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Adictos a la comida
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Libro electrónico392 páginas6 horas

Adictos a la comida

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La educación, la cultura, los hábitos de vida, la influencia de los medios de comunicación, la química cerebral…. Todos estos y otros factores determinan nuestra relación con la comida. Nuestro comportamiento alimentario explica por qué algunos alimentos, como si fuesen auténticas drogas, crean una peligrosa adicción. Esa dependencia puede conllevar todo tipo de trastornos alimentarios, entre los que destaca la obesidad, pero también el trastorno por atracón, la anorexia o la bulimia, que a su vez son una espiral de mala salud física y psíquica global.
IdiomaEspañol
EditorialLibsa
Fecha de lanzamiento1 dic 2021
ISBN9788466241793
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    Adictos a la comida - Armando Piccinni

    ARMANDO PICCINNI es licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Pisa y especialista en Neurología y Psiquiatría. Hasta 1994 fue jefe de Neuropsiquiatría en el hospital Veinticinque en Taranto y desde 1994 hasta 2018, jefe del Hospital de Día de la Clínica Psiquiátrica de Pisa. Actualmente es profesor de la Universidad Unicamillus de Roma y presidente de la Licenciatura de Ciencias de la Enfermería.

    En 2015 estableció la Brain Research Foundation en Italia, como el Instituto de Investigación Científica en Psiquiatría y Neurociencia (BRF), del que es actualmente presidente y con el que participa en congresos y seminarios y ha publicado multitud de artículos en revistas especializadas.

    Entre sus áreas de investigación, destaca el trastorno bipolar, la enfermedad de Parkinson, la relación del estado de ánimo y el deterioro cognitivo, las adicciones conductuales y especialmente, la adicción a la comida.

    La educación, la cultura, los hábitos de vida, la influencia de los medios de comunicación, la química cerebral… Todos estos y otros factores determinan nuestra relación con la comida. Nuestro comportamiento alimentario explica por qué algunos alimentos, como si fuesen auténticas drogas, crean una peligrosa adicción. Esa dependencia puede conllevar todo tipo de trastornos alimentarios, entre los que destaca la obesidad, pero también el trastorno por atracón, la anorexia o la bulimia, que a su vez son una espiral de mala salud física y psíquica global.

    Una buena información sobre el proceso alimentario, los síntomas de cada cuadro clínico y sus consecuencias es un buen paso para combatir este mal de nuestro tiempo, en el que la sobrealimentación ha resultado ser uno de los peores enemigos del ser humano.

    © 2022, Editorial LIBSA

    C/ Puerto de Navacerrada, 88

    28935 Móstoles (Madrid)

    Tel. (34) 91 657 25 80

    e-mail: libsa@libsa.es

    www.libsa.es

    ISBN: 978-84-662-4179-3

    Derechos exclusivos de edición para todos los países de habla española.

    Traducción: Elvira Jaén Pérez

    Título original: Drogati di cibo

    © Armando Piccinni, MMXVI, Giunti Editore, S,p.A, Firenze-Milano

    Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sgts. Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos vela por el respeto de los citados derechos.

    A mi mujer Vincenza,

    mi compañera de vida.

    AGRADECIMIENTOS

    Gracias a mi familia: a mi mujer Vincenza por la paciencia con la que ha apoyado el esfuerzo que ha supuesto este libro, a mi hijo Federico por animarme siempre, a mi hija Flavia, sin cuya aportación este volumen nunca habría visto la luz.

    Un agradecimiento especial para la profesora Liliana Dell’Osso, a quien me une una profunda amistad además de una gran estima; al Dr. Antonello Veltri por contribuir a la redacción del capítulo «Comida y psiquiatría».

    Gracias a Kylee Doust por creer desde el principio en este proyecto.

    Y gracias a la editorial Giunti.

    Un agradecimiento especial a todos los pacientes que durante estos años han acudido a mi consulta. Espero haber conseguido aliviar algo de su sufrimiento.

    CONTENIDO

    NOTA DEL AUTOR

    DE ADICTOS A LA COMIDA A ADICTOS A LA SOBREALIMENTACIÓN

    INTRODUCCIÓN

    PRIMERA PARTE: COMIDA: ESTÍMULOS, GUSTO Y DEPENDENCIA

    I. ELEGIR LA COMIDA

    ¿Por qué somos tan diferentes en la mesa? • ¿Cómo se forma el gusto? • ¿Por qué existe un sabor preferido? • La elección inconsciente • El poder de la rutina • El umbral del placer • Experiencias negativas: el aprendizaje aversivo • La exposición a nuevos alimentos: la paradoja de los omnívoros • El aprendizaje social • El papel de los padres • El papel de los medios de comunicación • La comida como recompensa • La comida y el control de la alimentación

    II. LOS CINCO SENTIDOS

    El gusto • El sabor y el gusto • ¿Qué identifica un sabor básico? • ¿Cómo se forma nuestro gusto? • El olfato • Los aromas • Olores y olores • ¿Es más útil el gusto o el olfato? • Para saber más

    III. HAMBRE Y SACIEDAD

    ¿Por qué empezamos y dejamos de comer? • Una balanza llamada «homeostasis» • Las tres hipótesis • Conclusión

    IV. COMIDA Y ESTRÉS

    Estrés: los extremos a la hora de comer • La paradoja de la alimentación en situaciones de estrés • El estrés crónico y la comfort food, 74 • Estrés y obesidad • ¿Por qué tantas hipótesis? • Alimentación emocional y estrés • Estrés, depresión y comida

    V. LA MENTIRA DE LA COMIDA INDUSTRIAL

    La elaboración del alimento perfecto • Un triángulo peligroso • Engordar comiendo • Los tiempos en la comida • El aprendizaje • Alimentos líquidos y alimentos sólidos • Fast food o slow food • La sopa • Los estímulos visuales y la atención • Comer sin pensar • El mensaje esquizofrénico • La alimentación infantil • El chocolate • La cafeína • El alcohol • Conclusiones

    VI. COMER ES UNA DROGA

    Dependencia y dependencias • Tentaciones irresistibles • Los circuitos de recompensa y el sistema dopaminérgico • Los estimulantes • Comida y dependencia • Craving y adicción • La saciedad sensorial específica y el papel de los opioides

    SEGUNDA PARTE: LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS

    I. OBESIDAD

    Índice de masa corporal • Los datos • Las causas de la obesidad • La obesidad: una constante evolución • Teorías genéticas • Teoría del metabolismo • Teoría de los adipocitos • La regulación del apetito • Teoría emotiva • La obesidad y los alimentos grasos • Dónde se desarrolla la obesidad • ¿Los obesos comen realmente más que los demás? • La actividad física • Consecuencias de la obesidad • Obesidad y problemas psicológicos

    II. LOS TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA

    Pasado y presente • Modelos y antimodelos • Comida, abuso y deporte • Señales de alarma • La importancia del diagnóstico

    III. ANOREXIA NERVIOSA

    La historia de Marta • Factores de riesgo • Causas biológicas • Criterios diagnósticos • Características clínicas • Los pródromos • Trastornos psiquiátricos asociados a la anorexia • Evolución y pronóstico • Complicaciones médicas • Tratamiento

    IV. BULIMIA NERVIOSA

    La historia de Bárbara • Criterios diagnósticos • Características clínicas • Trastornos asociados • Evolución y pronóstico • Complicaciones médicas • Tratamiento • Los pródromos

    V. TRASTORNO POR ATRACÓN

    La historia de Juan y Estela • Criterios diagnósticos • Trastorno por atracón, bulimia y anorexia nerviosa • Características clínicas • Trastornos asociados • Diagnóstico y tratamiento

    VI. NUEVOS PROBLEMAS ALIMENTARIOS

    Trastorno alimentario no especificado • Adolescencia y trastornos no especificados • Anorexia nerviosa atípica • Anorexia típica y atípica • Purging disorder Binge drinking Body checking • Trastornos nocturnos de la conducta alimentaria • Trastorno de alimentación relacionado con el sueño

    VII. TRASTORNOS DE LA ALIMENTACIÓN EN LA INFANCIA Y LA ADOLESCENCIA

    Anorexia nerviosa en la infancia y la adolescencia • Bulimia nerviosa y trastorno por atracón en la infancia y adolescencia • Obesidad infantil • Pica • Trastorno de rumiación • Trastorno de alimentación selectiva y otros problemas alimentarios atípicos • Trastorno por evitación emocional del alimento (food avoidance emotional disorder, FAED) • Fobia alimentaria y trastorno obsesivo-compulsivo • Disfagia funcional • Vómito psicógeno • Rechazo a la comida • Conclusión

    APÉNDICE: COMIDA Y PSIQUIATRÍA

    Escala de adicción a la comida de Yale (Yale food addiction scale) Gearhardt, Corbin, Brownell, 2009, 245

    BIBLIOGRAFÍA

    NOTA DEL AUTOR

    El objetivo de este libro no consiste en dar consejos de salud a los lectores. No pretende ofrecer indicaciones terapéuticas ni erigirse como instrumento para formular diagnósticos.

    Su finalidad principal radica en ofrecer información que profundice en cuestiones relacionadas con el comportamiento alimentario del ser humano; ilustrar y difundir los principales cuadros clínicos, tanto en adultos como en niños, que pueden llegar a presentarse en ocasiones de forma sutil, incompleta, subliminal, a través de síntomas aislados o manifestaciones atípicas. La cantidad de personas afectadas por estos trastornos poco reconocidos y raramente diagnosticados supera con creces a las que los sufren en sus formas típicas, a menudo claras y evidentes incluso a ojos de un profano. Estas personas no suelen ser conscientes de tener un problema, y es esta falta de conciencia lo que conduce a convivir con ellos toda la vida, sufriendo las consecuencias sin llegar jamás a comprender su naturaleza.

    La descripción de estas manifestaciones puede contribuir a que las personas afectadas se cuestionen la posibilidad de estar viviendo un problema de naturaleza alimentaria, aunque sea de forma atenuada e incompleta. Reconocer las patologías que albergamos inconscientemente es el primer paso para combatirlas. Es precisamente a los que sufren un trastorno alimentario subyacente o manifiesto a quienes está dedicado este libro.

    DE «ADICTOS A LA COMIDA» A «ADICTOS A LA SOBREALIMENTACIÓN»

    Han pasado ya unos años desde que planteamos la publicación de Adictos a la comida. Un tiempo relativamente breve, en el que, sin embargo, la relación entre el hombre y la alimentación, la dependencia de la comida y la sobrealimentación han gozado de un creciente interés a nivel mundial, contando con cientos de estudios científicos dirigidos a explorar su naturaleza e identidad. La comprensión de los mecanismos fisiopatológicos y los datos propuestos por la literatura científica más reciente dan fuerza a la hipótesis según la cual la comida puede generar dependencia. Los modelos animales también fundamentan esta tesis a través de comportamientos que se asemejan a la sobrealimentación y otras conductas propias de la dependencia farmacológica.

    Debemos recordar que las necesidades primarias –comer, beber, el instinto de la reproducción y el cuidado de la prole– comparten una cuota de necesidad y una cuota de placer. De la misma forma que el sexo no está exclusivamente destinado a la procreación, la comida no puede definirse como un simple medio para alimentarse, puesto que comprende una infinita fuente de placer. Fuente que nos empuja a comer cuando no estamos hambrientos y a elegir alimentos con una alta cantidad de carbohidratos, azúcares y grasas, de forma que encontramos en la comida una manera de automedicarnos, de mimarnos, de consolarnos. No obstante, el concepto de dependencia alimentaria ha topado con notables resistencias, puesto que –como explicaré en las páginas de este libro– todos nos encontramos necesariamente sometidos a la comida para poder sobrevivir. Resulta complejo demostrar que existe un límite más allá del cual el comportamiento alimentario normal, indispensable para la supervivencia, pueda convertirse en un enemigo patológico causante de enfermedades y complicaciones que llegan a ser mortales. Uno de los fundamentos de los diferentes comportamientos alimentarios se basa en las motivaciones que nos empujan a comer: podemos hacerlo para nutrirnos, pero también para mantener nuestra vida emocional equilibrada. Si asumimos ambas motivaciones como naturales, ¿cuál es el correcto equilibrio entre ellas? ¿Cuánto nos empuja a comer la necesidad de saciarnos y cuánto el deseo de recibir placer y alivio?

    El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), considerado el referente de la psiquiatría mundial, incluye un solo comportamiento en el grupo de trastornos de la dependencia conductual no farmacológica: el juego patológico, ya presente en el DSM-III de 1980. Aplicar a la dependencia alimentaria los mismos criterios diagnósticos que la dependencia de sustancias ha provocado numerosas resistencias entre los expertos en la materia. Actualmente, el trastorno por atracón, comprendido entre los trastornos del DSM, parece tener varios aspectos coincidentes con la dependencia alimentaria. El análisis de pautas comportamentales que conducen a la dependencia de algunos alimentos ha revelado una importante dicotomía conductual. Existe un proceso que se inicia con una preferencia por ciertos alimentos, que puede transformarse con el tiempo en ansiedad, para desembocar finalmente, y solo en algunos sujetos, en una verdadera dependencia con síntomas de abstinencia.

    Cuando esto sucede, únicamente con pocos alimentos concretos y en momentos bien definidos puede no derivar en la consecuencia última y más grave de la adicción a la comida: la obesidad.

    Sentirse atraído por un alimento en concreto y preferirlo frente a otros puede crear una condición de equilibrio energético en la que el peso se mantiene constante. En algunos casos y tras un largo periodo, estas situaciones terminan generando desequilibrios nutricionales incluso en ausencia de sobrepeso u obesidad.

    El problema se complica cuando la dependencia de ciertos alimentos no se limita a los considerados preferidos, sino que abarca una cantidad cada vez mayor de categorías alimentarias. De esta forma, y a través de un incremento progresivo de la sensación de hambre, se pasa de la dependencia selectiva y específica de algunos alimentos a la necesidad de ingerir cantidades cada vez más abundantes de sustancias alimentarias. El objetivo cambia y pasa de ser el placer por la comida preferida a la búsqueda de alivio a través de la sensación de plenitud. El sujeto se siente satisfecho solo en el momento en que experimenta la relajación gástrica.

    En estos sujetos el bienestar no depende, por tanto, de un alimento específico, sino que, de forma más genérica, queda condicionado a la ingestión de grandes cantidades de comida. Se pasa de la dependencia cualitativa de una comida o tipo de comida (por ejemplo, los dulces) a la dependencia cuantitativa de cualquier tipo de comida en general: el objetivo se convierte en la necesidad de comer de todo en grandes cantidades. No todos los sujetos que comienzan a desarrollar una dependencia alimentaria terminan supeditados a la necesidad de comer en exceso. Otros sí continúan esa evolución, emprendiendo un camino que conduce ineludiblemente a la obesidad.

    A raíz de esta idea, sería necesario cambiar el título de este libro, Adictos a la comida, por Adictos a la sobrealimentación. La cuestión central, no solo para los médicos y para los afectados por este trastorno, sino también para las personas que conviven con estos últimos, no es tanto la dependencia de un grupo de alimentos en sí –entre los cuales los carbohidratos son los más investigados– como las consecuencias que tal comportamiento acarrea, convirtiéndose en la causa principal del fracaso de las dietas y conduciendo de esta forma a la obesidad. Mientras algunas drogas dan lugar a fenómenos peligrosos, como la intoxicación y las conductas arriesgadas (conducción bajo los efectos del alcohol, alteración de la realidad por consumo de sustancias psicotrópicas, etc.), la comida provoca un tipo de intoxicación lenta y sutil que el organismo consigue contener, incluso durante un largo periodo de tiempo, a través de mecanismos fisiopatológicos de compensación.

    Por desgracia, cuando estos procesos se agotan y dejan de desempeñar su papel de compensación, es ya demasiado tarde y el individuo queda expuesto a todas las consecuencias asociadas a la obesidad. Una larga serie de patologías crónicas, como la diabetes, la hipertensión, las cardiopatías o la arterioesclerosis, amenazan entonces con abrirse camino.

    El organismo queda comprometido de forma irreversible y la obesidad altera la vida social del sujeto hasta tal punto que a los problemas físicos se suman la falta de confianza, la inseguridad social y la consiguiente hostilidad. Como detallaremos más adelante, los niveles de dopamina en los sistemas de recompensa del cerebro –es decir, los encargados de transmitir el placer provocado por la comida, el sexo, el juego y por todo aquello que produce felicidad y saciedad– son más bajos en los sujetos con mayor riesgo de dependencia.

    Por lo general, un estímulo placentero genera una liberación de dopamina. La diferencia entre un sujeto normal y uno predispuesto a la dependencia radica en la necesidad que tiene este último de la sustancia (comida, alcohol o juego) para alcanzar el placer. Es aquí donde reside la diferencia entre alguien que se sacia con un pastelito y alguien que, por el contrario, necesita una decena para apagar el deseo que conduce a la obtención del placer.

    De la misma forma, es necesario tener en cuenta que la repetición de un determinado estímulo genera una adaptación por parte de los receptores con el fin de evitar respuestas repetitivas.

    Sin embargo, un cerebro dañado por la dependencia no activa este mecanismo de protección, respondiendo en su lugar a la estimulación repetida con una remodelación neuronal que determinará un aumento de la respuesta emocional hacia el impulso placentero, la pérdida de la inhibición cortical y el comportamiento dependiente. En lugar de sentirse satisfecho con una chocolatina, el sujeto con predisposición a la dependencia tendrá necesidad de más y no se saciará jamás. En definitiva, niveles altos de dopamina permiten el condicionamiento y el aprendizaje de la conducta de abuso como una respuesta a los estímulos. Cuanto más crea el sujeto encontrar consuelo respondiendo a estos estímulos, más esclavo será de los mismos.

    Diversos estudios han demostrado que los aumentos de glucosa e insulina conducen a un incremento de la disponibilidad de dopamina, activando los circuitos del placer.

    Parece plausible que la comida especialmente apetecible sea capaz de cumplir este principio e incluso de involucrar al sistema de los opioides endógenos, intensamente influido por los mecanismos del apetito hedónico. En efecto, tanto las sustancias que activan los receptores de los opioides como aquellas que los bloquean poseen, respectivamente, un efecto estimulante o inhibidor sobre el comportamiento alimentario.

    Recientemente han sido identificadas las características genómicas que provocan las diferencias en los sistemas opioides. Estas características generan una diferente sensibilidad hacia la comida y un índice de masa corporal variable.

    La evidencia hallada en pruebas de neuroimagen apoya la hipótesis según la cual las estructuras anatómicas que soportan el desarrollo de la dependencia de determinados alimentos a largo plazo presentan activación de núcleos nerviosos relacionados con la actividad compulsiva.

    Así, se pasa de ser amante de un determinado alimento a convertirse en su prisionero. De comedores de galletas a devoradores compulsivos de paquetes. La dependencia alimentaria se asocia con frecuencia a afectividad negativa, trastornos del estado de ánimo, dificultad para controlar las emociones, aumento de estrés y baja autoestima. Las personas que sufren dependencia encuentran en la comida el contrapeso de su balanza emocional.

    «Cuando estoy triste, como sin parar». En mi primera experiencia como psiquiatra oí esta frase infinidad de veces. En la actualidad, numerosos estudios destacan la relación entre dependencia alimentaria e impulsividad. Según las investigaciones más recientes, elevados niveles de impulsividad inducen comportamientos inmediatamente gratificantes, a pesar de ser conscientes de las consecuencias negativas.

    Este principio es especialmente válido en sujetos impulsivos con una dieta variada a su disposición. En este caso, consumen más calorías que los no impulsivos, diferencia que no se da cuando la dieta es más monótona.

    Por tanto, si nos acostumbramos a comer siempre pollo y ensalada en la comida y pescado al horno en la cena, será más difícil perder la cabeza que alguien que consuma una dieta más variada capaz de ofrecer una amplia variedad de sabores.

    Los factores hereditarios juegan a este propósito un papel muy importante. El 60 % de la totalidad de las variables de riesgo de obesidad se atribuye a factores genéticos: el riesgo de obesidad es aproximadamente 10 veces mayor en personas con un familiar de primer grado obeso.

    En el estudio «Food Addiction Spectrum: A Theoretical Model from Normality to Eating and Overeating Disorders»¹ se teorizó acerca de la posible existencia de un espectro de la conducta alimentaria que, partiendo de inocentes dependencias –como el hábito de comer una galleta o un trozo de chocolate antes de dormir–, llegaría hasta las formas más graves, como la obesidad.

    En este continuo, la predisposición genética, las condiciones ambientales, la coexistencia de trastornos de ansiedad, la presencia de trastornos del estado de ánimo, la tendencia al comportamiento impulsivo y otros factores juegan un rol importante. Según esta hipótesis, existen, por tanto, dos tipos de comportamiento: el de las personas que engordan y el de las que se mantienen dentro de los límites de peso considerados normales.

    Las segundas se limitan a consumir repetidamente determinados alimentos de forma controlada; se caracterizan por aparecer muy unidas a ellos, siempre los mismos, de los que son dependientes y a los que no renunciarían por nada del mundo. Para evitar el sobrepeso deciden reordenar toda su dieta en función de sus dependencias, renunciando así a otras comidas con mayor valor nutritivo. Estos sujetos corren el riesgo de seguir un régimen desequilibrado desde el punto de vista nutritivo con consecuencias variables (hipovitaminosis, anemia, dislipidemias, etc.). La predisposición a la obesidad esconde a menudo una dependencia específica hacia un alimento en concreto. Pasado el tiempo, lo que parecía una pasión inocente («desayuno galletas con leche») se transforma en una obsesión que convierte al sujeto en dependiente de la cantidad de alimento ingerido. Llegados a este punto no habrá nada que le detenga. O mejor, no habrá nada que le detenga hasta que la distensión gástrica alcance un límite.

    En realidad, lo que interesa a médicos y a sujetos afectados por esta patología es precisamente el alimento en cuestión, ya que parece estar directamente relacionado con la obesidad. Ser dependientes de las galletas con leche, pero renunciar a cambio a otros alimentos o mantener la ingesta de calorías dentro de los requerimientos diarios crea problemas de desequilibrio nutricional, pero no genera sobrepeso u obesidad. En otros casos, una persona dependiente de ciertos alimentos será incapaz de resistir a la tentación y fácil candidata a la sobrealimentación. El foco se trasladará del alimento en sí a la cantidad ingerida. En este momento, todos los elementos relacionados con el apetito hedónico caminarán hacia la sobrealimentación, que aparecerá debido a una serie de factores calificados en este libro como un camino sin retorno.

    Los sujetos que, por el contrario, aumentan progresivamente de peso tras desarrollar una dependencia de un determinado alimento, incrementando su índice de masa corporal y atravesando las fases del sobrepeso y la obesidad, se relacionan con la comida de forma cada vez más problemática hasta alcanzar dimensiones patológicas. Con el tiempo, estos sujetos pierden la especificidad de la dependencia y se convierten en dependientes de la cantidad de alimento ingerido; lo único que importará será la sensación de plenitud y distensión gástrica que frenará la ingesta de comida.

    La descripción de este comportamiento se vincula a una fascinante hipótesis relacionada con el papel de la microbiota (flora bacteriana intestinal), según la cual los microbios del tracto gastrointestinal poseen la capacidad de modificar el comportamiento alimentario del anfitrión incrementando o modificando su actividad. Así, los microbios tendrían a su disposición dos posibles estrategias. La primera consistiría en generar ansiedad hacia algunos alimentos; la segunda, provocar mal humor hasta que el anfitrión decida ingerir el alimento necesario.

    Además del comportamiento alimentario, existe un potencial mecanismo de control en los microbios que conlleva influir en el placer y en la percepción de la saciedad, producir toxinas que alteran el estado de ánimo y variar los receptores, incluidos los del gusto.

    A la luz de estos análisis y de los avances en las investigaciones puedo afirmar que este libro no solo no ha perdido actualidad e interés, sino que se ha convertido en una clase de tratado introductorio sobre el papel que la adicción alimentaria juega en la evaluación de

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