Los cuatro Robinsones
Por Pedro Muñoz Seca
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Los cuatro Robinsones - Pedro Muñoz Seca
Saga
Los cuatro Robinsones
Pedro Muñoz Seca
Cover image: Shutterstock
Copyright © 1917, 2020 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726508031
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
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–––––––
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Queda hecho el deposito que marca la ley.
A la memoria de mi madre de mi alma,
Enrique.
A la memoria de una santa que se llamó en vida D.a barmen Alvares Jerrano,
Pedro Muñoz Seca.
REPARTO
PERSONAJES ACTORES
CONCHA GUERRA Sra. Muñoz.
SEBASTIANA Martínez.
ANGUSTIAS Martínez.
MARY MACHS Srta. Rey.
MARCELINA Haro.
BLANCA Sra. Siria.
ESMERALDA Seta. Leon.
BIBIANA Riquelme
CARIDAD Riquelme
PIEDAD Geijo.
MARTINA Caucín.
CASILDA Fernández.
LUISITA Pardo.
LEONCIO GOMEZ Sr. Bonafé.
VENANCIO LÓPEZ Zorrilla.
GERUNCIO SÁNCHEZ González.
CRESCENCIO PÉREZ Espantaleón.
PEPITO Asquerino.
CURRITO Moreno.
ARMANDO Moreno.
ALECOK Moreno.
ARENAL Del vaile.
SANTIAGO Pereda.
ZALDÍVAR Pereda.
EL CIPRÉS Riquelme.
BIBIANO Riquelme.
CAMARÓN Delgado.
ERNESTO Delgado.
EL GAYARRITO Insúa.
VILLALÓN Granja.
MERCIERIK N. N.
KALVENIEF N. N.
––––––––––––
ACTO PRIMERO
Cenador de un espléndido Jardín en una quinta levantina. El cenador está cubierto por espesos parrales y está adornado con guirnaldas y farolillos a la veneciana. El lateral derecha, en sus dos primeros términos, está formado por la fachada de un suntuoso y elegantísimo edificio, con puerta en el centro. En el lateral izquierda, último término, se ve el arranque de otro edificio meaos lujoso. Es de día. Epoca actual, y en el mes de Abril, por más señas.
––––
(Al levantarse el telón están en escena sebastiana y camaron . La primera, guardesa de la quinta, es una mujer como de cincuenta años. Camarón es un marinero Joven y con cara de bruto.)
Seb . (Junto a la puerta de la derecha, escuchando.) Si; están acabando de comer.
Cam . Bueno; pero oiga usted, Sebastiana. ¿De veras que no saben ustedes quienes son esos señorones?
Seb . (Dándose importancia.) ǃHombre!...
Cam . Vamos, dígame usted lo que sepa de ellos.
Seb . ¿Me prometes no decir a nadie una palabra?
Cam . Hágase usted cuenta de que dialoga con una palangana.
Seb . Pues verás. Hace varios días recibió mi marido una carta del amo de la finca, que como sabes está en el extranjero, en la que le decía: «Apreciable Santiago: es posible que en este mes se presenten en esa con una carta mía, varios amigos entrañables que desean pasar en «El Rincón» una temporada. Pon la finca a su disposición.» Y en efecto, hace tres días se presentaron con la carta del amo esos cuatro señores y esas dos señoritas.
Cam . Bueno, ¿pero quiénes son ellos?
Seb . Los apellidos no los sé; pero por lo que he podido entresacar, el delgado y alto es gobernador, el otro delgado y más joven es diplomático, el grueso de la perilla es general y ese otro, el de la cara tan seria, es nada menos que magistrado de Audiencia.
Cam . Camará y vaya una gentuza.
Seb . ¿Pero qué dices, Camarón?
Cam . ES que hablo en irónico. Continúe.
Seb . Pues nada, que nosotros al verlos, pensamos: estos señores y estas señoritas, vienen aquí a pasar unos días de sosiego lejos del bullicio de la capital; pero, muchacho, no llevaban en la finca media hora cuando el gobernador, que debe tener cincuenta y seis corridos, empezó a pedir cazalla y a gritar que le fueran por unas castañuelas.
Cam . Camará, qué raro.
Seb . El general gritaba: «a ver, que me traigan señoras que no pasen de los veintidós años.
Cam . No es un idiota, no.
Seb . El diplomático decía: «naipes, que vayan por naipes», y el magistrado, que parecía el mas circunspecto, rompió a gritar: «puesto que el plan es ese, que vengan guitarristas y bandurrieros acompañados de bailadoras, cantadoras y jaleadoras que nos distraigan unas horas.»
Cam . Y, oiga usted, ¿son de acá, de la provincia de Castellón o son de Alicante?
Seb . No lo sé; lo que puedo decirte es que llevan tres días de jarana, que no sé cómo tienen cuerpo.
Cam . Na, que estos señoritos se dijeron: vamos a correr una juerga; pero vamos a correrla hasta que sudemos la gota gorda, y si todavía no han roto a sudar, es que no sudan ni con salicilatos. ¡Qué gentecita hay en el mundo!
Seb . Yo estoy muerta. Desde que llegaron no he pegado un ojo y mi pobre marido no hace más que ir a la capital, con una barba postiza, para que no le conozcan, y traer barriles de cognac, cuerdas para las guitarras, bicarbonato para el magistrado, etc., etc. y está el pobrecillo cansado de una manera, que el día que se meta en la cama la parte.
Sant . (Por la puerta de la derecha, hablando hacia el lateral.) Sí, señor; no se me olvidará nada. (Entra en escena.) Ea, otra vez a la capital. Estoy viajando más que Lerroux.
Seb . Escucha, ¿qué encargos llevas?
Sant . (Sacacdo una lista.) Lo de siempre. Dos cajas de amontillado Domecq. Cuatro mazos de brevas Carvajal, polvos de arroz marca «Miochotis» y esencia de «Ubigán» para las señoras; ir de parte del barón a ver a dos tíos y traerme ocho primas.
Seb . ¿De quién?
Sant . Pa las guitarras, mujé. Y lo que más me indigna es əso de tener que ponerme la barba; porque a mas del calor que me da, no puedo saludar a nadie. Ayer me encontré a Perera y le dije cadiés, Casildo», y se quedó mirándome, como si hubiera visto al Comendador.
Ven . (En la puerta de la derecha. Es un