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La vida en México (1976-2010) Tomo III: Fox/Calderón
La vida en México (1976-2010) Tomo III: Fox/Calderón
La vida en México (1976-2010) Tomo III: Fox/Calderón
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La vida en México (1976-2010) Tomo III: Fox/Calderón

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LA VIDA EN MÉXICO EN TIEMPOS DE ECHEVERRÍA - El palacio del baile fino - María Félix nunca será pobre LA VIDA EN MÉXICO EN TIEMPOS DE LÓPEZ PORTILLO - En los ochenta años de Renato Leduc - Pellicer, ni igual, ni semejante, ni distinto - En la misma ciudad ante distinta gente
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 sept 2022
ISBN9786078709373
La vida en México (1976-2010) Tomo III: Fox/Calderón
Autor

Carlos Monsiváis

Desde muy joven colaboró en suplementos culturales y medios periodísticos mexicanos. Estudió en la Facultad de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y teología en el Seminario Teológico Presbiteriano de México. Asistió al Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard en 1965. Gran parte de su trabajo lo publicó en periódicos, revistas, suplementos, semanarios y otro tipo de fuentes hemerográficas. Colaboró en diarios mexicanos como Novedades, El Día, Excélsior, Unomásuno, La Jornada, El Universal, Proceso, la revista Siempre!, Fractal, Eros, Personas, Nexos, Letras Libres, Este País, la Revista de la Universidad de México, entre otros. Fue editorialista de varios medios de comunicación.

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    La vida en México (1976-2010) Tomo III - Carlos Monsiváis

    Mi reino por un cambio de paradigmas

    Proceso No. 1257, 3 de diciembre de 2000

    La frase más oída estos días, por lo menos en los círculos que cuentan, es el cambio de paradigmas, una manera como otras de referirse a las transformaciones profundas al adoptar el nuevo poder otra representación visible o máscara o fisonomía ideológica. Se va en definitiva el PRI, sin posibilidad de retorno (que no se tome por profecía mi epitafio) y lo sucede Vicente Fox, no exactamente un partido, no desde luego la corporeización de una plataforma doctrinaria, sino un líder carismático, es decir, y en este caso, alguien que gana la confianza visible de grandes grupos y cuyos errores se toman por aciertos, mientras sus incursiones populistas se califican de recuperación de la voluntad nacional. Esto en un nivel. En otro, que se considera lo principal, la economía, no hay tal cambio de paradigmas. El presidente Fox promete intensificar lo ya muy presente en los gobiernos de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, el repertorio neoliberal: el sitio de honor (el Super Yo) para los empresarios, la búsqueda de las inversiones extranjeras como el maná que circula por Internet, las privatizaciones finales (siempre y cuando se pueda), la exaltación de lo privado sobre lo público, etcétera.

    El verdadero cambio de paradigmas quiere tener lugar en la idea cultural de la nación. La República tradicional, aun con las terribles distorsiones introducidas por el PRI, es laica, con espacio para los sentimientos comunitarios, con un sentido histórico nutrido básicamente de la Reforma liberal y de la Revolución Mexicana, con una mitología cuyas cimas son Hidalgo, Morelos, Juárez, Zapata, Villa y Lázaro Cárdenas. También, es una República que ha ido aprendiendo el valor de la tolerancia y el respeto a las libertades. Sin duda, a la imagen de esa República la han degradado la corrupción intensa y el autoritarismo de los priistas y sus aliados empresariales y caciquiles, pero siempre se ha preservado un espacio de ejercicio de libertades que no es concesión o apartheid de la crítica, sino logro irrefutable de las movilizaciones sociales y culturales. Esa República conoció un gran momento de afirmación de autonomías en las huelgas sindicales de 1958-59 y un auge libertario con el Movimiento estudiantil de 1968, en el que el sacrificio de cientos de personas implantó el espacio crítico que toda la cauda de (falsísimas) promesas de Luis Echeverría no pudo disolver.

    Así no se identifique jamás con ese nombre, la República liberal, en el mejor sentido del término, al que se añaden un componente substancial del pensamiento socialista y los residuos de luchas radicales, se amplía a lo largo de las tres últimas décadas con el desarrollo de la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales, con las luchas específicas de sectores habitualmente marginados, los indígenas en primer término (inevitable el reconocimiento de las aportaciones del EZLN), las mujeres de convicciones feministas, la izquierda cultural, el sindicalismo independiente, parte considerable del sector académico (en especial de la UNAM), los grupos que en las regiones se enfrentan al conservadurismo, algunos sectores del PRD (no el castrista ni el burócrata monopolizador de oportunidades) y de los partidos pequeños, las minorías sexuales, etcétera.

    En conjunto, esta República en acción es más vigorosa de lo que parece, así no sea todavía muy importante su presencia electoral. Pero en los tiempos recientes se han visto las consecuencias no tan simbólicas de su capacidad de respuesta. Si el Voto Útil comprometió a un sector a localizar el centro-izquierda en el PAN y en el programa de Vicente Fox, lo que se ha conocido como opinión pública no siguió mecánicamente el camino de la adhesión al foxismo, la nueva ideología donde las promesas representan a las ideas que habrán de llegar. Esto se ha reiterado en acontecimientos diversos:

    –En Mexicali, en ocasión del episodio de Paulina, la niña de 14 años violada por un heroinómano en presencia de su familia, a la que se le negó el derecho al aborto, consagrado por las leyes de Baja California en casos de violación, porque eso contravenía el fundamentalismo del director del hospital público, del secretario de Salud del gobierno panista y del gobernador mismo.

    -En Guanajuato, al aprobar la mayoría panista en el Congreso local la abolición de las causales de aborto legal: por violación, por peligro de la vida de la madre y por malformación genética prevista.

    –En Guadalajara, al atentar un joven panista contra un cuadro por considerarlo atentatorio contra sus creencias (esas mismas que, es de suponerse, le llevaban el día entero a no separar la vista de la pieza).

    –Durante varios momentos de la campaña de Vicente Fox, en especial cuando enarboló la imagen de la Guadalupana, y cuando le entregó un decálogo a los obispos católicos prometiéndoles, un tanto mañosamente, un tanto desnudamente, educación religiosa en las escuelas públicas (lo que se obtendría modificando la definición de laicismo), estaciones de radio y televisión, exención de impuestos, etcétera.

    –Anuncios de privatización inminente de la petroquímica y de la Comisión Federal de Electricidad (Eduardo Sojo dixit).

    En todos estos episodios, la República liberal (término, insisto, que me parece aquí más descriptivo que sociedad civil) ha salido al paso. En el caso Paulina se dio una movilización extraordinaria, donde las argumentaciones de la extrema derecha resultaron irrisorias y, además, francas apologías de la ilegalidad. En Guanajuato, el gobernador se vio obligado a frenar la impaciencia fundamentalista de sus diputados locales, y la ley se retiró o se instaló en el limbo de los fracasos. En Guadalajara, el descrédito afectó al agresor de la obra de arte y al obispo que prometió pagar la fianza (no lo hizo) y, ya entrado en gastos teológicos, acusó a las mujeres violadas de ser las culpables de lo que les sucedía por usar ropa provocatoria. A Vicente Fox, en su campaña, se le obligó a retirarse del uso del estandarte guadalupano y a declarar que se le había malinterpretado en lo referente al Decálogo. Y en el capítulo de lo privatizable, la ronda de las contradicciones ha devastado el discurso foxista. Que se vendan Pemex y la CFE, que no, que sí, que no...

    Cada una de las rectificaciones ha sido una derrota ostensible del proyecto de reemplazo de la República liberal. Resulta, entonces, que es posible hacerse del poder sin la garantía de victoria en las batallas culturales y políticas.

    No debió de morir, ay de morir

    En su discurso en el Palacio Legislativo, el presidente Fox que ha declarado reiteradamente que el siglo XX fue un tiempo perdido para México (y para él de paso, que allí invirtió 58 años de su vida), inauguró la historia de la democracia con Francisco I. Madero. Al intentar los diputados del PRI y del PRD devolverle la memoria con gritos de ¡Juárez, Juárez, Juárez!, el nuevo primer mandatario les espetó una respuesta perdonavidas: Sí, sí, Juárez, Juárez, Juárez, Juárez, Juárez, Juárez, jóvenes. Hay veces en que ni siquiera el Carisma Reconocido salva una salida falsa. Piense lo que piense don Vicente, y repita con la sorna a su alcance un apellido, don Benito Juárez no es sujeto de su desdén, así lo sea de su encono ideológico. Porque Juárez no es asunto de la historia de bronce o del nombre más socorrido de la nomenclatura urbana, que los alcaldes panistas pueden cambiar a calle San Miguel Arcángel o Avenida de las Once Mil Vírgenes. Juárez, entre otras cosas, es el impulsor más decidido de la nación mexicana al vencer al Imperio operático de Maximiliano; es la cabeza del grupo que dota al país de la legislación más moderna del siglo XIX en América Latina, y es el promotor más decidido de la secularización, sin la cual no sería concebible el México de hoy, de hoy, de hoy. Da un poco de pena reiterar estas obviedades, pero es todavía más triste el intento de minimizar a una figura tan trascendente. El presidente Fox está en todo su derecho de criticar a Juárez, e incluso, si se le informa puntualmente, de sacar a relucir el Tratado McLane-Ocampo; lo que es una inconsecuencia severa de su parte es el gesto de desprecio.

    Con todo, lo más resonante del cambio de paradigmas, y lo que deberá examinarse con detalle en los meses siguientes, tiene que ver con la mercadotecnia, la literatura de autoayuda, la confusión entre gerencia y Secretaría de Estado, el intento de reemplazo del Gabinete por un Consejo de Administración. De pronto, para el grupo en el poder, y para el otro grupo gobernante que lo auspicia desde el cielo financiero, la idea de la República liberal les resulta terriblemente premoderna, carece de incentivos deslumbrantes del tipo de Cómo crear la productividad en 10 lecciones sin tomar en cuenta los salarios. Desde el punto de vista del discurso público, el cambio de paradigmas llega a su clímax con el lenguaje del Self-Help, de los head hunters, cuyo ejemplo más notorio hasta el momento es la nueva secretaria de Desarrollo Social, Josefina Vázquez, en su maravilloso alegato místico Dios mío, hazme viuda por favor, libro del cual reproduzco un párrafo iluminador:

    Quiero ser viuda de los prejuicios que me limitan para aprender y disfrutar de mí y también de los demás, del desamor, la indiferencia y el hastío de vivir, viuda del olvido de Dios, porque es reconfortante y prometedor que gracias a tu infinito amor, haga lo que haga y esté donde esté, siempre puedo volver a ti.

    Viuda también, suponemos, de los compromisos demagógicos con la pobreza, a la que no alivian los mínimos apoyos económicos ni la conversión de la calabaza de la falta de bienes en el changarro de Cenicienta (la onda metafórica se contagia), sino, es claro, la disposición beatífica. Visto así, lo más llamativo del cambio de paradigmas no es la visita del presidente a la Virgen de Guadalupe como acto fundamentalmente político (se incluyó en su itinerario de toma de posesión) ni el ofrecimiento filial del crucifijo, sino la visión de la República como empresa entendible y manejable a través de los manuales de autoayuda. En este sentido, nada más ilustrativo que el curso acelerado ofrecido a don Vicente y su gabinete por el notable Mr. Covey que habló sobre Técnicas de negociación en condiciones adversas. Esta tendencia de simplificar para entender y resolver la lleva al límite el secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz:

    La forma de combatir (la corrupción) nace de la discrecionalidad y de trabajar con base en reglas. La corrupción nace de la oportunidad. Dicen los sociólogos o los expertos éticos que los porcentajes de gente honesta que nunca va a ser corrompida, que va a conservar la integridad a lo largo de su vida, son quizá de 10 a 15% de la población. Los sinvergüenzas son un porcentaje más o menos similar. Y en medio está la gente que puede ser buena o puede ser mala dependiendo de las circunstancias... (El Universal, 24 de noviembre de 2000)

    Con una filosofía de la vida tan cuantificada (¡Cuánto habría ganado Aristóteles de existir en su época los expertos!) nada falla. Con ese criterio, la secretaria de Desarrollo Social se da el lujo de expulsar a los pobres de la dignidad humana, así nomás, aunque hayan votado por Fox. Afirmó en su discurso de presentación:

    Pobreza y consolidación democrática resultan incompatibles. Pobreza y justicia caminan en sentidos opuestos. Pobreza y dignidad humana se contraponen; miseria y libertad no caben en el mismo espacio... (24 de noviembre de 2000)

    Así que riqueza y dignidad humana se complementan. Haberlo sabido. Estas muestras, escasísimas, del vastísimo panorama del cambio de paradigmas, anuncia lo que le espera a la República liberal. Si no se concentra en el examen crítico y las movilizaciones eficaces, terminará memorizando la obra completa de Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Que esto no sea concebible, ni por asomo, es uno de los motivos genuinos de la esperanza.

    El diálogo de la confianza y la lealtad

    Proceso No. 1258, 10 de diciembre, 2000

    De entre las incontables conversaciones telefónicas que tuve con Elenita Guerra, la que recuerdo más vivamente ocurrió el 8 de julio de 1976. Me hallaba en Guadalajara, y ahí me enteré, al mediodía, de lo que en la historia del periodismo mexicano se llama "el golpe a Excélsior , tramitado desde Los Pinos y ejecutado por Regino Díaz Redondo. La diligente, indispensable secretaria de Julio Scherer García, Elenita –el diminutivo expresa la cercanía del afecto– me puso al día del asalto y de las crispaciones de una asamblea histerizada por el interés y, en un buen número de casos, por la compra de voluntades. Sorprendentemente para mí, Helen se oía tranquila, con la angustia dominada por el cumplimiento del deber. Le pedí que me saludara a Julio Scherer y le expresara mi solidaridad, y me respondió con humor: Pues a ver qué más nos manda el presidente Echeverría. Pero mientras estemos juntos que no se ilusionen" (palabras más, palabras menos).

    Durante 30 años vi y sobre todo oí con frecuencia a Elenita. Nunca la oí desanimada ni triste ni afectada por las querellas inevitables en el medio periodístico. Su lealtad invariable fue para Julio Scherer y Proceso y eso la condujo a interesarse en los reporteros y los trabajadores. Resolvía con facilidad o con rapidez lo que se le demandaba, y se daba tiempo para felicitar a reporteros y colaboradores por los textos que le entusiasmaban. No lo hacía con frecuencia y eso elevaba el valor de sus elogios.

    Intento localizar sus defectos para darle a mi homenaje la credibilidad de luces y sombras. No los ubico, y si los tuvo se las arregló para trasladarlos fuera de horas de oficina. No era perfecta, por supuesto, pero manejaba con destreza sus imperfecciones y eso la volvía esencial. Y de todo esto me enteré con detalle al cerciorarme de mi sensación de pérdida ante la noticia de su muerte. La admiré y la admiro por sus dotes naturales y cultivadas: era institucional y era una institución, era sumamente eficaz y carecía de todo protagonismo, era muy discreta y su papel en la revista era central.

    A la semana de la muerte de Elenita Guerra, falleció Hero Rodríguez Toro, el jovial y generoso funcionario de Excélsior, también afectado por el Golpe. Evoco a Elenita y a Hero en los días y semanas siguientes al 8 de julio de 1976. En departamentos, en casas, en restaurantes, ayudaban a la consolidación del espíritu de grupo que, al segmentarse, dio origen a Proceso y Unomásuno, y a numerosas experiencias periodísticas y personales. Y al recordarlos me felicito por haberlos conocido. Ellos, junto a otros, muchos más de lo que se reconoce en la historia de un gremio tan infestado de oportunismo y avidez de encubrimiento, le dan forma perdurable a la obligación de informar que se sustenta en la lealtad al oficio, el buen humor y el aprecio a las capacidades de los otros.

    Del subsuelo a la máscara reveladora

    El indígena visible

    Proceso No. 1270, 4 de marzo, 2001

    Prólogo dedicado a las comparaciones

    En uno de sus grandes poemas clásicos, Yerbas del Tarahumara , don Alfonso Reyes describe la llegada a Chihuahua de los indios: escurre hasta los pueblos la manada/ de animales humanos con el hato a la espalda. Y el acercamiento es devastador:

    Desnudos y curtidos,

    duros en la lustrosa piel manchada,

    denegridos de viento y sol, animan

    las calles de Chihuahua,

    lentos y recelosos,

    con todos los resortes del miedo contraídos,

    como panteras mansas.

    Allí están, en las primeras décadas del siglo XX, los indígenas con la paciencia muda de la hormiga.

    24 de febrero de 2001: San Cristóbal de las Casas

    Cerca de las 10 de la noche descienden a la plaza de San Cristóbal 15 mil o 20 mil indígenas de Chiapas, tzeltales, tzotziles, tojolabales, choles. Por esperarlos se ha retrasado cinco horas el mitin del inicio de la marcha zapatista, la Caravana de la Paz o, para darle la oportunidad al turismo de la conciencia, el zapatour. Casi todos muy jóvenes, han prescindido de las ropas tradicionales, nada tienen que ver con la antigua manada de animales humanos y, según se evidencia, han sustituido con asombro y alegría contenida los resortes del miedo. Como sus paliacates y pasamontañas lo proclaman, son los integrantes de las bases de apoyo del EZLN en las comunidades, y su ropa de saldo anuncia el ingreso casi furtivo a la modernidad, al Edén del consumo tardío, donde suéteres, chamarras y liváis, de tan pasados de moda, anuncian su resurrección museográfica.

    Desde las azoteas, los auténticos coletos (los de la arrogancia sancristobalense, los que le gritaron al obispo Samuel Ruiz: ¡Eres un demonio!) abandonan sus recintos del racismo ofendido y verifican la cuantía del turismo. Frente a la catedral los indígenas, y no sólo ellos, gritan ¡Marcos, Marcos, Marcos!, y el que esté libre de confianza en el poder encaudillador de los líderes, que retire su voto. Los zapatistas, hombres en su mayoría, son ya distintos –o así lo percibo desde lo alto de mis generalizaciones– a los de hace siete años, que traían los resortes de la agresividad muy sueltos, como panteras estrenándose. Han cambiado el lenguaje corporal y el ritmo del avance, el relajo se aplaza (para cuando se vuelva a las comunidades) y lo más inesperado es la mirada. Estos jóvenes miran y aceptan ser mirados, y transmiten la sensación de lo nuevo: ya no se consideran los excluidos perennes de la visión ajena, se saben percibidos, y el fin de su invisibilidad los alegra y ratifica su adhesión al EZLN.

    Ahora cantan el Himno Nacional, otra de las señales de pertenencia, y, acto seguido, el Himno Zapatista (con música de Carabina 30-30):

    Hombres, niños y mujeres

    el esfuerzo siempre haremos,

    porque la patria grita y necesita

    de todo el esfuerzo de los zapatistas.

    La rima es muy forzada, el ánimo no. Al contrario, es suelto y se conmueve al emitir sus convicciones. En el sitio donde comenzó casi oficialmente el EZLN –y lo que sigue es una lectura de las miradas: los paliacates ocultan los semblantes y la iluminación es deficiente– los asistentes se sienten incorporados al discurso; no es lo que hubieran dicho, pero es como si ellos mismos lo dijeran. El líder adelanta el pensamiento de sus seguidores, algo nada irregular respaldado por siete años de apoyo en condiciones muy adversas. (Recuérdese que los asistentes a ese turismo obligatorio que llamamos Acarreo, ni oían ni percibían otro sonido ideológico que el nombre del candidato o funcionario en cuestión.) En San Cristóbal lo que estimula es la sensación, intuitiva, desmadejada, poderosa, de estar dentro del discurso. Yo estoy allí, aunque no sean mis palabras y mis conceptos, pero sí mis reclamos, podría ser la síntesis de la actitud.

    El discurso de Marcos en San Cristóbal es típico y clásico: la retórica envuelve el mensaje, el mensaje anhela transmitirse a través del aliento poético. Se encabalgan la reiteración y el relato de los orígenes, se construye de la manera azarosa del habla el génesis, intuido desde el apocalipsis de los pueblos en vías de extinción cultural. Marcos reitera la demanda de inclusión:

    Los indígenas mexicanos somos indígenas y somos mexicanos. Queremos ser indígenas y queremos ser mexicanos. Pero el señor de mucha lengua y poco oído, el que gobierna, mentira nos ofrece y no bandera.

    La nuestra es la marcha de la dignidad indígena. La marcha de quienes somos el color de la tierra y la marcha de todos que son todos los colores de la tierra.

    Fiel a su práctica, Marcos insiste en sumar a los indígenas a la nación. Nunca se les tomó en cuenta, así que no son expulsados; nunca se les ha invitado, así que no han sido desdeñosos. Y el punto culminante del discurso, cifrado en el autoelogio como tarjeta de presentación en el México ampliado, es la proclama de la pertenencia original. Los zapatistas son la memoria que se enfrenta al extermino del olvido:

    Compañeros y compañeras del EZLN: Durante siete años hemos resistido ataques de todo tipo, nos han atacado con bombas y balas, con torturas y cárceles, con mentiras y calumnias, con desprecios y olvidos. Pero aquí estamos. Somos la dignidad rebelde. Somos el corazón olvidado de la patria. Somos la memoria más primera. Somos la morena sangre que en las montañas ilumina nuestra historia. Somos quienes luchan y viven y mueren. Somos quienes así hablan: Para todos, todo; nada para nosotros. Somos los zapatistas, los más pequeños de estas tierras. Saludamos a los pueblos que nos mandan y cuidan.

    En nombre de los primeros moradores se expresan quienes buscan modificar la versión reducida de México. Se reitera: la marcha se inicia el Día de la Bandera. El patriotismo renace en aquellos calificados de apátridas por el gobernador de Querétaro, Ignacio Loyola

    Reflexiones desde la espera en la Plaza de San Cristóbal

    En su clásico El hombre invisible, el novelista Ralph Ellison aborda la condición de los negros de Estados Unidos, a los que vuelve indiferenciables la óptica del racismo. Es aún más dramática la situación de los indígenas de América Latina, incorporados a las naciones a través de la fe y los rudimentos del lenguaje, prestamente desincorporados a través de la explotación y el aislamiento cultural y político. Al observar la mezcla de paciencia e impaciencia de los presentes, vislumbro las razones de la durabilidad del EZLN: su arraigo no se debe al ánimo de resistencia armada (de resultados fatales), ni siquiera al carisma de su dirigencia, sino a la manera como han llevado a los indígenas a las zonas de visibilidad social. La frase tan repetida en los discursos zapatistas: El mundo nos está viendo es en última instancia la notificación de existencia: ¡Alguien nos ve! Adquirimos corporeidad. Y si nos contemplan es porque decidimos existir resistiendo.

    En una sociedad tan racista como la mexicana, adquirir visibilidad es, por lo pronto, ser objeto de comentarios que mezclan el desprecio moderno y los sentimientos de culpa. Y es también asunto de aceptar la magnitud de los cambios. En 1913, Querido Moheno, diputado de Victoriano Huerta, al referirse a la amenaza de las fuerzas de Emiliano Zapata que rondaban la capital, es enfático: Es la aparición del subsuelo. Y casi 90 años después, este viaje del subsuelo a la superficie es la marcha más verdadera y significativa en medio de un diluvio de cámaras y grabadoras, que corresponden a las publicaciones y a las cadenas de televisión más importantes. El principio del salto histórico es la visibilidad social que ahora obtienen 25 personas pero que afecta a otros 10 millones, que han sido el paisaje inadvertido, los bultos nómadas, las sombras en los mercados, los objetos del choteo que remeda el modo de hablar castilla, los saltitos al caminar, la inocencia anterior al conocimiento, el Te quero más que a mis ojos,/ más que a mis ojos te quero/ pero quero más a mis ojos/ porque mis ojos te vieron. Desde Cuauhtémoc en el suplicio, y Benito Juárez en el ascenso, los indígenas no han dispuesto políticamente de los arquetipos con los cuales identificarse ante el menosprecio alarmado, ofendido, divertido. Régulo y Madaleno, Tizoc, la India María son signos humorísticos o melodramáticos, pero en primera y última instancia son distracciones de la industria cultural, y el asidero simbólico, en este caso, es la posibilidad de elegir o rechazar modelos. Antes, en este muy cercano y remoto antes, sólo había un indígena concebible, el inmovilizado en la larga marcha de la civilización, el señalado por la (mala) suerte para habitar el orbe monolítico donde el pasado y el porvenir se mezclan al girar en torno de un presente degradado y letal.

    Todo lo que se diga en pro o en contra de Marcos y sus dones mediáticos carece de sentido si no añade que el centro del interés y el centro de la movilización zapatista no es individual, sino comunitario. Los grupos indígenas que de todas partes le entregan los bastones de mando a la dirigencia del EZLN, los que en las concentraciones se identifican ante los desconocidos como indígenas, la variedad de respuestas emocionadas y entusiastas que la marcha recibe, se desprenden de la recuperación o la incorporación de lo indígena a la idea de país. Esta ampliación genuina de la visión de México no es demagógica, aunque no escaseen los discursos y las consignas asidos a ese idioma de la exaltación profesional, ni es tardía, porque los indígenas todavía están allí; es, simplemente, una idea cuyo tiempo ha llegado. ¿Por qué se retrasó tanto? Porque el racismo ha sido un componente histórico de la práctica de la nación y porque el PRI le cerró la entrada a las ideas. Cierto, la marcha zapatista no se concibe sin el 2 de julio y la caída del PRI y el presidencialismo con su reparto sexenal de videntes caprichosos e histéricos; cierto, el 2 de julio se explica también por la necesidad de grupos cada vez más numerosos de liberar las acciones inesperadas, sean éstas las demandas de los derechos indígenas o las movilizaciones en pro del derecho de las minorías o de las mayorías (las mujeres).

    Mítines a la luz de la historia

    Mesa redonda armada a lo largo de las esperas en la marcha zapatista

    –Los medios informativos son el primer ejército parazapatista. Siete años de volverlos noticia, y a ver quién los desaloja, por lo pronto, del nicho ecológico de lo digno de atención.

    –Ya eran noticia el 7 de enero de 1994. Recuérdenlos: enmascarados, desafiantes, con rifles de otra época, y con el reto al FMI y el Tratado de Libre Comercio. Las imágenes y el mensaje agresivo se complementaban.

    –El punto focal es Marcos. Los otros no tienen, ni de lejos, su elocuencia o sus salidas humorísticas. En un sentido, es el movimiento de un solo hombre.

    –Por supuesto que no. Marcos y la comunidad no son divisibles. Esos miles y miles de indígenas en lucha podrán necesitar un líder, pero el líder no inventó los motivos para abrazar la causa. Imagínate a Marcos en otro movimiento.

    –¡Qué discusión tan ociosa! Marcos despierta incluso la atención de muchos de los más reacios, de los que no quieren engañarse con las utopías. Pero lo que afianza el apoyo no es un comunicador excepcional, sino la rebeldía moral ante el neoliberalismo.

    –A lo mejor por eso funcionaron tanto los pasamontañas. Luego de la caída del Muro de Berlín, se requería otra escenografía sin las barbas del Caudillo y sin los bigotes del Padrecito Stalin. Aunque lo que menos se necesita ahora son Caudillos y Padrecitos.

    –Lo más increíble de este momento, el adjetivo que nadie se quita de la boca es histórico. ¿Por qué? ¿Por qué nunca había pasado nada semejante? ¿Eso basta para hacerlo histórico?

    –Es histórico por razones que apenas necesitan enumerarse. Van a la Ciudad de México los causantes de un cambio en la noción colectiva de lo indígena, va desarmado un grupo rebelde y, lo más impresionante, nunca tantos, cada uno por su cuenta, creen encarnar la sociedad civil. Si te fijas, en la práctica sociedad civil está resultando el espacio a la disposición de quienes no tienen espacio, el ámbito inventado que cobra fuerza y persuasión en los momentos de auge y luego se aletarga, sin desaparecer jamás. Siempre hay abanderados de las causas más diversas que se consideran sociedad civil, los vecinos que no quieren una gasolinera cerca de sus casas, los defensores del patrimonio histórico, los ecologistas, los defensores de animales que se oponen a la crueldad del arte taurino... La Señora Sociedad Civil de la que tanto se han burlado es, a la hora de la hora, el sinónimo de pueblo sectorial. Muchas veces, Marcos y el EZLN han confiado en vano en la sociedad civil; en otras ocasiones, como ahora, la sociedad civil responde.

    –Fíjate en un sector de la concurrencia. Observa lo que va quedando de la izquierda, los que se declaran activistas del 68, cardenistas del 88, radicalizados de la segunda Convención de Aguascalientes, prófugos del voto útil. Es curioso, el pasado de toda esa izquierda se activa ante el mero anuncio de la continuidad de la protesta y de la disidencia.

    –Pero acuérdate de algo crucial: El 2 de julio de 2000 ganó la Presidencia de la República un disidente...

    –Un disidente impulsado por la mercadotecnia a la gringa, que es lo más ortodoxo del mundo.

    –Sí, y los grandes apoyadores eran en muy buena medida los que sólo pueden leer a través del apetito, como dice el poeta, pero Fox encabeza un poder legítimo y esto concentra aún más la batalla cultural e ideológica. Asómate al debate de estos días. Los elogios o las descalificaciones del EZLN se unifican en un punto: los motivos del levantamiento son irrefutables, la postración de los indígenas es moral y racionalmente intolerable.

    –Mira, se habla de la paz y se dice que es una paz virtual porque no hay guerra, y esto admite matices: sí hay tal cosa como la guerra de baja intensidad, como lo demuestran las muertes a diario en las comunidades y, sobre todo, Acteal. Los paramilitares y la militarización regional son desdichadamente reales, pero, además, la paz de la que se habla no es lo opuesto a las atmósferas bélicas, sino al desorden opresivo en el que participan la violencia social, la frustración de la inmensa mayoría, la cancelación de las soluciones dignas a los problemas de empleo, salud, educación y vivienda, la concentración de los recursos en manos de una minoría moral y numéricamente insignificante. Si se insiste en la paz, y en ChiaPaz, lo que se quiere no es la vuelta al primero de enero de 1994, sino el fin de las devastaciones urbanas y las tragedias de los poblados postrulfianos.

    –Muy divertida esta retórica y apta para la publicidad de un concierto, ¿pero con esta exaltación de los derechos indígenas no se impulsa el anacronismo? Un país que espera a que sus indígenas y sus pobres más irredimibles lo alcancen, ya nomás no la hizo. Ni modo, el desarrollo es impaciente y –como los antropólogos señalan en cada una de sus tesis de doctorado –es muy otro el tiempo de los indígenas. Si se habla de una caravana de la esperanza, debe especificarse a qué velocidad. En la globalización sólo hay un tiempo, ni modo.

    –Introduzco una demora en este simposio. ¿Estaríamos hablando de los derechos indígenas sin el EZLN? Por lo menos, reconózcaseles la aportación. En 1994 no fueron pocos los que insistieron en la inutilidad del amanecer violento. Bastaba el desarrollo democrático. Pero la violencia existía y era unilateral y se descargaba contra los que carecían de patente de impunidad. Desde el 6 de enero de 1994 el EZLN no ha disparado un tiro, pero son las muertes de esos primeros días las que determinan la exigencia de la paz.

    –¿Es posible olvidarse del sectarismo de algunos planteamientos del EZLN, del origen militarista, del Frente de Liberación Nacional?

    –No, el olvido es imposible, pero la memoria también debe abarcar lo que han sido el PRI, los caciques, los latifundistas, el sistema de semiesclavitud de las fincas, los comerciantes de 600 gramos el kilo, los monopolistas del alcohol, los alcaldes que encarcelaban o hacían desaparecer a los disidentes. Sin comparar ni justificar, lo cierto es que los planteamientos de Marcos y del EZLN han sufrido transformaciones radicales; los de sus adversarios y enemigos francamente no.

    El mitin: la responsabilidad de los que escuchan

    En Oaxaca el ánimo es más festivo que en San Cristóbal, o más festivo de acuerdo con mi idea canónica del júbilo comunitario, y la ansiedad mil veces repetida es ver, oír, presentir a Marcos, que a lo mejor desciende a mito mediático. ¿Y esto se debe al pasamontañas? ¿Lo que se cubre revela? En épocas de imperio del close-up, ¿no hacen falta todos los rasgos faciales? ¿Tendrá necesidad Marcos al firmar la paz de la cirugía facial que añada definitivamente a su expresión el pasamontañas? ¿La carencia de rostro es el mensaje? Las preocupaciones son inútiles. Lo histórico de esta marcha todavía usa pasamontañas y da igual si el panista Diego Fernández de Cevallos se niega a hablar con enmascarados. Son millones los que a su modo lo hacen.

    Como bien lo marcan los 20 o 30 artículos que leí en la mañana, el duelo mercadológico, el Pollfight at the OK Corral, se libra entre Vicente Fox y Marcos. ¿Quién sube, quién baja, quién se estaciona en las encuestas? En el carismómetro, ¿quién vencerá? Fox expulsó al PRI de la residencia presidencial de Los Pinos, Marcos encabeza un movimiento que ha comprobado, a partir del uso dual de la intransigencia y de la Internet, las ventajas de resistir. Fox, que fue empresario, proyecta una nación de 110 millones de empresarios; Marcos, que fue mestizo, anhela una nación que se respete a sí misma al respetar a sus minorías:

    Queremos la autonomía para que la mayoría valga todo el tiempo y no sólo cada tanto. Para que el que mande, mande obedeciendo. Para que el ser gobierno sea una responsabilidad y un trabajo ante el colectivo, y no una forma para enriquecerse a costa de los gobernados. Para que deje de ser delito el ser indígena, el vivir como indígena, el pensar como indígena, el vestir como indígena, el hablar como indígena, el amar como indígena, el tener el color indígena.

    Así como el discurso de Fox todo lo da por resuelto, incluso la celebración del centenario de las soluciones, el de Marcos suele alternar eficacia verbal y política con lo que para mí son enigmas. ¿Qué es el pensar como indígena? ¿Qué es a estas alturas el ser indígena? Sin embargo, estas preguntas indican el avance. Hace 10, ¿quién los habría formulado ante un público nacional e información?

    Donde, no obstante su prestigio milenario, la lluvia no frustra una concentración

    El recorrido de la marcha es, como se quiera ver, exitoso. Si sólo un sector recibe a los zapatistas, ese sector no es en modo alguno menosprecible en Tehuacán, Puebla, Orizaba, Pachuca, Actopan. El 28 de febrero, en Ixmiquilpan, territorio de los hñahñus, ciudad fantasma del auge minero, se efectúa el mitin más climático que recuerdo, en el sentido más estricto del término. Luego de dos horas de la letanía cívico-mística (¡Zapata vive, vive! ¡La lucha sigue, sigue!), llega la caravana y se desborda el júbilo marquista. Una señora grita: ¡Bájate, que queremos verte!. El autobús sigue y la señora felizmente decepcionada se consuela: No quiso bajarse el hijo de la chingada. ¡Qué lindo!

    Comienzan las danzas y la música hñahñu y la lluvia se desata hasta adquirir los contornos de la tempestad. Con sabiduría que acato, el subcomandante le pide a los miles de empapables que se pongan a salvo del chubasco, pero le contesta un categórico ¡NOOO!. Hablan dos comandantes, David y Zebedeo, piadosamente breves; la tormenta se acrecienta y la gana de oír a Marcos detiene a la gente. (Aquí uso la transcripción de Jesús Ramírez Cuevas en La Jornada).

    Marcos habla:

    –Si me informaron bien, Ixmiquilpan quiere decir lugar de las nubes estériles; parece que ya no, algo cambió hoy.

    Dentro del resguardo, la lluvia resulta un paisaje autónomo, el descendimiento de la Naturaleza, la fertilidad y la destrucción. Ahora intima a la rendición, al desalojo precavido. Alguien quiere salvar a Marcos de la condición húmeda, pero él se rehúsa: No, si se mojan ellos, me mojo yo. Aplausos.

    Comienza el discurso obligadamente didáctico; la marcha es también un enlace de los conocimientos indispensables. Marcos distingue entre la democracia de nosotros y la de los de abajo, entre la libertad de ellos y la de nosotros, entre la justicia de ellos y la de nosotros:

    ... la justicia de ellos es una prostituta; además, está muy mal pagada. A ver cuántos banqueros están en la cárcel, cuántos industriales, cuántos terratenientes, cuántos casatenientes... No señor, las cárceles están llenas de pobres, de indígenas, de obreros, de empleados: ésa es la justicia de ellos; la justicia de arriba tiene un precio y el no poder pagarla es el delito.

    La tormenta se precipita; los rayos son, si se tiene la posibilidad de mirarlos, altamente decorativos. La gente persevera, a base de atención y gozo, en construir su Arca de Noé o su refugio o su paraguas cósmico. (Las metáforas fracasan, el poder de la lluvia no.) Marcos persiste en la lección:

    –Le traemos un regalo al Valle del Mezquital. Les trajimos esta lluvia. No, no es cierto. Buscamos en nuestras mochilas, buscamos en nuestras morraletas y no encontramos algo digno de ustedes. Les trajimos preguntas: ¿Es el EZLN la vanguardia del movimiento indígena mexicano?

    –Síííí –proclaman los asistentes.

    Me quedo pasmado. Con rapidez evoco momentos terribles del vanguardismo, de la pretensión de enseñarle al pueblo (a la sociedad civil) el camino. Marcos disuelve mi prevención segundos después.

    –Tache. La vanguardia del movimiento indígena nacional la conforman los pueblos indígenas de todo México.

    El método del interrogatorio es riesgoso, pero esta vez se salió adelante.

    –La segunda pregunta: ¿están contentos aquí con el EZLN?

    –Sííí.

    –¿Estamos mojados? No, ésa no. ¿Estamos contentos porque nos encontramos?

    Quién dudará de la respuesta.

    –¿Se debe rendir el EZLN?

    –Nooo.

    –¿Se va a vender el EZLN?

    –Nooo.

    Marcos, mojado, feliz, hidrocarismático, culmina:

    –Sabemos en el EZLN que no estamos solos; sí, sabemos que no estamos solos.

    Por más que quisiera esperar algunos años para usarlo, el adjetivo histórico sigue rondándome. Lo que he visto –la multitud bajo la lluvia –es un espectáculo, pero lo que está en el fondo, la decisión de cada persona, es el mayor espectáculo de todos.

    ¡No están feas! ¡No están feas!

    Ética y estética de la Marcha

    Proceso No. 1271, 11 de marzo, 2001

    Pórtico para filtrar los nuevos lugares comunes instaurados por la marcha zapatista

    Lo mediático culmina en lo publicitario. Lo publicitario es el lenguaje primordial de la sociedad del espectáculo. El éxito de la Marcha de la Dignidad multiplica el éxito de la Marcha de la Dignidad. La Atención Pública llama a la Atención Pública. Lo que se propaga –el contagio de la solidaridad o la curiosidad– se vuelve lo inevitable. Quien no ha visto la Caravana de la Paz se ha perdido un acontecimiento único, y magno inconveniente y grave ventaja los acontecimientos únicos: no son sujetos de clonación.

    Lo irrepetible, eso, no volverá. La noticia en última instancia es doble: por primera vez desde antes de 1521, un grupo de indígenas es recibido triunfalmente en la Ciudad de México (Durante la Reforma liberal llegan los indios guerrerenses de Juan Álvarez, y durante la Revolución se presentan los indios del Ejército Libertador del Sur, pero si algo los recibe es el miedo). Le insisto al vasto público a mi alcance, yo mismo: estamos ante la primera marcha nacional antirracista. Sin duda es muchas otras cosas, pero sin el componente del rechazo al racismo no se entiende la ética y la estética de una marcha que otorga a los derechos indígenas y a los grupos indígenas el sitio de honor. En Cuautla, a su modo, reviven el black es beatiful y el gay is good de las luchas por los derechos civiles en Norteamérica. Fidelia, la comandante zapatista, argumenta: Los invito a que luchemos juntos contra este monstruo que traemos en el cuerpo y que nos ataca y que es una pobreza muy grande. Ayúdenos a lograr ese derecho que nos falta para arrullar con dulzura a nuestros hijos. Nosotras, las mujeres feas, con su rostro todo tapado, pero no está feo nuestro corazón y estamos dispuestas a luchar para morir y aquí estamos. Y la respuesta de la plaza rebosante es, insisto, ética y estética: ¡No están feas! ¡No están feas! (En la crónica de Jaime Avilés, La Jornada, 9 de marzo).

    Si Marcos es la figura protagónica incontrolable, la recepción –hasta donde puedo intuir o encuestar sensorialmente– no es centralmente para Marcos, sino para todos los indígenas, porque si el EZLN tiene un gran líder, la sociedad tiene una gran deuda, la que sólo se paga poniendo en entredicho y nulificando el espíritu discriminatorio. Y si no se quiere describir el proceso como el pago de la deuda histórica, porque sonaría melodrámatico, califíquense la bienvenida como la aceptación gozosa del Otro o, a juzgar por las semejanzas de aspecto y color de la piel de la mayoría, como el saludo al Semejante. (Demasiados mestizos, vistos de lejos o de cerca, parecen de la Raza de Bronce; oídos de cerca ya son urbanos).

    El Congreso Nacional Indígena: el levantamiento pacífico

    Nurio, en Michoacán (3 mil 560 habitantes), posee la belleza tranquila que le atribuimos a los sitios donde uno se reconcilia con la naturaleza, a sabiendas de lo efímero del convenio. Aquí, el encanto del paisaje se disuelve con celeridad al sumergirse el viajero en las preocupaciones de su logística. (Sí, ha llegado el momento en que cada persona se haga cargo de su logística como si fuera un ejército en retirada o un candidato en la efervescencia de la campaña. Pronto, no habrá actos sexuales, sino logística de la recámara). La marcha zapatista ha ido creando pequeñas ciudades a lo largo del camino, ciudades que se fortifican y organizan la seguridad y el aprovisionamiento y se aglomeran en busca del espacio vital, no el de los habitantes, a fin de cuentas acomodables donde sea, sino el de las instituciones más entrañables: los automóviles y los autobuses. Llegar en la vida es hallarle destino habitacional al vehículo y el que se estaciona en Nurio es el verdadero genio guerrillero, el que podrá tomar cuando quiera Torreón o Zacatecas al compás de La Adelita, porque habrá vencido al ejército enemigo, esos monstruos de maquinarias codiciosas que también, tal vez en vano, quieren estacionarse.

    La escuela secundaria de Nurio es la ciudad provisional con dormitorios, tiendas de campaña, baños, comedores, mall de puestos en el piso y, desde luego, Centro de Convenciones que usurpa lo que fueron y serán salones de clase. Un gran templete advierte la inminencia de los discursos, ese alimento tenaz de las comunidades imaginarias que todavía tienen la fuerza para oír con atención. (Lo característico de los veteranos es la conversión de los discursos en amenazas acústicas. ¿Qué fue lo qué dijo?/ No sé. Le puse al oído el piloto automático). Las etnias van y vienen, los saludos mezclan a los grupúsculos y los dirigentes reales, de los más de 2 mil delegados efectivos algunos ostentan los trajes típicos y la mayoría se atiene al nuevo traje, los liváis, las camisas de cuadros, los tenis, las chamarras. Ayer llovió poderosamente y el aspecto general es de náufragos que sobrevivieron por negarse a embarcar.

    Los encuentros se encadenan con celeridad. Intento hacer entrevistas y atrapo ráfagas de presentaciones. Soy Juan, indígena purépecha, estudié la Normal/ Soy Enrique, indio maya, estoy haciendo el doctorado en antropología/ Soy Gonzalo, indio wixárica de Jalisco, lo conocí a usted en la Universidad de Austin/ Soy Enrique, indio nahua, hice mi tesina sobre migraciones en California... ¿Qué sucede? ¿Por qué se empecinan en destruir mi visión unitaria de lo indígena? Lo inesperado no es que estudien. Eso, en el porcentaje que sea, siempre ha ocurrido. Lo realmente sorpresivo es la vuelta a los orígenes, el que luego de la educación retengan la identidad, y al volver modifiquen la identidad de su grupo. Recuerdo los ejemplos literarios: Saturnino Herrera, el Coyotito de El resplandor, de Mauricio Magdaleno, indio otomí que se va a la ciudad y regresa a explotar y diezmar a los que ya no considera los suyos. Al ampliar las oportunidades de educación, aparece una nueva dirigencia indígena que da cuenta de los intersticios que permiten desentenderse hasta donde se puede de la gran condena del racismo, la clausura de la educación, sólo 2 o sólo 8% de los niños indígenas terminan su educación primaria.

    Lo distintivo del Congreso es el aire de modernidad, no necesariamente modernidad en las intervenciones, ni en el apego a los ritos; modernidad en la condición inevitable de mexicanos marginados de hoy que –ésta es la novedad– suelen estar marginados dentro, no fuera. Aún en los sectores indígenas de la marginación extrema, la modernidad se filtra. Y el centro de su modernidad, no tan curiosamente, es la resistencia pacífica.

    Grande está hoy su corazón, aunque pequeño lo pretende el que poco oye y mucho habla (Subcomandante Marcos)

    La ceremonia inaugural abunda en momentos extraordinarios, o que así considero. En el estrado, enorme, los indígenas de una nación se presentan por vez primera como la unidad que reclama derecho. Por supuesto, no todos los indios está allí representados, ni se puede hablar de la unidad perfecta, y las discrepancias y los desniveles son, según me cuentan los conocedores, notorios. Pero un hecho es innegable: si desde el exterior los consideran unidos, la integración se acrecienta y, además, la fuerza adquirida por el EZLN lleva a participar. No están solos. No están solos. Ni siquiera en el presidium.

    Cerca de 8 o 10 mil personas atienden el acto. (Nunca sabré calcular, me la paso disminuyendo o aumentando las cifras de amigos y adversarios). Una banda de la Nación Purépecha interpreta el Himno Nacional con vigor que es todo un curso en la educación del siglo XX. Luego un grupo de abanderadas pasea la bandera de Nación Purépecha mientras se canta el himno correspondiente. Me conmuevo sin poder evitarlo, y no trato de ubicar las razones de mi emoción porque me enfrascaría en un simposio unipersonal. Sólo puedo decir que creo captar el sentido de la dignidad tan mencionado: el orgullo que causa de una vez por todas el no avergonzarse por lo que piensen los demás de los indios.

    Los discursos son breves y reiteran lo reiterable, porque todo cambio drástico de mentalidad se apoya en la memorización de las razones de la causa. Habla el sociólogo Pablo González Casanova (Este momento es histórico porque es el de la definición. Unos van a estar a favor de los derechos de los pueblos indígenas, otros en contra; quienes estén a favor podrán continuar para que aquéllos se conviertan en parte de la vida práctica de los mexicanos). Habla, también a nombre de la sociedad civil, doña Concepción Calvillo viuda de Nava, una mujer admirable y tenaz: Seguiré luchando al lado de los indígenas para que tengan sus derechos completos. Han venido a cumplir la consigna de todos a la tierra del no rostro, pero del sí hombre y mujer del maíz; a ver y dar su gran luz, la inmensa que desvanece el rostro pero desnuda el alma.

    De las intervenciones de los comandantes, la que más me interesa es la de Esther, un alegato de género notable. Las indias, dice, somos triplemente explotadas, por los capitalistas, por los caciques y los gobernantes y por nuestros compañeros. Nuestra historia ha sido de persecuciones, encarcelamientos y asesinatos, pero jamás de rendiciones.

    El turno es de Marcos. Habla del mandato de nuestros más principales que lo instruyen: Es la hora de la palabra. Guarda entonces el machete. Luego, se extiende en un texto sobre las posibilidades líricas del número siete. Al oírlo, atisbo una de las mayores amenazas extraídas del movimiento del EZLN: su convocatoria a la poesía instantánea. Todos, Popol Vuh mediante, pueden ser augures de la voz de la tierra; todos matizan su tez según la hora de la esperanza; todos se disminuyen para de allí saltar al infinito. Sin quererlo, llevado por su elocuencia, que es real, Marcos ha propiciado más que nadie el paseo de miles en la cuerda floja de la metáfora ancestral.

    Marcos hace el recuento de las etnias convocadas al Congreso: Aguateco, amuzgo, cakchiquel, chatino, chichimeca, chinateco, choho, chol, chontal, chuj, cochimi, cora, cucupá, cuiteco, guarijío, huasteco, huave, huchol, ixteco, ixil, jacalteco, pápago, pima, popoloca, popluca, purépecha, quiché, serí, solteco, tacuate, tarahumara, tepehua, pepehuan, tlapaneco, tojolabal, kanjobal, kekchí, kikapú, kiliwa, kumiai, lacandón, mame, matlatzinca, maya, mazahua, mayo, mixe, mixteco, motocintleco, náhuatl, ocuilteco, opata, otomí, paipai, pame, papbuco, triqui, tzeltal, tzotzil, yaqui, zapoteco, zoque.

    El tiempo de la aparición de los socialmente invisibles.

    Las Mesas de Trabajo: Yo pedí la palabra al último. Debo ser el primero

    Las intervenciones suelen ser ríspidas, de mitin o de asamblea peleonera. Ésta es la costumbre: si no grito no me oyes, si grito no me entiendes, entonces mejor grito que ya tendrás tiempo de entenderme. Hay la ansiedad de pasar a la Historia, se esparce la certidumbre de que la Historia está allí tomando notas, se prodigan las reconvenciones al gobierno que no debe hacerse guaje. Sin embargo, por regañones que se muestren los del CNI con el gobierno de Vicente Fox, son francamente corteses si se les compara con quienes, artículo tras artículo, regañan al presidente Fox por darle respiración artificial a Marcos, y permitirles la salida a los indios del encierro de los cuatro municipios.

    Si releo mis anotaciones de las mesas, y las cotejo con las de los periódicos y de Jenaro Villamil, me queda claro la importancia genuina de la paz y la sinceridad del reclamo democrático. A momentos, la intransigencia perturba pero el resultado final es de alzamiento pacífico, con el peso depositado en el adjetivo. En la Mesa I, con 22 pueblos indígenas representados, se debaten las estrategias para impulsar la iniciativa de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) tal como hemos hecho valer el derecho a la tierra.

    Entre las conclusiones, una me llama la atención: Llevar la autonomía a la práctica. Formar municipios y regiones autónomas en el país. ¿Qué significan las voces airadas que proclaman la autonomía de facto? Que la impaciencia podría anticipar los próximos enfrentamientos. Por eso urge la legislación y la gran discusión previa. Reviso los otros propósitos:

    –una jornada nacional de apoyo a los derechos indígenas.

    –notificar en donde se pueda los acuerdos del III Congreso Indígena, en especial a la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que en 1989 auspició el Convenio 169, firmado en 1991 por el gobierno de México, que reconoce los derechos indígenas al territorio y al goce de los recursos naturales que el territorio incluye.

    –redoblar esfuerzos para que los Acuerdos de San Andrés lleguen hasta la última comunidad indígena. Los presentes coinciden en calificar de paso fundamental en el reconocimiento de los derechos indígenas a los acuerdos y la iniciativa de la Cocopa.

    ¿Y si, terriblemente, no se aprueban los Acuerdos de San Andrés a través de la Ley de Derechos y Cultura Indígena? La respuesta no quiere intimidar sino movilizar: ejerceremos presión continua y efectiva para hacer sentir la resistencia. Éste es el mayor logro de los últimos siete años, imbuir a las comunidades del sentimiento de inclusión gracias al conocimiento y el uso de la ley. Se cree posible de golpe trascender las cordilleras burocráticas, el diluvio de papel y de espera en la Secretaría de Agricultura, en el Instituto Nacional Indigenista, en las oficinas de los alcaldes. La paciencia de las antesalas se trueca por la impaciencia de la movilización.

    Mesa 2: La legión de juristas

    En la Mesa 2 se discuten las acciones que refuercen la aprobación de las reformas constitucionales que han de afianzar la ley de la Cocopa (se plantean modificaciones a los artículos 4, 18, 23, 26, 27, 56, 73 y 116 de la Constitución de la República). Desde las etnias se escudriña la ley con atención asombrosa. ¿Y qué se hará en lo específico? Se proponen un cinturón humano alrededor del recinto legislativo de San Lázaro, viajes masivos al Distrito Federal, recabar firmas de apoyo, acciones simultáneas el 11 de marzo en los congresos locales de las entidades con comunidades indígenas. A fin de cuentas, Mao y el Che han sido reemplazables en la práctica por Gandhi y Martin Luther King.

    También en la Mesa 2 se aprueba otra vez la propuesta permanente: la educación pluricultural y bilingüe en todo el sistema educativo. A quienes consideran que esto es profundizar la desventaja, se les responde con la decisión comunitaria. Y en los incisos aparece lo hasta ahora desconocido, un programa de vinculación entre las comunidades indígenas y los otros sectores de la población. Para ello, dicen, se impulsará un trato de respeto de los partidos políticos hacia los indígenas, se demandará la asesoría técnica para la mejor explotación de los recursos naturales, coincidente con el respeto a la biodiversidad, se promoverá la remunicipalización y la redistritación para obtener más adecuada representación electoral y, lo para mí inesperado se buscará aprender a ser más tolerantes, mejores interlocutores. La autocrítica ha llegado.

    Si el pronunciamiento más notorio de la Mesa 2 es la demanda a los medios de comunicación para que informen con verdad de los acuerdos o de lo contrario se limitará su participación, las otras reclamaciones son contundentes:

    –respeto a los procesos de elección en las comunidades, basados en los usos y costumbres (esto y las autonomías serán los mayores puntos de polémica en el Congreso. Lo de usos y costumbres exige una revisión a fondo).

    –impedir decretos que afecten a comunidades indígenas. En especial, se vetan los proyectos de Presa Cerro de Oro y Temascal, Oaxaca.

    –rechazo de las declaraciones del senador Diego Fernández de Cevallos, opuesto a la movilización indígena y candidato autodesignado para sustituir al conquistador Diego de Mazariegos.

    –libertad a todos los presos políticos indígenas del país.

    –traslado al Zócalo del CNI los días que allí permanezca el EZLN.

    Mesa 3: La izquierda machista ya no será zapatista

    En la Mesa 3, que aborda sobre todo la equidad de género, el debate es apasionado. No faltan las participantes extraídas de un tiempo anterior, que se exasperan ante la amenaza ideológica más grave de todas: la posibilidad de que su intervención termine alguna vez, antes de ilustrar al mundo y medios informativos que lo acompañan. Con todo, es el intercambio más novedoso y el que mejor muestra el adelanto de estos años. Entre las resoluciones, las siguientes:

    –impulsar la alianza y la participación con organizaciones de mujeres de todo el país.

    –relacionarse con las comisiones de equidad y género en cada una de las legislaturas estatales.

    –organizar campañas contra la discriminación de las mujeres indígenas en radio y televisión (se reclama de paso una estación de radio propia del CNI).

    –representantes indígenas en el Instituto Nacional de la Mujer.

    –crear círculos de participación entre las comunidades indígenas.

    Y lo francamente inaugural: evitar toda forma de discriminación a las mujeres en las comunidades indígenas.

    Las más humildes entre los más humildes, las más pequeñas entre los más pequeños, para acudir al idioma dominante en Nurio, cobran conciencia de sus posibilidades.

    Mesa 4: Los derechos tomados en serio

    Una de mis citas preferidas es el poema libertario de los años cardenistas: Las revoluciones vienen,/ las revoluciones van/ y los indios nunca tienen/ pan (creo haber oído en radio la variante publicitaria: Brassieres vienen,/ brassieres van,/ pero todas prefieren/ Peter Pan. Los de la marca me aseguran que fue una alucinación acústica). Ahora, los indios rechazan el determinismo y se saben o se intuyen jurídicamente aptos y quieren demostrarlo. En el debate sobre el reconocimiento a los derechos indígenas, se acuerda lo siguiente:

    –elevar a rango constitucional los derechos colectivos de los pueblos indígenas.

    –reconocimiento constitucional de los territorios y pueblos indígenas.

    –reconocimiento constitucional del desarrollo con identidad. (En verdad, el culto secreto por la Constitución, dígase lo que se diga, es muy profundo y radical. La ley constitucional es el milagro laico. Con todo, ¿cómo se reconoce el desarrollo con identidad? La ley no es esencialista así a veces sea metafísica.)

    –reconocimiento de los derechos a la educación, la vivienda, la salud, la tierra (a fuerza de discriminación, lo obvio, lo indiscutible, se vuelve lo utópico).

    –gozo y apropiación de los propios medios de comunicación (la etnia es el mensaje).

    –remunicipalizar a los pueblos indios e incorporar proyectos de control de los recursos. (En el año precoz de 2001.)

    Que se obtengan primero las reformas constitucionales y después las reformas en las leyes secundarias.

    Episodios de la hégira

    La marcha atraviesa las regiones, concentra voluntades animosas del cambio real, cataliza lo que el triunfo de la derecha dejó de lado, aprovecha los mensajes de apoyo del presidente Fox, hace surgir un liderazgo indígena desconocido, provoca discusiones circulares sobre el uso de la máscara, le concede el halago del micrófono a malqueriente y admiradores del EZLN. En Querétaro, Marcos se burla de la ignorancia histórica del gobernador Ignacio Loyola, al que llama cariñosamente Firuláis y al que le provoca una indebida depresión sentimental.

    Intermedio para darle voz al gobernador Loyola al cabo del paso zapatista por su entidad

    Lamento que la posición que he sostenido frente al conflicto zapatista, me haya ubicado como responsable de que el proceso de paz en el sureste no fructifique.

    Acepto públicamente que sentí la soledad del poder, luego de que expresé mi opinión sobre el EZLN, equiparé a los zapatistas con traidores a la patria y en consecuencia merecedores de la pena de muerte.

    Y de veras que una de las cosas difíciles del poder es la soledad... es muy fría, pues hay cosas que no puedes platicarle a nadie, llega un momento en que tú solito te quedas con ellas y ni a tu señora le puedes platicar eso porque inquietas mucho a tu familia. La soledad del poder no es bonita, y creo que deberíamos de tratar todos que no haya tantas tempestades, porque a veces se generan tempestades en vasos de agua y a veces esto te pega en la salud, pues uno no es de madera... yo creo que cuando las angustias se prolongan por varios días, pues sí te sientes mal, no moralmente, porque esto ya lo conozco, ya lo he vivido, pero sí es desgaste físico.

    La sensación de soledad yo la superé, porque luego vienen otros problemas y te ocupas... Ojalá fuera yo tan importante como para decidir la paz en Chiapas, porque así fuera, pues entonces díganme en dónde firmo y listo.

    Gobernador de Querétaro Ignacio Loyola Vera, entrevistado en la radio Multimundo. Citado en Quehacer político, 3 de marzo de 2001.

    * * * * *

    La mayoría de los discursos de la marcha coinciden en todo con los del día anterior. Hay sorpresas, como la joven de Copalillo que habla en Iguala:

    Tomo el estrado por asalto. A los ricos siempre les hemos pagado el precio de nuestra pobreza. Pero no venimos aquí a llorar porque nos cierran la puerta. Hoy somos la puerta. ¿Quién lo podría decir mejor?

    El río de No volverás

    En Iguala, el 7 de marzo, el subcomandante Marcos pronuncia su discurso más inquietante o menos convincente. Por lo menos eso creo:

    La presencia y accionar de varias organizaciones político-militares demuestran que México está lejos de haber cambiado. El EZLN está lejos a estas organizaciones, entre el ERPI, al EPR, y a las FARP, por mencionar algunas, a quienes agradecemos las condiciones que han facilitado nuestro paso por los territorios de su área de influencia e interés.

    Se sigue abonando el terreno del descontento social y si no hay diálogo ni salidas políticas y pacíficas reales, este descontento derivará, tarde o temprano, en la vía armada.

    Por mandato de sus bases de apoyo, las comunidades indígenas del sureste mexicano, el EZLN ha decidido insistir en la vía del diálogo. Por igual mandato, el EZLN ha pedido al gobierno federal tres señales. Su cumplimiento será respondido con el inicio del diálogo serio y respetuoso.

    Es forzoso anotar las discrepancias. En materia de agradecimientos, muchos otros han contribuido al paso del EZLN por los territorios de su área de influencia e interés. Y lo más importante, por hondo que sea el descontento social, y lo es en demasía, el EZLN ha entablado un diálogo animadísimo con la sociedad civil y el no estar solos se traduce en salidas políticas y pacíficas muy reales. Para quienes han hecho suya la causa indígena, y no temo generalizar, la vía armada no es ni de lejos una

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