Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Siempre Hay Lugar Para Cupcakes: Delilah Horton, #1
Siempre Hay Lugar Para Cupcakes: Delilah Horton, #1
Siempre Hay Lugar Para Cupcakes: Delilah Horton, #1
Libro electrónico192 páginas2 horas

Siempre Hay Lugar Para Cupcakes: Delilah Horton, #1

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Un día caminas feliz, escuchando música en tu cabeza mientras te preguntas si tus muslos apreciarían un cupcake de camino a casa. Lo siguiente que sabes es que tu mundo entero se estrella y arde en llamas.

Solía ​​despertarme por la noche sudando, llorando porque había soñado que mi esposo me engañaba, o que me odiaba y le estorbaban mis hijos. Él siempre me abrazaba y me decía que todo era solo un sueño, que me amaba a mí y a nuestra familia y que nunca me dejaría ir.

Fue un jodido mentiroso.

Ahora pasaba mis días tomando fotos de escoria al igual que él, tratando de ser la campeona por otras que también han sido engañadas por losperdedores de nuestro pueblo, y en las noches, siendo mamá soltera de mis hermosos gemelos.

Tengo estupendas amigas que me apoyan, y un hombre motociclista, sexy y misterioso, que sigue apareciendo cuando lo necesito. Finalmente las cosas empiezan a ir bien. Y, una cosa es segura... siempre hay lugar para cupcakes.

IdiomaEspañol
EditorialBethany Lopez
Fecha de lanzamiento24 jun 2020
ISBN9781071553473
Siempre Hay Lugar Para Cupcakes: Delilah Horton, #1
Autor

Bethany Lopez

Bethany Lopez is a USA Today Bestselling author of more than thirty books and has been published since 2011. She's a lover of all things romance, which she incorporates into the books she writes, no matter the genre.When she isn't reading or writing, she loves spending time with family and traveling whenever possible.Bethany can usually be found with a cup of coffee or glass of wine at hand, and will never turn down a cupcake!Sign up for her newsletter and get a free eBook! https://landing.mailerlite.com/webforms/landing/r7w3w5

Relacionado con Siempre Hay Lugar Para Cupcakes

Títulos en esta serie (1)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Romance de suspenso para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Siempre Hay Lugar Para Cupcakes

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Siempre Hay Lugar Para Cupcakes - Bethany Lopez

    Capítulo Uno

    —Asegúrate de enfocar esta vez, Lila… nada de esa mierda borrosa que me enviaste la semana pasada. Tengo que ver qué está pasando, o en este caso, qué entra en qué.

    —Agh, gracias por la imagen mental, Moose —dije con una mueca a mi celular—. Ya es bastante malo tener que ver esa mierda a través de mis lentes, no necesito que hables constantemente de eso.

    —Deja de quejarte y tráeme unas buenas fotos. Está en particular es una ricachona.

    —Lo tengo, jefe —contesté, y presioné el botón de colgar.

    Mi jefe puede ser un escalofriante detective privado de la más baja calaña, pero me dio una oportunidad cuando mi estúpido ex me dejó a la deriva. Y a pesar de que regularmente metía la pata, sabía que haría cualquier cosa por él.

    Especialmente si eso significaba un sueldo más lucrativo.

    Es por eso, que en ese momento estaba agazapada en mi minivan afuera de un hotel cutre, con un sándwich a medio comer en mi regazo y mi cámara preparada.

    Moose conseguía los clientes, luego me contrataba para conseguir las pruebas. Esto generalmente implicaba tomar fotos de hombres y mujeres teniendo aventuras, pero a veces era tan fácil como seguir a alguien y tomar una foto de ellos donde no se suponía que deberían estar.

    Al ser una de las mujeres agraviadas, no me sentía culpable por atrapar a los mentirosos e infieles en el acto. Solo desearía haber presentido que había problemas en mi propio matrimonio, y haber pensado en contratar a alguien como Moose y yo para conseguir evidencia contra El Idiota. En vez de eso, había estado ciega.

    Pensé que mi matrimonio de doce años era perfecto. Yo era una ama de casa cariñosa, a quien le encantaba criar a nuestros hijos, mantener la casa limpia y reluciente y tener una comida caliente lista para nuestras cenas familiares todas las noches. Mi esposo ganaba mucho dinero, teníamos una linda casa y vivíamos en un vecindario donde los niños podían jugar afuera sin tener que preocuparnos.

    Entonces, un día se suponía que él debía salir con sus amigos a ver el juego en un bar local, y Elena, una de nuestros gemelos, tenía un dolor agudo en el estómago que no se le pasaba. Me asusté e intenté llamarlo, pero no contestó. Como nuestra ciudad era lo suficientemente pequeña como para poder conducir por ella en quince minutos, metí a los niños en el auto y fui al bar.

    Imagina mi sorpresa cuando ni él ni sus amigos estaban allí. Suponiendo que me equivoqué de lugar, activé la aplicación del rastreador de celulares que había instalado en todos nuestros celulares y terminé en el estacionamiento detrás de Starbucks.

    Al ver algo de movimiento en su automóvil, les dije a los niños que regresaría y corrí hacia el vehículo, que, aunque no estaba estacionado en ese momento, tenía las ventanas empañadas.

    Llena de preocupación por nuestra hija, no pensé, simplemente actué y abrí la puerta del auto. Fue entonces cuando vi a la Zorra Shirley Finkle, con las piernas abiertas, el coño desnudo levantado en el aire, con el rostro de mi marido enterrado hasta el fondo.

    ¡Maldito hijo de puta!

    Sí, estoy bastante segura de que esas fueron las palabras que grité en el estacionamiento de Starbucks antes de tomar una foto con mi teléfono y largarme de allí para llevar a mis hijos al hospital.

    Ahora mis hijos y yo vivíamos en un horrible apartamento de tres dormitorios en The Heights. Trabajaba para Moose, y tomaba turnos en la panadería de mi mejor amiga Amy May siempre que podía. Ellos veían a su padre casi todos los fines de semana, mientras que yo lo evitaba a toda costa.

    Me humilló, rompió mi confianza y me hizo sentir como una idiota por tener una fe tan ciega en él todos esos años. Odiaba todo sobre él. Su cabello rubio ondulado, su mandíbula cincelada y la estúpida forma en que lucía con un traje perfectamente confeccionado. No quería un recordatorio de la vida que tuvimos juntos, a excepción de nuestros hermosos hijos, por supuesto, por eso había dejado todas nuestras posesiones materiales con él y la casa que una vez compartimos.

    Y mientras veía a un hombre de mediana edad y de aspecto pulcro guiar a una mujer mucho más pechugona y mucho más joven hacia el miserable motel, pensé, esta es por la hermandad. Apreté el puño mientras los veía salir de la oficina y bajar unas puertas, luego me preparé para atacar.

    Primer piso... bien.

    Al menos esta vez no tendría que trepar.

    Cuando recién comencé, hace unos diez meses, estaba lamentablemente fuera de forma. Después de ser perseguida en la calle por una corpulenta mujer que vestía solo un picardías y ser casi tacleada, decidí que lo mejor sería unirme a un gimnasio y comenzar a correr.

    Eso marcó la diferencia. En algún momento tuve que ser creativa, pero, golpee madera, siempre conseguía la foto... incluso si a veces era borrosa.

    Tomar fotos de personas en el acto es más fácil de lo que crees. La gente es estúpida. Especialmente aquellos que piensan que son intocables, que nunca serán atrapados y que su mierda no apesta.

    Salí de la camioneta, mirando alrededor del estacionamiento casi vacío mientras caminaba casualmente hacia la puerta por la que habían entrado. Incluso comencé a silbar, solo para hacerme más visible.

    Esconderse a plena vista en realidad funciona.

    —Gracias por dejar las cortinas abiertas —murmuré mientras me deslizaba hacia la ventana, con la cámara arriba y preparada, luego miré dentro.

    Desafortunadamente para mí, pero afortunadamente para mi billetera, habían dejado las luces encendidas y debieron haberse acariciado mucho en el auto, porque ya lo estaban haciendo.

    »Sesenta y nueve... clásico.

    Tomé las fotos rápidamente, asegurándome de que sus rostros estuvieran enfocados mientras capturaba cada lamida, succión, baba y gemido.

    »Asqueroso —me quejé mientras corría de regreso a mi auto.

    Una de las desventajas del trabajo era que a veces tomaba horas sacar las sórdidas imágenes de mi cabeza. En ocasiones como estas, había una cosa que ayudaba a aliviar mi dolor. Necesitaba un cupcake.

    Capítulo Dos

    —Eres una genio —gemí cuando el sabor a chocolate tocó mi lengua.

    Amy May estaba al otro lado del mostrador sirviéndome una humeante taza de café mientras yo hacía el amor con uno de sus cupcakes en un taburete rojo brillante en el lado opuesto.

    Amy May era una chica del medio oeste que se había casado con su novio de secundaria, Jason, y viajado con él cuando éste se unió al ejército. Siempre le habían gustado los dulces y se dedicó a aprender de los panaderos de todo el mundo. Amy May había fusionado todo lo que le encantaba en una idea increíble y abrió su panadería en Main Street. Incluso si no fuera la única panadería en la ciudad, su tema inspirado en un restaurante junto con su variedad de pasteles franceses, italianos y polacos, y sus deliciosamente apetitosos cupcakes, la habrían convertido en el tesoro de la ciudad que es.

    —¿Mañana difícil?

    —No sabes cuánto —le dije rodando los ojos, metiendo el último pedazo de pastel en mi boca—. Te ahorraré los asquerosos detalles.

    —¿Qué más vas a hacer hoy? —Preguntó ella, recogiéndose el cabello rubio hasta los hombros en una pequeña coleta en la nuca.

    —Ir a la biblioteca para enviarle las fotos a Moose, y luego ver si puedo ponerme en contacto con esa chica que supuestamente ha estado trabajando para el salón de belleza de Clarice. El esposo dice que nunca entra dinero... debería ser algo bastante discreto.

    —¿Los niños se quedan contigo?

    —Sí. No van a donde El Idiota hasta el viernes de esta semana.

    —¿Quieres venir a cenar?

    —No, hoy es noche de hamburguesas en Casa Horton, pero puedo ir otro día.

    —Suena bien, cariño, nos vemos mañana.

    —Sí —respondí, levantándome y recogiendo mi basura. Intenté pagar mi factura cuando Amy May abrió por primera vez, solo para decirme que tenía el descuento de mejor amiga de por vida.

    Es bueno que haya empezado a hacer ejercicio, o mi trasero sería del tamaño de una casa. Tal como están las cosas, solo tiene el tamaño de una casa rodante.

    —Gracias, chica.

    Amy May ondeo su mano, luego me lanzó un beso y me fui.

    En lugar de conducir veinte minutos a mi casa en The Heights, generalmente trabajaba en la Biblioteca Pública de Greenswood. Estaba a solo un par de cuadras de Amy May y era un lugar agradable y tranquilo para hacer lo que necesitaba hacer.

    —Hola, Clare —llamé, manteniendo mi voz lo suficientemente alta como para que escuchara el saludo, pero lo suficientemente baja como para que no me mandara a callar.

    Clare había estado trabajando en el escritorio de la biblioteca desde la primera vez que había leído Dónde Termina la Acera de Shel Silverstein. Tenía ocho años y podría haber jurado que Clare tenía cien.

    Ella todavía se veía exactamente igual.

    Recorrí los pasillos, volví a la estación de trabajo que había reclamado como mía e inicié sesión. Después de enviarle las fotos a Moose, revisé mi correo electrónico y luego cerré la sesión.

    La oficina de Moose era en realidad su porche trasero, así que trataba de mantener toda nuestra comunicación por teléfono y por correo electrónico, solo yendo a su casa si era estrictamente necesario. No quería decir que no me sintiera segura con mi jefe ni nada; él era un poco espeluznante, así que me sentía mejor con las cosas como estaban.

    Moose me envió un mensaje de texto diciendo que recibió las fotos y que acababa de conducir por el salón de belleza y vio el auto de nuestro próximo criminal.

    Ahora, no soy policía, y los clientes no siempre tenían razón con sus acusaciones, pero aun así, tenía que llamar a las personas que estábamos espiando de alguna forma, así que los llamaba criminales. Estoy segura de que no iba a recordar todos sus nombres, así que criminal era más fácil. Además, pensaba que mi trabajo sonaba mejor, como si realmente estuviera haciendo algo que marcara la diferencia.

    De todos modos, después de leer el mensaje de texto, me di la vuelta y me dirigí calle abajo hacia donde Clarice, deseando haberme puesto zapatillas en lugar de mis botas hoy. Había optado por el estilo en lugar de la comodidad, que nunca era la elección inteligente. Las botas combinadas con mis jeans ajustados y mi suéter largo se veían mucho mejor que las zapatillas de deporte.

    —Hola, Lila —dijo Clarice saludándome cuando entré.

    —¿Cómo has estado, Clarice?

    —La misma mierda diferente día.

    —Eso escuché —respondí. Veras, aunque mi ciudad era pequeña, había logrado mantener mi trabajo en secreto. A la ciudad le encantaba los chismes, y por la forma en que había atrapado a mi esposo y a la Zorra Shirley Finkle, la inminente salida de mi cómoda casa en The Woods para buscar un apartamento de mierda en The Heights, luego comenzar a trabajar para mi mejor amiga, tenían mucho de qué hablar cuando yo salía en el tema de conversación.

    Esto era bueno para mí y para Moose, porque significaba que la gente nunca sospechaba cuando estaba cerca, de que existía la posibilidad de que los estuviera investigando. No sabía cuánto duraría esa mierda, pero hasta ahora había tenido suerte... nadie sospecharía de una madre soltera con gemelos, que conducía una minivan y tenía una historia de amor interminable con los cupcakes, estaría escabulléndose y capturando sus malas acciones con una cámara.

    Miré alrededor del salón y, sin ver al criminal, me acerqué a Clarice y le susurré:

    —¿Puedo usar tu baño? Lamento irrumpir ya que no tengo una cita, pero creo que acaba de llegar mi período.

    —Sí, chica, por supuesto.

    —Gracias —dije tímidamente, luego fui más allá de la cortina hacia la habitación de atrás.

    Caminé silenciosamente de puntillas, sacando mi cámara de mi bolso Coach de gran tamaño, una de las pocas posesiones que me quedé de mi vida anterior. Manteniendo mis ojos y mis oídos atentos, buscando en la parte de atrás.

    Un sonido sordo me hizo girar a la derecha. Me asomé a la vuelta de la esquina justo a tiempo para ver a mi criminal inclinarse sobre una mesa, preparándose para inhalar las tres líneas de coca que ella había dividido.

    Pasé un día entero probando diferentes cámaras hasta que finalmente encontré una que no emitía ningún sonido cuando

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1