Del Otro Lado Del Espejo Alguien Te Espía
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Alfonso Bandera Tamayo
El licenciado Alfonso Bandera Tamayo nació el 24 de agosto de 1949, en la provincia norte oriental de Holguín, Cuba. Es director de televisión, radio, cine y espectáculos. Actor, narrador y poeta. Presidente de cine, radio y tv y miembro del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Profesor de la Universidad de las Artes Audiovisuales. Su obra audiovisual se ha exhibido en Nicaragua, Europa del Este, Venezuela, Ecuador, España y Uruguay. Joven laureado (1984), medalla “Raúl Gómez García (1990), laureado en dirección por la facultad de cine, radio y tv del ISA de La Habana (1996), distinción Nicolás Guillén (2002), aldabón de la ciudad de Holguín (2003), premio Poesía Quintavenida, en Italia, ha publicado en el Boletín del Poeta de Santiago de Cuba 1974, YoEscribo Madrid 1990, La bailarina siempre tuvo los zapatos de cristal (ensayo) (revista Oficio. México), en las Antologías de Narrativa “El Valle de las Delicias” y poética “Los Frutos del Sol” (2003) (Santiago de León. Caracas. Venezuela).
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Del Otro Lado Del Espejo Alguien Te Espía - Alfonso Bandera Tamayo
© 2016 por Alfonso Bandera Tamayo.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2016906529
ISBN: Tapa Dura 978-1-5065-1414-7
Tapa Blanda 978-1-5065-1416-1
Libro Electrónico 978-1-5065-1415-4
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Información de la imprenta disponible en la última página.
Fecha de revisión: 30/04/2016
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739084
Contents
AGRADECIMIENTOS
DEDICATORIA
NOTAS DEL AUTOR
LA DIMENSIÓN
A MI ME PASA LO MISMO
EDDY
CUANDO REGRESEN LAS CUCARACHAS
MITOLOGIA DEL AMOR
LA LLUVIA ES UNA MUJER
LA NUEVA HISTORIA DE LA TIERRA
LOLA
MIEDO
OCUPADA HASTA MAÑANA
NO ME SAQUEN DEL COMA
VICENTA
DEL OTRO LADO DEL ESPEJO ALGUIEN TE ESPÍA
LECHE AMARGA
CELESTINO Y LA TRISTEZA
LA BAILARINA DE CRISTAL
EL BARREDERO
AGRADECIMIENTOS
Q uiero agradecer de todo corazón a todos aquellos que han puesto la fe en mi obra y que me han alentado a seguir insistiendo para salvarla del olvido.
Gracias a los que ya no están:
A mi madre por haberme hecho un hombre de bien.
A mi Padre por despertar en mí el ansia de desatar mis duendes, pasiones y demonios.
A mi hermano Andrés por los sabios empujones hacia la luz.
A mi profesor Antonio Lloga Simón por todo lo que profesionalmente soy.
A mí siempre recordado Pedro Ortiz, excelente narrador holguinero que creyó en mí.
A mi amigo Héctor Bello actor y escritor venezolano.
Gracias a los que todavía encuentro, por fortuna, a la vuelta del camino:
A mi Hermana Ana María de la Caridad por haberme enseñado a jugar con fantasías.
A mi querida y entrañable amiga Maritza Rojas por descubrirme como amigo y sembrar en mí la alegría de continuar con la aventura.
A mi esposa, Daisy, por ser mi musa eterna y esclava de un deber, por ella misma impuesto, hacia mi obra y que, amantísima hasta el regaño, soporta mis locos arrebatos.
A mi hermano y amigo Eliazar Marín poeta venezolano.
A todo el eficiente equipo de Palibrio
y en especial a las entrañables Maya y Maricel por la acogida de mi obra y sus valiosos consejos en el proceso de producción editorial.
Gracias a los que creyeron y a los que no. Pues los de uno u otro bando pusieron sabiduría bajo mis pasos al pie del arcoíris.
DEDICATORIA
A mis hijos Anabel I, Alfonsito y Anabel II por reafirmar en mí, para siempre, la certeza del verdadero amor.
NOTAS DEL AUTOR
Q uerido lector,
Espero que al recorrer estos cuentos lo hagan con la misma pasión con que los escribí. Pero sobre todo con la sabiduría de descubrir en ellos las esencias de cada situación o personaje.
Cierto es que cuanto escribo, y es lo que me decía mi admirado profesor Antonio Lloga Simón, posee un basamento extraído de la realidad misma: mi vida, la vida de otros, el reflejo de aquel que vi pasar y me impresionó, los momentos vividos fuera y dentro de mi país, la sensualidad y los demonios, en fin, retazos de la existencia misma.
Pero no hay en ellos más que fantasía, invención y ficción, así como el infinito deseo de hacerles pasar un rato agradable y útil con su lectura.
De modo que si al leer estos cuentos, que tanto amo, se reconocen o reconocen a alguien cercano es pura coincidencia ya que la única posible es la de que somos seres humanos.
Gracias
LA DIMENSIÓN
-¡Q ue se movilicen todas las fuerzas públicas!
Gritó Austergicilia, Generala en Jefe del Ejército de aquel lugar nombrado Ferrando y cuyas dimensiones no excedían los veinte kilómetros cuadrados a la redonda.
Limitando al norte por el cerro La Saca lengua
, desde donde bajaron con grandes explosiones y disparos los sublevados contra el viejo orden, en Ferrando se instauró un poderoso y bien organizado gobierno encabezado por el ingenioso lugareño Eustaquio Potrohondo Valdés.
Hombre de vasta cultura rural, certero en hacer premoniciones tales como cuándo llovería y capaz de mezclar animales para obtener una raza superior a las que en el polvoriento pueblo de Ferrando existían para dar alimento suficiente a los niños y ancianos de aquel cónclave; que los dueños del poder jurídico, militar y civil pretendían elevar a uno de los sitios, habitados por humanos, más desarrollado del mundo.
En ese utópico empeño y víctima del profundo estrés debido a los robos continuados de sus ministros de confianza en cuanto ministerio se formaba para alcanzar renombre internacional, el jefe del estado de Ferrando: Eustaquio Potrohondo Valdés, que era un mulato de unos siete pies de altura, ojos avellana claros, tórax bien armado y musculoso, gracias a los ejercicios matutinos y la natación practicada en la gran piscina de la casona de madera y de gobierno - oculta tras los árboles del cerro más alto del país - se moría.
A Eustaquio Potrohondo no le gustaba que le dijeran el mulato sino El Jefe, porque esta última nomenclatura pertenecía a una selecta raza de mayor linaje y pedigrí.
Pero a pesar de todo, en este momento, según todo los informes y diagnósticos médicos, El Mulato, Eustaquio, El Jefe, se moría.
- Se muere no, Austergicilia. Está totalmente frito. Frío como sacado del congelador. Se murió.
Le cuchichió al oído el responsable de la inteligencia militar de Ferrando a la Generala.
Era un casi enano el súper agente. Quien, al certificarle la nefasta noticia, obligó a que la portentosa blanca de pelo negro y suelto se inclinara para poder escucharle con atención.
Austergicilia tragó en seco y contuvo el torrente de lágrimas que se agolparon en sus ojos.
Apretó los dientes mientras recordó como Potrohondo hacía más de 40 años atrás; vestido con su traje de dril cien, zapato de dos tonos, crema y blanco, y un sombrero de paño que su primo disidente - por no concordar con sus ideas - radicado en Panamá le enviara como regalo del día de su cumpleaños, se paseaba orondo sobre una pulida bicicleta Todo Terreno
marca Niágara
y se detuvo frente a Austergicilia que herraba con esmero la pata derecha de su caballo Mala Entraña
.
Sí, porque en Ferrando, la línea del ferrocarril, la Gran Casona de Madera de estilo bungaló norteamericano, el instante en que pasaba el tren con rumbo desconocido para los habitantes del asentamiento, la pulida bicicleta Todo Terreno
marca Niágara
del Jefe y el caballo Mala Entraña
de Austergicilia eran las más grandes y atractivas maravillas para los ciudadanos liberados por los líderes de la otrora insurgencia.
Claro que el prostíbulo de Baquelech, la etíope, también. Que no se llamaba prostíbulo, sino Academia de Baile para Adultos Varones
, para evitar las campañas mediáticas contra el Gobierno del Jefe, cuyo pellejo y prestigio siempre colgaban de un ataque virulento a la integridad y celibato del apuesto mulato, por parte de sus maricones opositores.
En aquel lejano momento, en el que el Jefe se detuvo frente a ella, mientras dos enormes hombres, rubios y recelosos, miraban a todas partes de la guardarraya y la línea férrea en espera de algún artero ataque enemigo y siempre con los rostros de aquellos que mantienen incólume la seguridad del estado, Austergicilia traía el largo cabello suelto, y la negritud y brillo de éste se confundía con la hermosa crin azabache de su jamelgo.
Verdad que cuando ella se vestía con ropa de montar sus caderas eran una invitación a la lujuria y sus piernas, apretadas contra el cuero del pantalón, una provocativa fantasía al desparpajo.
Austergicilia era una hembra como ninguna.
- Dicen que eres machorra. ¿Eso es verdad?
La pregunta del Jefe sonó como un halago y bien lejana del reproche.
- ¿Usted qué cree?
Dijo Austergicilia quitándose la cabellera de la frente al tiempo que se dobló para revisar la herradura del bruto que corcoveaba.