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¿Qué fregados has estado haciendo?
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Libro electrónico195 páginas4 horas

¿Qué fregados has estado haciendo?

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¿Qué fregados has estado haciendo?... ¿Te lo has preguntado? Seguramente la mayoría lo ha hecho, pero pocos son los que se toman el tiempo a consciencia de responderse.
Esta historia personal, escrita por Daniela Palina, te acompañará e incluso hasta te ayudará a que encuentres una respuesta.
¿Qué fregados has estado haciendo? te dejará uno de los mejores regalos de vida, el poder cuestionarte a ti mismo, apreciar la magia del aquí y ahora; y confiar en tu poder interior (que seguro es poderoso). Espero lo disfrutes tanto como yo.
Alejandra Castaño


Daniela Palina te comparte historias y experiencias de la vida cotidiana y no tan cotidiana con un toque de buen de humor, que muestran grandes enseñanzas y mensajes para poner en práctica día a día; como el escuchar tu voz interna, hacer el balance de las cosas y ver el lado positivo a situaciones que se nos presentan en la vida. Este libro te acompaña a sentirte vulnerable, a aventarte a lo desconocido y sobre todo a mostrarte que todos podemos poner nuestro granito de arena en este planeta y ayudar a los demás de diversas maneras.
Erick Prado
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 mar 2022
ISBN9788411145589
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    ¿Qué fregados has estado haciendo? - Daniela Palina

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Daniela Palina

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1114-558-9

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    Para Lía, Ragú y Tuki.

    Prólogo

    ¡Hola!, no sé muy bien cómo empezar esto, que nervios… escucho mi propia voz en la cabeza como si tuviera un micrófono frente a mí. Ok, para entrar en contexto, este escrito está empezando como cualquier otro de mis escritos, que siguen la fórmula:

    Vivir un acontecimiento + un BOOM + aprendizaje = escrito nuevo

    La razón por la que estoy nerviosa de iniciar esto es porque nunca me había atrevido a compartir mis escritos personales. Esta vez es distinto, y después de un trabajo de reflexión, sentí como si fuera algo que debía hacer. Pero no como un «deber», sino como algo que en realidad me llena mucho solo con pensarlo. Compartirlo de corazón, con una intención pura, si es que alguien se siente identificado con sentirse super fuera de lugar, con sentir que no pertenece a ningún sitio, que no hay vocación, que nada lo llena… Quiero compartir esto porque así me sentí yo, pero fui aprendiendo de todos esos sentimientos y fui consciente desde que tomé la decisión de dejar el «camino que estaba hecho para mí» y hacer el mío propio, salirme de las expectativas ajenas y aprender por mi propia cuenta a conocerme a mí misma.

    Por muchos años me perdí de la lupa pública e incluso amigos cercanos con los que de repente me escribía me decían: «… es que no sé ni dónde vives ahora, ni en qué andas, ¿qué fregados has estado haciendo?, ¿eh?»… Pues aquí está mi respuesta, esto es lo que he estado haciendo estos años, bienvenido… Ah caray, está perro, me estoy imaginando que esto lo está leyendo alguien más a parte de mí, y ah jijo. ¡Pero! Como no quiero que pierda esa chispa de autenticidad que siento que caracteriza un escrito que se hace con intención personal, lo escribiré como si me estuviera hablando a mí misma, como esas cartas que a veces me escribo para no olvidar.

    No sé si algún día alguien más lea esto, no sé si lo termine, no sé si me atreva a compartirlo o a publicarlo, pero de ser así, espero que se quede en su formato original y estas palabras de incertidumbre que son tan importantes para mí, también las estés leyendo… tú.

    Alto, alto, alto… ¿Mencioné que estamos en el 2021? Pues sí, hoy es justo la mitad del año, en el día de mitad de mes: 15 de junio del 2021. Ahora que lo pienso es un buen día para iniciar con un proyecto importante, realmente cualquier día es especial para hacerlo. ¿Por qué lo decidí hoy? ¿Hacer un corte en mi línea temporal? Aun creo que me falta muchísimo por aprender, en realidad ni siquiera estoy segura si en esta vida me vaya a dar tiempo. Decidí iniciar en este momento de mi vida porque tomé una pausa para voltear a ver el camino que he estado recorriendo hasta ahora y pude valorar todos mis aprendizajes que, déjame decirte, han sido muchísimos y esto es una forma de inmortalizarlos.

    De mi mamá aprendí que cuando pones tus talentos al servicio de los demás sientes la verdadera realización, espero que esto llegue a las manos indicadas, hecho con mucho amor para el servicio de la comunidad, como el espacio del Canal 5 en mi infancia.

    Quiero aclarar que no soy un sensei, no tengo un Premio Nobel, no descubrí la cura contra el cáncer ni inventé un producto mamalón como el Post-It, simplemente soy una persona, que se ha sentido feliz, se ha sentido de la shit, que ha llorado de emoción y de desilusión, que ha iniciado proyectos que se le han venido abajo y otros que la han subido a otro nivel. No soy extraordinaria, simplemente soy alguien que se ha tomado el tiempo de reflexionar su camino por esta vida de la forma en la que me siento cómoda, que es escribiendo, porque así creo que le doy chance a todas las personalidades que viven en mi cabeza de dictarme su parte. Ah, bueno, eso sí, lo que se me olvidó mencionar es que tengo un ligero grado de demencia y para fines de protección al consumidor creo que tengo que advertirte: sigue leyendo bajo tu propio riesgo… just kidding!

    A continuación, encontrarás una serie de eventos a los que les he llamado coloquialmente: Mi Lifeline (línea de vida), desde el 2016 hasta la actualidad, 2021… Esta línea de vida está dividida en quince capítulos y al final de cada de uno, resumí los aprendizajes más significativos de ese momento en mi vida, a esta sección la llame: «Agarré la onda de…», porque cuando aprendes vas entendiendo, agarrando la onda, como decimos acá en Méx. No quise cambiarle el nombre para mantener la autenticidad original, porque así lo iba escribiendo en mis diarios… Amsori.

    Introducción

    *Nota. Lo que está por iniciar no es la versión de cómo pasaron las cosas exactamente, es una versión de mi perspectiva y mis aprendizajes. Ofrezco una disculpa de antemano a los detalles, personas y recuerdos que no mencioné.

    Todo inicia en un lugar llamado la Comarca, en donde vive Frodo Baggins… jaja ojalá así empezara mi vida y mi aventura estuviera llena de hobbits, dragones y cosas cool, pero no, esa solo es mi peli favorita. Esta historia empieza en una oficina, en el piso tres, me parece, no recuerdo ni quiero llenar esto con detalles narrativos, aaah, porque cómo me encanta hacerle a eso, pero este escrito tiene fines más generales que una narración literaria romántica y detallada, así que trataré de ir al grano en cada etapa.

    (Tono de narrador de Disney)

    Corría el año 2016 en un edificio de oficina en la zona más «empresarial» de la gran ciudad de México (tono de narrador de Disney acaba aquí), ahí, en el piso tres o algo así, en mi cubículo o «caballeriza» como yo le llamaba. Yo estaba por cumplir un año en la empresa, no es que iba contando cada mes como un logro, sino que lo recuerdo porque en realidad nunca me había destacado por durar tanto tiempo en algo. (Un año, yo sé, no te burles, el tiempo es subjetivo)

    Mi vida de oficina la divido en dos fases, la primera la llamo: «Oda a la productividad» y la segunda: «Oda a la procrastinación».

    Oda a la productividad

    Ok, entonces hay que regresar el tiempo un año… al 2015. Yo entré a trabajar en esa importante empresa internacional unos meses después de graduarme, fresca y muy verde, con mucho por aprender. Conocí a mi jefe, quien me invitó a audicionar, digo, a la entrevista, en una comida donde pasé todo el tiempo hablando en un acento castellano, todo por haber estado viendo la serie de Isabel (muy recomendable, tío… bueno creo que solo vi la primera temporada).

    Mi «aún no jefe» se convirtió en mi amigo de mesa, platicamos acerca de mi carrera (Comunicación y Medios Digitales) y mis aspiraciones; después de un tiempo me habló de una vacante disponible en su equipo de trabajo, yo de primera pensé: «¿trabajar? ¿En una empresa, sentada en una oficina?». Siempre he sido un animal silvestre y mi naturaleza fue decirle «chido tu cotorreo, brother» jaja… No, en realidad estamos hablando de una persona de renombre en la empresa y sobre todo un señor de la edad de mi papá, obviamente con mucho respeto le dije: «te agradezco, conozco a mucha gente de mi generación, polluelos recién egresados, seguramente a alguien le va a interesar (con mi acento de realeza española)».

    Recuerdo muy bien que él me respondió: «me interesa tu perfil». Después de pensarlo, no mucho porque yo tomo decisiones inmediatas e impulsivas, me dije: «Órale, va… no está mal, no pierdo nada en ir y lo mejor, si es que me quedo trabajando ahí, por fin podría pagar la renta del depa y elegir en qué zona quiero vivir». No me gustaba el depa donde había estado viviendo los últimos meses de mi carrera y eso que vivía con dos de mis mejores amigas.

    Pues, entré. El proceso fue bastante rápido y en cuestión de semanas me vi en las oficinas muy bien vestidita, muy cookie y perfumada, con un café en la mano, no me gustaba el café, pero si iba a trabajar en una oficina iba a hacerlo con todos los clichés posibles para jugar en mi cabeza a que estaba en una película, así que debía tomarme muy en serio mi papel. Entré como siempre echándole las ganas del mundo, super puntual y entregando todo al pie de la letra. No tenía muchos amigos más que la misma gente de mi área, todos ya eran «adultos», como yo les llamo a esa especie que aún no acabo de entender: casados, con hijos, y con años de experiencia en la empresa.

    Esta primera fase la disfruté mucho, descubrí lo que es que un pequeño renacuajo se tuviera que hacer camino en un mundo de tiburones empresariales. Aún recuerdo cómo me costaba tanto alzar la voz al principio para pedir algún reporte o lo que fuera que me solicitaran los altos rangos y cómo gracias a mi jefe, que fue el mejor mentor, aprendí a hacerme escuchar y moverme como tenía que hacerlo para llegar a algún lado dentro de la organización.

    La relación con mi jefe me ayudó mucho y toda mi energía se centraba en dar siempre algo más de lo que mi puesto pedía de mí, por lo que él y yo desarrollamos una buena química laboral y en verdad puedo decir que se convirtió en mi maestro y amigo. Era como ese maestro cool de la universidad que admiras y ves parriba. Aprendí tantas cosas que era capaz de hacer laboralmente hablando y me sentí bien, con un propósito y una dirección, una buena dirección porque era clara y yo la entendía, la seguía y sobre todo la trataba de innovar.

    Lo mejor de todo, es… ¡Que me mudé, tío! (ah, no, perdón, aquí ya había terminado el acento castellano) … Me mudé a una zona que yo misma elegí, decoré mi cuarto y por primera vez tuve… (inserte sonido de trompetas por favor) ¡Un baño propio dentro de la habitación! Suena absurdo, pero siempre tuve que compartir con mi hermana, después con mis compañeras de universidad, luego me mudé con mis amigas (no se me olvida que me ponías a tallar el inodoro con piedra pómez… sí, te hablo a ti Calar, marcaste mi vida y mis pobres manos), pero por fin en ese hermoso depa en el piso… ¿tres? Jaja todo es el piso tres, tenía por primera vez en mi vida un baño propio y por fin era madre proveedora para Lía (mi hija canina) y empezaba a sentirme como el «adulto» que veía en las pelis, es más hasta sobreactuaba mi cansancio cuando regresaba del trabajo para darle un dramatismo nivel Hollywood, todo un espectáculo, un espectáculo que sabía bien.

    Oda a la procrastinación

    Mi jefe, mi sensei, mi maestro, mi Gandalf (Daniela debes parar con las referencias de El Señor de los Anillos) se fue de la empresa, terminó un ciclo en su vida y tomó la decisión de hacer algo nuevo, otra cosa que le admiro y me enseñó con su partida, es tomar al toro por los cuernos (y aquí entre nos, su historia fue muy buena, le acabó yendo muy bien, pero bueno esperemos a que él escriba su libro ahora pa’ que nos cuente). Cuando él se fue, al ser la cabeza más grande de mi área, hubo todo un desmadrito y una mezcolanza en el organigrama, imagínate, yo tuve tres jefes en un lapso de un mes y sentí que mi vida laboral se desmoronaba.

    De estar en un puesto en donde tenía la libertad y sobre todo la motivación de echar a andar lo que estaba descubriendo, que eran mis talentos, pasé a un puesto al que yo le llamo «gris».

    Las personas que se quedaron a cargo decidieron que mi puesto no era necesario para un área de ventas. No los juzgo para nada, la verdad es que mi puesto no estaba listo para una organización con un esquema cuadrado, creo que tomaron una buena decisión ya que no había una persona con una mentalidad tan creativa para liderarlo y yo sin duda necesitaba dirección.

    Pasé de exponer frente a personas, organizar eventos, crear actividades de integración, diseñar gráficos y liderar negociaciones con empresas digitales a… hacer reportes de venta en Excel y enviarlos y… pues básicamente eso. No digo que no eran importantes, pero obviamente mi creatividad, que la verdad a veces me inunda y no la puedo calmar, necesitaba salir a la superficie, ¿cómo lo hizo? jugando, como siempre…

    Siempre me he considerado una persona puntual pero ahora lo era aún más, y todo con el fin de acabar mis reportes para la hora de la comida (la verdad es que siempre he trabajado super rápido, no sé si bien, pero sí rápido)… ¿Qué pasaba con todo el tiempo disponible? ¡Pura diversión! Empecé a hacer amigos rápidamente. Mi prioridad ya no era el trabajo, ni los reportes de ventas, sino hacer algo para que mi creatividad encerrada saliera de paseo por esos pasillos. Muy pronto tenía un «grupito» de amigos y usaba mi segundo tiempo laboral para reír y divertirme con ellos. Recuerdo que los motivaba a hacer pausas activas con mi música de reggaeton, les mandaba correos con fotomontajes estúpidos, e incluso les daba clases de turco, no, yo no sé hablar turco, pero después de la comida me empecé a enseñar turco a mí misma con ayuda de Google Traductor.

    Esto es lo que pasaba, me ponía una pashmina en la cabeza a modo de burka, sacaba mi libreta y empezaba con mis clases personales, a repetir en voz baja frases como: Benim ismin Daniela (mi nombre es Daniela) y Günaydın arkadaşlar (buenos días, amigos). Poco a poco y venciendo su nivel de incredulidad logré que mis amigos de oficina me llamaran Hoca (profesora) e incluso que me entregaran tareas y deberes. Eso sí, tampoco era güey, iba enviando mis reportes (terminados desde la 1:00 p.m.). paulatinamente durante la tarde para que pareciera que estaba trabajando sin parar, no era raro de creer pues eran reportes muy largos, y que te llevaran todo el día hacerlos era suuuper creíble.

    Y aquí inicia todo y todo inicia porque aquí termina… What?

    En ese tiempo no lo sabía y simplemente empecé a sentirme mal, triste, como si nada tuviera sentido. Hoy me doy cuenta de que ese sentimiento aparece cuando dejamos de sentirnos productivos. Nos golpea esa ansiedad, esa emoción de decir: «meh, ¿cuál es el punto de todo esto?». Sí, yo reía todos los días, la verdad es que saber divertirme es mi especialidad, pero este sentimiento de vacío se hacía cada vez más grande y cada vez más difícil de ignorar.

    Un día estaba lista para

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