“Somos lo que comemos”, no solo por el mayor o menor valor nutricional de los alimentos que consumimos, con el impacto que esto tiene en la manifestación (o no) de nuestras tendencias genéticas, las enfermedades que padecemos (o no) y la mayor o menor satisfacción que sentimos a diario, sino también por más aspectos de los que esta conocida referencia de Hipócrates (460-377 a.C.) encierra en sí misma.
De hecho, la alimentación, siendo un aspecto tan básico y común para todos, también es objeto de intereses y debilidades variadas. La forma en que comemos refleja mucho de lo que somos, al tiempo que lo construye (o destruye). A través de la comida, es fácil encontrar espacios de búsqueda (de respuestas, de satisfacción o de sentido). Al ser tan estructural, la comida nos ayuda, por ejemplo, a interrumpir el día, marcar momentos y distinguir significados. "Después de comer", "después de cenar", "en la terraza", son algunos de los marcadores temporales y espaciales que la comida también ilustra. Mejorar nuestro estado de salud y bienestar repercute en