La joven de las líneas ley
Por Kate Carson
4/5
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Descripción del libro:
¿Una amante de libros sobre romances en Escocia? ¡La joven de las líneas ley te sumergirá en una historia de amor que trasciende el tiempo!
La serie de La joven de las líneas ley escrita por Kate Carson es un mundo cautivante - ¡Déjate llevar!
Luego de que un trágico accidente la dejara huérfana y sin hogar, Millie Canvers está desesperada por hallar su lugar en el mundo y la familia que siempre quiso. Cuando el patriarca del Clan MacAllister le propone una cruzada bastante inusual, Millie acepta sin pensarlo dos veces y viaja en el tiempo a 1345, Leith, Escocia.
Después de llegar a través de las líneas ley, sale a la luz el significado que oculta una serie de pesadillas recurrentes, y comienza la verdadera travesía de Millie. Salvar al clan MacAllister de la ruina es sólo el principio de lo que deberá lograr. Mientras su propio corazón siente la atracción de un amor que no puede ser, Millie debe buscar la ayuda de aliados para salvar al clan de la guerra que se está gestando.
Su tiempo en el pasado está por acabársele, ¿tendrá Millie la fuerza para dar fin a las luchas del clan y para reconciliar sus sentimientos por un hombre que sólo existe en el pasado?
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La joven de las líneas ley - Kate Carson
La joven de las líneas ley
Un romance escocés de viaje en el tiempo
––––––––
Kate Carson
www.KateCarsonBooks.com
CAPÍTULO 1
Mi jefe es todo un huevón.
Mi madre no me crió para trabajar para alguien como Dean, lavando platos en un figón por efectivo pagado a hurtadillas. Tampoco me crió para usar palabras como huevón. Me crió a su imagen—para ser una academicista, una investigadora, alguien a quien le importa profundamente el bien de la humanidad. No alguien que, por ejemplo, está desempleada y nunca fue a la universidad. Una ladrona. La enfermaría ver en lo que me he convertido. Lo cual, en este caso, es lo que más se acerca a un lado positivo—nunca vivió para verlo. Se fue al otro mundo cuando un camión se estrelló contra su Mini Cooper, cuando yo tenía dieciséis. Fui lanzada lejos y sólo me quedé con una cicatriz de más de 10 centímetros de largo que baja por mi mejilla derecha, ahí donde el parabrisas me abrió la cara. Mi madre, sin embargo, se quemó con los escombros.
Así que aquí estoy, restregando platos pesados con restos de comida prácticamente incomible y tratando de mantener mi espalda contra la pared para que Dean no me agarre el trasero cada vez que pasa. Para ser justa, hasta yo estoy decepcionada de mí misma por no llegar a ser mejor de lo que llegué a ser. Hubo un tiempo en que pensaba que tenía potencial, pero creo que sólo era la gloria reflejada de lo centrada que era mi mamá y de su afán por superarse. Cuando obtuvo la beca de investigación por la que tanto bregó, dejamos Berkley para ir a Escocia y ella se hizo cargo de mi educación. Así que a los doce años la estaba ayudando en el laboratorio, respondiendo a preguntas sobre conceptos médicos básicos y procedimientos elementales de laboratorio. Sé más sobre alelos y unos cuantos trastornos genéticos bastante raros que sobre, digamos, llevar el saldo de una chequera o hacer el mercado. Ella era una visionaria y no alguien que lidiara con lo práctico. Teníamos un departamento de dos habitaciones en un bonito vecindario, el fatídico Mini Cooper, un ama de llaves que se hacía cargo de todo un par de días a la semana y un gran lugar de comida china al final de la calle que hacía entregas a domicilio. Yo tenía todo lo que necesitaba, y un camionero borracho me lo arrebató todo. Cuando desperté en el hospital y me dijeron lo que había pasado, ya mi vida se había acabado.
Todo lo que quería ser se consumió con ella. Se me dio un par de días para descansar antes de ser transferida a un hogar de acogida e inscrita en una escuela pública. Hice lo que cualquier otra muchacha hubiese hecho. Me escapé. Me escabullí del hospital a las cuatro de la mañana sin más que la ropa que llevaba puesta cuando ocurrió el accidente. Las únicas personas que conocía en Edimburgo eran el ama de llaves, que sabía me entregaría a las autoridades si me aparecía a su puerta, y la gente del restaurante chino que hacía entregas. Así que hice dedo hasta Leith, a donde habíamos ido un verano de vacaciones sólo para ver los barcos y el castillo y cosas así. Ahora, cuatro años después, sigo en Leith y sigo tratando de abrirme camino. Aprendí unas cuantas destrezas prácticas trabajando para Dean pero en verdad que él ha estado tentando su suerte conmigo últimamente. Me debe dos semanas de sueldo y no tengo intención de irme sin mi paga.
Cuando entró de golpe en la cocina y me exigió sacar la basura, le lancé una mirada feroz. Mi madre quizás no haya sido la clase de mujer que lo llamaría huevón pero tampoco era la clase que se sometería a uno.
Lo voy a hacer. Acabo de terminar los platos
.
Hazlo entonces
. Gruñó.
Con mi espalda contra la pared me fui con cautela hasta el tacho de basura y levanté la bolsa, grande y cargada de basura, y luego la amarré. Mientras mis manos estaban ocupadas, él, por supuesto, me apretó el trasero. Giré la cabeza con tanta rapidez que mi coleta le dio en la cara.
Quítame las manos de encima, Dean.
No dijo una sola palabra y no quitó la mano. Sonrió como complacido consigo. Y yo quería escupirle en plena cara pero recordé que me debía cien libras.
¿Qué tal si llegamos a un acuerdo? Tú me pagas lo que me debes y yo no te denuncio por acoso sexual. ¿Qué te parece?
le ofrecí, y me puse fuera de su alcance al salir a botar la basura.
Me siguió. Lancé la bolsa a lo alto del botadero y me di la vuelta para volver a entrar pero me agarró por la muñeca. Traté de recuperarla de un tirón pero él era más fuerte que yo.
¿Qué?
le demandé como si estuviera exasperada y no alarmada.
Creo que ya es hora de que hagamos un trato mejor, Millie
. Dijo con una sonrisa untuosa propia de villano de tira cómica. Podrías tratar de ser un poquitín más amistosa conmigo. Yo te he ayudado muchísimo, te di trabajo sin referencias y te pago en efectivo para que no te joda el pago por desempleo
.
¿Y qué es exactamente lo que estás sugiriendo?
le pregunté, aparentando un aire de fatiga mientras miraba alrededor en busca de una salida. El merendero se había cerrado hace media hora como era usual y las meseras se habían ido hace tiempo, lo que básicamente quería decir que podía gritar hasta reventar y nadie me oiría. Sentí el cuerpo entero cubrírseme de sudor frío de sólo pensarlo.
Dean se inclinó más hacia mí y traté de separarme de un tirón pero me agarró por mi coleta con la otra mano y me jaló la cabeza hacia atrás, me tenía firmemente sujeta mientras aplastaba su boca contra la mía y trataba de abrirme la boca con su lengua, pero me resistí. Levanté la rodilla lo más fuerte que pude y golpeé lo que, segura estaba, más atesoraba—sus bolas. Cuando gimió y se desplomó, me sacudí de él y lo pateé en los riñones por si acaso. Estaba atragantado y tosiendo cuando saqué la billetera de su bolsillo trasero, reuní lo que me debía y le boté el resto. En cierta forma disfruté al dejarlo sobre el suelo oleoso al lado del botadero, que era donde debía estar. Dejé caer mi delantal al piso al cruzar el merendero y me fui.
Salí corriendo a la tienda por un paquete de paños humedecidos y me robé un par de barras de chocolate estando ahí, antes de volver a mi hogar dulce hogar en Cavendish Road. No era tanto algo mío sino lo único que me podía costear, un edificio abandonado que estaba a la venta hasta que oculté el aviso y lo ocupé. No había calefacción ni agua pero tampoco pagos, y hace unas semanas encontré un colchón aceptable en la acera y lo arrastré hasta ahí, así que hasta tenía una cama apropiada y todo.
Me deprimió horriblemente entrar ahí y encender de un capirotazo una de las luces LED pegadas a la pared del cuarto que usaba. Me recordaba a algo tomado de una novela de Dickens, apenas a unas cuantas ratas de una historia trágica, pero yo era muy mayor para ser un gamín. Como obviamente tendría que encontrar trabajo en otra parte y no contaría con Dean el Huevón para una referencia, deseé haber