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En los márgenes: Rhodakanaty en México
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En los márgenes: Rhodakanaty en México
Libro electrónico177 páginas2 horas

En los márgenes: Rhodakanaty en México

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En los márgenes. Rhodakanty en México cuenta la vida en México del socialista fourieriano Plotino Constantino Rhodakanty. Habla de la fundación de la Social, de sus ideas religiosas (panteísmo spinozista) y políticas (derechos de las mujeres, reforma agraria para resolver la cuestión indígena, organización obrera) y sus problemas de pobreza como parte de las migraciones mexicanas durante el siglo XIX.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 dic 2019
ISBN9786071665362
En los márgenes: Rhodakanaty en México
Autor

Carlos Illades

Carlos Illades is a distinguished professor at the Universidad Autónoma Metropolitana in Mexico City and has been a visiting fellow at Harvard, Columbia, Universitat Jaume I, and other institutions. He is a member of the Mexican Academy of Sciences, chair member of the Mexican Academy of History, and is a Level 3 (Top-tier) National Researcher. His books include Estado de guerra. De la guerra sucia a la narcoguerra (2014, with Teresa Santiago) and El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México (2018).

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    En los márgenes - Carlos Illades

    Agradecimientos

    PREFACIO

    Aunque los historiadores se resistan a admitirlo, la elección de temas de estudio y enfoques teóricos no es ingenua y menos accidental. Ensimismados en la Babel académica, los profesionales de la Historia se piensan a sí mismos autónomos, inmersos en un pasado que sólo ellos entienden, propietarios de sus fuentes, a resguardo de los vaivenes de la política. Cuesta trabajo, sin embargo, encontrar algún saber más perturbado por ésta: la Historia —objeto y campo de conocimiento a la vez— despierta una tentación grande. De igual forma, las omisiones no son simples descuidos, objetos extraviados por falta de testimonios documentales o de otra índole: revelan sesgos y tendencias. No es casual, por tanto, que los subalternos y sus discursos políticos estén en segundo plano, habitualmente alejados del mainstrem de la disciplina y fuera del radar editorial adicto a la literatura histórica de fácil digestión.

    La historiografía dominante presenta un siglo XIX tironeado por la disputa entre liberales y conservadores, a la vez que soslaya la presencia socialista advertida por José Cayetano Valadés, Gastón García Cantú, John Mason Hart, Paco Ignacio Taibo, Pierre-Luc Abramson y Teo Romvos. Asume aquélla incluso que el espectro socialista nacional fue copado por el liberalismo y el catolicismo sociales, ignorando el primer socialismo. ¿Quién si no éste vindicó los derechos de trabajadores, mujeres e indígenas? ¿Alguien más colocó la cuestión social en el centro de su ideario? ¿Otros discursos políticos plantearon la armonía de los diferentes? ¿La democracia social tuvo algún promotor fuera del círculo socialista? ¿Alguna otra ideología pretendió diluir el Estado en un contrato social nuevo, justo y equitativo? ¿Quién de los rivales ideológicos del socialismo romántico planteó formar la república del trabajo o, cuando menos, defender los derechos sociales? ¿Hubo acaso críticos más radicales del positivismo, doctrina que los socialistas no sólo consideraban anticientífica sino cómplice del statu quo?

    Este volumen no es un homenaje a un autor desconocido, ni busca edificar un mausoleo alternativo a los héroes de la izquierda, antes bien, aspira a restituir la complejidad del debate político e intelectual del siglo XIX, introduciendo a un actor minimizado por el discurso historiográfico dominante, decimonónico todavía en muchos sentidos. Amenaza real o imaginaria, la opción socialista, verbalizadora de las aspiraciones de los subalternos, despertó un miedo cerval entre las clases propietarias, las élites liberales y conservadoras, y traspasó la naciente ciencia social, como bien puede leerse en los textos de los positivistas más renombrados o de espiritualistas conspicuos, unidos no por su filosofía, sino por el temor hacia las clases populares soliviantadas por los socialistas.

    Plotino Constantino Rhodakanaty es la figura de mayor estatura intelectual del socialismo decimonónico mexicano, también fundador de La Social, primera organización de la izquierda nacional. Durante tres décadas el homeópata heleno hizo cuanto pudo para divulgar el ideario socialista, el panteísmo espinosista, la frenología, la psicología, el idealismo alemán y la ciencia moderna en la escuela libre que montó en la Ciudad de México. Además, fue mentor ideológico de Julio López, el agrarista mexiquense que se rebeló contra el gobierno juarista pugnando por el reparto agrario. El médico griego participó destacadamente en los debates del Congreso Obrero de 1876, defendió el derecho de la mujer al divorcio y la educación, el salario digno y la jornada laboral de 50 horas semanales para los trabajadores, así como la ley agraria para resolver la cuestión indígena. Rhodakanaty cooperó con las iglesias evangélicas que proliferaron con la Reforma liberal sin desdoro de su concepción acerca de la divinidad, que rebasaba los marcos estrechos de los distintos ritos religiosos.

    Me gustaría saber mucho más acerca de la vida del socialista heleno que cuando comencé esta investigación a mediados de los noventa del siglo pasado. Que no sea tanto como habría deseado puede achacarse a mí, pero prefiero atribuirlo a los datos escasos, fragmentarios e inciertos que poseemos de Rhodakanaty, de manera tal que cada nuevo descubrimiento desmiente dos o tres cosas que dábamos por sentadas hace poco todavía. No obstante, la calidad de la información de la que disponemos actualmente es mejor que la de la historiografía precedente y podría decir en mi descargo que realicé búsquedas exhaustivas en bibliotecas mexicanas, estadunidenses y europeas, lo cual me permitió conocer bien la estancia del médico griego en México y reunir las piezas idóneas para descifrar su acción política y producción intelectual en el país donde pasó la segunda parte de su vida hasta morir en 1890. Queda en manos del lector confirmar si esto es cierto.

    Chapultepec, febrero de 2019

    I. "UN CABALLERO CULTO,

    DE ELEGANTE APARIENCIA Y MUCHO CONOCIMIENTO"

    LA VIDA de Plotino Constantino Rhodakanaty es un enigma. Los historiadores griegos no conocen más que su actividad en México. Y nosotros sabemos muy poco de él antes de 1870. Recientemente, un tenaz historiador mormón esclareció la causa y la fecha del fallecimiento del médico heleno, disipando la bruma que había sobre sus últimos años. No obstante, los escasos datos biográficos de Rhodakanaty, procedentes de Valadés, son inciertos, pero casi siempre son los únicos disponibles. Otros autores ni siquiera lo consideran parte del utopismo mexicano. Hasta hace poco estuvo ausente de las historias de la filosofía, a pesar de tratarse de uno de los introductores de la filosofía alemana en nuestro país. Tampoco hay consenso en cuanto a la caracterización ideológica de Rhodakanaty: socialista antiautoritario (Valadés); socialista cristiano (García Cantú); socialista libertario, anarquista, revolucionario, prudhonista-bakuninista que anticipa el trabajo posterior de Kropotkin (Hart); idealista progresista, realista utópico, émulo de los misioneros franciscanos (Abramson); anarquista (Romvos). Sin negar la influencia de Proudhon, yo lo identifico más con el primer socialismo.¹

    Parte de la familia Rodocanachi o Rhodokanakes abandonó Grecia durante la guerra de liberación contra los turcos (1821-1829), trasladándose a Marsella, Viena, Londres, Livorno y Odesa. Algunos de ellos destacaron en las artes y las letras europeas de los siglos XIX y XX. Acaso sea ésa la estirpe de Plotino Constantino Rhodakanaty, quien posiblemente castellanizara sus nombres y apellido antes de llegar a México. Se aventura el origen de la familia en Rodas y que la línea inmediata a la que pertenece Plotino Constantino residía en Londres al despuntar el siglo XIX. Para otros la nacionalidad de Rhodakanaty era espuria: hemos oído decir que […] fue un médico mexicano que tuvo la peregrina idea de cambiar de nombre, querer hacerse pasar por griego de nación y propagar el espinosismo. "Francisco Requelme o Rodacanati [sic] era genuino mexicano, asegura Amando Pérez. Y el misionero Moses Tatcher asevera que la madre de Plotino Constantino era quien había nacido en México, y lo describe como un caballero culto, de elegante apariencia y mucho conocimiento".²

    Valadés afirma que Rhodakanaty nació en Atenas el 14 de octubre de 1828. Que su padre, médico y escritor, combatió contra los turcos y falleció antes de la Conferencia de Londres de 1830. Y la madre habría llevado al niño a Austria para que viviera con los abuelos. Sin embargo, cuando Rhodakanaty registró a su hijo Plotino Nefi en la Ciudad de México en 1881 tenía 47 años, según consignó el libro de actas, por lo que habría nacido en 1833 o 1834. De ser así, el padre de Plotino Constantino no habría muerto en la guerra de independencia griega; quizá poco después. También según Valadés, Rhodakanaty estudió medicina en la Universidad de Viena, fundada en 1365 y de gran prosapia. Entonces, la capital austriaca constituía un baluarte de la cultura europea en donde florecería una de las tradiciones socialistas más robustas del continente. Tal vez a principios de 1848 el estudiante de medicina partiera a la convulsa Budapest, que experimentaba la revolución democrática de Lajos Kossuth.

    El joven griego habría reanudado en Berlín la carrera de medicina, ciudad adonde acaso cambiara de residencia su familia aquel año, permaneciendo en la capital prusiana tal vez hasta 1857. Probablemente Rhodakanaty visitara París en 1850 para conocer personalmente a Pierre-Joseph Proudhon, pero no hay evidencia alguna de un eventual contacto. Quizá en 1857 el médico heleno se mudó definitivamente a la Ciudad Luz, donde se presume que publicó un folleto titulado De la naturaleza.³ Allí Rhodakanaty habría profundizado sus estudios de filosofía y aprendió otros idiomas —ya hablaba cuando menos griego, alemán y posiblemente francés—, entre ellos el castellano.

    En estos años formativos, y por la geografía recorrida, Rhodakanaty quedó expuesto a dos influencias intelectuales que cristalizaron en su pensamiento de madurez: el romanticismo y el primer socialismo, ambos enmarcados en acontecimientos históricos capitales que definieron el curso del socialismo internacional: las revoluciones de 1848 y la Comuna de París. El romanticismo constituye para Isaiah Berlin el cambio más radical de la conciencia occidental de los últimos dos siglos; germinó en Alemania entre 1760 y 1830, cuestionando la universalidad ilustrada por medio de una rebelión pasional basada en la libertad, la autenticidad, el impulso revolucionario y la recuperación del pasado perdido. Los románticos asumían que el hombre era parte de la naturaleza y desde su interior estaba en posibilidad de conocerla. A través del espíritu humano, la naturaleza cobraba conciencia de sí y de las leyes de su funcionamiento. Por eso Novalis advierte los dos caminos para llegar a la ciencia de la historia humana: uno, penoso, interminable y lleno de rodeos, el camino de la experiencia, y otro, que es casi un salto, el camino de la contemplación interior.

    Los románticos también intentaron recuperar la espiritualidad perdida con las Luces:

    Según ellos, los hombres y mujeres de la Ilustración habían cometido una grave injusticia con la religión y eran responsables de todos los males que el mundo había padecido desde entonces. Los resultados se inscribían en la historia reciente: la atea Revolución francesa y una calamitosa retirada de la verdadera fe del centro de la vida hacia la periferia.

    Mientras Alemania se tornaba romántica, Francia se pintaba de rojo con la emergencia del socialismo y el movimiento obrero. Ambos añadieron a la democracia el vocablo social. La noción liberal —la representación de los ciudadanos en el cuerpo político— quedó corta al asumirse que la democracia sería para todos (no únicamente para las clases propietarias), abarcaría también la esfera económica y colocaría como condición sine qua non de la facultad de elegir del ciudadano el estar libre de la coacción representada por la dominación o la necesidad. En la Primavera de los Pueblos de 1848 el socialismo demandó el reconocimiento de derechos universales (asociación, manifestación, expresión, trabajo, etc.), además de la ampliación del sufragio hacia los grupos mayoritarios de la sociedad,⁶ incluido el sexo femenino. Y las clases populares incorporaron demandas propias. Al mediodía del 25 de febrero,

    un obrero, con fusil en la mano, penetró en la sala de deliberaciones [del gobierno provisional]. Se llamaba Marche, aunque no sabemos nada de él, ni de los que representaba. Tal vez su estatura de atleta y su cara voluntariosa propiciaran su elección. A modo de introducción a su discurso, dio un culatazo en el suelo. ¡Ciudadanos! ¡La organización del trabajo, el derecho al trabajo para dentro de una hora! Ésta es la voluntad del pueblo. El discurso resultaba un modelo de brevedad.

    La Comisión del Luxemburgo, presidida por el socialista Louis Blanc, enfrentó la demanda del derecho al trabajo, para lo cual formó talleres nacionales, además de reducir una hora de la jornada laboral para solventar el desempleo. Blanc y Victor Considerant, miembro también de la comisión, eran partidarios de la educación libre y laica, de ofrecer créditos baratos para formar cooperativas de producción y consumo, de los impuestos progresivos, los derechos laborales y la jornada de 10 horas, la nacionalización de minas y ferrocarriles, así como de liquidar el feudalismo financiero. La semana laboral de 50 horas y la organización del trabajo fueron reivindicaciones capitales de la Primavera de los Pueblos.

    En todos lados derrotaron a las revoluciones románticas, pero el espíritu del 48 no murió con ellas. De hecho, cundió en la geografía latinoamericana, y coadyuvó a la difusión del primer socialismo en el subcontinente. Juan Bustamante esbozó en Perú una doctrina igualitaria que incorporaba a los indígenas. El colombiano Manuel María Madiedo incentivó la participación popular en la vida republicana bajo la perspectiva de un Estado sustentado en la justicia y la armonía social. El sansimoniano Francisco Bilbao publicó en 1844 La sociabilidad chilena, en Valparaíso. El argentino Esteban Echeverría dio a conocer en 1846 en Montevideo su Dogma socialista. El brasileño José Ignacio Abreu e Lima escribió O socialismo (1855) y el homeópata Benoît Jules Mure propagó

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