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Las Andanzas De Un Chilango
Las Andanzas De Un Chilango
Las Andanzas De Un Chilango
Libro electrónico564 páginas10 horas

Las Andanzas De Un Chilango

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Perdido y dejado a la manera de su propio destino despus de que sus padres se separaron, se vio obligado por la fuerza de la esperanza a salir de la indigencia en la cual se encontraba a su corta edad, siendo golpeado y humillado por los adultos, sufriendo los estragos que da la vida de vivir en las calles, en los internados, conviviendo con decenas de indigentes de su misma edad, logra adecuarse a esa vida y descubre las posibilidades y los retos que existan en ese entonces para lograr salir de esa vida mezquina que sin que el la hubiera pedido le haba tocado, estudiando bajo el consejo de otros y leyendo recomendaciones de muchos ms, consigue crear sus bases para asegurarse un futuro acadmico y econmico. Donde en una urbe como es la Ciudad de Mxico, que devora y engulle, donde la sociedad misma te hunde y te mata si no tienes las armas para defenderte o al menos que cuentes con un buen sentido comn.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento10 jul 2015
ISBN9781506506159
Las Andanzas De Un Chilango
Autor

Jose Gutierrez

José Gutiérrez, nació en el estado de Sinaloa México, en junio 10 de 1957, hijo de padre que se ignora y de madre que se ignora, es decir nació huérfano, emigro a México DF gracias al matrimonio de sus padres, y regreso a Sinaloa gracias al rompimiento de ambos, cuando su madre ya no tuvo o no pudo qué hacer con EL, lo dejaron solo, y EL solo, se regresó a la capital de México, a hacer su formación educativa que con muchos obstáculos logro.

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    Las Andanzas De Un Chilango - Jose Gutierrez

    Copyright © 2015 por Jose Gutierrez.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2015909860

    ISBN:   Tapa Dura                   978-1-5065-0614-2

                 Tapa Blanda               978-1-5065-0616-6

                 Libro Electrónico       978-1-5065-0615-9

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 10/07/2015

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    712075

    N ací en el

    estado de Sinaloa, donde las olas son tibiecitas y parsimoniosas, donde el clima no le dice y le pide nada a los trópicos, hijo de mi madre fulanita y de mi padre un señor del que no me quiero acordar pero que siempre se la recuerdo. Yo no sé si use pañales, si me dieron chichi o me dieron biberón o me dieron leche de vaca o de cabra o de burra, el asunto es que este orejón con cara de indio mal parado vino al mundo con la misma misión que tienen todos los niños que vienen a este mundo; estar chingando a su madre cuando tienen hambre.

    Mi padre, que no era el padre el santo padre que en aquel entonces se llamaba fulano era militar y en su continuo andar entre la milicia y por tanto estado de la República Mexicana un día hechizo a mi madre por seguirlo, fuimos a parar al mero Distrito Federal, cuna azteca y madre de muchos indios, no de la India, de la cultura indígena, raza de bronce que nunca se perdió.

    El tiempo de mi niñez fue igual que todos los niños, tuve que esperar año tras año para seguir creciendo pero los acontecimientos de la etapa de la vida de un niño tienen muchas diferencias de acuerdo al medio ambiente y la cuestión social en que ellos viven, así que en mi niñez hubo muchos problemas para que yo llegara a mi adolescencia y este es el caso.

    Mi padre militar, como todos los militares hoy en día, tenía a sus hijos y a su esposa y creo a pesar de su sueldo, él puede ser que haya querido algo más, pero parecía que le iba bien y según me acuerdo que teníamos una bonita casa y un buen comedor, una bonita sala y un buen dormitorio para mí, yo era el más agasajado, porque en ese entonces yo era el más pequeño, el más chiqueado y el más afamado, yo a un lado de mi padre, era más feliz, estaba todo junto, la tierra el sol, la luna y las estrellas, el mar solo era una frescura secundaria y los aires de la mañana me sonaban a pan con frijoles, carne, leche y huevos y al mediodía, un cocido de las más vacas despiertas condimentado con una buena sopa de arroz o de pasta, tortillas y salsa, que aun en mis gustos de mi mente los guardo, la felicidad para mí no podía pintar mejor, era como si la chispa, solo se iba a ir hacia arriba, nunca para abajo.

    Mi conocimiento y sentimiento en aquel entonces eran solo de cariño, solo me dedicaba a jugar y a comer, sentir como mi madre me cargaba, me limpiaba mis cachetes y hasta a veces mis mocos y yo me sentía feliz. Pero los nubarrones oscuros del destino ya se andaban cercando y parecía que habían dado su dirección exactamente arriba de mi casa y eso paso en una tarde, solo que aquella tarde, una tarde como cualquier otra, mientras yo jugaba con mis juguetes vi que mi padre hablaba con unos amigos o unos tipos que yo no conocía, esos mismos amigos al tiempo le dijeron algo y decidieron irse los tres, yo le pregunte al tiempo desde yo estaba, que si lo podía acompañar y él me dijo, que no que ahora volvía, ambos hombres lo cogieron por la parte del cinturón y como si los tres fueran uno, se fue, ¡oh!, ¡Mi corazón se quedó chiquito!, ya no regreso, ya no vino ni a saludarme, a mi edad y a mi corta espera se me fue pasando hasta que se me olvidó, pero lo que no se me olvida, es que al tiempo, los muebles de la casa se los llevaron, camas, vitrinas, roperos, comedor, cucharas y sillas y la casa quedo vacía.

    Al otro tiempo, a mi madre que siempre se le veía, triste y llorosa, en una sábana recogió algunas cosas y cargándome en sus brazos les dijo a mis hermanos, vámonos, ya mi compadre nos ha rentado un cuartito cerca de aquí.

    Que los tiempos cambian, cambian, pero en ese entonces yo no sabía el porqué, las cosas en mí, eran igual, pero tal vez para mi madre y mis hermanos ya no era lo mismo, yo seguía jugando con los pares de monitos que a la mejor aún me quedaban, mi madre se iba todos los días y todos los tiempos hasta el atardecer y yo veía que mis hermanos llegaban de la escuela buscando en la disque cocina algo para comer y los escuchaba algo así como pelear y yo seguía jugando sin presentir aquel sentir.

    Las cosas pasaron así por algún buen tiempo, seguir la costumbre, entonces esa costumbre se hace una ley de la que no te puedes escapar y ser el más pobre de los pobres ya no era imaginativo, era una realidad, si, ya no había pan de dulce en las mañanas ni en la noche, ya no había arrocito ni caldito de pollo, ya las comidas donde antes yo veía mucho ahora faltaba, la mesa siempre llena, ahora servía como aterrizaje de moscas con todos sus acondicionamientos, y más tarde ya ni moscas había.

    Pero mi madre era ingeniosa, ella no podía dejar a sus cachorros morir en ese entonces, busco la manera y así en su entender encontró una canastota, (claro nosotros no en la canastota) que nos llevaba a todos a la par y a los conventos y noviciados íbamos a que nos dieran las comidas que ellos no querían o que ellos mismos hacían para la gente pobre, así se hizo la costumbre y así casi pasaron dos años, todos los días íbamos al mismos calvario y a pedir como si fuera una limosna, que ya entre muchos pedidores ya no se veía así, uno ponía su canasta y los padrecitos o monjitas se la llenaban, ¡oh! Que emoción, eso sí que estaba bueno, había: gelatina, arroz, frijoles, carne, pollo, ensalada, galletas, sopas, cremas y pan y sobre todo leche.

    Mi madre fue más astuta aun, busco donde el cuartel de militar, donde sacaban muy tempranito para los que se iban a trabajar y a los que se iban a la escuela como mis hermanos, unas cubetas de avena y de arroz con leche, que a mí los platos tazones y tazas me sabían a gloria, yo parecía en esos momentos como una chinche, todo era gratis gracias a la astucia de mi madre.

    Yo puedo decir que algunos domingos, mi madre me cambiaba y me peinaba y puedo decir que hasta me ponía agua de esa con glicerina, para ir perfumado a ver al santo padre, tampoco puedo negar al decir que el cuándo me veía, empezaba a llorar y me abrasaba como si acababa de nacer, era algo incierto para mí, pero yo en si lo quería y al ver sus lágrimas y su llanto, yo lloraba junto a él y le preguntaba ¿porque no volvía? y él me decía hasta que se le acabe el tiempo, yo en esos tiempos ni de qué tiempos él me hablaba pero no entendía, ni mi madre ni mi padre en su tiempo, me quisieron explicar.

    Las cosas para mí ya estaban a punto de un bebe a un niñote, ya estaba listo para ir a la escuela y eso era algo que para mí no tenía ninguna respuesta, eso era mi miedo, que hacer sin responder o que responder sin hacer nada, pero mi primer año de escuela ir al primer año me causo muchas aventuras, muchos gustos y pocas decepciones.

    Las maestras tenían una varita de membrillo con la cual te pegaban si te portabas mal, las maestras tenían siempre la razón, a las maestras nunca les debes de contestar mal, las maestras en pocas palabras te rallan el ABC en el traserito si te portas mal, como todo eso era general, el miedo era general y todos los alumnos causábamos la misma pena, salvo uno, yo.

    Que en un tiempo, dormido, después de que su madre se fue a trabajar y que sus hermanos, que ya se habían ido a la escuela, despierta y al no ver a nadie y sin mucho más que su miedo de estar solo, se lanza a buscar a sus hermanos a la escuela, era un lunes, día de ceremonia, salió a buscar a sus hermanos y se metió en la escuela, estaba como de cinco años, llorando y con un poco de frio y lo pusieron en ladito donde está la bandera, preguntando si alguien lo conocía, ya salió un grito de su hermano, entonces el director dijo. Está bien, pero que no vuelva a ocurrir, desde entonces todos supieron que alguien fue a la escuela un tiempo antes pero sin ropa.

    Ok, en el primer año el ABC y el 2x2 fueron una especie de nuevas cosa para mí, supe llenarme de ellas porque ya no podía ni quería aguantar los tratos de mi padre dentro de las visitas de mi madre y los llantos de este hacia mí, la escuela desviaron en mucho esos acontecimientos, más si ya estaba viendo el mundo diferente, allí en la escuela estaba viendo a muchos niños y niñas. Estaba viendo otro panorama, allí empecé a refugiarme mientras que mi madre y mi padre discutían de algo que yo no entendía, la escuela me daba en si otra manera de pensar, aprendí mis primeras letras, mis primeros números, mis primeros dibujos así como mis primeros castigos.

    Es una dicha ser amado y enamorar a quien uno quiere, pero, chale, y ¿Cuándo las cosas salen mal?

    Pudo haber sido el contratiempo de la escuela o pudo haber sido el contratiempo de mi madre y mi padre, pero el asunto es que yo ya había conocido gente nueva y gente que llenaba mi corazón, ese corazón que veía que mi padre destruía con sus constantes golpizas a mi madre sin ninguna razón, yo en mi entender en aquellos asuntos de caos vi cómo nació mi hermano más chico, a quien tanto quiero, mi más pequeño de todo el mundo, vi como mi padre más y más se ensañaba con nosotros por su propia deficiencia de no poder ser él y vi como al tiempo, otra vez mi madre que en una sábana recogió todo lo que pudo y dijo, ¡nos vamos!, vi como mi padre bien dormido y tal vez borracho, se quedaba y sin un adiós de parte mía para él, nos fuimos.

    Mi madre tenía decisiones muy simples, ¡nos vamos!, así soy yo ahora hoy en día, si algo no me gusta me voy, pero recordando aquellos tiempos en que nos vamos se quedaron mis sueños, mis dos perros, que siempre jugaba con ellos, se quedó mi niñez, tal vez separada a donde debía de llegar y se quedó mi amor partido en dos, otra cosa que se me quedo y que aún recuerdo, fue el recuerdo de mi padre.

    Ese recuerdo que el lloraba cuando me veía y que yo sentía como una montaña caminando hacia mí.

    Jamás supe de él.

    Lo que si supe de mi padre al tiempo y eso entre sueños, lo que vi es que era un marihuano empedernido y alcoholizado por su entender, tenía a mi madre insegura en su proceder, casi en la noche de la inocencia de los hechos, algo negro se le apareció a mi padre, que con su intolerancia de guardar los estados de su hechos, vi la cobardía de malgastar en vano lo peor que un hombre habría hecho, la mujer ya no supo y ya no aguanto tanta cobardía o morir o dejar al hombre cual haya sido su destino, mejor decidió tomar aquel camino toma a tus hijos y dile adiós a quien te causa daño.

    Mi madre dijo nos vamos y yo con ella me fui.

    En todo ese tiempo que sucedieron las cosas hasta que mi madre dijo nos vamos pasaron casi dos años, esto lo aseguro porque fui al primer y segundo de primaria, no podríamos decir que era un holgazán, pero ir a la escuela no era para ser precisamente un estudiante, como ya lo dije, la astucia de mi madre se dejaba ver por todos lados, las escuelas en aquel entonces otorgaban desayunos o meriendas a los estudiantes, así que si no aprendías nada al menos salías con la panza bien llena, así que al menos, ya era un punto menos que atender durante ese lapso del día.

    El primer año de clases fue todo un acontecimiento para mí, conocí nuevos amigos y unos cuantos enemigos, aprendí a balbucear mis primeras lecturas y a escribir mis primeras groserías, platicar con la niña que tu quisieras agradar y jugar con los otros los juegos que se acostumbraban en aquellos tiempos, trompo, balero, yo-yo, canicas o matatena, yo casi nunca tuve alguno de esos particulares, pero si me divertía algunas veces. Al segundo año me cambiaron de escuela, ya que esta estaba más cerca de donde mi madre iba con su canasta a la despensa y allí cerquitas ya todos nos veníamos a la casa, hay que decir que algunas veces mi madre no iba y solo tenía que caminar hacia el hogar.

    Sin embargo la memoria que a mí me dio mi madre me ayudaba mucho a recordar las canciones de la iglesia o de las posadas, los rezos y canticos de los seminaristas y las oraciones de las monjitas, esto era bueno, porque un niño como yo sabiendo tantas canciones de ellos, me pasaban como ejemplo de ese aprendizaje extra que tenía y a mi madre le llenaban más su canasta y yo salía triunfante con una barra de chocolate y con una sonrisota de triunfador.

    En el camino a la escuela había o hay un mercado, en tal mercado existía una capillita y en esa capillita había una virgen, bajo los pies de la virgen había un platón de aluminio donde la gente daba su limosna o donación o que se yo, un día con mi madre, en el mercado yo le pregunte ¿Qué a donde iba a parar ese dinero que la gente piadosamente depositaba en aquella bandeja? y ella me contesto, es dinero que va a ser destinado para los pobres y yo le dije a ella, ¿entonces porque no nos lo dan a nosotros? Ella para terminar la discusión, solo me dijo; no sé.

    El camino ya me lo sabía de memoria, ese no era un problema, todos los días lo hacía, pero en esos días se acercaba el diez de mayo, día de las madres y yo queriendo complacer a mi madre con un regalo, pensé, si lo de la bandeja de la virgencita es para los pobres no creo que se enoje si le tomo algo, así, el mero día, diez de mayo, entre al mercado como que era la primera vez para que nadie me conociera y que le di como unas y muchas vueltas a la capillita que ya hasta la pobre virgencita sentía que me miraba nerviosa y de repente, en eso en un descuido de ella, metí la mano a la bandeja y todo lo que mi mano alcanzo a tomar, eso me lleve y salí corriendo, ya afuera en el jardín con un latido en el corazón tan grande y pensando en los ojos de la virgen que me seguían, conté mi botín, era más o menos un peso con unos cuantos centavos, entonces me dije, voy a comprarle el regalo a mi madre y al ir hacia dentro del mercado, de reojo vi lo que para era un sueño, la paleteria, las paletas costaban 15 o 20 centavos, así que no lo pensé, fui a la paleteria y pedí una paleta grande de grosella bien roja y fría para calmar el calor de aquel diez de mayo, ya otra vez con paleta en mano, dentro del mercado, busque los tipos de regalos que según mi presupuesto alcanzarían para la compra y vi a una señora que tenía muñequitos de vidrio, como palomitas, venaditos, perritos, etc. y hasta ceniceros. Así que me decidí, hice el trueque compre mi regalo y libros por un lado, paleta en mano y regalito me fui a prisa hacia la casa, el pensamiento era solo uno, sorprender a mi madre.

    A paso acelerado solo tenía una sola meta, yo iba feliz, sin tomar algo en cuenta, las banquetas eran estrechas y en esos días había llovido mucho, sin reparar mucho en ello al punto donde se encontraba un charco, exactamente en ese punto paso un camión, el por la calle, por supuesto y yo en ese lado de la banqueta y el camión con su velocidad pasando por encima de aquel charco hizo que toda el agua y lodo fueran directos hacia mí y fue tal mi mojada como mi enlodada, que hizo que tirara mi paleta y mi regalo, el cual fue a dar al suelo rompiéndose todito, mis libros mojados y el frio del agua y el lodo que casi no me dejaban ver, que aturdido, frio sin saber qué hacer, vi el regalo y empecé a llorar, vi mi paleta y ya no quise saber de ella, comencé a caminar otra vez, pero ahora sin nada en la mente, las cosas pasaron muy rápido me decía, pero ya no tenía ninguna respuesta, iba triste, iba impotente e iba indefenso otra vez y con las manos vacías.

    Al llegar a la casa, solo le conté a mi madre lo del camión que me mojo y salió ella después con una camisa limpia y me dijo que tuviera cuidado con esos camiones, no le dije feliz día de las madres, fue mejor así, ¿qué feliz día de las madres podría tener ella con lo que acababa de hacer su hijo?

    Ya en la noche muy noche, donde solo los grillos se escuchan, entre sueños como que mire a la virgen, con esos ojitos llenos de paz, con esos ojitos llenos de ternura, algo así como mostrando piedad, pero más abajo en la comisura de sus labios vi como si se estuviera burlando de mí, como si estuviera aguantándose una carcajada, pero al rato ya no hubo más, al rato me dormí y jamás me acerque a la capillita a pedirle prestado a aquella virgencita.

    A mis siete años iba con pasaje de turista de regreso al estado donde nací, Sinaloa, ya no recuerdo el tiempo que pasamos en la estación del ferrocarril, solo supe que salimos en la noche y al otro día cambiamos de transporte por un camión foráneo, durante la noche de viaje en tren no se disfrutó mucho el paisaje ya que casi todo estaba oscuro, solo cuando el tren empezó a caminar, que primero se sintió una especie de tiron o sacudida y después de avanzar muy despacito fue ganando velocidad hasta ver que los árboles o postes de luz pasaban mucho más rápido y después solo se escuchaba el traqueteo de las ruedas de el tren pegándole a las vías y así se fue toda la noche, yo me dormí y solo desperté cuando ya casi llegábamos, que de alli medio dormido nos tuvimos que ir caminando a la central camionera donde teníamos que hacer el transbordo, es decir la otra parte la íbamos a hacer en camión, por supuesto que no tomamos el camión tan pronto como llegamos, así que mi madre fue y compro algo para desayunar. Pan, leche, y algo de jamón o queso de puerco, después que fuimos a hacer nuestras necesidades en la misma central camionera y espera otro rato ya estábamos arriba del camión y otro ratito más, el camión estaba saliendo de la ciudad, todo estaba a las mil maravillas, viajar casi 800 kilómetros y ver los grandes paisajes que tenía escondida la República Mexicana, ver los ranchitos, ver los ranchotes, ver los grandes sembradíos, las montañas, los desfiladeros, los arbolitos y los arbolotes.

    Como íbamos sentados casi enfrente, podía ver las maniobras del chofer que se las arreglaba para no atropellar a los zopilotes que se comían a un animal muerto, o no salirse de la línea que marcaba el otro sentido donde los otros camiones, carros y tráiler, en sentido contrario, pero en si lo que más me gusto, fue cuando llegábamos a una estación, donde el chofer tenía que parar el camión, y alli se acercaba un enjambre de personas que vendían muchas cosas, más comida que otra cosa, taquitos, enchiladas, aguas frescas, refrescos, tamales de camarón, de puerco, de pollo y hasta de algo que no sé qué, los taquitos eran de la carne que tu podías pedir, y las enchiladas, lo mismo, todo lo que en cualquier parada te vendieran, sabia a todo dar, solo era cuestión de decir, ¿me compras? y mi madre viendo como si no entendiera, no nos compraba nada, tal parecía que eso que sabía a todo dar, pero era solo una muestra de que nuestro presupuesto no alcanzaba para mucho, así que no me puedo negar, de todos modos algo nos tocó de aquellos vendedores que se acercaban a las ventanillas, mi madre siempre supo cuando era el tiempo de hacerlo y así llegamos a Mazatlán.

    Nosotros llegamos en la noche, casi dormimos afuera de la estación camionera en una banqueta cerca del mar y las casas nos acomodó mi madre para que pudiéramos pasar la noche alli, las olas se oían como un rugido de golpe plano de algo que cae y que se quiere regresar, una y otra vez, todo el tiempo, a mí y a mi hermanito nos pusieron una caja de cartón en los pies y nos taparon bien, que según para que las cucarachas y las ratas no nos fueran a comer, y ya al día siguiente, ¡que felicidad! el mar se abría como una postal para mí, la arena amarillita y blanquita en otros lados, el agua azulita al principio y verdecita cuando se hacía más lejos de lo que mi vista alcanzaba.

    Esos cinco turistas recién llegados, sin esperar más fuimos a sentarnos y a correr en la arena como si jamas (que era cierto) hubiésemos estado alli, mi madre, como si ya lo presintiera sacó una bolsa con pan, abrió una lata con pescado (sardinas) y luego con un refrescote que lo teníamos que convidar, después de tener la panza llena y descansar un rato fuimos a ver que el mar hacía de nosotros. Ese día estuvimos toda la mañana en el agua, mi madre por cuidar a mi hermanito se le mojo su vestido, luego se mojó todita y luego a cada ola ella se reía jugando con nosotros y luego todos juntos como si la playa fuera nuestra, jugábamos entre todos y creo que, jamas vi a mi madre jugar con nosotros de esa manera, jamás la vi tan libre y jamas le vi esa felicidad después, ese recuerdo de ella siendo arrastrada por las olas, mirándonos y cuidándonos, son uno de los recuerdos más existentes de mi vida,,,,,,,,

    ¡Ahí viene la ola!

    Algo pasó allí en Maztlán, porque nos tuvimos que quedar por un tiempo, algo así como un mes o más, supe que mi madre nos dejó con unos parientes mientras ella se iba a trabajar, al tiempo esos parientes se olvidaron de nosotros y el trabajo de mi madre poco alcanzo para la manutención y nos dijo: ¡nos vamos!

    Creo que ella ya se esperaba ese rato y solo quería ganar un poco de tiempo, para juntar poco o más dinero para el resto del viaje, a mi pueblo o a mi terruño querido.

    Otras cuatro horas de camino y un sabor a sal, que era lo único que llevábamos y después de treinta minutos en otro camión más o menos en penurias, llegamos a nuestro destino, la casa de mis abuelos.

    La casa de mis abuelos era algo así como una iglesia, pilares pero de madera y con un techo no de concreto sino de palma, era tan grande que allí estaba la sala la cocina y los dormitorios, la cocina era en el centro con una hornilla y un comalote donde las mujeres en la mañana, al medio día y a cualquier hora se circulaban para hacer sus comidas y sus tortillas, la masa se molía en metate y el maíz para moler se guardaba en unos botes, la cena o el desayuno se servía por grados y al último era el que ya no alcanzaba o comía menos, en eso tiempos mi abuelo ya se había ido a visitar a san pedro y mi abuela era la que tenía que lidiar con toda la bola, es cierto que los esposos de mis tías trabajaban y compartían su salario para la comunidad, pero esa nueva familia que entro, como que no le convino a ninguno y por algunas cosas y otras, decidieron no mantener a nadie más, sino mantenerse ellos solos, así que buscaron su lugar y poco a poco, mis hermanos, mi madre y su servidor, estábamos en esa casona, pero sin nada que comer, mi abuela con lo suyo y mi madre con nosotros pero sin nada.

    ¡Ma, ma, aquí está mi tía fulana y viene con mis primos!

    Ah! que primos y que primas, ni uno para el otro, cuando nos anunciaron por el magnavoz, pareció que calló la peste, pareció que nos quedamos con ese olor a mar y el cantadito chilango que se caracteriza.

    Tal parecía que llegamos en un mal momento, mi abuelo tenía poco de haber fallecido, mis tíos en si ya tenían su compromiso con sus respectivas familias, y entre ellos se disputaban siempre en que y como se le iba ayudar a la abuela, pero parecía que no se ponían de acuerdo, ya que ninguno quería dar el primer paso, y llegando nosotros se les complico aún más, si antes solo mantenían a la abuela y esto era un pinche sacrificio, llegando nosotros se volvería un suicidio, así que viendo este problemón, decidieron romper filas y buscar su lugar cada uno por su cuenta llevándose a mi tía correspondiente junto con mis primos y primas.

    No puedo decir que todo paso en un día, a mí y a mis hermanos nos pusieron en la escuela, a mí, por mi parte, la maestra de segundo, que era el grado donde yo me había quedado, me puso mis libros sobre mi pupitre, pienso que a mis otros hermanos también, alli estudie hasta donde no pude, saque buenas notas y aprendí a leer un poco más, pero en los tiempos que no había escuela, me dedicaba a experimentar y a descubrir todo el pueblo, sabia de sus rincones y sabia de sus no rincones, sabia del rio, de las huertas y sabia donde me podía ir de pinta si no quería ir a la escuela, conocí gente buena y mala y conocí entonces de cómo la gente decía y como no decía de la familia en la cual yo vivía.

    Yo no puedo decir que mi madre no se esforzaba, ella seguía empeñosa en sacar a sus crías adelante, trabajó de mesera, trabajó haciendo tamales, haciendo tortillas, limpiando casas, lavando ropa ajena, pero todo parecía que estaba siendo en vano, el dinero que ella conseguía no alcanzaba para nada, diez mendigos pesos a la semana para cinco bocas, era más que nada, nada, yo en sus trabajos la acompañaba y valga la circunstancia yo era algo así como su dama de compañía, a los tamales yo iba,a las tortillas yo iba y cuando salía de esa fonda yo la esperaba hasta muy tarde de la noche.

    Recuerdo que nuestra primera navidad en mi terruño querido, solo fue una barra de chocolate para todos, pero en sí, aun estábamos juntos.

    Mi pueblito estaba muy chiquito, en carro te lo recorrías como en cinco minutos, para el sur, para el norte, este u oeste, no había pierde, pero saliendo del pueblo, ¡oh la, la! Estaba todo el parque de diversiones, el rio, ancho y lleno de agua donde te podías bañar nadar y hacerle al tiburón, estaban los arboles de mango, aguacate, papayas, sandias, guayabas, ciruelas, tamarindos, caña de azúcar, también había; iguanas, tlacuaches, zorrillos, patos, peces, camarones, armadillos y culebras.

    Pero el camino al rio era de lo más encantador, en esos días en que yo no quería ir a la escuela junto con otros vagos igual que yo íbamos a nadar y a jugar al rio, su arena blanca y su agua fresca en los tiempos de verano entre cristalina y verde donde uno sabía que estaba hondo, uno no se metía, la corriente de ese rio no era muy fuerte así que aprendiendo a nadar todo era muy fácil, se metía, salía buceaba y nadaba, uno en realidad parecía tritón, pero hay que decir que había también pescaditos, pescados y pescadotes, es decir, había unos muy chiquitos otros carpas, truchas y hasta bagres.

    Como nosotros éramos chicos sin ningún morbo entrabamos al rio como dios nos trajo al mundo, también para que nuestras familias no se dieran cuenta de que nos habíamos venido al rio, tratábamos de mantener nuestra ropa seca, así que entre toda la bulla y risas y jugadas, escuchamos un grito, !ayayay! ¡Uyyyyyyyyy! Y volteamos a ver al que gritaba y él decía ¡me come! ¡Me come! Pero nadie sabía que, ni quien, solo en los brincos que el daba y con el dolor que el sentía, vimos como un pescadote, se le había o se estaba tratando de comer una lombricita que de mi amigo colgaba.

    Desde entonces, use un calzón o algo que me tapara, ya no quise ver a los bagres ni en pintura y pensé que esos se quieren comer a uno empezando por la lombriz.

    Como ya lo dije anteriormente, la primera navidad fue triste y desagradable, a la mejor santa no traía nuestra dirección o tal vez los reyes magos no nos buscaban lo suficiente o tal vez mi madre no hizo su cambio de dirección, por eso no nos encontraban, pero mi madre seguía en pie de lucha, ella seguía trabajando las doce horas, es decir de sol a sol, a ese tiempo, mis hermanos más grandes ya empezaban a aletear y empezaron a ver por ellos mismos, hoy en día siento algo como tristeza, pero creo que tenía que haber sido así, pudo haber sido entre platicas con mi madre o que se yo, pero uno, el más grande empezó a trabajar en una panadería y el otro con uno que hacia birria y pozole, así que ellos se ganaban el pan y la birria, mi madre solo así se tenía que ver conmigo y con el más chico, este que digo el más chico, pronto se hizo el menos chico, porque a mi madre, antes de decir nos vamos, la pico la culebra y tuvimos otro hermanito.

    ¡Válgame dios! El embarazo, el tiempo en aliviarse y la falta de secuencias médicas, parece que complicaron todo, por esa razón mi madre acepto trabajos de medio tiempo, haciendo tortillas, tostadas, tamales, en el tiempo que podía y como yo la acompañaba, escuchaba que algunas veces le decían.

    Si no puede con su niño, déjemelo, yo lo cuido, solo con que me ayude a hacer los mandados, pero mi madre se negaba y así y así hasta que mi madre acepto, ya que el parto se venía y yo me quede haciendo tamales, haciendo leña y llevando lo que ya no se quería a tirar en las riberas del rio, según yo trabajaba, pero solo me daban de comer.

    Yo en aquel entonces, pensaba que a los niños por ser más chicos se les tenía que pagar más poquito, pero fue cuando yo empecé a tomar mi primer trabajo, yo sudaba, pero a mí me gustaba, ya que sacaba algún provecho, porque en las noches cuando yo terminaba, iba con mi madre que cansadita estaba y le decía, mira, te traje un tamalito, un pedazo de carne que tome de la matanza y una fruta.

    Y yo la veía tan cansada que decidí no despertarla o molestarla.

    En las noches cuando yo llegaba después de ir a la escuela y según yo de trabajar, me acostaba a un lado de ella pero sin hacer mucho ruido, solito yo y mis hermanos más chiquitos, estábamos como veladoras encendidas, para aquella dichosa mujer, que no se despertaba por su cansancio.

    Hoy en día lo entiendo que la pobreza entre nosotros era paupérrima, pero no teníamos de otra y por muchas salidas que buscáramos, teníamos que soportar lo que la gente dijera o te señalara y nos dimos cuenta de que no se podía salir de alli, si es que no hay el cómo y el por donde,,,,,,,,,

    En el tiempo que según yo trabajaba y que también fui a leer y a escribir a la escuela, aprendí todo eso y sin querer yo estaba descubriendo un nuevo mundo para mí, pero al mismo tiempo me estaba haciendo a la idea de que mi madre se me estaba escapando y yo no la quería perder.

    Mi madre seguía trabajando, yo trabajando, mis hermanos trabajando y a los más chiquitos los cuidaba mi abuela, pero en sí, cada quien comía en diferente casa y cada quien hacía de lo que su pan se comía.

    Para mi madre, según ella, yo ya no era un niño y según ella yo ya me sabia defender y eso yo ya lo comprendía, pero luego la agarraba en la mentira, cada vez que me decía eso, de que yo ya estaba grande, se le salían las lágrimas, me ponía sus dos manos en mis hombros, me acariciaba mi pelo y luego me abrasaba mucho, mucho, mucho, para mis hermanos más grandes, ellos ya casi no venían a la casa, mucho mejor. Tal vez la astucia de mi madre, en acomodarnos en un nido y que ese nido nos de comer y subsistir, haya sido bueno, no podemos decir que entonces haya sido bueno pero resultó, mi madre se liberó de sus polluelos.

    Mi trabajo en aquel entonces, era en hacer mandados, por ejemplo; ir a las tortillas, ir al pan, comprar azúcar, ir al molino, traer las especias, traer la leña, traer verdura, los chiles y preparar para el sábado en la mañana lo que se podía hacer para la tamaliza que cada fin de semana se hacía para vender.

    La casa era grande y vivían allí, creo que tres familias, la señora que era la esposa del dueño y dueño del negocio, las hermanas, tías, sobrinos y nietos, todas y todos en si cooperaban en algo, así que las cosas funcionaban casi de acuerdo a como la señora de la casa decía y en si yo era su mandadero particular, la señora de la casa tenía un carácter regio y más áspero que la piel de un camaleón, pero en si era aguantable, porque cuando andaba de buenas, hasta me pagaba doble.

    Su hermana de esta señora, me tenía cierto aprecio o cariño y ella en veces era la que me lavaba la ropa y se preocupaba en cierta manera por mi educación, aunque para mí la educación o la escuela estaba quedando en segundo plano.

    Pues bien, en la tarde del viernes se ponía en una tinota, muchos huesos, con carne por supuesto y cabezas de marrano y todo lo se pudiera hervir en esa tinota, cuando ya alcanzaba su punto de cocido, se le tiraba el agua y la señora de la casa y otras cuantas le sacaban toda la carne que se podía sacar a aquellos huesos, así como a las cabezas y todo se juntaba en una bola de picadillo. Al otro día se iba, es decir yo con una carretilla tenía que ir al molino a moler dicho maíz, que ya estaba listo, alli les decía o bien ellos ya sabían y regresaba con mi masa, mientras alguien ya había puesto las hojas para los tamales a remojar, ya otra había hecho la salsa para enchilar la masa y la carne y los otros condimentos y como unas diez señoras, en un ratito hacían un montón de tamales.

    Se ponían a hervir en la misma tinota donde se coció la carne y para la tarde ya estaban, se preparaban en una canasta y en la misma carretilla yo el mandadero profesional, los llevaba al mercado donde el señor o dueño de la casa los vendía.

    Al regreso del mercado, los tamales sobrantes, me los ponían en una canasta extra y la señora me mandaba a recorrer el pueblo con mi carretilla y mi canasta a la venta de tamales, unos ya me conocían, algunos ya hasta me esperaban, y yo feliz, porque la señora me daba mi buena comisión si los vendía todos, así me veían los sábados, bien ocupado con mi carretilla y mi canasta.

    La otra señora, la hermana de la dueña de la casa, me decía que no me gastara mi dinero, que si yo quería, que ella me lo guardaba o bien que lo pusiera en una alcancía, así que mejor decidí ahorrar y compre un chile tamaño bestia y alli guardaba casi todo lo que yo podía ahorrar, se colgó en una pared muy particular y alli estaba mi chile, esperándome cada fin de semana, para llenarlo de monedas y billetes.

    Por otra parte, a mis hermanos ya no los veía mucho y a mi madre, la veía solo en las noches, aunque debo confesar que algunas noches ella no llegaba y algunas noches después, ella ya no llego.

    El pueblo rumoraba muchas cosas, pero a mí no me importaba yo sabía que no era así, yo conocedor de todo el pueblo le preguntaba a la gente si sabía de ella, fui donde ella trabajaba y me dijeron que ya no iba, al tiempo después supe por mi abuela, que algún suspiro paso por los oídos de mi madre y ella, mi madre, tal vez confusa entre todo su acontecimiento, se prendió de ese suspiro y ese suspiro acabo por robarse a mi madre por completo, yo que era conocedor del pueblo, averigüé y supe donde ese tal suspiro vivía y supe que mi madre estaba alli y lleno de valentía fui a ver que ese tal suspiro quien era, al tocar la puerta yo la vi a ella y ella me vio a mí y ella le dijo al tal suspiro que era yo que él ni se asomara, mi madre me dijo que ella estaba bien y que si yo también, ¿qué reclamos o que cosas puede uno platicar con su madre en ese entonces? Yo no era un gran platicador en ese entonces y creo que mi madre tampoco, pero ella y yo no necesitábamos palabras para comunicarnos, durante todo el tiempo de mi visita me mantuvo abrasado y acariciándome mi pelo, sin dejar que ella viera que estaba llorando, y me juró y perjuró que ella estaba bien y que iba a estar bien, que no me preocupara. Pero de lo que si aseguro es que se le veía un poco más aliviadita, no es que haya estado enferma, sino que más contenta y bien me despedí y me fui, si tu estas bien, pues yo también.

    Otro diez de mayo, (día de las madres)

    Bien he dicho que yo ya tenía mi alcancía y mis ahorros, bien he dicho que ya sabía dónde vivía aquel suspiro que se robó a mi madre y bien he dicho que sabía dónde vivía, para ese tiempo se acercaba el diez de mayo, el día de las madres, en la escuela y en todos lados se preparaban para darles a las madrecitas lo que ellas merecían por lo que ellas habían hecho durante el año pasado, así que los más ricos les compraban una lavadora una estufa o un refrigerador, para que ya no se gastara el lomo lavando en lavadero o no prendiera la hornilla con leña o con petróleo o que ya no fuera a comprar hielo para las cervezas, en fin los hijos le acomodaban las comodidades a la madre para que esta hiciera lo mejor por ellos, ¡válgame pues! buenos regalos.

    Yo por mi parte, pensando en ella, decidí comprarle un pastel, un pastel bonito que yo había visto muchas veces preparado en el mercado a donde yo iba a entregar mis tamales, le platique de mis intenciones a la señora que cuidaba de mi alcancía y ella accedió a tal grato dispendio, así que le sacamos a aquel chile unos cuantos pesos y me fui a comprar el pastel, no era muy grande, solo lo que se podría llamar un pastel, pero era para mi madre así que yo lo vi precioso.

    Llegué a la casa donde el suspiro vivía y toqué y toqué la puerta y una señora salió y me dijo que en ese momento no había nadie y como ya me conocía por mis visitas, me dijo que si quería que me abría la puerta, con mi pastel en la mano, pensé, bueno si no está, entonces mejor sería su sorpresa, así que decidí dejar el pastel en una mesita y me fui, no sin antes dejar en un papel, de quien era y me marché de nuevo, pensando en que yo en ese día de las madre ya había cumplido mi cometido.

    Al tiempo,a unos cuantos días regresé, a ver qué había pasado, la misma señora que me abrió la otra vez, me volvió a abrir la puerta, pero esta vez no la vi tan amable, en cuanto abrió se fué casi aprisa por no decir corriendo, entrando a la habitación, mi pastel estaba alli, estaba intacto, pero el cuartito donde mi madre vivía, estaba vacío, solito, solo estaba mi pastel, entonces comprendí la fría y cruda realidad, que el suspiro se había robado a mi madre y que mi madre comprendió que las rebanadas de pastel no son buenas cuando uno se lo tiene que comer con lágrimas.

    Ese día, fue el día que más extraño, el día de las madres y aunque no hubiera querido a aquel pastel, ¿Por qué lo dejo alli?, ¿pensaría que yo no me iba a dar cuenta?, yo tenía muchas preguntas, pero no me sabia las respuestas, solo una que en si yo tenía en mente en ese entonces, ¿sería esa virgencita a quien yo le pedí prestado alguna vez? Pero ¿Por qué? ¿Por qué quitarme a mi madre? ¿Por qué?

    Esa noche, con mucha pena en mi corazón trate de dormir, pensando en soñar con la virgen para reclamarle, pero ella no apareció, y me dormí pronto, lo que si soñé, fue a mi madre que sentada al lado mío me acariciaba mi pelo, y que ella no estaba triste que estaba bien contenta, que estaba al lado mío.

    Después de mi fracaso con mi pastel, a mi madre no la volví a ver sino hasta algunos años más tarde.

    El camino se estaba cerrando, las puertas estaban bien cerradas, yo con mi trabajo comiendo y alimentándome como una pulga y mis otros hermanos también, parece que la astucia de mi madre dio en el clavo.

    Tal vez pensó, si yo me quedo con ellos, los mato de hambre, mejor les busco un acomodo y que ellos alli solitos la hagan a su parecer, y en eso ella tenía razón, yo comía bien, dormía bien, trabajaba bien, pero había algo que no encajaba, no era mi hogar, a la gente que le debía respeto, eran algo así como mis patrones y nunca sentí ese olor que mi madre tenía, así que los caminos de mi pensamiento se estaban cerrando.

    Una noche de esas que llueve mucho y los vientos te silban para decirte un mal augurio, esa noche yo pensé, que tal vez en estos días de fracasos, sería mejor ir a buscar a mi padre, yo sé el camino, me acuerdo como vinimos, solo es cuestión de tener dinero para ir a su destino, yo pensaba en mi alcancía y pensaba en mis ahorros y la manera de huir, si es que a esto se le llamaba escape.

    Busqué en esos tiempos a mi hermano el más pequeño y le propuse la suerte de regresar a México, (distrito federal), para buscar a nuestro padre, él me dijo que no, que así estaba bien, que él estaba a gusto con mi abuela.

    Entonces un día le dije a la señora que me apreciaba, que yo ya quería tener mis cosas, (ropa yo solo), para así poder escoger que me pondría y que mi chile, mi alcancía la quería manejar yo y en fin así se hizo. Se buscó una caja para guardar mi ropa y otra para que yo guardara mi alcancía y se puso junto donde yo ya dormía, ya que a la casa de mi abuela ya no iba. La señora que me apreciaba mucho al principio me miraba extrañada por esas decisiones que yo había tomado, pero luego parecía mi cómplice, siempre me tenía mi cajita con mi ropa siempre lista, como que ella ya sabía que era lo que yo iba a hacer.

    Una mañana cuando los pajaritos aun no empezaban a cantar, cuando todo esta tan tranquilo, cuando solo mi corazón era el que hacia ruido, Salí de aquella casa con mi caja de ropa y mi chile, camine rápido calculando la hora y tome un camión hacia la ciudad y de alli pague un pasaje para la capital, dejando a mi chile bien roto en el piso de los baños de la central camionera, y ya con boleto en la mano, que hasta el chofer me dijo, ¿huyendo? Y yo le contesté, no, viajando.

    Ese día cuando tome el camión hacia la capital, me sentía como esos astronautas que se van para allá arriba, que dejan todo, que todos sus recuerdos se quedan alli abajo y que solo ellos van a hacer lo que la vida les permita hacer, así me sentía yo, ya mis amigos, mi gente, mi madre, mis hermanos todo había quedado atrás, yo iba solo en un camión en la busca de mi padre, aquel padre borracho que se había quedado en una cama dormido, mientras nosotros no le dábamos ni la despedida.

    Y otra vez, vi montes y lagos, montañas y veredas y vendedores, de todo tipo, pero yo como mi madre al tiempo atrás, solo sacaba la moneda cuando ya el hambre me codeaba el estómago, así llegué a la capital de México, con unos cuantos pesos y una cajita donde yo guardaba mis dos mudas de ropa.

    El camino lo sabía, no era diferente, la inteligencia y la memoria de los niños no se pierde nunca, así que me asegure que ayer estaba en mi pueblito y hoy 24 horas después ya estaba en otro mundo. Pues me puse en marcha, mi camino fue poquito, que cuando llegué al lugar donde yo pensaba que vivía, ya estaba completamente urbanizado, ya había camiones que pasaban, que antes no pasaban y las casas ya no estaban donde estaban antes, parecía que era otra dirección u otra colonia, pero en nada se parecía a lo que yo había vivido, le pregunte a la gente y no me dio razón, le pregunte a los más viejos y ellos me dijeron que mi padre en su desesperación se fue al norte y yo con más desesperación, me quede solito, ya no tenía a donde ir y me quise regresar y así trate de hacerlo, ya en el camino, pase a saludar a la virgencita a la cual hacia años antes le había pedido prestado unos centavos y yo recriminándola, le dije: ¿tanto te debo por haberte tomado unos centavitos? ¿Que con esto te desquitas? mira, te voy a devolver lo que te quite, pero tú devuélveme todo lo que me has quitado.

    Yo le devolví su dinero, pero creo que, según yo, lo que me quitó no me lo regresó, pero me dió más fuerzas para aguantar todavía lo que me hacía falta y tal parece, que la muy condenada, me quitó algo más.

    Me quito el miedo, desde ese entonces ya no tuve miedo.

    Ese día después de mi andar buscando a mi padre, sin encontrar ninguna respuesta, regrese a la central de camiones, pero ya no tenía mucho dinero, hacia poquito que yo me había fugado y aun podía dar ciertas explicaciones, pedí hablar con el gerente y le explique mis motivos y este me vio como si yo estuviera medio loco, le hablo a su secretaria y ella me llevo un vaso con agua, me pregunto lo que tenía que preguntar y yo le conteste lo que tenía que responder, así paso el tiempo, él me dijo que si me iba a ayudar, pero que esperara un poco, al tiempo y después de tanta espera, me sentí cansado y por el caminar de todo el día creo que me dio sueño y me dormí.

    Eran como las once de la noche, donde yo entraba a un lugar, que para mí eran más o menos unos ocho años más de mi vida.

    Después de pedir ayuda para poder regresar, lo único que sentí de ayuda fue un viaje cortito yo medio somnoliento no lo supe hasta el día siguiente casi como al amanecer cuando escuche una bulla y un escándalo que me despertó, estaba en una cama que en la cual no podía ver el techo ya que encima de mi estaba otra cama, había muchos niños y otros no tan niños, el olor era desagradable a orín y algo de lo otro, se olía a mugre como entre un montón de ropa sucia que no se lava en días, en el tiempo que pensaba donde estaba, sentí unos golpes en el pecho y era un muchacho que me pateaba diciendo que me levantara y que me fuera a formar a una línea o fila que ya otros estaban haciendo, yo quise reprochar y por respuesta sentí un golpe en la boca que sentí más que mareo, sangre me salió de ella y apreste a ir a la fila, solo traía mi ropa puesta, pero no traía zapatos solo mi ropa puesta, lleno de intriga, y de sangre fui a la fila que donde todos señalaban.

    Ya todos en línea y más o menos formados, el que aventaba patadas, se dirigió en voz alta y dice en marcha y así salimos de ese lugar que al tiempo supe que era un dormitorio y que íbamos a ir formaditos después de pasar algunos pasillos, para llegar a un lugar llamado; el comedor, alli estando formados, yo sentía frio en mis pies y aun aturdido de saber dónde me encontraba, comencé a recorrer la vista y vi que no estaba solo, vi que había muchos, chiquitos y grandes, todos formados por edades o por estaturas, eran tantos que yo solo era una mínima parte de lo que eran esas grandes filas, casi todos de azul, de un color azul marino, pero antes de recapacitar, a nuestra fila la mandaron con un decir de él que tiraba patadas, avancen y así entramos a una sala grandísima, como si fuera a haber fiesta, era el comedor, alli nos fueron acomodando en mesas de cuatro sillas, alli nos sentaron donde ya estaba servido el desayuno, un pocillo de aluminio lleno de café con leche un pan de dulce y huevo revuelto y un bolillo, de alli se escuchaba otra orden, siéntense y coman y así como se decía, alguien tomo de mi parte mi bolillo, otro tomo mi pan de dulce y solo en aquel desayuno solo me tuve que tomar mi café con leche, pero mi boca estaba aún sangrando así que lo deje y en una abrir y cerrar de ojos, ni mi café ni mi huevo estaba, solo viendo aquello se podía creer, que hacia un día que yo había llegado de mi pueblito querido, estaba metido en un lugar con chiquillos como yo llenos de hambre y golpeadores.

    Se tenía que entender que yo no llegue a un hotel de cinco estrellas, sino que acababa de ingresar a un orfanatorio, donde ninguno de esos niños no tenían padre y por si fuera poco menos madre, algunos de ellos ya sabían que el más fuerte sobrevive y al que no, que se pudra o que se muera, alli no había misericordia.

    Yo que no sabía a qué bando pertenecer no pertenecí a ninguno porque aún no sabía dónde me encontraba.

    El que daba patadas nos dirigió, después de mi desayuno americano a un lugar donde nos esperaban unas escobas cubetas y trapeadores, así que el pateador les dio a cada uno su utensilio y les dijo tu aquí, tu aquí

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