Heberto y el PRD
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Fundación Heberto Castillo Martínez A.C.
Fundada en 1997, la Fundación se creó para salvaguardar, fomentar y difundir el trabajo científico, político y social de ingeniero Heberto Castillo, encaminadas a coadyuvar con el progreso social, político, tecnológico y cultural de México.
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Heberto y el PRD - Fundación Heberto Castillo Martínez A.C.
Índice
Prólogo
Nuestra identidad socialista
12 de diciembre de 1988 (N° 632)
PRD, partido viable
19 de diciembre de 1988 (N°633)
Llamado a pemetistas y pemesistas
26 de diciembre de 1988 (N°634)
El Partido de la Revolución Democrática
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20 de noviembre de 1989 (N° 681)
Para salvar a México
9 de julio de 1990 (N° 714)
Necesario nuevo orden
16 de julio de 1990 (N° 715)
El PRD y la izquierda
13 de agosto de 1990 (N° 719)
Acuerdo para la democracia
1 de octubre de 1990 (N° 726)
Tejupilco
17 de diciembre de 1990 (N° 737)
Arriesgar la vida
24 de diciembre de 1990 (N°738)
No cejaremos
11 de noviembre de 1991 (N° 784)
México hipotecado
26 de abril de 1993 (N° 860)
Perfil del PRD
10 de mayo de 1993 (N° 862)
La lucha por el poder (I)
17 de mayo de 1993 (N° 863)
La lucha por el poder (II)
24 de mayo de 1993 (N° 864)
Acerca del partido
14 de junio de 1993 (N° 867)
En el PRD, desamparo obrero y campesino
21 de junio de 1993 (N° 868)
Pasado peligroso
28 de junio de 1993 (N° 869)
Lo que dijo Tomás Borge
25 de octubre de 1993 (N° 886)
La guerra o la paz
23 de mayo de 1994 (N° 916)
Cuauhtémoc: candidato de la paz
11 de julio de 1994 (N° 923)
Fuente Ovejuna
22 de agosto de 1994 (N° 929)
El voto del miedo
29 de agosto de 1994 (N° 930)
¿Y ahora qué?
5 de septiembre de 1994 (N° 931)
Todas las trincheras
26 de septiembre de 1994 (N° 931)
Un partido de mayoría
6 de mayo de 1996 (N° 1018)
El PRD y la soberanía nacional
20 de mayo de 1996 (N° 1020)
Una política económica de consenso
1 de julio de 1996 (N° 1026)
La Fundación Heberto Castillo Martínez, A.C. (FHCMAC), es una institución que surge con el objeto de salvaguardar la obra científica, social y política del ingeniero que le da el nombre.
Desde su constitución, en junio de 1997, la fundación ha sido encabezada por la viuda del político veracruzano, la profesora María Teresa Juárez Carranza, quien se ha dado a la tarea de organizar diversos encuentros con destacados intelectuales estudiosos de la realidad nacional, cuyo resultado es la compilación de 26 títulos diversos que componen la colección digital de la cual forma parte el presente libro.
La FHCMAC cuenta con el acervo histórico del ingeniero Castillo, que desde el año 2005 forma parte del Archivo General de la Nación (AGN).
La Fundación Heberto Castillo Martínez, A.C., es una institución sin fines de lucro que se sostiene de aportaciones y donativos. Los recursos recabados por la venta de los libros digitales serán utilizados para continuar con la importante labor de investigación, docencia y publicación de documentos y libros necesarios para promover la reflexión y el conocimiento sobre temas de actualidad que forman parte del debate público nacional.
Agradecemos tu apoyo al adquirir alguno de los títulos de la colección.
Fundación Heberto Castillo Martínez, A.C.
Prólogo
El artículo de periódico era un instrumento de expresión preferido por Heberto; se adecuaba su manera de comunicar ideas y mover actitudes: podía ser actual, vivo y conmover al hombre de la calle, desde su prisión por su participación en el movimiento del 68, dejó oír su palabra en las páginas del semanario Siempre!; ya en libertad. colaboró de 1973 a 76 en Excélsior , el antiguo, el libre, el que dirigía Julio Scherer. Y con él abandonó el periódico, cuando una tortuosa maniobra presidencial trató de ponerlo al servicio del poder. Una nueva voz libertaria surgió entonces con la revista Proceso; desde su fundación, en julio de 1976, Heberto escribió sus comentarios cada semana, sin detenerse, hasta marzo de 1997, poco antes de su muerte. En las décadas de los ochenta y de los noventa, publicó también artículos en El Universal. En este libro presentamos una selección de los artículos publicados en Proceso, entre 1988 y 1996.
El pensamiento político de Heberto no era libresco ni académico; estaba orientado por ciertos valores colectivos de carácter ético; ante todo, el rechazo de un sistema de mendacidad y de corrupción que proclamaba virtudes y practicaba los vicios contrarios; por otra parte, la afirmación de lo otro de ese sistema: veracidad, valor cívico, dignidad, fraternidad con el que sufre. En último término perseguía, sin declararlo, una especie de integridad moral en la esfera pública.
Por eso sus escritos están teñidos de indignación y bordean incluso, a menudo, la intransigencia contra todo lo que percibe como egoísmo, interés personal o de grupo, doblez, sectarismo u oportunismo. Su reflexión rehúye detenerse en disquisiciones abstractas. En realidad, siempre pensó los principios teóricos, no en su relación con otros conceptos en un sistema, sino en su encarnación en acontecimientos históricos concretos. No le interesaban las discusiones interminables de puntos de doctrina, en aulas y asambleas, sino su presentación y lucha real en el escenario público donde se dirimen las pasiones humanas.
La mayoría de sus artículos tiene un carácter con textual. Casi todos están dedicados a analizar y comentar circunstancias particulares de la vida política nacional. Sus análisis no están dirigidos por algún modelo conceptual previamente aceptado, sino por principios generales que se desprenden de su compromiso vital con valores sociales colectivos: la negativa a pactar con un sistema que quería absorberlo todo, la exigencia de mantener independencia crítica frente a él, la necesidad de dar testimonio de otros valores y, sobre todo, la urgencia de forjar un movimiento nuevo que unificara a la izquierda en torno de esos valores. Desde su salida de la cárcel, Heberto luchó por crear un movimiento permanente que, a la vez que fuera del todo independiente del régimen, superara el sectarismo y el dogmatismo, rémoras históricas de los grupos de izquierda. Se mantenía vigilante ante todo intento de colaboración o cooptación
por el régimen; al mismo tiempo, denunciaba con pasión las actitudes en donde creía descubrir intereses y ambiciones personales o de grupo, no sólo en el amplio espacio de la política nacional, sino también en las controversias dentro del propio movimiento de oposición. La mayoría de las veces fue certero, pero algunas, su pasión por la veracidad y la integridad, no dieron todo su lugar a la comprensión y la tolerancia hacia las opiniones ajenas. ¿El afán de pureza, la negativa de mancharse las manos, no conduce veces, en política, al rechazo del otro? Pero, después de las controversias, Heberto siempre supo poner de nuevo la unidad por encima del interés y las convicciones personales, y fue capaz de rectificar sus posiciones cuando el bien común lo requería.
No estoy seguro de que mi selección de artículos haya sido la mejor. Obedece a un criterio: ante un pensamiento ligado a un análisis contextual se planteaba un problema: había que escoger—pensé— los textos que no fueran prisioneros de sus circunstancias. He dejado de lado los artículos que se detienen en la discusión de acciones puntuales o de acontecimientos de importancia coyuntural. Prescindí también de las controversias con otros personajes o grupos políticos que, si bien tuvieron interés en su momento, lo han perdido en una perspectiva más amplia. Creo que al propio Heberto le desagradaría volver ahora a problemas y discusiones rebasadas por los acontecimientos posteriores. De cualquier modo, el lector interesado podrá consultar los artículos faltantes en la hemeroteca de la Fundación Heberto Castillo Martínez. AC.
He retenido, en cambio, dos clases de escritos: en primer lugar, los que dejan ver las ideas generales del pensamiento político del autor. En segundo lugar, los que tratan de una idea central de Heberto en ese periodo: la organización de un partido democrático de izquierda, capaz de unir en un gran movimiento a todas las corrientes. Ese proyecto, al que consagró Heberto toda su lucidez y su energía, culminaría en el Partido de la Revolución Democrática. El lector podrá seguir ese proceso a través de los ojos de uno de sus artífices privilegiados.
Heberto entregó su vida a un movimiento de transformación del país que rebasaba su persona, en él se realizó y seguirá viviendo en los corazones y en las mentes de todos los que participamos con él en ese mismo empeño.
Luis Villoro
Nuestra identidad socialista
Se abre en el país una época difícil para la población más pobre de México. Los gobiernos que ha tenido la nación en los últimos sexenios han depauperado a los trabajadores del campo y de la ciudad, pero también a los sectores medios. El sexenio pasado llevó las cosas a situaciones que podrían considerarse extremas en cuanto a la disminución de la capacidad de compra de los asalariados, al empobrecimiento de los empleados y profesionales y al deterioro de los pequeños y medianos empresarios, pero el gobierno que encabeza Salinas enseña ya en sus primeros actos que la política económica desarrollada en los últimos seis años no sólo continuará, sino que aumentará los privilegios de los grandes empresarios nacionales y extranjeros en perjuicio de la mayoría de la población, deteriorando aún más la economía nacional y comprometiendo severamente nuestra soberanía.
Se vislumbran los acuerdos concertados por Salinas con los sectores más conservadores de México y del extranjero. Las cúpulas de la industria, el comercio, la banca privada y de la Iglesia están de plácemes.
Importa por eso tratar ahora de avanzar en la integración de las mejores fuerzas del pueblo en la creación del PRD, un instrumento de lucha de la mayoría que haga posible cambiar el rumbo de la política gubernamental.
La construcción del Partido de la Revolución Democrática en la que estamos empeñados miles de mexicanos, entre ellos militantes y simpatizantes del Partido Mexicano Socialista, topa a veces con la desconfianza de las dos grandes vertientes de la corriente política progresista nacional.
Algunos de los que se han pronunciado por llevar adelante el proyecto original de la Revolución Mexicana y defienden por eso los ideales abrazados por los mexicanos que en 1910 se lanzaron a la lucha convocados por Francisco I. Madero se muestran recelosos de sumar fuerzas con socialistas a los que supone, muy simplemente, promotores de la dictadura del proletariado, la supresión de la propiedad privada de los medios e instrumentos de producción, la estatización de las empresas, el imperio de un solo partido político, el establecimiento de una sola verdad en la ciencia, el arte, la religión y la moral. ¿Cómo van a unirse —dicen— esas fuerzas, esas corrientes del pensamiento en un solo partido? ¿Quiénes de ellas declinarán sus principios?, se preguntan.
No son pocos los que piensan que se pretende lograr esa imposible mezcla en el Partido de la Revolución Democrática, los cardenistas que apoyaron a Cuauhtémoc en la campaña y los socialistas del PMS, MAS, Punto Crítico, OIR, ACNR y muchas otras organizaciones más inspiradas, se dice, en el pensamiento de Carlos Marx.
¿Qué clase de partido están tratando de hacer ustedes?, preguntan algunos militantes de ambas vertientes del pensamiento político nacional.
No son esos socialistas los que buscan la unidad. Hay que decirlo. Para entender el proceso de creación del PRD habrá que repasar, aunque sea a grandes trancos la historia de las grandes luchas populares dadas en México en los últimos 50 años. Y aclarar qué socialismo es el que apoya la idea de construir el PRI). Las batallas populares de los últimos 30 años, al menos, muestran con claridad no sólo la posibilidad de que plasme la unidad de todas las fuerzas revolucionarias que ahora se concertan en la creación del PRD, sino la necesidad imperiosa de que esa unidad se logre. Es, podríamos decir, casi inevitable que se fusionen esas fuerzas si desde todas las vertientes de la compleja diversidad de tendencias se entiende una realidad que está a la vista de todos; la humanidad camina por el rumbo de la participación coordinada de los pueblos para salir de la pobreza y acceder a los niveles de desarrollo logrados por las naciones más adelantadas, y que sorprende también que, a pesar de todos los pesares y de las ambiciones hegemónicas de los poderosos grupos internacionales de poder, se va imponiendo cada día el derecho de los países más pobres a concertar arreglos entre las naciones que eliminen privilegios y discriminaciones, si se entiende que en el mundo se va imponiendo la democracia.
Contra lo que algunos piensan, no son grandes distancias las que separan a quienes desean proyectar los ideales de la Revolución Mexicana y los que se inspiran en los principios planteados por Carlos Marx en sus más lúcidas exposiciones. Los hombres que tomaron las armas en 1910 lucharon por anular los grandes privilegios que disfrutaban terratenientes, empresarios y comerciantes y por acabar con las grandes injusticias que hacían prácticamente esclavos a los campesinos, a los indios y a los obreros; nuestros abuelos y bisabuelos se opusieron al saqueo sistemático que de nuestros recursos naturales hacían las naciones desarrolladas, como el petróleo, el oro, la plata. Los revolucionarios de entonces plasmaron sus ideales en la Constitución de 1917, fundamentalmente en los artículos 1o, 3o, 27, 39, 123 y 130 constitucionales. Esa Constitución ha sido reformada y deformada a grado tal que poco queda en ella de los ideales originales.
Los socialistas del PMS coincidimos con los ideales de aquellas luchas y entendemos la necesidad de proyectarlos al presente y al futuro. No proponemos, sin embargo, sólo la conquista de los ideales de 1917. Como tampoco lo hacen los compañeros de la Corriente Democrática y aquellos que apoyaron la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas.
Los socialistas defendemos ahora libertades superiores a las que enarbolaron en 1910.Y a las que se defendieron en Europa con los principios de Carlos Marx desde mediados del siglo pasado. Seguimos pensando, la historia del universo y de la especie lo demuestran, que lo único que permanece es el cambio. Creemos que la mejor perspectiva de sobrevivencia de los seres humanos es organizar la sociedad mundial de manera tal que se garantice la posibilidad de que todos los individuos puedan participar, en las mejores condiciones, en la creación de la ciencia, el arte, la política. Mientras más individuos puedan aportar su grano de arena a ello, mejores perspectivas tendremos todos de sobrevivencia. Y para que ese derecho a la creación de todos se garantice, es necesaria una distribución más equitativa de la producción de bienes y un mejor aprovechamiento colectivo de las fuentes de la riqueza. Para lograr tan cara aspiración es necesario crear un socialismo cada vez más libertario, más humanista, no cancelador de ninguno de los derechos fundamentales del ser humano, aquellos que no lastimen los derechos de los demás. Ninguna libertad individual podrá considerarse legítimamente como tal si lastima los derechos de los demás. Esa es la libertad socialista a la que aspiramos.
La sociedad por la que luchamos habrá de garantizar a todos sus miembros el derecho a satisfacer sus necesidades primarias: alimentación, vestido, techo, escuela, trabajo, protección de su salud. Nadie podrá disfrutar de privilegios ni sufrir discriminaciones a causa de su raza, sexo, religión, ideología, costumbres sexuales. Sólo los niños, los ancianos y los minusválidos deberán ser privilegiados y, por tanto, quedar exentos de trabajar para satisfacer sus necesidades.
La verdad en la ciencia, el arte, la política y la moral no son patrimonio de nadie ni de ideología o religión alguna. Para nosotros la verdad es colectiva, social. El gobierno que deseamos instaurar será respetuoso de todas las libertades. La libertad de expresión, de creación artística, científica, política, la libertad de poseer bienes hasta ciertos límites, los que impongan los demás democráticamente. Esa libertad es una de las libertades que defendemos los socialistas. La riqueza excesiva en manos de unos pocos lastima siempre a la sociedad. Habrá que restringirla. Pero su límite, su monto, no podrá ser determinado por decisión de unos cuantos que la precisen de manera definitiva. El tamaño que se fije a ésta tendrá que tomar en cuenta las circunstancias específicas de cada lugar o región.
Una aspiración que podríamos asumir plenamente es construir una sociedad en donde sea posible dar a cada quien según su necesidad y exigir de cada quien según su capacidad. Pero la solución del problema consiste no sólo en lograr esa aspiración, sino en determinar quién fija o cuantifica qué necesita cada quien y cuál es su capacidad. Hasta la fecha quienes fungen como jueces para hacerlo son grupos de poder. Aspiramos, los socialistas modernos, a que en la sociedad que queremos construir los que determinen cuánto necesita cada quien y cuál es su capacidad, sean electos democráticamente y nunca de manera vitalicia, sino sólo temporal y sin posibilidades de reelección.
La supresión de la propiedad privada de los medios e instrumentos de producción no es para los socialistas mexicanos una condición necesaria para lograr construir una sociedad más justa y más sana. En los tiempos actuales, y de acuerdo con las experiencias vividas por algunos pueblos hermanos, la supresión absoluta de la propiedad debe rechazarse si se quiere lograr establecer una sociedad más justa en el futuro. En