

    —Agua —susurré. Por algo tenía que empezar, y si necesitaba salir de ahí corriendo, tenía que reponerme primero. Y de un anciano y una muchacha sí podría escapar.

    Esa siempre había sido mi actitud. Pensar, ver las probabilidades de éxito y luego actuar.

    Mis compañeros del orfanato siempre decían que era una persona calculadora que no daba pie en falso. Todo lo planeaba para que saliera como yo quería.

    —Agua, por favor —volví a susurrar.

    —Señor, ha despertado el humano —gritó ella eufóricamente.

    «¿Humano?, ¿por qué me llama de esa forma?», me pregunté.

    En ese momento sentí que sujetaban mi cabeza y la levantaban para ofrecerme agua en alguna especie de recipiente. Sí, era agua, sentía cómo ese preciado líquido invadía mi cuerpo entrando por mi garganta. Más, tomaba más y más.

    —Despacio, debes ir poco a poco, pasaste muchos días sin comer ni beber nada —me decía la jovencita.

    Ella tenía razón, me encontraba completamente en mal estado de salud y necesitaba comenzar a reponerme de a poco.

    —¿Dónde estoy? —pregunté, esperando una respuesta detallada—. Y ¿quiénes son ustedes? —proseguí.

    —¿Dónde estás? Tú mismo lo verás cuando puedas abrir los ojos —dijo el anciano—. ¿Y quiénes somos? Bueno, mi nombre es Aurelio, y ella es…

    —Mi nombre es Faay —se apresuró a responder ella—. Ya iremos respondiendo tus preguntas, no debes preocuparte.

    —Mi nombre es John. —Me aclaré la garganta, esperando que se hubieran equivocado de persona.

    —Sé quién eres, John, llevo mucho tiempo cuidándote la espalda —respondió ella—. Por ahora, solo dedícate a recuperarte, deberías seguir durmiendo —me susurró al oído, causándome un escalofrío.

    —¿Dormir?, ¿cómo podría pensar en…?

    Y antes de terminar la palabra volví a caer inconsciente.

    Poco a poco, fueron pasando los días en completa oscuridad, en donde estas dos personas me ayudaban a recuperarme de la vista y me alimentaban con una extraña sopa, el mismo sabor extraño se repetía todos los días y ya me comenzaban a dar arcadas.

    Estos no volvieron a responder a ninguna de mis preguntas. Solo decían que cuando pudiera ver, responderían a todas mis preguntas.

    Al pasar los días, antes de que me quitaran las vendas, ella tuvo que viajar a un lugar donde, por lo que había oído, debía ocuparse de sus deberes y entonces solo quedo cuidándome el anciano.

    Ya después de unos días, me sentía mucho mejor y, aunque seguía en una habitación a oscuras, el anciano ya me había quitado las vendas y podía observar el lugar. Mi vista se recuperaba poco a poco.

    El anciano era tal como me lo había imaginado, pero de buen estado de salud, ya que se movía para todos lados. Era de mediana estatura y vestía una túnica extraña, sin embargo, no le di mucha importancia. Su rostro era como la del viejo Santa Claus, con una barba blanca, larga y espesa.

    Tenía tatuajes de símbolos en ambas manos. Dibujos raros que nunca había visto antes. Y me preguntaba de qué cultura sería. En esta vida hay tanta gente rara que nada me sorprendería. Este era muy amable, ya que me trataba como si fuera de la realeza y me llamaba por mi nombre cada vez que me hablaba.

    Ya llevaba una semana y ya podía sostenerme de pie y ver el interior de la habitación con completa normalidad, y el anciano me había prometido llevarme al exterior y ponerme al día de todo. Y sí que tenía muchas preguntas que hacerle.

    La habitación en la que me encontraba hace días era muy cálida, lo que la hacía un tanto rústica. Todo era artesanal y parecía como si no tuvieran tecnología aquí. Aun así, era muy agradable y cómoda. Era un tipo de choza o algo parecido, como donde vivían los indios según había leído en libros.

    —¿Estás listo para salir? —habló el anciano desde la especie de puerta que se encontraba cerrada.

    —¡Sí!, lo estoy. —Las palabras salieron sin pensarlo. Me sentía ansioso por salir a ver dónde me encontraba y por qué me tenían ahí. Si estaba en una especie de tribu de carroñeros o en el desierto, tenía que saberlo. Un sinfín de posibilidades pasaban por mi cabeza. Hasta se me ocurrió estar dentro de un experimento del gobierno. O en la milicia. Ya que habían mencionado entrenarme, y eso me seguía molestando. Pero me había cuidado tan bien el anciano que descarté el plan de golpearlo. Además, no sabía las razones por las cuales me habían hecho pasar por todo aquello.

    —Gracias por no querer golpearme ya, John. Ya puedes salir —gritó el anciano cuando salía de la habitación.

    ¿Cómo diablos supo lo de mi plan?, pensaba sorprendido mientras salía del lugar.

    Al salir, me encontré con un día completamente caluroso y soleado. Aunque me causó un poco de molestias en mis ojos, aguanté por la hermosa vista que estaba observando. Era una especie de campo, de mucha vegetación, había muchos árboles, flores, hasta un río que corría un poco más al sur. El aroma silvestre, a todo lo natural, y el exquisito aire puro me hicieron sonreír.

    —Vaya, qué bonito lugar —exclamé respirando hondo. —Esto parece irreal. Lo que lo hace completamente perfecto. Nunca antes había visto algo así. Hasta el cielo parece dibujado.

    —Lo es, John, es muy lindo aquí. Muy diferente al mundo que conociste en tu niñez, pero es real y estas en la mejor época del año.

    —¿Mundo? —pregunté instantáneamente mientras me acomodaba recostándome en la yerba, pues aún me sentía un tanto débil.

    Mientras esperaba una respuesta de su parte, me dediqué a observar el hermoso cielo azul y estiré mi cuerpo, dejándome llevar por la tranquilidad del lugar.

    —¡Esto es maravilloso!

    Al girar la cabeza, me di cuenta de que nunca había visto ese tipo de vegetación. ¿Tan poco conocía del mundo en que vivía?, pues solo había vivido en las cercanías del orfanato.

    De pronto, algo sucedió.

    Una ave extremadamente hermosa y grande bajó del cielo para tomar agua del río. Y eso me dejó en shock. El ave medía unos dos metros de largo y tenía unos colores tan claros y bellos que parecía quemarme los ojos. Eso, sin duda, no era real. Era completamente irreal.

    —¿Qué rayos es eso? —pregunté petrificado mientras miraba a la criatura con la boca abierta sorprendido—. ¿Qué diablos es este lugar? —pregunté conmocionado por lo que estaba

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