¡Te quiero, Pepe!
Por Pedro Muñoz Seca
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¡Te quiero, Pepe! - Pedro Muñoz Seca
¡Te quiero, Pepe!
Pedro Muñoz Seca
Cover image: Shutterstock
Copyright © 1932, 2020 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726507898
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
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El autor se reserva el derecho de traducción.
Los comisionados y representantes de la Sociedad General de Autores Españoles son los encargados, exclusivamente, de conceder o negar el permiso de representación y el cobro de los derechos de propiedad.
_________
Droits de représentation, de traduction et de reproduction réservés pour tous les pays, y compris Suède. lo Norvège et l’Hollande.
________
Queda hecho el depósito que marca la ley
A
Manuel Delgado Barreto,
maestro de periodistas
REPARTO
personajes actores
FELISA M. Muñoz Sampedro.
SISEBUTA Pilar Torres.
COLETA Dolores Valero.
ANGELA Pascuala Mesa.
VIRGILIA Angeles Molina.
GALA Conchita Fernández.
GERMANA María Victoria Oura.
VERBENA Luz Alvarez.
JUSTO Alberto Romea.
ULPIANO Leopoldo de Diego.
PEPE Manuel Dicenta.
MARQUES. Fernando Morales.
PIÑONATE Guillermo Figueras.
CASTO Antonio Garay.
VASIJA. Rafael Terry.
NARANJO Carlos Vergel.
LUCAS J. R. Acosta.
ACTO PRIMERO
Comedor y despacho, todo en una pieza, en casa de don Ulpiano Carribero. Muebles modestos, pero de buen gusto. A la derecha (actor), primer término y como a un metro de altura, una ventana apaisada que da a un patio. A continuación, una mesa de escritorio atestada de papeles y libros. En el foro, el aparador y el trinchero, y muy a la izquierda, en chaflán, la iniciación de una galería que sirve de entrada. Dos puertas a la izquierda. Una pequeña mesa de comedor, varias sillas, cuadros con títulos, con árboles genealógicos y con bodegones baratos y una panoplia completan la decoración. Es de día. En Madrid. Epoca actual.
Están en escena al levantarse el telón FELISA y GERMANA, dos muchachas bien vestidas y bien parecidas. GERMANA arregla unas cuartillas en la mesa de escritorio y FELISA, de pie ante la ventana, mira con unos prismáticos hacia lo que se supone el patio de la casa.
Felisa. Ya entra otra vez en la biblioteca. ¡Qué raro, tú! Está nervioso, impaciente... Coge un libro... Lo tira. Coge otro. Se sienta. Se levanta. Se va... Oye, prima: al conde le pasa algo raro esta tarde. ¡Ay!... Ahora entra en esa otra habitación que tiene el bargueño dorado. ¿Ese es el cuarto que está junto al comedor?
Germana. Nosé. Yo no he estado nunca en la casa.
Papá es quien la conoce palmo a palmo.
Felisa. (Entusiasmada, sin dejar de mirar con los prismáticos.) ¡Qué hombre, Germana! ¡Cómo está apoyado en la chimenea! ¡Ay qué postura!
Germana. ¡Por Dios, Felisa!
Felisa. (Como antes.) ¡Qué desgaire, qué desaliño, qué descuido, qué abandono!... ¡¡Pepe de mi alma!!
Germana. ¡Pero chiquilla!
Felisa. ¡De mi alma, sí! ¡Ay, lo que me gusta! (Estremeciéndose.) ¡Ay, que mira hacia aquí como distraído!... (Bajando un poco la voz y como si hablara con él apasionadamente.) ¡Pepe! ¡Pepe de mi vida! ¿Qué locura es esta que siento por ti? ¡Mírame, aunque no me veas!... ¡Te quiero, Pepe!... ¡Te quiero!... ¡No te vayas! Ya se fué. Deben haberle llamado, porque se ha ido a la carrera. (Dejando los prismáticos.) Hasta cuando corre es distinguido. Es el hombre más elegante de Madrid, ¿verdad?
Germana. Para nosotros es el más bueno. ¿Qué sería de nosotros sin él? Desde que papá se quedó sin trabajo, es él quien se lo proporciona. Primero, le mandó catalogar la biblioteca; luego, arreglar el archivo, y ahora le ha encargado este libro que va a continuar resolviéndonos el problema de la vida, porque en otra clase de trabajos no hay que pensar.
Felisa. (Pendiente siempre de su acecho.) Pero, escucha, que yo me hago un lío: ¿A qué clase de trabajos se dedicaba tu padre?
Germana. A los suyos, criatura. Papá es Rey de Armas;
vamos, de los que saben de heráldica y de abolengos y de árboles genealógicos y averiguan el escudo que puede usar cada familia y los títulos nobiliarios a que puede aspirar cada persona, etcétera, etcétera.
Felisa. Y, claro, todas esas cosas habrán venido muy a menos con la República, ¿no?
Germana. ¡Figúrate! ¡Hay una huelga de pergaminos caídos, que, nosotros, si no hubiera sido por el conde!...
Felisa. Yo creía que tu padre era periodista.
Germana. No; lo que hace es que publica en algunos periódicos sus investigaciones históricas. Tiene editados unos folletos muy interesantes. La historia de la tinta, Quién inventó la boina y El postre que más le gustaba a Napoleón. Por esto del postre le concedieron las palmas académicas, una condecoración francesa muy codiciada. (Tomando un librito y enseñándoselo.) Mira, en este tomito tiene encuadernados sus tres folletos más importantes: Morriones y borgoñotas; Bacinetes, capacetes, almetes y birretes,yPor qué el escudo de Cataluña tiene barras y no las tiene el de Viena.
Felisa. (Que ha vuelto a mirar con los prismáticos.)
Ya entra otra vez en el despacho. ¿Eh? (Alteradísima.) ¡Ay! ¡Ya estamos! ¡Ay, Dios mío!
Germana. ¿Qué?
Felisa. ¡Dos señoras!
Germana. ¡A ver! (Toma de la mesa unos gemelos de teatro y mira.)
Felisa. (Rabiosa.) Bueno, eso de señoras..., ¿verdad? Dos frescas, ¿no?
Germana. ¡Por Dios! Conocidísimas. La Mimosa y la Verbena: dos polos con bolsos de mano. Esas y otras como esas le tienen acaparado de por vida. ¡Lástima de muchacho! Y la culpa no la tiene él. Dice papá que la culpa la tiene su tío, el marqués de Guadaljoló, que es un hipócrita y un fresco y en vez de darle buenos consejos, se vale de él para que le sirva de tapadera.
Felisa. ¡Ah, no! Pues eso, no. ¡No faltaría más!... ¡Jesús que descoco! ¡Así te mueras, sinvergüenza!... ¡Eres un sinvergüenza!... ¡Pero qué primes, qué estúpidos y qué i diotas son todos los hombres! ¡Todos!
Germana. Ya se van.
Felisa. Y él también. (Dejando los prismáticos.) Anda, vamos.
Germana. ¿Eh? ¿Adónde, criatura?
Felisa. Ahí, a la..., a eso de... Anda, tomaremos un refresco ahí en el café de la esquina. Te convido.
Germana. (Que no vuelve de su asombro.) ¡Pero, Felisa!
Felisa . ¡Es que quiero verle salir! ¡Corre!
Germana. Espera que le diga a tu hermana... (Hablando hacia la izquierda, último término.) Oye tú, recitadora... ¿Qué estará haciendo la Singerman? Se estará ensayando para mañana. (Llamando.) ¡Singerman!...