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Yo te bendigo vida
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Libro electrónico185 páginas1 hora

Yo te bendigo vida

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La pasión de Carlos Monsiváis por la literatura mexicana y en particular por la poesía, es bien conocida. Su Antología de la poesía mexicana del siglo XX es ya un clásico imprescindible Su prodigiosa memoria le permitía citar sin titubeos poemas del Romanticismo, del Modernismo, de Los contemporáneos (Gorostiza) o de Huerta, Paz. Escucharlo convers
IdiomaEspañol
EditorialProceso
Fecha de lanzamiento14 sept 2022
ISBN9786077876984
Yo te bendigo vida
Autor

Carlos Monsiváis

Desde muy joven colaboró en suplementos culturales y medios periodísticos mexicanos. Estudió en la Facultad de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y teología en el Seminario Teológico Presbiteriano de México. Asistió al Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard en 1965. Gran parte de su trabajo lo publicó en periódicos, revistas, suplementos, semanarios y otro tipo de fuentes hemerográficas. Colaboró en diarios mexicanos como Novedades, El Día, Excélsior, Unomásuno, La Jornada, El Universal, Proceso, la revista Siempre!, Fractal, Eros, Personas, Nexos, Letras Libres, Este País, la Revista de la Universidad de México, entre otros. Fue editorialista de varios medios de comunicación.

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    Yo te bendigo vida - Carlos Monsiváis

    Índice de contenido

    Portada

    Portadillas

    Página Legal

    Dedicatoria

    Nota preliminar

    I LOS AÑOS PRIMEROS. LA FORMACIÓN y LA VOCACIÓN

    II JACONA Y MAZATLÁN

    III VIAJE DE UN LARGO DÍA HACIA EL AMANECER

    IV LA VIDA LITERARIA Y LA REVISTA MODERNA

    V ATMÓSFERAS

    VI NERVO EN PARÍS

    VII EL MODERNISMO

    VIII NERVO DIPLOMÁTICO

    IX NERVO NARRADOR SÁCIATE AHORA CARNE

    X LAS PASIONES INTERNAS Y EXTERNAS

    XII ESTE LIBRO EN QUE LATEN LAS ORGÍAS

    XIII EL AGUA QUE CORRE BAJO LA TIERRA

    XIV EL FINAL: VIDA, NADA ME DEBES

    EPÍLOGO QUE REPARA UNA GRAN OMISIÓN ANTOLÓGICA

    portasolapaportadilla

    Ediciones Proceso. Coordinador: Juan Guillermo López G.

    Edición y corrección: Audrey Omar Rodríguez, Isabel del Valle

    Diseño y formación: Alejandro Valdés Kuri, Fernando Cisneros Larios

    Yo te bendigo vida

    Amado Nervo: Crónica de vida y obra

    Primera edición: 2002

    Primera edición en Ediciones Proceso: septiembre 2019

    D.R. © 2019, Comunicación e Información, S.A. de C.V.

    Fresas 13, colonia Del Valle, delegación Benito Juárez

    C.P. 03100, Ciudad de México

    D.R. © Carlos Monsiváis

    edicionesproceso@proceso.com.mx

    Queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía, el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares de la misma mediante alquiler o préstamo públicos.

    Los editores nos declaramos a disposición de los propietarios de los derechos de autor que se hayan omitido.

    ISBN: 978-607-7876-93-9

    Impreso en México / Printed in Mexico

    A

    Hilda Trujillo

    Víctor Acuña

    Armando Colina

    Gerardo Estrada

    NOTA PRELIMINAR

    La fama literaria de Amado Nervo, como la de casi todos los poetas de crédito institucional, se cifra por lo común en las todavía amplísimas resonancias de su nombre, en su caso tan a prueba del olvido. Pero, de muy distintos modos, la obra persiste en la memoria colectiva y en la cultura popular, por haber sido tan determinante en la sensibilidad de una época. Gracias a su arraigo, Nervo resiste la (sucesiva) pérdida del aprecio histórico por la poesía modernista, la poesía rimada, el temperamento devocional, la filosofía de la vida, la cultura del siglo xix , los versos que reaparecen siempre en donde no se lee. Y el prestigio se justifica porque, en una selección cuidadosa, son numerosos los textos de Nervo sostenidos por el oído literario perfecto, pasión que identifica creencias y comportamientos, y la destreza que sobrevive muy bien a las caídas en el facilismo.

    En septiembre de 1919, en Bogotá, en el Homenaje a Amado Nervo, Carlos Pellicer celebra la vida fuerte y prolífica en la fiesta concéntrica del mundo, y se apropia del idioma del autor de En paz. Las líneas pellicerianas bien podrían servirme de epígrafe:

    Vida

    ¡generosa y magnífica!

    Alégrate más, alégrate,

    el poeta es ya tuyo.

    El hijo del Ensueño y de la Esfinge

    llegó a tu corazón. Sobre el planeta

    cruza la escuadra aérea

    de las palomas de la paz.

    Epílogo de la nota preliminar

    Estas páginas intentan ser, a la vez, una crónica y una mínima antología. Casi todas las citas de Nervo provienen de los dos tomos de Obras completas, Editorial Aguilar, 1952, edición, estudios y notas de Francisco González Guerrero (prosas) y Alfonso Méndez Plancarte (poesía).

    004

    Amado Nervo • ca. 1870 / Col. Familia Padilla Nervo

    nayarit

    Tepic, Nayarit / ca. 1910

    I

    LOS AÑOS PRIMEROS. LA FORMACIÓN y LA VOCACIÓN

    ¡Qué suerte llamarse Amado Nervo!

    El 21 de agosto de 1906, en respuesta a la solicitud de datos biográficos que le hace el profesor Librado Acevedo, Nervo es conciso:

    Desgraciadamente pocos puedo proporcionarle, porque mi vida ha sido muy poco interesante. Como los pueblos felices y las mujeres honradas, yo no tengo historia: Nací en Tepic (hoy capital del territorio del mismo nombre) el 27 de agosto de 1870. Soy descendiente de una vieja familia española que se estableció en San Blas a principios del siglo pasado. Hice mi instrucción primaria en las modestas escuelas de mi ciudad natal; muerto mi padre cuando yo tenía nueve años, mi madre me envió a un colegio de Padres Romanos, al de Jacona, en Michoacán, que entonces gozaba de cierta fama. En este colegio y después en el seminario de Zamora, Michoacán, hice mis estudios preparatorios, empezando, naturalmente, por el latín...

    Una característica de los cronistas infatigables es el cúmulo de versiones, sobre un acontecimiento o una etapa, que van integrando a lo largo de su carrera. Nervo, presionado por el periodismo, evoca con regularidad sus primeros años en Tepic:

    Mi nombre de bautizo fue José Amado Nervo Ordaz, pero desde pequeño mi madre sólo me decía Amado, así que crecí siendo el Amado de mi dulce madre. Mi padre tenía un almacén, El Puerto de San Francisco, desde donde se relacionaba con las familias tepiqueñas de la época. (Artículo en El Estado de Jalisco.)

    En el caso de la familia Nervo lo típico es también lo considerado clásico por la tradición de clases medias de provincia: seis hermanos (Francisco, Luis, Rodolfo, Ángela, Elvira y Concha), dos hermanas adoptivas (Virginia y Catalina Cadenne), un colegio particular manejado por dos solteronas muy devotas, la Parroquia que es el centro de las vidas, un maestro de música ciego... Pueblo feliz, el Tepic de la década de 1870 apenas tiene historia, y bien se le pueden atribuir los rasgos inventariados de la Suave Patria: comercio y agricultura no muy prósperos, naranjos en flor, golondrinas, cenzontles, rosales, profusión de macetas, un mercado donde se congregan aquellos rumores a punto de ser pequeña historia, templos donde no cabe ni un alma el día del santo del pueblo... y las cuatro o cinco familias que son el centro (y a veces los alrededores) de la Buena Sociedad lugareña. Y la plaza, el territorio donde podíamos correr, escondernos, jugar, y en donde el costumbrismo se vuelve desfiladero providencial. Anota Nervo: El agua al amanecer... Las noches eran profundas. En las épocas de agua, los cocuyos iluminaban con sus alas de oro y verde. Y también, desde dentro de las casas es posible adivinar si las personas que pasan van descalzas, si llevan huaraches o zapatos. De todo esto, y de lo imprecisable se nutre la vocación tempranera de Nervo:

    Empecé a escribir siendo muy niño, y en cierta ocasión, una hermana mía encontró mis versos, hechos a hurtadillas, y los leyó en el comedor a toda la familia reunida. Yo escapé a un rincón. Mi padre frunció el ceño. Y eso fue todo. Un poco más de rigidez y escapo para siempre. Hoy sería, quizá, un hombre práctico. Habría amasado una fortuna con el dinero de los demás, y mi honorabilidad y mi seriedad me abrirían todos los caminos. Pero mi padre sólo frunció el ceño... Por lo demás, mi madre escribía también versos, y también a hurtadillas. Su sexo y sus grandes dolores la salvaron a tiempo, y murió sin saber si tendría talento: ahora lo habrá descubierto con una sonrisa piadosa. (Madrid, 1907.)

    Nervo a veces no es tan exacto y, digamos, declara fallecido a su padre cuando él tenía nueve años de edad (tenía trece). En cambio, como documenta Lourdes C. Pacheco Ladrón de Guevara, en su excelente antología del Nervo entusiasta de su pueblo natal (Tepic de Nervo, Cecan, Col. Rescate, 2001), es puntual en sus descripciones:

    Al final del barrio del Santuario se encontraban dos construcciones: el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, por el que se conocía el barrio, y el hospital civil, que antes se llamaba de San José. El templo no tenía atrio, sino cementerio. Lo teníamos que cruzar para llegar a la pequeña capilla de Guadalupe de una sola nave. El hospital tenía altas ventanas y desde fuera veíamos los corredores de arquería, frescos y ventilados. Por un costado se hallaba la puerta por donde sacaban a los muertos.

    En el caso de Nervo, de ninguna manera excepcional, es primordial la recuperación literaria de su niñez. Así no sepa categóricamente que Infancia es destino, sí percibe el influjo de los años del comienzo. Ser niño en la provincia mexicana de la segunda mitad del siglo xix y en el espacio de las clases medias, es la creencia perdurable que es un repertorio de gestos y actos de sinceridad, que es el aprendizaje de la dicha a través de la represión y el pintoresquismo. En las reconsideraciones de la provincia, ésta suele ser el paraíso perdido, el tiempo donde la felicidad parece inevitable porque lo otro es asumir sin mediación alguna lo que se vive:

    La casa donde vivíamos, como otras del centro de Tepic, tenía una tapia enjalbegada con un tejadillo de tejas rojas. A la mitad de la pared del frente había un zaguán de madera para que pasara una carreta. Al lado derecho estaba el postigo, puerta más pequeña para que la gente pasara una por una. Dentro se encontraba un corral pequeño donde mi madre tenía geranios, amapolas, un árbol de limón y diversas plantas que usaba en la cocina. Al

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