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Vikingos en Cuba
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Libro electrónico661 páginas9 horas

Vikingos en Cuba

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Vikingos en Cuba está recreada en los municipios de Alquízar y Artemisa, así como en la Ciudad Habana de los años 1999 a 2001, en pleno apogeo del llamado "Periodo Especial". Participan fundamentalmente tres familias que viven en situaciones muy difíciles en sus viviendas y deciden mudarse a una enorme casa en las afueras de Artemisa. Esta casa

IdiomaEspañol
Editorialibukku, LLC
Fecha de lanzamiento30 sept 2020
ISBN9781640866812
Vikingos en Cuba

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    Vikingos en Cuba - Lázaro Noel Izquierdo Maragoto

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    Vikingos

    en Cuba

    Lázaro Noel Izquierdo Maragoto

    Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

    El contenido de esta obra es responsabilidad del autor y no refleja necesariamente las opiniones de la casa editora. Todos los textos fueron proporcionados por el autor, quien es el único responsable sobre los derechos de los mismos.

    Publicado por Ibukku

    www.ibukku.com

    Diseño y maquetación: Índigo Estudio Gráfico

    Copyright © 2020 Lázaro Noel Izquierdo Maragoto

    ISBN Paperback: 978-1-64086-680-5

    ISBN eBook: 978-1-64086-681-2

    El desastre es la avenida de la fortuna.

    Y la fortuna es el escondite del desastre.

    Lao Tsé, 228.

    La prisa es lenta. (proverbio latino).

    Endereza tu corazón y mantente firme,

    en tiempo de infortunio no te inquietes.

    Eclesiásticos 2.2

    1

    La moto corre, no, la moto vuela, y yo sentado detrás del conductor. El aire golpea el casco y la sinfonía de colores rojos y verdes se alternan. El rojo de esta tierra, intenso, penetrante, contagioso. Los platanales a ambos lados de la carretera. Grupos de casas. Campos cultivados en intensa combinación que intensifica el carrusel de colores.

    Entramos al pueblecito llamado Las Cañas. Doblamos en una intercepción jugando con la ley de gravedad. Cristóbal acelera. Le pido que afloje. Sonríe. Mi hermano cuando te toca te toca, esté donde esté ella te busca y te pasa la cuenta. No Cristóbal, pues si no me toca y me quedo todo jodido es mucho peor mi hermano, así que dale suave.

    Llegamos al pueblo de Artemisa. Hay una línea, sí, una línea por donde pasa el tren. Cristóbal al parecer no lo sabe y sin detenerse vuela por encima de los raíles. Llegamos a una esquina. Le lanza un piropo a una rubia que va por la acera. La rubia debe haberse reído por la moto y no por el piropo. Pasamos frente al estadio de béisbol. Llegamos a la carretera Central que va de Artemisa a Guanajay y el resto de los municipios hasta llegar a Ciudad Habana. Cañas aun costado y otro. Doblamos a la derecha, avanzamos unos cuatrocientos metros y nos detenemos. Miramos a la derecha y allí está la casona, el destino de nuestro viaje.

    Parece una casa sacada de películas y aseguraría que de un país de Europa. Un pasillo de cemento de unos cuarenta metros llevaba hasta la puerta. Un amplio jardín se extendía frente a los grandes ventanales de cristales. La puerta es enorme, al parecer de roble, tallada en su totalidad y con una ventana de cristal color malva en cada hoja. Cristóbal comenzó a buscar un timbre y yo le señalé el hilo que salía de un costado del marco superior de la puerta y del que colgaba un patico de goma. Curioso. Cristóbal tiró del patico y escuchamos el sonido de un timbre.

    Una hoja de la puerta se abrió y quedamos impresionados. Una anciana en un sillón de ruedas, de piel muy blanca, casi pálida, rostro pequeño y ovalado donde se imponía la dimensión de sus ojos. Llevaba puesto un vestido de un color negro intenso, lo cual resaltaba más su palidez. Sus manos eran huesudas con dedos largos y finos.

    —Son ustedes los jóvenes de la permuta—movió el sillón a un costado—. Pasen, los estaba esperando.

    Giró el sillón. Cristóbal hizo ademán de ayudarla, pero ya la anciana avanzaba y la seguimos.

    Aquel debía ser el recibidor, amplio, todas sus paredes eran de mármol marquesa hasta la altura aproximada de un metro. El piso de un mármol verde. Al centro un receptáculo que debió haber sido una chimenea, a cada costado de este una pared que conducía a tres pasillos; a la derecha, la izquierda y al frente. En una de las paredes observamos un enorme reloj de péndulo. Coño Néstor, como los de las películas. Cosas de Cristóbal. La anciana se dirigió por el pasillo de la derecha. El pasillo era ancho y los amplios ventanales de cristal, rematados con abanicos de vitrales, magnificaban el espacio. Un primer cuarto. Miré a Cristóbal, aquel cuarto con baño en su interior era casi del tamaño de la casa en que yo vivía. Otro cuarto con baño, un tercer cuarto con baño, y llegando al extremo de ese pasillo, ¡sorpresa!, una biblioteca, extensa, con altos anaqueles cargados de libros y baño incorporado. Cristóbal no pudo contenerse y asegurar que ese sería el cuarto de su hermana.

    Regresamos y penetramos por el otro pasillo y nos sorprendió la existencia de cuatro cuartos con baños semejantes a los anteriormente vistos. Mas adelante una gran puerta de batientes, al atravesarla, el comedor, posteriormente una majestuosa cocina. Cualquiera de las casas de nuestras tres familias cabria en ella y sobraría espacio. La meseta estaba en forma de U y en las tres áreas existía un fregadero. Otra puerta de batiente y un enorme local con ventanas por los costados, una puerta metálica al fondo y otra en uno de sus extremos. El local paralelo a la cocina—comedor, tenía la dimensión de ambos. La puerta situada al frente daba a un extremo del patio. A Cristóbal se le fue la palabra: paladar. La anciana hizo un gesto a Cristóbal para que abriese la puerta. Nos impresiono el patio, rectangular de unos ochenta metros de ancho por cincuenta de largo cubierto de hierbas.

    Volvimos sobre nuestros pasos. Llegamos al recibidor y cogimos en dirección al pasillo situado a la izquierda. Volvimos a contar cuatro cuartos con sus baños y un cuarto de desahogo. Regresamos al recibidor. En todo este recorrido ni un solo mueble, ningún tipo de objeto, la casona totalmente vacía. Cristóbal se dirigió a la anciana.

    —Estamos encantados y totalmente de acuerdo con la triple que pensamos hacer. Ahora queda que usted visite las casas de las tres familias.

    —No es necesario.

    Cristóbal me miró. La anciana seguía incólume en el sillón, apenas pestañaba, no se movía, a duras penas se notaba el débil movimiento de sus hombros y pecho al respirar.

    —Pero bueno ¿usted se mudará para alguna de las casas y lo normal es que las vea antes? – Cristóbal intentaba comprender.

    —Joven, no se preocupen. Encárguense cuanto antes de los trámites. En su momento conocerán a las personas que irán a vivir a sus casas. Gracias por su visita.

    Sin lugar a duda nos botaba. Cristóbal se encogió de hombro y nos despedimos de la anciana. Ella cerró la puerta a nuestras espaldas. Avanzamos por el pasillo. Volví a fijarme en el jardín y noté cuan descuidado estaba y entonces vi las columnatas y el local. Como salíamos quedaban a nuestra izquierda. Cristóbal también los vio, me interrogo con la mirada, hice un gesto de cabeza y seguimos.

    Antes de arrancar la moto intercambiamos criterios. Estamos impresionados, era mucho más de lo que esperábamos y por ello había que actuar con premura. Desde mi perspectiva la casona asemejaba una jota mayúscula invertida, por ende, los dos extremos de la jota servirían para dos familias, el palito de la jota para la otra familia, y la muesca final representaba la cocina y comedor que sobraba para compartir.

    De nuevo volando en la moto. De nuevo el arcoíris de colores donde prevalece el verde en todas sus variantes y el rojo, el rojo de esta tierra que penetra por los poros y llega hasta el alma.

    2

    La primera familia que Cristóbal y yo decidimos visitar fue la de los Arzolas. Un portal de un metro de ancho por dos de largo. Techo de tejas en mal estado. Al abrirse la puerta se percibió como fue necesario correr el sillón del interior hasta quedar justo a la mesa del comedor, la cual rozaba con el fregadero de la cocina. Se abrió una puerta en la pared del costado y salió Ismael, el padre de familia, el jefe de este núcleo y su esposa Josefina seguida de la vieja Pancha en compañía de dos jimaguas. En ese momento llego la joven y hermosa Anita, hermana de los jimaguas e hija de Ismael y Josefina, tiró la mochila con libros en un sillón medio destartalado y saludó.

    Cristóbal se disponía a contar la noticia cuando Octavio, el hermano mayor de Anita y los jimaguas, pidió permiso y abandono el hogar. Al fin Cristóbal expuso con lujos de detalles las condiciones favorables de la casona... Ismael dirigió una mirada a los miembros de la familia, una mirada de súplica y todos se retiraron. Entonces explicó a Cristóbal que tenía que reunirse con su familia y llegar a un acuerdo y que también debía orar y dirigirse al Señor Todopoderoso para discernir sobre la magnitud del paso que se disponían a dar. Cristóbal estuvo de acuerdo, pero le pidió que se apuraran, la anciana lo exigía y no podíamos perder aquella ganga. Nos despedimos. Ya en la moto Cristóbal me preguntó que cómo carajo aquella gente hacía para poder vivir todos en aquella caja de zapato; y le respondí que como mismo mi familia lo hacía, soltó tres carcajadas y salimos disparados en su moto en dirección a la familia Apolinares, mi familia.

    Nos dirigimos a casa de mi familia, los Apolinares. La casa tiene el techo de fibrocen, nada ventajoso pues en verano, un horno y en invierno, una nevera. Mi padre Porfirio y mi madre Bertha comparten su cuarto con mi hermanito Roly. El otro cuarto lo ocupamos mi esposa Martha y yo. Mi hermana Sandra ocupa el cuartico que queda, ella le llama, su preservativo. Tío Joaquín convive en un cuartico agregado en el estrecho patio. Cocina y comedor se fusionan y no obstante le es difícil a la familia sentarse en el reducido espacio. Una mini salita con el televisor y cuatro sillas, pues los sillones ocuparían mucho espacio.

    Les expliqué con lujo de detalles a todos sobre lo visto. La alegría fue general, aprobación unánime. Cristóbal antes de despedirse me propuso ir al día siguiente a la Dirección de Vivienda Municipal, para comenzar los trámites. Le recordé que los Arzolas darían ese día la respuesta, que esperásemos por ellos. Fue en vano. Digan que sí o digan que no los Arzolas, la cosa va. Busco a otra familia, sabes cuántos quisieran tener esta posibilidad, esta suerte.

    Todos en casa contentos y repitiendo sus preguntas y yo contestando gustosamente. Martha se me acercó al oído, casi en un susurro, ahora sí voy a embarazarme. Sonreí y le di un beso.

    Cristóbal avanzó por el pasillo del interior donde vivía. La casa de los Ferrogamas era de placa y dos pisos, pero tampoco gozaba de mucho espacio. Alfonso el Gordo, su padre, estaba en el portal y lo recibió con un abrazo. Entraron y Noraida, su madre, le lanzó un beso, ya que estaba en la cocina con su hermana Mariela a quien peinaba. Alfonso el Gordo gritó el nombre de Esteban, su tercer hijo, que estaba en el segundo piso. Todos reunidos, Cristóbal narró su vivencia y como siempre exageró. Aplausos al final, abrazo de Alfonso el Gordo al hijo y los concebidos, usted es un león, saliste como tu padre.

    Alegría, expectativa, sueños y esperanzas, pero aún tienen que enfrentarse a uno de los peores, devastadores y terribles enemigos del espíritu y las almas de los cubanos: el papeleo, el burocratismo.

    3

    Había amanecido lluviosa la mañana y Cristóbal se guarecía en un portal frente a la Dirección de Vivienda del Municipio de Alquízar. Esperaba a Néstor ya que era más ducho en esto de las leyes. Había marcado desde temprano, pero Néstor no llegaba. Al fin divisó a Néstor que venía cubriéndose con un cartón. Se saludaron y bajo la llovizna entraron a Vivienda, la recepcionista los recibió y les dijo que cogieran por el pasillo hasta la última puerta. ¡Qué bien! Pero el pasillo era a un costado de la construcción y quedaba a la intemperie. Bueno, a mojarse.

    Tocaron, un adelante en tono grueso. Abrieron la puerta y allí estaba el director, detrás de un inmenso buró, cabeza redonda, medio calvo, bigote tupido, cuello ancho y camisa a cuadros. ¡Oye que casi todos los directores usaban camisas a cuadro! Siéntense por favor. A ver, cuál es su problema. Néstor observó el gran cuadro de Camilo Cienfuegos que colgaba tras el director. Camilo siempre sonriente, pero toda la pared manchada de humedad y falta de pintura, un pedazo de placa se había caído en un extremo y se observaban las cabillas oxidadas, las losas del piso estaban manchadas y sucias. ¡Qué bien y estoy en la Dirección de Vivienda! Salió de su meditación cuando el director bigotudo se refería a la Resolución tal, según artículo tal, en el por cuanto tal, y debido a eso tenía que valorarse la situación, además de lo complicado porque otros factores debían participar en el proceso, como lo eran, Planificación Física, la Comisión de Urbanización del Poder Popular y Finanzas del Poder Popular.

    Cristóbal le aclaró que lo que nosotros queríamos era un triple permuta y el bigotudo respondió que sí, que una triple permuta llevaba todo eso y ¡ah!, le faltaba aclararnos que solo tenía dos inspectores, los cuales estaban muy cargados de trabajo y el trabajo de ellos era fundamental en todo tipo de gestión en vivienda. Percibí que Cristóbal estaba perdiendo los estribos y decidí intervenir. Pedí un posible orden de pasos a dar y el bigotudo comenzó por los inspectores, después Planificación Física, con el valuó de los inspectores y el Certifico de Planificación, se entregaban en el Poder Popular para la Comisión y con la aprobación de la Comisión recibirás un expediente que debías llevar a Finanzas, ya revisado, aprobado, firmado y acuñado todo, debías volver a Vivienda para que su ingeniero y él en persona, diesen el visto bueno. Facilito y sencillo, transparente como el agua.

    Me levanté, di las gracias y salimos del despacho del director bigotudo. Afuera había escampado y salido el sol. Pero no por eso Cristóbal estaba colorado. Le dio dos piñazos a la pared del pasillo, salpicas del polvo del mal repello me cayeron en la camisa. Le puse una mano en el hombro y le dije que, si le daba un infarto, entonces sí iba a tener bien segura la nueva morada. Se echó a reír, eso lo ayudó a relajarse.

    Llegamos a la acera. Me extrañó no ver su moto. Me dijo que la gasolina está muy cara, que había que utilizar la moto solo cuando era necesario. Hablaría con su padre, él conocía a casi todo el mundo y esto solo se va a resolver con dinero por delante, ya lo verás.

    En efecto, Alfonso el Gordo conocía a Joaquina, la presidenta de la Comisión del Poder Popular y a la directora de Planificación Física y su esposo, socio en las buenas y las malas. Pero de los inspectores no tenía ni idea. Cristóbal sabia de alguien que conocía a los inspectores y había escuchado sobre lo "manos suaves´´ que eran, por ende, no había tiempo que perder.

    Alfonso el Gordo se personó en casa de sus conocidos, claro está, portando sus regalitos y su buena botella de ron mediante. Conversaciones, risas, anécdotas y solicitud de ayuda, explicación de la situación y ¡claro que siempre se puede ayudar a los amigos! Al regreso le dio un manotazo a Cristóbal en el hombro y le dijo que todo estaba listo. Cristóbal vio a Fidelito, quien conocía a los inspectores. Fidelito contó sobre algunas jugaditas que ya había hecho con los inspectores, aclaró que eran unos comelones y fanáticos de la curda. Cristóbal le propuso que preparara para el mediodía siguiente un encuentro con los inspectores en su casa. Todo quedo claro y dispuesto.

    4

    Néstor llegaba a la Empresa donde trabajaba y antes de entrar a la oficina lo abordó Eduardo, uno de sus especialistas contables. Eduardo además de tener una función técnica en el departamento contable de la Empresa, respondía incondicionalmente a los intereses de su jefe, a tal punto que, funcionaba como el enlace entre el jefe y la querida llamada Isabel. Eduardo le transmitió el mensaje. Isabel lo esperaba en casa de Milardy a eso de las diez de la mañana. Hora complicada para Néstor, no por la cantidad de trabajo, sino por los ojos y bocas de sus subordinados.

    Con la excepción de Eduardo y Felo, un especialista en inventarios, el resto del departamento estaba conformado por mujeres, en total, catorce mujeres. Es decir, catorces lenguas viperinas y veintiocho ojos escrutadores, listos para recibir y multiplicar información. Otro inconveniente existía en las calles, los conocidos y conocidas siempre pendientes de todos los movimientos. Mujeres a esas horas en la calle, gran porciento, amas de casa, chisme seguro. Hombres en la calle, gran porciento, negociantes, posible lengua suelta en bebederas y negocios. En resumen: pueblo chiquito, infierno grande.

    Por ello todas las medidas de seguridad no eran pocas. Comenzó a elaborar el plan. Eduardo le informó de una reunión en el Poder Popular a las diez de la mañana, Néstor se molestó de forma tal que todos lo escuchasen. No lo dejan a uno vivir en paz, ni hacer su trabajo; es reunión y reunión, ¡cuando dejaran de joder tanto! A las diez menos cuarto Eduardo debía recordarle la reunión porque como él no deseaba ir la había olvidado y entonces muy molesto saldría a la maldita reunión.

    Pidió a Eduardo la bicicleta prestada. Otra jugada estratégica, mayor movilidad y algo poco común en él, andar a esas horas en bicicleta. Enfiló en dirección a la cuadra donde vivía Milardy la amiga de Isabel. Una cuadra antes dobló a la derecha, avanzó dos cuadras más allá, giró a la izquierda, dos cuadras más para acá, otra cuadra por allá, vaya, un despiste total. Se detuvo frente a casa de Milardy y con habilidad abrió el portón y penetró con la bicicleta. Respiró aliviado, la primera parte se había cumplido sin contratiempos.

    Isabel lo esperaba en la sala. Bebía de una taza de café. Su pelo rubio suelto como a él le gustaba, su mirada pícara como a él le encantaba, su jean apretando las voluminosas carnes como a él le arrebataba. La besó con devoción tomándola de la mano para llevarla para el cuarto.

    —Suave mi amor y esa calentura.

    —Tú sabes que hasta sin verte, solo imaginarte, se me pone a hervir la sangre.

    —Vamos Néstor, relájate y coopera, tengo que hablar algo serio contigo.

    Se sentó en un sillón a su lado y ella le señaló una taza de café.

    —Tómalo, está caliente, ahora mismo terminé de colarlo.

    —Bien, ¿Qué es lo que pasa ahora?

    Su pregunta tenía sentido, llevaban algunos meses confrontando problemas. Claro, para Néstor era Isabel la causante de las desavenencias, para Isabel, era Néstor.

    —Yo estoy consciente del lugar que ocupo en tu relación y que primero está tu mujer, de eso estoy clara, pero de que te metas hasta más de quince días sin verme, sin preguntar tan siquiera por mí, no mi amor, eso sí no te lo tengo que aguantar…

    —Mira, yo te he …

    —No me interrumpas. Eres un bicho, le cortas las palabras a una y entonces con tu labia me envuelves y chirrín—chirrán. ¿Acaso crees que no sé lo de la permuta?, ¡qué calladito te lo tenías! Si estando en el mismo pueblo te desapareces, que sucederá cuando vivas en Artemisa. Te lo digo de todo corazón, o te pones para las cosas o esto se acaba. Puedo ser la querida, pero no la desaparecida, pues quien tiene tienda, que la atienda.

    Sacó un cigarro de la cajetilla y lo encendió. Se notaba alterada y Néstor sabía que aquella mujer alterada era bien difícil de convencer y controlar.

    —Esta bien, tienes razón, toda la razón del mundo. De eso te iba a hablar y no tienes que alterarte, pues todavía se están haciendo las gestiones. Pero bien sabes los problemas que ha habido en la Empresa, porque sé que de eso estas enterada. También sabes de los problemas en la casa, sobre todo con quien tú sabes. Las cosas cada día están peor, ya por cualquier cosa discutimos, si eso sigue así en cualquier momento terminamos.

    —No me jodas Néstor, llevas año y medio haciéndome el mismo cuento. Te repito, no me interesan los problemas de tu relación, tu mujer es tu asunto yo estoy clara de mi posición y acepté estar así, pues no quiero nadie pegado a mi lado. Pero de eso, a estar con alguien muy despegado, no mi vida, para eso estoy solita.

    —Te repito que tienes razón. Sin embargo, ahora estamos aquí, nos encontramos y lejos de compartir, discutimos, nos molestamos y no resolvemos nada. – Se fue acercando a ella – Me comprometo a que eso no va a suceder de nuevo. ¿Cómo voy a dejar de ver a mi princesita linda, que me roba el corazón y el alma—cerca de sus labios—que con sus besos me lleva hasta el cielo? —se aferró a sus labios—

    La levantó del sillón incentivando la lucha de lenguas y labios, el cuerpo a cuerpo, el sexo a sexo y entrechocando los pasos se dirigieron al cuarto. Cayeron sobre la cama, ella se incorporó y en la medida que se quitaba la blusa le aclaró que él era un hijo de puta.

    Sexo en bruto, a todo dar, a todo sudar, a todo placer. Concluyeron. Conversaban y ella retomó el tema de la permuta, él explicaba la dificultad de llevarse a efecto ya que, eran tres familias diferentes y las Resoluciones exigían que debieran ser una misma familia que al permutar se unían bajo un mismo techo. Pasaron a otros temas y él volvió a comprometerse de verla al menos cada dos días. Se hacía tarde y por ello, beso de despedida.

    Abrir el portón, mirar a un extremo y al otro, todo despejado. Salida rápida, pedaleo fuerte, una cuadra para acá, dos para allá, otra para allí y destino Empresa.

    Qué reunión más estúpida, lo mismo con lo mismo, que por qué no se arregla con el presupuesto de la Empresa la cafetería de la Vizcaína, que, si el restaurant El Patio tiene los aires acondicionados rotos, que por qué nos demoramos para pagar los impuestos, vaya, que no se cansan, Eduardito, no se cansan.

    5

    Ahí tenemos la Plaza de Alquízar, un área para diferentes actividades, tanto artísticas, como políticas. Pero hoy la plaza está en actividad de Pipa. Sí señor, las Pipas de cerveza a granel. Usted coge una carreta y en ella fija un gran tanque, después construye paredes con láminas metálicas por los cuatro lados de la carreta, velando que en el extremo que da al final, exista un mayor espacio. Ponle un techo de planchas metálicas. Al final del tanque, hacia la parte trasera de la carreta se fija una tubería en forma de T. con dos llaves de paso por cada extremo. La tapa superior del tanque con una conexión para introducir el CO2 y ya está lista la Pipa. Dicho transporte es remolcado por un camión, un tractor o una camioneta.

    Un camión cisterna original es el encargado de traer desde la fábrica el producto que envasa en las Pipas artesanales. Si el camión se ausenta por cualquier razón, entonces ya sea en tractor, camión o camioneta, son remolcadas las Pipas destino a la fábrica de la ciudad para obtener el preciado líquido. Además, poder ser remolcadas también posibilita moverlas por dentro del municipio según intereses y objetivos de los vendedores del producto.

    Sea de una forma u otra, el líquido se carga por los beneficios que deja tras su venta. Es un proceso sencillo. Una vez la Pipa está llena de cerveza, se le introduce una piedra de hielo dentro del líquido aumentando considerablemente su cantidad, venta que genera un beneficio. El CO2 se encarga de camuflar la adulteración y al final todos salen ganado, los píperos y los consumidores que logran refrescar ante el abrumador calor.

    Agreguemos a que esta Pipa está a pleno Sol del mediodía y la tarde, en el centro de la llamada Plaza, un área rectangular de unos doscientos por ciento veinte metros, sin una sombrita donde protegerla. En un extremo del rectángulo hay una tarima techada para los artistas o quienes dirigen los actos públicos y que por suerte utilizan quienes vienen a refrescar con el lagüe de Pipa.

    Y hablando de personajes refrescando, vemos a Alfonso el Gordo junto a su hijo Cristóbal, Esteban y otros dos conocidos. Conversan de diferentes temas, sobre todo de negocios, negocios ilícitos, ya que los negocios lícitos son solo del estado y sus beneficios son solo para los pejes lícitos.

    Alfonso el Gordo se refiere al martirio de depender de los chapistas. Lleva más de dos meses chapisteando las puertas de su maquinón y el muy salado del chapista ya cobró y todavía no ha terminado. Uno de los acompañantes también se queja, la camioneta de su papá lleva como un año en casa de un chapista que ya cobró los veinte mil pesos de costo y no ha terminado.

    Se dan unos tragos y con el correr del líquido por las gargantas cambia el tema. Ahora, la calidad de la cerveza de la Pipa. Horrible, cada día es peor, ya no les basta con una piedra de hielo, dentro de poco van a echarle todo el hielo de los polos. Risas. Nada, es que la vida está dura y los tipos están luchando. Eso, fíjense en eso, recalca Alfonso el Gordo. Antes, apropiarse de lo que no era de uno se llamaba, robar, ahora se llama, luchar. Antes lo cogían a uno llevándose una carreta de pienso y la gente de la cuadra se perdía de tu casa, ni por la acera pasaban. Ahora te cogen con la carreta y todos vienen a tu casa a darte su apoyo y solidaridad. Entonces brindemos porque ya se acabó el robo y comenzó la lucha.

    Chocaron los diferentes tipos de envases. Si, pues los envases los traen los propios consumidores. Aunque aquí hay unos viejitos que, quitando las tapas de las cervezas y refrescos de latas, las traen en cajas y venden a peso como envases. También traen sus pomos plásticos de refrescos bien fregados aquellos que compran mayor cantidad de cerveza con el fin de llevársela y consumirla en sus casas. El resto viene con una jarra de cristal o de barro, un vaso plástico, lo que sea. Por eso cuando brindaron, no se pudo definir el sonido al entrechocar los recipientes.

    En la plaza también se observaban otras actividades. El juego de tres chapitas con la bolita debajo en una de ellas. Una mesita escondida por allá, cerca del rectángulo del muro donde se apostaba a los dados. Dos recolectores de bolita aprovechando la clientela para incrementar sus listas de apuesta, siempre atentos a la presencia de policías, quienes también de vez en cuando se dan su vueltecita por el lugar. Unas lesbianas ligando a una jovencita en otro extremo de la plaza. Algo que llamó la atención de Cristóbal y puso al corriente al grupo. La chiquilla víctima de las lesbianas había llegado hacía poco de la Isla de la Juventud. La trajo uno de los primos de la lesbiana gorda que es dulcera. La chiquilla se enamoró del muchacho. Pues cayo en casa de la gorda, ahí la dejó el muchacho que ahora anda por las Villas. Pobre chiquilla, difícil que escape de ese equipo.

    Al momento surgieron las apuestas a favor y en contra de las lesbianas y la conquista de la inocente joven. Se sintió el trueno y sin dar tiempo a otra reacción, el aguacero. Saludos apresurados. Cristóbal con el padre y moto debajo, salen disparados para la casa. El resto se dispersa y otros se apilan debajo del techo del escenario que, mostrando su deterioro, tal parece una regadera gigante.

    6

    La visita planificada de los inspectores al hogar de Cristóbal no se llevó a efecto, pues los inspectores estaban muy ocupados en otros asuntos, por ende, se pospuso para el fin de semana.

    En horas de la tarde del sábado llegaron los dos inspectores a casa de Cristóbal. Uno alto, narizón, amulatado y sin dudas natural del Oriente del país, el otro de mediana estatura, flaco, amulatado y también del Oriente del país. Se sentaron y sacaron papeles de sus portafolios. Apareció Alfonso el Gordo con dos platos de chicharrones de puerco. Fue presentando por el hijo. Se retiró y volvió con una botella de buen ron y tres vasos. El inspector narizón dijo que preferían refresco, ya que trabajando no les gustaba ingerir bebidas alcohólicas. Alfonso el Gordo se retiró y regresó con latas de refresco.

    El inspector narizón explicaba que este tipo de permuta era muy compleja y por consiguiente ellos tendrían que visitar todas las casas y verificar si era válido el procedimiento. Que estos procesos estaban siendo revisados por las instancias superiores, por lo que había que estar bien claro con el papeleo.

    Noraida llego con un plato de masas de carne de cerdo y Alfonso el Gordo le dijo que trajese dos refrescos. Los inspectores masticaban, tomaban refresco y llenaban sus papeles. Cristóbal explicaba la situación de las tres familias y como la casa de Artemisa contaba con todas las condiciones. El inspector aclaraba que, si fueran las tres casas de la misma familia, era fácil, pero que las tres casas eran de familias diferentes y eso enredaba el asunto, vaya, lo complicaba. Cristóbal habló de los poderes legales aprobados en la Consultoría Jurídica y entregados en Vivienda Municipal. Pero los inspectores no cedían, ellos tenían que cuidar su trabajo, la cosa esta mala y hay que cuidarse como gallo fino.

    Noraida apareció con una bandeja que contenía, bistec de cerdo, ensalada fría y chicharritas de plátano. El inspector narizón le dijo a Alfonso el Gordo que firmara en varios papeles. Bueno, ya terminaron con su trabajo, ahora a darnos unos tragos y conversar.

    Más carnes de cerdo, ensalada, chicharritas, y botellas de ron. Inspectores con las lenguas enredadas, eufóricos, tipos duros. Con ellos no hay miedo, claro que los van a ayudar, que no se diga. Pero ustedes saben, es que la vida está muy cara. Alfonso el Gordo se retira, regresa a los pocos minutos y entrega un sobrecito al inspector narizón. Este lo abre, mira y sonriendo dice que los hombres hablando se entienden.

    Caída de la tarde y caída de uno de los inspectores cuando se va a montar en una bici taxi que a solicitud de Cristóbal vino a recogerlos. Mis socios, esos papeles están a más tardar dentro de dos días, ponle el cuño.

    Despedida. Alfonso el Gordo le comenta al hijo que costaron caritos los muy puñeteros, pero bueno, todo sea por la causa. Espero que a más tardar para el miércoles ya todo esté listo para la permuta.

    Se sientan padre e hijo a consumir la mitad de la tercera botella de ron que faltaba por consumir; algo que Alfonso el Gordo no admitía, botella que se empieza, botella que se termina.

    7

    Se realizaban por parte de cada familia los preparativos. En algunos casos reinaba el entusiasmo, en otros la duda y la melancolía. Sobre todo, los muchachos se mostraban más reacios al cambio. Se alejarían de sus escuelas, sus amigos, sus juegos y sus hábitos. Todo ello provocaba de vez en cuando discusiones que terminaban con la imposición de los mayores.

    La necesidad presionaba y se imponía a las emociones y sentimientos, la necesidad asfixiaba y exigía. Dotada del poder de transformarlo todo, de cambiar los destinos, de justificar acciones y fracasos, disfrutaba al moldear a sus antojos la vida que devoraba a su paso.

    Todo proceso legal con la vivienda en el país resultaba complicado y lento. Téngase presente que a pesar de que un ciudadano podía ser el propietario de su hogar, eso no le daba el derecho a tramitar a su antojo el medio que poseía. Para ello debía regirse por un cúmulo de regulaciones, resoluciones y legislaciones que establecía el Estado. Por ende, a pesar de contar con la propiedad, no contaba con libertad legal sobre el mismo. Es por ello por lo que muchos de los trámites se realizaban entre bastidores, sobre todo en el caso de las ventas que estaban prohibidas por el estado.

    En lo que respecta a la familia, el tipo de permuta que pretendían realizar solo podía ejecutarse si los tres hogares que pretendían unificarse en uno era de familias de la misma sangre. Es decir, tres hermanos en diferentes casas con el fin de unirse bajo un mismo techo. Es por ello por lo que tanto en este caso como un muchos otros, los implicados utilizaban procedimientos ilegales.

    Alfonso el Gordo hablaba sobre el tema con Cristóbal y le preocupaba incurrir en gastos elevados y no obtener el resultado deseado. Cristóbal le aseguraba que en este país se vendía hasta el más pinto. El padre lo reafirmaba, pero a veces son muchas las bocas a llenar y quien no tiene beneficios opta por joder y eso era lo que le preocupaba. El hijo le aclaro que sabía por boca de los mismos inspectores, que el jefe de ellos y el Director de Vivienda Municipal, estaban en la jugada y que tan pronto ellos aprobaran los papeles, lo llevarían ante la presencia de su jefe. Que no olvidara llevar su buen regalito y vería que todo se resolvería en un abrir y cerrar de ojos.

    Cristóbal también había conversado con Néstor sobre el tema, quien consideraba complicada la gestión y le sugería cuidado y seguridad en las gestiones. No debía confiarse y andar con pie de plomo, pues puede que después de coger lo suficiente, inventen cualquier pretexto y lo echen todo por tierra. Cristóbal le aseguraba que, si le hacían esa mierda, ellos iban a saber lo que era bueno, pues aquí todo el mundo tiene su techo de cristal. No obstante Néstor insistía en la moderación y el cuidado.

    8

    Las familias compartían diferentes criterios sobre la propuesta. En los Arzolas, Ismael y su esposa Josefina mantenían cierta duda, pero la necesidad y la presión del resto de los miembros de la familia se imponían. Los jimaguas, Anita y su hermano Octavio estaban de acuerdo con la mejoría del hogar, pero les preocupaban los viajes que tendrían que dar de Alquízar a Artemisa y sobre todo Anita que como estudiaba enfermería, tendría un período extenso de estudio en el municipio de San Antonio de los Baños. La vieja Pancha decía no pensar por ella, lo importante era el futuro de la familia y sus nietos. Zeus, el perro mascota de la familia, aullaba de alegría, pues más familias juntas, más sobras para su estómago.

    En la familia Apolinares. Porfirio y Bertha estaban de acuerdo, todo por el bien de la familia. Martha, la esposa de Néstor, encantada, aquella permuta le facilitaría realizar su sueño de quedar embarazada por contar con el espacio suficiente. Sandra y Roly, hermanos de Néstor, no coincidían en sus criterios, el chico no deseaba separarse de sus amigos y sus palomas, la joven, detestaba el pueblo de Alquízar donde vivía. El Tío Joaquín aceptaba lo que la familia decidiera hacer, el solo necesitaba de un techo, cariño y consideración para vivir. El gato Lucio, feliz, un nuevo horizonte de gatas por descubrir.

    En la familia Ferrogamas, todos estaban de acuerdo. Tanto Esteban el hermanastro de Cristóbal, como Mariela, la hermana de Cristóbal. Para ella constituía un nuevo mundo por descubrir y desde que su hermano le anuncio de la existencia de una enorme biblioteca con suficiente espacio para hacerla su cuarto, soñaba con el momento de llegar al lugar.

    En definitiva, por mayoría y autoridad se aprobaba la permuta, aunque eso no significase que existiesen sus dudas. Los esposos Arzolas conversaban de los pros y los contras hasta altas horas de la noche. Les preocupaba sobre todo el funcionamiento de la convivencia con las otras familias, esta especie de comunidad que se formaría y la interrogante de si fuese o no funcional. Solo quedaba rogarle a Dios y como ambos eran unos fervientes católicos, eso es lo que hacían, Biblia en mano.

    Por su parte los esposos Apolinares también se preocupaban por la convivencia con las otras familias y la especie de campamento Oriental que resultaría de la unión de tres familias bajo un mismo techo. No obstante, confiaban en el juicio de su hijo y aceptaban la realidad de la necesidad de mejorar las condiciones de vida de la familia.

    Mientras ellos pensaban y valoraban, Alfonso el Gordo y Cristóbal se enfrentaban al burocratismo y se exponían al peligro sin miramientos, como parte de un pueblo sacrificado y combatiente.

    9

    Cristóbal y el padre tuvieron que esperar en el portal de la Dirección de Vivienda Municipal hasta que uno de los inspectores les aviso que ya podían pasar. Se dirigieron hasta el final del pasillo y por un momento Cristóbal creyó que iban a ver al director, pero siguieron camino hasta una puerta que daba a un patio cementado, una mata de naranja en un centro y del otro lado una pequeña oficina con techo de teja. Penetraron en la oficina. Un buró al frente y detrás un personaje de hombros anchos y cabeza redonda con ojos de sapo. La camisa a cuadros y su postura, dejaban claro que era un jefe. Al lado del personaje está parado el inspector flaco de nariz grande, quien presentó a las partes. El sujeto detrás del buró era el jefe de los inspectores. El hombre fue al grano.

    —Aquí tengo sus papeles, menudo rollito, este tipo de permuta es complicadita y trae sus enreditos.

    A Cristóbal le jodió la cantidad de diminutivos que el hombre empleaba, total, al final cuando abriera su boquita para pedir sería sin lugar a duda muchito.

    —No obstante, mis subordinados me han dicho que ustedes son gente necesitada y honesta, que se les puede ayudar y en eso estamos – se introdujo el dedo índice en un oído y lo sacudió varias veces.

    Alfonso el gordo se acercó, puso la jaba que traía sobre el buró del jefe.

    —Aquí tiene un regalito hecho con mucho esfuerzo y que le entregamos por su consideración.

    El jefe revisó la jaba sin sacar ninguno de los objetos que contenía, al final mostró una sonrisa. Al parecer lo que vio en el sobre oculto dentro de las botellas de ron, le resultó aceptable.

    —No tenían que haberse molestado—y puso cara de complacencia—ya todo está preparado, mañana vengan bien temprano y vean a Yurislieny – señaló al inspector narizón—quien les entregará los papeles para que el resto de las familias firmen. Traen después la copia y todo está listo para la permuta. Cualquier inconveniente, vienen y me pueden ver en mi oficina.

    —Y esta no es su oficina – solicitud de aclaración por parte de Cristóbal.

    —No, esta es la oficina de mis subordinados, la mía es la anterior a la del director, lo que sucede que allí hasta las paredes tienen oídos, me comprenden – hizo una seña y chasqueó la lengua—Buenos amigos, tengo cosas que hacer, cuídense y mañana bien tempranito, para que recojan sus papeles. Salud y suerte.

    Se despidieron del jefe y también de los subordinados. Antes de arrancar la moto Cristóbal le dijo al padre que el cabeza de puerco era un bandido de los buenos, de los de pura cepa. El padre soltó varias carcajadas y le pidió al hijo que lo llevase a casa de su padrino Piro el Babalao. Hay que tirar la cosa por todos los lados, hay que estar bien claro hasta con los Santos.

    Piro el Babalao y padrino de Alfonso el Gordo, vivía en una casa de mampostería con un bien cuidado jardín al frente. Alfonso el Gordo llegó con su manera habitual, dando gritos de saludo. La mujer de Piro, una señora bajita y gorda de unos cuarenta y tantos años, lo amonesto por los gritos. Piro estaba en consulta y además tenía un Plante. No obstante, Alfonso el Gordo la cogió por la cintura y la sacudió en la medida que le sonaba sendos besos en cada cachete, mientras ella se reía a carcajadas.

    —Espéralo aquí en el portal, ahora te traigo un café, él está terminando la consulta.

    La mujer regresó con dos tazas de café. Alfonso el Gordo exageró la calidad del producto y acto seguido envidió la suerte de su padrino por la clase de mujer que tenía. Conversaron animadamente hasta que apareció Piro el Babalao. Un mulatón gordo y bajito, totalmente canoso y de una sonrisa afable. Alfonso el Gordo pidió la bendición que le fue dada.

    —Allá dentro escuché tus gritos, tú no cambias ahijado. Estabas perdido, ¿qué te trae por aquí? – se sentó en un sillón de hierro que quedaba ajustado a su volumen corporal.

    —Padrino, estamos en cuestiones de cambio, nos vamos a mudar para una Casona en Artemisa, pero la dueña exige un tres por uno y nos pusimos de acuerdo con otras dos familias para la jugada. Ya chocamos con los bichos de Vivienda y la cosa está casi resuelta. Pero tú sabes, uno tiene sus preocupaciones y quise venir a que me echara el ojo.

    —Por desgracia tengo un Plante, estoy esperando a los otros Babalao que están por llegar, pero por lo que me cuentas y viéndolo desde la lógica, hay dos cosas que deben estar bien claras. Primero, que los papeles estén acorde a todo el procedimiento legal y segundo, que las otras familias sean conocidas y buenas familias.

    —Sí padrino, en eso no hay problema. Lo de los papeles está saliendo por donde tiene que ser y firmadito y clarito por los que están autorizados en el asunto. Las familias son conocidas y buenas familias. Te acuerdas de Ismael, él jugaba segunda base en el equipo del Llenante…

    —Sí como no, el que está casado con Josefina, la hija del difunto Barroso el boticario.

    —Ese mismo, esa gente es chévere, son hasta cristianos y sus hijos buenos muchachos. Ahí la única con la lengua peligrosa es la vieja Pancha, pero la pobre, duro le ha dado la vida al tener que criar esos jimaguas…

    —Cierto ahijado, los hijos de Esterbina, que Dios tenga en la gloria. Que desgracia, una mujer joven y hermosa y el cáncer de mama se la llevo en días.

    —La otra familia es de Porfirio, el hijo de Apolinar el guagüero. También buenas personas y con ellos vive Tío Joaquín.

    —Oh, Tío Joaquín, una dignidad de hombre. Él y yo estuvimos trabajando juntos unos cuantos años. Cuando lo veas dile que te hable del potaje de frijoles colorados que se comía en casa, el adoraba los potajes que Lucrecia cocinaba.

    —Padrino, no solo el Tío, yo también adoro esos potajes, lo que pasa es que las mujeres en la medida que se ponen hermosas se vuelven creyentes y sobre todo si le entra el dinero – Alfonso gritaba dirigiendo la voz intencionalmente al interior de la casa.

    —Déjala tranquila – requirió el Padrino conteniendo la risa y mirando a Cristóbal—¡Que padrecito tienes mijo! Pero bueno, si los papeles están bien y las familias son conocidas y de buena condición social, lo otro se va arreglando en el camino.

    Llegaron los dos Babalao que Piro esperaba. Se intercambiaron saludos y Alfonso y Cristóbal se despidieron. De todas formas, el Padrino dejó claro que si algún problema, urgente para acá y le metemos mano.

    10

    Alfonso el Gordo propuso al hijo que fuese él solo a recoger los papeles con el fin de evitar que los inspectores exigieran alguna otra cosa. De nada valió la idea, una vez que Cristóbal recibió los papeles el inspector narizón le pidió de favor la posibilidad que le resolviera algunos globos y chucherías de muchachos que le sirvieran para el cumpleaños de su hijo. ¡Qué remedio!, a decir que sí y empezar a buscar las chucherías.

    Decidió hacer las gestiones y se valió de sus amistades, resolvió lo solicitado y regreso al hogar. Cristóbal señaló la jaba y le contó al padre sobre el pedido de los inspectores. El padre consideró a esos inspectores como los majas, te tragan poco a poco y sin clemencia. Revisaron los documentos, esperarían a horas de la tarde cuando los Jefes de Núcleo de las otras familias regresaran del trabajo y estuviesen en sus hogares para recoger la firma.

    Alfonso el Gordo ya había resuelto el camión y esperaba que el resto de las familias también lo hubiesen hecho. Se equivocaba, los otros analizaban y valoraban, pero se mantenían al margen.

    Al caer la tarde fueron primero por casa de la familia de los Arzolas. Los esposos revisaron los papeles y firmaron. Alfonso el Gordo consideraba que el viernes próximo era un buen día para la mudada, pues así los que trabajaban tenían el fin de semana libre para organizarse en el hogar. Los esposos accedieron. Cuando se refirió al transporte, los esposos alegaron no tener ninguno, ni tampoco dinero para alquilarlo. Alfonso el Gordo y el hijo intercambiaron miradas. Qué remedio, está bien, tengan todas sus cosas preparadas antes de las ocho de la mañana, vendrá un camión de mi parte a cargar con sus matules. De acuerdo.

    Llegaron a casa de los Apolinares y esperaron a que Porfirio saliera del baño en lo que Bertha hizo una coladita de café. Salió del baño Porfirio y entablaron una conversación sobre el presente y pasado del béisbol. Revisó los papeles y firmó. Ante la pregunta sobre el transporte, se llevó las manos a la cabeza, es que son tantos los problemas que lo pasó por alto. Pero bueno, veré que puedo resolver en el trabajo. Pensamos mudarnos el viernes por las ventajas del fin de semana. Para el viernes me es difícil resolver algo. De nuevo intercambio de miradas entre Cristóbal y el padre. Bueno, yo tengo un camión resuelto que puede venir por sus cosas. Esa es buena, yo puedo resolver un poco de petróleo y apoyarte con algo en el alquiler. Esa también vale, entonces estén listos para el viernes a las once de la mañana.

    Cristóbal se quejaba durante el camino de regreso al hogar. Estas gentes no han disparado ni un chícharo y tienen la cara de aceptarlo y abrir la boca como el pajarito para que le echen la comida. Yo te digo que lo que se merecen…

    Cristóbal dejó al padre en casa y partió para Vivienda. El inspector narizón esperaba. Le entregó la jaba con la chuchería y los papeles. El otro agradeció y le deseó que la permuta ocurriese sin problemas, ah, y que allí en Vivienda tenía un amigo para lo que necesitase. ¡Vaya amigo!

    De regreso a casa, al frenar en uno de los badenes del pueblo, vio a Cristina, una rubia, veinteañera, de esas que rebozan alegría y siempre están dispuestas para la fiesta y pachanga. Bueno, no viene mal terminar el día con un poco de diversión.

    11

    No era necesario recorrer lastres viviendas para saber quiénes tenían menos trastos. Los Arzolas podían cargar con todos sus matules y sobraba espacio en la plancha del camión. Cristóbal estaba molesto, no dejaba de quejarse, repetía el concebido sermón de las ingratitudes de la vida al conceder siempre ventaja a los menos sacrificados. Aún quedaba por discutir el asunto de la disposición de las familias en el nuevo hogar. Volvió Cristóbal a intervenir molesto y asegurar que eso no tenía discusión. Nosotros el ala izquierda, así mi hermanita tendrá a su merced la biblioteca, que será su cuarto. Los Apolinares en el ala derecha y los Arzolas en la parte de atrás. De todas formas, hay en todas las secciones cuatro cuartos. Ah, y que nadie se encarne del salón del paladar.

    Alfonso el Gordo pidió al hijo que fuese con los Arzolas, reaccionó molesto y el padre le aclaró que se transportara en su moto, para que recibiera las llaves de la casa de manos de la anciana y guiara a esa familia a ocupar posición del área que le correspondía.

    A Ismael no le gustó nada ver la botella de ron que circulaba de boca en boca. Cuando terminaron de cargar los matules, Anita y la vieja Pancha de sentaron en la cabina junto al chofer, Ismael, Octavio y los jimaguas se acomodaron entre los tarecos en la

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