Si no lo veo no lo creo
Por Maria Petit y Maria Xinxó
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Diez años después, decide explicar las muchas aventuras y anécdotas que le han sucedido desde entonces. porque está claro que estar ciega no le ha impedido seguir haciendo locuras, probar cosas nuevas o ser feliz.
Más allá de su historia de superación, este libro nos muestra cómo perder la vista no logró detener a Maria Petit y sus ganas de seguir viviendo aventuras: como recorrer más de 15 países, hacer atletismo o subir el Aneto.
Un testimonio honesto y repleto de humor acerca del camino de superación que tuvo que seguir una chica de diecisiete años tras quedarse ciega.
Maria Petit
Maria Petit és estudiant i profesional del món de la comunicació. A més, és cofundadora de Punt de Vista, una entitat que impulsa la investigació científica en relació amb lesions oculars. Des de 2019 és embaixadora de la Fundació Adecco per què el seu missatge sobre la normalització de la discapacitat també arribi als entorns empresarials. En aquesta mateixa línia, va crear el projecte Ulleres de Sol, amb el qual visita escoles i instituts per concienciar i donar visibilitat a través del seu testimoni. Maria Xinxó (Sabadell, 1982). És llicenciada en periodisme per la Universitat Autònoma de Barcelona. Va començar la trajectòria professional a mitjans locals, com Canal Català Vallès, Ràdio Sabadell o Televisió de Sant Cugat. Actualment treballa a RAC1, al programa Islàndia, al costat d'Albert Om. Marieta de l'ull viu és el seu segon llibre i el primer escrit a quatre mans.
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Si no lo veo no lo creo - Maria Petit
Martes 13
Era un camión de harina. Quizá ese sea el motivo por el que ya casi nunca como pan.
***
Marta fue una de las últimas personas a las que vi con mis propios ojos. Llevaba una camiseta a rayas y una trenza de lado. La conozco desde que nací, porque nuestros padres son muy amigos y hemos compartido innumerables e inolvidables veranos en Andorra. En aquel momento, ella era camarera del Teatre, una discoteca de Mataró que durante los meses estivales abría cada día. Cada día es cada día. También los lunes, sí señores. Y aquel 12 de julio de 2010 era lunes. Y aquel 12 de julio de 2010, cómo no, decidí salir de fiesta. Tenía 17 años, pero mi adolescencia había sido realmente prematura: fui una cabra loca desde los 12 años; quería probarlo todo, experimentar nuevas sensaciones, exprimir la vida sin miedo, sin pensar en las consecuencias. Era una rebelde, no sé si con causa o sin ella, y llegué al extremo de desequilibrar mentalmente a mis padres.
Rastas, piercings por doquier, me customizaba la ropa cortándola por los lugares más insospechados... no se puede decir que careciera de estilo. Eso sí, era mi estilo. Aquel 12 de julio de 2010 llevaba un mono negro corto, con escote palabra de honor, que me acababa de comprar. En uno de los pocos recuerdos que guardo del accidente estoy en la ambulancia y una de las personas que me asistía me está cortando el mono. ¡Maldito sea! ¿Qué podía ser tan grave como para no mantener intacta una prenda tan fabulosa como aquella?
Enseguida os contaré cómo sucedió el accidente que me dejó ciega, que sé que el rollo de la sangre y los higadillos vende siempre, pero antes dejadme que regrese un momento a la discoteca, al Teatre. No fue una noche especialmente brillante. Eso sí, había muchos conocidos; al fin y al cabo, los del Maresme libre y tropical somos como una pequeña secta y nos conocemos todos. Era una de esas noches de bochorno y la alargamos hasta las tres de la mañana, cuando cerraron el local. Ya era martes 13. Nunca he sido supersticiosa, pero siempre bromeo diciendo que aquel día el karma decidió devolvérmela; por la tarde había quedado con uno de los medio novios/medio amigos que tenía en aquella época, y cuando él intentó besarme yo giré la cara. Para que os hagáis una idea, la cobra de Bisbal a Chenoa está a años luz de la que perpetré yo. Y no me preguntéis por qué lo hice, simplemente me dio por ahí. Ahora, él es un influencer con miles de seguidores en Instagram, pero eso no viene a cuento. Lo que me parece remarcable es que me tocó un karma un poco exagerado, porque al fin y al cabo lo único que hice fue rechazar un beso.
Martes 13 de julio de 2010 a las tres de la mañana. Nos vamos a casa. Nos dividimos en coches y motos. Yo iba de paquete en la moto de una amiga y estaba inclinada hacia delante, con la cabeza por encima de su espalda, para poder hablar con ella. Y ahora pensaréis: «Seguro que no llevaba casco». Pues sí. Llevaba un casco negro integral sin visera, que mi padre guardó durante años en el garaje de casa después del accidente. Siempre he pensado que, si hubiera llevado visera, habría sido incluso peor. Acabábamos de salir del Teatre y no íbamos demasiado rápido, a unos veinte kilómetros por hora. Eran pasadas las tres y todo estaba vacío, no había nadie. Bueno, sí. Había un camión de harina mal aparcado. El conductor había decidido detenerlo en mitad de la carretera aunque tenía un aparcamiento entero para él solo. La rampa de descarga no estaba bajada ni levantada. La había dejado a medio camino, y había quedado justo a la altura de la cara de cualquier persona que pasara en moto por allí. Mi amiga esquivó el camión, pero yo no tuve tiempo de apartarme.
***
Marta pasó por el lugar del accidente con su camiseta a rayas y su trenza de lado unos minutos después. Volvía a casa del trabajo y se detuvo al verlo todo porque reconoció a mi amiga, que lloraba sentada a un lado de la carretera. «Esta chica me suena de Vilassar». Se quedó un buen rato consolándola, mientras la gente rodeaba a otra persona tirada en el suelo, pero había mucha sangre y Marta siempre ha sido muy aprensiva. Total, ya la estaban ayudando. No fue consciente hasta al cabo de un rato de que aquella chica ensangrentada era yo. Al llegar, la policía quiso llamar a mis padres y Marta se lo impidió. «Lo haremos nosotras». Llamó a su madre y fue ella, Anna, quien avisó a mis padres. «Eva, tranquila, pero Maria ha tenido un accidente».
***
Tenía muchas ganas de vomitar. Recuerdo que me salió mucha sangre. El informe médico dice que, pese a que había perdido los ojos, la nariz y buena parte de la cara, no perdí el conocimiento en ningún