El Fantasma de La Bulimia: Criterios diagnósticos y fisiopatología de la Bulimia Nerviosa
Por Ada Romero
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El Fantasma de La Bulimia - Ada Romero
© 2021 Primera edición. Ada Romero
Publicación: BookBaby. Philadelphia, PA.
eBook ISBN: 978-1-66780-1-353
Reservados todos los derechos. Queda prohibida cualquier forma de utilización. reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual.
Nota sobre la autora
Ada Romero es doctora en ciencias sociales y humanas por la Universidad Nacional de Quilmes, institución en la cual consiguió también el título de licenciada en educación. En la Universidad Católica de Cuyo obtuvo el título de especialista en la enseñanza de la educación superior. Es licenciada en nutrición y también nutricionista-dietista, ambos títulos conseguidos en la Universidad Nacional de Córdoba. En la Universidad Favaloro se diplomó como especialista en el tratamiento de la obesidad y sus comorbilidades. La autora tiene además una amplia formación de posgrado y experiencia profesional en el campo de los trastornos alimentarios.
EL FANTASMA DE LA BULIMIA
Criterios diagnósticos
y fisiopatología de la Bulimia Nerviosa
Ada Romero
Índice
Nota sobre la autora
Introducción
Breves consideraciones históricas
Acerca de los trastornos de la ingesta de comida
Enfoque clínico nutricional
Criterios diagnósticos
Incidencia y frecuencia
Características de la bulimia
Conducta alimentaria en la bulimia
El vómito y otras conductas purgativas
Aspectos específicos de la bulimia
Relación de la bulimia con la adicción
El condicionamiento de la función alimentaria
Personalidad y bulimia
Bulimia y factores socioculturales
Bulimia y familia
Bulimia y adolescencia
Consecuencias de la bulimia
Tratamiento nutricional
Prevención y detección precoz de la Bulimia
Rol profesional
Conclusiones
Introducción
Un tema central en la historia del hombre ha sido la eterna búsqueda de alimento suficiente para cubrir sus necesidades fisiológicas; sin embargo, los trastornos específicos en la alimentación tienen más que ver con manifestaciones de lujo y abundancia que con las de privación o de subsistencia.
Mientras los avisos o artículos sobre alimentos que aparecen en diarios, revistas y televisión nos incitan a probar nuevas y mejores recetas, las modelos, actrices y mujeres que son símbolo moderno de éxito muestran que la delgadez es atractiva. Tales dobles mensajes provocan gran confusión en las jóvenes vulnerables que luchan internamente con cuestiones de identidad relacionadas con la sexualidad y la imagen corporal. Por otra parte, la imposibilidad de controlar el exceso en las comidas y de mantener la delgadez a menudo conduce a sentimientos de desconcierto, vergüenza y culpa, generando círculos de dietas erróneas, incremento del peso, mayor inestabilidad psicológica y búsqueda de gratificación a través de la comida, cerrando así un círculo de hierro del cual es muy difícil escapar.
Por antiguas y complejas razones los sucesos familiares y sociales siempre han estado acompañados por una comida. Desde siempre las personas se reúnen en torno a la mesa en situaciones de todo tipo, desde la mesa cotidiana en familia, a la comida de negocio, pasando por un banquete de festejo, hasta el alimento que se sirve para hacer más llevadero un triste acontecimiento. La preparación de los alimentos ha estado culturalmente asociada al cuidado de la familia, con ese nutrir
a otro que se ama y se cuida. La comida como tal no solo alimentaba el cuerpo, sino que también alimentaba el espíritu porque el alimento ofrecido simbolizaba sentimientos y emociones diversas.
Sin embargo, en estos tiempos modernos que transcurren se ha desinvestido la comida de todo simbolismo posible y solo se habla de alimentos hiperhidrocarbonados, hipergrasos o hiperproteicos, colesterogénicos o formadores de algunas sustancias como uratos, carbonatos, etc.; pero las personas no solo tienen receptores de sustancias neurotransmisoras, tiene además receptores de sentidos, de intenciones y de historias propias y ajenas, secretos, fobias o afinidades que impiden o posibilitan consumir determinados alimentos.
Una característica de estos tiempos es el exceso. La aceleración del tiempo se suma al advenimiento de espacios anónimos y virtuales y construye las instalaciones necesarias para la circulación anónima y acelerada de personas y bienes. Así, la modernidad (¿o deberíamos hablar de posmodernidad?) obstaculiza la pertenencia, dificulta echar raíces, estimula la fugacidad, la velocidad, el anonimato y la fragmentación de la personalidad. Cada vez se hace más complicado conservar la cultura y la identidad construida. Por otra parte, la publicidad de las empresas fabricantes de comida rápida, los horarios laborales de hombres y mujeres, la crisis económica, entre otros factores, determinan nuevos estilos de vida y otra cultura alimentaria. Padres apurados, sin tiempo para perder
en la cocina se proveen de modernas cocinas o microondas sin humo ni olor
que descongelan y cuecen; en un instante, los niños, ya sea en casa, en la escuela o en confortables centros comerciales, calientan su comida o bien pueden elegir las típicas cadenas de hamburgueserías. No sabemos más de poner la mesa
, sentarnos a la mesa
o hacer sobremesa
. Conductas y espacios casi olvidados donde se construían vínculos, se escuchaba, se aprendía y se compartían escenas y acontecimientos de la vida diaria de las personas.
Recordemos que la comida no es solo la ingesta de una dieta estructurada en base a una correcta distribución de carbohidratos, proteínas y grasas, vitaminas y minerales, es decir una alimentación científicamente programada. El alimento tiene además una significación, un sentido y un efecto diferente en cada una de las etapas de la vida. Nutre, acompaña y nos habla de recibir amor, de recibir cuidados y también de brindarlos. Por ello, los alimentos deben reunir ciertas condiciones químicas que mantengan y protejan la salud de la aparición de enfermedades, pero tratando en lo posible de respetar las características personales de quien los consume.
Todos sabemos de los efectos de la publicidad que busca estimular el consumo de ciertos productos dietarios haciendo hincapié en sus beneficios para la silueta perfecta
, o los alimentos para bebés en coloridos frascos que reemplazan perfectamente un almuerzo
; nuestros hábitos son así modificados desde la infancia en busca de un ideal
que no existe porque somos todos diferentes, y así nuestra personalidad es intervenida desde el exterior de nosotros mismos a causa de específicos objetivos económicos. Interminables góndolas de supermercados completan esta nueva línea de montaje donde el producto terminado al cual se apunta no es una niña, niño o adolescente que crece, sino un cuerpo estereotipado. Los estilos no son modas ingenuas, están ligados a estructuras económicas dominantes y conllevan nuevas patologías, entre ellas, las de la conducta alimentaria.
Los tres principales desórdenes alimentarios (obesidad, bulimia y anorexia) coexisten en un continuo en el cual pueden suceder superposiciones entre ellos. La bulimia es el trastorno alimentario más desconcertante, mas difícilmente evidenciado, que puede esconderse por años, simulando una normalidad inexistente, pero que está allí, como un fantasma con el cual se convive, que está siempre al acecho y que los demás no alcanzan a ver. Una patología que avanza a través de todas las precauciones y a través de todas las buenas intenciones, que se resiste a desaparecer, que atraviesa todas las fronteras, llegando a coexistir con la obesidad o con la anorexia nerviosa además de presentarse como una entidad separada.
En 1980 el manual de trastornos psiquiátricos, D.S.M III¹ le adjudicó entidad particular a la bulimia; desde entonces los estudios sobre el tema han aumentado considerablemente, permitiendo difundir información más profunda en los distintos ámbitos de interés.
La ciencia hoy acepta describir la realidad desde una visión aproximativa al objeto de estudio y no analizarla a través de conceptos y teorías totalizadoras, exhaustivas y definitivas. La cantidad creciente de conocimiento que tenemos en nuestra época, la variedad de técnicas y métodos de investigación y la diversificación de modalidades de pensamiento puede hacernos pensar que somos dueños de la verdad, sin embargo todo saber si bien conlleva una construcción objetiva a la vez implica otra subjetiva y ambas miradas están condicionadas por los modelos mentales que utiliza el observador para filtrar la realidad, por la fiabilidad de los métodos de investigación y por las características del contexto.
En otras palabras, aquello que seleccionamos y procesamos como conocimiento constituye una interpretación de la realidad y se genera a partir de la combinación de ciencia e ideología, en un tiempo y en un lugar con sus propias características culturales. "El individuo si bien es una totalidad abierta e interdependiente, mantiene cierto grado de segmentación y un máximo de tolerancia a los cambios con relación a sus códigos deseantes. Las variables están interconectadas. Cuando la persona se ve exigida por una de dichas variables, esto es que se supera la posibilidad de tolerancia, entonces se pierde la capacidad de compartimentación operativa. Una perturbación que no es analizada en sus causas profundas seguirá operándose, y así pensando, produciendo mayor trastorno en el transcurso del tiempo" (Beker y otros, 1996:21)². Por ello, a partir del conocimiento exhaustivo de la patología y la experiencia en el campo, es imprescindible adoptar un acercamiento cualitativo para cada caso, reflexionando profundamente acerca de las praxis de intervención como también de los análisis teóricos en relación con cada paciente en particular.
1. American Psychiatric Association (ed.) (1980). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders. Third Edition (DSM-III). American Psychiatric Association. Washington, D.C.
2. Beker, E.; Benedetti, C.; Goldvarg, N. (1996). Anorexia, Bulimia y otros trastornos de la conducta alimentaria. Prácticas interdisciplinarias. Buenos Aires. Atuel.
Breves consideraciones históricas
Las crónicas médicas relatan que la bulimia ya se observaba entre los ciudadanos más opulentos del antiguo imperio romano considerándose una conducta habitual de ciudadanos privilegiados pero que en los siglos posteriores, con el énfasis ya puesto en el ascetismo, la alimentación compulsiva fue considerada una forma de gula que debía ser condenada. El síndrome bulímico surgió como tal ya avanzado el siglo XX, con el primer informe detallado de la enfermedad después de 1940. Sin embargo, hasta la década de los ’80, el término bulimia hacía primordialmente referencia a los trastornos neurológicos que provocan episodios de sobrealimentación, es decir, la hiperfagia hipotalámica.
En la actualidad, el término bulimia se convirtió en un término de uso doméstico; sin embargo, la variedad de vocablos utilizados en la literatura profana y profesional para describir el síndrome bulímico lleva a confusión: bulimarexia
, síndrome del comedor compulsivo
, personas delgadas-gordas
, vomitadoras
, entre otras denominaciones. El término bulimia de peso normal se utiliza ahora como una manera de diferenciar el síndrome primario del subtipo bulímico de anorexia nerviosa o del episodio bulímico asociado a la obesidad en algunos casos.
El término bulimia
deriva de bulimy en griego y significa hambre voraz. Literalmente deriva de los conceptos de buey
y hambre
en griego y de las palabras latinas que se traducen como hambre canina
. En el Talmud (400-500 antes de C.) el término boolmut se utiliza para describir un síndrome en el cual una persona está tan trastornada por el hambre que su juicio y nivel de conciencia acerca de su cuerpo, su salud y los eventos externos se encuentran notoriamente disminuidos y/o bloqueados. En esa época era considerada una patología de peligro mortal.
En los antiguos diccionarios médicos la bulimia fue descripta a menudo como una curiosidad médica; las descripciones de mayor data de las cuales se tenga información se encuentran en el Physical Dictionary de Blanckaert (1684)³ y en el Medical Dictionary de Quincy (1726)⁴. James (1743)⁵, en el diccionario médico de la ciudad de Londres, empleó el término boulimos
en asociación con caninus appetitus y fames canina para describir la forma en que la persona vomitaba como un perro para aliviar el estómago luego de ingerir demasiada comida. Como punto común, en estos antiguos diccionarios se consideraba a la bulimia como la manifestación de un apetito extraordinario combinado con un trastorno gástrico. Sin embargo, James además de una detalla descripción de los síntomas físicos, incluyó ciertas observaciones de tipo psicológico como la excesiva preocupación por la comida que evidenciaban estos pacientes.
Antiguamente los romanos preparaban grandes banquetes en los cuales los comensales se repantingaban y engullían los alimentos, para luego estimular la garganta con plumas o ingerir eméticos, vomitar y reiniciar su glotonería. Esta práctica condujo al uso de vomitivos con el objetivo de vaciar el estómago, y posiblemente así se popularizó el empleo del término bulimia
para describir dicho comportamiento. Hooper (1825)⁶ utilizó los términos bulimia emética
, bulimia canina
y cynorexia
para designar un apetito voraz seguido de vómitos.
Blachez, en 1869, (Stein y Laakso, 1988)⁷ observa que en estas pacientes el hambre persiste aún después de comidas muy copiosas que han generado una distensión abdominal, y que luego de estas ingestas se produce un estado de sopor. También describe la