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Heberto y Chiapas
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Libro electrónico282 páginas4 horas

Heberto y Chiapas

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Compilación de artículos relacionados con el tema del levantamiento zapatista de 1994 y sus consecuencias, publicados en la revista Proceso.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 dic 2021
Heberto y Chiapas
Autor

Fundación Heberto Castillo Martínez A.C.

Fundada en 1997, la Fundación se creó para salvaguardar, fomentar y difundir el trabajo científico, político y social de ingeniero Heberto Castillo, encaminadas a coadyuvar con el progreso social, político, tecnológico y cultural de México.

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    Heberto y Chiapas - Fundación Heberto Castillo Martínez A.C.

    Prólogo

    Los escritos de Heberto Castillo

    orn

    Los escritos de Heberto Castillo expresan la conciencia de una época. Sus artículos aparecidos en la revista Proceso a lo largo de los años que han transcurrido desde el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en enero de 1994, reflejan su agudo sentido de la crítica, su gran capacidad analítica y de síntesis, su profundo conocimiento de las realidades políticas y sociales de México.

    Quien lee estos escritos, que constituyen un importante aporte al entendimiento de todo un periodo reciente de la historia nacional, no puede más que quedarse impresionado por la oportuna mezcla, que hace Heberto Castillo del detalle coyuntural y la visión de conjunto. En sus artículos se advierte el conocimiento de los árboles junto con el del bosque. Heberto nos recuerda siempre que la coyuntura no puede entenderse cabalmente si no es en su contexto nacional e internacional más amplia.

    Heberto Castillo fue un hombre comprometido con su tiempo y su pueblo. Sus escritos reflejan en todo momento este compromiso. Son piezas de opinión, en las cuales el autor aporta sus propios puntos de vista, emite juicios y propone líneas de pensamiento y de acción. Pero su compromiso personal no es dogmático ni sectario, sino, más bien, sereno y objetivo. Sus juicios son siempre prudentes y respetuosos. Cuando polemiza, lo hace en torno de ideas; no argumenta ad hominem, no pretende destruir al contrincante en lo personal, aunque sí logra —cuando es necesario— hacerlo trizas en lo político.

    Probablemente, ningún evento en la historia reciente del país se haya prestado más al uso de la pluma aguda, como la que maneja Heberto Castillo, que el levantamiento zapatista en Chiapas. Sus artículos sobre este tema, que se presentan a continuación, componen una visión amplia y de conjunto de este conflicto, que ha calado en lo más hondo del alma nacional a finales del presente siglo. Para quien quiera entenderlo resultará indispensable la lectura de los ensayos de Heberto Castillo. Ninguno ha perdido actualidad, y todos juntos proporcionan un panorama claro y contundente de la dinámica de este proceso social y político que tanto ha conmocionado a la opinión pública. Leer ahora nuevamente a Heberto Castillo sobre Chiapas es revivir las angustias y las contradicciones de aquellos años, el último del gobierno de Salinas y los primeros del sexenio de Zedillo. A la percepción de un agudo observador, Castillo agrega también la visión de un actor de primera línea: fue hasta su muerte miembro preeminente de la Comisión de Concordia y pacificación (Cocopa), que ha desempeñado un papel tan relevante en la negociación para la paz en Chiapas. A través de la visión de Castillo, el lector podrá adentrarse también en las dificultades de la delicada tarea de la Cocopa —aún inconclusa al momento de escribir estas líneas—, que a veces no ha sido bien interpretada por la opinión pública.

    Los ensayos de Castillo sobre el conflicto en Chiapas pueden ser considerados también como un valioso testimonio histórico, parte de una documentación necesaria para el mejor entendimiento del significado profundo de estos años críticos de la historia nacional. En el mejor sentido de estas palabras, Heberto Castillo fue un actor, un observador, un testigo y un acompañante de la marcha dolorosa del pueblo mexicano por lalibertad, la justicia y la dignidad, de todo lo cual dejan constancia estos escritos sobre el conflicto de Chiapas entre 1994 y 1997.

    Rodolfo Stavenhagen

    Sexenio de Carlos Salinas de Gortari

    orn

    La rebelión de los olvidados

    orn

    El gobierno olvidó su existencia. No había campesinos pobres ni menos latifundios. Tanto olvido hubo que cuando se los mostraban no los veía. Tan pequeños eran los grupos campesinos a su soberbia. Sacerdotes en verdad cristianos abogaban por ellos, por los olvidados. Los terratenientes, para no sentirlos, vivían en apartados, resguardados por guardias blancas. Compraban al gobierno el privilegio de matar a quienes se atrevían a perturbar su tranquilidad. Gozaban así de absoluta impunidad. Los indios que habitan el sur de la República, en especial Chiapas, no tienen derechos. Son tolerados, a veces, como un mal necesario. Sus tierras, sus selvas, lagos y ríos son invadidos, depredados por el ladino. Las dos terceras partes de la población de Chiapas viven en la pobreza extrema, 40 % de los jefes de familia percibe menos del salario mínimo; 22 % .entre uno y dos salarios. Son mexicanos extranjeros en su patria. Muchos no saben siquiera que son mexicanos. Se identifican más con los vecinos del sur que con los vecinos del otro México.

    Proceso publicó el 23 de agosto una denuncia fundada de la guerrilla en Chiapas. Jorge Moscoso, diputado del PRD, compañero fundador del PMT, del PMS y del PRD, denunció en el Congreso esta realidad en 1992.Y quienes íbamos a mítines en Chiapas desde hace años oíamos de la guerrilla, recibíamos peticiones de armas de los paupérrimos asistentes a nuestros actos, como también nos ocurría en Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Veracruz, Tabasco, Sinaloa, Jalisco, Hidalgo, México y otros estados de la República. Nuestros artículos denunciando ese peligro y la pobreza, la injusticia, la indignación popular, fueron siempre considerados por las autoridades desahogos, exageraciones. En varias poblaciones los habitantes denunciaban, llorando a veces de rabia, las condiciones infrahumanas en que vivían.

    En Chiapas no hay queja que pueda llegar a buen término si es contra algún poderoso terrateniente, cafetalero o platanero. Absalón Castellanos, capturado por el EZLN, se distinguió cuando era gobernador por su soberbia y su crueldad contra los habitantes, contra los campesinos, muchos de ellos presos en las cárceles de la entidad sometidos a juicios absurdos. Por años asesoramos a campesinos agredidos por el propietario de la finca Argentina, que todos dicen es propiedad de Luis Echeverría, sin éxito valedero. Nunca después de Cárdenas se hizo justicia a los campesinos. Menos en Chiapas.

    El levantamiento armado del 1o de enero de 1994 no es una aventura más. Es un llamado a la nación y al mundo entero para que perciba la rebelión de los olvidados de México. No es un problema local, circunscrito, como dice el gobierno, a cuatro municipios de Chiapas. No es un movimiento al que se va a aplastar en unos cuantos días. Se puede masacrar a muchos pueblos de Chiapas, aplicar la táctica de los yanquis en Vietnam cercando aldeas y pueblos y utilizando incluso lanzallamas. Se puede fusilar a los insurrectos como ya lo hace el Ejército ante la pasividad de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. El gobierno de Clinton estará presto a dar ayuda para acabar con los alzados. Pero no será posible.

    Este alzamiento es sólo un indicio del mal que padece México tras 10 años de una política de entrega de la economía nacional, de destrucción sistemática en la Constitución de los cimientos emancipadores que construyó la Revolución Mexicana. Carlos Salinas creyó que podía destruir la Constitución, derogar los aspectos fundamentales de sus artículos básicos; pensó que nadie reclamaría. Los partidos políticos sufrieron durante esos años un proceso electoral que los hizo olvidar los movimientos sociales fundamentales. Se abandonó desde todos los organismos nacionales la lucha de los campesinos, obreros y empleados. Y ahora los partidos y las organizaciones sociales han sido rebasados por los campesinos. Lo he dicho decenas de veces desde esta tribuna. Las condiciones de vida de las clases laborantes son cada vez peores desde hace 10 años, cuando menos. Si no hay organismos sociales o políticos capaces de defender los legítimos derechos de las clases laborantes (campesinos, obreros, empleados), como no los hay, éstas buscan los medios para reivindicar sus derechos.

    Carlos Salinas cerró los caminos legales de los campesinos para defender su derecho a la tierra, al agua, al crédito y a la asesoría técnica. Ellos recibieron promesas, sólo promesas en lo sustancial, durante 50 años. Pero alentaban la esperanza de lograr tierra. Con la reforma al artículo 27 constitucional dando por terminada la entrega de la tierra, a pesar de haber tantos latifundios, abriendo la alternativa al latifundio moderno, sin límites de extensión, se acabó incluso con su esperanza y no se dejó a los campesinos otro camino que el de la lucha armada. ¿Podrán entender esto los teóricos del liberalismo social? Para los campesinos de Chiapas (y para los de otros estados que todavía no se expresan) no hay ya otra vía que la armada. Otros sectores de la población pueden entrever otras alternativas. Esos campesinos no. Puede ser esa vía, lo es sin duda, la más peligrosa, la más arriesgada, la vía desesperada, pero es la única que ellos ven para resolver sus problemas. Son campesinos zapatistas en el estricto sentido del término: si les deja más usar el rifle que el azadón, usan el rifle. Y como en 1910, usarán el azadón por las mañanas y el rifle al anochecer.

    El movimiento obrero está aplastado, y sus dirigentes —en verdad caciques— creen que los obreros estarán sumisos por siempre. No es así. De cundir el movimiento campesino, pronto los obreros tomarán su lugar en la lucha, que no será la guerrilla ni el ejército, sino la lucha urbana clandestina. Y los empleados lastimados en su poder adquisitivo como nunca en la historia moderna de México, simpatizarán con los campesinos y los obreros de más de una manera, y hallarán las formas y caminos para ayudar a que aquéllos triunfen.

    El PRD debe solidarizarse con la lucha de los campesinos chiapanecos aunque no sepamos quiénes sean los dirigentes de este ejército. Ya es un lugar común cuestionarlos porque no dan la cara. Pero es natural y explicable que actúen de manera embozada. No transcurrieron en balde los años represivos, bárbaramente represivos, de las décadas sesenta y setenta.

    Hay suspicacias, sospechas por la forma en que se produjo el alzamiento. ¿Cómo es posible que no se hubiera enterado el gobierno del surgimiento de un ejército tan numeroso? Sobre todo cuando el actual secretario de Gobernación era el gobernador del estado. ¿Cómo es posible que el Ejército no haya percibido la formación del EZLN cuando en Chiapas es fama que se encuentra la parte del Ejército Mexicano más avanzado tecnológicamente? ¿Cómo se explica que se tomara durante tanto tiempo una ciudad como San Cristóbal de las Casas, tan cercana a la XXXI Zona Militar? Ya lo explicó la subsecretaría de Gobernación: sabían de la guerrilla. No lo dieron a conocer ni actuaron contra ella por ser un asunto muy delicado.

    En verdad, el gobierno no actuó contra el EZLN desde hace cinco años al menos por su empeño a ultranza de lograr la firma y la ratificación del TLC. De emprender una lucha contra la guerrilla en 1990 no habría habido tratado. El gobierno prefirió esperar hasta que se ratificara éste en el Congreso de Estados Unidos para actuar. Pero el EZLN se anticipó. Sabía de seguro que pronto sería atacado y se adelantó. No actuó sino cuando Salinas destapó a Colosio. Ahora no tiene todo el poder. Escogió el 1o de enero por razones tácticas y porque entraba en vigor el TLC. Los soldados de la XXXI Zona Militar estarían festejándolas poblaciones de Chiapas que tomaron tendrían turismo internacional. El gobierno masacra mexicanos, pero se cuida de lastimar turistas. En mi opinión, así triunfara la represión gubernamental y fueran eliminados todos los combatientes, la llamada de atención a México y al mundo lanzada por los olvidados de México fue un éxito. Llegó a todos los confines del mundo. Nadie pensará ya que el gobierno de Salinas ha producido bonanza al pueblo. Sabe el mundo que los pobres de México condenan el TLC y la miseria a que los ha llevado un gobierno neoliberal. Los millones de dólares gastados para exaltar la figura de Salinas se fueron al caño.

    Ya se sabe que el neoliberalismo conduce a la violencia, que no hay país del Tercer Mundo embarcado en esa política que tenga estabilidad social.

    El gobierno de Salinas debiera actuar con inteligencia al menos una vez. Pero ya el vocero del gobierno, el oficial mayor de Gobernación —el secretario de Gobernación no da la cara, esperando el momento oportuno para presentar su renuncia—, anuncia una propuesta de paz que no es otra cosa que una absurda demanda al EZLN de rendición incondicional. Evidenciad Kobierno.de nuevo, prepotencia, soberbia, falta de sensibilidad. Es necesario que convoque al EZLN a una tregua y a discutir sin condiciones. Tiene razón en sus demandas. Tiene que decirlo el gobierno. Y ofrecer resolver de raíz los problemas. De otra manera, de seguir con propuestas prepotentes, Salinas provocará condiciones para que 1994 sea un año de terrible violencia en México.

    Los olvidados ya lograron algo muy importante: están presentes en México y en el mundo.

    La rebelión

    orn

    El desplome de los autoritarismos en el mundo está a la vista. Llámense como se llamen o se les quiera llamar, los gobiernos antidemocráticos, donde privan los intereses de una minoría, tienden a desaparecer. Esto se da en todos los continentes. La misma Europa, culta, desarrollada, sabia, está convulsionada por luchas étnicas y religiosas. Los indígenas de todos lados se aprestan a defender sus derechos primigenios.

    Es curioso que en México a los indios, llamados así por la confusión de Cristóbal Colón al creer que arribaba a la India en 1492, se les llama indígenas, porque se cree que la palabra indio es peyorativa y presupone que se le atribuye a un individuo escaso de capacidades intelectuales. En verdad, indígena es aquel individuo originario del lugar de que se trate, como dice cualquier enciclopedia. Y en Europa, Asia y África, las luchas entre diferentes etnias han producido ya decenas de miles de muertos en los últimos meses. En la antigua Yugoslavia, unida en la vida de Tito, después de la Segunda Guerra Mundial, la lucha encarnizada entre habitantes de lo que parecía hacia el exterior una misma región, una misma nación, ha producido muertes y escenas de violencia apenas imaginables.

    Estos tiempos parecen anunciar un despertar de los pueblos que no toleran autoritarismos, dictaduras de un sector social sobre otros, de unas etnias sobre otras, de unas religiones sobre otras. Y a México le ha llegado el turno.

    Al México bronco, ese que produjo entre 1910 y 1917 cerca de un millón de muertos y el éxodo de otro tanto, quizá, lo ha despertado una política irracional, autoritaria, supuestamente moderna, tecnócrata: la política implantada por Carlos Salinas de Gortari, se dice, aconsejado por ese individuo tras la silla presidencial que responde al nombre de José Córdoba. Esta política, con pequeñas variaciones que corresponden a los países donde se ejerce, es la misma que en los últimos 10 años se ha venido implementando en América Latina, específicamente en Argentina, Brasil, Uruguay, Perú, Venezuela y Chile. En este último país y en México, se decía, con el mejor éxito. En Chile, la impuso el genocida Augusto Pinochet y la siguió un gobierno elegido democráticamente al unirse todos los partidos contra el dictador. Las decisiones de privatizar las empresas del Estado fueron, sin embargo, en todos los países, decisiones de las cúpulas gubernamentales. En México como en ningún otro.

    Los países desarrollados, en especial los que impulsaron esta política llamada neoliberal en la mayor parte de los países, liberalismo social en México, para distinguirla de las demás, aplaudieron entusiastas a los gobernantes que la asumían, y les proporcionaron toda clase de estímulos para que la llevaran adelante. Es lógico y natural que EU, Japón, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, España y los países nórdicos europeos celebraran esta decisión de los gobiernos del Tercer Mundo porque les abría las puertas de los mercados de esas naciones. Ya no eran necesarias las guerras de conquista para dominamos y establecer el neocolonialismo moderno. Bastaba con que los gobiernos practicaran esa política para que nos dominaran, como lo han hecho, escandalosamente, en esta última década. Los países más ricos de Latinoamérica —Argentina, Brasil, Venezuela, Perú, México— están controlados económicamente por EU. México ha logrado abatir la inflación hasta medirla con un dígito en sólo cinco años. Se dice que el crecimiento económico, nulo en los seis años del gobierno de Miguel de la Madrid, ha sido sistemático, y aunque bajó en el quinto año de Salinas, no ha sido negativo. Los indicadores económicos son altamente positivos para las grandes corporaciones trasnacionales; la inversión extranjera llegó a un nivel nunca imaginado, más de 60 mil millones de dólares en cinco años; las utilidades de las grandes empresas son estratosféricas. El sitio ideal para hacer grandes negocios es México. En especial en la Bolsa de Valores, especulando.

    Sin embargo, olvidaron esos analistas, lo ignoraron olímpicamente, que la nación se empobrecía al tiempo que los muy ricos se hacían más ricos. Los niveles de pobreza llegaban día a día a niveles extraordinarios; el salario real es de una tercera parte del existente al inicio del gobierno de Salinas; los servicios públicos están abandonados a pesar de la publicidad y del Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol); Salinas mostraba al mundo sus adelantos políticos enseñando además los resultados electorales producto del más elaborado fraude. Los excesos de éste se muestran cuando se sabe que en los municipios tomados por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el PRI obtuvo aplastantes victorias sobre la oposición. Salinas vivía del engaño y de la impotencia de los partidos para hacer evidente el fraude. El EZLN no demanda ejercer el poder, como todos los movimientos rebeldes lo hacen. Reclama que haya elecciones limpias. Se ha llegado al extremo de que para lograr elecciones limpias haga falta levantarse en armas.

    A Salinas, y por supuesto a Colosio se les cayó el teatrito el día primero del año. A nadie podrán engañar ya diciéndole que la política del liberalismo social produjo estabilidad en el país. Hacía 55 años, cuando menos, que no se producía un levantamiento armado. Han pasado dos semanas y el conflicto sigue en Chiapas, y la solidaridad hacia el EZLN —no sólo a los indios y a los mestizos levantados— crece en el país. En la capital de la República marchamos decenas de miles de indígenas mexicanos—y algunos extranjeros— para apoyar al EZLN y exigir a Salinas que lo reconozca como una fuerza beligerante representante de los alzados en Chiapas.

    Es notable también cómo apoya Salinas a su delfín: anuncia cambios en su gabinete para rectificar los errores de su gobierno la víspera del inicio de la campaña de Colosio, para que el acto de éste sea enviado a las páginas interiores de todos los diarios. A nadie importa lo que hace y dice Colosio como candidato del PRI, porque precisamente la política que dijo defenderá si llega al poder.es la que ha incendiado al país. Al mismo tiempo, Salinas pone en lugar relevante a Manuel Camacho para que logre la paz con los rebeldes, esos que dio en llamar malhechores o agresores, aunque el agresor y malhechor es a los ojos del pueblo, y de la opinión pública mundial, el gobierno.

    Con razón se especula que Colosio será relevado como candidato del PRI. Se quedó sin sustento programático, sin discurso.

    Proceso reveló en su número anterior parte del origen de la guerrilla y del EZLN al recordar cómo Adolfo Orive, Gustavo Gordillo y Hugo Andrés Araujo actuaron hace más de 15 años en el campo mexicano, impulsando la llamada política popular de las brigadas Emiliano Zapata. Me tocó a mí intervenir en esos prolegómenos cuando vivía en la clandestinidad en 1968. El folleto titulado Hacia una Política Popular, lo redactamos Adolfo Orive y yo en noviembre de 1968 y lo distribuimos entre los estudiantes mediante grupos de activistas que se llamaban Brigadas Emiliano Zapata. No se llamaba en él a la violencia, sino a ejercer el poder en los diversos niveles sociales. Las tesis centrales, se dice ahora, eran maoístas, pero no había tal, eran concepciones nuestras, apoyadas en la experiencia de nuestros movimientos campesinos de todos los tiempos.

    Cuando fui aprehendido el 8 de mayo de 1969, las brigadas se desligaron de mí y supe que Adolfo y otros compañeros prosiguieron su trabajo con el mismo objetivo. Estos grupos, estas brigadas, participaron después en la formación del Partido Mexicano de los Trabajadores; Gustavo Gordillo fue secretario de delaciones Campesinas del PMT; otros fueron convencidos por el gobierno de Echeverría para trabajar con él, directa o indirectamente, en el Partido Socialista de los Trabajadores, a través de Aguilar Talamantes, Graco Ramírez y otros jóvenes de entonces.

    La captación de cuadros de la izquierda ha sido una práctica gubernamental de todos los tiempos. Carlos Salinas fue el más activo, al atraer a su lado a muchos que se incorporaron a Pronasol. Buen número de ellos, de los más destacados activistas de los sesenta y los setenta, son corresponsables del desarrollo de los zapatistas de los noventa. Nunca, hay que precisarlo, negaron a Zapata. El mismo Carlos Salinas hace su tesis profesional inspirado en el legendario luchador. Pero todos ellos hicieron a Zapata a su imagen, semejanza y conveniencia. En las conmemoraciones de 1968, algunos pronasoles influyeron decisivamente en el tenor de

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